XX. Pasión Escarlata (R18)


🌟Advertencia: Cumplo con avisar que hay una escena un poco subida de tono e.e


Le costó convencerlo de que volvieran a casa y a regañadientes terminó aceptando. Kaito se dio cuenta de que las cosas que había dicho eran barbaridades, pero ¿Cómo no hacerlo?  Si sentía que el mundo se le vino encima de un momento a otro. Se dejó guiar por el detective, que también se encontraba en un estado similar, solo que intentando ocultarlo.

-Tómate tu tiempo –le dijo Kudō -Si quieres detenemos la investigación hasta que estés listo, pero por favor...no te vayas -le rogó -Aquí estás seguro.

Kaito asintió cansado y esperó a que la pequeña figura se perdiera por la puerta y se dedicó a pensar en todo como más claridad. No se imaginó nunca recibir una noticia de ese estilo y la perplejidad se lo estaba comiendo por dentro ¿Cómo era posible que algo así sucediera? Las probabilidades eran muy bajas y la interrogante más grande de todas era ¿Por qué permanecieron sin saberlo durante tantos años?

No. No iba a quedarse de brazos cruzados sin averiguar que estaba sucediendo, aprovechando la oportunidad de compartir aquellas interrogantes con la única persona que se encontraba en la misma posición. Caminó intrépido al cuarto del detective y llamó a la puerta.

-Justo iba a ir a buscarte –le dijo en voz baja –Pasa.

El mago no esperó invitación y se sentó en la cama –Hay algo que no cuadra en toda esta historia.

-Baja la voz –le pidió el niño, no quería que nadie los escuchara.

-¿Por qué motivo tu padre me revelaría un secreto así luego de tantos años?

-Es obvio, porque nos vio –ante la vergüenza de recordar el acalorado momento evitó el contacto visual –Haciendo eso.

-Ya, pero ¿Por qué tenemos diferente apellido? ¿Qué motivo realmente fuerte existe para mantenernos oculto algo así? -como un clic en su cabeza recordó el regalo de Yukiko –No tiene sentido, no menos después del regalo que...-se quedó callado, no quería que el detective supiera del obsequio que le había hecho su madre, se suponía que era secreto.

-¿Qué regalo? -preguntó el otro sin entender.

A lo que Kaito desvió un poco la idea -¿Crees que tu madre sepa de esto? O te lo pregunto de otra manera ¿Tú padre le ocultaría algo así a su esposa?

El detective lo pensó por unos momentos, reteniendo y analizando todos los factores existentes. Sabía que su padre era un hombre reservado, extremadamente inteligente y que haría todo lo posible por mantener a su familia a salvo. En la parte del matrimonio quedaba en evidencia lo importante que era su esposa, mantenían una relación fuerte y estable. Evaluó nuevamente la pregunta de Kaito ¿Existía algún motivo por el que su padre le ocultara algo así a su madre? Y a pesar de que la respuesta no la tenía muy clara, siempre existía la posibilidad, porque iba directamente ligado a la seguridad de su familia.

-Dijiste que la muerte de tu padre no fue un accidente y que tenías alrededor de ocho años cuando eso ocurrió ¿Crees que tu padre haya vivido sabiendo que algo así podría ocurrir?

-Sí -respondió con certeza –No me caben dudas de que en el momento que decidió convertirse en Kaitō Kid algo así podía suceder incluso antes de conocer a mi madre –recordarla le hizo agregarla a la lista de incógnitas -Y estoy seguro de que ella tenía conocimiento de todo esto.

-Entonces puedo responder a tu pregunta -Kudō sentía un nudo en la boca del estómago -En una situación como esta, mi padre lo ocultaría.

Las dudas del por qué las cosas se habían desarrollado de esa manera eran muchas y la respuesta más verosímil que encontraron fue, que en el momento en que Toichi Kuroba se convirtió en Kaitō Kid, los hermanos prefirieron romper cualquier lazo que los identificara como tal y cada quien tomó su camino, para evitar ponerse en peligro, pero sin perder realmente el contacto.

El detective recordó la historia de la familia de Akai, en la que durante por muchos años se mantuvieron separados y la que terminó por vivir en medio de una mentira fue Masumi. Todo se había llevado a cabo con tal de protegerse.

-¿Piensas preguntarle al señor Kudō? -Kaito rompió el silencio que se había formado.

-No. A pesar de que quiero escuchar las razones salir de su boca, entiendo por qué lo hizo -recordó su vida de Conan –A veces nos vemos obligados a mentir para proteger lo que más amamos –hizo una pausa –Y no quiero causarle problemas con mi madre.

Kaito asintió satisfecho, después de todo pensaba igual –Puedes quedarte tranquilo, no pienso preguntarle nada.

Ambo estuvieron un rato más en la habitación, en silencio, pero disfrutando de la compañía. Como había dicho Kaito, las cosas eran así y tenían que aceptarlas por mucho que dolieran. Tenían que resignarse a que no podían estar juntos y era lo mejor, ya que, en el museo, Kaito notó como el detective aun no pasaba página realmente con Ran. Eso no restaba el cariño que sentía por él y estaba decidido a hacer lo que fuese necesario para ayudarlo a regresar a su cuerpo normal y a que recuperara el amor de su vida.

-¿Qué piensas de las relaciones incestuosas? -el pequeño lo interrumpió de sus pensamientos con esa pregunta tan brava que la sintió como una bofetada.

El detective recordó el caso de los hermanos que estuvieron a punto de concretar su matrimonio pero que al enterarse, la chica cometió suicidio.

-Supongo que estamos tan inmersos en la visión social de hoy en día que lo vemos como algo incorrecto. No te puedo responder desde una parada directa ya que nunca lo he vivido –lo miró de arriba abajo –Hasta ahora, y eso cambia totalmente tu punto de vista ya que están involucrados tus sentimientos –quiso explayarse más, de por sí el tema daba bastante de que hablar –Viéndolo desde afuera, sabemos que existe desde la antigüedad, ocurrió en la historia de diferentes culturas y en la religión, sin negar que hasta el día de hoy existen casos -movió su pies juguetonamente que se mantenían colgando al borde de la cama –Ahora, hablando desde un punto del lado de la psicología, hay estudios que afirman que todos nacemos con cierto grado de inclinación hacia las relaciones incestuosas, pero todos somos diferentes, no podemos encasillarnos todo el tiempo.

Kudō soltó una risita, en el buen sentido. No esperaba una respuesta tan bien argumentada y explayada –Entonces ¿En resumen?

Kaito se golpeó el labio con el dedo índice, pensando.

-No podría decirte que estoy a favor o en contra, porque cada uno vive las relaciones de manera diferente, existen infinitas maneras de manifestarlo. Pero, si hay algo en lo que podría basarme, es que ninguna relación debería llevarse a cabo bajo una actitud de someter o forzar al otro a hacer algo que no quiere, no recayendo en chantajes y por, sobre todo, que sea cuando las personas son conscientemente maduras y que hayan desarrollado ese lado a partir de sí mismos y no por la influencia de otros.

-Vaya, parece que te tenían la lengua atada –se burló el niño y Kaito se rio de sí mismo.

-Tú fuiste el que preguntó -y a diferencia, no quiso preguntarle lo que opinaba –Gracias por escucharme, creo que podré descansar un poco a partir de ahora.  


Transcurrieron tres días en los que no hicieron absolutamente nada más que estar encerrados sin desempeñar nada relevante. Kaito parecía un niño encerrado en vacaciones. Se pasaba el día leyendo, jugando con el móvil, viendo televisión y creando un zoológico de origamis.

Mientras que el pequeño Shinichi intentaba distraerse releyendo algunos documentos que había traído desde el Departamento de Policía. Eso lo hizo recordar que aún no se comunicaban con él para preguntarle acerca del asunto de la memoria de Kaito y para ahorrarse problemas decidió que lo mejor era cerrarlo. Todo eso sumado a que se sentía extraño, desde el día del museo se encontraba más agitado de lo normal, la temperatura corporal le aumentaba de la nada, esperando impaciente una gripe que parecía no querer manifestarse.

Ante las dudas de que se tratase de algo relacionado con el APTX, prefirió hacerle una visita temprana a Ai-chan.

-Ese calor que sientes ¿Ocurre en algún momento especial del día? -preguntó la niña mientras le tomaba la presión.

-No realmente. Viene de la nada.

Haibara se centró en los números que indicaba la máquina -Tienes la presión alta y no veo indicios de gripe o de dolencia estomacal ¿Te pasó algo para que te encuentres en un estado tan alterado?

Ahí estaba su respuesta, gracias a que prefería guardarse y creer que aguantaba todo, su cuerpo comenzaba a sufrir las consecuencias y sintió unas ganas incontrolables de soltarlo todo para sentirse mejor. Con solo mirarlo, Ai-chan entendió de inmediato.

Respiró resignada a escuchar una historia que sabía era mucho drama.


-¿Es una broma? -levantó una ceja impresionada.

-¿Crees que inventaría algo así? No tengo la imaginación de mi padre.

Le había contado todo sin saltarse ningún detalle y estaba en lo correcto al creer que su amiga lo escucharía y entendería todo mejor que nadie.

-¿Y cómo está Kuroba-kun?

-Parece llevarlo mejor que yo, al menos no se queja de dolencias físicas.

La niña lo procesó y le invadía la duda de que algo no iba bien -Kudō, yo que tú lo converso con tu padre, algo se les debe estar pasando por alto.

-No hay nada de qué hablar, si hubiese sido un mal entendido lo hubiera dicho en seguida y ya pasaron días -tuvo una idea -¡Se me ocurre algo mejor! -la tomó bruscamente de las manos -¿Por qué no nos realizas una prueba de sangre?

Ella le apartó las manos con una mueca de disgusto -¿Acaso me viste cara de laboratorio?

-Vamos –le insistió -Creas antídotos y todo tipo de mezclas extrañas, técnicamente eres un laboratorio. No creo que no puedas realizar una simple prueba de ADN.

-Me tomará tiempo y para eso también necesito muestras de Kuroba –le explicó pensando en que Kaito probablemente no aceptaría.

-¡Eres la mejor! -le sonrió entusiasmado y la abrazó para soltarla de inmediato –Lo siento –se disculpó y cambió el tema -¿Y qué hago con mis malestares?

Haibara a veces quedaba descolocada al darse cuenta de que Shinichi no podía ser más tonto cuando se trataba de cosas tan básicas. Quedaba en evidencia que el chico estaba con las emociones alborotadas y su cuerpo al sentirse reprimido se manifestaba como podía para indicar que necesitaba ayuda.

-Primero que todo, métete bien en esa cabeza hueca que tienes –le golpeó la sien con un dedo –Que guardándote todo, solo atraerás más problemas. Lo segundo –hizo el número con la mano –Ordena tus ideas, céntrate en el presente. Y por último, si todo eso que me contaste de tu vida amorosa es cierto, hazle caso a tus instintos.

-¿Mi vida amorosa?

-No te hagas el tonto, a pesar de que comenzaste a sentir cosas por Kuroba-kun, aun sigues pensando en Ran y el hecho de que ahora no puedas estar con él, te hace querer salir corriendo a los brazos de tu amiga de la infancia.

Conan se quedó en silencio pensando en eso. Haibara, Kaito, su yo interior y cualquiera que lo viera reconocería de inmediato que eso era cierto. El único obstáculo que tenía en el camino era su identidad. Si no se atrevió en el pasado, mucho menos lo haría ahora, salvo que en estos momentos contaba con la ventaja y esperanza de que con ayuda de un nuevo aliado recuperara su cuerpo.

-No puedo hacerlo en mi forma de niño.

Ai-chan se terminó de convencer de que el detective no entendía nada y eso la cabreaba bastante.

-Te diré una cosa –le llamó la atención -Si te doy consejos es porque quiero ayudarte, pero no voy a tolerar que juegues con los sentimientos de Kuroba ni con los de Ran. Ella ha sido la más pasada a llevar con toda esta historia.

Tocó terreno peligroso, la chica sabía lo delicado que era el tema para el detective, pero no soportaba la idea de que Shinichi hiciera lo que quería con Ran y este otro saltó de inmediato.

-Tenía que salir la defensora –le sonrió de manera tan cínica que daba asco –Te advertí en el pasado que no te metieras en mis asuntos con Ran.

Haibara se molestó aún más -Lo digo porque me importa el bien estar de ella, porque parece que a ti te la pela.

Podían mantener una discusión de un argumento contra otro por un tiempo infinito, pero Kudō sabía jugar sucio y no le apetecía seguir perdiendo su tiempo con una discusión que no los haría llegar a ninguna parte.

-Sí -casi ni reconocía su propia voz –Ahora entiendo porque nunca pude sentir nada romántico hacia ti y si por Ran, porque ella es mucho mejor que tú.

Haibara no le respondió nada, simplemente se dio media vuelta, caminó tranquila perdiéndose por una de las habitaciones. Lo último que escuchó el detective fue un portazo que hizo temblar todo el lugar dejándole un pitido en los oídos.

-Shinichi -escuchó la voz molesta del Profesor Agasa a sus espaldas -¿Crees que esas son formas de tratar a alguien?

Se sentía diminuto al ser regañado por el hombre –No me moleste, Profesor –se metió las manos en los bolsillos y caminó hacia la puerta dando aceleradas zancadas.

-Estoy hablando contigo, no seas grosero –el Profesor se escuchaba realmente molesto. Shinichi podría jugar que nunca en su vida lo escuchó dirigirse a alguien con ese tono.

Reafirmaba su posición de no querer ser molestado y lo dejó hablando solo.

No solía desquitarse con los objetos, tenía que sentirse muy alterado para golpear su puño contra algo o para agarrar a patadas el amoblado que rodeaba el lugar. Esta vez, se encontraba más enojado que en mucho tiempo. Discutir con el Profesor, quien no tenía la culpa de nada y con Haibara le provocaba una ira inmensurable consigo mismo. Imitó el gesto de la niña y al entrar a su morada lo hizo dando portazos en la puerta de entrada y en la de su habitación.

Golpeó con los puños el colchón de la cama una y otra vez. En esos casos, lo mejor era recurrir a algo blando, pero ni eso fue suficiente, azotó los nudillos en la tela tantas veces que era imposible contarlas, provocándole quemaduras que obtuvieron descanso cuando los músculos de sus brazos se fatigaron.

Sentía unas ganas incontrolables de llorar y así lo hizo. Se arrepentía de haberle dicho eso a la que supuestamente era su amiga, una de las pocas personas que hacía todo lo que estuviera a su alcance para ayudarlo y entendía que sus actos traerían repercusiones en su relación con ella y el Profesor Agasa. Tenía un revoltijo en su interior a tal grado que ya sentía nauseas.

Se derrumbó encerrado en la soledad de su cuarto hasta poder calmarse un poco. Si algo podía rescatar de la conversación, era que, en ese preciso momento tenía la oportunidad de dar un paso con relación a su corazón.

Imaginaba diversos escenarios en los cuales Kaito y Ran estaban presentes, torturándose con la interrogante de con quien debía abrir su corazón, llegando a la conclusión de que las cosas pasaban por algo. Lo único que le faltaba era fuerza, armarse de valor y avanzar en ese preciso momento. Su decisión estaba tomada.

Pensó en enviar un mensaje y justo en el momento en que su mano alcanzó el móvil posado en su mesita de noche, Kaito llamó a su puerta.

-Lamento molestarte –se quedó en el marco de la puerta –Pero, Ai-chan me pidió que te entregara esto -abrió la palma de su mano enseñando una pequeña cápsula que conocía perfectamente.

La tomó dudoso -¿Dijo algo más? -tenía la esperanza de que la chica quisiera hablar con él.

Kaito lo miró demostrando inquietud –Dijo que cuando tuviera listo el antídoto final te lo haría saber -dudó un poco de la reacción que podía tener el detective al contarle el resto –Y que por favor no la molestaras con nada más.

Ese era el resultado de sus arrebatos, Haibara no quería saber nada de él por razones más que justificables, había abusado de su amabilidad, su paciencia y confianza, respondiéndole de una manera cruel y horrible.

-Ya -respondió guardando la píldora en su bolsillo.

-Si te apetece hablar, no dudes en pedírmelo –le ofreció Kaito.

Con solo ver la cara que había puesto el detective cuando repitió las palabras de Ai-chan entendió que la discusión era más áspera de lo que pensaba.

El niño negó con la cabeza aun sin creer que fue capaz de tratarla así -Le dije algo que no debía -derrotado, se pasó la mano por la cara –Algo que ni siquiera pienso que es verdad.

El mago tuvo una ligera idea de que podía tratarse -¿Qué fue lo que le dijiste?

-Qué nunca había sentido nada romántico por ella porque Ran era mucho mejor.

-No, colega –su voz era de alguien que quería explicar algo, pero que no podía ocultar del todo su enfado -Así no. Debiste haber guardado silencio.

-Lo sé, pero no me he sentido bien y cuando me di cuenta ya la había cagado.

-Ahora entiendo porque el ambiente estaba tan tenso en casa del Profesor.

Se sentía arruinado –Yo solo quería ordenar mis ideas y sentirme más tranquilo.

Kaito posó la mirada en los bolsillos de sus pantalones, donde la píldora del APTX aguardaba y terminó por entender las intenciones que tenía el detective.

-Al menos ya podrás sentirte más tranquilo -tenía que aceptar que las cosas eran así.

-Sí -los ojos del detective seguían con un ligero toque de brillo producto de las lágrimas -Gracias por ir a buscarla –dijo refiriéndose al antídoto -Yo...tengo cosas que hacer ahora.

-Lo sé -se marchó desanimado y el único modo de distracción efectivo que encontró fue encerrarse en la biblioteca a leer algo que lo transportara a otro mundo y olvidarse del presente.  


Terminó de alistarse los últimos detalles mirándose al espejo, intentando encontrar confianza y valor para lo que iba a hacer. Se acomodó tímidamente unos mechones de cabello que caían por su, ahora, maduro rostro y tomó aire para abandonar la habitación.

Sentía que cada paso que daba era como pisar una nube y los pasillos nunca le habían parecido tan grandes. Ser detective no era tarea fácil, eso lo supo desde el momento en que la idea se le metió en la cabeza para no salir más. Se había enfrentado a incontables situaciones de peligro, a casos horribles, llenos de traición, asesinatos, cadáveres desmembrados y quemados, con el conocimiento de que si se enfrentaba a una situación de esas existían altas posibilidades de no salir con vida. No obstante, ninguna de esas situaciones se comparaba con el temor que sentía en esos momentos, tanto así que le tomó una eternidad llegar a la primera planta.

-Shin-chan ¿A dónde vas tan arreglado? -le preguntó su madre que se encontraba junto a su marido.

No quiso responder a su pregunta, simplemente se limitó a ignorarla y a caminar apresurado hacia la puerta por si existía la posibilidad de que lo siguieran. Y avanzó.


Kaito estaba tendido sobre el sofá con un libro de Tolkien en las manos. Leía tan gustoso que Shinichi incluso se sintió culpable de interrumpirlo y la luz del anaranjado atardecer colándose por el ventanal de la gran habitación generaba un ambiente mucho más fotográfico.

Se acercó a él hasta quedar de frente. El mago desvió un poco la mirada de su libro preguntándose qué hacía el detective allí y se sentó para mirarlo mejor. Shinichi en su estado de reflexión terminó por convencerse de que remover asuntos pasados no tenía sentido, quería atreverse a experimentar algo nuevo, tal como su corazón se lo pedía, algo que anteriormente había admitido y aceptado. Que quería a Kaito. 

El detective se sentó a su lado con los nervios a mas no poder, recibiendo la mirada desorientada de Kaito. Shinichi recorrió su rostro con detalle y se detuvo en los rosados labios del ladrón. En esa fracción de segundos olvidó todo lo demás, olvidó el hecho de que no se encontraban solos, que compartían sangre, que dentro de todo eran rivales. No le importaban las repercusiones que podían llegar a tener, lo único que le importaba era tenerlo cerca.

Con ambas manos se acercó al rostro de Kaito invitándolo a probar su boca con tal fulgor que ambos se pusieron de pie sin separarse. Kaito no opuso resistencia y se dejó llevar por unos segundos, hasta que, de manera un poco brusca, lo sujetó de los hombros obligándolo a separarse.

Shinichi le dedicó una sonrisa para incitarlo a que siguiera devorándole los labios y lo sujetó colocando una de sus manos en la nuca para obligarlo a que lo mirase a los ojos, dándole la clara respuesta de que había hecho su elección. Las pupilas de ambos se dilataron cuando el detective deslizó una de sus manos por la cintura de Kaito y con la otra enrolló los dedos en su frondoso cabello moreno. Comenzaron a forcejear por quien dominaba, recorriendo cada rincón de la boca del otro y cada vez que separaban los labios era solamente para volver a unirlos con mucha más pasión.

No podía pasar por alto lo que sentía, Kaito había sido el único que logró hacerlo sentir algo parecido al enamoramiento desde todo el asunto con Ran y se sentía afortunado de que eso fuera real.

Kaito se aferró más a él para comenzar a desabotonarle la camisa y dejar al descubierto su tonificado y atlético torso. No se contuvo y comenzó a saborearle el cuello, la mandíbula, los hombros y a bajar un poco más para llegar a sus pezones. Shinichi enredó las piernas en su cintura al mismo tiempo que Kaito lo levantaba para sentarlo arriba del escritorio. Sentían la piel cálida del otro, el perfume de sus cuerpos inundándolos y volviéndolos bestias desenfrenadas por sentir más y más.

Shinichi, aun con las piernas enrolladas en la cadera del mago, lo atrajo hacia el con ardiente deseo de sentirlo más cerca. Su cuerpo comenzaba a reaccionar indecentemente y tuvo el atrevimiento de rozar su entrepierna con la del otro. Se miraron con el rostro acalorado, el ardiente momento y el rojo atardecer no ayudaban a que la escena no se viera cargada de lujuria.

No se detuvieron, las manos y las lenguas recorrían ansioso el cuerpo que tenían en frente. El detective se atrevió un poco más, comenzó a desabrochar el cinturón del ladrón y este le respondió succionado uno de sus rígidos pezones, arrancándole un gemido de placer. Shinichi logró deshacerse del molesto cinturón y le abrió la cremallera, pero antes de hacer cualquier cosa, comenzó a pasar su mano por encima de la ropa interior que marcaba la creciente erección de Kaito, impulsándolo a soltar jadeos roncos y a que siguiera jugando con el pecho del detective.

Casi no se reconocía a sí mismo, Kudō gruñía y gemía cada vez más fogoso. Kaito lo besaba y depositaba ligeras mordidas por su cuello obligándolo a estirar su cabeza hacia atrás sin dejar de rozarse con la respiración entre cortada presos del placer.

-Tengo ganas de sentirte mucho más -le pidió Shinichi con voz excitada.

Kaito en un intento de acostarlo sobre el escritorio en una posición para que ambos estuvieran cómodos, pasó a llevar una lampara que cayó al suelo generando un ruido hueco, pero que ambos obviaron.

Bastaron un par de segundos para que abrieran la puerta del lugar, dejando en exhibición el acto de pasión de ambos jóvenes.

Yusaku miró por un momento su hijo sin creerse lo que estaba haciendo y a su vez pidiendo disculpas por la interrupción.

Su hijo dejó lo que estaba haciendo y se cerró la camisa avergonzado para aproximarse hacia él, mientras que Kaito volvía a acomodar su pantalón y el resto de su ropa con el mismo sobresalto.

-Papá ¡Espera! -pidió asustado en el momento en que su padre cerró la puerta.  




Si les digo que la próxima vez que estos dos estén echando la caricia no serán interrumpidos no me odian tanto? :c 

Quise actualizar seguido porque ehh ¿Why not? XD 😜

¿Piensan que Yusaku le va a dar con el cinturón a Shinichi por coshino o se va a quedar callado?  :v  

Si estuvieran en la posición de Haibara ¿perdonarían algo así? :00 (Aclaro que no quiero generar discusiones de "quién es mejor" porque cada una es maravillosa por si sola <3) 

Dejen sus opiniones al respecto y muchas gracias por leerme :33 

💙 💚 💖💛 💜

Los quiero ;DDD 


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top