I

30/04


—¿Me estás jodiendo, verdad? — murmuró el pelirrojo mirando completamente desconcertado al chico frente a él.

El castaño se aclaró la garganta notoriamente incómodo, Chuuya en serio se estaba conteniendo las ganas de partirle la cara en ese preciso instante, pero las ganas de oír la mierda que saldría de la boca ajena era mayor.

—Fue un accidente — Chuuya iba a partirle las piernas — Pensaba matarme esa noche y, tú no estabas, ¿querías que muriera antes de echar un último polvo?

Chuuya lo miró como si acabara de escupirle en la cara. No estaba seguro si reírse por lo absurdo de la situación o arrancarle la cabeza allí mismo. Se inclinó un poco hacia él, su voz saliendo como un gruñido contenido.

—Entonces, ¿dejaste que te revolcaran en MI cama porque estabas deprimido? ¿Y no se te ocurrió que había otras formas de evitar matarte, como, no sé, llamarme?

Dazai soltó una risa nerviosa, llevándose una mano a la nuca.
—Pensé que estarías ocupado organizándo la fiesta sorpresa que nunca llegó, ¿sabes?

Esa respuesta fue un error. Chuuya se acercó aún más, sus ojos encendidos por una mezcla de rabia y dolor.
—¿La fiesta sorpresa? ¡Era mi cumpleaños! Pensé que al menos una vez en tu vida podrías dejar de lado tu estúpida obsesión con joderme la existencia.

Dazai alzó las manos en un gesto de rendición, pero la expresión juguetona nunca dejó su rostro.
—¿Y qué puedo decir? Fue un gran final para el día, ¿no? Aunque... —sus ojos brillaron peligrosamente— tal vez no tanto para ti.

Chuuya apretó los puños, incapaz de decidir si partirle la cara ahora o arrastrar esta conversación un poco más solo para asegurarse de que no quedara ni un ápice de dignidad en él.

—Dazai... te juro que si dices una palabra más, vas a desear que lo hubieras hecho esa noche.

—Tú lo dijiste, no lo hice, así que no infidelidad — sonrió el castaño como si aquello pudiera relajar la situación.

—¡Porque mi hermano mayor te encontró! ¡¿Tienes idea de lo que has provocado?!

Dazai chasqueó la lengua, encogiéndose de hombros como si no acabara de pisotear lo poco que quedaba de la paciencia de Chuuya.
—Bueno, técnicamente, fue una intervención oportuna. Podrías hasta agradecerle.

Chuuya sintió un escalofrío recorrerle la columna. No sabía qué era peor: la falta total de remordimientos o el hecho de que Dazai realmente parecía disfrutar del caos que había creado.
—¿Agradecerle? —repitió, su voz temblando entre rabia y frustración—. ¡Mi hermano está furioso contigo! ¡Te encontró en MI cama, con alguna chica desconocida, en MI cumpleaños!

Dazai arqueó una ceja, su sonrisa ladeada como si estuviera enfrentando una discusión trivial.
—¿Y acaso no lo es? Vamos, Chuuya, mira el lado positivo: ahora toda tu familia sabe que no soy el aburrido que pensaban que era.

Eso fue suficiente. Chuuya dio un paso hacia él, su pecho subiendo y bajando con la intensidad de su respiración.
—Dazai Osamu, te voy a dar cinco segundos para salir de mi vista antes de que pierda lo poco que me queda de control.

Por primera vez en toda la conversación, la sonrisa de Dazai se desvaneció ligeramente. Tal vez porque Chuuya no bromeaba, o tal vez porque por fin entendió que había cruzado la línea.

—Está bien, está bien... —murmuró, levantando las manos en un gesto de rendición. Pero antes de salir de la habitación, se giró una última vez, como si no pudiera evitar tener la última palabra—. Aunque, si lo piensas bien... técnicamente, esto fue un regalo de cumpleaños inolvidable para ambos.

La puerta se cerró tras él antes de que Chuuya pudiera arrojarle algo.

Chuuya respiró profundamente, tratando de calmarse un poco, se dejó caer en la cama hasta que recordó que fue lo que casi ocurrió en esa cama y de la rabia empezó a quitar las sábanas junto a las almohadas.

Arrojó las sábanas al suelo con fuerza, como si el simple contacto con ellas le quemara la piel. Cada movimiento era brusco, cargado de rabia y asco, pero también de una tristeza que se negaba a reconocer. ¿Cómo podía Dazai haberle hecho algo así?

Apretó los dientes mientras arrancaba la última almohada, lanzándola contra la pared con toda su fuerza. El sonido del golpe no le trajo alivio, pero al menos le permitió sentir que tenía algo de control sobre una situación que claramente se le escapaba de las manos.

No iba a llorar. No iba a darle esa satisfacción.

Pero cuando se sentó en el borde del colchón desnudo, con las manos temblorosas y la respiración entrecortada, sintió cómo un nudo comenzaba a formarse en su garganta.
—Maldito seas, Dazai... —susurró, su voz quebrándose por primera vez.

Apoyó los codos en sus rodillas, enterrando el rostro en las manos. Había aguantado el espectáculo de su familia, la humillación pública, incluso las excusas ridículas de Dazai. Pero lo que más le dolía era cómo, a pesar de todo, una pequeña parte de él todavía quería entender por qué.

¿Por qué alguien que afirmaba quererle sería capaz de traicionarlo tan cruelmente?

Pero la verdad es que Chuuya es muchas cosas, y vengativo es una de ellas.

01/05


El olor del café recién hecho llenaba la cocina, mezclándose con el suave crujir del pan tostado. Chuuya estaba sentado a la mesa, con una taza humeante entre las manos y la mirada fija en la ventana. Sus mechones pelirrojos caían desordenados sobre su frente, y sus ojos azules estaban cargados de cansancio, aunque no había dormido lo suficiente como para justificarlo.

—¿Entonces? —La voz de Verlaine rompió el silencio, grave y directa como siempre. Él estaba apoyado contra el marco de la puerta, con una taza en la mano y su ceja arqueada en señal de curiosidad.

Chuuya levantó la vista, un tanto desganado.
—¿Entonces qué?

Verlaine se acercó, sentándose frente a él con un movimiento fluido.
—¿Ya terminaste con ese idiota? —preguntó, como si fuera lo más obvio del mundo, antes de llevarse la taza a los labios.

El pelirrojo frunció el ceño, recordando cada maldito detalle de la noche anterior.
—Sí, ya lo hice —respondió, con un tono que no permitía discusión.

Verlaine lo observó en silencio durante unos segundos, como si intentara descifrar algo en su expresión. Luego, dejó la taza sobre la mesa con un suave golpe y cruzó los brazos.
—¿Y vas a quedarte con esa humillación?

Chuuya le sostuvo la mirada, y por primera vez en todo el desayuno, algo parecido a una sonrisa se dibujó en sus labios. No era una sonrisa cálida ni amistosa; era una llena de determinación y un toque de peligro.
—Claro que no. Voy a hacer algo al respecto.

Verlaine asintió lentamente, como si aprobara esa respuesta.
—Bien. Porque si tú no lo haces, créeme, yo lo haré.

Chuuya asintió mientras comía el último trozo de su desayuno, agarró su mochila y se levantó —Debo ir al colegio, nos vemos más tarde.

—Bien, avísame si quieres que vaya por ti.

—Iré en mi motocicleta — avisó el pelirrojo saliendo apresuradamente de la casa.

Verlaine se quedó sentado, observando la puerta cerrarse tras Chuuya. Su expresión, aunque neutral, escondía una preocupación que no iba a admitir en voz alta. Dio un sorbo a su café antes de murmurar para sí mismo:
—Espero que sepa lo que está haciendo...

Mientras tanto, Chuuya encendió su motocicleta, el rugido del motor llenando el aire frío de la mañana. El viento despeinó aún más su cabello mientras se ajustaba el casco. Sabía que la conversación con Verlaine no había terminado realmente, pero no tenía tiempo para preocuparse por eso ahora.

Hoy empezaría a ejecutar su plan.

Con una última mirada a la casa, aceleró por las calles, dejando atrás cualquier rastro de la tranquilidad matutina. El colegio lo esperaba, pero lo que realmente ocupaba su mente era la promesa que había hecho en el desayuno.

No se quedaría con los brazos cruzados. No esta vez.

En cuanto Chuuya puso pie en su salón de clases, fue rápidamente arrastrado por su grupo de amigos al fondo.

—¿Es solo un rumor, verdad? —La pregunta tosca de Tachihara le hizo suspirar cansado, sabiendo que no podía escapar de la curiosidad de todos.

—No, no lo es —respondió, dejando caer su mochila en la silla de al lado, sin ganas de entrar en detalles, pero sabiendo que su silencio solo alimentaría más chismes.

Higuchi, sentada en el borde de la mesa, lo miró con una expresión de desaprobación.
—¿De verdad lo hizo? ¿Dazai?

Chuuya frunció el ceño y se pasó una mano por el cabello, como si esa simple acción pudiera borrar la ira y la frustración que sentía.
—Sí. Dazai.

Tachihara soltó una risa burlona, pero cuando vio la mirada de Chuuya, que no era para nada juguetona, su sonrisa se desvaneció.
—¿Estás bien, Chuuya? —preguntó, suavizando su tono.

—No. —Chuuya no perdió tiempo en dar una respuesta clara. Sentía la incomodidad a flor de piel, pero era lo que había. No había vuelta atrás.

Aun así, en el fondo, algo en su interior hervía, una mezcla de rabia y una necesidad de hacerle pagar a Dazai por su traición.
—No me voy a quedar con los brazos cruzados.

La tensión en el aire era palpable. Higuchi y Tachihara se miraron entre sí, sin saber si decir algo más o dejar que Chuuya tomara el control de la situación como siempre lo hacía.

—¿Al menos sabes lo que harás? — la pregunta repentina de Kajii les llamó la atención.

—No. Pero eso es lo de menos — ante su respuesta ingresó el maestro de turno, así que todos fueron a sus asientos para realizar el saludo cotidiano.

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