VII

08/05

El lápiz tamborileaba rítmicamente contra el escritorio, un sonido que normalmente irritaría a Chuuya, pero esta vez ni siquiera lo notó. Su mirada estaba perdida en la ventana, donde los rayos del sol se filtraban tímidamente a través de las persianas, reflejando la última salida que había tenido con Ranpo. Cada detalle volvía a su mente como si lo estuviera viviendo de nuevo: las risas compartidas, los comentarios sarcásticos y esa sensación extraña en su pecho cuando Ranpo lo miraba directamente a los ojos.

—¿Qué pasa contigo? —la voz de Tachihara lo sacó bruscamente de sus pensamientos. El pelirrojo parpadeó un par de veces antes de ver a su amigo arrastrar la silla frente a él para sentarse al revés, apoyando los brazos en el respaldo.

—Nada, solo estoy... pensando —intentó desviar la atención, pero el tono forzado de su respuesta no convenció a Tachihara.

—Mentiroso. Llevas diez minutos mirando la ventana como si tu alma estuviera atrapada ahí —se burló. Chuuya suspiró, sabiendo que no podría evitar el interrogatorio.

—Está bien, pero no puedes decirle a nadie, ¿entendido? —advirtió en un susurro.

Tachihara levantó una ceja, divertido por el dramatismo, pero asintió.

—Ranpo y yo estamos... organizando algo —comenzó, y luego le explicó con detalle el plan de venganza contra Dazai.

Tachihara se quedó en silencio por un momento, procesando la información, antes de soltar una carcajada.

—¿En serio? ¡Eso suena como algo sacado de un mal drama!

—¡Es en serio! —bufó Chuuya, cruzándose de brazos.

—Está bien, está bien. Pero dime algo: ¿por qué estás tan... raro últimamente?

Chuuya frunció el ceño, incómodo con la pregunta.

—No estoy raro.

—Sí lo estás. Lo noto cada vez que mencionas a Ranpo. ¿Es incomodidad... o es que te está empezando a gustar?

El pelirrojo abrió los ojos de par en par, casi escupiendo una negativa inmediata.

—¡Claro que no! Apenas terminé con Dazai hace menos dos semanas, ¿cómo podría gustarme Ranpo?

Tachihara se encogió de hombros con una sonrisa maliciosa.

—No dije que fuera lógico. Pero, seamos honestos, ¿te gusta?

Chuuya se quedó en silencio, tratando de ignorar el calor subiendo por su cuello.

—Estás loco —murmuró, apartando la mirada.

—Eso no es un no —replicó Tachihara, satisfecho con la reacción del otro.

—Joven Tachihara, ¿ya terminó sus ejercicios? — la pregunta del maestro asustó un poco al chico.

—Si maestro, enseguida se lo llevo — aseguró con una sonrisa nerviosa recibiendo solo una mirada escéptica del adulto.

Chuuya soltó una risa divertida ante eso, recibiendo una mirada molesta de parte de su amigo —Apresúrate y saca tu teléfono. — dijo Tachihara yendo por su cuaderno para sentarse junto a Chuuya.

—¿Disculpa? — murmuró sin entender lo que planeaba su amigo.

—Escríbele a "tu novio Ranpo" y mándale los problemas para que los resuelva, de algo te debe servir alguien tan inteligente.

Chuuya frunció el ceño ante el comentario de Tachihara, cruzándose de brazos.

—Primero que nada, no es mi novio. Y segundo, ¿qué te hace pensar que él haría mi tarea?

Tachihara rodó los ojos mientras sacaba su cuaderno.

—Por favor, Chuuya, ese tipo seguro haría cualquier cosa si se lo pides. Además, ¿no te ha ayudado ya antes? —replicó con una sonrisa pícara, disfrutando de cómo su amigo comenzaba a ponerse rojo.

—¡No necesito su ayuda! —respondió Chuuya, indignado.

Tachihara no pudo evitar reír mientras escribía algo en su cuaderno.

—Claro que no, porque estás enamorado y eso te nubla el juicio.

—¡Tachihara! —exclamó el pelirrojo, golpeando suavemente su brazo para callarlo.

El maestro volvió a mirarlos con desaprobación desde su escritorio.

—Señores, ¿necesitan más tiempo para resolver los problemas o también les dicto la próxima página? —preguntó con tono severo.

Ambos negaron rápidamente con la cabeza, volviendo a concentrarse en sus tareas. Pero Tachihara no perdió la oportunidad de susurrar antes de callarse:

—Deberías escribirle, no pierdes nada.

Chuuya solo suspiró, optando por ignorarlo mientras intentaba terminar su trabajo, aunque una pequeña parte de él consideraba la idea.

—Seamos sinceros Chuuya, yo soy malo en álgebra pero tú también — lo acusó en voz baja para que el maestro no los regañara de nuevo.

Chuuya rodó los ojos mientras presionaba su lápiz contra el papel con frustración.

—Eso no significa que necesite ayuda de Ranpo. Puedo con esto solo.

Tachihara levantó una ceja, apoyando la barbilla en su mano mientras lo observaba.

—Sí, claro. Lo mismo dijiste en el último examen, y todos sabemos cómo te fue. —La sonrisa burlona en su rostro era imposible de ignorar.

El pelirrojo chasqueó la lengua, intentando no mostrar cuánto le molestaba el comentario.

—Lo único que tengo que hacer es concentrarme, ¿sabes? Algo que tú claramente no haces.

Tachihara se rió entre dientes y luego inclinó la cabeza hacia Chuuya.

—Oye, solo digo, si tienes a un genio como Ranpo dispuesto a ayudarte, ¿por qué no aprovecharlo? Además, podrías usarlo como excusa para mandarle mensajes, ya sabes, como práctica para eso de "parecer naturales".

Chuuya lo miró con incredulidad.

—¿Práctica para qué? ¿Para parecer desesperado?

Tachihara sonrió ampliamente y se encogió de hombros.

—Desesperado no, pero quizás interesado... ¿Sabes? Por si en realidad te importa lo que él piense de ti.

—¡Tachihara! —exclamó Chuuya entre dientes, mientras su rostro se calentaba y apartaba la mirada hacia su cuaderno.

El maestro volvió a levantar la vista, haciendo que ambos fingieran trabajar en silencio. Pero mientras Tachihara dibujaba garabatos en su hoja, no pudo evitar añadir:

—Si no es tu novio, ¿por qué te importa tanto lo que piense?

Chuuya apretó su lápiz, evitando responder. El silencio solo hizo que la risa contenida de Tachihara llenara el aire entre ellos.

—¡Bien! — murmuró entre dientes sacando su teléfono a escondidas para escribirle a Ranpo.

Chuuya miró la pantalla del teléfono con una mezcla de incomodidad y frustración. Sus dedos se movieron rápidamente mientras redactaba un mensaje breve para Ranpo.

Chuuya: ¿Tienes tiempo para ayudarme con un problema de álgebra? No sé por qué el maldito ejercicio no sale.

No pasó ni un minuto cuando el teléfono vibró con una respuesta.

Ranpo: Claro, pero solo porque tengo curiosidad. ¿De verdad no puedes resolverlo tú solo?

Chuuya apretó los dientes. A este paso, no va a dejarme en paz...

Chuuya: Cállate. Ayúdame si tanto te interesa.

Chuuya, decidido a no perder más tiempo, sacó rápidamente su teléfono y tomó una foto de los ejercicios de álgebra. Con un suspiro de resignación, los envió a Ranpo.

Chuuya: Aquí tienes. Resuélvelos rápido, por favor.

No pasaron ni dos minutos cuando su teléfono vibró con un nuevo mensaje. Al abrirlo, vio una foto con todas las soluciones perfectamente resueltas.

Ranpo: Ahí tienes. Te lo dije, no es tan difícil. Ahora, ¿puedo esperar algo a cambio por esta ayuda tan generosa?

Chuuya frunció el ceño al leer el mensaje, molesto por el tono de Ranpo, pero al mismo tiempo un poco aliviado por haberse librado del problema.

Chuuya: ¿Qué quieres ahora?

Ranpo: Oh, nada... solo un favor. La próxima vez que necesites ayuda, ya sabes a quién pedirla.

Chuuya bufó, guardando el teléfono. Sabía que Ranpo no dejaría de molestarlo, pero por lo menos ya tenía sus ejercicios resueltos. Miró hacia Tachihara, que lo observaba con una sonrisa maliciosa.

—¿Te dijo algo raro? —preguntó Tachihara, curioso.

—Nada fuera de lo común — respondió Chuuya, todavía un poco distraído.

Aunque la situación parecía estar bajo control, Chuuya no podía dejar de pensar en lo que Ranpo había dicho. "La próxima vez que necesites ayuda", pensó. ¿Qué tan seguido tendría que recurrir a él?

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