XXXIX. Bastones de caramelo y nieve de algodón


🎅Sugerencias: Si quieren, para ambientarse escuchen música navideña ya que todo el capítulo es en relación (Yo escuché Kiss me babe it's christmas time de Owl City y algunas de Michael Bublé mientras lo escribía) 


Era exactamente 24 de diciembre y todo era una absoluta locura, la gente estaba situada por todas partes, haciendo enormes filas para comprar, cada tienda en el interior era un caos.

-Demasiado desorden -pensó Shinichi cuando ingresaron al supermercado.

Supo de inmediato que algunos de los víveres los había encargado su madre, pero ¿Y el resto? Para su mala fortuna, Kaito le había pedido que no hiciera demasiadas preguntas si es que quería obtener respuestas. A lo que por supuesto no se negó, necesitaba saber con lujo de detalles lo que el chico había averiguado.

La salida no estuvo del todo mal, él aprovechó para comprar un obsequio para sus padres.

Ahora lo que quería era descansar los pies, y aunque en un principio descartó la idea de Kaito de sentarse dentro del carrito, terminó por ceder y hacerse un espacio entre la cantidad exagerada de dulces que el mago estaba llevando.

En todo lo que hicieron perdieron casi tres horas. Optaron por sentarse en una banca cercana a un parque, con la distancia suficiente para que ningún intruso los oyera y para beber las bebidas calientes que acaban de comprar.

-¿Por qué tú tienes chispas de colores? -le envidió Kaito mirando las estrellas coloridas que adornaban la crema del vaso del pequeño.

-¡Porque yo soy un niño! -sonrió para molestarlo aún más.

El clima no estaba especialmente helado, pero comenzaba a correr un ligero viento fresco, de esos que luego de un rato hace doler y poner roja la nariz.

Como tenía consciente de que se estaba recuperando recién de la gripe, Kaito lo ayudó a cubrirse bien el cuello.

-Colócate bien esa bufanda –protectoramente se la acomodó y Shinichi rebatió internamente, él no tenía frío -No me interesa si no tienes frío -le leyó la mente –No quiero que vuelvas a enfermar.

-¿Y entonces? -se atrevió a preguntar el pequeño Kudō luego de permanecer un rato en silencio.

El mago, que ya había terminado su bebida y jugaba con la pajilla revolviendo los restos que quedaron pegados por los alrededores del vaso, intentó sutilmente no arrugar tanto la frente. Gesto que no pasó desapercibido por el observador detective que, gracias a esa expresión, sabía que algo no andaba del todo bien.

Kaito no dejaba de sentirse responsable por lo que estaba pasando.

-Conozco tus capacidades, detective -dejó el vaso de lado y comenzó a jugar con un trozo de papel que había hecho aparecer –Y sé que no es sencillo de aceptar, pero hay veces en que las cosas están más allá de nuestro control.

-Kaito ¿Qué está sucediendo?

-Cuando le expliqué la situación y que venía de parte de Hakuba, accedió a ayudarme de inmediato. Esto fue una pista importante –se sacó del bolsillo interno de la camisa la bala que lo había atravesado hace un tiempo atrás.

-¡Oye! ¡Eso lo tenía bien guardado! -alegó quitándosela de las manos.

Se atrevió a enseñarle una sonrisa de ganador.

-Les han estado siguiendo el rastro desde hace un par de años. Ha sido una tediosa investigación y la información que obtienen cae como goteras y no siempre es verídica.

-O sea que ¿Están en varios puntos del mundo buscando?

-Si y eso es un problema. Cada país cuenta con sus propias leyes y por supuesto que el modus operandi no es el mismo -volvió a abrir el papel, se había equivocado en un doblez –La corrupción es algo real y en algunos lugares se vive más fuerte que en otros. En este caso, muchos oficiales tienen contacto directo y han hecho la vista gorda, aceptando sobornos y todo tipo de pagos.

Agachó la vista –Lo sé.

Kaito volvió a observarlo por unos cortos segundos, no quería desanimarlo con lo que tenía que decir.

-Como te dije, hay cosas que por más que queramos no podemos controlar y la más mínima acción puede provocar otras muchas más grandes.

-Ya suéltalo de una vez.

-¿Recuerdas cuando derrotaste a esa organización que te encogió? -comenzó a ablandar el tono, simulando que le explicaba algo a un niño pequeño -Fue tanto el alboroto que obligó a la policía en Japón a centrar toda la atención en su arresto y captura -volvió a mirarlo, seguía tan quieto que no le gustó nada –Eso sirvió para que estos hijos de puta aprovecharan la confusión y unieran fuerza entre ellos, instalándose un grupo importante allá.

-Así que es por eso que nos hemos topado con tanto narcotraficante y que pareciera que damos pasos en falso.

-Exacto. Por eso en la fiesta había personas de tantas nacionalidades. Ahora tenemos claro que todo está conectado, no ha sido todo en vano.

Se puso de pie de golpe –Tengo que volver a Japón, tengo que...

-¡Calma! -Kuroba se puso delante de él obligándolo a que volviera a sentarse –Quedamos todos en que en estos días no podemos hacer nada. Sin mencionar que necesitas más que suerte para pillar un boleto a donde sea en estos momentos.

Frustrado, empuñó las manos encima de sus rodillas. Odiaba la sensación de no poder hacer nada en esos momentos. De no poder retroceder el tiempo y haber hecho todo diferente en el pasado, pero ¿Dé qué manera? Si no se hubiese encogido tal vez todo hubiese sucedido distinto. Si tan solo no hubiese dejado abandonada a Ran en ese parque de diversiones, tal vez ahora estaría junto a ella.

Cegado por la desesperación volvió a culpar a Haibara por haber creado esa droga que lo encogió y comenzó a sentir por ella el mismo desagrado que tuvo cuando la conoció su identidad por primera vez. Navegando por las decisiones en su memoria culpó incluso a Kaito y su atrevimiento de ser Kaitō Kid.

Pero optó por la calma y la madurez. Ya no era un adolescente, tenía que seguir actuando como un adulto responsable.

-Lo siento -soltó Kaito arrepentido y tomándolo por sorpresa.

-¿Qué? -se extrañó haciendo una mueca.

-Qué es culpa mía.

No estaba entendiendo -¿Qué es culpa tuya?

-Es casi Navidad y estamos aquí hablando de asuntos policiales. Deberías estar con tu familia disfrutando un rato de paz, que hace tiempo te mereces.

Pensar en todo eso lo había fatigado. Nadie era responsable de nada, no de manera directa. La gente que se comportaba de buena manera no era responsable de la maldad de los demás e intentar buscar culpar a alguien realmente no servía de nada.

No podía seguir así, eran vísperas de Navidad, por el momento estaban todos bien. Estaba junto a Kaito. Se apoyó contra él dándole a entender que no valía la pena seguir culpándose y buscar un responsable entre los que eran víctimas.

Kaito apoyó la figura de papel ya terminada entre las pequeñas manos de Shinichi. Este la observó, era un reno de papel al cual reconoció de inmediato.

-Es igual a ti.

-¿Eh? -ladeo la cabeza con duda. Tocándose instintivamente la cabeza, pensando que le había colocado esas ridículas orejas con astas que el mago había comprado. Al no sentirlos, se planteó la idea de que los cuernos existieran de otra manera.

Carcajeó a su lado –Lo digo por la nariz –le tocó la punta con un dedo –Te dije que te acomodaras bien la bufanda.

Se llevó delicadamente las manos a ella para tocarla, estaba fría.

-No está tan roja –se defendió.

-Ahora sí -le pellizcó la nariz con fuerza, sacándole un quejido.

El ambiente volvió a armonizarse con las carcajadas que soltaba el mago y las quejas del niño, llamando la atención de las personas que transitaban por el lugar.

-Bueno –Kaito se golpeó los muslos con las palmas y se puso de pie tan animado como de costumbre -Aún nos queda mucho por hacer.

Le tendió la mano y la recibió -¿Qué haremos ahora?

-Algo muy cliché.

Le enseñó una cara de incredulidad –Déjame adivinar, iremos a patinar sobre hielo.

-No. Eso es aburrido –se tensó y disimular fue inútil.

-¿Es eso realmente? -entrecerró los ojos, evaluándolo mientras caminaban llegando de nuevo a las atareadas calles -¿O es que acaso no sabes?

Pillado.

-¿Qué dices? -se estaba esforzando por mantener su poker face -¿Insinúas que el gran Kaito Kuroba no sabe algo tan sencillo como patinar?

-No lo sé, tú dime.

-¡Mira es Santa! -apuntó entusiasmado para desviar la atención del menor.

Miró hacia donde apuntaba. Efectivamente un grupo de niños esperaban ansiosos su turno para hablar con el famoso hombre de barba blanca y traje rojo.

-¡No desvíes el tema! -dijo entre risas.

-¡No te oigo! -le respondió Kaito tomándolo de la mano y arrastrándolo hacia el lugar -¡Vamos pequeño Conan-kun! Ve a hablar con Santa y contarle que quieres de regalo de navidad.

Forcejó con él -¡No voy a hacer algo tan vergonzoso!

-¡Anda! -jalaba de vuelta –A tu madre le gustará tener una fotografía de su pequeño.

Se estaba asustando, sabía lo obstinado y convincente que era Kuroba, por algún motivo siempre terminaba cediendo ante sus ideas locas.

-¡Ya no soy un niño!

-¡¿ O sea que solo lo eres para que te den dulces?! -recordó ofendido las estrellas de colores de hace un rato.

-¡Y tú no sabes patinar!

-¡No tienes pruebas que lo confirmen!

Le siguió el juego, se estaba divirtiendo –Entonces vamos a patinar ahora mismo.

-Solo si te tomas una foto con Santa –le devolvió una sonrisa nerviosa.

-Pero si ni siquiera existe.

Su comentario hizo espantar a Kaito, tuvo que mirar hacia todas partes para asegurarse de que nadie lo había escuchado. Eran demasiados niños presentes y no quería arruinarle la ilusión a ninguno. Y tampoco le hacía gracia que algún padre lo encarara.

-No te preocupes –dijo Shinichi –Nadie nos entiende.

Se llevó la mano al pecho y exhaló aliviado, suerte que estaban hablando en japonés.

-Mide tus palabras-le pidió -En este lado del mundo para algunos pequeños es un tema muy delicado. No puedes ir arruinando infancias como si se tratase de cualquier cosa -volvió a pellizcarle la nariz, esta vez con más ternura.

Obvió el comentario, ahora en lo único que pensaba era en confirmar la teoría de que Kuroba no sabía patinar sobre hielo.

-Te propongo un trato.

-Te escucho –estaba adivinando su petición.

-Yo me tomo una foto con el viejo ese y luego nos vamos a probar tus habilidades.

Lo miró acariciándose el mentón, pensativo y entrecerrando los ojos. Era una oferta tentadora, pero arriesgada. Sabía que se burlaría de él hasta después de la muerte, sin embargo, se sentía a mano con la parte que estaba ofreciendo por su lado.

-Trato –le extendió la mano y ambos estrecharon con la misma sonrisa malévola en la cara.

-No recordaba que dolía tanto –Kaito se sobaba la cadera con gesto adolorido, había pasado una hora intentando equilibrarse y lo único que logró fue un intenso combate entre su poca dignidad y el piso de hielo –Mi reputación se arruinó.

-Eso hace bastante.

Sacó la fotografía del bolsillo de su pantalón, con mucho cuidado y volvió a admirar su trofeo.

-Todo sea por esto.

-¡Dámela! -dio un salto intentando, inútilmente, para quitársela de las manos.

Volvió a fijarse en ella y sonrió -Se parece al Profesor Agasa.

Shinichi aguantó un poco la risa, imaginándose al profesor vestido de esa manera.

-¿Volvemos a casa? -preguntó -Estoy algo cansado de caminar.

-¿Quieres que te lleve en mi espalda? -ofreció con naturalidad. Lo que le sorprendió fue que el detective aceptó.

El niño se aferraba con total confianza por arriba de sus hombros mirando las tiendas y las calles adornadas. La vista hubiese sido incluso más de su agrado de no ser por el exceso de personas.

A una distancia corta de camino a la residencia de los padres de Shinichi, Kaito lo bajó con mucho cuidado de sus hombros.

-Ve a descansar, te veo más tarde.

Entrecerró el ceño con notoria confusión -¿Tú que harás? ¿No vas a cenar con nosotros?

Le sonrió con ternura y pudo reparar un ligero toque de desilusión en su última pregunta.

-Si, pero antes necesito atender otro asunto.

Lo evaluó intentando adivinar que tramaba y por su parte, le estaba tomando trabajo no ser imprudente.

-Ya –hizo una pausa en la que no dejaron de mirarse. Tampoco quería dejarlo solo y admitía que una pequeña parte lo llamaba a desconfiar -¿Puedo acompañarte?

-Eres demasiado desconfiado –lo pensó un instante y aceptó -Claro que puedes acompañarme, siempre y a donde quieras –una vez más volvió a sonreírle de manera casual.

Esta vez, lo ayudó con las bolsas de compras y lo siguió sin preguntarle hacia donde se dirigían. Tomaron el autobús y se sumergieron en un silencioso trayecto de varios minutos.

Al bajar, volvieron a repetir una caminata entre las calles que seguían igual de aglomeradas. Llegaron a lo que parecía ser una gran tienda, pero al entrar, Shinichi se percató de que lucía más como un centro de eventos.

Sobraba decir que el interior estaba adornado de acuerdo a la fecha. Los pilares envueltos en guirnaldas, rojas, verdes, amarillas y azules las ventanas y paredes rodeadas de luces, figuras y copos de nieve. En un rincón, un gran pino igual de cubierto y con una estrella brillante en la cúspide. En otro extremo un pequeño escenario rodeado de globos. Todo ambientado con música de fondo, que incluía a famosos artistas, villancicos y tonadas.

Shinichi iba a preguntar de que se trataba todo eso, pero Kaito parecía muy concentrado buscando a alguien entre las personas del lugar, que no dejaban de moverse de un lugar a otro intentando terminar de organizar todo.

El chico avanzó hacia una de las cuantas mesas donde una joven, que parecía rodear su edad, de tez morena, pelo rizado y que vestía un chillón suéter, envolvía regalos a un ritmo impresionante.

-¡Ey! -Kaito le golpeó la mesa sin mucha delicadeza, sacándole un gran susto –Parece que tendré que informar que uno de los duendes se escapó -exclamó en inglés.

-¡Dios mío! -se llevó una mano al pecho -¿Quieres matarme de un susto?

Sonrió triunfante –Es mi regalo de navidad –y le besó la mejilla en modo de saludo.

-¿Ah sí? -levantó una ceja –Pues, aquí tienes el tuyo.

Enseñó la palma de su mano a la altura de la cara del ladrón y sopló. Al instante, una lluvia de confeti empapó su rostro, llenándole los ojos y la nariz. Ella explotó en una dulce carcajada y Kaito se sacudió escupiendo.

-Supongo que estamos a mano.

Ella siguió en lo suyo -Creí que no vendrías.

-Ya, es que se nos hizo un poco tarde.

Al decir eso, fue en que la chica recayó en la presencia de Shinichi.

-¿Y este pequeño? -dejó lo que estaba haciendo, para acercarse a él y ponerse en cuclillas para quedar a su altura.

-Es mi...mi primo -contestó guiñándole un ojo a Kudō.

-¿Cómo te llamas? -sonrió.

Miró a Kaito con duda, este asintió y volvió a mirarla a ella.

-Conan.

Sus ojos brillaron –Hola, Conan –le tomó la mano y le obligó a cerrar el puño -¿Te gustan las sorpresas? -él asintió por cortesía -Abre tu mano.

Al abrirla, se encontró con un bastón de caramelo. Shinichi entendió de inmediato que la chica era igual a Kaito.

-¡Muchas gracias! -fingió entusiasmo y le enseñó su faceta más infantil.

-Ahora que recuerdo –Kaito sacó una caja de una de las bolsas y se la entregó -Aquí está tu encargo.

Ella lo recibió sabiendo lo que era y desgarrando con exaltación el papel que traía encima, sacando de ella una figura de anime que el detective no conocía.

-¡No puedo creer que lo tenga en mis manos! -disfrutaba sin dejar de admirarlo -Esperé semanas para que llegaras.

Como era más fácil para él conseguir todo ese tipo de mercancía, se había ofrecido para llevárselo en persona, ya que había algunas cosas que no salían del continente.

-¿Me lo cuidas un momento? -le preguntó a ella refiriéndose al menor -Iré a dejar esto a Kelly y a saludar a los demás.

-No hay problema.

Vio a Kaito caminar hacia un grupo de adultos de diferentes edades que charlaba alegremente. Al verlo reunirse con ellos, todos lo saludaron con entusiasmo, algunos incluso lo abrazaron con notorio cariño.

Volvió a indagar el lugar, tratando de entender que hacían allí. Se sentía ajeno al ambiente, más no le molestaba del todo.

-¿Vives aquí? -le preguntó la chica acomodando el listón a uno de los paquetes.

-No. Vine por vacaciones.

Le dedicó una sonrisa ladina -¿Vinieron a visitar a la madre de Kaito?

-Si -respondió. No era ninguna mentira -¿De dónde se conocen tú y él?

-Ella nos presentó -respondió con naturalidad sin perder la concentración en lo que hacía -A ella la conocí en una de mis presentaciones. Es una mujer realmente encantadora y con mucho estilo.

Quería saber más de su suegra, pero no podía hacer preguntas sin que ella levantara sospechas de que no se conocían.

-¿Hace usted magia, señorita? -volvió a actuar de manera infantil.

La pregunta pareció animarla –Espera a ver mi acto de más tarde y me dices que piensas –le guiñó el ojo haciendo que el pequeño se sonrojara.

Kaito llegó en esos momentos para interrumpir la conversación y Kudō aprovechó para fingir que tenía ganas de ir al baño.

★·.·'¯'·.·★★·.·'¯'·. 

-¿Otra vez con esa tontería de que somos primos? -dijo lavándose las manos.

Se había cambiado de ropa y no dejaba de acomodar y admirar su imagen en el espejo.

-¿Y qué querías que dijera? -lo miró por el reflejo –Sabe que no tengo hermanos y no tienes edad suficiente para ser mi hijo.

-Técnicamente si la tengo.

-Pero no es creíble -se peinó las cejas –Créeme que ese parentesco genera muchas menos preguntas que cualquier otra respuesta.

Shinichi se fijó en la estridente y chillona ropa del mago y no omitió su comentario.

-No entiendo esa tradición de los suéteres horribles.

-¿Cuál tradición? -preguntó sin entender.

-Ehh...olvídalo -terminó de secarse las manos -¿Me vas a decir que vinimos a hacer aquí?

-Si estás aburrido puedes volver a casa –le dijo comprensivo –Yo no me enojo.

-No es eso, solo quería saber.

Evadió su pregunta –Vamos, ya casi es hora.

Volvieron a lugar donde se concentraba la mayor parte de los invitados. Muchas más personas habían ingresado al lugar, entre ellos adultos y niños de todas las edades.

-¡Michael! -llamó Kaito a uno de los hombres encargados -¿Necesitan ayuda con el camión?

-¡Ah, sí! -le sonrió -Están en la parte de atrás.

Asintió y esta vez se dirigió a su pequeño acompañante -Voy a desaparecer por un rato ¿Me esperas o te vas?

-Te espero -pestañeó -Uniendo de a poco las piezas en su cabeza.

-Está bien –le pasó una mano por el cabello en gesto de cariño -Puedes dar una vuelta, seguramente encuentres algo interesante que hacer. Y no dudes en buscarme si necesitas cualquier cosa. Los demás saben que viniste conmigo, puedes acercarte a ellos para lo que sea.

-Bueno –lo vio avanzar por el pasillo, pero se dio la vuelta.

-¡Oye! -le llamó -Es una fecha especial, trata de que no muera nadie -sonrió de manera burlesca y al recibir un grosero gesto con la mano por parte de Kudō, volvió a retomar su camino.

Intentó hacer lo que Kaito le pidió, después de todo estaba allí por voluntad propia. Camino contemplando cada actividad que los presenten realizaban. Casi se sentía como en un videojuego, cuando tenías que enviar al personaje a deambular por el mapa para desbloquear alguna misión.

Los organizadores, que resaltaban entre los demás por los llamativos atuendos que traían puesto, ofrecían bebestibles y pastelillos a los invitados. En el escenario, la misma chica de antes comenzaba su presentación de magia. Los más pequeños no tardaron en acercarse.

Kudō se sentó en el suelo para mirar más de cerca. Ella resultó ser mejor de lo que esperaba. Había un par de trucos simples de los que había sido testigo antes, con cartas y aparición de objetos. Se atrevía a decir que su delicadeza y precisión eran similares a la de Kaito. Sus movimientos también eran muy limpios, lo que lo llevó a plantearse la idea de que practicaron juntos alguna vez.

Al final el espectáculo, los presentes fueron invitados a tomar asiento en el sector de las mesas. El detective fue testigo de lejos como las familias se reunían y poco a poco, de una sala que supuso era el área de la cocina, salieron camareros repartiendo platos con variados menús.

-¿Quieres algo de comer? - una mujer de mediana edad y de cabellos dorados se acercó amablemente a preguntarle.

-No, gracias -adivinó que era otra encargada –Estoy bien.

Se marchó en seguida suponiendo que estaba ocupada, sin antes ofrecerle que si quería algo no dudara en buscarle.

Poco a poco comenzó a entender de que trataba todo eso, lo había visto miles de veces, solo que nunca había formado parte ni siquiera siendo un observador directo. También se vio tentado de ayudar a una pareja de ancianas que acomodaba los regalos en el gran pino.

Como había dicho Kaito, se desapareció por un buen rato, dos horas en las que el pequeño Shinichi compartió de cerca con los encargados, los niños y algunas familias que le contaron todo tipo de cosas, convirtiéndose en testigo directo de como cada individuo lograba pasar un grato momento como pocas veces podían en el año.

Se contagió con los ensoñadores ojos, con los coros que estaba creando el músico en escena que incluso se dio ánimos de colocarse esos cintillos temáticos que todos estaban usando.

-Aquí estás -Kaito se acercó a su lado.

-Ya está, ahora puedes jugar con el -Kudō terminaba de ayudar a uno de los niños a armar un avión de juguete.

-¡Gracias! -le dijo con una gran sonrisa agitando el avión. El pequeño detective le sonrió de vuelta.

-Disculpa la demora, había el doble de cajas que el año pasado.

Negó con la cabeza restándole importancia –No te preocupes. La tarde se me pasó muy rápido -admitió contento.

-Supongo que ya no tienes tantas preguntas –dijo con las manos en los bolsillos.

-De haberme dicho te hubiese ayudado.

-Y lo hiciste –le hizo saber –Me contaron que te ofreciste a ayudar a las señoras y veo que también a los niños con sus juguetes, además...estás aquí conmigo.

Se dedicaron una sonrisa mutua, cálida y cargada de honestidad, que no fue necesario agregar nada.

-Kaito –una tímida chica y más joven que ellos con un bebé en brazos se acercó a ellos.

Él pareció reconocerla de inmediato -¡Hola! -reparó en el bebé -¡Vaya que rápido pasa el tiempo! ¿Cómo están? -preguntó con ternura.

-De a poco ha ido mejorando todo, gracias a ustedes –vio que Kaito no dejaba de mirar a su hijo así que preguntó -¿Quieres cargarlo?

Asintió y estiró los brazos. Acomodó al niño contra su pecho, acunándolo y sin dejar de mirarlo.

-Me alegra saber que están bien. Espero todo haya sido de su agrado.

Suspiró con un leve toque de vergüenza -No sé cómo agradecerles. Hace tiempo no disfrutaba tanto.

-Nada de eso. Nos gustaría poder hacer más.

Luego de charlar tranquilamente por unos minutos, Kaito le devolvió a su hijo y se despidieron con gratitud deseándose feliz navidad.

-¿Sabes Shin-chan? -le contó -Tuve la oportunidad de conocer su historia hace un año atrás. Sus padres la echaron de casa cuando se enteraron de que estaba esperando un bebé. Su novio, en ese entonces, cortó con ella por el mismo motivo.

-Pero es una menor de edad –se asombró -¿Cómo la echaron de casa, así como así?

Se encogió de hombros lamentando el hecho –Hay actos que están más allá de nuestra comprensión -suspiró recordando -Llegó aquí tan deprimida que muchos nos temimos lo peor. Qué bueno que encontró voluntad para seguir adelante y aceptar ayuda.

-¿Lo hacen siempre?

Asintió -La gente que tiene este tipo de dificultades pasa hambre y frío todo el año, solo que no siempre lo tenemos en cuenta -explicó -Por eso que en fechas especiales nos gusta hacerlo de esta manera, eso también llama a que muchos más quieran ayudar. El resto del año se contribuye de manera financiera o con necesidades básicas que se puedan cubrir. Afortunadamente no somos los únicos, siempre hay alguien que quiere aportar.

Así, Kaito le contó las historias de varios presentes, fue tanta la admiración que sintió Shinichi, que se sintió culpable por desconfiar de él en la tarde.

Miró su reloj –Se está haciendo tarde, más vale que volvamos ahora o tu madre nos regañará.

Le tomó la mano, llamando un poco la atención de Kaito por el gesto y lo acompañó a despedirse de los demás, quienes una vez más le agradecieron su ayuda y le hicieron saber que había sido un gusto volver a verlo por esos lados.

No porque no estuvieran ambos en sus cuerpos de adultos significaba que dejaran de disfrutar una de las mil maneras que existía para demostrar el cariño que sentían el uno por el otro. Y si podían sacar algo ventajoso del asunto, era que estando así, no corrían tanto riesgo de ser encarados por la sociedad, así que, siendo conducidos por el trineo de la afección, no se soltaron la mano en todo el camino.

-Creí que no llegarían -Yusaku les abrió la puerta.

El interior estaba cálido gracias a la calefacción que se encontraba encendida, el olor de la cena hizo rugir el estómago de ambos. Antes de hacer cualquier cosa, Yukiko los mandó a lavarse las manos.

Los chicos tuvieron una lucha por quien se lavaba más rápido y de paso, salpicaba el espejo. Shinichi sabía que su madre le tiraría de las orejas y tendría que limpiar más tarde el desastre que estaban haciendo en el baño.

Finalmente se sentaron a cenar, beber ponche navideño y a compartir anécdotas pasados y actuales, entre risas y pequeñas discusiones infantiles entre la pareja de jóvenes. Kaito parecía llevarse especialmente bien con los padres de Shinichi y en lugar de sentirse celoso, el detective sintió dicha al ver que el mago tuviera la oportunidad de disfrutar momentos como ese, teniendo en cuenta de que, a pesar de ser tan sociable y popular, no tenía ese cariño paternal tan directo. Le hizo replantearse el hecho de que tal vez tenía que ser un poco menos arisco con el cariño que le daban Yusaku y Yukiko.

-Buenas noches muchachos –se despidió su madre con un bostezo.

-No dejes que mi hijo beba tanto ponche o se levantará toda la noche al baño -Yusaku apoyó una mano en el cabello de los chicos y los despeinó para luego seguir a su esposa a la habitación.

Ellos se encontraban sentados en el suelo cubiertos con una manta, vestían pijamas abrigados y miraban una película en la televisión mientras comían galletas.

Kaito pegó un largo bostezo.

-¿Tienes sueño?

-No. Solo me siento demasiado relajado -miró la hora. No era tan tarde, pero ya pasaban de las doce –Ya es navidad -anunció.

-Sí–dijo tan amargado como siempre.

-¿Sabes lo que falta? -intentó traspasarle un poco su ilusión -Nieve.

-Es difícil que caiga nieve en este lado –se llevó otra galleta a la boca.

-Detective ¿Tú sabes con quien estás hablando? -alardeó orgulloso –Cierra los ojos -pidió.

Obedeció y escuchó que Kaito bajó el volumen del televisor y se levantó.

-¿Ya puedo abrirlos? -preguntó ansioso.

Se acercó despacio a sentarse nuevamente a su lado -Sí.

Shinichi abrió los ojos, la sala se encontraba completamente a oscuras, lo único que alumbraba eran las luces del árbol de navidad y la chimenea eléctrica encajada en un lado de la pared que les daba de frente y aportaba un toque más hogareño.

El mago contó hasta tres y chasqueó los dedos. Pequeñas partículas blancas comenzaron a caer desde el techo. El pequeño miró embobado y con la boca ligeramente abierta al ver caer pequeños copos de algodón por todo el salón que intentó recolectar con sus pequeñas manos.

-Feliz Navidad –le susurró Kuroba con una sonrisa enamorada.

Él también quería enseñarle algo agradable. No tenía un truco tan genial como hacer nevar dentro de la sala, pero sabría que la vista le gustaría.

-Acompáñame –lo tomó de la mano para guiarlo hasta el balcón.

Al abrir la gran ventana de vidrio el viento fresco los golpeó en la cara. Kaito se acercó entusiasmado hacia la barandilla para mirar hacia el horizonte. Miles de luces provenientes de los edificios de la ciudad iluminaban el cielo nocturno.

Subió al niño a sus hombros, para que pudiera contemplar con mayor vista hacia el exterior. Una vez más no fue necesario agregar nada, bastaba con estar exactamente como ellos estaban en esos momentos, aprovechando la presencia del otro sin dificultades, sin nadie que los molestara y con la tranquilidad a la que ambos tenían derecho.

Kudō estiró su cuello hacia atrás para mirar lo que había colgado en el techo.

-Es muérdago –se percató Kaito notando la rama adornada con bonitos lazos y frutos rojos.

Quedó mudo, conocía la tradición y no es que fuera supersticioso, pero comenzaba a sentir deseos de juntar los labios con los suyos, sin embargo existía ese problema. 

Sabía que Kaito no iba a insistirle nada, ni mucho menos hacerle un broma al respecto, era algo de lo que él tenía conocimiento, de lo mucho que le estancaba el tema de su cuerpo de niño, sobre todo para ese tipo de situaciones cuando lo que más quería era poder sentirlo cerca de igual a igual.

Comenzó a tiritar, pero no sabía si era por el frío o por reprimir sus deseos. Surcó por sus pensamientos un número de opciones y probabilidades hasta finalmente dar con una que fue de su agrado. 

Estar en esa posición facilitaba las cosas. Curvó su cuerpo hacia adelante y se acercó despacio hacia la frente de Kaito, hasta tomar valor y depositar un suave e inocente beso entre sus cejas, tomándolo por sorpresa. 

El joven mago no dijo nada, no esperaba ese tipo de demostración. Sintió sus mejillas arder y lo único que pudo hacer fue sujetarle con fuerza de las manos, traspasándole todo su calor por un periodo, que a su parecer dejo de existir en tiempo y lugar. 

Dándole fin a la noche, regresaron al interior para acurrucarse nuevamente entre las mantas, frente a la chimenea y dormir abrazados arrullados por la paz interior y la colorida lluvia de sentimientos que el universo había creado solo para ellos. 


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Hallooooo

Jo Jo Jo ! Actualizando a la hora de la corneta como siempre e.e

¿Cómo están? 

Yo hasta lpm, no saben todas las películas malas que tuve que ver para poder ambientarme y no quiero saber nada de la navidad. 

Chiquillos, de verdad me auto declaro el Grinch a partir de hoy 🌝

Díganme que les pareció, si algo les molestó o bueno, saben que son libres de dejar el comentario que quieran (si es que quieren) que a mi me encanta leerlos <3 

Abrazos

;DDD 

💙 💚 💖 💛 💜


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