II

Fecha: 02/05

Quizás su relación con Dazai se fue al caño, pero eso no significaba que se alejaría de aquellos que conoció a través de él, después de todo ellos no tenían la culpa de la estupidez del castaño.

—Tú lo sabías, ¿verdad? — lo acusó apuntandole con el dedo —Después de todo me lo dijiste una vez.

El café no tenía mucho bullicio pero lo suficiente como para tener privacidad en aquella mesa al fondo del establecimiento.

—Incorrecto. Te advertí que mi hermano era un idiota y que tarde o temprano haría una de las suyas — corrigió llevando un gran pedazo del pastel a su boca.

—Estoy tan...— murmuró entre dientes consiguiendo que el otro le mirase.

—Avergonzado — completó casualmente, recibiendo un asentimiento silencio de parte de Chuuya.

—Maldición, te juro que, fue horrible Ranpo, lo peor es que me enteré por la boca de Verlaine, en mi cumpleaños — dejó caer su cabeza en la mesa ocultando su rostro entre sus brazos.

Ranpo observó a Chuuya con una mezcla de lástima y diversión mientras daba otro mordisco al pastel. Se tomó su tiempo para saborearlo antes de hablar.
—Eso sí que suena patético. Pero bueno, no es como si te hubieras enamorado de un genio. Es Dazai, después de todo.

Chuuya levantó la cabeza lo suficiente como para lanzarle una mirada de advertencia, aunque no tuvo el ánimo para responder. Ranpo, imperturbable, empujó su plato hacia el pelirrojo.
—¿Quieres un poco? El azúcar siempre ayuda con el estrés.

—¿Estás bromeando? —gruñó Chuuya, enderezándose en la silla y cruzando los brazos.
—No necesito azúcar, necesito arrancarle la cara.

—Oh, eso suena como una solución mucho más madura. —Ranpo sonrió de lado, limpiándose con una servilleta antes de apoyarse en el respaldo de su silla.
—Pero admito que sería divertido de ver.

Chuuya soltó un bufido, aunque no pudo evitar que una leve sonrisa se asomara en sus labios. Ranpo tenía ese efecto: lograba calmarlo y exasperarlo al mismo tiempo.
—Gracias por ser tan jodidamente útil, Ranpo.

—Para eso estoy aquí —replicó el moreno, inclinándose un poco hacia él con una mirada que, aunque relajada, tenía un destello de algo más. Algo que hizo que Chuuya sintiera un ligero escalofrío en la nuca.

—Pero, oye... —continuó Ranpo con voz más suave—, si necesitas distraerte de todo ese desastre, puedo ayudarte. Ya sabes, siempre tengo un truco bajo la manga.

El tono juguetón en su voz hizo que Chuuya se tensara por un segundo, pero decidió ignorarlo.
—No necesito trucos. Solo tiempo.

Ranpo sonrió como si hubiera ganado algo que solo él entendía.
—Claro, tiempo. O algo más interesante.

Chuuya entrecerró los ojos con sospecha —¿Qué esta pasando por tu mente?

—Sé que no tienes un plan — la burla era obvia en su voz, y Chuuya quiso negarlo pero no pudo, porque era verdad. —Pero yo sí.

Aquello captó la atención del menor, una cosa que era más clara que el agua es que el único sujeto que Chuuya conocía que podía superar a Dazai en inteligencia era solo uno, y ese era Ranpo.

—¿Qué tal un "ojo por ojo"? — propuso, agarró su malteada de chocolate para poder beberla mientras el otro chico procesaba.

—Explícate mejor, idiota — le arrebató la malteada para empezar a beberla él.

Ranpo bufó con diversión, abriendo los ojos para observar atentamente a Chuuya —Dazai hizo algo muy muy vulgar — inició con falsa lastima — En tu cama, en tu cumpleaños, frente a tu hermano.

—¡No hace falta que me lo recuerdes! — se quejó frunciendo el ceño con molestia. 

—¿Por qué no haces lo mismo? — preguntó apoyando la barbilla en la palma de su mano. —En el cumpleaños de Dazai, en su habitación, frente a él.

Chuuya casi escupió la malteada al escuchar la propuesta de Ranpo, sus ojos abriéndose como platos mientras miraba al otro con incredulidad.
—¿Estás jodiendo, verdad?

Ranpo se encogió de hombros con total despreocupación, como si acabara de sugerir algo tan trivial como cambiar de marca de café.
—¿Por qué no? Suena justo. Y, para ser sincero, un poquito poético.

El pelirrojo lo miró con una mezcla de rabia y asombro.
—¿Y quién se supone que va a ser ese "alguien"? ¿Tú?

La sonrisa de Ranpo se ensanchó, sus ojos brillando con ese aire confiado y calculador que siempre lo acompañaba.
—Si quieres, claro. No soy exactamente una mala opción, ¿verdad?

Chuuya sintió un calor repentino subirle por el cuello hasta las mejillas.
—Estás loco...

—Puede ser, pero admítelo, mi plan es perfecto. —Ranpo se inclinó un poco más, apoyando su codo en la mesa y su barbilla en la mano mientras lo observaba con interés.
—¿O acaso tienes una idea mejor?

El pelirrojo se quedó callado por unos segundos, su mente intentando encontrar una respuesta que no alimentara el ego del otro, pero todo lo que logró fue soltar un suspiro exasperado.
—Esto es una locura, Ranpo.

—A veces, la locura es la única manera de equilibrar las cosas. —Ranpo se enderezó y terminó lo poco que quedaba de su pastel, mirando a Chuuya con una expresión que, a pesar de su usual ligereza, ahora tenía un toque de seriedad.
—No es solo venganza, Chuuya. Es recuperar un poco de tu dignidad.

Las palabras resonaron en la mente del pelirrojo, mezclándose con la rabia y la humillación que aún sentía por lo que Dazai había hecho. No sabía si era el plan correcto, pero sí sabía una cosa: no pensaba quedarse de brazos cruzados.

—Lo pensaré —murmuró al fin, levantándose con la malteada en la mano.

Ranpo sonrió triunfante.
—Tómate tu tiempo. Pero no demasiado.

Chuuya dio un trago largo a la malteada mientras sus pensamientos comenzaban a ordenar las piezas del plan que Ranpo acababa de soltar.
—Podría funcionar... —murmuró, más para sí mismo que para el otro.

Ranpo sonrió satisfecho, pero antes de que pudiera decir algo, Chuuya levantó una mano.
—Pero no voy a obligarte a hacer algo así. Buscaré a alguien más.

Eso hizo que Ranpo se detuviera en seco, la sonrisa en sus labios convirtiéndose en una pequeña curva divertida.
—¿"Obligarme"? —repitió, fingiendo estar ofendido mientras se señalaba a sí mismo.
—¿Chuuya, te das cuenta de que fui yo quien propuso esto, verdad?

El pelirrojo lo miró con el ceño fruncido, pero rápidamente desvió la mirada hacia la ventana del café, evitando el contacto visual.
—Sí, pero eso no significa que tengas que hacerlo tú. Hay otras opciones.

—¿Otras opciones? —Ranpo rió por lo bajo, inclinándose hacia él con esa expresión de gato que acaba de atrapar al ratón.
—Ilumíname, Chuuya. ¿Qué "opciones" tienes en mente?

Chuuya entrecerró los ojos, claramente incómodo con la dirección de la conversación, pero se obligó a pensar en nombres.
—No sé... Alguien atractivo, seguro de sí mismo. Que a Dazai le fastidie ver conmigo.

—Ajá. —Ranpo lo miró expectante, tamborileando los dedos contra la mesa.
—¿Y cuántas personas conoces que cumplan con esas características y estén dispuestas a participar en algo tan… dramático?

Chuuya abrió la boca para responder, pero no salió ningún nombre. Frunció los labios y miró a Ranpo, quien levantó una ceja con una expresión de "te lo dije".

—Eso no significa que tú tengas que hacerlo —insistió Chuuya, cruzando los brazos.

Ranpo apoyó el codo en la mesa y la barbilla en la mano, observándolo como si estuviera hablando con un niño testarudo.
—Soy la opción perfecta, Chuuya. Atractivo, seguro de mí mismo, y, seamos honestos, no hay nada que le fastidie más a Dazai que verme a mí.

El pelirrojo apretó los dientes, porque, maldita sea, sabía que Ranpo tenía razón. Pero algo en su interior aún dudaba.
—Esto es... raro.

—¿Raro? Claro que es raro. Pero también es efectivo. —Ranpo sonrió, esta vez con un toque de dulzura que hizo que Chuuya se sintiera un poco menos reticente.
—No te estoy obligando a nada, Chuuya. Solo estoy ofreciéndote mi ayuda. Puedes decir que no, y yo me retiraré.

Chuuya lo miró fijamente, sus ojos buscando algún rastro de burla o manipulación. Pero Ranpo simplemente sostuvo su mirada, tranquilo, como si ya supiera cuál sería su respuesta.

Al final, Chuuya soltó un largo suspiro, llevándose una mano a la frente.
—Está bien. Tú ganas.

Ranpo sonrió como si acabara de resolver un caso particularmente difícil.
—Por supuesto que sí.

Chuuya lo fulminó con la mirada.
—Más te vale que esto funcione.

—Oh, no te preocupes. —Ranpo se levantó, alisando su ropa con calma.
—Va a ser legendario.

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