Capítulo 7
EMMA
Corro rápidamente al comedor, pensando en lo tonta que fui al dejarme las llaves en la mesa y no darme cuenta de mi error hasta hace unos minutos atrás, cuando empecé a buscarlas desesperadamente. Estaba demasiado furiosa por mi conversación con el chico de los ojos claros, tanto que me las olvidé frente a él. Puede que sea lindo, pero de todos los idiotas que conocí él es el peor. Y sé que, si las llaves de la cabaña no están, ese chico es el culpable ya que pregunté en recepción y me dijeron que no las tenían.
Estuve varias horas en el bar, terminando de leer el libro con lágrimas en el rostro. Tanto me introduje en él que perdí la noción del tiempo, lo suficiente como para que alguien entre y robe nuestras cosas en la cabaña. Mi corazón late fuertemente de solo pensarlo, así que me apresuro más, como si eso modificara el resultado.
Llego al comedor con un malestar en el estómago que se disipa cuando encuentro las pequeñas llaves doradas encima de la mesa donde cenamos. Me pregunto por qué no las recogieron cuando levantaban todas las mesas, pero no me preocupo demasiado en encontrar una respuesta para ello. Solo sé que tuve un ángel que me ayudó a que nada malo pasara.
O eso creo. Todavía me falta entrar a la cabaña y ver que todo esté en orden.
Cuando me encamino en dirección a la cabaña, escucho que mi móvil suena. En su pantalla leo el nombre de mi madre y me dan ganas de arrojar el celular lejos de mí. ¿Me habrá ido a buscar a la cabaña? ¿Habrán llegado y encontrado todo destruido? ¿Qué le puedo decir si alguien nos robó las cosas por mi estúpido descuido? Fue mi descuido y no quiero que mi familia pague por mi culpa, no es mi estilo. Soy de las personas que cargan con la culpa y, cuando se cierran, no dejan que otro las ayude. Prefiero resolver mis problemas por mí misma.
Además, claramente no puedo decir que fue culpa de un idiota que me dijo que le molestaba que hubiera nacido.
Ahora que lo pienso, no es solo idiota, está loco también.
Con mis mejillas pálidas, decido contestar el móvil.
—¿Hola? —digo. Mis manos están algo temblorosas y no puedo pensar en otra cosa que en llegar a la cabaña. Aún con el celular en la oreja sigo caminando, necesitando llegar con urgencia.
Cuanto más rápido sepa la verdad, mejor.
—¡Emma! ¡Estamos llegando a la cabaña! Te digo para que vayas yendo —avisa mamá, con el sonido de las voces de Mati y mi padre de fondo. Están riendo, felices, y tengo miedo de ser yo la que arruine su felicidad, así que no digo nada, solo acelero mi paso.
—Vale, mamá —hablo—. Yo estoy a punto de entrar.
—¿Está todo bien? ¿Estás corriendo? —Pregunta ella.
—Sí. No. Este... Está todo perfecto, ¡nos vemos! —Le contesto y corto la llamada, sintiéndome una boba.
Ya se ha dado cuenta que algo pasa. Genial. Ya la preocupé.
Tardo menos de dos minutos en llegar a la cabaña y, cuando ingreso y enciendo las luces, en lugar de toparme con el peor desorden que ha visto una habitación, todo allí se encuentra tal y como lo dejamos. Así que cierro los ojos con alivio y suelto un suspiro; sintiéndome tan libre y liviana como cuando se termina una temporada de exámenes.
—Así que no te han robado las llaves. Qué mal, esperaba que te quedaras durmiendo afuera toda la noche —comenta alguien a mis espaldas, arruinando la tranquilidad en la que me había sumergido.
Me volteo para ver quién es, aunque en realidad no es demasiado difícil saber quién es. Reconocería esa voz en cualquier lado, a pesar de que casi ni lo conozco.
De que ni siquiera sé su nombre.
—Te haces el gracioso, pero eres menos divertido que Calamardo —espeto, con el ceño fruncido.
—¿"Calamardo"? —Me pregunta él, entrecerrando los ojos como si no entendiera qué estoy diciendo. —¿Por qué un calamar sería gracioso?
—¿No conoces Bob Esponja? ¿De qué mundo vienes?
Él ríe un poco.
—Vengo del Cielo, ¿no lo ves? —Formula una arrogante sonrisa que me hace querer cerrarle la puerta en la cara. Sus ojos parecen brillar, incluso aunque esté todo oscuro. Él se me queda mirando, a la espera de una respuesta, pero sinceramente no sé qué decirle. ¿Estará consumiendo drogas alucinógenas? Es gran una probabilidad.
—Qué mal que te hayas olvidado las alas, te servirían para volar lejos de aquí. —Le señalo la dirección hacia la salida del sector de las cabañas, pero lo único que logro es provocar que la sonrisa del chico se incremente.
—Oh, eso es lo que más deseo —responde él, dando un repentino paso hacia mí que nos deja a unos pocos centímetros de distancia.
—Entonces vete y déjame en paz —dictamino, sintiéndome nerviosa.
—No sigo tus órdenes. —Su voz suena áspera pero sensual, y quiero darme un golpe en la cara por creer que es bonita: se la ha pasado tirándome mierda.
Mi pulso comienza a acelerarse y trago saliva, intentando buscar una posible solución a esto. Muy pocas veces estuve tan cerca de alguien; la única que puedo recordar fue cuando un chico me besó en una fiesta de cumpleaños. Fue mi primer y único beso, y no me gustó en absoluto. La gente, sobre todo de mi edad, no se suele acercar demasiado a mí, así que yo aprendí a mantenerme alejada también. A veces la distancia es el mejor escudo en un mundo repleto de dagas asesinas.
Noto que los labios del chico de ojos azules están cada vez más cerca de los míos, y eso me pone totalmente incómoda: quiero moverme, pero siento que estuviera atrapada en una especie de trance que no me permite escapar, y su mirada fija en mí tampoco ayuda.
Entonces logro escuchar las voces de mis padres y mi hermanito aproximarse, y éstas me ayudan a poder reaccionar. Solo espero que no nos hayan visto, porque realmente no quiero contestar preguntas relacionadas con el pesado de los ojos de cristal.
Antes de darle tiempo a reaccionar, doy un paso hacia atrás y le cierro la puerta en la cara. Debí hacer eso antes, me digo, y suelto un bufido de frustración. Entro a mi habitación y reviso que mi computadora y los "objetos de valor" de mis padres estén en su lugar.
¿Lo bueno? La cabaña está orden.
¿Lo malo? Mis emociones no. No sé quién se cree que es ese chico para molestarme y confundirme de esa forma, pero no permitiré que lo siga haciendo. Si quiere guerra, entonces la tendrá. No sé cómo, pero buscaré la forma de afrontarlo y demostrarle que conmigo no debe meterse.
HOLAAAAAA.
Sí, sé que me demoré en actualizar. Como había comentado antes, estos últimos meses fueron muy intensos debido a que recién comenzaba la universidad y necesitaba hacer un buen año para entrar oficialmente a la carrera. ¿Pero saben? Ya estoy aquí y volví para quedarme.
Terminar El chico del salón de enfrente también se convirtió en una prioridad y me quedan muy pocos capítulos para poder hacerlo. Una vez que lo termine, podré actualizar aquí más seguido y, tal vez, continuar alguna novela de la saga (ya veremos).
Debo decir los extrañé un montón a todos, Honeys. Y les pido perdón por la demora. Así que, como recompensa, les traeré actualizaciones nuevas durante estos días.
Gracias por todo su apoyo.
-Bri. :)
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