LXIII. Caballo de Troya
22.00 p.m
Shinichi colocó ambas manos sobre sus rodillas para tomar aire, la lluvia no dejaba de empaparle la cara y amenazaba con nublarle la visión, pero ese no era un motivo real para detenerse. Comenzó a peinar el perímetro encontrando una forma de llegar hasta Kaito.
-¡Profesor necesito visualización de la escena! -pidió a gritos por el micrófono.
-Estamos buscando un mejor ángulo -le explicó Haibara. Se esforzaba en no sonar tan nerviosa –Jii-san acaba de enviar otro dron. A penas encontremos la manera de entrar te lo haremos saber.
El problema es que tenía que ser ahora, seguía oyendo la acalorada discusión por el otro intercomunicador, no le estaba gustando nada el rumbo que estaba tomando y lo peor era que no podía hacer nada.
-Tuvo que venir mamá a salvarte el pellejo ¿y todo para qué? -Hitoshi siguió incitándolo con odio –Si al final eres igual que nosotros. Un delincuente ¡Un asesino! –por cómo se oía su respiración notó que Kaito comenzaba a perder el control de sí mismo -¡Dispara! ¿Cuál es la diferencia entre un muerto o tres? Hazle un favor a tu amigo y dispárale también porque lo que le espera no es ni comparado con lo que me hiciste tú a mí ¡Vamos!
-¡No lo escuches! -le gritó Hakuba, que en ese momento se encontraba con él. Se escuchó un sonido seco y el detective adivinó que se había llevado un golpe –No eres nada de eso y lo sabes -insistió con voz adolorida -Eres incluso mejor de lo que tú piensas.
Todo se quedó en silencio, como si aquellas palabras comenzaran a surgir algún tipo de efecto dentro de él, pero desdichadamente no fueron más que un detonante.
-¡KAITO! ¡NO! -Shinichi soltó un grito ensordecedor antes de que una cascada de disparos casi le reventara el tímpano.
~ 16 horas antes ~
07.00 am
Kaito intentaba disminuir su ansiedad jugando a mezclar los naipes una y otra vez sin dejar de rumiar aquellos pensamientos que lo ayudaban a ver todo con mucha más claridad.
Cuando llevas meses conviviendo con todo tipo de criminales, manteniendo un ritmo de vida como si fuese un torbellino de emociones, mintiendo, cometiendo actos ilegales, asesinando y de paso metiendo a tus mejores amigos en todo eso la sensación de caminar por un campo minado se vuelve una eternidad.
Así se sentía él, como si no hubiese vivido otra vida aparte de esa, como si todo lo demás se tratara de una creación de una mente que no era la suya.
Se pasó la mano por la frente. Sudaba tanto a causa de los nervios que se estaba acostumbrando a tener la piel pegajosa, pero se esforzó en disimular.
Jii-chan había conseguido una pequeña estancia cercana al punto de encuentro final para preparar todo y una furgoneta que en su interior tenía montada una base con todo tipo de herramientas y una red de comunicaciones. Haberlo juntado con el profesor Agasa fue amplificar en nivel y calidad todas las instalaciones que les serían de gran ayuda.
Estaban todos reunidos alrededor de la sala cuando repasó una vez más el plan; la señora Majime daría aviso a los cabecillas de que su compañero de negocios quería reunirse con ellos. Por supuesto que estos se darían cuenta en seguida de quien era gracias a Hitoshi, que debía estar ansioso por anunciarlo a los cuatro vientos y confirmar su verdadera identidad.
Intentaría alargar el encuentro lo más posible hasta que los detectives llegaran con el resto del escuadrón de policías para prestar apoyo ya que, indudablemente el grupo se vería amenazado y no lo pensaría dos veces antes de defenderse.
Tenderían una trampa dentro de una trampa.
Pero primero debían prepararse bien, cada pisada que darían estaba meticulosamente pauteada y una vez listo utilizarían el método antiguo para evitar cualquier tipo de vinculación o forma de rastreo fácil gracias a la avanzada tecnología de hoy en día.
-¿Cómo lo harás para darle aviso? -Heiji no ocultaba lo impaciente que se estaba poniendo y que Kaito mantuviera al grupo en suspenso no ayudaba en nada.
Curvó una sonrisa de sabelotodo y comenzó a hacer dobleces en un papel que se sacó del bolsillo.
-Esa es una excelente pregunta –dijo con aires de sobrado -Como solían hacerlo los romanos y los árabes -soltó el dato en modo de cuestionario coordinando sus dedos con la forma que estaba tomando el papel.
Y Shinichi fue el primero en dar con la respuesta correcta.
-Palomas mensajeras... -acertó intentando ocultar su sorpresa.
-Con palomas mensajeras -repitió el mago asintiendo y aprobando su respuesta a la vez que terminaba el origami del animal nombrado y lo mandaba a volar con un delicado soplido.
-Entonces debemos suponer que ella ya se encuentra aquí -Hakuba pensó en lo que tenía más sentido y en lo que los demás parecían no haber recaído –Porque de lo contrario tus animalejos anidarán antes de llegar a Tokio.
-Estás en lo correcto -confirmó Kuroba clavando los ojos en él -No te preocupes por eso, ella sabe perfectamente como mover las cosas a su antojo.
El grupo no dejó de mirarse, compartían la sensación de que había algo provocando un ruido muy lejano y tres de ellos tenían el sentido demasiado agudo como para no darse cuenta. El problema era que no lograban descifrar que era y estaban conscientes, por experiencias anteriores, que, en ese momento, ponerse a buscarle una quinta pata al gato podía desencadenar un desequilibrio en el rompecabezas que tanto les había costado armar.
Y aunque fuese su trabajo como los excelentes detectives que eran, optaron forzosamente y solo por el momento a conformarse con esa respuesta.
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No entendía si era a causa de los nervios, pero sentía la vaga sensación de que estaba viviendo los hechos en desorden. Kaito se apartó un poco del grupo para enviar tranquilamente su mensaje y de pasar tiempo a solas consigo mismo.
Sus amigos consideraron que aquello era importante y no pusieron objeción.
Creyó que al menos seguía teniendo el control de su motricidad y que la mano no le temblaría tanto al comenzar a escribir sobre el papel, pero se equivocaba. Las letras le quedaron todas chuecas y la forma de expresarse a través de ellas las encontraba demasiado toscas. Algo muy inusual en él considerando que por naturaleza solía poetizar y agraciar todo para hacerlo mucho más llamativo.
Tachó y arrugó un par de hojas hasta que estuvo conforme, luego se acercó hasta la jaula donde se encontraba una de sus palomas, exactamente en la esquina de la habitación. Abrió la pequeña puerta y tomó delicadamente al ave entre sus manos, esta ni se inmutó. Siguió acurrucada en las manos de su amo quien no se aguantó de acariciarle la cabeza con un dedo.
-Será el último favor que te pida -le habló con nostalgia sin dejar de hacerle cariño –Luego podrás volar libre por donde quieras.
Sorpresivamente el animal pareció entenderle o al menos a través de sus sentimientos que emanaban en ese momento, ya que movió levemente las alas para acurrucarse aún más, como si no quisiera salir de allí.
No le gustaba sentir como si se estuviese despidiendo de todo el mundo, porque inconscientemente lo estaba haciendo una y otra vez. A fin de cuentas, no le quedaba de otra, terminó por amarrar el mensaje en la pata de la paloma y la observó volar por la ventana hasta que se perdió de vista.
Procuró no dejar ni un rastro de evidencia con respecto a los borradores, los quemó y se deshizo de las cenizas arrojándolas al excusado. Aprovechó también de refrescarse el rostro antes de salir a tomar aire.
Se tomó su tiempo para mirar su reflejo en el espejo, exhalando el aire pesadamente por la boca y dándose pequeñas cachetadas para espabilar. En un principio fue una sensación normal, su apariencia lucía cansada, pero nada más.
Quería repetir frases positivas admirando su reflejo para creer que todo lo que estaba sucediendo era una prueba más de la vida, pero las cicatrices en forma voz interna le susurraba una y otra vez que reflexionara acerca de quién era en realidad.
-Soy un alguien que en estos últimos años no ha sabido respetar su esencia –comenzó a recitar en su cabeza sin quitar la vista del espejo –Hijo de un mago y ladrón que decidió tomar el mismo papel –volvió a expulsar aire por la boca sin desconcentrarse.
Comenzó a sentir que el peso de sus palabras le recorría la sangre devolviéndole momentos y sensaciones que creía haber olvidado, brindándole confianza y determinación a ritmo veloz.
-No permitiré que caiga nadie más -se refirió a quienes le importaban de verdad –Soy Kaito Kuroba y Kaitō Kid. Tengo la capacidad para llegar hasta el final.
Se colocó el característico sombrero blanco y sonrió sin querer al notar que el fantasma de su padre tomaba otra forma en su vida. Lo estaba logrando, aunque fuese solo por ese momento, creía estar reencontrándose consigo mismo, entendiendo al fin que aquello era lo que necesitaba para cumplir con su cometido.
Con un semblante bastante diferente salió hacia el patio trasero, se recostó utilizando los brazos como almohada e intentó relajarse encontrando formas en las nubes del cielo, que estaba realmente lindo esa mañana.
Fingió no sentir como se deslizaba la puerta del ventanal que daba hacia esa parte.
-Esa tiene forma de copa -Shinichi se paró al lado de él con gesto inocente apuntando la vista hacia la nube.
Kaito asintió sin expresión alguna entendiendo que el detective había dicho eso solo para relacionarlo con el triunfo que esperaban obtener. Este se recostó a su lado imitando la posición de sus manos.
No estaba seguro de si romper o no el silencio ya que no estaba siendo uno incómodo, pero el mago tomó la iniciativa por él.
-Ya envié el mensaje -sonó incluso aburrido -¿Ustedes tienen todo listo?
-Hm –se limitó a afirmarlo viendo pasar un helicóptero –Aunque sigo sin estar de acuerdo con usarte como caballo de Troya.
-¿Ahora soy un caballito? -bromeó para no hacerlo sentir culpable, sobre todo porque esa parte del plan había sido idea suya y le tomó trabajo convencerlo.
-Lamento que tu madre no haya vuelto –le hizo saber temiendo bajarle los ánimos.
-Sus razones habrá tenido. Y de todas formas lo hace de vez en cuando –hizo un movimiento con la mano restándole importancia enfocándose en otro pensamiento –Solo... me pongo a pensar en qué haría mi padre en este momento. Definitivamente no es la imagen que quisiera darle a él como su hijo y como... Kaitō Kid.
-Tú no eres tu padre –el detective se apresuró en dejárselo claro.
Compararse podía resultar perjudicial consigo mismo la mayor parte del tiempo.
-Tienes razón -suspiró cansado –Pero aun así...
-Y estoy seguro de que estaría orgulloso de ti -volvió a interrumpirlo para reforzar su confianza.
-Si, claro -bufó con ironía -Orgulloso de que tiene un hijo asesino -Kaito se giró para mirarlo y compartir una mirada sincera con él -Siento que hoy más que nunca me gustaría verlo o escuchar su voz. Me conformo solo con ver su silueta a lo lejos -sonó melancólico y apoyó las manos en el suelo para sentarse de piernas cruzadas.
Y aunque no se lo pidió, Shinichi se vio en la obligación de hacer lo mismo. Volvieron a compartir una mirada significativa olvidándose de que existía algo más aparte de ellos y su bonita conexión.
Kaito se llevó la mano al bolsillo buscando algo.
-Ten –le entregó a Shinichi un objeto pequeño que distinguió de inmediato –Quiero que lo guardes, como un recuerdo, por cualquier cosa.
El detective miró el monóculo entre sus dedos sintiendo un poco de vértigo.
-¿Por qué me estás dando esto? -preguntó tartamudeando.
Y casi desfalleció allí mismo cuando Kaito apretó una sonrisa melancólica dando la sensación de que venía del futuro o que incluso ya no estaba realmente en ese momento.
Sintió que pasó a llevar hasta su orgullo, no le gustaba como estaba interpretando el gesto porque parecía un adiós para siempre y luego de lo que habían planeado en el tren lo tomaba incluso como un acto de cobardía, no podía ilusionarlo de esa manera y a los dos días traicionar sus sentimientos de forma tan egoísta.
No, definitivamente no quería el objeto. Quería devolvérselo e iba a hacerlo, pero sucedieron tres cosas al mismo tiempo.
Primero; Kaito lo besó con tanta fuerza que sus labios dolieron un poco. Había visto esa misma escena cliché en un montón de historias, llevándose la sorpresa de que no era como se lo imaginaba. No fue un beso apasionado, sino más bien uno desesperado en el que sus labios se pegaron con brusquedad reacios a separarse.
Segundo; la paloma de Kaito había vuelto y no encontró mejor parte para posarse que en su cabeza enterrando suavemente las patas para no deslizarse. Y tercero, Hakuba apareció fantasmagóricamente por la ventana sacándole un susto que se esforzó en disimular.
-Chicos, lamento molestarlos –dio unos golpecitos en el vidrio y elevó la voz para ser escuchado. Realmente parecía apenado por interrumpirlos –Acaba de llegar un paquete, será mejor que lo abramos todos juntos.
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El visto bueno había llegado de manera concisa en un trozo de papel.
"Todo listo. Aquí tienes un poco más de ayuda para ti y tus amigos"
-¿La caja la envío ella? -preguntó Haibara con interés.
-Sí -confirmó Kaito posando los ojos en esta al igual que los demás. No era demasiado grande, pero estaba lejos de ser pequeña.
-Yo no pienso poner ni siquiera un dedo encima -habló Heiji con verdadera desconfianza –Puede que incluso sea una bomba.
-No digas tonterías -le advirtió Shinichi sin dejar la posibilidad de lado –Kaito ¿no especifica lo que es?
El nombrado miró el papel por ambos lados, pero no había nada más escrito.
-No –dijo sin quitar los ojos de la caja, por el tamaño de esta, saco sus propias conclusiones –Creo que me hago una idea de lo que puede ser.
Los cuatro lo miraron al mismo tiempo, ellos también sospecharon del contenido.
Como un niño que estaba a punto de cometer una travesura, Kudō se asomó por la ventana que daba hacia la parte delantera de la casa, justo donde el profesor y Jii tenían estacionado el vehículo. Aprovechó entonces la ausencia de ambos para tomar iniciativa.
-Veamos que hay dentro -apoyó las manos con determinación sobre el paquete buscando por donde abrirlo.
No les tomó trabajo hacerlo, Shinichi levantó cuidadosamente la tapa husmeando con la nariz y el resto lo imitó con la misma expresión metiche. Acto seguido se echaron al mismo tiempo hacia atrás con miedo incluso de mirar el contenido.
-¡Eso no debería estar aquí! ¡Kuroba! ¡Llévatelo de inmediato! -le exigió Heiji con un marcado acento de kansai.
-¡Ni por todas las joyas del mundo tocaré eso! -respondió ofendido.
Todos comenzaron a ponerse nerviosos, no querían bajo ninguna circunstancia utilizar nada de eso y querían ante todo esquivar el conflicto armado, pero la situación era inevitable y si ella lo había enviado era porque realmente iban a necesitarlo.
Shinichi volvió a evaluar el contenido removiendo con cuidado los objetos del interior; les había enviado armas de diferentes modelos, silenciadores, cargadores y explosivos en reducida cantidad, además venían cuatro chalecos anti bala, uno para cada uno. Eso le dio a entender que, si a ellos tenían todo eso, era porque los otros también poseían armas de gran calibre e indudablemente armamento militar.
Por supuesto que considerando las circunstancias y dejando su ética de lado aquello les era de gran utilidad, al menos para repeler un poco los ataques de sus enemigos, pero no dejaba de ser un regalo poco grato.
-Aunque pensándolo bien... -Kaito continuó cambiando un poco de opinión -Puede que utilice uno de estos.
Tomó uno de los chalecos mirándolo por ambos lados.
-No será necesario, porque iré yo -decidió Shinichi por todos –Me haré pasar por ti. Así te quedarás donde los demás te vean -pero su osadía se vio frenada cuando sintió que algo duro se le clavaba a la altura de los riñones.
-Tú no vas a ninguna parte –le advirtió Haibara apuntándolo con una de las pistolas.
-Eso no fue lo que acordamos. Apégate al plan –se impacientó Hakuba sin dejar de mirar a Kudō y nombró a la castaña con advertencia para que dejara de hacer eso –Ai-san.
Heiji y Kaito se miraron con incertidumbre.
-¿Para eso querías venir? -le preguntó Shinichi inmóvil, aunque sin dejarse intimidar.
-Aquí nadie se va a jugar al protagonista con ideales heroicas –hizo sonar el martillo para enseñarle que iba en serio –Descuida, se dónde debo disparar para no matarte.
-No tan rápido, princesa –Kaito tomó uno de los revolver y lo apuntó en su dirección.
-Chicos, por favor -pidió Hattori nervioso sabiendo la suerte que corría cada vez que tenía un arma cerca –No jueguen con eso.
Escucharon el sonido de otro seguro y se giraron todos a ver en esa dirección.
-Deja de apuntarla –Hakuba había tomado una de las pistolas y apuntaba ahora directamente a los pies de Kaito.
Shinichi preparó su reloj para dispararle al rubio en caso de ser necesario.
-Kudō, chicos dejemos esto ahora -volvió a sugerir el moreno, pero por si acaso, imitó a los demás y tomó los primeros revolver que encontró apuntándolos temblorosamente con ambas manos pasando por cada uno de ellos para ver quien tenía las agallas de disparar primero.
-Lo repetiré una vez más -pidió Kaito con gesto de que iba en serio –Ai-kun, baja el arma.
El ambiente se estaba tornando insostenible, sabían que ella era la única capaz de dispararle a Shinichi, lo que desencadenaría una serie de hechos desafortunados. No iban a dispararse entre sí, pero estando a escasas horas del operativo final lo que menos necesitan en ese momento era un herido y desequilibrio en su grupo.
Ni siquiera entendían la reacción del resto, estaban tan estresados que habían copiado estúpidamente una escena de película para evitar que uno de ellos cometiera una locura y ahora dudaban de si bajar las armas.
La puerta se abrió de repente y todos apuntaron en esa dirección. El profesor y Jii-chan empalidecieron e inconscientemente levantaron las manos en señal de rendición. Y solo en ese instante se dieron verdaderamente cuenta de la tontería que estaban a punto de cometer.
-¡Ai-kun! -el profesor se acercó a pasos agigantados hacia ella obligándola a bajar el arma apuntándola hacia abajo con la fuerza de su mano -¡Shinichi-kun! Tú también deberías bajar eso –le sugirió, ya que el detective seguía apuntando con el reloj.
-¡Joven amo! -al mismo tiempo, Jii-chan se acercó a Kaito y Hakuba con la misma intención de desacalorar el ambiente.
Por suerte, todos hicieron caso. De no ser porque seguían un tanto alterados se habrían burlado del apodo que Jii-chan le tenía a Kaito.
-Descuiden –el mago ablandó la expresión y apuntó hacia una lámpara de pie que se encontraba en la esquina de la sala –No están cargadas.
Apretó el gatillo y el proyectil salió disparado hacia el objeto provocando un escandaloso ruido de vidrios quebrajándose que les puso a todos los pelos de punta y en un solo movimiento Kaito tiró el revolver lejos. Se le desfiguró el rostro de solo imaginarse lo que habría pasado si los dos mayores no hubiesen interrumpido la escena.
-No puedo creer que le hayas apuntado –le habló Hattori a Haibara con tono resentido cuando las cosas se calmaron. No dejaba de revisarse el cuerpo con temor a haber sido perforado.
Ella le devolvió una mirada malhumorada.
-Qué no te sorprenda –Kudō continuó echando carbón al asunto. La juzgó con la mirada maldiciéndola internamente –No sería la primera vez.
-Si –ella sonrió de tal manera que no entendieron si su comentario era una broma o no –Lástima para ti que esta vez no eran flores...
En esas pocas horas que les quedaban intentaron dormir y comer considerando la posibilidad de que quizás esa sería la última siesta y almuerzo tranquilo que tendrían en algún tiempo. O nunca más.
Haibara se dedicó a ayudar al profesor Agasa y a Jii-chan con las ultimas instalaciones, probando todo una y otra vez para evitar cualquier tipo de inconveniente. Heiji y Hakuba se encargaron de ordenar el papeleo con respecto a los criminales involucrados para ahorrarle trabajo a la policía.
Y en cuanto a Kaito y Shinichi...Supieron administrar su tiempo ayudando a los demás y atendiendo las necesidades de ellos mismos.
-¿Por qué provocaste ese ambiente hace un rato? -le preguntó Kaito al detective subiendo un poco más la sábana para cubrirse el pecho desnudo.
-Porque no quiero que vayas -respondió sincero moviendo los pies entre las mantas de la cama para buscar su ropa interior -Tengo miedo de lo que pueda pasar esta noche porque...sea como sea te apartarás de mi lado y no creo que seas consciente de cuánto te quiero.
Al mago se le encogió el pecho al verlo hacer un corto puchero. Decirle que lo sabía y comenzar a darle un discurso de sus sentimientos era algo repetitivo y estaba seguro de que con los sentimientos a flor de piel incluso podría llegar a quebrarse y no quería comenzar a hipar, así que para corresponderle se abrazó fuertemente a él enterrando la cabeza en su cuello sintiendo aun su piel pegadiza y acalorada.
Sintió como Shinichi buscaba su mano y la entrelazaba con la de él, inconscientemente centró la vista en el agarre.
-Qué pena que no hayas podido quedarte el anillo -soltó Kaito de repente recordando lo del último robo, cuando la policía interrumpió su reencuentro en la azotea –Te quedaba realmente bien -tragó saliva para que las siguientes palabras no se le atoraran en la garganta –Yo podría haber buscado uno para mí que le hiciera juego.
Shinichi expandió los ojos procesando eso último ¿Había entendido bien? ¿o no era tan profundo como él pensaba?
Y aunque podía poner al mago en un aprieto, prefirió quitarse las dudas.
-Si vas a preguntar algo pregúntalo bien –le fue inevitable ponerse rojo.
Kaito soltó una risita sin ser capaz de cumplir con su petición.
Tal vez guardar silencio esa vez era lo mejor.
-Solo intenta no morir, por favor -le pidió.
Kuroba tenía claro que su vida podía acabar con cualquier paso en falso, pero, así como él, los demás también corrían con altas probabilidades. Y cuando murió el día le tocó partir y enfrentar su destino con la cabeza bien alta.
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17.00 pm
Iba de aquí para allá recolectando sus posesiones rápidamente para no atrasarse, debía llevar lo justo y necesario igual que siempre. Rebuscó en la caja que habían enviado por si algo le era de utilidad. No dudó en tomar el chaleco anti balas y colocárselo bajo la ropa.
Les echó también un ojo a las armas, tomó la más liviana que encontró observándola con determinación e inevitablemente le vinieron recuerdos desagradables a la mente.
Dudó. Dudó mucho, pero el respeto por sí mismo resultó ganador.
<<No>> pensó, <<Kaitō Kid no utilizará armas de fuego>>.
Guardó la que tenía en la mano devolviéndola junto a las demás, luego se dirigió a la habitación donde se encontraban el resto de sus pertenencias y buscó entre ellas su pistola de naipes, suspiró con decisión y se la guardó en el bolsillo.
No fue una despedida como tal ya que el ladrón ni siquiera les permitió escoltarlo más allá de la puerta de la morada en la que se estaban hospedando. Tenía la cabeza colapsada de información lo que no le permitió espacio para más cursilerías innecesarias, después de todo estaba completamente convencido de que tarde o temprano se terminarían reencontrando.
Con un simple gesto les dijo adiós y caminó decidido hacia donde tenía que ir.
Al cabo de unos veinte minutos de caminata llegó por fin, supo que lo estaban esperando cuando vio el helicóptero a pocos metros de él.
-Tan puntual como siempre –la señora Majime le dedicó una sonrisa torcida –Sube, querido.
Kaito no le dijo nada, la vio subir primero y él simplemente se limitó a acatar su orden. Recibió instrucciones de quien pilotaba, pero él conocía los protocolos de memoria.
-¿Cuánto tiempo nos tomará llegar? -preguntó a los dos presentes. Calculaba un tiempo estimado, pero se sentía más tranquilo si se lo confirmaban.
-No te darás ni cuenta –le respondió la mujer con expresión escéptica -Estamos más cerca de lo que piensas.
La hélice comenzó a dar vueltas una vez que el motor se encendió, observó por la ventana sintiéndose un poco más tranquilo. Sus amigos habían mordido el anzuelo y ahora podía llevar a cabo su propio plan sin poner la vida de ellos en riesgo.
Era inevitable que la culpa por engañarlos con respecto a sus verdaderas intenciones le picara por dentro, pero recordó el dicho "Ojos que no ven, corazón que no siente"
La trampa dentro de la trampa se había vuelto una treta más.
19.00 pm
-Está tardando demasiado –Shinichi demostró su impaciencia con los ojos pegados en el punto rojo que apuntaba a Kaito en el GPS -¿Y por qué no ha encendido el micrófono?
-Cálmate -le pidió Hakuba con voz gentil -Sabíamos que podía tomar algo de tiempo.
Los seis estaban bien instalados en el interior de la furgoneta deseosos esperando la señal para contratacar, pero para tratarse de Kaito y de algo que estaba mecánicamente hecho con la intención de que ellos se vieran obligados a entrar a aquel edificio a medio reconstruir estaba tardando demasiado.
-¿Y si lo capturaron porque ella lo entregó antes de actuar? -se preocupó Hattori.
-No –dijo Shinichi confiado –Me dio su palabra, tampoco se tomaría la molestia de habernos enviado el armamento para nada. Además, Kaito no se dejaría atrapar tan fácilmente.
-Eso mismo –apoyó Haibara dominando el teclado de la computadora a gran velocidad –Si ustedes no han sido capaces de capturarlo nadie más lo hará.
Bastaron unos cuantos minutos más para que la luz comenzara a parpadear y a moverse en círculos como si algo hubiese perturbado su paz.
-¡Se está moviendo! -dio un respingo y los demás se sumaron para confirmar.
-Profesor, por favor, acérquese un poco más -le pidió Hakuba con cortesía manteniendo increíblemente la calma -Es la señal.
El profesor puso en marcha el vehículo para rodear el área en la que ya habían vivido un escenario bastante estresante hace no tanto tiempo. Shinichi miró el edificio por la ventana, aún mantenía los pisos más altos con consecuencias de las explosiones e incluso parecía mucho más grande de lo que recordaba y en los alrededores ahora había diversos tipos señaléticas para evitar la entrada de cualquier persona que no fuese personal autorizado.
A penas se estacionaron y deslizaron la puerta bajaron todos en fila como si se tratase de un coche de payasos. Miraron al mismo tiempo la entrada más cercana, que tenía en forma de equis la típica cinta amarilla de advertencia. No podían moverla ni mucho menos sacarla, por lo que tendrían que encontrar otra manera de entrar.
Los tres detectives se colocaron los micrófonos y el resto de aparatos entre medio de la ropa.
- ¡¿Por qué parece como si estuviese revoloteando en el mismo espacio?! -preguntó por si alguno de ellos encontraba la respuesta.
-Tendremos que entrar –Saguru movió sus ojos enfocando las diversas ventanas calculando la que estaba más cerca y les permitiría ingresar con más facilidad.
-Haibara, necesitaré toda la guía posible –le pidió Shinichi con gesto serio –Cualquier fisura o atajo que no hayamos visto antes nos lo haces saber –ella asintió y volvió a su posición. Ahora se dirigió al profesor Agasa –Profesor, pendiente del sistema de comunicación y a penas le dé la orden tiene que dar aviso a la policía -se giró hacia la última persona –Jii-san, las cámaras.
El hombre asintió y tomó su equipamiento. Kudō le dio una palmadita en la espalda a los otros dos detectives y avanzaron con determinación hacia el interior.
Entraron por una gran ventana rota que probablemente había sido utilizada como medio de entrada por el grupo contrario. Una vez dentro, Jii-chan se separó de ellos para instalar sus propias cámaras y micrófonos para que el profesor y Haibara los apoyaran desde afuera cuando comenzara la inevitable persecución.
Los tres se concentraron en deslizarse silenciosamente siguiendo el rastro de la señal que venía del transmisor de Kaito, que en todo ese rato no había dejado de dar vueltas con intervalo de pocos segundos en los que se detenía y volvía a repetir la acción.
Estaba completamente oscuro, se colaba poca luz del exterior y considerando que era de noche no eran más que simples haz de luz que le daban una ambientación mucho más tétrica al lugar. Utilizar las linternas era arriesgado sin conocer la posición del enemigo, era casi como gritarles que los cosieran ahí mismo a tiros.
Pero lo que más les llamaba la atención era lo silencioso que estaba ahí adentro, por muy grande que fuera el lugar debía sentirse por lo menos un eco lejano de voces o ruido, pero todo estaba demasiado callado, como si fuese esa la intención de los otros.
-Debería estar en el salón de arriba -apuntó Heiji con el dedo justo al cielo de sus cabezas.
-Separémonos –susurró Hakuba –Ustedes suban por esas escaleras –apuntó en dirección -Yo iré por estas. Así será más fácil rodearlos -agudizó el oído por si el mago se había dignado a encender el micrófono, pero el silencio del otro lado le hizo entender que no –A estas alturas debemos suponer que tienen a Kid como rehén.
A penas termino de decir eso oyeron un ruido justo por donde le tocaba subir a él. Y antes de que Kudō y Hattori cambiaran de opinión con eso de separarse, partió apresuradamente hacia el tercer piso.
-Nos toca –Shinichi comenzó a copiar los pasos de Hakuba seguido por Hattori.
-Kudō, se prudente –le advirtió Heiji más sensato que nunca y apoyando una mano en su pecho antes de entrar por la gran puerta que daba hacia ese lado –Te lo estoy pidiendo en serio.
El detective elevó una ceja, le dieron ganas de responderle <<¿Me lo dices a mí?>>, pero entendió con la intención que se lo había dicho su amigo. No era una idea tan descabellada que se pusiera en peligro por amor y estando en ese punto podía ya suceder cualquier cosa.
Apegaron al mismo tiempo el oído a la puerta, con las armas en mano listas para utilizar. Se oyó nuevamente un inaudible ruido desde el interior, los dos se miraron inhalando hondo y contando mentalmente y al mismo tiempo hasta tres.
Le dieron una patada a la puerta para abrirla de par en par y apuntando en todas direcciones. Unas cuantas palomas salieron volando por encima de ellos asustándoles con sus enérgicos aleteos.
-Pero ¿qué? -Shinichi hizo una mueca de extrañez al ver a Hakuba por la otra entrada en la misma posición de defensa que ellos.
Nada, allí dentro no había nadie más que ellos tres.
Shinichi se apresuró en comprobar la pantalla del dispositivo, el punto rojo había cambiado de posición, ahora estaba avanzando por la izquierda a gran velocidad por ese mismo pasillo, justo por la dirección donde las palomas habían ido.
Iba a maldecir cuando una bala le rozó la sien.
-¡A cubierto! -gritó Heiji lanzándose al piso obligando a Kudō a hacer lo mismo -¡¿Estás bien?! -se preocupó al ver que su amigo tenía el lado de la derecha con sangre.
Aun agachado y sintiendo que otro disparo resonaba a escasos metros de ellos, se llevó los dedos a ese lado de la cabeza sintiendo que sus yemas se humedecían a causa de ese líquido rojo.
-Si -aseguró intentando tragarse el susto –Solo me rozó.
Un tercer y cuarto disparo estuvieron cerca de alcanzarlos, se arrastraron como pudieron para quedar detrás de una estantería y devolvieron el gesto en la dirección que había venido.
-¡Hakuba! -lo llamó Heiji -¡¿Sigues vivo?!
-¡Para tu desgracia! -respondió de vuelta sin bajar la guardia. Al decir eso un nuevo proyectil impactó dentro de un candelabro, solo que esta vez venía desde el lado donde se encontraba él -¡Nos están rodeando! ¡Cierren esa puerta antes de que sea demasiado tarde!
Al estar más cerca lo hicieron rápido, movieron el mueble para bloquear la entrada mientras Hakuba hacia guardia en su propia puerta intentando visualizar de donde provenían esos disparos.
-¡Shinichi! -sintió la voz del profesor en su oído izquierdo -¡¿Qué está sucediendo allá adentro?!
-¡Nos están atacando! -corrió pegado a la pared hacia la entrada que no estaba sellada, por el momento tendrían que atrincherarse ahí.
Heiji y Hakuba voltearon una mesa pegada al marco de la puerta y se escondieron detrás. Shinichi los imitó sin bajar la guardia.
-Estás herido –se preocupó el rubio cuando notó que de la sien de Kudō brotaba sangre.
-Solo es un rasguño -aseguró limpiándose con la manga.
Heiji apoyó la muñeca por encima de la mesa ladeada y apretó el gatillo, los otros dos lo reprendieron con la mirada. Tenía la certeza de que no le había dado a nadie solo quería asegurarse de cuan cerca estaban sus contrincantes atacando desde la otra posición y calculó una aproximación cuando le respondieron de la misma manera.
-¡Den la maldita cara! -desafió con rabia.
Comenzaron a oírse pasos aproximándose hacia ellos y forcejeos en la puerta que habían bloqueado. Se concentraron para adivinar de qué lado los atacarían primero y en la misma posición de cuclillas apegaron sus espaldas apuntando con la pistola cada uno en un ángulo diferente.
Una figura se veía cada vez más cerca, era mucho más alto que ellos y aunque fuese solo uno no dejaba de ser intimidante.
-¡No des un paso más! -le advirtió Hakuba con el dedo en el gatillo.
Pero el susodicho lo ignoró, siguió aproximándose a ellos a pasos agigantados esquivando fácilmente las balas. Shinichi estaba impaciente por su llegada, pero no podía desconcentrase demasiado ya que estaba vigilando la puerta que preocupantemente ya habían dejado de insistir.
Entonces Heiji actuó de manera inteligente, cuando el sujeto estuvo a solo dos metros de ellos le apuntó la cara con la linterna del reloj dejándolo ciego por pocos segundos. Fue en ese preciso instante en que Shinichi aprovechó para mirarlo y cuando se dio cuenta de quién era sintió que su alma abandonó le abandonó el cuerpo.
-¡¿Usted?! -exclamó bajando el arma.
El hombre parpadeó varias veces llevándose las manos a los ojos y cuando logró recuperar un poco de visión enfocó al joven que parecía haberlo reconocido.
-¡¿Tú?! -su reacción fue la misma.
Al notar que se conocían, los otros dos detectives bajaron la guardia, solo para que una fuerte explosión hiciera volar la puerta que habían bloqueado. Saltaron trozos de madera y polvo por toda la sala. Los presentes se cubrieron el rostro y torcieron al mismo tiempo cuando las partículas en suspensión perturbaron sus fosas nasales.
Si ese viejo conocido estaba allí junto a ellos significaba que quién había hecho explotar la puerta no era más ni nada menos que...
-¡Chikage! -gritó Fabio hacia donde ella se encontraba -¡No son ellos!
Shinichi vio a Chikage entrar con una expresión seria y desafiante apuntando con una pistola en cada mano hacia ellos. El detective creyó que nunca la vería con ese tipo de semblante y el hecho de que vestía completamente de negro la hacía ver mucho más intimidante.
Ella bajó las armas y miró a los tres con desconcierto.
-¿Qué hacen ustedes aquí? -y al ver que a quien buscaba no se encontraba con ellos se apresuró a preguntar -¿Dónde está mi hijo?
-Eso mismo queremos saber nosotros –Shinichi se puso de pie bruscamente, pero fue mala idea considerando que un lado de la cabeza la tenía herida. Se llevó la mano a ese lado con un gesto de dolor.
-Mi vida –Chikage le habló con tono protector y su expresión demostró lo arrepentida que estaba –¿Qué acabo de hacer? -le tomó la cara para examinar la herida -¿Estás bien? ¿Te duele mucho?
-E-estoy bien –tartamudeo con timidez.
-¿Usted es la madre de Kid? -preguntó Heiji con interés mirándola de arriba abajo -¿Qué está haciendo aquí?
Ella lo observó de la misma manera antes de responder. La situación ya era demasiado estresante para seguir utilizando máscaras y reflexionó que si pertenecía al grupo de Shinichi era porque Kaito también confiaba en él.
-Intuyo que lo mismo que ustedes –volvió a contestar con la misma actitud seria que requería el asunto –Conozco el plan para acabar con esa gente que llevan meses persiguiendo. Yo misma negocié con la mujer que cooperó con mi hijo para obtener toda la información que los hizo llegar hasta aquí -lo dijo firme y sin quitarle méritos a todo el esfuerzo que había puesto Kaito en todo ese tiempo –Vine a prestar apoyo.
-Pero parece que él no está aquí -adivinó el policía guardando el arma en el bolsillo -Y el resto tampoco. Ya recorrimos todo el edificio y no hay rastro de que alguien haya puesto un pie en este lugar en los último días -confirmó lo que Shinichi tanto temía -Tuvimos que romper una ventana para poder entrar.
-Es imposible –a Hakuba le entró un mal cuerpo que incluso le hizo sentir acidez en la boca del estómago -Entonces... ¿Dónde está?
Shinichi hizo trabajar su cerebro a máxima velocidad, recodó pequeñas frases que Kaito había soltado utilizándolas como pistas para dar, como siempre, en el blanco. El puzle había tomado su verdadera forma, visualizó la respuesta como si estuviera armando un cubo de Rubik, desarmó caras completas para ver otros lados y retomar los mismos pasos para finalmente dar con la respuesta, que era bastante obvia.
-No puede ser... -musitó sintiendo, ahora sí, miedo de verdad.
Sacó su teléfono móvil y comenzó a marcar su número desesperadamente.
-¿Qué? -le preguntó Heiji contagiándose de su miedo -¿Qué cosa no puede ser?
Kaito no atendía el teléfono, era demasiado difícil que lo hiciera. Chikage fue la segunda en entender la situación así que imitó a Shinichi y marcó un número en su propio teléfono.
-Chikage ¿Qué está sucediendo? -Fabio tuvo que zarandearla de los hombros para que volviera a prestarle atención.
Bastaron dos intentos para que respondieran por fin del otro lado.
-¿Sí? -contestó la señora Majime con tono aburrido.
-¡Teníamos un trato! -se sentía completamente furiosa y aterrada por lo que se avecinaba. Y aunque sabía que la mujer del otro lado era peligrosa no dudó en demostrarle que no le tenía miedo -¡No ibas a entregar a mi hijo!
Los otros cuatro presentes abrieron significativamente los ojos preparándose mentalmente para partir corriendo a donde fuera que estuviese Kaito en ese mismo instante, porque por el tono de voz de Chikage, era fácil adivinar que el mago se encontraba en una situación de peligro.
-Lo lamento –se disculpó ella sin sonar demasiado sincera. O más bien, interesada –Me hicieron una oferta mejor -explicó para no decir "amenaza" -Y me quedé con el mejor postor.
-Ponlo al teléfono ahora mismo o le contaré todo a la policía -amenazó sacando todo el instinto de madre sobreprotectora –Y la próxima vez que vuelvas a ver a tu hija tendrá tu edad.
Fabio colocó una expresión que le hizo entender a los detectives que Chikage estaba hablando muy en serio.
Hubo unos segundos de silencio en los que solo se escuchó a la mujer a través del teléfono hablándole a alguien más.
-¿Qué? -el mago saludó del otro lado.
-¡KAITO! -le gritó Chikage y comenzó a sermonearlo -¡¿Qué tontería estás haciendo?!
-Perdóname mamá -ablandó el tono traspasando lo sincero que estaba siendo con sus palabras –No puedo dejar que se salgan con la suya y no pienso ponerlos a ustedes en peligro.
Al oír eso Shinichi se desesperó, lo estaba sacando de sus casillas una vez más y esta vez no lo iba a dejar pasar. Le quitó el teléfono y se lo colocó en la oreja respirando profundamente por la nariz.
-Ya nos hiciste perder suficiente tiempo ¡¿Dónde estás?!
Agudizó el oído percibiendo algún ruido que le diera una pista de su ubicación. Y si obtuvo resultado, se escuchaba agua de fondo, pero no cualquier sonido de agua, más bien uno demasiado familiar, el sonido de la lluvia y en ese instante no estaba lloviendo en Osaka.
-¡Profesor! -lo llamó por el intercomunicador -¿Cómo está el clima en Tokio?
El hombre le dio instrucciones a Haibara para buscar lo que Shinichi le pedía.
-Había pronóstico de lluvia para esta tarde –Ai-chan confirmó la condición atmosférica –En estos momentos lleva lloviendo por lo menos desde hace dos horas.
Como si las cosas no pudieran ponerse más caóticas, Shinichi escuchó otro ruido de fondo.
-¿Qué está sonando?
-Son... ehhh.... es una tetera –qué mentira más mala.
-Kaito -volvió a nombrarlo con advertencia -Esas son sirenas ¡¿Dónde demonios estás?!
El mago tardó unos segundos en responder. Prefirió no mentir esta vez, ya que conocía bastante bien al detective para saber que ya tenía la respuesta.
-Me dirijo a la bahía de Tokio –respondió seco –Ya no les da tiempo de llegar hasta aquí.
Y Shinichi no aguantó más, liberó el estrés mostrándole su peor cara y sin importarle que los demás estuvieran rodeándolo con toda la atención sobre él.
-¡Eres un maldito hijo de puta! ¡Ladrón desgraciado! ¡Mentiroso! ¡Egocéntrico! ¡Basura mal parida! ¡Houdini de pacotilla! -comenzó a gritar a todo pulmón un amplio rosario de palabrotas que incluso se sorprendió de conocer –Te crees el maldito dueño del mundo.
-Yo también te amo –se mofó y le cortó bruscamente el teléfono.
-Me colgó -dijo en un hilo de voz con el rostro desfigurado a causa de la tensión del momento.
-¡Todos! ¡Fuera! -Chikage dio la instrucción de que cada uno se dirigiera al exterior para subir al vehículo en el que habían llegado.
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-¡Kudō-kun! -Haibara se acercó a él cuando lo vio corriendo hacia ellos -¿Qué está sucediendo?
-Nos vamos –fue obvio –Todo fue una farsa, no están aquí.
-¡Kudō! -Heiji lo detuvo antes de que entrase a la furgoneta -¿Cómo que nos vamos? ¿A dónde?
-A Tokio -le respondió Hakuba que logró entender la situación antes que él -A buscar a Kuroba.
-¡¿Qué hace Kid en Tokio?! -insistió por respuestas, pero no fue necesario, su sentido agudo lo ayudó a comprender. Se llevó una mano a la frente y de puros nervios comenzó a sufrir de un ataque de risa –Ese maldito.
Kaito estaba haciendo lo que mejor sabía hacer, un número de magia e ilusionismo, pisoteando descaradamente a los cuatro detectives que competían por ser la cabeza del plan cuando realmente el verdadero titiritero era él. En esos escasos días había estado moviendo los hilos a su antojo.
Creó ese montaje para enfrentarse a los criminales él solo cuando entendió que no tenía escapatoria. Era luchar o dejarlos ganar y por supuesto que iba a escoger la primera opción.
-¡Hattori-kun! -Hakuba le dio un fuerte coscorrón para hacerlo espabilar -¡Consíguenos un helicóptero ahora!
De camino, Shinichi les explicó a los que no sabían la situación, cayendo en cuenta de que Kaito quiso confesarle aquello cuando iban de camino a casa el día que dieron declaraciones.
Todo partió cuando Haibara le dio el APTX a Kaito, no estaba contento con eso y mezclado con lo que había sucedido no hizo más que generar anarquía en su cabeza, pero eso le abrió una puerta, una nueva posibilidad que no iba a desaprovechar.
Su madre no iba a quedarse de brazos cruzados viendo como su único hijo aceptaba su desafortunado destino sin pelear. Lo obligó a contarle toda la verdad, a darle nombres y todo un informe de las personas con las que se juntaba para intentar actuar a su manera.
Y tuvo éxito, logró convencer a la señora Majime de que Hitoshi cambiara su declaración con respecto a su secuestro y tortura y a cambio ella permitiría que Kaito actuara de carnada, ya que los detectives por su lado ya estaban ideando su propio plan de ataque, algo con lo que Kaito estaba muy de acuerdo, por lo tanto, sabía que sería guerra perdida intentar detenerlo.
Eso solo funcionaba si se respetaban los acuerdos que había puesto la mujer, de que al momento de entregar a la banda a ella no se le vinculara con nada ni nadie. Y Chikage estaba dispuesta a aceptar sus condiciones porque a pesar de que no justificaba su mal actuar entendía que lo que realmente le importaba era su pequeña hija y ella, sabía que contra ese instinto tan fuerte no se podía pelear, ya que después de todo, estaban de pie en la misma casilla del tablero, solo que en bandos opuestos.
Sin embargo, Kaito fue mucho más rápido y supo leerlas a ambas. Fingió estar de acuerdo con el plan de los detectives en el momento en que su madre se sumó a este y una vez que tuvieron todo trazado se comunicó con su vieja compañera de negocios obligándola a dar los pasos que él mismo quería que diera.
No le quedó más remedio que amenazarla con hacerla caer a ella también y la mujer sabía que el joven mago tenía evidencia de sobra para que no volviera a vivir una vida fuera de las rejas.
Porque entendió que aquella batalla ya no era de Kaitō Kid, sino de Kaito Kuroba.
Pudo confirmar que a esa mafia de bastardos no les interesaba quien era, ni verlo cumplir la condena que la ley japonesa le impondría. No. Querían destruirlo ellos mismos, cobardemente, hacer justicia con sus propias manos, aunque fueran cien contra uno, demostrando cuan despojados estaban de su humanidad.
Pero él no iba a ponérselos fácil, iba a desenmascararlos sin importarle poner su propia identidad en evidencia. Y se propuso, por respeto a sí mismo que ganaría y cuando todo concluyera, se entregaría a la policía asumiendo todos los cargos que se le atribuían.
Porque, así como rompes, pagas.
Ahí estaba con una de sus apariciones otra vez, sin romper la quietud de la noche observándolo todo, la única diferencia es que esta vez aquella sonrisa característica de saberlo todo no lo acompañaba. Esta vez era de total determinación.
-Te están esperando –la señora Majime lo sacó de sus pensamientos.
Kaito dio unos pasos hacia la entrada de esa estructura a medio construir, un edificio grande a una distancia considerable de tierra firme y que estaba unido a esta solo por un largo puente.
-Nuestro nexo llega hasta aquí -comenzó al fin a romper el lazo que tenía con ella -Cumplió su parte, así que puede quedarse tranquila, no la delataré a la policía -y como petición final habló con melancolía -Y por favor, cuide bien a la pequeña Gina.
Ella no le respondió con palabas, se quedó un momento mirándolo con intensidad y torció una sonrisa que daba a entender que eso podía darlo por hecho.
Sin mirar atrás se despidió de su escolta e ingresó cuidando extremadamente sus pisadas para provocar el mínimo ruido. Desde afuera había visto luz en los pisos superiores así que allí se dirigía.
Inevitablemente el piso crujía bajo sus pies, al ser una estructura a medio terminar poseía madera y cables sueltos por todas partes, pero por lo menos el clima parecía jugar a su favor, los ruidos de su presencia podían amortiguarse con ayuda de la lluvia. Escogió colocar explosivos en la entrada y ventanas, tampoco dudó en ir colocando en las paredes de las gruesas escaleras que le tocó subir, se sentía como si fuera dejando migas de pan, su objetivo era bloquear todo lugar por donde se podía escapar. Lo que no significaba un problema para él, ya que tenía su comodín.
Podía salir volando con su ala delta desde cualquier espacio que diera hacia el exterior, pero no iba a activar las bombas a menos que fuese necesario y esa parte la tenían que poner ellos.
A medida que fue subiendo se percató de que las plantas no eran más que un esqueleto mal armado, la mano de obra se había concentrado en las plantas de abajo y estaba seguro de que cualquier terremoto fuerte podía llevar la cúspide a derrumbe.
Tenía ganas de completar su ascenso por los ductos de ventilación e irrumpir abruptamente en la cámara con ese estilo tan suyo, pero dado que todo parecía tan endeble tuvo que conformarse con llamar a la puerta como persona civilizada.
-Qué aburrido -susurró para sus adentros.
Y reforzó su opinión cuando llegó al lugar de donde provenía la luz y ni puerta tenía, solo un simple marco de concreto mal pintado.
-Buenas noches, caballeros -saludó arrogantemente con una sonrisa de superioridad. Era un grupo reducido, de doce hombres con cara de pocos amigos sentados alrededor de una larga mesa. Ninguno soltó alguna palabra ni mucho menos un saludo de vuelta, solo se limitaron a clavarle miradas cargadas de odio sin ningún tipo de disimulo –Ya veo, un público difícil.
Posó sus ojos en cada uno de ellos, los reconoció con nombre, apellido y alias de inmediato, no por algo llevaba meses siguiéndoles la pista, por lo que sentía que ya los conocía de memoria.
-Así que viniste, pedazo de mierda –Hitoshi fue el primero en darle un cálido saludo -¿Te gusta nuestra nueva casa?
-¿Crees que esas son formas de saludar luego de todo lo que vivimos? Y la verdad es que no me gusta para nada -dijo sin preámbulos logrando que el hombre apretase la mandíbula con ira –¿No había un lugar más feo? Al menos déjenme darles consejo sobre decoración de interiores -exclamó con triunfo -Se los pondré fácil -continuó con engreimiento –Si se entregan voluntariamente no tendrán que enfrentarse a mí.
-Muchacho –le habló tranquilamente Rosso con un cigarrillo en la boca -¿En serio piensas solo por ser Kaitō Kid puedes acabar con nosotros? Que la incompetente policía no haya podido atraparte no significa que nosotros no podamos -le extendió la cajetilla y un encendedor invitándolo a tomar asiento juntos a ellos en la mesa. Por cosas de códigos Kaito le aceptó uno imitando la acción -Has llegado muy lejos y admito que lo hiciste bien -reconoció -Acabaste con la mitad de nosotros, aunque...tuviste ayuda de tus amigos detectives -miró hacia todas partes teatralmente –Que por cierto ¿dónde están ahora?
-Donde tienen que estar -respondió seco expulsando el humo del cigarrillo.
-Ya que te gustan las subastas te propondré algo yo también -le clavó los ojos intentando (inútilmente) intimidarlo –Escoge el bando correcto. Olvidaremos todo lo que pasó siempre y cuando cooperes con nosotros. Y descuida que no estamos interesados en revelar tu estúpida identidad como ladrón de guante blanco.
Kaito percibió que a pesar de que estaba tan seguro de ganar había miedo en él, no parecía realmente seguro de enfrentarse. Seguramente había oído y leído tanto acerca de él que le generaba incertidumbre con respecto a su seguridad en la victoria, lo que incrementó considerablemente su confianza.
-Yo que tú aceptaría.
Habló a quien menos quería escuchar y ver en ese momento, el esposo de la señora Majime.
-¿Puedes no meterte en la conversación? -la mente de Kaito se empapó de recuerdos desagradables - Por tu culpa ella está muerta -intentó que no se le quebrara la voz -¡Tú la mataste!
-¿Yo la maté? -el hombre le sonrió malévolamente -Tú fuiste el que le metió ideas absurdas en la cabeza -comenzó a provocarlo –Seguramente le prometiste una vida nueva ¿Querías huir con ella y jugar a la familia feliz?
-Cállate -le escupió luchando por mantener la calma.
-A lo mejor ella está muerta solo porque se juntaba contigo –como vio que estaba logrando su objetivo prosiguió -Yo solo la tenía encerrada y amenazada para tenerla controlada. Cuando esa criatura naciera no hubiese podido hacer nada, por petición de mi esposa y por respeto a mi hija -aseguró -¿Te das cuenta de lo que hiciste? De no ser por ti, ella seguiría viva.
A Kaito le comenzó a temblar el mentón, recordó como la chica había muerto sufriendo, con dolor y sin entender que todo lo que había vivido no era su culpa, con miedo al saber que su hija quedaría desamparada en ese mundo tan injusto.
Podía gritarle, amenazarlo con armas e incluso golpearlo, pero juntó todo el autocontrol que pudo y se mordió la lengua manteniéndose sereno para interpretar bien su papel.
-Agradezco su oferta -volvió a mirar al líder de la banda –Pero me temo que tendré que rechazarla.
Sacó de la solapa de su camisa su teléfono móvil y apuntó la cámara por toda la mesa.
-¿Qué estás haciendo? -le preguntó con duda –Dame eso.
-Señores, sonrían porque están siendo grabados –con la cámara encendida comenzó con su primera jugada –Buenas noches Inspector Nakamori ¿reconoce esta voz? Soy Kaitō Kid -saludó solo con la mano. El resto lo miraba sin terminar de entender –Me temo que esta vez no vengo con mis mágicas apariciones para robar alguna joya -imitó un tono apenado que modificó velozmente –Le traigo algo mucho mejor, así que póngase cómo y disfrute del espectáculo, porque lo que tengo para contar es mucho más que un simple cotilleo.
Y así comenzó el primer acto, con Kaito revelando las identidades de cada uno en una videollamada acusándolos de los diversos delitos que habían cometido a lo largo de su vida. Indudablemente comenzaron a perseguirlo, pero como siempre logró escapar, generando el típico juego del gato y el ratón por las plantas del edificio.
-Seguramente se esté preguntando como sé yo esto –la voz de presentador de televisión le salía a la perfección -¡Sencillo! Me infiltré en su comunidad para poder traerle hechos verídicos.
Entonces los disparos y los intentos de golpes iniciaron, los esquivó con facilidad y aprovechó de cortar el suministro eléctrico, pero en medio de la oscuridad era difícil ver y con ese suelo tan endeble mantener el equilibrio requería demasiada concentración. Comenzó a ser casi imposible que no lo rodearan y uno de sus peores enemigos hizo su aparición, el arma de electrochoque le dio de lleno en la espalda y cayó al suelo.
El más robusto del grupo le dio una patada que lo impulsó bruscamente contra la pared, ahora les tocaba a ellos divertirse.
HALLOOO mi gente bonita ¿Cómo están? *-*
Extrañaba mucho pasarme por aquí :c (de hecho entro en media hora a trabajar y ni me he bañado :v)
Ahora si solo queda el último capítulo y el epílogo para que se acabe.
Ya saben que cualquier duda me la hacen saber y que adoro leer sus comentarios
Abrazos
;DD
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