Necesito alimentarme

~ Necesito alimentarme ~

Dejaron al caballo en unos establos que había a las afueras. El burdel estaba rodeado de una especie de mercadillo donde se vendían muebles antiguos, comida, alcohol, herramientas y animales. Por tanto, tuvieron que atravesar una muchedumbre de gente hasta alcanzar la puerta de entrada.

Leila sonreía abiertamente, ocultando sus colmillos con la mano o con su labio inferior. Caminaba de un modo elegante entre toda ese gente de dudosa moral, por lo que Roma trataba de caminar lo más rápido posible. La vampiresa estaba absorta mirando a todos lados, sin perderse ningún detalle. Había personas disfrazadas con colores llamativos, vistiendo prendas voluminosas y maquilladas de forma exagerada, que probablemente fueran personajes de alguna obra de teatro. Gente capaz de hacer malabares con bolas de fuego y contorsionistas.

Al entrar, el burdel les pareció más una sala de eventos y espectáculos, que un lugar plagado de enfermedades venéreas y borrachos. Estaba dividido en dos plantas, una de entretenimiento y juegos de mesa; y otra más privada con habitaciones para los clientes. Leila se quedó contemplando los frescos del techo del edificio, donde los dioses griegos saludaban a los recién llegados, mientras Roma hablaba con la persona que le facilitaría una habitación.

La persona con la que Roma habló era una de las mujeres que se encargaba de la organizar el lugar. Voluptuosa y de aproximadamente cuarenta años. Tenía los labios pintados de rojo y en su cara había dos círculos de color rosa fucsia en cada una de sus mejillas. Además, como colofón final, su pelo estaba recogido en un moño y llevaba tupé.

Leila vio que la mujer la observaba de reojo, mientras conversaba con Roma. No le gustaba. Podía oler a esa distancia que era una mujer sin escrúpulos y habituada a usar subterfugios.

Para colmo, la mujer había decidido apoyar su mano en brazo del cazador, en un gesto disimulado pero medido. Esto la enfureció y sus pupilas se dilataron.

- Hola guapa ¿Quieres divertirte?

Un hombre borracho tomó a Leila por la cintura y la pegó a su cuerpo. La vampiresa solo tuvo que mirarlo para que la soltase como si hubiera tocado un metal ardiendo y huyera despavorido entre la multitud.

- Ingenuo hombrecillo - Musitó ella, sacudiendo el vestido que llevaba.

- ¿Qué haces? - Preguntó Roma, que ya había llegado hasta ella - No hables con nadie. Este sitio es peligro...

- Yo soy más peligrosa - Lo interrumpió Leila - Y para empezar, ese desconocido se ha puesto a hablar conmigo sin que yo se lo hubiera pedido.

- Recuerda que no puedes mostrarte tal como eres - Le respondió Roma - Eso hace que ahora mismo seas tan vulnerable como los demás.

- Pues no me dejes sola - Le reprochó ella, dejando que su enfado se evaporara.

Sus pupilas volvieron a ser de un tamaño normal.

- Bien, vayamos a comer algo y luego ocupamos la habitación.

Roma pidió la bebida y un plato de carne con patatas en uno de los puestos de fuera. Se lo comió sentado sobre una piedra que encontraron en el suelo, en mitad del alboroto. La hija de Drácula lo miraba comer con interés, ensimismada por la manera en que se movían sus labios, su mandíbula y su garganta al masticar o tragar. Desde su punto de vista, los humanos tenían un sistema digestivo muy peculiar.

- Vámonos - Dijo el cazador cuando por fin terminó, tirando los desperdicios en el suelo, como hacían los demás.

- ¿Y yo qué? - Se molestó Leila.

A parte de ser unos guarros, resultaba que los humanos no eran nada caballerosos.

- ¿Qué quieres decir? - Preguntó Roma, temiéndose la respuesta.

- Necesito alimentarme - Le informó Leila, apoyando sus manos en las caderas.

- ¿Cuantas veces necesitas...?

La vampiresa puso los ojos en blanco.

- Las mismas que tu. Algunas veces en el dia - Añadió- Lo que pasa que hoy tengo más hambre de la cuenta por culpa de tu pequeño accidente suicida.

Roma no iba a permitir que Leila hiciera daño a nadie. Jamás ayudaría a uno de esos monstruos a asesinar a una persona.

- No voy a...

- Hipnotizaré a mi presa y no se enterará de nada.

- No pienso...

- No la drenaré hasta el final.

- ¿Drenar? - Roma se escandalizó.

Leila trataba a las personas como meros recipientes de sangre ¿En serio iba a poder ser capaz de beber sin causar la muerte de su víctima?

- Solo necesitaré algunos sorbos para mantenerme sana.

Ya era suficiente. Roma se llevó las manos en la cabeza, como si le fuera a explotar, y caminó en círculos alrededor de Leila. Leila lo observaba con parsimonia, sin inmutarse lo más mínimo por el comportamiento del joven.

Cuando se le pasó el ataque, el cazador tomó por el brazo a la vampiresa y la condujo entre el gentío al interior del burdel. No le costó trabajo, porque básicamente ella puso de su parte. La vampiresa notaba su ansiedad y quería averiguar qué ocurría con él.

Roma subió a la primera planta, abrió la habitación que tenían reservada, hizo pasar a Leila al interior de la estancia y cerró la puerta con pestillo.

La hija de Drácula no iba a bebería la sangre de ningún desconocido. No pondría en riesgo la vida de nadie, mientras él se mantenía al margen.

- Aquí tienes tu alimento - Declaró Roma, abriéndose el cuello de la camisa y mostrándole el surco de la vena yugular a la vampiresa, que lo observaba con asombro.

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