Cuatro

Después de dejar a Gavi en su departamento, se dirigió a su propia casa, fue un día agotador, pero un buen día.

Se dio un baño y se metió a la cama, había veces en las que aún le costaba dormir, pero eran escasos momentos, las más frecuentes eran en las épocas invernales.

Cerro sus ojos y no pudo evitar que una risita se le escapara, recodo el berrinche de hoy, Pablo era un buen niño, para él, el menor aún seguía siendo un niño.

Y más ahora que Gavi se sentía cómodo para actuar como tal, con el tiempo se había dado cuenta de eso; Gavi nunca se comporto como alguien de su edad recién llegado del orfanato, y por lo que le han dicho, también en ese lugar no se comportaba como un niño, más bien era alguien cerrado y aislado, no se juntaba con los demás y eran escasos los momentos en los que reía.

Pero ahora, después de tomar confianza con el equipo, Gavi era el niño del club, y todos lo trataban así, él mismo lo ve como un niño al cual debe de cuidar.

Finalmente se quedó dormido, su cuerpo estaba agotado, no le tomó mucho caer.

Despertó alarmado al escuchar su teléfono, vio la hora en el reloj de la mesita de noche, 01:09.

Nadie en su sano juicio lo llamaría a esas horas de la madrugada a no ser que sea una emergencia.

Con eso en mente, tomo el teléfono y contesto sin mirar quien era y con el corazón en mano.

—¿Hola?—Pudo escuchar el sonido de sirenas al fono y la respiración agitada de alguien.

Se sentó asustado en la cama.

—M-Marc...

Gavi.

Era la voz de Gavi, eso fue suficiente para levantarse de su cama y empezar a buscar sus llaves.

—¿Qué pasa Gavi? ¿Por qué hay sirenas al fondo? ¿Estás bien? ¿Estás herido?

—Marc, Marc ven por favor.—La voz cargada de miedo hizo que saliera disparado de su habitación.

—Voy para allá.

Colgó y se subió a su auto, seguramente más tarde le llegara la notificación de las cinco o seis infracciones de tránsito que cometió.

En menos de quince minutos ya se encontraba entrando en el complejo de departamentos, vio a muchas patrullas de policías y una hambulancia en el lugar.

Se bajo del auto y no tardó en encontrar a Gavi, estaba siendo atendido por un paramedico.

—¡Pablo!

Tan pronto el menor lo vio, se levantó llorando y corriendo hacia el, lo abrazo tan fuerte y sintió los temblores del sevillano.

—¿Estas bien? ¿Qué pasó?—Pregunto acariciando su cabeza y espalda, no lo soltó en ningún momento.

Gavi no podía decir palabra alguna, un oficial no muy lejos de ahí los vio, se acercó a ellos.

—Buenas noches, ¿Es usted familiar del joven?

—Soy su compañero de equipo, Marc Andre Ter Stegen, ¿Qué ha sucedido?

—Bueno, unos vecinos nos alertaron de que en el departamento de arriba se oían gritos y objetos rompiéndose, pensaron que era una discusión familiar, ya sabe pelea de casados, pero la cosa escalo cuando escucharon disparos.

Tan rápido eso último salio de la boca del oficial, Marc con un movimiento brusco se separo de Gavi y lo inspeccionó de pies a cabeza.

—No, no se preocupe, el joven no resultó herido, los hombres que entraron a su departamento al parecer pensaron que no estaba y cuando lo vieron dispararon para intimidarlo.

Gavi se volvió a aferra a él, el oficial fue comprensivo al ver la situación de miedo de Pablo.

—Puede llevárselo, mañana por la mañana puede ir a dar su declaración, ya ha pasado por mucho.

Marc le agradeció y sin decir palabra alguna, se llevó a Gavi hasta su auto.

—Vamos, vas a quedarte conmigo hasta encontrar otro lugar en donde puedas vivir, ya no es seguro tu departamento.

Gavi no dijo nada, desde que vio llegar a Marc no ha parado de llorar, el mayor lo volvió a abrazar.

—Tranquilo, ya estoy aquí y nadie te hará daño, solo eran unos malditos ladrones, todo estará bien.

—Marc... Ellos sí sabían que yo estaba en casa; ellos no querían mis cosas.

—¿Qué? No te entiendo.

—Me querían a mí, me dijeron que venían por mi.

Marc no sabía como procesar esa información, suspiro dándole un abrazo más y le pidió que se subiera al auto.

Después de batallar mucho y de que Marc tuviera que volver por su oso, Gavi finalmente dormía.

Eran casi las siete de la mañana, Marc no pego el ojo en toda la noche, las palabras del niño resonaban en su cabeza.

Después de pensarlo suficiente, no se le hacía raro, Gavi era un futbolista muy bien pagado, vivía solo y era un blanco fácil para cualquier grupo de extorsionadores, pero...

Suspiro pesado, estaba cansado y mucho, pero se sentía intranquilo el solo pensar en irse a dormir y que Gavi se despierte y se asuste, o que algo llegue a pasar y el no estuviera alerta.

El timbre de su casa lo saco de un brinco de sus pensamientos, ¿Quién podría ser a las siete de mañana en un domingo?

Fue a abrirla y se topo con que no había nadie, lo que le faltaba, que ahora le hicieran bromas, iba a volver a cerrar su puerta, pero algo en el suelo sonó con la puerta.

Era una arrugada hoja de papel.

La tomo y salió a mirar, no había rastro de nadie, entro y cerró la puerta con todos los seguros de esta.

Se sentó en su sofá y examinó la hoja, era una carta sucia y muy arrugada.

La empezó a leer y sintió miles de emociones, nauseas, asco, miedo... Odio.

Ni siquiera pudo terminar de leer los primeros párrafos, las arcadas lo atacaron, vacío su estómago en el lavamanos de la cocina.

Negaba con la cabeza en repetidas ocasiones, no podía ser cierto.

No podía estar volviendo ahora, no es cierto, con manos temblorosas tomo la carta que había arrojado al suelo.

La volvió a leer, si antes había vomitado, ahora quería morir...

—Por favor no...

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