Capítulo 18

El día comenzó parcialmente nublado desde las primeras horas de la mañana, para cualquier otra persona hubiese significado problemas y mala suerte, en cambio, para mí, es como respirar paz y tranquilidad. Daba gracias a Dios que según transcurren los días del mes, cada vez es menos el abrazador calor de Texas. Como siempre, Ian y yo fuimos de los primeros en despertarnos bien temprano, hoy teníamos planeado ir a la ciudad, él para resolver unos asuntos de trabajo y yo para presentar a Dy con Ana.

Me arreglo lo más rápido que puedo vistiendo unos sencillos vaqueros y un jersey de cuello de tortuga, me coloco mis pequeñas botas de cuero que llegan hasta mis tobillos y luego bajo junto con Holmes hacía la cocina a por un poco de café. Es como una especie de ritual mañanero que me había creado tan solo por el simple hecho de no ver al vikingo salir del cuarto de baño medio desnudo o como se cambiaba de ropa en mi presencia. Además, desde ayer en la tarde, luego de nuestro encuentro en la cocina, me pasé toda la noche pensando si en verdad me dijo esas palabras que hicieron a mi corazón latir como un motor o fueron solamente un producto de mi imaginación: «¿Qué es lo que me estas provocando niñata.

Había intentado no hablar mucho con Ian luego de eso, pues cada vez que lo hacía era capaz de escuchar la frase una y otra vez dando vueltas en mi cabeza. Aparto todos estos pensamientos de mi mente, aun me queda todo un año junto al vikingo, debo relajarme. Mientras sirvo mi café, escucho unos pasos bajar por la escalera, espero ver en cualquier segundo a Ian cruzar la puerta de la cocina, pero en lugar de ello me sorprendo cuando es Ana quien aparece delante de mí.

—Buenos días—dice con una sonrisa de oreja a oreja.

—Buenos días—contesto—¿Qué tal has dormido?

—Muy bien, la habitación es muy cómoda, debo agradecerle a tu marido. —Un escalofrío recorre mi espalda ante esta última palabra—. ¿Es café lo que huelo?

—Recién hecho.

Le ofrezco una taza a Ana, quien ya está sentada en una de las sillas junto a la mesa de la cocina. Río cuando mi amiga me cuenta como ha extrañado a su novio la noche pasada para que la abrazara y la protegiera de las bajas temperaturas.

—Eres una romántica de la vida. —No puedo contener la risa ante su expresión anhelante.

—Claro—dice sarcástica—. Tú ríete, como tienes un esposo que te abraza fuertemente en las noches no sabes lo que es pasar frío.

Casi me atraganto con el café al escuchar las palabras de Ana, tengo que esperar unos segundos a que se me pase la toz y mi respiración se normalice para poder hablar.

—No digas tonterías. —Me quejo alzando un poco la voz—. No bromees con esas cosas.

—¿Y quién dice que bromeaba?

Voy a volver a contestar cuando siento una mano que se posa suavemente sobre mi hombro para luego sentir la cálida sensación de un beso depositado en mí mejilla. No es ni siquiera necesario que le mire para saber que se trata de Ian, el aroma de su colonia comienza a convertirse en algo familiar para mi olfato, por no hablar de su suave tacto.

—No es necesario que disimules cariño—susurra en mi oído—. Creo que tienes suficiente confianza con tu amiga como para contarle las buenas noches que pasamos juntos.

—No seas idiota.

Respondo a la par que me sonrojo mientras es Ana quien se carcajea esta vez, lo bueno de tener a mi loca amiga conmigo en la hacienda es que, por lo menos, delante de ella no tengo que disimular que soy la enamorada y romántica esposa de Ian Cates. «Aunque ahora que lo pienso, creo que todos en la hacienda piensan que Ian y yo poseemos algún estilo de amor-odio como en las películas de comedias románticas». Giro para encararme con el vikingo, pero lo que veo me deja sin habla. Se encuentra completamente vestido con un traje negro de negocios y una camisa blanca, muy parecido a...

—Te ves justo como cuando nos conocimos.

No puedo evitar soltar una pequeña sonrisa al recordar ese día, a pesar que fue hace apenas dos o tres semanas siento como si hubieran transcurrido meses de ello. Recuerdo que mi primer pensamiento sobre este hombre fue que a pesar de lo guapo y atractivo que se veía, jamás lo hallé como alguien de negocios, sino más bien como una persona que ha sido obligado a ponerse un smoking para una reunión, era el aspecto rudo de un vikingo enjaulado, de ahí su apodo. Esta vez lleva el saco del traje desabrochado, lo cual permite apreciar la totalidad del traje y la corbata que lleva puesta a juego con el color de la chaqueta. Su cabello, generalmente revuelto y suelto, ahora se encuentra recogido y peinado hacia atrás en un pequeño moño. A pesar de la formalidad, sobre su cuello colgaba una larga cadena plateada con un pequeño dije de halcón en su centro y, en sus manos, llevaba un par de gafas para protegerse del sol, esto último me extrañó pues el día estaba nublado.

—Recordando cuando te encandile con mi belleza, niñata.

—Eres un capullo narcisista ¿Lo sabías? —pregunto con sarcasmo.

—Admite que pensabas que estaba endemoniadamente guapo el día que me conociste.

—Pensaba que no encajabas para nada en la visión predeterminada de un hombre con traje, pero hay que admitir que te queda bien.

Me divierte ver como Ian abre los ojos de par en par, no se esperaba mi halago, ni siquiera yo me lo esperaba. Vuelvo a tomar un sorbo de mi café cuando siento a Ian decir.

—Bueno niñata, cuando quieras todo esto es tuyo—comenta mientras se señala a él mismo con ambas manos.

Casi escupo mi café por completo debido al sobresalto, la toz que tenía minutos antes se vuelve a apoderar de mí. Veo sus ojos y encuentro maldad, picardía y desafío en ellos. Lo ha hecho a posta para molestarme «Esta me las pagas vikingo diabólico, ¡Esta me las pagas!». Le doy una mirada a Ana, quien no para de reírse; mi amiga se retira de la cocina al igual que el día anterior, solo que esta vez con la excusa de subir a cambiarse de ropa antes de irnos. Aprovecho que vuelvo a quedarme sola con Ian para preguntarle algo que desde hace tiempo me llena de curiosidad, claro está, siempre procurando mantenerme a una distancia segura de él, no sé muy bien cómo me afectará su cercanía en estos momentos.

—Cuando te conocí pensé que eras un hombre poco conversador y retraído, sin embargo, te encanta molestarme. —Veo como la sonrisa se forma en los labios de Ian tras esto último—¿Por qué?

Ian se sirve una taza de café para él mientras parece considerar seriamente mi interrogante.

—¿Quieres que te sea sincero cariño? —Me pregunta tras unos segundos—. No tengo ni idea. —Me observa directo a los ojos y puedo percibir sinceridad en ellos—. De seguro Cooper o Roger, incluso Diana, te han contado que no soy muy dado a bromear o molestar a nadie, desde el asesinato de Melanie he estado un poco apartado del mundo, sin embargo...tu eres distinta, diferente...me provocas.

Él parece tan confundido por esto como yo.

—¿Te provoco?

—Tu sola presencia hace que desee decirte algo, tu rebeldía y terquedad me motivan.

Ambos nos quedamos callados, contemplándonos, esperando que sea el otro quien dé el primer paso, pero ninguno habla. Creo que ambos nos quedamos en iguales condiciones de sorpresa tras esta revelación. No puedo evitarme sentirme confusa y halagada en partes iguales por las palabras del vikingo. Pasa el tiempo y terminamos nuestros desayunos en silencio hasta que Ana regresa para ponernos en marcha hasta la ciudad. Luego de aproximadamente una hora y media en la camioneta llegamos a la librería de Dy, antes de entrar me giro a Ian.

—No tenías por qué traernos, sé que hoy llega el nuevo corredor a elegir un caballo.

—No te preocupes por eso cariño, necesitaba venir de todos modos a la ciudad, Cooper se encargará del comprador hasta que regresemos.

Asiento un poco apenada.

—Nos vemos luego.

—Pásala bien niñata. —Ian zarandea mi cabello a modo de despedida antes de marcharse y yo, como una idiota, me quedo parada en el mismo lugar tocando mi cabeza justo en la zona donde el colocó sus manos segundos antes mientras observo su espalda alejándose de nosotras.

—¿Sucedió algo entre ustedes? —Siento a Ana preguntar a mi lado.

—¿Por qué lo dices?

Sus palabras me hacen volver a la realidad.

—No se han hablado en todo el camino, sin embargo, cada vez que piensan que el otro no se da cuenta se miran.

Enrojezco ante esa revelación, no me había percatado que parecíamos dos adolescentes jugueteando.

—No seas tonta, vamos entremos, de seguro Diana nos espera.

Al entrar a la librería, Ana tiene el mismo rostro de sorpresa y admiración que tuve yo la primera vez que entré a este lugar. Dy se encuentra atendiendo a unos clientes en el mostrador; cuando se percata de nuestra presencia, nos sonríe y nos pide que esperemos unos segundos. Ana se pone a observar los títulos de los libros en los estantes mientras aguardamos a que Dy termine su trabajo. Cuando sus últimos clientes se marchan, esta se dirige a la puerta y coloca el cartel de cerrado para almorzar.

—Harley—dice mi nombre emocionada de verme—. Que alegría que estés aquí. —Se vuelve hacia Ana y le extiende la mano—, Hola, soy Dy, una amiga de la familia.

—Soy Ana, una amiga de Harley de Luisiana.

Desde el momento en que las veo juntas, me pongo feliz al percatarme de que ambas se llevarán bien. Aprovechando que Dy puso el cartel de almuerzo, salimos de la librería y nos encaminamos a un café dentro del propio centro comercial. Cuando llegamos, soy consciente del hambre que tengo por lo que decido pedir un batido de chocolate y un brownie, mis amigas me imitan y piden lo mismo. Cuando la camarera se retira con nuestro pedido, maldigo ante la primera pregunta de Diana.

—¿Has averiguado algo sobre el asesinato de Melanie?

Le dedico una rápida mirada a ambas y niego con la cabeza.

—¿Sucedió algo? —pregunta la trigueña, pero Ana no me da ni tiempo a responder cuando agrega.

—Es que no lo entiendo Harley, me pediste hace apenas media semana que te trajera los informes del caso, y ahora que lo hago no los quieres.

Diana al ver que Ana está enterada de la situación se emociona más con su presencia.

—¿Cómo puede ser eso? Si incluso estabas muy curiosa de porque Ian tiene clausurada la puerta de la antigua habitación o de quién le habría tendido una trampa.

Ambas guardan silencio esperando ansiosas mi respuesta, en el minuto que voy a hablar llega el camarero con nuestros pedidos y aguardo a que este se marche para continuar.

—No puedo hacerlo, ya no.

Tanto Ana como Dy comparten una curiosa mirada.

—¿Por qué? —pregunta la primera—¿Qué sucedió?

—Solo no puedo hacerlo Ana. —Para mi pesar mi voz se escucha dolida y eso no debe de suceder—, No puedo permitirme investigar o inmiscuirme en el pasado del vikingo, eso significaría crear un vínculo de por vida con él, y eso no debe ocurrir, no cuando en un año acabará todo.

Ana me brinda una mirada comprensiva, pero la de Diana esta confusa. Me giro hacia ella y exhalo un largo suspiro antes de comenzar a hablar.

—Dy, quiero pedirte disculpas, te mentí. —Se nota que la curiosidad de esta aumenta, pero se mantiene en silencio—. Estoy casada con Ian, aun así, eso no significa que seamos una pareja, nos casamos por un acuerdo. Él necesitaba una esposa y yo, pues necesitaba dinero, estaba en peligro de ir a la cárcel por no pagar el alquiler de mi casa. Ian se enteró de ello por accidente cuando fue a Luisiana y me ofreció casarnos; él pagaría mis deudas además de una suma de dinero por ser su esposa durante un año. —Mis ojos se llenan de lágrimas ante la vergüenza de mi confesión, me siento rastrera —. Imagino que ahora tu opinión de mí sea la misma que tenías de Melanie, una interesada que esta junto a Ian solo por dinero, lo siento.

Bajo la mirada a la espera de algún insulto o reproche, sin embargo, este no llega.

—¡Wow! — Le escucho decir al fin—. Sí que es inesperado. —Su voz es baja, casi como un susurro, no me sorprendería que me llamase ramera o algo por el estilo ahora mismo, pero de seguro nunca imaginé sus siguientes palabras—¿Eres idiota? —pregunta con una sonrisa.

—¿Eh? —Es lo único que acierto a decir.

—¿Cómo diablos te voy a comparar con Mel? Esa zorra hizo demasiadas cosas malas. —Su mirada se entristece por unos segundos, no obstante, tan rápido como vino la tristeza se marchó—. Sí me sorprende tu confesión porque debo admitir que jamás vi a Ian tan idiota por una mujer, en serio pensé que de verdad estaban juntos, se ven tan...aunque...

Su mirada busca la de Ana, como si ambas llevasen un diálogo mental que solo pueden comprender ellas dos, al final ambas mujeres sonríen, Dy vuelve observarme y toma mis manos entre las suyas.

—Estoy segura que tus motivos no fueron malos cuando aceptaste ese negocio, capullo Ian que te lo ofreció, es que ese hombre no tiene caballerosidad, estarle sugiriendo esas cosas a una mujer, Dios Santo, no tiene remedio. —Su sonrisa se expande aún más—. Aunque creo que le estás haciendo mucho bien a su vida, te has convertido en la luz de sus tinieblas. Vuelvo y te repito, jamás vi a Ian tan empeñado en molestar o consentir a alguien. Por Dios, cuando te regalo el vibrador delante de todos, creo que jamás nadie espero que Ian Cates fuese capaz de un comportamiento así.

Aprieto también sus manos a la par que lucho para que las lágrimas no salgan de mis ojos, siento el toque de Ana sobre mis hombros dándome ánimos también.

—Gracias Dy, de verdad.

—Es que ustedes son como dos tortolitos que apenas comienzan—dice Ana, provocando la risa de las tres; no obstante, niego rápidamente esa afirmación.

—Dy—digo volviendo a adquirir un poco de seriedad—. No quiero más secretos así que debo decirte que también sé lo sucedido entre Mel y Cooper. —Diana asiente lentamente, su rostro vuelve a adquirir un poco de tristeza.

Ana sabe a qué me refiero por lo que no hace preguntas, comprende que no es el momento y por el rostro de Diana, de seguro intuye porque le afecta a esta.

—Harley, te aseguro que Cooper no llego a estar con Melanie, él nunca le haría daño a Ian.

—Lo sé, fue ella quien los utilizó a ambos, sé que Cooper quiere al vikingo como un hermano.

Dy me agradece en silencio por mis palabras. No obstante, a pesar de que creo en eso, no deja de pasarme por la mente la posibilidad de que Cooper apreciase tanto a Ian como para deshacerse de la mujer que los estaba utilizando a los dos.

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