Capítulo 9
EMMA
Hace una semana que desapareció mi diario. Después de sentir el alivio por saber que nada había pasado dentro de la cabaña, llegó el momento de escribir en mi cuaderno secreto, el cual (me di cuenta) mágicamente había desaparecido. Me pasé un día entero preocupada, buscándolo como loca por toda la cabaña, ¡y no lo encontré! Hasta hoy, su paradero es incierto. Mi mamá todavía me dice que no me preocupe, que seguro me lo dejé en Buenos Aires, pero yo sé muy bien la verdad: me lo robaron de mi cómoda.
Y, aunque sea prejuzgar, puedo saber muy bien quién fue sin siquiera pensármelo demasiado. Me refiero, ¿qué clase de ladrón irrumpe en una casa con la intención de robar el diario íntimo de una chica de dieciséis? Uno que solo quiere fastidiarte, claro; alguien que está ensañado. Y, casualmente, hace una semana que el chico de los ojos azules no me dice nada en absoluto. Me gustaría que siguiera así, obviamente, pero solo si yo recupero antes mi diario.
Salgo de mi cabaña hecha una furia cuando finalmente decido encararlo. Necesito demostrarle que tengo carácter, que no puede pasarme por encima... ¡Y mucho menos tocar mis cosas! Esperé todo el año, soportando a mis compañeros, para tener mis preciadas vacaciones, y por nada del mundo pienso dejar que un petulante las arruine.
Mientras estoy caminando por el parque hacia el hotel, una voz cantarina me distrae. No puede ser, pienso. Me doy vuelta sabiendo que me encontraré con aquellos ojos de un azul inhumano que solo puede pertenecer a algún personaje de los libros que suelo leer. Lástima su carácter.
—Pareces un verdadero torbellino. ¿A dónde vas tan deprisa? —pregunta sin la malicia que lo caracteriza, pero con su típica sonrisa de yo-soy-el-mejor. Intento ignorar que no lleva nada puesto, solo unos cortos pantalones. Admiro por breve segundos su pectoral, pero luego me reprocho a mí misma por ello. Debo recordar qué quiero decirle; palabra por palabra.
Él le encuentra apoyado sobre el marco de la puerta de una cabaña que queda al lado de la mía. ¿Él se estará hospedando justo ahí? ¿En serio?
—No sé qué quieres de mí, pero es hora de dejarme en paz. Y de devolverme mi diario también —espeto, con voz irritada. Me aplaudo internamente por la seguridad que demostré en mi voz y anoto un punto para mí una la pizarra imaginaria.
El chico frunce el ceño y ladea un poco la cabeza.
—¿Tienes un diario? ¿Cuántos años tienes? ¿11?
—16. Y no tengo mi diario, tú lo tienes.
El chico vuelve a sonreír, luciendo como un jodido actor de Hollywood. En serio, ¿qué gana molestándome? ¿Habrá una cámara oculta en este lugar? Él cambia de postura, luciendo completamente relajado. —Pensé que eras más chica —comenta, rascándose la oreja.
—Eres un mal mentiroso —reprocho, indignada—. Lo leíste en el diario.
Suelta una carcajada que solo me hace rabiar más.
—No tengo tu diario, Honey.
Abro mis ojos bien grandes por la sorpresa. ¿Acaba de llamarme "Honey"? Sé que eso significa "miel" en inglés, pero no entiendo qué está pasando por su extraña cabeza para decirme de esa forma. Además, lo último que falta es que me ponga alguno de esos apodos absurdos. ¡Ni siquiera dijimos nuestros nombres! Aunque, claro, él ya debe saber el mío.
Lo fulmino con la mirada cuando sus ojos brillan con picardía. Está de coña si cree que va a ganarme esta vez.
—No tienes que demostrarme que sabes inglés.
—Sé muchos idiomas, tuve tiempo de aprenderlos —argumenta rápido, levantando sus hombros como si eso fuera poca cosa.
—Y no me digas Honey. Nunca. No tiene sentido.
—Di todo lo que quieras, pequeña Honey —dice él, repitiendo el mote. Comienza a avanzar hacia mí hasta quedar a unos centímetros de mi cuerpo—. Pero el apodo va completamente contigo, eres algo de lo que es difícil liberarte.
Puedo sentir un aroma a colonia de hombre que es tan adictivo como observar sus ojos de océano; intento buscar a qué me recuerda el olor, pero realmente no lo puedo descifrar. Sin embargo, cuando noto que quedé encerrada otra vez por aquel enigmático chico, doy un paso hacia atrás. Él eleva las comisuras de su boca, provocando que sus estúpidos hoyuelos vuelvan a aparecer, pero los ignoro.
De pronto, se me ocurre una idea genial. Algo intrépido que jamás hubiera pensado hacer, pero la situación lo amerita. Y, por suerte, tomo al chico por sorpresa.
Golpeo contra su cuerpo como si estuviera en un jodido partido de Rugby, haciéndolo tambalear, y corro hasta su cabaña con la intención de recuperar de una vez mi diario. Sé que lo tiene él y que no lo admitirá. El chico de los ojos azules me grita pero yo no me detengo.
Es ahora o nunca. Tuve suerte de haberlo dejado pasmado por mi acción, ya que verdaderamente me dolió cuando choqué con su cuerpo repleto de músculos. ¿En qué momento entrenará? No lo he visto hacerlo...Y no es como que lo esté observando a menudo. Claro que no. Pero sí estuve investigando.
Todo sea por mi diario. Realmente espero que no lo haya leído, ya me olvidé de todas las cosas que he escrito ahí. ¡Incluso hay poemas! ¡Y de amor! Si lo lee, tendrá más material que nunca como para molestarme.
Entro a su cabaña con el corazón latiendo como si hubiera corrido una maratón. Repaso rápidamente con la vista la cocina-comedor, sin ver rastro de mi cuaderno. No pierdo mis esperanzas y voy directamente hacia una habitación que tiene puerta la abierta. Suelto una exclamación repleta de alegría cuando lo encuentro arriba de la cama. Lo sabía, pienso y el enojo vuelve a invadirme.
¡Es un vil mentiroso! ¡Y un delincuente!
Me giro para salir tan veloz como entré, pero me choco con el cuerpo del chico. Reboto y caigo sobre su cama con las mejillas totalmente enrojecidas. Él levanta una ceja y no me detengo a intentar descifrar su mirada.
Mierda. ¿Y ahora qué?
Me pongo de pie en tiempo récord y enderezo toda mi columna para parecer más alta, como si mi metro sesenta y tres pudiera intimidar su metro ochenta y algo. Claro que sí, campeona. Sé que el chico es extraño, inconstante y que está algo loco, y es por eso que tengo que salir de aquí cuanto antes: no confío en sus intenciones.
Intento avanzar pero me detiene nuevamente, con chispas en sus ojos.
—¡Tú tenías mi diario! —Le grito, para cortar el silencio que está invadiendo la habitación. Un silencio que no sé muy bien qué significa.
—¡Tú entraste en mi cuarto! ¡Es igual de malo! —Me sermonea él, con el mismo tono que yo.
—¡Pero tú lo hiciste primero! ¡Es peor! —Remato, convencida de que gané este round.
Y, al parecer, así es. El chico suspira derrotado. Esta vez me deja pasar cuando quiero salir de la cabaña, aunque camina detrás de mí, pisándome los talones.
Cuando noto que me sigue incluso cuando camino para mi cabaña, me freno en seco. Doy media vuelta y lo encuentro a menos de un metro de distancia.
Soy yo la que alza una ceja ahora.
—¿Qué quieres?
—Leí tu diario. —Me cuenta y yo cierro mis ojos fuertemente. Mierda, no. ¿Qué tenía de interesante ese libro para él como para leer tres años de mi vida de corrido? —No encontré lo que esperaba. ¿En serio escribes todos tus secretos ahí?
—¿Y yo por qué te debo contar eso?
Me cruzo de brazos, sosteniendo fuertemente mi diario como si quemara. No puedo creer que otros ojos hayan leído lo que hay en él, muchos menos los de él.
Malditos ojos de cristal.
—¿Qué tendrías que ocultar ahora? Sé muchas cosas sobre ti, princesa.
—Y yo no sé nada sobre ti —respondo—. ¿Por qué le debería contar mis cosas a un extraño del cual no sé ni el nombre? ¡Y que me robó mi diario y luego me mintió!
—Me haces ver como un villano —me acusa. El chico suelta una maldición que no llego a entender.
—Lo eres —le aseguro.
Él aprieta su mandíbula, como si estuviera dolido.
—No es cierto. ¿Y si no lo fuera?
—Bueno, no te comportas como un héroe, ¿lo sabes, no?
Aguardo en silencio a que responda; él parece estar contrariado, como si mis palabras significaran mucho más. Ignoro eso y pienso que es parte de la locura que carga consigo, o de todas las cosas incoherentes que hace.
Como molestarme sin conocerme, claro. Salvo por el pequeño detalle que ahora me conoce demasiado.
—Es que no puedo ser tu héroe, Emma —suelta, diciendo algo que yo no me esperaba. ¿Qué significan esas palabras? No necesito que sea mi héroe, jamás se lo he pedido.
Ignoro el hecho de que mi nombre en sus labios suena demasiado bien, como si fuera mi canción favorita; como si su boca hubiera sido esculpida para mí. Intento desconocer que he temblado un poco cuando lo escuché y me centro en todo lo demás. En cómo me aturde aquel chico, en cómo me llena de curiosidad que no pienso saciar.
—No necesito héroes —le informo y él vuelve a sonreír.
—Y mi nombre es Emmanuel, Honey. No pienses que esto se ha quedado aquí.
Y sin decir más, se marcha.
AMÉEEEEE ESTE CAP <3 Todo se va conectando, ¿verdad?
Espero que les haya gustado, Honeys. Saben que los amo muchísimo y les agradezco de todo corazón todo su apoyo. Ahora que estoy en vacaciones, intentaré hacer lo posible para terminar la novela en este tiempito. Falta mucho para que eso suceda, claro, pero estaré actualizando de forma continua.
Me refiero, cada semana habrá un cap nuevo. Tal vez más de uno, depende. <3
¡Nos leemos, mis ángeles bellos!
-Bri. :)
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