12 GRAM
Ya habían pasado varios días desde el duelo. El viaje continuó con total normalidad y nadie se atrevió a cuestionar el honor de Gram, al menos no de forma manifiesta. Habían dejado atrás Bosque Luz y se adentraban en Colinas Sombrías; el príncipe se sentía cada vez más cerca de su hogar.
Desde el duelo, el joven Maristhar no había soltado Luz de Amanecer. Cada vez que su mano quedaba sin propósito, la posaba sobre el pomo de esta. La sentía suya; con ella había quitado una vida por primera vez. Desde aquel momento, tampoco había vuelto a intercambiar palabras con Midu; se imaginaba que la princesa de Viridia no debía estar muy contenta con cómo se desarrolló el combate, menos aún con la actitud de Gram.
El chico observaba a su alrededor, los grandes picos de roca que se mezclaban con las nubes y escondían el sol tras sus cimas. Gram nunca fue el mejor para explicar sus sentimientos, pero siempre supo apreciar la belleza en el peligro, y aquellos montes tenían mucho de aquello que tanto fascinaba al príncipe.
Las horas pasaban y Gram sentía cómo el aburrimiento ganaba pequeñas batallas dentro de él. Su mente trataba de recordar el viaje de ida para estimar cuánto tiempo tardarían en llegar. Recordaba que en la ida fueron alrededor de quince días; en realidad, no sabía exactamente cuántos días llevaban volviendo, pero pensó que serían unos diez, por lo que le quedaban unos cinco días de lo que se estaba volviendo una tortura.
Sin Liam, el príncipe no tenía con quién hablar, sobre todo porque tampoco se hablaba con su esposa. Su padre estaba demasiado ocupado haciéndose el líder de la comitiva, y su madre, pese a su adoración por ella, no resultaba nada interesante para Gram. Pero en su infinito aburrimiento, Gram tomó una decisión fruto de la desesperación: trataría de charlar con Rome, aunque las charlas con la reina de Viridia solían parecerse más a una guerra de palabras, algo en lo que ella era bastante superior al príncipe.
—¿Alguna vez habíais estado en esta región? —preguntó Gram, acercándose a su caballo. La mujer parecía no prestarle atención en un principio.
—A veces se os olvidan vuestros modales, príncipe —dijo Rome. Gram entendió en seguida a qué se refería la reina.
—Perdonadme, majestad —rectificó Gram.
—En realidad, sí había estado antes. Cuando vos nacisteis, vuestro padre invitó a los grandes señores de Valoria, y mis padres decidieron que era buena idea que conociera el mundo más allá de Viridia —contó Rome—. Aunque apenas tenía siete años, recuerdo que me pareció un lugar triste.
—Siento que vuestro recuerdo sea así. Espero que esta vez sea diferente.
—Estoy segura de que lo será.
Rome siguió con la vista puesta al frente, evitando el contacto visual con Gram, aparentemente tratando de cerrar la conversación, pero el príncipe deseaba charlar con ella.
—¿Os puedo hacer una pregunta, alteza? —dijo Gram, tratando de revivir la conversación.
—Decidme —contestó Rome sin apartar la mirada del frente.
—¿Por qué elegisteis a vuestra hermana menor para el casamiento en lugar de vos misma?
Rome giró su cabeza y, por primera vez desde que comenzó la conversación, Gram consiguió captar la atención de los ojos dorados de la reina. Aunque en silencio, la reina dejó ver una pequeña sonrisa burlesca, como si una vez más se riera del príncipe.
—Cuando vuestro padre os ofreció en casamiento, lo pensé —afirmó Rome. Esto sorprendió bastante al chico, que esperaba una respuesta más tajante—. Pero, pese a ser el único heredero de Maristhar, creí que una reina os quedaría grande —esta respuesta era más parecida a la que se esperaba de Rome—. Además, yo tendré que cuidar de Viridia y vos de Rocaventia, y no sois de mi preferencia —cuando Rome dijo esto, Gram recordó que había escuchado hablar sobre la sexualidad de la reina y que era común verla con mujeres, aunque también se decía que no le hacían ascos a algunos hombres.
—¿Y qué hay de vuestra otra hermana? —preguntó Gram—. Ella no es reina y es mayor que Midu.
—Así es —dijo Rome—. Pero Soca no es hija de mi madre y, pese a ser reconocida como princesa con todos sus derechos, por sus venas corre sangre de demonio y de elfos. Pensé que no sería buena idea que vuestros herederos poseyeran cuernos, orejas alargadas y colmillos de vampiro.
Gram hizo un gesto de asentimiento para darle la razón a Rome. Aunque en realidad él dudaba de cuánto de vampiro había en él; sus colmillos eran algo más afilados que lo común, pero alejados de la descripción de sus antepasados, que decían que a algunos les sobresalían hasta los labios. Lo que era innegable es que la princesa Soca, como sus hermanas, provenía de los elfos, de ahí que fueran consideradas medio humanas y que, además, ella misma proviniera de la sangre del fuego del norte, pues Gram recordaba cuando la vio que lucía cuernos sobre su cabeza.
—Así que solo os quedó Midu —dijo Gram.
—Subestimáis a mi hermana —contestó rápidamente la reina—. Puede que su carácter no sea el más fuerte, pero es una de las mujeres más bellas de Valoria y posee algo especial.
—¿Algo especial? —preguntó el chico confundido.
—Sí, es difícil de explicar —siguió contando Rome—. Es semejante a una fuerza natural, trascendiendo lo corpóreo —dijo Rome sin saber muy bien cómo explicarlo.
—¿Habláis de algo mágico?
—No, la magia puede controlarla cualquiera que posea sangre de elfo —le contó Rome—. Es más comparable a un lazo con el bosque y su vida.
El príncipe no acabó de entender qué trataba de expresar Rome con todo aquello, pero la conversación ya se le hacía monótona, por lo que decidió volver a perderse en sus pensamientos.
Cuando se quiso dar cuenta, ya habían llegado a Picos de Elan, una pequeña fortaleza que se encontraba incrustada entre las altas montañas, características de la zona, ya que fueron talladas en sus cimas, haciendo parecer que cada una tiene un rostro propio.
La comitiva, liderada por Vladar, se acercó al gran barranco que separaba la fortaleza de la montaña. El puente levadizo cayó lentamente, permitiéndoles el paso al interior de la fortaleza.
Al pasar el pequeño túnel de la entrada y adentrarse un poco en el patio principal, Gram reconoció rápidamente a un viejo amigo. Mavon fue el mejor amigo de Gram durante su infancia, ya que se criaron juntos en Rocaventia hasta que Mavon decidió regresar a su lugar de origen. Él era un Shal, una raza de guerreros un poco más grandes que los humanos de promedio, de piel grisácea, generalmente fuertes, con pequeñas orejas y grandes dientes. Todos allí eran así, pues aquel lugar era su principal asentamiento y ya no quedaban muchos Shal en Valoria.
—¡Cuánto tiempo, colmillos! —dijo en tono de broma Mavon mientras esperaba a Gram, quien trataba de bajar velozmente de su caballo para recibir un fuerte abrazo de su amigo.
—Sigues siendo igual de feo —le dijo Gram.
—Y tú sigues siendo igual de estirado —le contestó el Shal.
La parte del grupo procedente de Viridia parecía realmente sorprendida al ver a los Shal, pues en la gran biblioteca de Viridia hay muchos libros que los nombran y describen, pero nada es parecido a verlos con sus propios ojos. Tampoco ayudaba su terrible fama de brutales guerreros, pero por el cariño con el que trataban a los Maristhar parecía que también sabían comportarse.
—En cuanto me enteré de que conseguiste ser el Mhakutu, supe que debíamos venir a verte —dijo Vladar, quien se acercaba a los dos amigos con Elara de la mano.
Gram no sabía mucho sobre las palabras de aquel idioma, pero interpretó que su amigo era el líder de los Shal. También sabía que este honor se conseguía derrotando al anterior Mhakutu en combate cuerpo a cuerpo sin armas. Mavon les hizo una reverencia a los señores de Rocaventia, un poco torpe; se veía que estaba más acostumbrado a un trato más simple y no tan formal.
—Enhorabuena entonces —dijo Gram, felicitando a su amigo.
—Es todo un honor —dijo Mavon—. ¡Mientras yo sea el Mhakutu, los Maristhar serán tratados como Shal! —gritó para que todos los Shal que habían ido a ver el motivo por el que se abrían las puertas de la fortaleza se enteraran del respeto mutuo entre Maristhars y Shal.
—¿No le tenéis que presentar a alguien? —preguntó Elara a su hijo. Él no entendía a qué se refería hasta que, después de unos largos segundos, cayó en lo que quería decir su madre.
—Por supuesto —dijo el príncipe mientras buscaba a Midu—. Os presento, ella es Midu Eldaren, princesa de Viridia y ahora también de Rocaventia —dijo mientras observaba el rostro de Midu aún con signos de disgusto y recordó que debía hablar con ella sobre lo ocurrido en el duelo—. Y él es Mavon Kurti Majuru de los Shal.
—Mhakutu —corrigió Vladar.
—Encantada, Mavon Kurti —dijo Midu tímidamente.
—El placer es mío de conocer a la princesa que ha atrapado el negro corazón de Gram, el príncipe tiniebla —contestó Mavon en tono jocoso—. Bueno, no he tenido mucho tiempo desde el aviso de vuestra visita, pero os he preparado un par de habitaciones en la fortaleza para vos y tu familia. El resto de los acompañantes podrá descansar en el campamento interior.
Mavon guió al grupo al campamento interior, una zona amplia y despejada con una gran hoguera en el medio. Después guió a Rome y Midu a su habitación dentro de la fortaleza, hizo lo mismo con los padres de Gram y, finalmente, con él.
—¿Cómo no me habíais contado que os habíais casado? —recriminó Mavon mientras recorrían los pasillos de Picos de Elan, pasillos de roca amplios para humanos y cómodos para los Shal.
—¿Cómo no me habíais contado que erais el líder de los Shal? —contragolpeó Gram.
—Ha ocurrido de un día para otro.
—Igual que mi casamiento —dijo Gram.
—Pues habéis tenido suerte —dijo Mavon mientras se acercaba a la puerta de la habitación de Gram.
—¿Por qué lo decís?
—Es la humana más bella que he visto en mi vida —contestó Mavon.
—Es semihumana —replicó el príncipe.
—Ya me entiendes.
—Te entiendo, no Shal —dijo Gram con tono burlesco.
—Así es, y como no lo sabía, os tenía una sorpresa preparada —dijo Mavon.
—¿Una sorpresa? —preguntó Gram confundido mientras su amigo abría la puerta.
—Todo esto para vos —dijo el Shal mientras Gram veía la habitación. Toda la estructura de la fortaleza por dentro parecía hecha a partir de una cueva natural. La sala estaba llena de telas típicas de los Shal de colores grises, azules, rojos y dorados; y sobre la cama, tres mujeres Shal vestidas con escasa ropa esperaban a Gram.
El príncipe se tomó unos segundos para asimilar la situación. Mientras las mujeres y Mavon reían fogosamente, Gram permanecía serio.
—¡Fuera ya! —la ira del príncipe explotó cuando una de las mujeres Shal trató de acercarse a él provocantemente—. ¡Largo!
Las tres mujeres salieron huyendo de allí, tratando de taparse con la poca ropa que llevaban, mientras Mavon se quedaba paralizado ante la reacción de su amigo.
—¿Cómo se te ocurre meterme tres putas en mi habitación? —exclamó Gram—. ¿Qué creéis que soy, un folla Shal?
—No, mi príncipe, perdonadme, no era la intención —dijo Mavon mientras trataba de hacer una reverencia.
Toda la amistad que habían mostrado parecía haberse esfumado en apenas unos segundos, y el gran líder de los Shal parecía ser tratado como un vasallo más por el príncipe de Rocaventia.
—¡Marchaos, antes de que me arrepienta de haber sido tan piadoso frente a vuestras injurias! —dijo Gram mientras Mavon se retiraba.
El príncipe entró en la habitación y se aseguró de cerrar la puerta tras él. Tranquilamente se acercó hasta la cómoda, desabrochó el cinturón donde se encontraba su espada y la dejó sobre esta. También se fue quitando cada una de sus joyas de plata, empezando por los anillos de sus dedos. Después desabrochó su blanca camisa y, posteriormente, se la quitó. Hizo a un lado sus botas y retiró sus calzas y calzones.
Por la pequeña ventana, pudo observar durante unos segundos la luna llena en calma absoluta. Tras esto, posó todo su cuerpo desnudo sobre la cama, observó el rocoso techo en absoluto silencio, reflexionando sobre su boda, el duelo y todo lo ocurrido. Agarró fuertemente las sábanas de la cama, saboreando el olor de aquellas rojas telas, y no pudo evitar autocomplacerse.
La luz de la mañana ya se colaba por la pequeña ventana y chocaba con la pálida piel de Gram. El príncipe se levantó de la cama y comenzó a vestirse. Se dio cuenta de que en la mesita había un pequeño espejo de mano; lo agarró y se miró fijamente en él. Inconscientemente dejó caer una lágrima y, al verla a través de este, lo tiró al suelo y lo pisó, rompiéndolo en mil pedazos. Agarró algo de fruta de la mesa para comer y se colocó sus anillos y su collar de plata.
Al salir de la habitación, recorrió los pasillos de arriba a abajo, tratando de recordar dónde se encontraban Rome y Midu. Finalmente, se topó con Rome, que parecía haberse despertado hace poco también.
—Mi reina, ¿sabéis dónde se encuentra la princesa? —preguntó Gram respetuosamente.
—Sí, se despertó temprano. Al llegar vio una zona con árboles cercana a la fortaleza y deseaba pasar un tiempo allí.
—Gracias, majestad.
Gram trataba de salir de la fortaleza, pero aquel lugar parecía todo un laberinto. Tras un largo rato dando vueltas, el príncipe halló la salida. Se dirigió hasta la puerta principal, donde se encontró con Elara dando un paseo.
—Madre, decidle a padre que marchamos hoy mismo de este lugar —dijo Gram firmemente.
—¿Por qué tanta prisa? ¿No quieres pasar más tiempo con Mavon? —preguntó Elara, confundida.
—Sí, pero este lugar me repugna —dijo con asco.
—Está bien, si es lo que deseáis —dijo la madre, acariciando el pelo de su hijo.
Siguió su camino y esperó en la puerta principal a que los guardias le bajaran el puente. Caminó sendero abajo, buscando aquel lugar del que le habló Rome. Ella dijo que lo vieron llegando, pero Gram no recordaba haber visto aquello; quizás se encontraba demasiado perdido en la oscuridad de su mente.
Finalmente recorrió toda la colina abajo hasta dar con un riachuelo que separaba uno de los picos de Elan de una zona de verde hierba, flores y un par de árboles. Era extraño ver tanta vegetación en esa región, pero desde lo lejos los ojos de Gram se clavaron en Midu. Ella se encontraba de rodillas sobre el césped, admirando una bella flor, al igual que Gram la admiraba a ella. El príncipe sintió pequeños movimientos en su estómago y, cuando Midu notó su presencia a unos metros de distancia y sus miradas se cruzaron, el oscuro corazón del príncipe tiniebla latía con más fuerza que nunca, como si quisiera abandonar su cuerpo.
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