11 AMIL

La expedición seguía su curso; cada vez se adentraban más y más en aquel misterioso bosque de árboles susurrantes. Amil se veía fascinada por la cantidad de ruidos que era incapaz de averiguar de dónde procedían y qué era lo que los producía. Ella siempre había sido una persona muy dada a la investigación y le maravillaba todos los misterios que parecía albergar el bosque Freendor.

La comitiva continuó hasta que la luna dominó los claros cielos. Era fácil ver el cielo y las estrellas, ya que la mayoría de los árboles eran pinos, los cuales eran realmente altos, pero permitían ver el cielo nocturno. Si hubiese sido por Amil, el grupo no hubiera descansado en toda la noche; las ganas de seguir se apoderaban de ella. Por suerte para el resto, Alaric era consciente de que los descansos en los largos viajes son fundamentales y debían ser respetados.

—Deberíamos acercarnos al río para hacer el campamento, Amil —sugirió Alaric.

Amil no quería que el día acabara ya, pero el respeto por la experiencia del caballero acabó ganando al ímpetu de seguir descubriendo el bosque.

—Usted manda, Alaric —respondió Amil.

El grupo giró en dirección al río Clauet. No pasó mucho tiempo hasta que el ruido del agua llegó a los oídos de la chica. La noche ya había llegado y el frío era más que notable; el duque tiritaba desde hacía ya un rato. Esto no le resultaba raro a Amil, ya que Monte Blanco es una de las localizaciones menos frías de toda la región, mientras que Glaia era una de las más gélidas.

—¿Podemos acampar ya? —preguntó Udym con tono de exigencia—. Me muero de frío.

—Deberíamos acercarnos más al río, duque —dijo Sam Cazbin, quien era el guardia personal de Udym.

—Pero ya se escucha el río y aquí hace mucho frío —replicó el duque.

—Solo debéis hacer un último esfuerzo, mi señor —dijo Alaric tratando de llegar al objetivo.

El duque de Monte Blanco siguió refunfuñando para sí mismo, mientras que Amil empezaba a ver el río con sus propios ojos.

—Veis, no era para tanto —dijo Amil mientras desmontaba su caballo—. Aquí ya está bien, ¿no creéis, Alaric?

—Sí, acamparemos aquí mismo —confirmó el caballero. La zona parecía tranquila; el río se encontraba a un par de metros y no había tantos árboles como antes—. Sir Handum y señora Trile, buscad leña para hacer fuego; y señora Brodra y sir Naeh, explorad la zona en busca de posibles peligros.

—Ahora mismo, sir comandante —dijo Erenae Brodra mientras volvía a montar a su caballo.

—Sir Cazbin, usted vendrá a recoger algo de agua del río conmigo —dijo Alaric.

—Esperad un momento, usted no me da órdenes —replicó el joven caballero.

—Sam tiene razón; el único que le da órdenes soy yo —intervino Udym, quien se cubría con todo tipo de ropajes para calentarse.

Amil no entendió el porqué de la rebeldía, no solo del duque, sino también de su guardia. Ella sabía que Alaric solo pensaba en el bien del grupo más allá del ego de cada uno, pero los del clan de Monte Blanco parecían tener ideas muy diferentes a las del noble caballero.

—Hay que ver —dijo Amil, echando de reojo una mirada fría como el hielo tanto al duque como a su guardia—. Yo os ayudaré, Alaric.

—Lo siento, Amil, pero es un trabajo muy pesado —replicó Alaric.

—Seré princesa, pero, hasta el momento, puedo vencer al agua —contestó Amil, ciertamente ofendida.

—Yo os ayudaré, sir Pail —dijo Thoren mientras agarraba uno de los cubos donde Alaric pensaba transportar el agua.

Amil puso mala cara al gesto de su amigo, entendiendo que él también la veía incapaz de transportar el agua. Cierto es que los cubos eran grandes y pesados, y aún vacíos, pero Amil se sintió mal porque sentía que la seguían tratando como princesa y no como exploradora.

—Tranquila, traeremos agua de sobra —dijo el herrero mientras le daba un amistoso empujón a Amil, y a ella se le escapó una pequeña sonrisa.

Mientras toda la guardia de Amil, más Thoren, se ponían a trabajar en los recursos para pasar la noche, Sam, quien se había negado a ir a por agua, ahora montaba tranquilamente el campamento. Apenas eran tres tiendas: una para Amil y Selene, otra para Udym y Thoren, y la última para todos los guardias, quienes se tendrían que turnar también para hacer guardia. Las tiendas eran pequeñas, pero lo que más llamaba la atención de Amil era que fuera Sam quien las montara, así que imaginó que Udym querría irse a dormir y le ordenó que lo hiciera cuanto antes.

—Amil, voy a ir con Zimer y Pile a buscar la leña —dijo Selene, y antes de que Amil pudiera abrir la boca, su amiga ya se alejaba hacia el bosque.

A ella le molestaba mucho cuando su amiga hacía ese tipo de cosas, las cuales solía hacer muy frecuentemente. Selene aparecía y desaparecía de las conversaciones cuando le daba la gana, sin esperar turno de palabra, interrumpía tu paz, y cuando te encontrabas pensando en la respuesta, desaparecía con el viento.

A Amil le pareció entonces buena idea tratar de averiguar el porqué del comportamiento del guardia del duque; tampoco tenía mucho más donde elegir. El resto se había alejado del campamento con sus diferentes objetivos y el duque... Amil preferiría a cualquier ser humano antes que al duque, pero además estaba arropado con diferentes prendas y medio dormido ya sobre el tronco de un árbol caído.

—¿Por qué montáis el campamento, sir Cazbin?

—¿Dónde pretendéis dormir si no, Amil? —contestó Sam. Aquella forma de dirigirse a ella le causó enfado, pues se había saltado el protocolo al dirigirse hacia una princesa.

—Está bien que no recibáis órdenes de mis guardias, pero por lo menos tratadme como lo que soy: vuestra princesa y futura reina —dijo Amil, dejando salir todo su orgullo afuera.

—Perdonadme, lady Shakin, pero me fijé que sir Pail os llamaba por vuestro nombre y pensé que sería una designa tuya, mi princesa —rectificó Sam.

Amil cada vez entendía menos al joven guardia. Primero pensó que era un irrespetuoso, faltando el respeto a Alaric al negarse a cooperar y saltándose los códigos de conducta, aunque luego montó el campamento él solo y aceptó su error.

—¿Tratáis de jugar conmigo? —preguntó Amil confundida.

—No, mi lady, solo me disculpo con vos.

—Está bien —dijo la chica sin demasiada seguridad en la honestidad de aquellas palabras—. Podéis llamarme Amil; nunca me gustó eso de los códigos de conducta.

—Como deseéis, princesa Amil —contestó Sam mientras hacía una reverencia, y al agacharse, Amil escuchó cómo este no podía contener la risa.

—Maldito embustero —dijo Amil, uniéndose al guardia en la risa.

—Perdonadme de verdad —dijo Sam, esta vez cambiando a un tono más serio y sincero—. Con el duque siempre hacemos chanzas para mantener el humor.

—Quizás deberíais recordar que yo no soy el duque —dijo Amil un poco amenazante.

—Tenéis toda la razón, Amil —contestó esta vez sin risa Sam.

Amil aguantó su seria postura unos segundos, hasta que dejó salir la risa que estaba conteniendo al ver al desafiante Sam tan sumiso ante sus palabras.

—Está bien —dijo el chico—. Poco a poco os voy conociendo.

—Aún os falta mucho por conocer, sir Cazbin —dijo Amil.

El chico cambió su mirada tras las palabras de Amil, como si ella le hubiera desafiado a conocerla y demostrárselo. El joven cada vez era más del agrado de Amil; a diferencia del duque, el chico era de una edad más parecida, alto, de rostro joven pero marcado, y en lo que se parecía al duque era en sus ojos azules y su cabello rojizo. Aunque el caballero no portaba coleta como Udym, sí dejaba caer rizos desordenados sobre su rostro.

—¿Cómo llegasteis a ser caballero de la guardia de Monte Blanco siendo tan joven? —preguntó Amil con curiosidad.

—Una historia demasiado larga —contestó Sam—. Quizás cuando os conozca más os la cuente.

A la princesa le estaba cansando ya ese tira y afloja constante en la conversación con sir Cazbin, por lo que decidió alejarse de allí. Amil se sentó sobre un tronco caído y observó cómo el muchacho acababa de montar las tiendas sobre la nieve. Sam se acercó al duque, al cual agarró casi como si fuera un bebé, y lo llevó hasta su tienda para que pudiera descansar tranquilo.

Después de un rato, el caballero salió de la tienda, cruzando su mirada con la de Amil. Sam hizo intención de acercarse a Amil, pero de golpe cambió de dirección hacia el río. La chica lo siguió atentamente con la mirada hasta que el ruido de madera cayendo la interrumpió. Al darse la vuelta, Amil descubrió que eran Zimer y Pile quienes ya regresaban con la leña.

—Sir Handum, sira Trile, ¿dónde se encuentra Selene? —preguntó Amil, preocupada.

—No lo sabemos, mi lady —contestó Pile.

—Me dijo que iría a ayudaros con la leña —dijo Amil, preocupada.

—Quizás cambió de idea y fue con sir Naeh y sira Brodra —contestó Zimer.

—Sí, eso puedo creerlo viniendo de Selene —afirmó Amil.

Al rato volvieron Alaric, Thoren y Sam, los tres cargando con cubos donde transportaban agua del río. Alaric y Thoren dejaron sus cubos y se acercaron a calentarse en el fuego que había hecho Amil con la leña que habían traído Zimer y Pile.

Sam se mantuvo algo alejado del grupo, vigilando los alrededores de la tienda donde descansaba Udym. El joven caballero mantenía su rostro serio e inalterado.

—¿Qué sabéis de sir Cazbin? —preguntó Thoren a Alaric.

—No mucho —contestó Alaric, mientras Amil se mantenía atenta a la conversación que mantenían ambos—. Sé que en el sur de la región se le conoce como "El caballero de la llama blanca", pero sobre el resto desconozco su historia.

—No entiendo cómo un caballero puede ser tan terco —dijo Thoren.

—Al final sí nos ayudó —replicó Alaric—. A veces la gente trata de aparentar fortaleza con actos individualistas, aunque sepan que la mejor forma de prosperar sea uniendo fuerzas.

—A mí me parece que pensó que tardábamos demasiado y vino a hacerse el héroe —dijo Thoren.

—¿Y vos por qué le tenéis esa inquina? —intervino Amil.

—Pues porque yo... —Thoren se quedó impactado con la interrupción de Amil a la conversación que mantenía con Alaric—. No es inquina, pero me imagino que todos deberíamos ayudarnos sin pensar quién da cierta orden.

La llegada de Erenae y Apol interrumpió la ardua conversación que se fraguaba sobre la moralidad de sir Cazbin. Los dos caballeros llegaron y dejaron sus armas. Luego se acercaron al fuego que rodeaba el resto del grupo, pero Amil seguía sin saber dónde estaba su amiga.

—Sira Brodra, sir Naeh, ¿Selene se encontraba con ustedes? —preguntó Amil, asustada.

—No, nunca ha estado con nosotros, mi lady —dijo Apol.

Todos se sobresaltaron con la respuesta; algo tendría que haberle ocurrido a Selene. Amil escuchó algo entre unos matorrales y acto seguido el sonido de una flecha saliendo disparada. Por un momento, la chica pensó que les estaban atacando, pero luego entendió lo que ocurría. Selene apareció de entre los matorrales, portando con ella un saco y su arco.

—¿Nadie pensó en la comida? —preguntó Selene ante la atenta mirada del grupo.

La chica dejó el saco y empezó a sacar de él conejos que había cazado ella misma en el bosque.

—¿Por qué no avisaste que irías a cazar? —le preguntó Amil, visiblemente enfadada.

—Porque eres la reina de las curiosidades. Sé que querrías venir conmigo y necesitaba silencio para cazar.

Las palabras de su amiga solo hicieron enfadar más a Amil, quien escuchó las suaves risas de Thoren y Alaric, las cuales parecían darle la razón a Selene. La chica se dirigía directa a la tienda para dormir, haciendo caso omiso a lo que le decía Amil. Las caras de todos cambiaron tras esto, y la tensión era palpable en el ambiente.

Sin decir nada más, Amil fue directa a la tienda donde había entrado Selene para confrontarla por sus malos gestos hacia ella. Al entrar, encontró a su amiga a punto de tumbarse mientras dejaba su arco y mochila a un lado. La tienda no era muy grande; era más bien pequeña, suficiente para ellas dos.

—No vuelvas a ignorarme así —dijo Amil con tono hostil—. Menos aún delante de todos. Se supone que debo ser una figura de autoridad.

—Amil, conozco de sobra este bosque y os conozco de sobra a vos.

—No se trata del bosque, se trata de mantener informado al grupo —seguía diciendo Amil en su enfado—. No puedes hacer y decir lo que te da la gana y desaparecer y aparecer como si nada.

—¿Y quién me lo prohíbe? —contestó Selene con orgullo.

—Yo, que soy vuestra princesa y futura reina —respondió Amil con más orgullo del que lo había hecho Selene antes.

—Se os llena la boca de orgullo, pero no hacéis nada —dijo Selene, plantándole frente a su amiga—. Y pensáis que, como vos no podéis hacerlo y soy vuestra amiga, debo quedarme a vuestro lado a esperar que el resto lo haga por mí. Pero no —siguió Selene sin dejar hablar a Amil—. Siempre os han puesto trabas para hacer según qué cosas porque sois la futura reina, pero ¿cuántas veces has intentado superarlas?

Amil y Selene se quedaron una frente a la otra, aguantándose la mirada. La ardua discusión las había llevado a decir lo que opinaban realmente sobre la actitud de la otra. Los ojos de ambas chicas se llenaron de lágrimas, pero solo unas pocas llegaron a caer, y tras unos segundos ambas se fundieron en un fuerte abrazo de reconciliación.

Cuando Amil era pequeña, solía jugar con la nieve en el patio principal. Allí conoció a Thoren, con quien jugaba a pelearse y lanzarse bolas de nieve. Thoren solía acabar dejando a la chica por el suelo, pues era más fuerte y tenía más puntería. Hasta que de un día para otro apareció Selene. Ya ni recuerda la primera vez que hablaron, pero recuerda que ella aparecía algunos días y la defendía lanzándole bolas de nieve a Thoren. Esos días eran los favoritos de Amil.

Ambas fueron creciendo y viéndose cada ciertos días, ya que Amil siempre estaba en Glaia, pero Selene solía salir de cacería con su arco. En su amistad, cada vez había más espacio para la confianza y la intimidad, por lo que hablaban de todo lo que les ocurría y les atormentaba. Conocían las virtudes y debilidades de la otra a la perfección y siempre se respetaron, por eso la situación vivida era tan emocional para ambas, ya que era la primera vez que se rompía ese respeto, el mismo que trataron de reparar rápidamente con su abrazo. 

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