XLI. Super Kaito Kart



Lo siguió y escuchó sus historias todo el camino. Algunas eran más atolondradas que otras y las contaba con tanto detalle y demostraciones gesticulares, que a Shinichi no le fue difícil imaginar cada una de ellas. Como aquella en que pisó por primera vez un casino, y el lugar al no tener ventanas ni relojes, lo hizo perderse por horas y dejar plantada a una chica con la que iba a tener una cita. O también, esa cuando visitó el Gran Cañón y terminó con el cuerpo todo quemado por no usar protector solar.

No tenían ningún plan en concreto. Se suponía que irían a ver las fuentes, porque era algo que sí o sí se tenía que hacer cuando se visitaba Las Vegas, sin embargo, el detective había visto videos del espectáculo y no terminaba de llamar por completo su atención.

Este mismo, tenía horarios cada treinta minutos, por lo que no había problema en turistear entre los horarios. Kaito se ofreció a enseñarle otras de los cientos de cosas que se podían admirar. Caminaron por las avenidas, rodeadas de árboles y luces extravagantes que le recordó mucho a su país natal.

-Ese es el hotel París -le indicó Kaito apuntando hacia la inconfundible réplica de la Torre Eiffel- El techo interior simula el cielo, por lo que da la impresión que siempre estás bajo el cielo abierto.

-¿Vale la pena verlo? -le preguntó. No era que no quisiera, solo que prefería no malgastar el tiempo pudiendo ver algo más interesante. De todas maneras, les quedaban un par de días para ir nuevamente y verlo con calma.

-Nah –se tocó el mentón -No se compara con el Luxor o el Caesars Palace –avanzaron haciéndose paso entre los demás visitantes –Pero...

-Ya sé. Tienes prohibida la entrada a alguno de ellos.

Le sonrió con nerviosismo –Eres increíblemente adivino.

-¿Qué tontería hiciste?

-Intenté escalar la esfinge –se aguantó la risa al recordar el suceso –Puede ser que haya estado un poco fumado. Pero si tanto te interesa el escenario egipcio, un día puedo llevarte directamente a El Cairo- Miró su reloj -Sigue siendo temprano.

Continuaron hasta el Caesars Palace, poseía una llamativa temática del Imperio Romano. Shinichi también lo había visto por televisión, quizás hasta en alguna película. Encontró folletos informativos para turistas en casa, pero Kaito no le dejó leerlos, diciendo que quería enseñarle esos lugares por cuenta propia. Y cuánta razón tenía, nada se comparaba a verlo en vivo y en directo. Cada detalle estaba tan bien cuidado que daban ganas de quedarse allí por un largo tiempo.

Al salir, volvieron a andar, esta vez entre lo que, simulaba la ciudad de Nueva York, hasta terminar a la entrada del Mirage, donde un show de lava y bolas de fuego capturó su atención.

-Eso no lo conocía -admitió Kudō.

-Si eso te impresionó, espera a ver las fuentes –lo sujetó disimuladamente de la mano por unos cortos segundos solamente, para evitar problemas –Te tengo una propuesta.

Tragó saliva -¿Una propuesta?

-¿Qué dices de un paseo en góndola?

-¿Acá hay de eso? -levantó las cejas y lo meditó por unos segundos -Está bien.

Socialmente hablando, ese tipo de atracciones turísticas era algo más típico entre parejas. Y sí, ellos eran una, solo no de las que el resto del mundo aceptaba con naturalidad. Sin embargo, al ser turistas, no sintieron la presión de que los miraran con extrañeza.

Quedaron sentados mirándose de frente y aunque el detective, prefirió mirar el paisaje que ofrecía el Gran Canal la mayor parte del tiempo, en aquel suave paseo flotante, a Kaito le fue imposible no centrar toda su atención en él.

Shinichi lucía tan apuesto esa noche, con las luces y el reflejo del agua, que no hacían más que resaltar los bonitos detalles de su rostro, esos pómulos tiernos y brillantes que tanto cautivaban su atención.

-¿Te sientes bien? -se atrevió a preguntarle mientras escuchaba al gondolero cantar de fondo.

-Si -asintió.

Sabía que se estaba haciendo el distraído y no veía problema en eso, lo sentía incluso protector de su parte. Le fue imposible no suspirar cada vez que Shinichi esbozaba una pequeña sonrisa cada vez que veía algo que le llamaba la atención. Kaito sentía unas incontenibles ganas de tomarle de la mano y no soltarla en toda la noche.

Al descender, el gondolero se dirigió a Kudō, le dijo algo corto y casi inaudible en italiano, acompañado de una sonrisa. Por cortesía y nerviosismo, el detective le sonrió de vuelta e hizo como que no le entendió.

-¿Qué te ha dicho? -preguntó curioso.

Intentó ocultar el rubor de la cara con una bufanda que traía puesta –No le entendí.

-No seas así -le pinchó el vientre con el dedo índice -Sé que entiendes lo básico de varios idiomas.

-Justo eso no lo entendí.

Se echó a correr antes de que Kuroba insistiera con la pregunta. Su buen estado físico le permitió fácilmente llegar al pie de la calle frente al lago del Hotel Bellagio. Se apoyó en la barandilla y miró hacia la punta del edificio.

Kaito llegó a su lado y lo imitó.

-¿Se volvió una costumbre el hacernos correr el uno del otro cada vez que no queremos responder a una pregunta? –le hizo saber haciéndose el ofendido.

Lo miró de reojo aguantando una sonrisa traviesa –A lo mejor solo intento huir para siempre de ti.

-¿Es que acaso soy demasiado irresistible para tus ojos? -bromeó de igual manera.

-Eres un engreído -le golpeó la punta de la nariz con los dedos -¿A qué hora comienza esto?

Acortó un poco la distancia entre ellos.

-Te digo si me cuentas lo que te ha dicho el señor de hace un rato.

¿Decirle o no? Por supuesto que tenía intenciones de hacerlo, solo que, sabía que, al confesarlo, el mago pondría una de esas expresiones a las que Shinichi era débil.

-Es que si te digo -tomó coraje y le susurró al oído. Lo que era algo innecesario ya que estaban hablando en japonés y era poco probable que alguien les entendiera –Voy a querer...acercarme mucho a ti.

Kuroba lo miró seriamente, el detective incluso pensó que se había enfadado con él.

-Cúbreme -le pidió y se escondió entre él y la barandilla del mirador.

-¡¿Qué haces?! -se asustó cuando el chico se cubrió por completo con una tela blanca. Al quitársela, quedó frente a una chica rubia, de bonitos ojos claros y almendrados, que vestía un vestido rojo grana -¡¿Ah?!

-Ahora no habrá problema –le dijo ella con una dulce voz –Puedes decirme.

Si antes se había sonrojado, ahora echaba competencia con el vestido.

-¡Anda! ¡Dime! -insistió dando un saltito y sacudiéndole el brazo.

-Kaito ¿Tenías que ponerte tan... tan... -no se atrevía a decirlo y se cubría la cara con una mano para no hacer contacto visual.

Ladeó la cabeza con semblante inocente y coqueto -¿Tan qué?

-¡Tan llamativa! Ahora tendré que cuidarte de las miradas de los demás -sonó receloso.

-¿Vas a protegerme si alguien intenta propasarse conmigo? -arrugó la nariz en un tierno gesto.

-No se atreverán ni a acercarse -contempló su rostro palpándolo con las palmas, más que nada para sentir la calidad del maquillaje que traía puesto –Pero no me hago responsable si terminas conmigo perdida en algún rincón de por allí -bromeó.

-¡Vaya! ¡Eres un pervertido! -exclamó humedeciendo su labio superior con la lengua. Volvió a insistir con interés –Bueno ¿Vas a decirme?

Shinichi tomó una gran bocanada de aire y se guardó las manos en los bolsillos.

-Dijo que no habías dejado de mirarme en todo el paseo, como si quisieras besarme.

Entreabrió los labios y soltó una sonrisa nerviosa desviando un poco la mirada.

-¿Quieres que lo haga?

Si quería, pero le daba demasiada vergüenza hacerlo en público, sobre todo con el disfraz que llevaba puesto ahora. Sentía como si fuese la primera vez que tomaba la iniciativa y besaba a alguien, los nervios estaban tomando el control de su cuerpo.

-Si quieres –Kaito adivinó su deseo por la honesta expresión que el chico había puesto. Le sacó las manos de los bolsillos y las entrelazó por debajo con las suyas –Vamos, dame un beso -pidió de manera infantil y dando cortos saltos. Él negó, volviendo a ahogar una risa -¡Dame un beso!

Pedía con actitud tan adorable que a Shinichi se le estaba haciendo difícil contenerse. Sentía su corazón latir tan rápido en esos momentos, que tenía miedo de averiarlo y que este dejase de latir. No quería desfallecer ni perder la vida, porque quería seguir disfrutando de momentos como ese junto a él.

Con ambas manos, tomó sus mejillas y acercó su rostro al suyo. Ante el gesto, las rodillas de a quien atraía se doblaron, generando una diferencia de altura de varios centímetros.

Agachó la cabeza para alcanzarle. Era una sensación extraña, como si fuese a besar a otra persona.

Mas cuando sus labios tocaron los suyos, cerró los ojos y el inconfundible sabor a los labios del ladrón lo inundó profundamente por dentro. Como si el momento no pudiese ser más mágico, en el instante en que profundizaron un poco más el beso, las fuentes se encendieron, dándoles un maravilloso fondo, digno de una película romántica, tal como Kaito había prometido.

Se quedaron mirando como el agua ascendía y explotaba artísticamente acopladas al ritmo de las melodías que las acompañaba, volviendo el espectáculo mucho más hipnotizante.

Si que era algo completamente diferente verlo en persona que, a través de una pantalla, por muy buena calidad que tuviese.

Shinichi estaba cómodamente apoyando la cabeza en el hombro de Kaito, abrazándolo por la delgada cintura por debajo del suéter que le había prestado para que no sintiera frio por quedarse de pie tanto rato con esa tenida tan desabrigada, el clima no dejaba de estar fresco.

De vez en cuando le besaba la mejilla con total libertad, pero si con algo de pudor.

-Acompáñame -le pidió Kaito alejándose de los demás espectadores.

-¿Te quieres ir tan pronto?

Le guiñó un ojo -Confía en mí.

Como siempre, lo hizo. Tomados de la mano, se apartaron de la intrusa vista de los demás. Un grupo de hombres se quedó mirando de arriba abajo la apariencia de Kaito sin ningún disimulo. Kudō sintió el impulso de darles un empujón a cada uno para enseñarles su lugar. Afortunadamente su temperamento lo ayudó a contenerse y solo les dirigió una mirada asesina que causó el mismo efecto.

Se quitó el disfraz y se posicionó por detrás de Shinichi. Le ajustó con cuidado un arnés y le pidió que se sujetara con fuerza. Abrió sus características alas blancas y salieron despegados hacia arriba.

-¿Qué piensas hacer?

Se alejó un poco más del lugar y planeó hasta encontrar la posición y altura perfecta.

-Mira –le indicó de nuevo las fuentes –Ahora tienes mejor vista.

El detective volvió a observar las luces. Estaban volando a cierta distancia para tener una vista completa. Los chorros de agua danzantes formaban diferentes patrones deslumbrantes. Eran incluso más ilusionantes que los fuegos artificiales y el que estuviesen admirándolo a su estilo lo hacía incluso más especial, todo era un compás perfecto.

Sin duda, había subestimado aquella atracción, más tarde agradecería a la madre del joven mago por sugerirles contemplar de tan agradable función. Buscó las manos de su novio y las sostuvo por el resto de la visita.

Decidieron dar una vuelta más, esta vez en tierra. Compraron bobadas, como souvenirs y cosas que Shinichi no entendía para qué quería Kaito. Con todo lo que había comprado en Los Ángeles, sumado a esto, le cobrarían bastante peso extra en el avión por llevar tanta tontería.

Hasta que finalmente, volvieron a casa. Fueron directamente a la cocina a beber agua y subieron en silencio al dormitorio.

-Buenas noches –le deseó Kaito con un tono extraño cuando lo dejó fuera de la puerta.

Hizo una mueca y un ademán con la mano, sabía perfectamente lo que quería.

-Entra- rodó los ojos.

El ladrón esbozó una radiante sonrisa y cuando entró dio un salto hasta caer en la cama. Kudō cerró la puerta y comenzó a quitarse la ropa para buscar algo cómodo para dormir. Kaito, como la mayor parte del tiempo, solo se quitó los pantalones, quedando en ropa interior y camiseta. Esperó a que Shinichi se acostara a su lado.

Apagaron las luces y se acomodaron en las sábanas, sin intención de dormir de inmediato. Buscaron el calor del otro como dos cachorros juguetones, restregando su cara en el cuerpo contrario.

No bastó.

Conteniendo la respiración, se engancharon en la boca del otro, deslizando las manos por el cuerpo ajeno. Hasta que el estado de cada uno causara que Kaito se fundiera en el cálido interior del detective, que lo recibió con ganas y devolviéndole el mismo aprecio. El cuarto fue testigo de la complicidad de como dos chicos, con la piel completamente afiebrada formaban diferentes siluetas entre las posturas creadas para sucumbir a la satisfacción propia y la del otro, olvidándose una vez más de cualquier preocupación existente y no queriendo ponerle fin a ese deleitante trance.  

Despertó de golpe ahogando un grito y sintiendo que el pecho le iba a reventar. Había tenido una pesadilla.

Miró a su lado, tenía inquietud de haber despertado a su compañero. Afortunadamente, Shinichi seguía durmiendo plácidamente, Kaito supuso que la actividad sexual prolongada lo habían agotado por completo. Y también tenía que tener en cuenta su delicado estado de salud, el sangrado de nariz no era una buena señal.

Miró la hora en la pantalla de su teléfono, pasaban de las once de la mañana y aunque era tarde, prefirió dejarlo dormir.

Abandonó la habitación en extremo silencio para no despertarlo. Él se disponía a tomar un baño.

-Buenos días -le saludó Chikage en el pasillo.

-No metas ruido -pidió llevándose un dedo a la boca –No quiero despertarlo, está muy cansado.

-¿Demasiada acción anoche? -le miró con picardía.

-Tch. No es nada de eso –su madre lo miró de arriba abajo evaluándolo -¿Por qué piensas eso?

-Porque sales de su habitación a altas horas de la mañana, con claros signos de que pasaste la noche con él -volvió a centrarse en su cuerpo –Vistiendo solo ropa interior...

Miró apenado al suelo -Mamá...¿Podemos hablar?

-¿Qué es lo que pasa, Kaito? -lo conocía demasiado bien, aquella expresión no era solo de vergüenza. Existía algo más de por medio.

-Por favor ¿Tienes tiempo para mí? -parecía un pequeño y no quería preocuparla, pero le era imposible no tener un semblante afligido –Quiero hablar contigo, de algo serio.

Se acercó y lo obligó a subir la vista.

-Hijo ¿Qué sucede? -preguntó sin obtener respuesta -¿Cariño? -le besó la frente y tomó seguridad, para poder demostrarle la confianza que él necesitaba –Por supuesto. Permite que me ocupe de un par de asuntos, no tardaré. Mientras ve a darte una ducha y a comer algo. Pídele a las damas que están en la cocina que les preparen algo para comer.

Vio a su madre desaparecer por los pasillos y fue a hacer lo que le ordenó. Dos agradables mujeres un poco más mayores que Chikage, que habían llegado esa mañana, lo atendieron con gusto y le prepararon dos bandejas.

Ellas se ofrecieron a llevárselas hasta la habitación, pero él prefirió hacerlo por su cuenta. Al entrar, vio a Shinichi saliendo del cuarto de baño secándose el rostro con una toalla.

-Buenos días -lo saludó apoyando las bandejas en la cama -¿Cómo te sientes? -intentó no sonar preocupado.

-Estoy bien –se acercó y miró la comida con incertidumbre -¿Lo has preparado tú?

-No -negó con la cabeza –Lo han preparado las personas que trabajan aquí. Era obvio que mi madre no podía mantener este lugar ella solo. Me contaron que vienen cada dos días.

-Ya veo.

-Come antes de que se enfríe. Lo probé y está bueno.

Encendieron la televisión y desayunaron sin problemas, comentando de vez en cuando los programas que pasaban. Era como si Kuroba quisiera matar el tiempo, por lo que propuso varias ideas antes de la reunión que tendría con su madre.

-¿Qué te parece si jugamos a algo en la sala de abajo?

-¿Aquella con la pantalla gigante? -adivinó.

-Si. Quiero aprovechar de estar contigo y no pensar en nada por un rato –Shinichi lo miró  esperando una explicación a eso último -Decidí hablar con mi madre, explicarle todo y también de lo nuestro.

-Ah, está bien -aceptó casual y bajaron a la sala.

Kaito instaló la consola y repasó el catálogo de las diferentes opciones que tenían de juegos.

-¿A qué quieres jugar?

-Me da igual. Escoge tú.

Volvió a mirar las opciones, terminaron escogiendo Mario Kart, una elección perfecta para demostrar las habilidades y el nivel de tolerancia competitiva de cada uno.

-¡No lo hagas, desgraciado! -se quejaba el mago. Había perdido la carrera cuando estaba a punto de ganar. Shinichi no había tenido piedad y le lanzó uno de esos molestos caparazones azules, dejándolo en quinto lugar -¡Aaaaaaaaghh!

Frustrado, lanzó el mando lejos hacia el sofá de enfrente. Kudō juró que este se desvió por gracia divina, ya que había visto perfectamente como apuntaba hacia la pantalla.

-¡Eres un loco! -lo regañó -Lo vas a averiar.

Kaito se encontraba de brazos cruzados, enterrado entre los cojines y haciendo puchero.

-Me aburrió el juego.

Shinichi rio y se acercó a él para peinarle los mechones de pelo que se le habían alborotado por ese gesto tan primitivo.

-¿Al menos sirvió para distraerte?

-Sí, pero ahora estoy enfadado.

-No seas así -le pidió, aunque tenía claro que en parte estaba jugando –Echemos otra carrera, de seguro esta vez tienes más suerte.

Lo meditó por unos momentos que dieron paso a una nueva idea que volvió a subir sus ánimos.

-¡Se me ocurre una cosa! Espérame aquí.

Lo vio ponerse de pie de un salto y abandonar el salón. Los minutos avanzaron, Shinichi incluso pensó que se estaba escondiendo de él y que ahora tenía que ir a buscarlo. Y estuvo a punto de hacerlo, solo que Kuroba volvió nuevamente a la sala.

-Escoge uno -abrió las palmas de sus manos y le enseñó dos pequeños autos de juguete, uno de color rosado y otro de color amarillo.

-Ese -apuntó al rosa sin entender.

-Perfecto. Entonces yo seré el amarillo -colocó ambos juguetes en el suelo, justo en la entrada del salón.

Guio a Kudō a tomar asiento nuevamente y que concentrara su atención en la pantalla. Le entregó un control diferente al de la consola y él también se quedó con uno.

-¿Qué es esto?

Levantó una media sonrisa triunfante.

-La carrera definitiva. Te presento el Super Kaito Kart.

De alguna habilidosa manera, el excelente mago se ayudó con sus trucos y se las ingenió para crear una pista de carreras por todo lo largo de mansión, ajustando los dos autos de juguete y los controles para que se pudieran ver en la televisión.

La cuenta regresiva comenzó y dio inicio a la competencia.

Los chicos movían aquellos pequeños autitos por las diferentes alas de la casa. Era incluso más divertido que las pistas artificiales que ofrecía el juego original. Con muchas más trampas y obstáculos de lo normal. Y lo mejor, no existían esos molestos caparazones ni cajas con objetos de ayuda. Era un juego limpio.

-¿Cuál es la meta? -preguntó el detective intentando no perder la concentración ni quedarse atascado en los tapetes.

La vista de la morada desde abajo los hacía sentir diminutos. Intentaban no ser aplastados por las personas que hacían su trabajo y que no ocultaban su sorpresa. Ambos reían al ver como levantaban los pies para esquivarlos y más de alguno los confundió con ratones.

-Lo sabrás cuando la veas.

Pasaron por diversos pasillos y rincones, entre risas, insultos y amenazas de que iban a obtener la victoria. Incluso vieron a Chikage mirando los juguetes y preguntándose qué rayos era eso.

Salieron hacia el exterior, dando una vuelta por el jardín y llegando al patio trasero. Un letrero con luces intermitentes con la palabra M E T A indicaba el final de la pista. Equilibraron las ruedas por la orilla de la gran piscina exterior.

Shinichi iba adelantado a Kaito por unos escasos centímetros y estuvo a punto de ganar, de no haber sido porque una gallina revoloteaba entre los entre los arbustos desvió su atención. Kaito aprovechó su confusión para darle un golpe por detrás que lo mandó directo hacia el agua, dándole la victoria al mago.

-¡No se vale! -se quejó -¡Había una gallina allí y me distrajo!

-¡Yaaaaaaaaaaaay!

Esta vez, fue Shinichi quien frunció el ceño, le habían arrebatado SU victoria.

-Eres un ladrón tramposo –se lanzó hacia él y comenzó a hacerle cosquillas, generando un griterío y sonoras carcajadas entre los dos.

-Oye –le dijo parando de reír y rodeándolo con ambos brazos –Te quiero, gracias por jugar conmigo, me siento un poco más tranquilo.

Se vio sonriéndole otra vez –De nada –se terminó de acomodar la ropa -¿Puedo preguntarte por qué has decidido contarle todo a tu madre?

-Porque es lo correcto -imitó el gesto.

Justo en ese momento, como si la hubiese invocado, su madre entró al salón.

-¿Los interrumpo? -tocó la pared y avanzó con gesto amable hacia ambos -¿Qué eran esos bichos que recorrieron la casa? -sonrió.

-No eran bichos –le corrigió su hijo –Eran coches de carrera.

Soltó una risita –Asustaron a mis ayudantes.

-Lo sentimos –se disculpó Kudō. Ella le restó importancia sin deshacer el gesto.

-Vine a buscarte –se dirigió a Kaito –Te espero en mi despacho.

Salió por el mismo lugar por el que había entrado. Kaito enfocó sus ojos en Shinichi, este no le dijo nada, solo lo animó con un parpadeo y afirmando con la cabeza para darle ánimos.

El joven se puso de pie y en ese entonces, Shinichi aprovechó para tomarle la mano.

-Todo va a ir bien –lo animó. Kaito asintió y cuando este llegó al marco de la entrada, se atrevió a modular –Te quiero. 

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