Tres
—¿Señor?—La incertidumbre en la voz de Lara era palpable.
—Esto es... Lara solo es un chico, un niño, ya ha pasado por mucho, saber esto sería un límite el cual si cruza... No se lo informaremos.
Pasaron diecisiete años, Marc Ter Stegen logró recuperarse de ese horrible pasado. Ahora después de luchar tanto, de entrar y salir de diferentes terapias psicológicas, tenía una vida tranquila.
A sus treinta y seis años era el portero titular tanto en su selección como en el club que tanto amaba, el Barcelona.
Después de tres años de su rescate y viviendo en Berlín, decidió volver a rehacer su vida, tomó la decisión de seguir su sueño de ser portero, dejó Alemania y se fue a España, pasó por mucho.
Años de terapias para volver a abrazar a su madre, más años para volver a confiar en otros. Aunque eso aún no lo hacía del todo.
Ahora se encontraba recién terminando un encuentro, había mantenido la portería a cero, eso le daba una satisfacción.
—¡Maaaaarc! ¡Ferran se robo mis dulces otra vez!—La chillona voz de su compañero de equipo por poco y no le da un infarto.
Pablo Gavira, o como le decían "Gavi" lo miraba con unos ojitos llorosos, tenía diecinueve años, pero aún era un niño.
Tal vez sea porque apenas ahora podía comportarse así. Por lo que tenía entendido, y lo que le había comentado Hansi, Gavi era huérfano, había crecido en el orfanato de Sevilla, y cuando unos directivos fueron a entregar regalos por navidad, lo vieron, y con el orfanato llegaron al acuerdo de que el niño fuera trasladado a la Masía.
Cuando lo conoció por primera vez, Gavi tenía ya dieciocho años. Muchos decían que era agresivo y que no le gustaba cooperar en equipo.
Pero la realidad era más triste, recuerda que la primera vez que el joven recurrió a él fue cuando estaban en una gira internacional.
Gavi tenía miedo, el muchacho que todos tacharon de agresivo, busca pleitos e irrespetuoso, solo era un niño asustado.
Tenía miedo de ser el mismo y con eso perder lo poco que tenía, al nunca ser adoptado por diferentes razones, le generó un miedo a encariñarse por otros, tenía miedo a querer y ser abandonado de nuevo, es por eso su actitud de aislamiento.
—¿Qué sucede?
—Yo... Esto es tonto, lo siento señor.—Pablo dio media vuelta para volver a su habitación.
—Gavi...—El menor se detuvo, lo observó con una mirada bastante familiar... Miedo.
—¿Te gusta el chocolate caliente con pan relleno de dulce de maní?—Dijo Marc haciéndose aun lado para que el menor pasara.
Desde ese momento se había ganado el respeto, admiración y cariño del sevillano, Marc no lo presiono, ni mucho menos lo juzgo.
—Olvide mi oso... Es tonto, pero lo tengo conmigo desde que tengo memoria... No me siento cómodo sin él.
Marc lo escucho comprensivo, sabía del pasado del menor. Así que entendía.
—Bueno... Si te parece bien, puedes quedarte aquí, claro si te sientes cómodo, no puedo competir con tu oso, pero algo es algo.—Dijo el alemán sonriendo.
—Ferran...
—Ya, ya.—Dijo el mencionado devolviendo los dulces al sevillano.
—¡Gracias Marc! ¿Quieres ir por unas hamburguesas?—Dijo usando esos ojos de ciervo.
—¿A dónde mandas todo lo que comes? Eres como un agujero sin fondo... Vamos, yo invito.
Gavi chillido contento.
A lo lejos; Robert y Ferran los observaban riendo.
—Sabes... Cuando recién me uní llegue a confundirlos por padre e hijo.—Dijo el polaco recogiendo sus cosas, Fermín a su lado asintió a su comentario.
—No eres el único, la mayoría pensó eso, pero es porque se llevan bien, Marc actúa como padre sobreprorector con todos y Gavi es aún un niño que quiere ese afecto.
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