Final
Era bastante noche, aún así Colette se apresuraba a llegar al hospital.
–¿Qué demonios pasó?– pensaba la peliblanca mientras se acercaba.
Entró rápidamente y llegó a la habitación número 17, en la cual se encontraba su pareja, pero no la dejaron pasar.
–Necesitamos hacer una cirugía urgente... Su herida se complicó, por favor vaya a la sala de espera– dice uno de los doctores.
Colette se vió obligaba a hacerle caso, por lo cual se sentó en la sala de espera.
Al llegar se encontró al amigo de su novio, Fang.
–Hola, Colette– dijo el peliazul al verla.
–Hola... ¿Cómo estás?
–Pues... En estos momentos no muy bien... ¿Y tú?
–Tampoco....
Ambos se quedaron esperando nuevas noticias, pasaron algunas horas y nadie salía de la habitación del chico.
A pesar de todo, Colette tenía miedo de perderlo.
A pesar de todo.
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31/12/23
Colette se encontraba en cama, se había enfermado. Era un resfriado, pero se sentía bastante mal como para hacer cualquier cosa.
–¿Entonces no crees poder ir a la fiesta?
–Creo que no, cariño– dice Colette mientras desayuna.
–Que pena... Entonces la verdad no tengo muchas ganas de ir solo...
–¡Ve! Es año nuevo, no te puedes quedar aquí aburriendote conmigo.
–Pues si puedo...– dice el pelinegro.
–Pero no te voy a dejar, andale, ve y disfruta ¿Si?
Tras un buen rato, finalmente la peliblanca lograría convencerlo.
–Está bien, pero solo estaré allá un rato, luego vendré a pasar el resto de la noche contigo ¿Va?
–¡Claro!– diría la chica dándole un beso en la mejilla.
–Te amo...
–Yo más... Andale, ve y diviértete, aquí te estaré esperando– dice la peliblanca.
El chico resignado se levantó y le preparó el desayuno a su pareja, se lo llevó a la cama y continuaron platicando. un rato.
Mientras lo hacían, a Edgar le llegaría un mensaje.
–¡Hola! ¿Si van a venir a la fiesta?– preguntaría Emz.
–Hola... Colette no va a poder ir, iré yo solo– respondió el pelinegro.
Desde hace tiempo Edgar y Emz se habían relacionado de una mejor forma. Ya sin rencores, sin ningún problema del pasado... Tal vez.
Pasaron las horas y finalmente Edgar tuvo que alistarse para poder ir a la dichosa fiesta. Tras aproximadamente una hora, terminaría de hacerlo.
–¿Cómo me veo?– preguntaría el pelinegro a su pareja.
–¡Increíble!– diría la chica.
–Me da flojera ir sin ti...
–Ya te dije que todo estará bien, andale, ve y disfruta– respondió con una sonrisa.
El chico hizo caso y finalmente salió de la casa.
–Aqui te esperaré con ansias– diría la chica al lado de la puerta.
El chico tardó un poco, pero finalmente llegó al lugar donde iba a ser la fiesta. Un salon bastante grande y lleno de gente, allí reconoció a algunas personas con las cuales no hablaba hace mucho.
Agarró algo de comer y continuó platicando con todos los que podía. Al pasar un rato se encontraría con una persona familiar.
–¡Hola Edgar!– diría Emz saludándolo con un abrazo.
–Hola Emz... ¿Cómo te la estás pasando?
–¡Increíble! Está muy divertido... En especial porque estás tú aquí...
Ambos continuaron platicando un rato, hasta que decidieron beber algo de alcohol. Edgar no resistió mucho antes de caer ebrio.
El ambiente se volvía cada vez más aburrido, así que Emz decidió hablar.
–Ush, te invitaría a bailar, pero recuerdo que tú no sabes– diría con una sonrisita.
–De hecho... Ya aprendí a bailar hace tiempo... ¿Quieres ver?
–¡Por supuesto!
Ambos empezaron a bailar, el cuerpo de Edgar bailaba al compás del de Emz.
Ambos se sentían bastante bien a decir verdad, mientras estaban tan cerca, Edgar comenzaba a despertar sentimientos hacia Emz que habían desaparecido hace tiempo.
O tal vez sentimientos que siempre había tenido, pero lo había ocultado.
Continuaron bailando con una sonrisa hasta el cansancio, al finalizar ambos fueron a descansar un rato afuera del salón.
–Bailaste increíble... ¿Quién te enseñó?
–Colette...– respondería en voz baja Edgar.
Pronunciar el nombre de su pareja lo hizo sentir algo culpable de lo que estaba pasando... Pero no era infidelidad... ¿Verdad?
–Es una pena que lo nuestro haya acabado de esa forma... ¿No crees?
–¿A qué te refieres?– pregunta Edgar sentándose al lado de la chica.
–Pues... Cometí algunos errores hablando así de ti con los demás... Perdóname.
Edgar se quedaría algunos segundos callados hasta que finalmente respondería.
–Te perdono, Emz– diría el pelinegro con una ligera sonrisa.
–¡Muchas gracias!– diría Emz abrazando a Edgar–. Oye...
–¿Qué pasa?
–¿Te podría pedir algo?...
–¿Qué cosa?– preguntaría el chico un poco nervioso.
–Un último beso.
Esas palabras dejaron atónito al pelinegro. ¿Un último beso?...
La bebida lo había afectado bastante, simplemente no podía pensar bien. Nadie sabrá si fue por los sentimientos que guardaba o por el alcohol... Pero cumplió el deseo de Emz.
Edgar escucharía un sonido característico... Un sonido de una foto.
Voltearia a ver hacia todos los lados pensando el gran problema que se había metido.
Se puso a pensar en el increíble error que había cometido... El alcohol nubló su juicio, aún así, era injustificable lo que había hecho.
Edgar saldría corriendo. Tenía que llegar a la casa de Colette, tenía el miedo de que haya recibido esa foto... Tenía miedo a perderla, mucho miedo.
.
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–¡Falta poco para año nuevo!– gritó Colt mientras todos en aquel lugar festejaban.
–¿Lo vas a hacer?– pregunta uno de los invitados volteando hacia la arma del Sheriff.
–Por supuesto– diría sacando su revolver–. ¡A las 12 disparamos hacía el cielo!
Todos siguieron festejando. Realmente era una estupidez ese tipo de tradiciones... Una bala perdida...
Podría lastimar a alguien.
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Tras un eterno rato por fin llegó a la casa de la peliblanca, la cual empezó a tocar con desesperación. Lentamente escuchó como se abría y la veía...
–Edgar...– diría la peliblanca en voz baja.
–¿Qué pasó?...– preguntaba el pelinegro.
–¿Y todavía preguntas?... Ya ví lo que pasó...– diría mientras se le empieza a quebrar la voz.
–Escucha... Es un malentendido....
–¿¡Un malentendido!? ¡No jodas, Edgar!
–Colette... Espera.
–¡No! ¿¡Como demonios te pudiste atrever a hacer eso? Creí que me amabas...
–Y lo hago Colette... Todo tiene una explicación.
–¿¡Cuál maldita explicación!? ¡Te besaste con Emz!
–Pero...
–¡Pero nada! Me advirtieron que últimamente habías estado hablando con ella... ¡Pero confié en tu inocencia! ¿Y así me pagas?
–¡Colette, te prometo que no es lo que crees!
–¿¡Entonces qué!?
–Estaba borracho... Y ella me besó... Simplemente...
–¡Maldito mentiroso!...
–Colette... Yo te amo...
Ambos se quedaron en silencio. Solo se escuchaba las gotas de una lluvia que apenas comenzaba. Alcanzó a ver que por fin eran las 12... Ya era año nuevo.
–¡Ojalá que te mueras!– dijo finalmente Colette antes de azotar la puerta frente a Edgar.
La lluvia empapaba sus zapatos mientras la puerta frente a él es cerrada con gran fuerza.
Se queda viendo el suelo mientras su cerebro apenas puede procesar lo que acababa de pasar.
-Que dolor tan inmenso...- pensó Edgar mientras sentía inmensas punzadas de sufrimiento en su pecho.
Sin nada más que hacer en ese lugar, se marchó sin decir ni una sola palabra.
Era año nuevo ¡Había que estar felices! Pero él no lo estaba.
Tantas cosas pasaron que el ni siquiera pudo entender. Simplemente sintió de un momento a otro como todo se volvía oscuro y un silbido retumbaba en sus oídos.
.
.
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Fang se encontraba terminando de limpiar una mesa cuando escucha algo bastante llamativo en la televisión.
Un terrible accidente.
Rápidamente agarra su teléfono y le marca a Colette, a quien obviamente le iba a interesar aquella noticia.
–¡Colette!...
–¿Qué pasa, Fang?– diría sollozante la peliblanca.
–¿Ya viste las noticias?...
–No estoy de humor... ¿Qué pasó?
El chico tardó unos segundos en contestar, tragó saliva y finalmente se atrevió a hacerlo.
–Una bala perdida...
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Presente
Colette estaba dormida, toda esta situación realmente le había quitado todos los ánimos de siquiera estar consciente.
Finalmente, después de varias horas un médico salió de aquella sala para dar una noticia.
–Está a salvo...– dijo el doctor con gran alivio–. Mañana pueden venir a verlo... Por favor, déjenlo descansar.
Colette y Fang hicieron caso al pedido del doctor, se dirigieron a sus respectivas casas para esperar al siguiente día y poder hablar con Edgar.
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–Buenos días...– diría la peliblanca entrando a la habitación.
–Hola, Colette– diría Edgar con un tono de voz un poco bajo..
–¿Cómo te sientes?
–Pues... Podría estar peor.
Ambos continuaron conversando hasta que finalmente Colette tocaría el tema que tanto les dolía a los dos.
–Edgar... Sobre lo que pasó...
–Perdoname Colette...
–Te perdono, Edgar... Pero nos hacemos daño...
–Colette... Te necesito...
–Te amo, Edgar... Pero es lo mejor para los dos.
–No... No puede ser lo mejor para mí...
–Lo siento Edgar...– Colette se levantaría de su asiento y se dirigiría a su puerta.
–Mi vida ya no es mía... Yo ya te la di... Si no me la devuelves no te puedo cumplir el deseo de aquella noche.
La habitación quedó en silencio tras aquellas palabras, Colette empezó a llorar en voz baja.
–Te amo...– dijo Colette.
Colette ya no aguantaba verlo en ese estado, simplemente quería alejarse, ser libre. Y él lo comprendía.
–Al menos... ¿Podrías darme un último beso?...– dijo el pelinegro como último recurso.
Colette sonrió ligeramente, ¿Quien era ella para negarse a eso? Se acercó lentamente a su amado y selló sus labios con un tierno y maravilloso beso.
–Nunca te olvidaré...– dijo Colette antes de alejarse.
La chica salió de la habitación, dejando totalmente solo a Edgar.
La soledad inundó el ambiente. Lo intentó, buscó una bala que pudiera acabar con él pero...
Simplemente no pudo ni morir.
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Fin
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