Cinco (Final)
Carlos Sainz era la pesadilla del mundo, un monstruo al que ni la muerte se atrevía a mirar directamente.
Sus enemigos temblaban con solo escuchar su nombre, y su reputación como un Alfa implacable y brutal lo precedía.
En las sombras, sus manos estaban manchadas de sangre, su alma encadenada a un infierno que él mismo había creado, y sin embargo… Todo eso se desmoronaba al entrar a su hogar.
La mansión era un refugio, alejado del caos que reinaba en el mundo exterior.
Allí no existía el Carlos que infundía terror, solo el Alfa que daría todo por su Omega.
Carlos empujó la puerta principal, su cuerpo agotado pero su mente alerta, Max caminaba a su lado, ambos cubiertos de sangre seca y frescas manchas de un rojo profundo que testificaban la "negociación" que acababan de tener con algunos imprudentes.
—Limpiaremos esto después.—Dijo Carlos, con una voz rasposa mientras se quitaba el abrigo y lo arrojaba al suelo sin cuidado.
Max simplemente asintió, limpiándose las manos con un trapo.
—Hazlo tú, yo me voy a dormir, Checo debe estar esperándome.—Max sonrió, su rostro frío se suavizó ligeramente al mencionar a su Omega.
En la sala, Sergio estaba con un pequeño bebé de rizos dorados y ojos azules, una imagen angelical en un lugar que parecía un infierno.
—¿Todo bien? —Preguntó Sergio, levantando una ceja mientras observaba a los dos Alfas entrar.
—Sí, esos idiotas no volverán a molestarnos.—Respondió Max con frialdad antes de acercarse a su Omega y besar su frente.
—¿Se portó bien?
—Tan bien como su padre.—Respondió Sergio con una sonrisa sarcástica mientras le entregaba al bebé.
Max dejó escapar una risa baja y se retiró al ala opuesta de la mansión.
Carlos se quedó en la sala, su mirada recorriendo el espacio.
—¿Dónde está? —Preguntó, con un tono más suave de lo que cualquier otra persona podría imaginar.
—En el cuarto de arriba.—Respondió Sergio, antes de que pudiera agregar algo, una voz interrumpió.
—Alfa…
Carlos giró rápidamente, su corazón latiendo con fuerza al ver a Pablo bajar las escaleras, con su vientre abultado haciéndolo más lento.
Sin pensarlo, Carlos caminó hacia él, con sus manos extendidas para sostenerlo.
—No deberías bajar solo, Omega.—Le regañó con suavidad, pero sus ojos estaban llenos de adoración.
Pablo sonrió débilmente.
—Te extrañamos.
Carlos se detuvo un momento, ¿Cuándo fue la última vez que alguien dijo algo así de él? ¿Que lo extrañaron? Se acercó más, envolviendo a su Omega en un abrazo, su rostro hundido en el cuello de Pablo.
Inhaló profundamente, dejando que el aroma calmara el caos que siempre estaba dentro de él.
—Estoy aquí ahora.—Murmuró, besando la marca en el cuello de Pablo.
—No volveré a irme tanto tiempo.
Pablo lo miró, con sus ojos llenos de amor y una pizca de picardía.
—Más te vale, Alfa, este bebé y yo te necesitamos.
Carlos no pudo evitar sonreír mientras colocaba una mano sobre el vientre de Pablo.
Sintió un leve movimiento, y su sonrisa se ensanchó.
—Es fuerte e inquieto... Como su madre.
Pablo rió, pero negó con la cabeza.
—Siempre echándome la culpa de todo.
Carlos la levantó en brazos con facilidad, ignorando las protestas de su Omega.
—Voy a llevarte a la cama, y no acepto objeciones.
—Eres insoportable, Carlos.—Murmuró Pablo, aunque su sonrisa delataba lo contrario.
Mientras subían las escaleras, Sergio los observaba desde la sala, apoyado contra el marco de la puerta.
—Qué tiernos, ¿Quieres que les traiga una manta o algo?
Carlos gruñó por lo bajo, pero Pablo solo rió suavemente.
—No lo escuches, Sergio está celoso porque su Alfa no es tan dulce.—Dijo Pablo en tono de broma.
—Oh, créeme, Maxie puede ser dulce cuando quiere.—Respondió Sergio, pero su tono estaba cargado de sarcasmo.
Carlos cerró la puerta de su habitación con el pie, dejando que el mundo exterior desapareciera.
Ayudó a Pablo a recostarse en la cama antes de sentarse a su lado, su mano todavía acariciando el vientre de su Omega.
—Eres todo lo que importa, Pablo, tú y este bebé... Todo lo demás puede arder en el infierno.
Pablo lo miró fijamente antes de tomar su rostro entre las manos.
—Te amo, Alfa, siempre lo haré, sin importar lo que pase.
—Lo sé... Me amas tanto como yo te amo, y a veces me cuestiono... ¿Eres feliz? ¿Realmente feliz?
—Carlos, ¿Qué...?
—Te amo, te amo más que a mi propia vida, si mañana despiertas y me dices que no quieres esto, que... Que quieres una vida sin mí...
—Yo estaría dispuesto a dejarte ir esa misma mañana... Y a la tarde me estaría pegando un tiro, después de decirle a Max que te cuide de por vida.
—Carlos Sainz... Eres un Alfa tonto, ¿Cómo puedes preguntar y decir cosas como esas? Carlos... Te amo, te amo tanto como tú me lo haces.—Pablo tomo el rostro de su Alfa, el desgraciado al parecer quería llorar.
Corrección, Carlos Sainz, Alfa despiadado y sin escrúpulos, con más sangre en sus manos que cualquier persona en este mundo... Estaba llorando.
—El día que me vaya de tu lado, será el día en que muera, y estoy seguro de que ni siquiera duraría solo ni un día, porque irías detrás de mí... Soy feliz a tu lado, Alfa.
—Pero si...-
—No hay peros, soy el omega más feliz, ¿Sabes por qué?—Preguntó quitando unas cuantas lágrimas, su Alfa negó con la cabeza.
—Porque tengo la fortuna de que tú seas mi Alfa, de que me ames y de que me hayas salvado... Me amaste incluso antes de que yo lo hiciera.
—Te amo, los amo.
—Y nosotros a ti, Alfa.
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