XLIV. Tinta azul y roja
🌟Aclaraciones: La autora no está de acuerdo con estos tipos de comportamientos. Nunca obliguen a nadie a beber (lo que sea) sin su completo consentimiento. No sean 💩
Lo que en un principio parecían ser veinte personas terminaron por ser un poco más. A Shinichi le presentaron a tantas, que tuvo que armarse de paciencia para poder memorizar cada nombre y rostro. Todos ellos lograron acomodarse perfectamente en el espacio del salón organizado especialmente para ese tipo de acontecimientos.
Estaba acompañando a Kaito, que charlaba con quien había presentado como un viejo conocido suyo. Sin embargo, no ponía mucha atención a lo que hablaban, entre medio se distraía mirando como interactuaban los demás y la habilidad de Chikage para pasearse entre los pequeños grupos que se formaban.
-¡Kaito! -una chica saludó desde lejos y se les acercó con viveza.
Fue de un segundo a otro que Shinichi se dio cuenta de que ella había unido sus labios en un fugaz beso. Esos mismos que se dan en la mejilla cuando una persona saluda a otra y a pesar de que fue cosa de un segundo, el detective quedó tan descolocado que no entendía ni donde estaba parado.
-¡Hey! -Kaito la sujetó de los hombros para que se girara a mirarlo a él y le sonrió con notorio nerviosismo –Estoy aquí.
-¡Qué vergüenza! ¡De verdad lo siento mucho! -ella se llevó las manos a la boca por su error y turnando sus ojos en ambos chicos –Es que se parecen demasiado.
-Sí -rodó los ojos –Suelen confundirme con él.
Esta vez, él, sin soltarla de los brazos, imitó el gesto de darle un beso de piquito. Kudō pestañeó con una ligera presión para asegurarse de que estaba viendo bien.
-Otra vez me disculpo por confundirme -volvió a dirigirse a Shinichi con naturalidad.
Este solo le devolvió la mirada, restándole importancia y esperando a que Kaito le explicara que estaba pasando.
-Óyeme una cosa, Madison –le dijo para explanarle a ella y a Shinichi -Él no está acostumbrado a esto. Además...¿Cómo decirlo? -apuntó al detective haciendo una mueca.
-¡Oh! ¡Ya entiendo! -exclamó logrando entender que ellos dos estaban saliendo y que no era algo común para el otro chico ese tipo de cercanías.
-¡De todas maneras! Me da gusto volver a verte –le sonrió el mago y la hizo girar tomándola de una mano para que se diera la vuelta completa –Luces perfecta.
-¡Gracias! -reposó las manos sobre el pecho –Y tú no eres la excepción -le hizo saber y se animó a iniciar una conversación con el chico con el cual Kuroba estaba hablando antes.
-Lo sé -respondió orgulloso.
-Kaito –Shinichi lo jaló de un brazo para apartarlo un momento -¿Qué fue eso? ¿Y quién es ella?
No estaba ni cerca de montar una escena de celos ni nada similar.
Solo tenía curiosidad de por qué ella se había tomado tal atrevimiento de besarlos tan repentinamente. Tenía el claro conocimiento de que en muchos países y culturas se saludaban dándose un beso en la cara, pero de los únicos que sabía que lo hacían en la boca, era por parte de los rusos.
-Es una amiga –le aclaró con gesto inocente -La conocí cuando estuve quedándome aquí -apuntó a un grupo de jóvenes -¿Ves a ese grupo de allá? Son conocidos de mi madre y
-Qué no es eso lo que quiero saber -sonó impaciente -¿Así se saludan aquí?
-¡Ah, eso! -se aclaró la garganta –No sabría explicártelo muy bien, pero nosotros tenemos confianza y solemos hacerlo entre todos.
-¡¿Entre todos?! -se estaba generando una imagen mental equivocada.
-¡No! Quiero decir, no todos a la vez y no es que lo hagamos siempre y no tiene ninguna connotación sexual ni nada similar. Es solo de cortesía y admiración -se encogió de hombros.
-¡Hijo! -Chikage se acercó a ellos interrumpiendo su conversación -Llegaron los invitados del otro lado. Necesito que veas aquí hasta que yo vuelva. Solo por si surge cualquier cosa.
-Quédate tranquila -prometió.
Ella se marchó, perdiéndose en dirección hacia el otro lado de la casa y los muchachos siguieron ambientándose en el suyo. De vez en cuando recibiendo las diversas bebidas y aperitivos que estaban en las mesas y las que ofrecían los encargados para reponer lo que se iba acabando.
Kaito siguió interactuando de grupo en grupo para intercambiar palabras con los demás, mientras que Shinichi se quedó sentado cerca de un grupo de chicas que comenzaban a bailar animadamente. Miró su teléfono, en su país natal ya habían pasado de las doce hace varias horas, en cambio a ellos, les faltaba unas pocas.
Iba a responder el mensaje de Hattori, deseándole de vuelta el agradable saludo que le dedicaba su amigo, pero cuando estaba por enviarlo, sintió como el sofá se hundía suavemente.
-Hola ¿Cómo estás?
Un chico joven, de cabello rubio cenizo, con unos intensos ojos azules y de contextura delgada se sentó junto a él. Observó también que debía rondar su edad y que parecía el típico estereotipo de chico popular de universidad.
-Hola -tragó saliva. La mirada que le estaba echando era algo intimidante.
Así que para no sentirse menos, lo miró fijamente de vuelta.
-Tú no eres Kaito –inclinó sus hombros hacia atrás cuando notó que no se trataba de él -¿Eres familiar suyo o algo así? -lo indagó mirándolo de arriba abajo, casi invadiendo su espacio personal y aceptando que el parecido era impresionante.
-No exactamente.
Le sonrió ampliamente, enseñando sus dientes perfectamente blancos y le extendió la mano para saludarlo.
-Me llamo Alex ¿Y tú?
-Shinichi Kudō -le devolvió el saludo estrechando su mano.
Buscó con algo de incomodidad a Kaito, el mago se encontraba de espaldas charlando con un grupo más adulto en una esquina y comenzó a pedirle mentalmente que se diera la vuelta.
-¿Te estoy incomodando, Shinichi Kudō? -preguntó haciendo énfasis en su nombre con un tono imperceptiblemente suplicante y ladeando un poco la cara para desviar eso último.
El detective estaba seguro de que intentaba coquetearle o algo similar.
-¡No! -mintió -Es solo que no conozco a nadie y es mi primera vez aquí. Me siento algo ajeno.
-Entiendo. Si quieres puedo presentarte a mis amigos, están por allá -apuntó a un grupo de tres chicos y dos chicas que reían sin parar sosteniendo unas copas en la mano.
-Vale.
No sabía que más decir, el joven no se movía de su lugar y no dejaba de acecharlo con la misma mirada rara de antes. Él elevó un poco las cejas, esperando que agregara algo más a su respuesta.
-¿Seguro que no te estoy incomodando? -soltó una risa y al ponerse de pie, rozó suavemente su mano con la suya -¿Vienes?
-S-si –se levantó y sacudió su ropa.
El chico, al darse la vuelta, chocó de manera brusca con Kuroba.
-¿Pero que tenemos aquí? -saludó el mago –Si es el rey de la pista de baile en persona.
-Kaito Kuroba -levantó un lado del labio con algo de malicia.
-Mi querido Alexy –Lo nombró de vuelta como solía llamarle, y lo miró de vuelta a él y a Shinichi–Veo que ya se conocieron.
-Si. En un principio lo confundí contigo -volvió a sonreír y agregó con un ligero tono de nostalgia en su voz –No sabía que habías vuelto.
-Solo por las vacaciones –le dejó bien en claro y se le ocurrió una excusa para soltarse de la situación -Shin-chan ¿Me ayudas a traer unas cosas?
-Claro -respondió entendiendo.
-Ya volvemos –le dijo al chico con una palmada en el pecho –Disfruta de la fiesta.
Salieron rápidamente de allí antes de que alguien más los interceptara y siguieron hasta una habitación que quedaba al fondo del vestíbulo. Ingresaron y cerraron la puerta, ahora que la música se escuchaba como un lejano eco, se sintieron más tranquilos para hablar sin que alguien los interrumpiera.
-Si querías pasar desapercibido, no funcionó. Se veía a kilómetros que querías huir de él.
Kaito dio un suspiro rendido y tomó una de las bolsas que yacía encima de una mesa, con las cosas que habían comprado la tarde anterior.
-Es un chico que conocí cuando me iba de discotecas –le hizo saber y sacó varios accesorios. Buscaba algo en particular, así que para encontrarlo tuvo que vaciar cada una de las bolsas encima, haciendo un poco de desastre.
-Me miraba de manera extraña. Por un momento creí que también iba a saludarme con un beso en la boca.
-No. No le gusta hacer eso en público, pero ten cuidado –le advirtió -Esa sutilidad es su método de conquista y créeme que no se da por vencido nunca.
Shinichi soltó una risa nerviosa, buscando el doble sentido al asunto.
-¿O sea que lo hace en privado?
-Más o menos, así que mejor aléjate de él si no quieres terminar haciendo algo con lo que luego te sientas culpable –se rascó detrás de la nuca, tomando actitud más seria –Escucha. Él y yo solíamos pasar mucho tiempo juntos.
-¿Salían? -preguntó con naturalidad. Quería darle la confianza a Kaito para que se abriera de la manera en la que él quisiera.
-Nunca fuimos pareja, pero si hacíamos muchas cosas juntos –buscaba las palabras adecuadas para no sonar tan brusco, pero se rindió -Vale, si. Éramos algo más que amigos.
-¿Algo más que amigos?
-Exacto. Amigos que se toman cierto tipo de atrevimientos.
-¿Qué tipo de atrevimientos? -preguntó sin entender por completo, pero logró hacerse una idea.
-Como a tomarse de las manos –le respondió con sarcasmo y puso los ojos en blanco –Atrevimientos, detective. Qué nos acostábamos y todo eso.
-¡Ahh! -exclamó Kudō sin sonar demasiado sorprendido –Entonces fue por eso que se me acercó de esa manera –concluyó como si fuera lo más natural del mundo. Ya se estaba adaptando de a poco a esa clase de situaciones tan distantes para él.
-Eso mismo –le acercó unos pequeños botes de pintura con colores chillones –Ten, maquíllate.
-¿Qué es esto? -lo tomó entre sus manos y admiró el color azul claro brillante.
-Pintura luminiscente –mirándose al espejo, se pintó unos bigotes y una nariz de gato con color rojo –Cuando las luces se apaguen, se podrá apreciar mejor.
Shinichi no quiso ensuciarse el rostro, ni siquiera porque Kaito se lo había pedido, diciéndole que, era un amargado y que cuando viera a los demás en igual condición, no le convidaría y sería el único sin brillar en la oscuridad.
Volvieron al salón, Kaito repartió pintura, antifaces y otro tipo de accesorios de fiesta entre la muchedumbre. Se pasaron al menos dos horas bebiendo responsablemente y charlando. Chikage volvía a ratos a compartir con ellos y sus amigos, para luego perderse cuando le tocaba regresar al otro extremo.
El detective observó su reloj, faltaba una hora y media para las doce. Echó una rápida mirada a Kaito, él se mostraba entretenido realizando trucos de magia con cartas a Alexy, la chica de antes y el resto de sus amigos.
Aprovechó su distracción y fue a deambular por las otras áreas de la morada. Atravesó los pasillos, caminando con las manos dentro de los bolsillos y mirando pensativo por cada ventana que daba al exterior. Le daba vueltas a la conversación que había oído entre Kaito y su madre, cuando se suponía que estaba dormido.
No era algo simple para afrontar, le tomaba el peso a sus palabras y se preguntaba una y otra vez si es que, acaso él, sentía lo mismo.
Cometía el error de comparar aquellos sentimientos con los que alguna vez había tenido por Ran y podía notar que existía una diferencia importante, ya que con ella había compartido toda su vida y con Kaito la situación no era nada parecida.
No podía engañarse, le quería demasiado y para no equivocarse, le surgía de vez en cuando las ganas de consultarlo. Pero no encontraba a nadie, era algo muy íntimo y no cualquiera podía darle la confianza suficiente.
Tenía buenos amigos, como Hattori, el profesor y Haibara, pero seguía replanteándose lo mismo, que tal vez no tenía que compartir eso con nadie. Solo él podía responder a aquello.
Mantenía deseos de poder conversar con el ladrón, tal vez él podría ayudarlo a entender. Y entre esos cuestionamientos, llegó al otro extremo de la inmensa vivienda, en el cual volvió a oír música amortiguada.
Dio la vuelta por una separación de vidrio y se aproximó hacia donde provenía el ruido, oyendo de a poco como las risas y voces se intensificaban. Vislumbró un nuevo salón a varios pasos de él.
Un grupo de hombres y mujeres mucho más adultos permanecían sentados en un largo y elegante banco, bebiendo copas de vino, fumando y comiendo pastel de una mesa igual de larga, la cual estaba atiborrada de comida.
Estaba bien oculto detrás de una pared, por lo que era imposible que lo vieran. Sacó sus gafas del bolsillo y se las colocó para hacer un acercamiento y admirar bien al conjunto.
Curioso y aplicando sus habilidades como detective, intentó averiguar quiénes eran y a que se dedicaba cada uno. Se percató que uno de ellos no dejaba de echarse miradas con uno de los camareros. Y como si hubiese invocado una infortunada situación, el hombre se levantó y pasó por al lado del sirviente susurrándose algo.
Kudō se apegó más a la pared, pensando que el hombre pasaría por donde estaba él, pero el tipo dio antes la vuelta por un pasillo mucho más estrecho y se metió a un cuarto de baño.
Esperó un momento hasta que el hombre abandonó el lugar y volvió a la sala. Shinichi reparó en que no parecía haber ocupado el baño para lo que la gente comúnmente suele hacer. No parecía tener las manos húmedas y el cabello lo tenía igual que como cuando entró, por lo que no se había acomodado.
Entonces ¿A qué había entrado?
Ante la incertidumbre, no se aguantó y fue a mirar. La luz se encendió automáticamente a la vez que empujó la puerta. Era un servicio bastante reducido en comparación con los del resto de la casa, por lo que supuso que debían utilizarlo mayoritariamente los encargados, sobre todo por el sector en el que estaba ubicado.
Miró el lavamanos, al ser de vidrio, dejaba en evidencia que no habían abierto la llave. Tampoco escuchaba el ruido del agua corriendo como el que quedaba cuando se jalaba la cadena y evitó a toda costa tocar más de lo necesario, pero el presentimiento era más fuerte.
Levantó la tapa del estanque y se encontró con una sorpresa.
Un arma reposaba apoyada y colocada cuidadosamente para que no tocara el agua y a la cual identificó de inmediato el modelo.
Empezó a evaluar con detenimiento sus siguientes pasos ¿Acaso era eso de lo que hablaba la madre de Kaito? De ser así, todo tenía más sentido, lo de las dos fiestas, de por qué ella iba de un lado para otro y la petición de que no se entrometieran.
Dejó todo como estaba y comenzó a cuestionarse de si dar aviso o no. Volvió a tomar la misma posición de antes, pegado a la pared para mirar de lejos y siguió espiando descaradamente hasta que una presencia lo descubrió.
-¿Qué haces tú aquí? -preguntó una voz grave.
Se dio la vuelta de golpe. Un hombre mucho más grande y robusto que él y con cara de pocos amigos lo observaba de frente.
-Te hice una pregunta –se cruzó de brazos -¿Es que acaso tienes 10 años? ¿No te dijo tu madre que no metieras tu nariz por este lado?
Shinichi levantó las cejas y el hombre lo imitó haciéndole burla e impaciente por una respuesta.
-Yo...me perdí.
-Te perdiste –le respondió con ironía –En tu propia casa.
-De hecho, no es mía -se apresuró a responder, viendo como el individuo juntaba sus cejas y gesticulaba una mueca de que ya se estaba aburriendo de sus respuestas tontas.
-Mira, vete antes de que alguien te vea.
Dio un paso al frente para adentrase en dirección al salón, pero Shinichi lo detuvo.
-¡Espere! -él le hizo caso y se acercó para bajar la voz –Alguien escondió un arma en el baño.
-¿Qué estás diciendo?
-Así es -aseguró -Acabo de comprobarlo yo mismo. Y estoy seguro de que alguien que trabaja aquí es su cómplice.
-¿Estás seguro de lo que dices?
-Puede ir a ver si no me cree.
No le dijo nada y se fue en la dirección que el detective le indicó. Shinichi fue detrás de él y antes de entrar, se aseguró de que nadie los estaba observando.
-Está allí -apuntó.
El hombre se subió las mangas y levantó la tapa con facilidad. Miró hacia dentro y fue testigo de lo que Shinichi había dicho.
-¿Quién fue? -demandó con voz enojada -¿A quién viste entrar?
-Tendría que verlo para reconocerlo -volvió a echarle una mirada completa y se atrevió a confirmar, más que a preguntar –Es usted policía ¿No es así?
-¿Qué te hace pensar eso?
-No parece uno de los invitados de la sala, todos llevan trajes elegantes a diferencia de usted y no recuerdo haberlo visto en la otra área. Noté que sus muñecas son más delgadas de lo que deberían ser basándome en su torso, eso es porque lleva un chaleco antibalas –el hombre lo escuchaba atentamente sorprendido -Además, su reloj tiene claras marcas de que lo ha usado para defenderse de armas cortopunzantes –lo apuntó con el dedo y agregó -Pero ¿no es un poco notorio usar un reloj de ese tipo cuando anda de infiltrado? Puede que lo descubran.
-Fue un regalo, de alguien muy cercano y no me lo quito nunca –se atrevió a hablar y lo miró nuevamente para terminar de convencerse –Te confundí con el hijo de Chikage, pero ahora me doy cuenta de que no eres él -hizo el intento de sonreír -Ahora, la pregunta es ¿Quién eres tú?
-Me llamo Shinichi Kudō, soy detective.
-¿Detective? -repitió con sorpresa y comenzó a darle vueltas al nombre –Si, he oído de ti.
-¿De verdad? -se impresionó.
-Si. Aquel joven estudiante que resolvía crímenes junto a la policía en Japón -se tocó el mentón -Si mal no recuerdo eres hijo de un novelista.
-De todas maneras –obvio sus alcances para centrarse en lo importante –Me gustaría cooperar con usted.
-Agradezco tu entusiasmo -ablandó el tono –Pero está todo bajo control. Es preferible que te mantengas al margen o puedes entorpecer el operativo.
Se acercó a la puerta para abrirla, pero Shinichi lo detuvo.
-¡Espere! ¿Al menos puede decirme de que se trata todo esto?
-Logramos reunir a una banda que comete todo tipo de fraudes financieros. El problema es que uno se cambió de bando y los que van al mando quieren asesinarlo. Y enviaron a sus peones para no ensuciarse tanto las manos –vio que Kudō iba a preguntar algo así que le respondió antes –Por protocolo y al ser esto un centro de eventos se hace pasar por un detector de metales, pero ahora -apuntó al estanque –Aclaramos que alguien de los que trabaja aquí lo está ayudando.
-¿Quieren cometer un asesinato aquí dentro? -se preocupó.
-Es más sencillo inculpar a cualquiera de los que está acá dentro –le explicó con seguridad –Pero no dejaremos que eso ocurra. El lugar está rodeado de policías y cuando llegue el momento capturaremos al culpable.
Esta vez, si salieron del baño y caminaron a paso lento por el pasillo. Miraron con sigilo hacia dentro del salón. Shinichi logró ubicar al sospechoso que vio entrar al baño, solo que cuando estaba por revelarlo, el teléfono móvil del policía que lo acompañaba, comenzó a sonar.
-¿Qué? -atendió molesto a la llamada y esperó a que le hablaran del otro lado –No me salgas con esa mierda ahora.
Shinichi lo vio alejarse lo suficiente para perderse y no ser escuchado. Aprovechó para acercarse más a la entrada, tomó asiento en uno de los taburetes que rodeaban una pequeña mesa de vidrio y agudizó su oído para intentar escuchar algo.
Una mujer salió apurada desde el interior y lo descubrió.
-Hola ¿Vienes a la fiesta? -interrogó -Creí que éramos todos.
-No. Soy del otro evento, pero buscando un baño me perdí.
La mujer peinó su lago cabello negro con las manos y se sentó frente a él con cuidado de no arrugar su vestido.
-No eres de aquí, ¿verdad?
-Tiene razón, soy extranjero, pero vivo aquí desde hace años -mintió con naturalidad.
Volvió a acomodarse el cabello, para que la mirada que le estaba echando pasara un poco más desapercibida y se atrevió a preguntarle.
-¿Qué edad tienes?
Shinichi pensó unos momentos antes de responder.
-Soy mayor de edad, si es lo que le preocupa.
-Espérame aquí -se levantó y entró de vuelta al salón. Shinichi aprovechó para mirar hacia el otro lado, a ver si el policía seguía por esos lados, pero no había rastro de él y ella regresó a su lado con dos vasos –Ten.
Le ofreció uno de los vasos con un líquido rojizo. Se lo acercó para olerlo y adivinar que era.
-Gracias ¿Qué es?
-Es sangría -dio un sorbo y al ver que el detective no la imitaba le hizo el alcance con tono ofendido -¿Me lo vas a rechazar?
-No –no quería hacerlo, pero para no levantar sospechas le dio un trago largo. Estaba algo dulce y parecía que también se les había pasado la mano con la cantidad de alcohol.
-Si no es de tu agrado, puedo traerte otra cosa -pasó con frescura la lengua por la comisura de los labios y a Shinichi le fue inevitable no mirarla, bajando hasta su pronunciado escote.
-No se preocupe –dio otro sorbo para evitar concentrarse mas de lo normal en ella y sintió su garganta arder –Con esto estoy bien.
Ella lo distrajo preguntándole acerca de las diferencias que había en cuanto a coctel entre un salón y otro. Kudō terminó por beberse el vaso completo y se excusó con que debía volver a la fiesta porque sus amigos debían estar buscándolo.
Se despidieron sin mucho adorno de por medio y antes de eso, Shinichi le pidió dos vasos más, estaba seguro de que a Kaito le gustaría.
-Vuelve más tarde, cariño -le guiñó el ojo y volvió a perderse entre los integrantes de la sala. Estaba cada uno tan metido en su asunto que nadie recayó mucho en ella.
Caminó en dirección de vuelta por donde había venido para volver con Kaito y los demás.
-¡Shin-chan! -el mago se acercó corriendo a él con rostro afligido -¿Dónde te habías metido?
-Te traje esto –le sonrió para no preocuparlo y le entregó el vaso.
-¿Qué es esto? -removió el contenido y se lo tragó de golpe haciendo una mueca de asco -Está muy dulce.
-Es verdad –se disculpó como si la culpa fuese suya y dio un sorbo corto a su vaso.
Se unió a la conversación que llevaba Kaito y su grupito. Cada uno explicaba y contaba cosas del ladrón, cuándo y cómo lo conocieron.
Cuando llegó su turno, no sabía muy bien que decir. Estaba formulando una historia creíble en su cabeza, hasta que unas fuertes manos se posaron en sus hombros.
-Kudō, perdón por interrumpir ¿Puedes venir conmigo un momento? -se fijó en que era el mismo hombre de antes.
Asintió y los demás se quedaron mirando curiosos y guardando silencio ante tal imponente presencia. Kaito no dudó en salir tras ellos.
-¿Quién es usted?
El hombre lo miró sin ganas.
-Eres el hijo de Chikage -soltó sin dejar de caminar.
-Si –rio por lo bajo y no porque quisiera hacerlo realmente –Yo sé quién soy. Pregunté por ti.
-Soy un oficial de policía. Supongo que tu madre te dijo algo acerca de lo de hoy.
-Solo que intentaban atrapar a alguien.
-Chico listo -murmuró -No deberías estar aquí, solo necesito a tu amigo.
Su tono fue tan demandante, que no se aguantó las ganas de ponerlo en su lugar.
-No es mi amigo –le aclaró molesto -Es mi novio.
Él se detuvo un segundo y miró a ambos. Shinichi se había puesto del mismo color del contenido de su vaso y tenía el cuello tan tenso como si le hubiera dado un golpe de corriente. Le fue inevitable no reír ante tal información.
-¿Qué te hace tanta gracia? -Kaito infló las mejillas.
-Qué si es verdad lo que me dices, ambos tienen problemas de narcisismo -volvió a reír y entendieron a que se refería.
-¡Ni siquiera nos parecemos tanto! -se defendió el mago –Y no me has dicho tu nombre.
Era cierto, Shinichi recayó en que no le había preguntado su nombre y él no se tomó la molestia de hacérselo saber.
-¡Fabio! -Chikage apareció por el pasillo poniéndole fin a la interrogante -¿Qué hacen ustedes aquí? -endureció el tono mirando a los chicos.
-Tu hijo solo me estaba presentando a su amigo –al ser más alto, apoyó sus manos en los hombros de cada uno –No me habías dicho que estaba aquí el famoso Shinichi Kudō.
-¡Así es! -ella le sonrió con dulzura -Se está quedando con nosotros.
Parecía que ella quería agregar algo más, pero una de las jóvenes que trabajaba para ella llegó para decirle algo y se hicieron algo a un lado.
-Le has mentido a mi madre –dijo Kaito disgustado -¿Qué tramas?
-Escúchame -clavó sus ojos en Kaito, que se encontraba cruzado de brazos y luego apuntó a Shinichi -Escúchenme los dos. No quiero preocuparla más de lo que está. Se pondrá nerviosa cuando sepa que tú -volvió a dirigirse a Shinichi –Anduviste husmeando por estos lados, así que vamos a hacerle un favor y manejaremos esto rápido.
-Pareces conocerla mucho -inquirió Kuroba con recelo -¿Acaso estás enamorado de ella?
Ambos lo miraron dándole a entender que sus berrinches y ataques de celo sobraban en esas circunstancias. Chikage volvió a su lado y se enganchó de un brazo a Kaito.
-Hijo, volvamos a la sala -pidió -Dejemos que los muchachos hablen sus asuntos policiales.
Confiaba en que Shinichi no se metería en problemas.
A Kaito no le quedó mucha opción. Siguió a su madre de vuelta, quitándole el vaso de las manos a Shinichi con mirada triste y pidiéndole al oído que le llevara más de eso cuando volviera con él al salón.
-¿Quién era el hombre que entró al baño? -preguntó el policía, ahora con identidad cuando los otros se fueron.
Caminaron acercándose y quedando igual que antes. Los invitados no se encontraban en la misma posición, ahora bailaban al ritmo de la música y se mezclaban entre ellos. Varios llevaban máscaras puestas, de esas que Kuroba había comprado.
-No los diferencio con esas máscaras puestas.
-¡Carajo! -exclamó el otro. Se caracterizaba por no tener demasiada paciencia.
-Se me ocurre una idea -sugirió con exaltación -Hay una manera de descubrir quién utilizará el arma sin necesidad de que les veamos las caras.
-¿Cómo?
-Podemos ensuciar el arma con pintura fosforescente y generar un corte de energía. Así el culpable quedará expuesto gracias al brillo que traerá en sus manos.
-Bien. Ve a traerla. Yo te esperaré aquí.
-Entendido -volvió a demostrar que podía contar con él y antes de irse recordó la petición de Kuroba, así que preguntó -¿Alguno de los camareros abandona la sala?
-No –le respondió dudoso -¿Por qué?
-Es que una dama me convidó sangría que tienen para beber en este lado y Kaito quiere que le lleve más -explicó con naturalidad.
Con una brusquedad feroz, el hombre lo sujetó de los brazos y lo sacudió.
-¡¿Qué me estás diciendo?!
-Una mujer apareció cuando usted se fue y me ofreció algo para beber –la apuntó, ella bailaba alegremente –La de vestido plateado.
-Tú lo que tienes de inteligente también lo tienes de iluso –lo regañó intentando no gritar.
-¿Perdone? -no pudo evitar sentirse ofendido.
-¿Qué fue lo que te dijo la madre de tu noviecito? -se notaba una mezcla de enfado y preocupación en su tono de voz –Que no tocaran nada de aquí -se respondió solo –Ella seguramente te reconoció o lo más probable es que quiera acostarse contigo -siguió sin ninguna suavidad –No tienes idea de la clase de mierdas que se mete la gente rica al cuerpo. Esta sala está infestada de drogadictos –le golpeó el pecho con un dedo, con la misma actitud áspera -Aquí no son como los delincuentes de tu país. Aquí los malos son verdaderos hijos de puta, les da igual quien seas. Si van en tu contra lo harán sus dudarlo ni medir las consecuencias.
-¿Qué me está intentando decir? -lo miró con algo de miedo y fue entendiendo los comportamientos de las personas al interior de la sala.
-Que esa sangría que bebiste tenía algo más que vino y fruta –lo evaluó sujetándole la cara para ver qué tan dilatadas comenzaban a verse sus pupilas –Tan han drogado.
Holi!
Les dije que no me iba a demorar :3
No tengo mucho que agregar, salvo que a Shinichi no le quedó mucha opción 🤷♀️ y ya saben como es de metiche u.u
Espero que se encuentren bien y cualquier cosa me lo dejan en los comentarios.
Abrazos
;DD
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