Capítulo I
Capítulo I: Preludio del desastre
.
.
.
▶Cuando la desgracia comenzó◀
.
.
.
Aquel indómito jovenzuelo era brutalmente golpeado por el aire caluroso que se posaba sobre él, que lo dejaba con unas enormes ganas de tirarse hielo del mismísimo ártico a todo su cuerpo, solo para apaciguar el inconmensurable calor que le azotaba sin escrúpulos desde horas de la mañana.
Era obligado a quitarse las prendas que le vestían, cosa que ya hizo hace unos minutos atrás desde que sintió como la tela se le pegaba a la piel (quedándose solamente con sus pantalones negros), causándole incomodidad, aparte de crearle cataratas que lo hundían con su propio sudor. Apenas si respiraba, gracias a una sombrita amigable de un árbol que le salvó y le protegía del malicioso sol. Pero de todos modos no era lo suficiente para detener las gotas que le recorrían por todas partes. Pronto sería una antorcha humana si no se hacía la noche rápido.
Suspiró, aguantando terribles ansias de ventilarse con algo, ya que se convencía a sí mismo que podía soportar la oleada de ardor por unos cuantos minutos más. Aunque perdió la batalla tras segundos después. Se abanicó con su mano y luego con un trozo de hoja cercano a él. El calor se aplanó un poquito por suerte, con eso era suficiente.
Eso le hizo preguntarse, por qué siempre tomaba rutas salvajes que, a pesar de que resistiera dichos caminos, al final le proporcionaban alguno que otro rasguño o en este caso: Calor peor que el infierno. Oh, claro, entrenamiento. Todo el tiempo es entrenamiento. Superarse él mismo es una necesidad que debe cumplir sino quisiera quedarse a un nivel mediocre donde estuviera con los demás bladers de ese calibre. Le ardería más que el sol abrasador si llegase a suceder algo parecido.
Ryuga miró a los lados, en busca de alguna forma de vida que sobreviviera a ese ambiente aparte de él y no encontró nada; plantas secas, tierra, ondas de calor que rizaban en los suelos, lo clásico pero nada relevante en eso.
Se preguntó la razón del silencio que le envolvía desde que llegó allí, se le hizo extraño, demasiado. Como que antes cargaba con unas pequeñas quejas ruidosas diciéndole que esperase, o unas plegarias por ayuda cuando cruzaba sin dificultad alguna montaña. Hizo un esfuerzo por hacer memoria y pensó en algo que podía llenar el vacío dejado por la vocecita hace un día... Kenta, ¿Así se llamaba? Como sea. Lo recordó al ver un diminuto cactus verde.
Claro, Kenta, un pequeño que lo comenzó a seguir para una cosa de no sé qué y tenía relación con fragmentos de estrellas. Parecía importante eso que quería que hiciera, pues lo siguió durante varios días. A pesar de la insistencia de ese niño, de pronto ¡Puf! Ya no estaba encima de él intentando convencerle, raro, porque se veía determinado a ello y de la nada desapareció.
Ryuga supuso que no pudo ganarle al arduo sendero que le impuso como prueba de su valor; después de todo es un niño y ni siquiera puede espantar a un puma como lo puede hacer él. En vez de darle gusto por deshacerse de un peso, le provocó decepción ligeramente, tenía futuro por delante. Bueno, será para cuando lo vea otra vez.
Si es que lo vuelve a ver.
La cruda realidad se presentó hace un día antes de que llegara al acalorado lugar: Kenta perseguía a Ryuga estando en una selva llena de peligros. Primero el pequeño saltaba rocas por un río en el cual cruzaba, tuvo cuidado de no caerse y de que el joven dragón no se fuese de su vista, pero solo su sombra se dilucidaba. Gritó una vez más porque no se fuera tan lejos y no fue escuchado, como siempre.
Kenta saltó con desesperación deslizándose torpemente; mas no se dio cuenta de una parte inclinada que yacía después de pasar el río. Se tropezó al llegar, rodó y cayó en lianas traicioneras, por suerte (mucha suerte) aquellas plantas lo salvaron de un abismo de doce metros hacia abajo.
Al quedar atascado quiso pedir ayuda; no obstante, con aire en pulmones para gritar y ojos llorosos por temor, las lianas se fueron cayendo por el peso del niño. Una por una. Terminó por quedar solo una, que le salvó la vida. Ryuga estaba a una distancia fuera de ese rango, así que ni cuenta se dio cuando Kenta propinó un desesperado grito de socorro. La liana le salvó. O eso hubiese preferido el peliverde, debido a que quedó colgando, asfixiándose. La planta le rodeaba el cuello por un nudo que se formó al caer.
El oxígeno se escapaba de sus pulmones al gastar fuerzas por preferir caer al quitar lo más rápido posible el nudo. Luego de una lucha, consiguió salir en ese embrollo, pero cayó directo en un par de rocas terminando de zafarse. El pobre murió en tan solo segundos por hemorragia interna que le provocó la caída.
La contusión se le formó en la cabeza y espalda con golpearse fuertemente en rocas: El dolor se propagó hasta la punta de los pies, siguió llamando a la sangre dentro de él, provocándole una agonía de sufrimiento puro.
Quería vomitar lo poco que había echado a su estómago. El dolor de cabeza no se hizo esperar, iba a estallar, era tan desesperante que quería morir allí mismo, no veía bien y un montón de cosas que le hicieron de sus últimos segundos algo inefable.
Y lo peor no es su muerte dolorosa; no cumplió la promesa que se inculcó ante sus amigos. Las últimas imágenes que se le pasaron por su inocente mente cuando el dolor de la cabeza hacía efecto, fue a sus compañeros despedirse con besos y abrazos, su extraordinaria vida que tuvo como blader y mucho más. Pero quería morir de forma honrada, no así, por un pequeño descuido al querer ayudar.
Nadie, sabría en donde se encontraba su cuerpo porque estaba completamente SOLO.
Ningún otro supo de él desde ese fatídico día.
•|——|•|——|•
Campeonato de la Isla Beyster:
Después del revoltijo que fue al combatir el grupo de Johannes con los de Gingka, apareció repentinamente Ryuga formando auras rojas fuego dando un espectáculo breve de su alucinante fuerza como Blader Legendario.
Ryuga, iracundo por el poder de los demás poseedores del fragmento de estrella, estaba extrayéndole la energía a Orion Phantom B: D, bey de Chris.
Tanto como el presentador y los espectadores se encontraban conmocionados del sorprendente combate, que surgió por la disputa de Gingka hacia Chris, implorándole porque entrara a su bando para impedir la resurrección de Némesis.
Y luego de que se negara, allí estaba, siendo privado del poder restante de Orion por el feroz Ryuga.
—¡Amigo! ¡Ya supéralo! —Le exclamó Johannes al rubio que se estremecía en el suelo.
Sin obstáculos —como un enano de cabello verde— irritantes a su lado, Ryuga prosiguió acaparándose la fuerza en su L-Drago al reír. Sus ojos como llamas y su sonrisa similar a la de un demonio, no, como el mismo diablo.
¿Y que podían hacer los otros? Mirar, porque él es un adolescente el cual apenas siente una mínima amenaza y responde de la peor forma.
Uno de ellos era diferente a lo mencionado anteriormente. Ya se había enfrentado hace un tiempo al chico, ese era Gingka. Él no le temía y le quería hacer frente en ese momento. Valentía, resultado de las diversas batallas anteriores que lo llevaron al límite.
—Ryuga... —Susurró el pelirrojo antes de lanzarse a L-Drago con su Pegasus, temerario al gritar:— ¡No dejaré que hagas eso, Ryuga! ¡Pegasus!
Su bey voló hasta lo indicado pero aunque el choque fuese digno de terminar la batalla, a L-Drago no le causó nada, ya que había adsorbido la mayor vitalidad de Orion. Aquello robó la atención del impetuoso peliblanco que de inmediato clavó sus ojos hacia Gingka.
—¡Ja! ¿¡Crees detenerme con esa mierda de ataque!? ¿¡Eh?! ¡Sabes que te quitaré todo tu poder también!
Gingka con ceño fruncido notablemente, tuvo que contraponerse a lo dicho rápidamente.
—¡Debes de entender que Némesis será resucitado por estas personas! ¡Traerá la desgracia al mundo Beyblade que conocemos! ¡Y necesitamos de tu ayuda, Ryuga! ¡Para detenerlo!
—¡O mejor! —Se interpuso Johannes— ¡Nos ayudas a resucitarlo con tu poder, minino! ¡Estos bastardos no podrán si estás de nuestro lado!
A Ryuga le importó un pepino lo que le ofrecieron, aunque recordó lo que Kenta le había rogado: Que lo tomara en serio y que se uniera a Gingka y los demás. La charla que tuvieron en un campamento cuando el pequeño lloró, se le incrustó en la mente de pronto.
«Aquel día»
—Entonces rétame... No importa si estamos comiendo o durmiendo. Pídeme una batalla para que te tome en serio.
Al niño se le iluminaron los ojitos cuando oyó esas palabras viniendo de un blader tan rudo y talentoso como él. Ese fue el instante que se propuso a seguirlo.
«Volviendo al presente»
—Entonces... —Susurró Ryuga quitándose la amplia sonrisa de antes— ¿¡Eso era lo que el mocoso quería de mí?! ¿¡Que me uniera a ustedes para salvar al mundo?!
—¿De quién está hablando ahora ese lunático? —Se cuestionó King con su cabello blanco.
—¿No será de Kenta, señor Gingka? —Le propuso Yuki.
—Ahora que lo mencionas, no lo he visto desde que nos despedimos. ¿¡Acaso es de Kenta de quién hablas?!
—Con que así se llama... —Se mencionó dando una ligera mueca de lado— ¡El niñato me rogó porque me uniera a ustedes y por eso me siguió hasta que ya no lo vi más!
Finalmente, Gingka vio el motivo por el cual su amiguito se fue.
—Así que... Kenta... —Imaginó que ya el susodicho se hallaba lejos. Y de todas formas, le agradeció desde adentro por querer contribuir.
Ahí fue donde Johannes aprovechó la charla para atacar a Ryuga y salvar a Chris con Linx, sacando a Orion de ese enredo feo.
—Ustedes si conversan en situaciones menos apropiadas... —Giró a Aguma para inculcarle las ordenes siguientes— Con Chris de nuestro lado estamos bien por ahora. ¡Es tiempo de irnos!
El rubio se alivió, porque ya no le quedaba ni para respirar. Posteriormente, su grupo se desvaneció sin dejar huellas cuando Aguma hizo su maniobra especial, inundando el panorama de color carmesí.
—«¡Wow! ¡Amigos! ¡No sé qué pasó allí pero fue una batalla sorprendente! ¿Y a quién le daremos el trofeo si no está el ganador del torneo?» —anunció el presentador cercano al enorme premio de oro.
—Desaparecieron... Como siempre —Expresó Madoka hinchando sus mejillas.
En la pandilla de Gingka se quedaron atónitos, y más al momento de que Ryuga también se esfumara con un rayo rojo después de gruñir por esa amarga pelea. Los dejó con la inmensa duda de: ¿Dónde está Kenta?
Con aquello plasmado en mente, había pasado dos días desde esa fogosa pelea y aun sin pistas del buscado.
A sus compañeros le provocaba un agujero en sus entrañas, puesto que aquel niñato era un camarada desde hace tiempo ya. Que se desapareciera así, no era extraño, mejor dicho, era inconsolable.
El afectado por la daga de la noticia, fue Gingka, la herida se ampliaba en cada memoria que hacía, intentando recordar los buenos momentos con su colega. Él se obligaba a creerse que un extenso entrenamiento lo mantenía alejado de sus amigos.
•|——|•|——|•
Tsubasa tenía una misión simple: Buscar a los elegidos de los fragmentos restantes, con la finalidad de hacer menos pesado el encargo del pelirrojo y los demás. Mientras, en el transcurso del recorrido él se fortalecía como blader.
No se le permitió comentar eso a los otros —Excepto con Hikaru, con ella tenía que hacer contacto de cualquier cosa—, sería una misión en silencio, quizás para no preocupar a alguien. Así que era él nada más con Eagle.
Las caminatas que provocaban estallar sus pies se convirtieron en rutina luego de tres días, siendo acompañado de la mano por la naturaleza, protegido de Eagle seguidamente.
La selva ya no se le hacía tan atemorizante como cuando se introdujo en esta, se alegraba porque ya supiera en dónde estuvo antes y en dónde estaría después.
Aves; de cualquier color existente en el mundo. Bailaban a la par de sus propios cantos, dando su parte a la sinfonía de la amada selva llena de vida y gracia. Tsubasa admiró de nuevo como las plantas se regocijaban en la humedad que les brindaba el respectivo clima. Respiró, aire libre de nicotina, humo o maldad. Su cuerpo estaba más que eufórico. Paz reconfortante, fuera de los parloteos sin final de Gingka o los recurrentes regaños de Madoka.
Su siguiente destino sería un pueblito humilde que encontraría al recorrer dos horas más por el camino señalado en el mapa. Al muchacho le pegó el hambre de pronto, el entorno se consumió por el rugido de su estómago al darse cuenta que era tiempo de almuerzo. Producto de su anticipación, ya tenía listo pescados frescos en su mochila, enrollados por aluminio.
Prendió su fogata y los cocinó sin dificultad, ya casi estaban, podía saborear la piel suave en sus dientes con el aroma embriagante. ¡Nada podía ser mejor! Pensó. Antes de que sonriera por quinta vez —un logro para él—, un desgraciado puma lo mantenía tieso con sus orbes brillantes desde dos metros al frente de la fogata.
Tsubasa pasó a ser estatua de inmediato. Ideó un plan en un parpadeo: Tomaría a Eagle tan rápido como rayo y asustaría al puma, ambos salen a salvo y nada fuera de lo común. Era una idea limpia y sencilla pero la cosa se oscureció cuando Tsubasa se percató de algo sobresaliente con el animal. Sangre en su hocico, goteaba fresca directo a la tierra, dando señales de que el felino gozó de un festín. Y que quería más.
El blader era calcinado por el pavor cuando pronto, otro puma, se avecinó al otro. Los unía el ardor de sus ojos impacientes por el postre, la diferencia de ambos carnívoros, es que el recién llegado, se aferraba a un brazo humano desde su hocico. Aquel liquido carmesí no se sosegada aunque el miembro desprendido ya estuviese lejos del cuerpo que lo acompañaba.
Tsubasa era fuerte, conocido como un blader de talento. Ese merecimiento se fue al demonio, puesto que el ojidorado moría por las horribles ganas de vomitar. Desde donde se encontraba, era azotado en la nariz por el olor putrefacto de esa carne volviéndose uno con los gusanos gozando del desafortunado.
Sinceramente, el almuerzo estaba de más, mejor decidió deshacerse de ambos felinos antes de que por el miedo, fuera él quien estuviera en el lugar de ese bracito.
Conteniendo repulsión tuvo que lanzar a Eagle temblando, y a pesar de la mala puntería, consiguió espantar a los pumas rápidamente con una explosión exigua en un árbol. Estaba a salvo, por ahora, escupiendo varias veces al suelo por el asco que aun le recorría en la columna. ¡No tenía estomago fuerte! ¡Eso es verdad!
Ojeó al cielo lanzando un lamento por aquel que pereció en el lugar, y su cuerpo gastado en una cena de pumas. No cabe duda, dirigía sus condolencias al difunto.
Aunque la curiosidad se presentaba, ofreciendo dudas sobre la identidad del caído, una persona que murió de una forma desconocida, tenía que definitivamente saber de quién se trataba, al menos para pasear un poco por la zona donde dormiría y percatarse de los posibles peligros alrededor.
Y así lo hizo.
Dejó su campamento a la merced de la selva y con el débil rastro de huellas de garras, avanzó por un camino de dichas pisadas y de lado, gotas de sangre frescas, recordándole el líquido brotar de las venas arrancadas de ese brazo. Otra vez el asco llegó, y con ello directo a una cueva sin iluminación al fondo fue su parada final.
•|——|•|——|•
—Narra Tsubasa—
Si el olor de antes era bestial, ahora estoy seguro de que esto es el infierno. Y eso que ni siquiera he entrado a la cueva, porque no me quiero asfixiar o ser tragado por un animal. Es claro la idea del cadáver allí, y más siendo yo, para nada entraría, tampoco que soporte ese ambiente.
Inspecciono a los lados con precaución, por suerte los pumas no andan a la vista, un suspiro cansado es lo que sale de mí. Quizás están adentro, esperando a un inocente caer en la verosímil calma del interior. No soy tonto, prefiero ver sutilmente por las grietas e irme a... ¿Comer? No, ahora no me apetece nada más que solo lavarme los ojos.
¿Debo notificarle esto a Hikaru? Tal vez no, quién querría saber de alguien muerto, si tuviera la elección, hubiera preferido seguir caminando y gastarme los zapatos antes que tener que ver eso. Puedo sentir los gritos que dio el pobre.
Todavía no sé por qué estoy aquí, esperando ¿Qué? ¿A que los pumas vengan? ¿A que el horrible olor me ahogue? Preguntas que no logro responder. Llego a la conclusión de que debo de mirar de quién es el cuerpo —solo por curiosidad— y me marcho, tal vez directo a la aldea, fuera de los salvajes. Buen plan, Otori.
En puntillas, preparo a mi bey por si un animal me ve cara de segundo almuerzo, esbozando el lanzador fuertemente, seguro de mí mismo, desde luego. Soporto la brisa muerta que proviene del interior, es horrible. Está oscuro, no es una novedad, y eso me da desventaja pero acciona los otros sentidos que me sobran y los que he entrenado por años.
Mientras me adentro, puedo escuchar los zumbidos incesantes de lo que es odiosas y gigantescas moscas. Miles... Todas buscando algún punto rancio del cuerpo. Tengo nauseas...
No puedo evitar taparme la mitad de la cara con mi palma, tosiendo inevitablemente entre dedos que se entrelazan a mi rostro. Tengo que sostener el lanzador con una mano por si algo ocurre.
Camino lento, me aproximo a lo que puedo distinguir que es el cadáver, tirado como saco... No puedo soportar ver tanta sangre recorriendo como río... Oh no... ¿E-Esa es la... Costilla? Quiero vomitar... ¿Qué es eso que reluce a un lado? ¿Un bey? ¿Acaso fue un blader? Esto no me da buena espina...
Y las moscas no ayudan... No puedo ver bien pero el cuerpo es pequeño... Como el de un niño de cabello... Dios... Es verde ¡Su cabello es verde! Estoy imaginando lo peor...
¡No puede ser! ¡Es Kenta! ¡Kenta! ¡¿C-Cómo llegó hasta aquí?! ¿Y por qué está...?
...
Mi cabeza da vueltas... Trastabillo impactando con el suelo de pronto... Completamente, sorprendido...
•|——|•|——|•
Tsubasa salió de ese entorno, arrojándose a la tierra sin interesarle la posible llegada de los pumas. Respiró agitadamente, limpiando sus pulmones por fin, queriendo borrar esa pavorosa imagen de Kenta muerto, despedazado sin su brazo... Y la sangre, corriendo en cataratas, con un destino desconocido que solo la muerte ha de saber.
Comenzó a sentirse enfermo, a la vez triste. Incluso no supo cómo sentirme al respecto, se trataba de un niño que murió por causas que él desconocía. Pero lo peor no era ver al difunto envuelto por gusanos deleitándose con la carne suave: ¿Cómo les diría esa fatídica noticia a los demás? ¿Cómo lo tomarían si no es con gritos?
Una cosa si es verdad: TENÍAN que saberlo.
La graciosa frase «La curiosidad mató al gato» se clavó en sus pensamientos mientras veía con ojos inertes al desolado Flame Sagitario desde la luz de la selva.
•|——|•|——|•
Cuartel General de la WBBA — [6:26 PM]
—¡Hey Gingka! ¿Qué tal? ¿Cómo están allá? —Saludó en devoción Ryo sin dejar su jovial sonrisa desde que empezaron a charlar.
—«¡Estuvo genial el torneo!» —Mencionó su hijo a través de una pantalla de la computadora, pues andaban haciendo video-llamada— «Ryuga y Johannes aparecieron y nos causaron problemas pero... ¡Ya tenemos información de varios Bladers Legendarios! ¡Un tal Chris es un portador del fragmento aunque está de lado de los malos! ¡Uno igual llamado Aguma!» —Agregó acaparando toda la pantalla mientras daba vueltas por la habitación.
Desde atrás, los demás no hacían otra cosa que mirar la hiperactividad del muchacho, meneándose de un lado para el otro como si ayudara en la conexión.
—Hmm... Tendremos que convencerlos para que sean parte de nuestro equipo. ¿No lo crees, hijo? —Otra sonrisa se alzó por parte del hombre, mostrando su total atención.
—«¡Pues claro! Pero no te preocupes, papá... ¡Haremos lo posible por derrotar a Némesis! ¡Es nuestro deber!» —El chico tan entusiasmado por lograr grandes cosas, y con inocencia intacta en una repisa, era tan tierno— «¡Ah! Por cierto, quería preguntar... ¿No hay noticias de Kenta todavía?» —Se notó preocupado por lo último.
Ryo entristeció sus facciones ligeramente sin que por ello Gingka lo percibiera.
—¡Nop! Eso es lo que me preocupa, sé que nos contaron sobre que Ryuga estuvo con él pero... —Puso sus manos en su barbilla— No hemos encontrado algún indicio de su actual localización.
El de bufanda bajó hombros y mirada ante la respuesta. Estaría feliz por cualquier cosa que le pudieran ofrecer de su paradero o de su estado. De todos modos debía de esperar las supuestas búsquedas que realizaba el equipo de la WBBA, según su padre por entonces.
—«Oh... Espero que esté bien... Kenta...» —Se dijo en un murmuro compareciente de su amiguito— «¡Papá! Hazme saber de Kenta en cuanto tengas al menos una noticia de él ¿De acuerdo?»
—Desde luego, Gingka... Te mantendré más que notificado.
—«¡Gracias! ¡Eres el mejor! Bueno...» —El chico giró de forma involuntaria hacia atrás— «Creo que es hora de la merienda... ¡No lo sé! Madoka me ve algo raro... ¡Si, Madoka! ¡Ya sé que tu laptop no tiene batería!»
Una risa desprevenida surgió del hombre.
—«¡Nos hablamos mañana! Cuídate, papá.»
—Igualmente, Gingka, y que no sepa que te acuestas tarde... ¡Adiós, chicos!
Una vez hecha la despedida rápida, Ryo cerró la laptop tomando su tiempo a la par del bajón que le provocó la situación actual. La sonrisa que antes deslumbró a su hijo, decayó cuando su portable estuvo cerrada por completo. Suspiró, apocado totalmente.
—Señor... —Le llamó abatida su secretaria peliceleste teniendo ojos rojos notoriamente, había estado llorando a mares durante la llamada.
El hombre pelirrojo no sucumbió al citado. Preservaba sus vacíos orbes al suelo sin pensar nada en particular, el efecto que le generaba aquella lúgubre fotografía mostrada en la gran pantalla de al frente de su oficina. ¿Qué pensar al respecto de una situación así?
Por lo antes expuesto, Hikaru debía remover las lágrimas frescas mientras que se enganchaba sin escrúpulos a su tablet, como si ese inerte objeto la hiciera olvidar de esa monstruosa imagen. Ella era fuerte, un chica que no sucumbe ante nada... Pero cuando la noticia vino fue como si un pedacito del mundo se perdió. Porque Kenta era importante, un niño al cual admirar.
—¿Cuándo se lo piensa decir? —Inquirió la joven.
Ryo tragó saliva nuevamente evadiendo la pregunta para entonces subir el rostro y chocarse con la viva representación de la desdicha: Una fotografía de Kenta Yumiya, descuartizado y devorado —Enviado por Tsubasa anteriormente—. Sin mencionar que donde se suponía iba la cara, ya ni siquiera existía una; los hambrientos pumas hicieron su trabajo.
Se levantó del asiento del escritorio enteramente abatido, avecinándose a la pantalla, tomando respeto por el cadáver irreconocible de ese dulce niño. Donde hubo un gesto de gracia y juventud, se formó un espacio para la desgracia, repleto de sangre y bichos recorriendo hasta que ya no quedara ni un recuerdo de lo que fue.
Se llevó las manos al rostro, envolviéndose entre las palmas donde volvió a exhalar hecho trizas.
—Señor... Se lo tiene que decir a los chicos... —Insistió Hikaru, no tomando valor para voltear a verlo de nuevo.
—¿Y qué crees que dirían al respecto, Hikaru? —Se le escuchó al hombre resoplar aun con sus manos revistiendo su cara—. Ni siquiera yo puedo creer esto... Es que no sé por qué la gente de ese calibre tiene que ser tan miserable —añadió retornando a la foto.
—Sea como haya sido, tiene que decirles esto... ¿No tienen el derecho a saberlo?
Ryo hizo lo mismo pero también apretando puños y sintiendo como las uñas le iban perforando la piel por la rabia.
—¡Hikaru, por Dios! ¡¿Cómo carajos les voy a contar esto con calma?!
En ese protesto, el pelirrojo miró a su asistente permitiendo que las miserables gotas volvieran a inundarle. Prisionero de la furia se convirtió en el instante que el mensaje había arribado a su buzón, por ello ya no temía a expresar como en realidad se sentía.
Tsubasa igual, y por eso tuvo que alojarse en una aldea cercana para no temer por una muerte similar y regresar a la WBBA. Solo ellos, un grupo de agentes forenses y policías, sabían de la tragedia.
La joven secretaria estaba fuera de la mano del consuelo pero no dejaría que el asunto se escondiera como secreto. ¡No era justo!
—¿Quiere entonces disfrazarlo con una máscara y mentirle a su hijo de nuevo?
Eran entendibles sus verdades. Ryo le dio la razón esa vez. No podría echar el tema debajo de una alfombra y ya, ellos tenían que ser obligados a saberlo, aun así, demolería a muchos y no se podría hacer más nada que llorar, porque ya está hecho.
—No, no quiero que viva una mentira... ¡Pero tampoco quiero traumarlo! ¡El imbécil de Ryuga le vale una piedra quien se muere y quien no! —Vociferó, siendo títere de la ira— A ninguno de los muchachos les va a gustar eso, buscaran venganza así se tengan que morir ellos... ¡Lo sé!
—Pero, señor...
—En especial Gingka... No sabes lo terrible que se pone cuando se enoja... —Suspiró, y más tarde fue directo a una ventana, apreciando la ciudad desde aquella alta vista.
Hikaru apagó la inmensa pantalla con rapidez, antes de que le diera cólera, luego sin alejarse de su tablet, se aproximó tambaleante a su jefe notando como la situación le golpeaba en los sentimientos. A un lado, miró la tristeza de sus ojos que veían huecos a los lejanos edificios.
Ella también volteó a ver lo grande de la ciudad, perdiéndose en las diferentes alturas de las diversas edificaciones. En medio de la dulce y delicada afonía, Ryo habló posteriormente.
—Mañana se los digo... —Pronunció el mayor, notablemente fatigado— Déjame digerir esto primero...
—Estaré allí cuando pase. Para apoyarle —Comentó la peliceleste intentando formar una tibia sonrisa.
Al menos Ryo tenía apoyo, dio gracias por ello pero no iba a detener la noticia que pronto tendrían el grupo de Gingka. Llorarían, se enojarían, quizás algo peor... ¿Y qué más hacer? el problema ya estaba.
Y nadie podía regresar el tiempo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top