XIV

Cuatro días antes de su cumpleaños, Dazai apareció sin previo aviso en la puerta del apartamento de Chuuya. Este, al abrirla, suspiró profundamente al encontrarse con la sonrisa desafiante de su viejo conocido.

—¿Qué quieres ahora, Dazai? —preguntó Chuuya, cruzándose de brazos en señal de fastidio.

—Oh, nada importante. Solo vine a conversar sobre ciertas... coincidencias. Por ejemplo, ¿qué hacías tú en el apartamento de mi queridísimo hermanastro hace unos días? —respondió Dazai, empujando suavemente la puerta para entrar sin esperar invitación.

Chuuya frunció el ceño y trató de bloquearle el paso, pero Dazai ya estaba dentro, paseando la mirada con descaro por el lugar.

—Eso no es asunto tuyo, Dazai. Vete. Verlaine llegará pronto, y no quiero problemas —dijo el pelirrojo, cerrando la puerta detrás de él con fuerza.

Dazai dejó escapar una risa ligera mientras inspeccionaba un marco de fotos en la mesa.
—¿Verlaine? ¿Ese gruñón? Dudo que se oponga a una charla amistosa entre viejos compañeros.

—No estamos "charlando amistosamente". Estás invadiendo mi espacio. Así que, ¿por qué no te largas antes de que pierda la paciencia? —gruñó Chuuya, dando un paso hacia él con la clara intención de intimidarlo.

Pero Dazai no se inmutó. Se giró lentamente para enfrentarlo, con una expresión seria que contrastaba con su habitual aire juguetón.
—Chuuya, no me subestimes. Sé que algo pasa entre tú y Ranpo, y créeme, no me quedaré tranquilo hasta saber qué es.

El comentario logró descolocar al pelirrojo por un breve instante, pero rápidamente recuperó su compostura.
—¿Y qué si lo hay? ¿Qué vas a hacer, eh? Esto no te incumbe, Dazai.

Dazai inclinó la cabeza, analizando cada palabra de Chuuya como si intentara descifrar un código. Finalmente, sonrió de nuevo, pero esta vez con un matiz más calculador.
—Digamos que me gusta proteger lo que es mío, y más aún si Ranpo está involucrado. Así que, considérame curioso. Muy curioso.

—¿Disculpa? — se rió el pelirrojo, una carcajada sincera escapando desde el fondo de su pecho —¿Tuyo? — repitió entrecerrando los ojos, como si intentara encontrar la broma —Yo no soy un objeto.

El castaño rodó los ojos antes de tomarlo del brazo para que se acercara— Eres mi perro, y los perros son fieles a sus amos.

—¿Qué demonios quieres decir con eso? —preguntó Chuuya, sintiendo que su irritación estaba a punto de explotar.

Dazai se encogió de hombros con desinterés, dando media vuelta hacia la puerta.
—Tú sabes muy bien lo que significa.

Con eso, abrió la puerta y salió, dejando a Chuuya solo en su apartamento, con una mezcla de irritación y una ligera inquietud que no podía sacudirse. ¿Qué estaba tramando Dazai? Y, más importante aún, ¿por qué le importaba tanto lo que hacía con Ranpo? ¿De dónde venía tanto desagrado?

Permaneció con la mirada fija en la puerta, como si en el fondo de sí temiese que Dazai regresara, y cuando la puerta se abrió nuevamente dió un pequeño respingo en su sitio.

—¿Chuuya? — era Verlaine quien había llegado —¿Todo bien?

El pelirrojo frotó su cabello con exasperación antes de suspirar —Sí, bienvenido — sonrió, con la intención de ir a su habitación pero su hermano lo detuvo.

Verlaine frunció ligeramente el ceño mientras observaba a Chuuya dirigirse apresuradamente hacia su habitación.

—Espera un momento —dijo, extendiendo una mano para detenerlo—. ¿Qué pasó? Pareces nervioso.

Chuuya se detuvo, con la mano en el marco de la puerta de su cuarto, y suspiró antes de girarse hacia su hermano mayor.

—Nada importante. Dazai vino a fastidiar un rato, ya sabes cómo es —respondió, intentando restarle importancia al encuentro mientras cruzaba los brazos y se apoyaba contra la pared.

—¿Dazai? —Verlaine arqueó una ceja con desconfianza— ¿Qué quería ese imbécil esta vez?

El pelirrojo apretó los labios, tratando de no sonar afectado.
—Solo vino a preguntar cosas sin sentido. Probablemente tenía demasiado tiempo libre y decidió molestarme.

Verlaine lo miró en silencio por unos segundos, evaluándolo.
—¿Estás seguro de que no es algo más? —insistió, caminando lentamente hacia él.

Chuuya desvió la mirada, incómodo por el escrutinio de su hermano.
—Verlaine, de verdad, no fue nada. Estoy bien, ¿vale? —dijo, intentando sonar convincente.

Verlaine suspiró, aunque sus ojos seguían llenos de duda.
—Si algo te preocupa, Chuuya, me lo dices. No quiero que te metas en problemas por culpa de ese idiota.

Chuuya asintió, aliviado de que Verlaine no insistiera más.
—Lo sé, no te preocupes.

Verlaine se quedó de pie un momento más antes de dar media vuelta hacia la cocina.
—Si necesitas desahogarte, estaré aquí.

Chuuya lo observó marcharse y soltó un largo suspiro. En el fondo sabía que Dazai no había ido simplemente a "fastidiar". Pero por ahora, no quería pensar en ello más de lo necesario. Guardándose sus pensamientos para sí mismo, finalmente entró a su habitación, cerrando la puerta tras de sí.

Ranpo estaba sentado en su escritorio, mirando fijamente una lista llena de tachones. Había pasado horas pensando en la mejor manera de hablar con Chuuya antes del cumpleaños de Dazai, pero nada parecía lo suficientemente adecuado.

—Flores… muy cliché. Un regalo… parece demasiado formal. ¿Una carta? No, eso sería extraño viniendo de mí —murmuró para sí mismo, frustrado mientras descartaba idea tras idea.

Antes de que pudiera hundirse aún más en sus pensamientos, un sonido en la puerta interrumpió su concentración. Frunció el ceño, preguntándose quién podría ser a esa hora.

—Adelante —dijo con voz calma pero expectante.

La puerta se abrió, revelando a Mori, quien entró con una sonrisa en el rostro. Ranpo no necesitó mucho tiempo para adivinar que la visita no era casual.

—Ranpo-kun, espero no interrumpir nada importante —dijo Mori mientras se acomodaba en el sofá como si estuviera en su propia casa.

—Demasiado tarde para eso —respondió Ranpo sin levantar la vista de su lista.

Mori soltó una risita y entrelazó los dedos frente a él.
—He oído rumores interesantes. Sobre ti y Chuuya. Parece que se están volviendo… bastante cercanos.

Ranpo dejó la pluma sobre el escritorio y finalmente levantó la vista, mirándolo con una expresión neutral.
—¿Y eso te afecta de alguna manera?

—No directamente, claro —dijo Mori, ladeando la cabeza— pero considerando que Chuuya es el ex de Dazai… no puedo evitar preguntarme si este es un nuevo truco tuyo para molestar.

Ranpo alzó una ceja, notando el intento de manipulación en las palabras de Mori.
—El hecho de que Dazai y Chuuya terminaron no significa que yo tenga que arruinar mi relación con él. ¿No crees?

Mori sonrió de manera afilada, como si hubiera estado esperando esa respuesta.
—Tal vez, el punto radica en el tipo de relación que buscas formar con él.

El pelinegro levantó la mirada finalmente de su libreta, sus ojos conectando con los del mayor en una tensión que siempre representó su relación.

—¿Fukuzawa sabe que estás aquí? — bufó levantando una ceja con curiosidad.

La sonrisa en Mori se engrandeció, pero Ranpo sabía que en el fondo la mención de aquel nombre había tocado una fibra sensible. —No. Y hablando de él debo volver a la casa enseguida. — se cruzó de brazos mientras su sonrisa se encogía levemente—Pero ¿estás seguro de que Chuuya siente lo mismo por ti?

Ranpo lo observó en silencio por unos segundos antes de soltar una ligera risa.
—¿En serio crees que puedes manipularme con esa táctica tan obvia? —dijo con una sonrisa irónica— Déjame ahorrarte el esfuerzo: Chuuya sí me quiere, aunque eso no es asunto tuyo.

La sonrisa de Mori se mantuvo, pero la tensión en sus ojos reveló su molestia por el fracaso de su intento.
—Qué confianza, Ranpo-kun. Supongo que no hay nada más que decir.

—Exacto. Y si terminaste, puedes irte. Estoy ocupado —respondió Ranpo, señalando la puerta con un gesto despectivo.

Mori se levantó lentamente, manteniendo su aire de tranquilidad.
—Como digas. Pero recuerda, las emociones son un terreno complicado. No dejes que te distraigan demasiado.

Ranpo no respondió, limitándose a observar cómo Mori salía del apartamento. Una vez que la puerta se cerró, suspiró profundamente y se recargó en el respaldo de su silla.

—Como si necesitara que alguien me recordara eso —murmuró para sí mismo, volviendo a mirar la lista frente a él.

Sin embargo, ahora estaba más decidido que nunca. Si algo tenía claro, era que no iba a permitir que las palabras de Mori lo hicieran dudar de sus sentimientos o de los de Chuuya.

Mori caminó lentamente por el pasillo del edificio, con las manos en los bolsillos y una expresión calculadora en el rostro. Una vez que estuvo lo suficientemente lejos del apartamento de Ranpo, sacó su teléfono móvil y marcó un número que conocía de memoria.

—No funcionó —dijo en cuanto la llamada fue respondida.

—Ranpo no es fácil de manipular, eso lo sabías desde el principio, papá —respondió Dazai al otro lado de la línea con una voz tranquila pero cargada de doble sentido— La clave aquí no es él. Es Chuuya.

Mori dejó escapar una leve risa mientras miraba su reflejo en el cristal de una ventana cercana.
—Lo sé. Chuuya es mucho más manipulable que Ranpo. Es impulsivo, emocional y orgulloso… fácil de influenciar si se toca el punto adecuado.

—Exacto —dijo Dazai con una sonrisa que se podía sentir a través del teléfono— Pero, ¿puedes encargarte de eso?

Mori sonrió con astucia, acomodándose el abrigo antes de continuar caminando.
—Déjamelo a mí. No permitiré que Ranpo y Chuuya estén juntos.

—Perfecto. Estoy contando contigo, papá.

La llamada terminó, y Mori guardó el teléfono en el bolsillo con un gesto pausado. Sus labios se curvaron en una sonrisa que prometía problemas. Mientras salía del edificio, ya comenzaba a trazar el plan que lo llevaría a desbaratar lo que Chuuya y Ranpo estaban construyendo.

—La clave está en Chuuya. Solo necesito la oportunidad adecuada —murmuró para sí mismo mientras desaparecía entre la multitud de la calle. —Osamu, para tu cumpleaños todo estará arreglado.

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