3 MIDU
Midu se quedó enfrente del joven, este le ofreció su mano con la palma apuntando al cielo, de fondo el Gran Árbol de Viridia les acogía bajo sus inmensas ramas deslumbrantes, la chica posó su mano sobre la de Gram. En ese momento levantó la mirada y se encontró con los ojos celestes, penetrantes y fríos del príncipe de Rocaventia.
- Podéis pronunciar los votos -dijo el Gran Erudito al mismo tiempo que les unía las manos con una cinta.
- Mi querida Midu Eldaren, princesa de Viridia -comenzó a decir Gram-. Desde el momento en que nuestras miradas se cruzaron, supe que nuestros destinos estaban entrelazados de maneras que ni el tiempo ni el espacio podían comprender. Hoy, ante estos testigos y bajo tu cielo, prometo ser tu refugio en los tiempos de incertidumbre, y tu compañero en cada aventura que la vida nos depare.
Midu era semihumana; el único rasgo que la diferenciaba de un humano eran sus orejas alargadas y su conexión con la naturaleza. La chica tenía ojos grandes y verdes como esmeraldas, el pelo largo y trenzado del color del oro, y en su cara y cuerpo tenía tatuajes simbólicos de su cultura.
- Mi amado Gram Maristhar, príncipe de Rocaventia, desde el primer día que llegaste a Viridia, supe que mi vida cambiaría para siempre. He visto en ti la fuerza y la pasión. Hoy, en este lugar sagrado, te prometo ser tu luz en los momentos oscuros, tu consuelo en los días difíciles, y tu alegría en cada instante que compartimos.
Gram era un poco mayor que Midu; su pelo era largo, casi tanto como el de ella, pero a diferencia de su cabellera dorada, la suya era negra como la noche y lisa como un papel. El chico era realmente pálido, casi translúcido, delgado y esbelto, pero con un aire de fragilidad. También era alto y le encantaba llevar joyas de plata.
Ambos dejaron un pequeño silencio para poder empezar el voto conjunto al mismo tiempo, y cuando Midu notó el movimiento de los labios de Gram, empezó a recitarlo junto a él.
- Nos comprometemos hoy, y cada día que nos quede en esta vida, a amarnos y respetarnos. Que nuestras almas encuentren paz en el abrazo del otro, y que nuestros corazones latan como uno solo en cada paso de nuestro viaje. Con estas palabras, sellamos nuestro amor y nuestras promesas, eternamente vinculados como esposo y esposa. Que nuestra unión sea fuerte y duradera.
Sus miradas volvieron a cruzarse y sus labios se sellaron los unos contra los otros durante unos segundos.
- Nadie diría que se conocieron hace apenas una semana -dijo Elara a su marido en voz baja.
- ¿Qué más da eso? ¿Tú sabes lo importante de este momento? -le preguntó Vladar sin esperar respuesta. Esta alianza entre Eldaren y Maristhar nos hace ser las casas más poderosas de toda Valoria.
- Tienes razón -le contestó Elara-. Además, he oído que acaba de morir Teron Shakin.
- Sí, aquel viejo, junto con Durkin Cimarro, prácticamente dictaban las órdenes en toda Valoria, uno desde el norte y el otro desde el sur.
Vladar era un señor ya mayor de largo pelo blanco y con un parche en su ojo derecho. Este lo perdió por culpa de Durkin el día del nacimiento del príncipe Gram, pues este le dijo al de la casa Cimarro que su hijo sería mucho más fuerte y bello que el del rey de las arenas. Este, al principio, le siguió el juego, pero cuando Vladar bajó la guardia, Durkin agarró una copa de cristal y la estampó contra el rostro del reciente padre. Mientras se retorcía en el suelo, lo último que vio con su ojo derecho fue a Durkin igual de serio que antes de toda la conversación.
- Pero con nuestro nuevo aliado podríamos plantar cara a los Cimarro -intentó persuadir a su marido.
- No es tan fácil. Para empezar, no tenemos potestad absoluta sobre las huestes de Viridia; además, es muy complicado cruzar el maldito desierto de arena -refunfuñó Vladar.
-Bueno, al menos la chica parece bella -dijo la mujer, volviendo a la conversación original.
-Sí, bella, joven y sin demasiado carácter -apuntó el hombre-. La manipulará como él quiera.
La ceremonia pasó al banquete. En este se encontraban en el bosque privado del castillo, y en una mesa en forma de "U", a la izquierda estaban los allegados de Gram, a la derecha los de Midu, y en la parte conexa los príncipes y sus familiares más cercanos.
- ¡Enhorabuena, hermana! -la voz venía de su derecha, y enseguida vio a su hermana mayor, Rome, alzando su copa por el matrimonio de su hermana.
Midu realmente no amaba al príncipe Gram. Era imposible; habían hablado dos o tres veces contadas, y entre la timidez de ella y la frialdad de él, apenas hubo momentos de buen valor romántico. De hecho, el matrimonio fue concertado por Vladar y la propia Rome, la hermana mayor, que era a la vez la reina de Viridia. Ella solía decir que las que reinaban eran las tres hermanas, pero realmente las decisiones más importantes siempre las tomaba Rome, y a veces lo consultaba con Soca, pero rara vez tenía en cuenta a Midu.
Rome ya era una mujer adulta, pero eso del matrimonio no iba con ella. Desde que Midu era pequeña, se ha ido acostumbrando a que su hermana fuera muy libertina, ya que cada cierto tiempo la veía con una pareja diferente, y le daba igual hombre o mujer. Su hermana era una mujer que imponía mucho; era alta, de pelo oscuro, sus ojos tenían un reflejo dorado y sus orejas de medio humana hacían que fuera una mujer peculiar.
La fiesta continuó, y todo el mundo hablaba, comía y reía, todos menos Midu, la cual no sentía real aquello que vivía. En su cabeza se preguntaba cómo sería su vida a partir de ahora, y eso le generó muchísima ansiedad que se manifestaron como fuertes dolores de estómago.
- Disculpa -dijo Midu a su nuevo marido.
La chica se levantó de su asiento y fue lo más rápido que pudo a tomar el aire. Rome hizo una seña a su hermana Soca para que fuera a ocuparse de Midu mientras ella entretenía al resto de los invitados.
- ¿Qué ocurre, hermana? -preguntó Soca.
Soca era la más diferente de las tres hermanas. Ella era una semihumana con ascendencia demoníaca. La ascendencia demoníaca es algo muy común en aquellos que provienen de la región del fuego y los volcanes, pero extraño encontrar un semihumano que también contara con estas características. El rasgo principal que diferencia a los descendientes demoníacos son sus cuernos; los de Soca no eran muy grandes, pero se encontraban retorcidos, algo tapados con el rubio platino de su larga melena.
-Por un momento pensé que me ahogaba... Yo... -No sabía bien cómo explicarle a su hermana aquello que le pasaba.
-Está bien -Soca la abrazó-. Es normal; estás en una época de mucho cambio, aún eres muy joven.
- No me quiero ir de Viridia. He escuchado historias de Rocaventia y cada una es peor que la anterior.
-Eso no va a ser posible; piensa que debéis estar juntos, y Gram es el único heredero de los Maristhar. Sus padres jamás le dejarán vivir fuera de su reino -le dijo mientras cogía sus manos para tranquilizarla-. Y si el príncipe es demasiado frío para ti, llévalo a tu terreno.
-Está bien -lo intentaré le contestó, mirando a su hermana a los ojos.
Las dos hermanas volvieron a la fiesta, donde todo el mundo se encontraba bailando y cantando. Nada más entrar, Rome agarró a Soca, y ambas bailaron juntas, aunque Midu sabía muy bien que las dos acabarían con otra pareja esa misma noche.
- ¿No bailas? -le preguntó Midu a Gram.
- No -esta respuesta heló a la tímida Midu-. Si no es con vos.
El príncipe se levantó de una manera elegante y le ofreció la mano a su princesa. A Midu esto le trajo recuerdos del momento del casamiento, pero se hizo la valiente y agarró la mano de su marido.
Empezaron a bailar, y el príncipe era realmente hábil en sus movimientos. Con uno rápido de estos, acercó a Midu, y siguieron bailando. Cuando sus miradas se encontraron, este fue el primer momento de conexión real que habían vivido los recién casados.
La fiesta terminó, la gente se fue despidiendo poco a poco, y las últimas felicitaciones por la boda terminaban por llegar. Cuando todos se empezaron a retirar a sus respectivos aposentos, Midu se dio cuenta de que debería pasar la noche con Gram a solas, y esta simple idea la atemorizó.
Una vez en la habitación y a solas, la tensión se podía sentir perfectamente. Ambos se quedaron en prendas íntimas, y Gram se acercó poco a poco a Midu. Esta empezó a temblar un poco.
-Tranquila... -le susurró al oído.
Nada más acabar de decir esto, la miró a los ojos y le acarició el rostro. Acto seguido, la besó lentamente.
-Esta noche no haremos más que esto -le afirmó el príncipe-. Una vez lleguemos a Rocaventia, ya veremos cómo lo haremos.
- ¿De verdad? -Midu no podía creerlo; tal vez el príncipe fuera más gentil de lo que ella misma pensaba.
Él no respondió la última pregunta de la chica y se acostó directamente. Ella se quedó paralizada unos segundos, pero después se acomodó al lado de su marido y apagó la única vela que daba luz a la habitación.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top