XIV. Reloj de Arena (Parte 1)
La seriedad en el tono de voz de Kaito y la forma en que lo llamó, causó que el corazón del detective se acelerara -Llevaré los platos a la mesa.
Y así lo hizo, hasta que el mago terminó de preparar todo. El cocinero se esforzó a tal grado que Conan estaba con las pupilas dilatadas observando la variedad de platillos. Tomaron asiento cada uno en una cabecera de la mesa, de modo que sus miradas quedaron frente a frente.
Agradecieron por la comida y el pequeño fue el primero en probar ansioso. El contacto de los alimentos con su lengua provocó tal grado de felicidad que le fue imposible omitir el comentario acerca de que estaba delicioso, Kaito le sonrió de vuelta y se dedicó a mirar cada expresión en el rostro del niño. Como levantaba sus cejas, el brillo de sus ojos, los movimientos de sus labios, el color de sus mejillas. Cada uno de esos detalles se los imaginó en su forma adulta, provocándole cosquillas en el vientre, después de todo, Kaito Kuroba estaba enamorado.
-Entonces -preguntó el detective masticando -¿Qué querías decirme? No montaste todo esto para nada, supongo.
El nombrado se sobresaltó, quería decirle que todo eso era para pedirle disculpas y para agradecer todo lo que el detective hacía por él, que en parte era cierto, pero la verdad era que ya no quería seguir guardándoselo, quería confesar sus sentimientos, asumiendo que las cosas podían no salir como esperaba, así que fue por parte.
-Quería encontrar una forma de agradecerte y bueno, también para pedirte disculpas –sonaba un tanto melancólico -¿Y qué mejor forma que una cena?
El detective esperó algún toque de sarcasmo o egocentrismo como "Y qué mejor que preparada por mí, el grandioso Kaitō Kid", pero el comentario nunca llegó y eso le hizo entender que el mago iba en serio.
-Gracias...pero no era necesario tanto, yo también me he portado mal.
Volvieron a permanecer en silencio por algunos segundos.
-De todas maneras -continuó Kaito –Te debo una explicación -soltó los palillos -Sé que tal vez no te importe mi vida privada, pero al igual que tú, aunque quiero separar una vida de la otra, están vinculadas de alguna manera y al aceptar eso, es la única forma de que me conozca a mí mismo y que tú también lo hagas.
El detective se enderezó en la silla y también dejó de comer –Te escucho -después de todo, sabía que tenía razón.
-Como te expliqué, tengo mis razones para actuar de esa manera...yo...Me he desviado un poco de lo que realmente era antes, sé que es normal cambiar de parecer y de actitudes con respecto a algunas con la edad, pero me he salido de control -miró sus manos como si estuvieran sucias –Me falté el respeto, actuando y creyendo algo que no era...Comencé a ingerir alcohol como si fuera algo vital, luego vino el tabaco, el cannabis -volvió a hacer una pausa sin atreverse a mirar al otro –Tampoco me calmó y en un momento de debilidad probé algo que no debía y fue como subir a una montaña rusa, sentía que recuperaba mi alegría y conformidad interna, me acosté con las chicas y chicos que pude y cada vez que volvía a sentirme abajo, aquella sustancia estaba allí para mí.
El pequeño Kudō lo interrumpió utilizando un tono completamente serio –Kaito...no puedes seguir así, déjame ayudarte -suspiró.
-Déjame terminar -pidió -No sé cómo, pero no he llegado al punto de depender totalmente y hacerme mierda -sonrió con nostalgia –Supongo que es porque aún soy consciente de que hay gente que sigue a mi lado y una de ellas es Aoko, la hija del Inspector Nakamori...Me atrevo a decir que mi relación con ella es igual a la que compartieron Mōri y tú, solo que, en mi caso, nunca llegué a concretar nada con ella -suspiró -Todo el asunto de Kaitō Kid me obsesionó demasiado en ese momento y consumía todo mi tiempo, además que en un descuido me vio...drogándome y ella me suplicó que lo dejara, que de lo contrario me acusaría con mi madre -sonrió al recordar lo infantil que podía llegar a ser Aoko en ciertos momentos –Y desde ese día me da vergüenza mirarla a la cara, a pesar de que ella no cambió su actitud conmigo y nunca lo hará, la conozco.
-¿Por qué no le dices a ella lo que sientes? -preguntó Conan dolido.
Kaito lo miró -Porque por ella no siento nada romántico, desde hace mucho tiempo -volvió a tomar aire –Desde el momento en que nos quedamos custodiando la bodega del museo.
Ambos recordaron ese caso de dos años atrás, cuando Conan perseguía a un criminal y por error terminó en el subterráneo del lugar, topándose con el ladrón que había ido a husmear casualmente ese día. Terminó explicándole la situación e hicieron una tregua. Si Kid ayudaba al detective a atrapar al criminal, no avisaría a las autoridades.
Y así lo hicieron, esperaron sujetando la puerta y al mago le pareció tan icónica la escena que no dudó en comentar.
-"Oye, pequeño detective. Imagina un lugar completamente diferente, una escena ocasional. Si tuviéramos la oportunidad de conocernos ¿Cómo sería? ¿Nos terminaríamos tomando de la mano?"
-No entiendo que tiene que ver todo eso con lo que pasó ahora -expresó el detective.
-Te lo dije –Kaito suspiró -Creo que nunca me había sentido tan atrapado en mi vida y son precisamente en esos momentos cuando necesito distraerme...Estos días he visto las cosas de manera diferente y dada mi personalidad volátil y distraída, nunca quise tomar el verdadero sentido a la situación -volvió a mirar al pequeño -Detective-kun...No quiero ponerte un peso encima, haciéndonos creer que si no estás a mi lado no puedo actuar de manera coherente y me alegra que no sea así.
-Kaito –lo nombró casi en un suspiro.
-No quería decirte esto en tu estado –dijo refiriéndose a su forma de niño -Pero no puedo seguir guardándome lo que llevo arrastrando tanto tiempo -sentía su corazón latir agitadamente en la garganta –Estoy perdidamente enamorado de ti.
Ya estaba, lo había dicho, no había vuelta atrás. Miró a Edogawa-kun que le devolvía la mirada nerviosa desde el otro extremo de la mesa, queriendo salir corriendo y pedirle que parara con su broma. Pero en el fondo, sabía que no se trataba de una broma. No le habían dado muchas señales y la personalidad de Kaito era tan eufórica y teatral todo el tiempo, que casi no existían momentos en los que el chico pudiera levantar sospechas de algo así, sobre todo porque era un tonto en los temas del amor. Ni de la misma Haibara sospechó cuando las señales eran tan evidentes.
-¿Por qué? -fue lo único que se le ocurrió decir.
Kaito expulsó una risa nasal –Eres increíble, tienes un sentido de la justicia y de deducción excepcional, tus habilidades son como de otro mundo, tu forma de ayudar al otro, tu risa, esa emoción con la que hablas de Sherlock Holmes, tus ojos, tu delicadeza al dormir, tus manos...tu boca.
Esta vez era el niño quien sentía que el corazón se le iba a salir por la boca, no tenía idea de como reaccionar, eran demasiadas emociones juntas y recordar todos los sentimientos que había involucrado en las últimas situaciones con el mago, lo hacían entender que tal vez sentía lo mismo y no se había dado cuenta hasta ahora porque no se molestó en pensar en esa posibilidad, sobre todo luego de los besos que se dieron. Y pensar en eso fue lo peor.
-Kaito...mírame, ni siquiera soy yo mismo -agachó la mirada –Estoy atrapado en este cuerpo...llevó años...llevamos años cada uno en lo suyo...¿Cómo podríamos? -no terminó la frase.
-¡Pero eso es temporal! ¡Sé que encontraremos la forma de traerte a la normalidad! -lo animó Kaito en un intento desesperado.
-Lo siento, no puedo, soy un cobarde –se disculpó poniéndose de pie y siendo retenido por Kaito que se acercó hasta él y posó su mano en la suya.
-No, por favor...No te vayas –le suplicó y Conan desvió la mirada.
-Me pillaste desprevenido, dame un respiro –contuvo su rabia y el ladrón soltó su mano permitiendo que se marchara –Gracias por la cena, estaba deliciosa –dijo antes de perderse por la puerta.
Kaito golpeó la mesa con los puños y se quedó sentado por un largo rato. No se arrepentía de haberse confesado, pero tal vez sí había puesto un peso en la espalda del detective, además, se le pasó por la cabeza que el chico podía seguir enamorado de Ran Mōri y el detalle más importante, que tal vez no le atrajeran los hombres.
Se puso de pie y se dirigió su habitación sin poder conciliar el sueño en toda la noche y sin saber que el detective pasaba por lo mismo.
Escuchaba un golpeteo a lo lejos, que se volvió más intenso y a la vez sentía algo duro en su espalda. Terminó por abrir los ojos de golpe cuando escuchó un grito afuera y percatándose que se encontraba con la mitad del cuerpo tendido en el piso y el otro en la cama.
-¡¿Qué vienes a hacer tan temprano?! -escuchó la voz grosera del pequeño.
-¡No vine a verte a ti! Estoy buscando a Kuroba-kun –le respondió defendiéndose Haibara
-Está durmiendo.
Haibara apoyó las manos en la cadera -¿Lo puedes despertar? Es urgente.
Si no hubiese estado tan somnoliento, la chica le tendría que haber dado una explicación de lo que era tan urgente, pero su estado se lo impidió. Llegó a la puerta de Kuroba y golpeó un par de veces sin obtener respuesta. Estaba perdiendo la paciencia así que simplemente entró, encontrándose con Kaito tirado por completo en el piso ya que se había terminado por caer.
-Kaito –lo llamó acercándose –Haibara quiere hablar contigo.
No hubo respuesta, así que decidió moverlo con el pie, el chico parecía un cadáver. Al no lograr nada, prosiguió con el plan B. Se agachó y comenzó a sacudirlo.
-Shhh, déjame dormir –dio por fin señales de vida.
-No, Haibara dijo que tenía un asunto urgente que tratar contigo.
Kaito lo sujetó hábilmente y tendió al pequeño en el suelo junto a el arropándolo con la manta.
-Ya verás que se le olvida y se va –no sabía lo que decía debido al sueño.
Conan no podía liberarse de su agarre, pero no se quejó. Simplemente se quedó acostado junto al mago y comenzó a cerrar los ojos. Estaba tan cansado que quedarse dormido no le costaría nada, salvo que una patada en la puerta y un fuerte golpe de esta chocando con la pared casi dejó sordos a ambos.
-¡Ya te dije que necesito hablar con el idiota de Kuroba! -se quejó Haibara acercándose a ellos –Kaito-kun ¡Levanta! Tiene que ver con tu padre -decía ella luchando con quitarles la manta que ahora ambos sostenían del lado contrario para evitar que los destapara.
Bastó solo decir la palabra "padre" para que Kaito dejara de forcejear.
-¿De qué hablas? -preguntó.
La chica miró a Conan, quien se cubría hasta la nariz esperando no ser golpeado por ella –Es privado –dijo la pequeña refiriéndose al menor.
-¿Desde cuándo me ocultan secretos? -dijo el niño sintiéndose insultado.
-No te preocupes por él -dijo Kaito -Ya me da igual ¿Qué está sucediendo?
La niña respiró cansada -¿Recuerdas el teléfono móvil antiguo que tenías? El que me pasaste.
-Sí -afirmó -Creí que te habías deshecho de el.
-No lo hice, era una pieza clave -explicó ella –El asunto es que hoy lo encendí para corroborar una cosa que me pidió Kudō-kun anoche.
Los chicos se encontraban expectantes con la misma expresión en la cara.
-Al encender el aparato, un mensaje de texto llegó a los minutos después, decía que tenían información acerca de tu padre, quieren que te reúnas hoy con ellos.
-¡Entrégamelo! -exigió Kaito pidiéndole el teléfono.
-No lo tengo ahora mismo -explicó ella.
El detective se puso de pie –Evaluemos esto de la forma correcta, tenemos que ser cautelosos.
Los tres, junto con el Profesor llevaban un buen rato en su casa dándole vueltas al asunto.
-¡Tengo que ir! -exclamaba Kuroba intentando mantener la calma.
-Tranquilízate, Kuroba-kun -pedía Ai-chan –Incluso yo entiendo que se trata de una trampa.
-¿Y si no lo es?
-Basta Kaito -refutaba Conan -¿Para qué iban a citarte en un lugar a mitad de la nada para dar información que fácilmente pueden escribir en un mensaje?
Kaito lucía dubitativo –Porque algo deben querer a cambio –dio en el blanco -Y debe ser importante.
Haibara se cruzó de brazos–Dinero no es y devolviste la joya, la última opción que queda es...-hizo una larga pausa y los tres la miraron –Tu cabeza -finalizó molestando.
-¿No podemos devolver el mensaje? -sugirió el niño.
Ella negó con la cabeza –Queda más que claro que la señal del móvil desde que se envió el mensaje ya no existe.
-Hijos de puta -soltó Kaito fastidiado, logrando que el pequeño le llamara la atención por el lenguaje empleado.
-Está decidido –el detective se puso de pie poniendo fin a la discusión -No irás a ninguna parte.
Kaito lo miró ofendido imitando su acción -¿Desde cuándo sigo tus ordenes?
-Desde que yo tomé tu caso –le desafió con la mirada.
El mago quiso contradecirlo, pero estaba tan enfocado en conseguir la supuesta información con respecto a su padre, que volvió a tomar asiento, agachó su mirada al piso y entrelazó sus propios dedos.
-Detective, no tienes idea de lo importante que es esto para mí –los niños y el Profesor miraron su afligida expresión -¿No te sentirías igual si tuvieras la oportunidad de tener el antídoto definitivo y volver a tu tamaño normal para siempre?
Con esa comparación, el detective entendió como debía sentirse Kid. Se resignó mirando a Ai-chan quien también parecía encontrarse en el mismo debate mental que él.
-Está bien –le dijo finalmente y pudo notar el brillo en los ojos de Kaito –Pero con una condición.
-Lo que quieras –se alegró Kuroba.
-Que me dejes acompañarte.
La primera parte estaba lista, irían a reunirse con las personas que supuestamente tenían información sobre Toichi Kuroba. Ahora solo quedaba la segunda y parecía ser la más difícil.
-¡Te lo ruego! -le pedía el niño ahora haciendo una reverencia en el suelo.
-Ya te dije que no –Haibara le respondía con tono firme.
-No saco nada con acompañarlo si mi cuerpo está en este estado –explicaba inútilmente él.
-Kudō, ya te dije que no y sabes muy bien por qué -Haibara le respondía encontrando que el pequeño se comportaba de forma patética.
El seguía con las manos bien juntas rogando -Será la última vez en un largo tiempo.
-Siempre me dices eso.
El Profesor Agasa miró a la niña casi pidiéndole con la mirada que tuviera un poco de piedad. Kaito, quien no había abierto la boca desde que el detective había comenzado su berrinche, miraba también a Ai-chan expectante esperando el veredicto final.
-Está bien -escupió ella de mala gana rindiéndose ante tal presión –Pero será el primer prototipo –dijo refiriéndose, al que en su tiempo, el efecto duraba 24 horas.
Conan sintió tanta felicidad que incluso le dieron ganas de abrazar a la chica, pero obviamente no lo hizo. Solo se limitó a agradecerle mil veces y ella lo ignoró abandonando el lugar.
Todo estaba decidido.
-Pueden ir en mi auto -sugirió el Profesor.
-Te lo agradezco, pero llama demasiado la atención y lo más probable es que lo rastreen -explicó el niño -Lo mejor será arrendar uno.
Las horas que tuvieron que esperar se hicieron eternas y cuando finalmente el detective había pasado por todo su proceso de transformación, salieron a la calle y avanzaron hacia el lugar donde normalmente el Tío Kogoro arrendaba vehículos, pero antes de eso, el detective se devolvió a casa a buscar algo.
-¿Qué era eso tan importante que tenías que ir a buscar? -preguntó Kaito cuando se reunió nuevamente con él y viendo que no traía nada a la vista.
-No es de tu incumbencia.
Conseguir un auto fue sencillo, no les tomó más de media hora realizar todo el trámite, ya solo quedaba esperar un rato y llegar al lugar donde les habían indicado.
-¿Tienes hambre? Aún nos queda tiempo para comer algo –le dijo Shinichi quien iba al volante.
-Estoy bien, gracias -respondió Kaito con notable desconcentración -¿Qué crees que quieran a cambio? -preguntó.
-Tal vez no quieran nada más que dialogar pacíficamente contigo -respondió Shinichi con sarcasmo –Insisto, es lo que hace alguien que no quiere nada a cambio, citarte en un lugar alejado, pidiéndote que vayas solo y a horas de la noche.
Kaito lo miró frunciendo el ceño -Que gracioso.
-Aquí es –anunció el detective estacionándose a una distancia prudente del lugar.
Se trataba de una especie de cerro deshabitado y con escasa vegetación, y seguramente la reunión se llevaría a cabo en la cima. Cosa que terminó de convencer al detective que todo eso era una mala idea. Miró a Kaito, que se encontraba jugando con una hoja de papel.
-¿Cuánto falta? -preguntó haciendo dobleces.
Shinichi miró su reloj – 20 minutos -respondió- ¿A qué edad perdiste a tu padre?
No era la mejor pregunta ni menos la ocasión para preguntar tal cosa, pero la incertidumbre por conocer la historia se lo estaba comiendo por dentro.
-Entre los ocho y nueve años -Kaito respondió sin un tono de voz especifico -Murió en un supuesto accidente haciendo un truco de magia -siguió dando forma a la hoja de papel –Pero yo no me creía una mierda y con el tiempo me enteré que le tendieron una trampa.
Shinichi recordó la habitación del mago -¿Es el hombre del cuadro de tu cuarto?
-Sí...¿Cómo supiste que no es encontraba con vida?
-Me dí cuenta por la urgencia con la que tomaste el asunto y porque recordé quien era el hombre de la fotografía, además de que no tomarías tales riesgos como venir aquí si no se tratase de algo verdaderamente importante que tienes que resolver -explicó.
Kaito se limitó a asentir –Ya veo, no se te escapa nada -miró el reloj del detective -Es casi la hora, debería ir partiendo –dijo colocando la jirafa de papel que había hecho encima de la palanca de cambio -Espérame aquí, será mejor que vaya solo -salió del auto y miró por última vez a Shinichi -Nos vemos en un rato -sonrió y cerró la puerta.
-Sí -respondió el otro sabiendo que no podía escucharlo.
Se acomodó un poco en el asiento y saco de la parte trasera de su pantalón un arma, la revisó cuidadosamente y dejándola lista para utilizar.
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