Capítulo VII. El umbral de la vigilia

Año 24 del emperador Jungwoo.
3° mes. // Día 6 // Invierno.

Un par de días después del juicio del ministro Choi, Taehyung volvió a encontrarse con Hoseok. La sensación fue extraña: un hormigueo que descendió por su columna vertebral al darse la vuelta y encontrarse con una mirada intensa que lo observaba.

La figura erguida del noble, resaltaba entre los ministros por su aura de profundo desinterés y arrogancia. El aprendiz rebelde daba por hecho la cátedra que se abordaba entre los ministros, por lo que su atención se centraba en una incógnita más grande para él.

La mirada que cae sobre Taehyung era severa e inquisitiva, similar al gesto que lo había cautivado anteriormente. Sin embargo, ahora que el interrogatorio iba dirigido hacia él, el misterio se volvió una sensación sofocante.

—¿Qué haces? —cuestionó el noble Jung, apareciendo de repente.

La repentina aparición de Hoseok sacudió a Taehyung hasta lo más profundo de su ser. Por un instante, se sintió como un animal acorralado, atrapado bajo la mirada inquisidora del noble. Pero rápidamente recuperó su compostura, obligándose a mantener la calma ante la presión.

Con una voz firme, Taehyung respondió a la pregunta de Hoseok, tratando de ocultar el temblor en sus palabras.

—Preparo las plantas para ponerlas a secar.

Aunque por dentro, su corazón seguía latiendo con fuerza, bombeando adrenalina a través de sus venas mientras luchaba por controlar sus emociones.

Taehyung se dedicó a deshojar las flores con gestos autónomos para luego amontonar los pétalos sobre una manta blanca. Todo esto mientras la mirada de Hoseok perforaba su concentración.

Hoseok, con una chispa de aburrimiento, deslizó otra pregunta, más directa y personal.

—¿Y pretendes hacer eso el resto de tu vida?

El cuestionamiento tomó a Taehyung por sorpresa. Era extraño, inapropiado incluso. Se preguntó si ese tipo de preguntas eran habituales entre los nobles, pero recordó que con Hoseok poco importaba lo que debería ser adecuado.

—¿Qué es lo que realmente anhelas? ¿Tienes alguna aspiración? —insistió Hoseok.

Taehyung mantuvo sus labios sellados. Por supuesto que tenía anhelos, pero eran secretos, promesas compartidas entre él y el príncipe, y no podía permitirse revelarlos. La ambición podía ser peligrosa, y Taehyung lo sabía demasiado bien.

Decidido a terminar con la conversación, Taehyung continuó con su trabajo, esperando que Hoseok se marchara.

Pero Hoseok persistía, sin darle tregua.

—Cuando te pregunté del difunto ministro Choi, soltaste la información sin problemas. ¿Por qué ahora te resistes a hablar?

Hoseok era como una sombra que lo envolvía, un molesto zumbido que persiste en su cabeza.

—Le debía un favor en ese entonces; el cual ya lo pagué —contestó Taehyung, con brusquedad.

Sus manos se detuvieron un instante, paralizadas por el arrepentimiento. Sabía que no debía permitir que su voz se tornara áspera ni que su coraje se manifestara de esa manera. Su deber era mantener el respeto hacia las jerarquías superiores, incluso cuando estas resultaran irritantes.

La pregunta de Hoseok sobre sus aspiraciones había quedado en el aire, sin respuesta, pero las circunstancias acabarían revelando más de lo que Taehyung habría deseado.

A medida que los días avanzaban, Taehyung se vio atrapado en una red de tensiones que se cerraba a su alrededor. No solo Hoseok representaba un desafío constante, sino que otros asuntos también se acumulaban: la salud de su madre se deterioraba rápidamente. Por más que quisiera quedarse en casa para cuidar de ella, Taehyung debía cumplir con su labor en la clínica.

Además, había surgido un rumor que se extendía por el palacio, causando murmullos entre los trabajadores.

—El príncipe de la corona dejó en su recámara una lujosa reliquia familiar: un cuchillo de cacería con la inscripción de un dragón. —Una voz susurrante transmitió la noticia de boca en boca, alimentando la curiosidad y la codicia—. Yo lo vi, asomándome a su habitación. Ahí estaba, al alcance de cualquiera que deseara tomarlo —dijo un eunuco, durante la cena en Nakwonjeon.

—Me dijeron que ese cuchillo vale lo suficiente para poder vivir cómodamente por el resto de una vida —intervino uno de sus compañeros, añadiendo a la conversación.

—Y no solo eso, sino que el filo de su hoja es capaz de cortar extremidades de un desliz. ¿Dinero y poder, qué más se puede pedir? —comentó un tercer sirviente, con una mezcla de admiración y envidia en su voz.

No solo era el tema de conversación entre los sirviente, sino que había otros visitantes comentaban al respecto.

—Aun así, el príncipe lo dejó a plena vista. ¡Qué descuidado! —exclamó una doncella, mostrando su sorpresa ante la negligencia del príncipe.

Incluso dentro de las paredes del palacio se hablaba de ello.

—¿Qué se puede esperar de él? Un chiquillo revoltoso, rufián y poco astuto. ¡Oh, dioses!, que el emperador Jungwoo tenga una larga vida, o de lo contrario se desatará el infierno en estás tierras —concluyó un anciano consejero, expresando su preocupación por el futuro del imperio.

Taehyung se adentró en la recámara del heredero, decidido a poner fin a aquel espectáculo de insultos al príncipe. Tal como se mencionaba, la daga reposaba a plena vista en el centro de la habitación.

Al lograr forzar la cerradura, una fina capa de tierra recibió a Taehyung como una muestra del tiempo transcurrido desde la última visita. Todo parecía estar en su lugar, como Jungkook lo había dejado; pero una sensación de inquietud se apoderó de Taehyung. ¿Por qué, si la daga estaba ahí desde la partida del príncipe?

Con cautela, Taehyung avanzó hacia el centro de la habitación, su mirada corría por cada rincón en busca de alguna pista que pudiera explicar la extraña situación. La daga reposaba sobre una mesa, su hoja centelleando débilmente bajo la luz del atardecer que se filtraba por las ventanas entreabiertas. Con manos temblorosas, envolvió la daga con cuidado en un paño.

—Maldita rata, está vez no tendrás escapatoria —advirtió una voz a sus espaldas, erizando cada uno de los vellos de su piel.

Era un eunuco con el que alguna vez había compartido mesa durante la cena o sábana al dormir; y que ahora le sonreía con un aire de satisfacción, como si disfrutara de su infortunio. El hombre, a pesar de ver frustrados sus planes para robar el cuchillo, estaba contento de poder entregar al "fenómeno" que tanto despreciaba.

Con un gesto brusco, el eunuco agarró a Taehyung del brazo y lo arrastró hacia el jurado, interrumpiendo la reunión de los ministros, entre los que se encontraba Hoseok, observando con especial expectativa.

El eunuco contó con un aire heroico haber encontrado a Taehyung entrando en la habitación del príncipe para tomar el cuchillo. Taehyung aceptó las acusaciones sin titubear, aparentando ser descarado ante Hoseok y aquellos que no conocían sus verdaderas intenciones.

—Habías tardado en actuar —comentó el emperador Jungwoo, ingresando al lugar—. Como cuidador del príncipe, debes atender cada una de sus necesidades, eso incluye velar por su reputación.

—Lo lamento, su excelencia —respondió Taehyung con voz firme, manteniendo la mirada baja en un gesto de respeto—. Juro actuar con mayor sabiduría en el futuro. Mi principal objetivo es mantener la integridad del heredero al trono.

Taehyung se ajustó la ropa y se retiró después de obtener el permiso necesario. Cumpliendo su palabra de ser más astuto en los cuidados de la imagen pública del príncipe, ocultó el cuchillo en su camisa, jurando mantenerlo consigo hasta el regreso del príncipe. No estaba dispuesto a correr el riesgo de dejarlo en la recámara y tentar a otros con su presencia.

Esta peculiar situación, extendida como una trampa, fue el desencadenante de lo peor de su convivencia con el noble Jung.

—¿Con qué cuidador del príncipe, eh? —bromeó Hoseok con sarcasmo—. No pensé que tuvieras esa ambición. Así que te dedicas a seguir al príncipe e ir detrás de él como su sombra, ¿eso es realmente lo que quieres hacer?

“¿Con qué propósito lo hace? ¿Con qué disgusto?”, aquellas eran las preguntas resonaron en la mente de Taehyung como un eco persistente. Eran pensamientos que surgían repentinamente, pero era mejor sofocarlos como la llama de una vela, antes de que se convirtieran en un incendio.

Sin embargo, el cuestionamiento de sus acciones pronto se convirtió en el menor de sus problemas cuando fue solo cuestión de tiempo antes de que Hoseok supiera sobre su madre enferma.

En ese momento, surgió otra circunstancia que Taehyung no sabía cómo manejar, quizás peor que la duda o el enojo: la bondad. Hoseok insistió en darle comida, pero Taehyung se negaba. A pesar de sus protestas, Hoseok dejó la comida en la puerta de la casa de su madre.

Por supuesto que a Hoseok le importaba poco lo que le dijera y terminó por dejar la comida en la puerta de la casa de su madre. Taeyeon estaba muy feliz por esto, y Taehyung no podía decirle que no a la felicidad y tranquilidad de su madre.

Año 24 del emperador Jungwoo.
5° mes. // Día 14 // Primavera.
Anochecer.

La vida se mostraba implacable con algunos, forzándolos a enfrentar el hambre y la necesidad de moverse en las sombras para obtener alimento. La discreción se volvía un instinto básico, una búsqueda solitaria de supervivencia, sabiendo que ser capturados sería su peor destino. Paradójicamente, incluso siendo criaturas vulnerables, había individuos que anhelaban poseerlas. ¿Qué motivaba el deseo de admirar cuerpos marcados por cicatrices? ¿O acaso era un torpe intento de compasión?

Oh marginada criatura, tiene la maldición de poseer unos ojos ambarinos, capaces de transparentar la inquietud de su alma y aun así te niega a reconocer tu vulnerabilidad.

—¿Cómo eres capaz de sobrevivir a tanto dolor? —inquirió Taehyung al zorro, tras unos minutos en que ambos se observaron en silencio.

El zorro parpadeó y alzó la cabeza para acurrucarse en sí mismo. Taehyung chasqueó la lengua ante la aparente indiferencia del zorro a su pregunta, de la que verdaderamente buscaba una respuesta.

Las heridas en su mano y su evidente debilidad física lo habían obligado a guardar reposo en su habitación. Pero Taehyung ya estaba fastidiado de haber dormido gran parte del día. El encierro comenzaba a afectarlo, haciéndolo reflexionar sobre tonterías e incluso esperando respuestas de animales.

Su mente estaba inquieta, recordándole las cosas que debía hacer, preocupaciones que ni siquiera tenía antes, mientras que su cuerpo se sentía pesado e incapaz de mantenerse de pie. Descansaba sobre el futón con las piernas cruzadas y la espalda recargada en la pared. Sus manos permanecían sobre su regazo, una sosteniendo a la otra, esta última vendada.

Un ligero sonido puso a Taehyung en alerta: alguien había subido por las escaleras e intentaba forzar la puerta. Rápidamente, Taehyung se puso de pie y acomodó su ropa para recibir al inesperado visitante.

Era poco probable que se tratara del capataz o el médico; con ellos ya dejó en claro los acontecimientos del día anterior y el seguimiento de su recuperación. Cabía la posibilidad de que fuera la llegada temprana de Baekhyun, aunque esperaría que este fuera más cortés y llamara a la puerta en vez de intentar forzarla, a menos que su recelo le hubiera arrebatado hasta el más mínimo rastro de lo que solía ser.

Sea quien fuera, prefirió mantener su identidad en anonimato. Dudativo, Taehyung se puso en marcha, abrió la puerta y la deslizó tan levemente que solo una parte de su rostro se asomó. El noble Jung lo miró de vuelta, con una ceja en alto, cuestionando su paranoica actitud.

La visita de Hoseok sorprendió a Taehyung; aunque en realidad no debería haber sido así, considerando que el día anterior el noble había asegurado que se encargaría de él. Claro, siempre estaba presente la posibilidad de que un día no volviera a aparecer, y esa posibilidad era la que Taehyung más contemplaba; por ello, cada reencuentro era como una ilusión.

Taehyung se hizo a un lado para dejarlo pasar, admirando su andar con un deje de incredulidad. Una vez Hoseok se alejó, Taehyung cerró la puerta y puso la traba.

Al girarse, Taehyung observó al noble tomando asiento en el suelo, justo al lado del futón. Vio en el noble un reflejo de los meses anteriores, en que él ocupaba ese puesto mientras cuidaba de su madre.

Hoseok inspiró profundamente, a la vez que inclinaba la cabeza hacia atrás, manteniendo los ojos entrecerrados. La mirada de Taehyung se deslizó por su mandíbula hacia su cuello, destacando su nuez de Adán que temblaba bajo la piel.

De repente, Taehyung sintió una pesadez en su pecho. Observó en sí los mismos signos que el noble: la respiración amplia y el temblor en la garganta; pareciera que aquella pesadez que experimentó fue un reflejo de las emociones de Hoseok, tal vez en consecuencia de la manera tan detallada en que lo miró.

Huyendo de la sensación, se desplaza con premura. Sus piernas tensas transmiten una torpeza a la que no está acostumbrado. Volvió a instalarse en el futón, está vez con las piernas dobladas frente a su torso, formando una muralla que lo separa del resto del mundo. Sus ojos albariños se asomaban sobre sus rodillas para darle un vistazo al noble, aprovechando su distracción.

Una observación más detenida revela los signos de cansancio y hartazgo en Hoseok, claramente distintos a la agitación y bochorno que él experimenta. El aire en la habitación se carga con la inquietud que Taehyung manifiesta ante la incertidumbre de lo que le pasa.

De repente, ocultó su mirada tras sus rodillas ante la intención del noble de moverse. Pero Hoseok no lo miró a él, sino al  zorro, el cual gruñó y exhibió sus dientes en un gesto desafiante.

—Deberías sedarlo —comentó Hoseok, indiferente y cruel.

Taehyung sintió el peso de esa sugerencia. La simple idea de someter al zorro le resulta incómoda, como si estuviera a punto de cruzar una línea que hasta ahora se ha esforzado por mantener intacta. Sin embargo, la presión de la situación lo obliga a responder:

—No es necesario. Se calmará.

Su negativa no tiene la firmeza del "No" de la noche anterior. Sin el efecto de la droga, le resulta difícil expresar su desacuerdo, aunque tampoco está dispuesto a ceder tan fácilmente ante las recomendaciones del noble.

Hoseok frunció el ceño ante la respuesta de Taehyung, su gesto revelando una mezcla de desdén y desaprobación.

—Entonces, ¿qué harás al respecto? ¿Dejarás que se despierte y se vuelva un peligro para todos? —su tono era condescendiente, enfermizo para Taehyung.

El joven eunuco apretó los puños, luchando contra la sensación de impotencia que lo invadía. Admitía que estaba en un problema y necesitaba encontrar una solución rápida, pero con Hoseok alrededor, molestando, no podía pensar con claridad.

Un suspiro apenas perceptible fue captado por los oídos finamente entrenados de Taehyung. Al levantar la cabeza, observó a Hoseok moverse con la gracia de una sombra. Un suave tintineo provino de su bolso, revelando un pequeño tesoro.

Sobre el suelo se posó un recipiente de comida, vendajes cuidadosamente doblados, un ungüento con aroma floral y flores de pasiflora y lupus que emanaban una fragancia suave y calmante. Una mezcla de emociones se agitó dentro de él, lamió sus labios y tensó su mandíbula para retener la sonrisa que amenazaba con surgir. Había visto al médico Oh usar la pasiflora y el lupus para crear infusiones relajantes, justo lo que necesitaba.

Taehyung se acercó con cautela al pequeño tesoro, extendiendo su brazo con el temor de que al tocarlo pudiera desaparecer como un reflejo en el agua; sus dedos se entrelazaron con la flor y el placer que estalló en su interior se dejó entrever en el volumen que habían adquirido sus mejillas.

La mirada de Taehyung se elevó en busca de la atención de Hoseok; él siempre lo miraba, aunque esta vez lo hacía en silencio y con una expresión que parecía más suave que la usual.

Los ojos del noble descendieron a su brazo, notando los vendajes nuevos que envolvían con precisión las heridas.

—¿Viste al médico? ¿Qué te dijo? —preguntó Hoseok con un tono de curiosidad genuina.

De inmediato, Taehyung cubrió su brazo y cambió la mirada.

—Se molestó por haberme escapado de la clínica —comenzó, deteniéndose para explicar que tuvo que rogarle al médico para llegar a un acuerdo—. Más tarde, mandará a Baekhyun con una infusión que debo tomar. Tendré que esperarlo y desear que no le haya escupido.

La máscara de frialdad que Hoseok había mantenido desde su llegada cedió ante una sonrisa que se expandió lentamente.

—Qué peculiar es tu presencia, que es capaz de emanar la envidia más venenosa y el aprecio más considerable —comentó Hoseok, su voz teñida de un matiz intrigante.

El ceño de Taehyung se frunció, revelando una mezcla de incomodidad y frustración.

El ceño de Taehyung se frunció, revelando una mezcla de incomodidad y frustración.

—La consideración que provocó en otros no tiene otro nombre más que la lástima. Me miran con pena por lo sucedido, una muestra de ello es el capataz Seojoon que me dió tres días para recuperarme; es demasiado —suspiro exasperado—. Y si hoy fue un día aburrido, no quiero ni imaginar los siguientes dos.

—¿Desesperado por regresar a la clínica? —cuestionó Hoseok con una arrogancia sutil.

Puede que Hoseok tenga razón. Taehyung ansía estar en la clínica, especialmente ahora que tiene un objetivo claro: aprender sobre el estudio de la curación para cuidar al zorro. Sin embargo, el trato que hizo con Seojoon arruina sus planes: el incidente en la habitación del emperador representa una falla en su trabajo en la clínica, ante esto será castigado con trabajo forzoso en el recinto de los nobis.

No puede decidir qué es peor, estar rodeado de la influencia de la muerte, lidiar con las tareas diarias, o enfrentarse al hecho de que su muñeca no soportará las exigencias.

Al voltear, Hoseok le extendió el recipiente de comida. Taehyung lo tomó con ambas manos y se inclinó en agradecimiento, tocando su frente con el suelo. Esta vez, no se negó a aceptar la comida.

—No tienes que hacer eso —mencionó Hoseok, a pesar de la firmeza de sus palabras, su voz se tambaleaba en un suspiro.

Taehyung se revolvió incómodo. Está por responder cuando  unos pequeños golpes en su cabeza lo sobresaltaron. Al levantar la mirada, su visión se nubló entre el rojo y el blanco: el zorro se había acercado a olfatear su cabeza. La ternura lo estremeció, quiso alcanzar al zorro para acariciarlo, pero el animal gruñó y sacó los dientes.

Hoseok se alarmó e inclinó su cuerpo hacia adelante, dispuesto a cualquier cosa. Sin embargo, su tensión encontró alivio en un simple gesto: una tímida sonrisa, la cual aparecía tan pocas veces como un milagro.

—Es un tanto rencoroso, pero comienza a ceder —habló Taehyung, con voz suave. La sonrisa en sus labios se desvaneció, dejando en su lugar un ligero sonrojo sobre sus mejillas.

Bajo la atenta mirada del noble, Taehyung tomó el recipiente para abrirlo. Un delicioso aroma golpeó sus fosas nasales, inhaló profundamente, capturando la esencia del bindaetteok: frijoles chinos, cebolleta, kimchi y pimientos.

Sin dudarlo, partió un pedazo del panqueque frito y lo arrojó al piso. El zorro olfateó, un tanto celoso de lo que le daban, y con duda se lo comió.

La expresión de Hoseok cambió, no lucía muy contento por su acción. De cierta manera, eso alivió a Taehyung, pues ya no tenía que lidiar con aquella dulce admiración que lo volvía tímido.

—Las vendas, el ungüento, las flores y la comida las traje para ti —reclamó, con la cabeza ladeada y el ceño fruncido.

Sin inmutarse, Taehyung siguió ofreciendo comida al animal.

—La recibo con agradecimiento y con la libertad de compartirla con otro.

—Eres todo un caso —murmuró Hoseok, con una frustración que se entremezclaban con diversión.

Taehyung continuó compartiendo la comida con el zorro, mientras daba mordiscos al panqueque. Terminó uno, y guardó el otro en su escondite bajo tierra.

Luego se dedicó a preparar la infusión, con el mismo procedimiento rudimental de la primera noche. Guardó suficientes flores para dos dosis más.

Le dio la infusión al zorro, y esperó un momento para cambiar su vendaje y aplicar el ungüento. Reservó el vendaje restante y el ungüento tras su espalda, de manera recelosa y ocultando sus intenciones detrás de un rostro incapaz de enfrentar al generoso noble.

Desviando la atención, pronunció:

—He visto al médico Oh movilizar a los encamados para que sus músculos no se atrofien.

Por el rabillo de los ojos, dirigió un vistazo a Hoseok, expectante ante su reacción. El noble tenía una actitud de indiferencia, con la mirada cansada y la postura relajada. Se encogió de hombros y respondió monótono.

—¿Y por qué no lo aplica?

Su tono era fastidioso. Taehyung rodó los ojos; sin embargo, tomó las palabras del noble como la afirmación que buscaba. Temía equivocarse en el cuidado del zorro, necesitaba de alguien con mayor conocimiento que le diera seguridad, pero la postura de Hoseok fue clara: por el zorro no haría nada.

En el momento en que las palabras escasean y Taehyung ya no tiene otra opción más que mirar a su alrededor. Por otro lado, Hoseok se dedicó a tocar la flauta.  El melodioso sonido del instrumento de viento llenó la habitación como una suave ráfaga, que le recuerda al bosque en el que se escabulló noches atrás.

El zorro debe recordarle su hogar, porque cayó en un sueño pleno, mientras Taehyung se acurrucaba entre la pared y el mueble, perdiendo la nitidez.

Va cayendo ante el sueño cuando el sonido de unos pasos le recuerda la última responsabilidad que debe abordar antes de terminar el día. El eunuco se pone de pie, pasando sobre el zorro que dormitaba y frente al noble que había dejado de tocar. Está seguro de quién se trata, por lo que se escurre a través de la ligera franja que abre.

Baekhyun lo miró con sospecha, pero pasa de ello al normalizar la extrañeza de Taehyung.

—He traído la infusión que el médico prometió. Bébela mientras todavía está caliente —dice Baekhyun, entregando la taza.

Taehyung recibió la taza con ambas manos, mientras Baekhyun permaneció ahí, con la orden de asegurarse de que bebiera hasta la última gota. A Taehyung no le quedó otra opción más que aceptar, así que se bebió el contenido, manteniendo cierta resistencia. Una vez terminó, le entregó la taza a Baekhyun, quien le recuerda que mañana vaya a la clínica para que el médico revise sus heridas y él haga su informe.

De regresó en la habitación, Taehyung se dió cuenta de que Hoseok se preparaba para irse. Él siguió de largo y se recargó sobre el futón.

Hoseok lo miró con cierto misterio, pero Taehyung evitó devolverle la mirada y, por ende, hablar.

La medicina empezó a hacer efecto. Entre visiones azuladas, observó al noble irse. Y cuando la puerta se cierra, la llama de su conciencia se extingue.

Año 24 del emperador Jungwoo.
5° mes. // Día 15 // Primavera.

«El aire no llega a mis pulmones, se burla de mí, tocando mis labios, secando mi boca y escapando entre jadeos».

Taehyung despertó haciendo frente a una terrible sensación de asfixia. Su pecho subiendo y bajando de forma violenta, con los ojos cristalinos y la piel ardiendo.

La mañana se despliega como una extensión de la noche anterior, el espejismo de los sueños todavía difuminando los límites entre la vigilia y el descanso. ¿Esto es lo que experimentó su madre cuando perdió la cordura? ¿Este abismo de confusión y desesperación?

Un suave lloriqueo lo sacó de su cabeza. El suave murmullo del zorro se convierte en un bálsamo para su mente turbada, una presencia sólida en medio de la neblina de sus pensamientos. Taehyung extendió su mano con cautela, sintiendo la suavidad del pelaje rojizo deslizándose bajo sus dedos. El zorro, aparentemente cómodo con ese delicado contacto, permitió que Taehyung se acercara aún más.

Con una serie de palmadas ligeras, Taehyung exploró la cabeza del zorro, dejando que sus dedos se deslizaran hacia abajo hasta alcanzar el pelaje en el torso. Cepillo suavemente el rojizo manto un par de veces, sumergiéndose en la textura suave y sedosa, hasta que el zorro, con un gesto de fastidio, mostró sus afilados colmillos.

Reconociendo los límites del animal, Taehyung se retiró con respeto. Venció el letargo y se puso en acción para sacar cuidadosamente un poco de comida de su escondite. Dejó un pedazo de bindaetteok al lado del zorro para cuando él quisiera y pudiera saborearlo, ya que en ese momento apenas si podía mantenerse despierto.

Por la tentación, él le dió una pequeña mordida al panqueque. Y haciendo uso de su fortaleza, volvió a guardar la comida en el recipiente.

Después de aquel saludo matutino que consiguió aminorar la perturbación de sus sueños —aunque sin desaparecer por completo—, Taehyung se dispuso a arreglar su imagen. El sonido del cepillo deslizándose a través de su cabello, el aroma fresco de la ropa recién lavada, y la sensación reconfortante de la tela suave contra su piel, todo ello contribuye a su sensación de renovación y preparación para el día por delante.

Su mañana estaba ocupada por un par de pendientes, iniciado por dirigirse a Nakwonjeon, donde tomaría su desayuno en el comedor y después iría al baño comunitario para asearse y cambiarse.

Cerca del mediodía, ya solo le quedaba dirigirse a la clínica real. El olor a desinfectante impregna el aire mientras Taehyung avanza por los pasillos amplios y pulcros de la clínica real, saludando a algunos pacientes y enfermeras conocidas en el camino.

En el estudio del médico, Sehun revisó su mano superficialmente mientras era alentado a dar una descripción detallada del efecto que tuvo la bebida rojiza en su organismo después de beberla.

El resto del día se deslizó entre momentos de vigilia y sueño, cada ciclo más tedioso que el anterior. Cada vez que sus ojos estaban por cerrarse, Taehyung sacudía la cabeza para invadirlo; es rancio ante la idea de dormir y volver a soñar.

Cerca del ocaso, con el sol lanzando sus últimos destellos dorados sobre la tierra, su mente encontró una distracción singular: un pensamiento repentino y que envolvió su cabeza de poco a poco, influyendo en su cuerpo y manteniéndolo en un estado de alerta especial.

Miraba hacía la puerta, atento a cada sonido o sombra que pudiera acercarse a esta. Esperaba a Hoseok con intriga, preguntándose si el noble también vendrá el día de hoy.

A medida que la luz del día comenzaba a desvanecerse, Taehyung se vio recordando que no había ningún juramento ni acuerdo concreto que garantizara la visita del noble.

Al notar que sus pensamientos se deslizaban por ese camino, Taehyung se reprendió mentalmente. Tachó de absurda la expectativa que había tenido antes y la atribuyó al aburrimiento. Él no era más que un eunuco cualquiera para el noble, y Hoseok solo era un noble más para él.

Taehyung se resignó a la idea de que la visita de Hoseok tal vez no ocurriría. Poco después, el sonido de alguien subiendo las escaleras lo sacó de su estado de amargura. Un sobresalto le recorrió el cuerpo y cada paso que oía resonaba con ilusión en su mente. Se puso de pie detrás de la puerta, observando la madera con ojos brillantes y los labios tensos.

Entonces, los toques resonaron en la puerta. Taehyung se encontraba momentáneamente paralizado, como si el simple acto de abrir la puerta pudiera cambiar todo un destino. Jamás le gustaron los cambios y la incertidumbre que conlleva, pero hace tiempo que se había desmoronado la muralla que aprisionaba sus impulso. Reuniendo valor, giró el pomo y permitió que la puerta se abriera.

El silencio entre Taehyung y Hoseok solo intensifica la mirada que comparten; una comunicación silenciosa que carga consigo el peso de las palabras no se pueden expresar, creando un ambiente tenso. Taehyung se aparta en silencio, cediendo el paso a Hoseok. La puerta se cierra tras él con un sonido sutil, y no puede faltar la traba para evitar inconvenientes.

Hoseok volvió a sentarse en el mismo lugar que el día anterior, al igual que Taehyung. Sin embargo, algo había cambiado desde el día anterior, algo que Taehyung no podía ignorar. El noble Jung que, aunque mostraba un semblante de fatiga, se notaba más cómodo; al contrario de Taehyung, que es víctima de un peculiar nerviosismo.

Taehyung se sintió evaluado como siempre ocurría en cada uno de sus encuentros; sin embargo, no está presente aquel sentimiento de inferioridad ni presión que lo acompañaba. Únicamente era tener la atención del noble sobre él; queriendo aparentar discreción, sin considerar su sensibilidad ante cualquier señal de peligro del exterior.

Bajo el silencio predominante, Hoseok comenzó a desmontar la ofrenda del día. De su bolsa de cuero extrajo un recipiente de comida, y nada más.

—Solo traigo comida. Ni vendas, ni ungüento, ni flores sedantes, ya que lo que necesitas para tu herida es cubierto por el médico Oh.

Taehyung agradeció la comida, ocultando la preocupación que sintió ante la noticia de verse limitado de suministros para el cuidado del zorro. Todavía conservaba suficientes vendas y flores para un par de días, y después de eso, ¿qué hará?

Hoseok observó la expresión de Taehyung con detenimiento, percibiendo la carga en sus pensamientos. Sin embargo, no hay rastro de enojo en la mirada del noble; por el contrario, parece ponerse cómodo. Empezaba a comprender que no podía interponerse entre la preocupación de Taehyung hacia el zorro; sin embargo, era fiel a su promesa de que por el zorro no haría nada.

En realidad, su presencia tiene el fiel objetivo de cuidar a Taehyung del animal. Si el zorro llegará a saltar sobre el eunuco, el noble no dudaría en romperle el cuello.

Taehyung se sumergió en sus tareas habituales: alimentar al zorro con cuidado, cambiando los vendajes con manos diestras. Al terminar, un bostezo reveló la fatiga que había acumulado; su cuerpo se recostó sobre la pared, aunque su mente continuaba a toda marcha.

—¿Has estado durmiendo? —cuestionó Hoseok. Taehyung se toma un momento antes de responder, disgustado al contrario—. Sé honesto ante mis intenciones que únicamente pueden ser compasivas hacia tí.

Taehyung se mordió el labio. Un matiz de aceptación se insinúa en su mente, no del todo indeseada.

Sin embargo, un estruendoso sonido proveniente del exterior capturó su atención. De un saltó, Taehyung se puso de pie y atravesó la habitación, asomándose por la pequeña franja que permitió entrever el exterior.

No era Baekhyun, ni nadie más. Entonces, ¿qué fue aquello? Un largo suspiro escapó de sus labios, cansado y aliviado en gran medida. No importa, seguro que fue alguna ave o el viento. Abrió más la puerta y se apoyó en el marco; su figura obstruía la visión del interior de la casa que tanto cuidaba.

Taehyung dio un vistazo dentro de la habitación, siendo interceptado por la fija mirada del noble; que observaba su reacción nerviosa ante el sonido, así como su alivio al no encontrar a nadie detrás de la puerta. Taehyung bajó la cabeza, abatido por sus experiencias que regresaba a él.

—He dormido por más tiempo de lo que lo he hecho jamás y, sin embargo, me he despertado más cansado que nunca —confesó con amargura, mientras su mirada se perdía en los relieves de la madera del piso—. Sensaciones perturbadoras me asaltan al cerrar los ojos, imágenes que son como las llamas del fuego, danzantes y erráticas.

Mientras iba hablando, la imagen de Baekhyun apareció y se fue acercando. Con cada pasó, Taehyung experimentó un auténtico nerviosismo que trasciende al frío de los temores.

—¿Para que dice que es ese remedio? ¿Sabe lo que lleva? —cuestionó el noble Jung, comenzando a alterarse. Con voz más fuerte, agregó: —Si el médico coloca ungüento para la herida de tu mano, ¿cuál es el propósito de esa infusión?

Taehyung se encogió de hombros, indiferente a la intranquilidad que transmite el noble. O es decir, de solo apariencia, ya que su mundo interno lo estaba carcomiendo.

Baekhyun estaba cada vez más cerca. Taehyung dio una mirada al noble, pidiéndole un momento; y asintió con la cabeza a la silenciosa duda acerca de qué iba a responder a sus preguntas al volver.

—No tienes que beber si no quieres hacerlo —susurró el noble.

—Tengo que hacerlo —respondió Taehyung, cerrando la puerta detrás de él y parándose derecho en el pórtico.

Sabía que si quería que algunas de sus acciones salieran impunes —como el dormir en aquella casa y evitar las supervisiones—, tenía que dejar pasar otras; incluso cuando esto lo somete a ser el sujeto de prueba de un medicamento experimental.

Taehyung avanzó un paso, quedando en la cima de las escaleras, impidiendo que Baekhyun suba y deba quedarse a nivel del piso.

Aquello rompió con la poca paciencia que Baekhyun había acumulado para llegar; su expresión antes templada, sufre de breves pero insistentes contracciones. Extendió la taza, en un movimiento rápido y brusco que hizo salpicar algunas gotas.

Los ojos ambarinos quedaron hipnotizados por la turbulencia del líquido rojizo dentro del contenedor de aluminio.

—¿Sabes de qué es la infusión? —cuestiono Taehyung.

Baekhyun se irritó, torció la boca.

—Mi labor es solo entregar el medicamento, y eso es lo que hice.

Desde su tono de voz hasta su lenguaje corporal, cada mínimo gesto observado en busca de cualquier señal de mentira.

—¿El médico Oh no te pone a preparar la infusión? —cuestionó Taehyung, mientras que el eunuco mayor se retorcía y apretaba la mandíbula.

—El médico me puso a cargo de otras actividades, más complejas y que requieren de mayor habilidad que triturar pétalos —escupió con arrogancia; una máscara que protege un orgullo herido.

Taehyung recibió los golpes de sus palabras; la insinuación a una competencia de la que él no se había percatado que estaba sumergido. Su confianza se tambaleó, por momentos tuvo la sensación de reducirse de tamaño. Sin embargo, no tiene tiempo para ello: el noble Jung lo esperaba en el interior de la casa.

Tomó la taza con gentileza y volteó el rostro para beber, cuidando de la cortesía incluso en momentos de rivalidad. Forzó su garganta a abrirse y aceptar el líquido que su propio cuerpo rechaza. Al terminar, se sintió mareado; no por los efectos de la infusión, sino por el esfuerzo de ignorar sus instintos de supervivencia.

Con una breve reverencia, regreso la taza a las manos del otro eunuco. Baekhyun lo miró con extrañeza, como a un bicho raro; una sutil sonrisa lo dejó completamente extrañado, se dio la vuelta y se alejó.

Taehyung retrocedió hasta que su espalda chocó con la pared. La sacudida desplazó el aire de sus pulmones y agitó sus emociones. ¿Por qué si se había revisado a lo más beneficioso para él, no se sentía satisfecho?

Solo cuando la figura del eunuco Baekhyun se desvaneció en la lejanía, Taehyung se dió la vuelta e ingresó a la casa.

La mirada del noble y del zorro se posaron sobre él. Taehyung tragó saliva; intentó avanzar con firmeza, aunque sus piernas habían perdido fuerza.

—¿Qué sientes? —preguntó Hoseok, con voz ligera.

—Un terrible cansancio, por ahora. —Tomó aire y se detuvo frente al cuerpo del zorro.

Sus pies parecían tener un peso desmesurado, haciendo difícil pasar sobre el cuerpo del animal. Hoseok pudo notar su lucha y extendió su mano en un gesto de ayuda.

Taehyung consideró la oferta. Alzó su mano y apenas rozó sus dedos con la piel fría del noble, en un breve contacto de apoyo. Sin embargo, en el momento en que estaba a punto de avanzar, Hoseok jaló su brazo con fuerza. 

Un jadeo de sorpresa rompió con el silencio de la habitación. Taehyung tenía el corazón alborotado por la preocupación de haber pisado al zorro; mas, no lo hizo. Hoseok apretó su mano, dándole confianza. Taehyung asintió y se apoyó en él para dar el paso.

Una vez al otro lado, Hoseok soltó su agarre. Taehyung se dió cuenta de la liberación y la debilidad volvió a azotarlo. Ante el tambaleó de su cuerpo, extendió las manos frente a sí para apoyarse en la pared; poco a poco fue bajando hasta tomar asiento en el futón.

Con la infusión dejando rastros en sus cuerpos, hasta realizar acciones simples se había vuelto increíblemente desafiante. Sus ojos descendieron hacia su regazo, posándose específicamente en sus manos que descansaban allí. Aún conservaban una tenue sensación del agarre del noble, un agradable calor que Taehyung habría deseado estudiar más detenidamente cuando se impregnó en su piel.

De repente, entre sus dedos comenzaron a surgir estelas azules. Taehyung siguió el rastro del humo, deteniéndose justo a la altura de los ojos del noble.

Hoseok lo observaba con atención, esperando reanudar la conversación que quedó pendiente entre ellos.

—Escuché cuando preguntaste a Baekhyun sobre la infusión, y parece que él no tenía idea de lo que se trataba —afirmó Hoseok, su tono llevaba consigo una mezcla de curiosidad y una pizca de sarcasmo—. ¿Acaso estás en la misma posición?

Taehyung asintió. Sus ojos continuaron ascendiendo por las paredes y el techo, hasta que ya no pudo hacerlo más. Entonces, su visión se quedó estancada en las ranuras del techo de fibras naturales por donde se escapaba el humo de sus alucinaciones.

—Supongo que es de peonía roja, pero no estoy seguro de ello porque nadie me lo ha confirmado.

Hoseok arqueó una ceja, interesado en las palabras de Taehyung.

—¿Y por qué sospechas que se trata de peonía roja? —preguntó con curiosidad.

Taehyung frunció el ceño, tratando de recordar los detalles que lo llevaron a esa conclusión.

—Es semejante en apariencia a la infusión que llevaba cada noche a la habitación del emperador —explicó Taehyung. Sus ojos se abren ampliamente al caer en cuenta que reveló uno de los mayores secretos del palacio.

—No has cometido ningún error, yo ya sabía de la enfermedad del emperador. Es una sospecha que se cuentan entre los altos cargos, pero aunque no lo haya oído de un aliento apestoso de alcohol, lo hubiera sospechado por su imagen: el fulgor amarillo que mancha su piel…

—Y los ojos —completo Taehyung—. La enfermedad del emperador pone sus ojos de color amarillo, similar al tono de los míos. Y si el médico Oh me da la misma bebida rojiza que a él, ¿será porque pretende curarme del mismo mal? Puede que la transparencia de mi mirada.
se deba a un malestar constante en el hígado.

El tiempo libre le había permitido pensar sobre ello, y al decirlo en voz alta parecía todavía más real. Guardaba la esperanza de que su iris oscureciera y con ello todo su mal acabará. Solo necesitaba que el noble, con sus conocimientos, se lo pudiera confirmar.

No obstante, Hoseok era incapaz de compartir la alegría del menor.

—Un razonamiento astuto, pero que pierde sentido con el síntoma que pretendes comparar —Hoseok tomó el espejo y se lo entregó a Taehyung para que lo mirara—. Al emperador en sus momentos de menor salud adquiere una tonalidad amarillenta en su piel y sus ojos. Respecto a esto último, es su clarestino lo que cambia de tonalidad; en cambio a ti, el iris reluce como la resina de los árboles.

Taehyung tomó el espejo con vacilación y se observó detenidamente en él. La luminosidad de sus ojos refleja la luz de la lámpara cercana, y su expresión se vuelve reflexiva.

—Sin duda alguna, la peculiaridad de tus ojos radica en una maldición, del cual su origen sigue siendo desconocido —continúa Hoseok—. Dudo que estés sufriendo de la enfermedad de la aurora amarilla, lo que nos regresa a la pregunta: ¿por qué el médico te brinda aquel medicamento?

Taehyung dejó a un lado el espejo y gruñó enfadado.

—Con o sin la enfermedad, tan solo soy un repertorio de pruebas para él.

Volteó el espejo, buscando el reflejo de Hoseok en él. Lo halló en su puesto, con las estelas azules rodeándolos y creando un hueco en su pecho. Bajo el cristal, hacia el zorro, pero en su lugar halló un montón de tierra. Su corazón se contrajo, las visiones habían desencadenado un escalofrío en su espina dorsal que le robó el aliento.

Taehyung se sintió abrumado por el miedo, sus manos temblorosas dejaron caer el espejo lentamente hasta que tocó el suelo.

Hoseok se acercó, sintiendo la tensión en los hombros de Taehyung. Con delicadeza, lo tomó entre sus manos, transmitiendo una sensación de seguridad y calma a través de su contacto.

—Descríbeme lo que sucede cuando consumes la infusión —susurró Hoseok al oído de Taehyung, su voz suave como un bálsamo para sus nervios, mientras apartaba el espejo y lo dejaba a un lado.

Taehyung tomó una respiración profunda, sintiendo el corazón latir con fuerza en su pecho, mientras se preparaba para relatar lo que había experimentado.

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