LVII. Ladrón preso de libertad


🌟Aviso: el capítulo quedó demasiado largo u.u Intenté dividirlo en dos partes, pero me di cuenta que se perdía un poco el hilo. Las explicaciones de un par de cosas las dejaré en la nota final n.n


Para Kaito oír eso fue como si le hubiesen tirado un balde de agua fría encima. Intentó procesar la información nuevamente. No, su amiga no podía estar muerta.

-¿Cómo que no sabe si sigue con vida? -intentó mantener la compostura -Iré enseguida para que me explique qué fue lo que sucedió.

-No. Ahora no es buena idea –lo detuvo –Mi marido está demasiado alterado y si te ve por aquí puede que incluso sospeche de ti.

-No puedo quedarme sin hacer nada. Saldré a buscarla -escuchó a Gina llorar a lo lejos preguntando dónde estaba la chica, seguramente fue testigo de todo.

-Hazlo. Y si la encuentras, por favor vela por su seguridad -habló en voz baja –Y por ningún motivo la traigas por aquí. Apenas pueda encontrar una manera de hablar contigo te contactaré.

Antes de agregar algo más, la mujer colgó apresuradamente la llamada. Kaito salió a paso veloz de la casa seguido del pequeño Shinichi hasta la calle.

-¿Qué sucedió? -le preguntó asustado al ver su reacción. Kaito lucía tan choqueado que no reaccionaba -¡Kaito! ¿Qué fue lo que sucedió? -volvió a insistir.

-Tengo que encontrarla antes de que alguien más lo haga -soltó.

-Te ayudaré a buscarla –le dijo entendiendo de quién se trataba.

Se echaron a correr intentando acercarse al sector lo más rápido posible. Al llegar les preguntaron a los vecinos cercanos si la habían visto. Contaban con una ventaja y era que físicamente no pasaba tan desapercibida, pero a pesar de eso nadie la había visto. Insistieron por varias horas en diferentes barrios cercanos hasta que llegó un punto en que sus pies comenzaron a arder.

-¡Mocosa estúpida! -maldijo Kaito aunque la chica era solo un poco menor que él -¿Dónde se pudo haber metido?

-¿Nunca te habló de la posibilidad de huir? Intenta recordar si nombró algún lugar o algo similar –dijo Shinichi sentándose a su lado y ofreciéndole un refresco.

-No tiene a dónde ir, además tenía prohibido abandonar la casa, estaba bien vigilada –le recordó el mago –Y con esa tripa tan grande dudo que pueda llegar muy lejos –se frotó la cara con las manos como si aquello le ayudase a pensar con más claridad –No sé qué pudo haber pasado –de repente se le ocurrió una idea.

-¿Qué vas a hacer? -le preguntó el detective al verlo escribir algo en el móvil.

-Intentaré conseguir las grabaciones de las cámaras de vigilancia.

Estiró el cuello leyendo por encima el mensaje y aunque no era el momento, le fue inevitable sentirse un poco celoso al ver que le estaba pidiendo el favor a Hakuba.

-¿De verdad no notaste nada extraño? -insistió Shinichi obligándolo a recordar -¿Cuándo fue la última vez que la viste?

Kaito repasó aquel día, desde que la vio asomarse greñuda por la ventana en la noche hasta la tarde del día siguiente cuando se despidieron.

-La noté diferente, pero ella me aseguró que todo estaba en orden –las imágenes volaban como fragmentos por su cabeza –Y le creí porque de ser algo relacionado con la gente de aquella casa yo lo sabría. Tampoco tiene contacto con nadie más y cuando me despedí de ella solo me entregó ese libro.

Recordó cómo se agachó y sacó el libro de debajo de la cama. Recayó en que eso había sido extraño porque ¿Qué motivos hay para esconder un simple libro?

-¡Kaito, el libro! -Kudō le robó las palabras de la boca -¡Puede que allí encontremos algo! -le habló en seguida a Haibara quien no se tardó en responder -¡Haibra! Necesito que revises el libro que llevó Kaito.

Le tomó unos minutos ir a buscarlo y hacer lo que le pidió. Las primeras páginas estaban intactas, lo agitó por si caía algo y al avanzar a la demás se dio cuenta de que en ellas había hojas perfectamente pegadas con información que parecía ser confidencial.

-Está alterado –le informó -Será mejor que las veas cuánto antes.

Le colgó y volvieron a correr para poder regresar a casa del profesor. Al llegar entraron por la puerta como salvajes, la castaña los esperaba con el libro en la mano y Shinichi se apresuró en arrebatárselo para comenzar a hojearlo a una velocidad impresionante.

-¡Dámelo!

Desde arriba Kaito se lo quitó e intentó buscar algo que pudiera indicar algún tipo de escondite. Llegó hasta el final leyendo por encima y encontró un sobre pegado al interior de la solapa con el nombre de Shinichi escrito afuera con el alfabeto latín.

-Es mi nombre -reconoció de inmediato y aunque lo vio dudar, Kaito terminó por entregarle el sobre. Lo abrió con cuidado y desdobló la carta, al notar que era larga fue a tomar asiento en la mesa para leer con más tranquilidad.

"Estimado Shinichi Kudō:"

Primero que todo le pido disculpas por mi caligrafía, pero los nervios que siento en estos momentos me la están ganando, ya que probablemente cuando lea esto yo estaré sin posibilidad de comunicarme o en el peor de los casos, muerta.

Seguramente ya lo sabe, pero las páginas del maravilloso libro escrito por su padre tienen adherida información de los negocios del hombre que por muchos años serví. Cometí delitos para él y no intento comprar o pedir su perdón, ya que cuando llegue el momento asumiré el castigo por mis actos.

Se debe estar preguntando también por qué me estoy arriesgando tanto al hacer esto, pero también creo poder diferenciar entre lo que es correcto y lo que no.

Y yo quiero que se logre poner fin a todo esto, que caigan tras las rejas todos los que tienen que caer y así también Kaito pueda salir cuánto antes de esta tortura. Ya no soporto verlo recibir tratos y palizas que está lejos de merecer.

Lamento haberme demorado tanto en hacerle llegar esto, pero no fue fácil colarme en la oficina, adivinar las contraseñas y transcribir todo.

Otra cosa, no sé si lo sepa, pero Kaito me ha estado dando dinero todo este tiempo y creo poder subsistir con una parte, ya que el resto lo dejé escondido para utilizarlo cuando nazca mi hijo.

Por seguridad no puedo darle la ubicación exacta de dónde me encuentro ni de donde está el dinero, pero estoy segura que con la información que Kaito le dé usted demostrará sus excelentes habilidades como detective. Y disculpe si estoy siendo entrometida, pero hablando de él, no lo he visto nada bien. Estoy al tanto de su ruptura y fui la primera en lamentarlo ya que los dos son muy lindos juntos.

Bueno, volviendo al tema, estoy segura de que algo más lo está atormentando, espero estar equivocada.

Por último, quiero que sepa que estoy muy agradecida con usted ya que sé que intentó ayudarme, espero que con esto pueda devolverle un poco el gesto.  


Shinichi terminó de leer asegurándose que en el sobre no había nada más y volvió a la realidad notando que los otros dos estaban parados detrás de él, con Kaito sujetando a Haibara en brazos y estirando el cuello para poder leer mejor.

-¡Ey! ¡Era para mí! -apegó el papel a su pecho con completa vergüenza.

-O sea que aún hay esperanzas de que se encuentre escondida -soltó Ai pidiéndole a Kaito que la soltara.

-Pero ¿dónde? -pensó Kaito –No estoy omitiendo nada de lo vi o me habló ese día -hizo memoria incluso de cuando intimaron esa noche pensando que en algún momento ella pudo haber soltado algo, pero de ser así tuvo que haber estado demasiado concentrado en lo suyo que no lo notó -¡Igual podría haber sido más clara!

-Tú haces lo mismo con tus notas cuando vas a robar algo -observó Ai-chan.

Clara, pensó Kaito. Esa mañana estuvo hablando con la señora Majime hasta casi el medio día, luego entró su hija al despacho y fue en ese entonces que la encargada dio anuncio de que la pelinegra se había sentido mal. Luego fue a la cocina, estuvo alrededor de media hora allí y al salir se la encontró en el pasillo del segundo piso, la acompañó al baño y ella lavó sus manos.

La pregunta que le había hecho en ese entonces apareció como una estrella brillante entre sus recuerdos "¿Estuviste jugando con tierra?" preguntó aquella vez y ella admitió que sí.

-¡Está enterrado! -gritó tan fuerte que Haibara se cubrió los oídos -¡El dinero y la ubicación de dónde está escondida está enterrado!

-¿Dónde? -se apresuró a preguntar Shinichi.

-No lo sé... -soltó con voz apagada e intentando adivinar –En los alrededores, supongo. Pero es demasiado grande, podríamos tardar más de un día en encontrar algo.

-Bien. Iré contigo –lo apoyó.

-Y yo –se sumó Haibara –Necesitaremos varias manos.

Kaito aceptó la ayuda e intentó visualizar las áreas verdes. Al ser un lugar tan grande había demasiados lugares dónde enterrar algo y también tenía que tener en cuenta a los jardineros, ya que ellos al estar constantemente en contacto con las plantas podrían notar fácilmente algo así.

Sacó una hoja y un lápiz y se apoyó en la mesa a dibujar un plano tachando de inmediato los lugares donde no debían perder el tiempo buscando. Se concentró tanto que no sintió su teléfono vibrar.

-¿Crees que puedas colarnos sin problemas? -le preguntó el detective.

-No hay necesidad de eso. Tengo una mejor idea para que puedan entrar.

-Pero tiene que ser rápido antes de que alguien...-fue ahora su teléfono el que comenzó a sonar y a diferencia de Kaito, si atendió -¿La encontraste?

-No -lamentó Hakuba –Lo único que tengo son un par de imágenes de la chica huyendo por la calle principal. Luego se vuelve a ver por un barrio cercano, desde allí no hay más rastro.

-¿Revisaste en las estaciones de metro?

-Sí, pero tampoco hay nada.

-Nosotros logramos dar con una pista, pero aún debemos esperar –lo mantuvo al tanto –Ven a casa del profesor y te doy los detalles.

Colgó y escuchó a Kaito que comenzó a explicar todo lo relacionado a los sectores donde podrían encontrar algo. Al rato llegó Hakuba con copias de las grabaciones ya que por muy poco que mostraban podían ser de utilidad. Para él conseguirlas fue sencillo y afortunadamente logró salir del paso sin llamar la atención.

Se concentraron el resto de la poca tarde que quedaba y la hora de ir a dormir no tardó en llegar. Shinichi les ofreció alojo a ambos y Saguru aceptó sin pensarlo demasiado, pero cuando le preguntó a Kaito este rechazó su invitación.

-Te lo agradezco, pero prefiero que no -soltó notando como el detective se veía ligeramente ofendido.

-Deja de comportarte como un niño y levanta el trasero de allí -lo regañó el rubio obligándolo a levantarse del sofá -Es peligroso que te quedes solo en casa con todo lo que está pasando.

-Tiene razón -lo apoyó el profesor –Si no quieres quedarte con Shinichi puedes quedarte aquí.

-¡¿De verdad?! -se emocionó demasiado para ser algo tan simple.

Shinichi y Hakuba rodaron los ojos al mismo tiempo saliendo cuánto antes del lugar. Kaito se quedó charlando con el profesor por un rato más hasta que el hombre no pudo más del cansancio y se fue a la cama.

Como no se había hecho el mínimo problema en acomodarse en el sofá solo con una manta, se levantó en medio de la oscuridad con una idea fija en la mente y caminó hacia la única habitación en la casa que tenía luz a esa hora.

Con sigilo llegó hasta el laboratorio y vio a Ai-chan de espaldas mirando el ordenador.

Se atrevió a entrar y ella le preguntó que necesitaba. Él solo guardó silencio cerrando la puerta detrás de sí y avanzó en silencio con paso firme hacia ella de tal manera que la hizo desconfiar.

-¿Qué quieres? -le preguntó nuevamente con tono más rudo y buscó algo a su al rededor para defenderse. Kaito tenía la mirada tan perdida y las ojeras tan marcadas que parecía un loco.

-El detective me comentó algo el día del robo cuando nos encontramos -explicó de manera menos hostil –Y quería preguntarte si te podía ser de ayuda en algo.

-¿Qué te dijo exactamente?

-Me dijo que querías experimentar con células que no fueran las de él -soltó -De ser así estoy dispuesto a colaborar contigo, pero con una condición.

-¿Cuál? -estaba dispuesta a aceptar.

-Qué él no se entere.

Haibara lo meditó por unos momentos, necesitaba con urgencia probar nuevas maneras ya que lo que había podido avanzar con Shinichi se había quedado estancando de repente y considerando la condición física y la edad de ambos podía ser de mucha utilidad.

-¿Estás limpio? -le preguntó, aunque independientemente de la respuesta le haría pruebas.

-Sí, desde aquella vez que regresamos del hotel -recordó más cosas de las que quería.

-Bien -agregó conforme –Pero antes que todo necesito que tengas conocimiento de todo a lo que te estás exponiendo.

Y cuando ella terminó de explicarle la larga lista de consecuencias que podía sufrir, Kuroba aceptó. 

Tuvieron que transcurrir casi dos semanas para que la señora Majime diera señales de su existencia explicando que las cosas parecían haberse calmado un poco, pero Kaito no dejaba de estar paranoico al no saber nada de su amiga. Varias veces se le pasó por la mente colarse en la vivienda y comenzar a hacer hoyos en la tierra hasta encontrar algo. Volvió a sentirse de manera similar a cuando cortó con Shinichi, solo que esta vez bordaba considerablemente hacia el trastorno esquizotípico.

La mujer invitó al mago a su casa para hablar aprovechando que su marido no se encontraba, aceptó también que Conan y Haibara fueran bajo la excusa de Kaito de jugar con Gina e intentar animarla.

Al llegar se dividieron por orden de prioridad, Kaito iría primero a hablar con la mujer y los otro dos intentarían a toda costa convencer a la niña de jugar afuera para comenzar a buscar el lugar donde estaba oculto el dinero.

-¿Ha sabido algo de ella? -preguntó Kaito cabizbajo sin perder la esperanza.

-No -respondió seca. Ante el tono utilizado el chico levantó la vista y la atravesó con una mirada que no logró descifrar, se veía tan acabado que incluso se compadeció -Pero de estar muerta me habría enterado. Mi marido me lo hubiese hecho saber -habló sintiéndose complicada – Me culpa de no haber podido controlarla mejor.

-¿Qué fue lo que ocurrió?

-Uno de los empleados la vio entrando en su despacho y dio aviso a mi esposo –explicó y vio al mago sobresaltarse -Descubrió que estuvo hurgando en sus papeles y su ordenador, prueba suficiente de que fue ella quien le estuvo dando información a la policía todo este tiempo.

Kaito tragó saliva, inquieto por oír el resto del relato.

-¿Y qué hizo él?

-Se alteró excesivamente. En ese entonces Isabelle estaba dándole un baño a Gina cuando él entró y comenzó a encararla –se tocó la frente con los dedos al recordar la escena –Los gritos llamaron la atención de los empleados y me notificaron lo antes posible lo que estaba sucediendo. Y cuando llegué al cuarto de baño...él ya la había golpeado, logramos detener la hemorragia de su nariz, pero también le había golpeado la cabeza con un objeto contundente y terminó por desmayarse. Llamé a uno de mis médicos de confianza, estaba muy delicada -recordó a la chica tendida en la cama con la piel pálida y tan inmóvil que parecía como si no estuviese en ese mundo.

-¿Y el bebé? -quiso saber, aunque después de eso era realmente difícil que se encontrara bien.

-Íbamos a trasladarla a un lugar para asegurarnos de que no le había pasado nada, pero en algún momento nos descuidamos y ella huyó -suspiró sin creerse que estaba pasando por todo eso –Mi marido salió a perseguirla y ordenó a sus hombres capturarla. Y yo te contacté al día siguiente por si existía la posibilidad de que te haya buscado.

-No –volvió a agachar la mirada y a cerrar con fuerza sus puños para que no temblaran tanto. Si en un principio tuvo esperanzas de que la joven estaba bien, ahora esa montaña de creencias se había desmoronado. Sentía su mandíbula temblar de impotencia, preocupación y ganas de vengarse -¿Qué se le pasó por la cabeza cuando se casó con ese infeliz? -le escupió con la mirada perdida en un punto fijo ya que el repudio hacia ella le impedía mirarla a la cara.

-Encuéntrala -ignoró lo que le dijo y volvió a intentar animarlo –Aún no es tarde, puede que con un poco de suerte logres dar con ella.

-Claro que voy a encontrarla -apoyó las manos en el reposabrazos de la silla para darse impulso al levantarse y sin despedirse arrastró los pies hacia la puerta.

Con la poca fuerza que sentía en el cuerpo fue al baño para mojarse la cara para ver si eso lo ayudaba de alguna manera. Miró su reflejo irreconocible en el espejo, incluso su color de piel era preocupante, llevaba una semana con un dolor fijo en la boca del estómago y de no ser porque tenía a los demás encima de él la mayoría del tiempo no negaba la realidad de que podía estar aún peor.

Asqueado de ver como su vida se había ido gradualmente al drenaje salió de allí dando un portazo.

Encontró a los niños jugando en la parte trasera de la casa, los observó de lejos como se encontraban sentados en el césped uno a cada lado de Gina, quien se abrazaba las rodillas y negaba con la cabeza cada vez que los otros dos le preguntaban algo.

-Gina, pequeña -le habló cuando se acercó a ellos -¿Juguemos a desenterrar un tesoro?

-No –le respondió triste y sin siquiera mirarlo.

-¿Has jugado alguna vez? -trató de insistir Shinichi y la niña negó -Es divertido.

-Bueno –Haibra se puso de pie intentando manipularla –Yo sí voy a jugar y cuando encuentre el tesoro no lo pienso compartir con nadie -utilizó el tono más infantil que pudo y comenzó a hacer lo que dijo.

La niña seguía en la misma posición, pestañeaba de manera perdida y realmente daba lástima ver a alguien tan pequeño con ese semblante tan oscuro. Kaito se sentó a su lado en la misma posición.

-¿A qué quieres jugar hoy? -a pesar de sentirse como una porquería estaba dando todo de sí para hacerla sentir protegida.

-No quiero jugar a nada –hizo un puchero y sus ojos se llenaron de lágrimas -Quiero que Isabelle vuelva.

-¿Y no sabes dónde ha ido? -le preguntó Conan probando la posibilidad de que le haya dicho algo con respecto a su ubicación a la niña.

-Está en el cielo –se abrazó mucho más fuerte las rodillas, cosa que terminó de encogerle el corazón a los otros dos que se miraron preocupados –Mi papá la mató. A ella y a su bebé y ahora lo odio mucho –aunque sus lágrimas corrían por sus mejillas, su malestar emocional le impedía armar un escándalo como lo hubiese hecho cualquier niño -Yo quería ayudarla a cuidar a su bebé, como ella cuidaba de mí. Y no le dije ni adiós.

Si la situación ya era de lo más espantosa, escuchar esas palabras de su boca lo hacía aún peor. No era justo que una niña de su edad tuviera que pasar por todo eso y aunque existía una lejana posibilidad de que la chica estuviese viva ninguno fue capaz de darle falsas esperanzas.

-Quédate con los buenos recuerdos, pequeña -le sugirió Kaito sabiendo que podía ser una frase algo complicada de entender para alguien tan pequeño. Le apoyó una mano en el hombro con la mirada perdida en el césped recordando lo que se sentía perder a alguien que quieres mucho.

El pequeño Shinichi miró con compasión a ambos, sin dejar de sentirse frustrado porque no pudo hacer nada para ayudarla como se había comprometido.

-Estoy seguro de que a ella le gustaría verte intentar desenterrar el tesoro -miró a Kaito y este entendió el mensaje de que si la niña aceptaba la dejarían ganar el juego.

Conan le tendió la mano con una tierna sonrisa y la niña la tomó. Los tres se pusieron de pie y Kaito se hizo a un lado para ingeniárselas y crear un premio para Gina. Como era a quien mejor se le daba, el mago inventó las instrucciones para el juego y los cuatro comenzaron a competir. 

Los primeros en tomarse un descanso fueron los chicos, Kaito por su mal estar y Shinichi porque no lograba apartar los ojos de él por más de cinco minutos seguidos.

-¿Se te quitó el dolor de estómago? -le preguntó amablemente.

-Sigue ahí, como todos los días -negó con la cabeza –Es el estrés, no te preocupes.

-Claro que me preocupo –hizo una mueca –No sabes la preocupación que causas solo con verte.

-Entonces no me mires –saltó a la defensiva.

-Ojalá pudiera no hacerlo... -susurró muy bajito mirando hacia otro lado, pero Kaito alcanzó a oírlo.

Las niñas llegaron al poco tiempo después para sentarse junto a ellos en la terraza, una de las encargadas les llevó vasos con jugo lo que los ayudó a refrescarse y poder seguir con su cometido. 

No había ni rastro de tierra removida por ningún lugar e incluso Gina comenzó a aburrirse del juego ya que no encontraban absolutamente nada. Se fue a esconder en su casita de juegos y abrió uno de los varios joyeros de juguete donde guardaba lo que ella consideraba sus posesiones más valiosas. Removió dentro hasta dar con el broche dorado con forma de crisantemo que Isabelle le había regalado para su último cumpleaños e inevitablemente volvió a sentirse triste.

Se lo acercó al pecho intentando buscar una pizca de consuelo en el hasta que sintió la presencia de alguien más.

-¿Por qué estás aquí sola?

El detective entró tomándola por sorpresa. Quería aprovechar el máximo tiempo posible ya que sabía que ahora no tendría la compañía de su amiga y realmente él tampoco podía asegurar que esa no fuera la última vez que jugaba con ella.

-¿Qué tienes ahí? -preguntó intentando descubrir lo que la niña escondió detrás de su espalda. -¿Puedo ver? -preguntó inocente, ya que tampoco quería forzarla a hacerlo si ella no quería.

De a poco Gina devolvió los brazos hacia al frente y abrió la palma de su mano izquierda enseñando el broche con algo de timidez.

-Es un crisantemo, como los que están plantados aquí -le explicó.

-Es muy bonito –dijo sin pensar nada y con cuidado lo tomó entre sus dedos. Lo miró bien pensando que era de oro, pero solo estaba bañado en un reluciente color dorado -¿Te lo regaló tu madre?

-No -soltó frunciendo el ceño -Isabelle me lo dio para mi cumpleaños.

El foco se le encendió en seguida, le devolvió el broche agradeciéndole por habérselo enseñado y le pidió que lo guardara muy bien, ya que eso era una muestra de lo mucho que la chica la quería.

-¿Sabes? Creo que ya sé dónde está el tesoro –sonrió, le secó las mejillas con un pañuelo y la tomó de la mano para ir juntos hacia afuera.

Vio a Kaito y a Haibara a lo lejos sospechando que estaban discutiendo por algo. Les gritó haciéndoles una seña con la mano libre y los dos se acercaron trotando.

-¡Conan-kun encontró el tesoro! -exclamó Gina sintiéndose feliz por él.

-¡¿Dónde está?! -le preguntó Kaito ansioso abriendo mucho los ojos mirando en todas direcciones.

-En los crisantemos -recorrió con la mirada hasta dar con el lugar donde estaban y apuntó las flores.

-¡Bien! -Kaito juntó las manos y se las dio de juez –El primero en llegar se queda con el tesoro.

Por supuesto que dijo eso para que a ninguno de los dos adultos se le ocurriera llegar primero que la niña. Corrieron compitiendo en velocidad y cuando estaban a poca distancia Conan y Haibara disminuyeron el ritmo hasta que vieron a Gina dar saltitos de alegría por haber llegado primero.

-¡Muy bien, pequeña! -la felicitó Kuroba –El premio es tuyo.

-Pero Conan-kun fue quien adivinó dónde estaba –lo miró hacia arriba con ojos inocentes.

-Él siempre se las da de detective, pero no es tan bueno –bromeó entrecerrando los ojos en su posición y el detective no tardó en poner una mueca.

-¡Anda! -insistió Kaito a la niña mirando que las flores estaban perfectamente acomodadas en un macetero rustico, por lo que tuvo que moverlo hacia un lado para ver la tierra que había debajo.

Con mucha energía, la pequeña comenzó a meter sus manos en la tierra ligeramente humedecida hasta hacer un agujero y cuando llegó a los diez centímetros tuvo que pedir ayuda. Los tres se apresuraron en ayudarla, esparciendo tierra hacia todas partes, ensuciándose al enterrar las uñas hasta que finalmente, luego de unos treinta centímetros abajo dieron con una caja metálica.

Kaito terminó de desenterrarla y cuando la tuvo en sus manos se puso de pie, miró hacia todos lados asegurándose que nadie lo estaba observando y abrió la caja. Los billetes estaban amarrados por cantidad con coloridas ligas para el cabello, removió los yenes y entre ellos encontró un sobre blanco.

-¡Quiero ver el tesoro! -pidió la niña con voz chillona devolviéndolo a la realidad.

Hizo aparecer un bonito caleidoscopio y se lo entregó en la mano, felicitándola por haber ganado y explicándole como se utilizaba. Entre risas una encargada se acercó a ellos para ofrecerles algo para comer y tuvo que evitar hacer un comentario por el desastre que habían dejado con la tierra, de todas maneras, los chicos la tranquilizaron diciendo que ellos limpiarían todo eso. Y así lo hicieron.

No fue hasta que volvieron a casa que pudieron abrir el sobre. 

★·.·'¯'·.·★★·.·'¯'·.·

Creyeron que dentro del sobre encontrarían otra carta perfectamente narrada con la ubicación precisa y clara de dónde supuestamente podía estar oculta Isabelle, pero no fue así.

En el interior solo había un papel con unos números en desorden, qué luego de un día completo Shinichi logró identificar que coincidían con el número telefónico de un agente inmobiliario y que esos edificios que se habían construido eran parte de una malversación de fondos. Ahora solo quedaban ir hasta allá y dar con el número del piso.

Ese día Haibara cedió a la petición de Kudō. El detective le había insistido en poder recuperar su cuerpo normal solo por unas pocas horas para poder hablar frente a frente con la pelinegra y como Haibara consideró qué sus argumentos tenían fundamento y reafirmaba su posición justificándose en que podía probar el avance que había hecho en ese tiempo gracias a las pruebas que había hecho con Kuroba.

Shinichi y Kaito se reunieron en un punto medio y se dirigieron al lugar. El detective al verlo notó de inmediato que no había pegado ojo y ninguno se dijo demasiado en el camino, estaban muy preocupados al no saber con qué se podían encontrar en esa dirección. Llegar les tomó más tiempo del que estimaban por lo que cuando salieron de la estación el cielo ya estaba oscuro y para empeorar las cosas, Shinichi comenzó a sentirse realmente mal. No podía comparar el mal estar con ningún otro que haya sentido.

No sabía si era por el mal presentimiento que llevaba encima que comenzó a sentir un dolor de cabeza que aumentaba cada vez que se acercaban al edificio, el dolor comenzó a ser tan fuerte que le dio un mareo que casi lo tiró al suelo.

-¡Detective! -se asustó Kaito alcanzando a sujetarlo del brazo -¿Qué tienes?

-Debe ser algún efecto secundario por el nuevo prototipo -interpretó sintiendo ahora dolor en todas las extremidades del cuerpo. 

Esperaron un momento hasta que pudo volver a andar.

Doblaron por una calle hasta que finalmente llegaron a su destino. Era un edificio común que no sobresaltaba sobre los otros.

-¿Habías dicho que era el último piso? -preguntó Kaito mirando hacia las ventanas de arriba, pero todas se encontraban apagadas.

-Sí -caminó hacia la escalera y con algo de torpeza se afirmó al pasamanos para darse impulsos al subir. Kaito subió corriendo y cuando llegó arriba miró los números en las puertas –Es esa –le indicó intentando recuperar el aliento al verlo pararse frente a la puerta correcta.

Golpeó con desconfianza un par de veces y al no obtener respuesta apegó el oído intentando escuchar algo. Efectivamente un ruido proveniente del interior le devolvió la esperanza. Shinichi llegó a su lado y giró el pomo de la puerta, que para su conveniencia estaba sin llave.

Abrieron con cuidado ya que no descartaban la posibilidad de que todo eso pudiera tratarse de una trampa.

El interior estaba oscuro, entraron en silencio quitándose los zapatos, también encendieron la luz para ver con más claridad, pero en la sala no parecía haber nadie. Tampoco era un lugar tan grande, así que con pasos cuidadosos caminaron hacia la única habitación que poseía.

-Quédate detrás de mí -con algo de brusquedad, Kaito obligó a Shinichi a cubrirle la espalda.

Tocó la puerta solo para dar aviso de su presencia y giró la manilla lentamente, pero sin bajar la guardia. Sacó su pistola de cartas apuntando hacia adelante y encendió la luz. Se vio de golpe con Isabelle recostada sobre la cama, respirando con dificultad, apegándose a la cabecera, con una mano sosteniendo su vientre y con la otra un cuchillo.

-¡Atrás o no respondo! -gritó sin reconocerlos.

-¡Soy yo! -se alegró tanto de verla con vida que su voz sonó desafinada.

Entraron a toda velocidad y ella bajó el cuchillo aliviando un poco su respiración. Notaron en el mal estado que se encontraba, había bajado considerablemente de peso, se veía realmente enferma y parecía que estaba con alguna especie de dolor ya que no dejaba de hacer muecas cada vez que intentaba respirar.

-Leíste mi carta -miró a Shinichi intentando sonreír y hablar de manera coherente -Qué bueno.

-¿Cómo está tu cabeza? -la sujetó inspeccionando, pero si alguna vez había tenido un chichón, este ya se había disipado -¿Y el niño? -hizo un gesto con la cabeza apuntando.

-Me está dando problemas -intentó ahogar un quejido y volvió a retorcerse en la cama.

-Tranquila, ya estamos aquí y no dejaremos que nada les pase. Puedes confiar en nosotros –la tranquilizó Kudō sintiendo el mismo mal estar de antes –Te llevaremos a un lugar para que te revisen.

Ella iba a darle las gracias, pero otro fuerte dolor como los que estaba teniendo desde la madrugada volvió a atravesarle hasta el alma.

-¿Qué tienes? -se asustó Kaito -¿Te puedes levantar?

La chica apoyó las manos en la cama para darse impulso, Shinichi se ofreció a ayudarla dejando que apoyara un brazo sobre su cuello y cuando logró estar de pie, un nuevo dolor la obligó a sentarse y maldecir llevando la mano a su bajo vientre.

-No puedo –jadeo con el pecho agitado –Me duele.

-¿Desde hace cuánto estás así? -tenía razón en preocuparse, ya que si eso era lo que él pensaba no tenían demasiado tiempo.

-Desde anoche –se aferró a las sábanas al sentir que el dolor no cesaba.

-¡Shinichi! -exclamó Kaito también entendiendo.

-Ya sé -sacó su teléfono y marcó para que enviaran una ambulancia lo más pronto posible.

-¿No se supone que aún falta para que nazca? -preguntó, pero ninguno le respondió.

Kaito se sentó junto a e intentó tranquilizarla, le corrió el cabello de la cara y se lo amarró en una coleta bien alta para intentar aliviarla un poco del calor, con ayuda de una revista que encontró tirada en el suelo comenzó a echarle viento sin dejar de repetirle que todo estaría bien.

-Eres una tonta –la regañó -¿Por qué no buscaste ayuda?

-Porque... -habló entrecortado –Si voy a cualquier lado ese hombre me encontrará...Y no quiero que me lo quite o le haga daño -apoyó las manos en su abdomen.

-Descuida, nadie te lo va a quitar –Shinichi se acercó a ellos e intentando mantener la calma la ayudó para poder respirar mejor –Intenta hacerlo así -explicó

Los minutos volaron y la ambulancia seguía sin llegar, la pelinegra comenzó a asustarse ya que el dolor que sentía se estaba volviendo cada vez más insoportable. La ayudaron a cambiar de posición, sentándola en la cama de modo que quedó Shinichi detrás de ella para masajearle la parte baja de la espalda y Kaito de frente sirviendo para que ella apoyara su frente en su hombro y sujetara sus manos.

-¿Dónde está la puta ambulancia? -comenzó a impacientarse –Normalmente se tardan menos.

-Tranquilízate –le pidió mirándolo fácilmente a los ojos ya que estaban de frente –Lo que menos necesitamos ahora es ponerla nerviosa.

-¿Cómo quieres que no esté nervioso? -habló con los dientes apretados -Está a punto de cagar un bebé y ninguno de los dos sabe atender un parto.

-¡Por eso mismo te estoy pidiendo que te calmes! –le respondió con el mismo tono cabreado.

-Oigan, estoy aquí -les recordó Isabelle intentando no perder la concentración en sus respiraciones.

Pero Shinichi sabía que Kaito tenía razón, la ambulancia estaba tardando demasiado y como había dicho, ninguno se sentía con la confianza de saber que hacer.

-Ve a llenar la bañera con agua tibia -mandó a Kaito quien partió en seguida a hacer lo que le mandó y luego le habló calmadamente a la chica –El agua debería ayudar con el dolor.

La vio asentir seguido de un grito que intentó suprimir enterrando los dedos en la cama.

-Shinichi... -llegó el mago a su lado con cara de haber visto a un fantasma y apuntó con el dedo pulgar hacia el cuarto de baño donde vio el charco -El piso estaba todo mojado.

Sus ojos mostraron el mismo miedo que el otro.

-¿Rompiste fuente? -le preguntó ahogando un chillido de pánico.

-Si, no sé, creo -balbuceó confundida -Creí que me había orinado ¡Qué se yo!

-¿Desde cuándo dijiste que estas con dolores? -Kaito se alejó lentamente hacia la puerta, pero la chica sufrió una nueva contracción por lo que no pudo responder.

-¡No se te ocurra salir huyendo! -Shinichi lo amenazó apuntándolo con el dedo índice -¡Ven aquí! -le obligó -Necesito que la palpes para saber cuánto tiene de dilatación.

-¡Tú pareces saber mucho del tema! ¿Por qué no lo haces tú? -intentó justificarse para no hacer eso.

-¡Ay por favor! -exclamó con recelo -¡Cómo si nunca la hubieses tocado allá abajo!

Comenzaron a discutir de manera infantil con los sollozos de Isabelle de fondo hasta que ella explotó porque lo que menos necesitaba era sentir más agobio.

-¡¿Se pueden callar?! -les dio un golpe en la nuca a ambos dejándolos como estatuas –Kaito, mete la puta mano o te la voy a meter yo por el culo -apretó los dientes y lo miró tan feo que el chico se echó levemente hacia atrás.

A regañadientes se fue a lavar las manos y volvió para hacer lo que le habían pedido, pero la situación lo superaba a tal manera que no fue capaz, fue Shinichi quien tuvo que hacerlo, al notar cuánto tenía su rostro empalideció y se puso inmediatamente de pie. Esta vez le fue difícil seguir actuando tan calmado.

-Calienta agua –le ordenó al mago y los vio mirarse con confusión -Veré si alcanzo a conseguir un taxi.

Se levantó de la cama y salió corriendo por la puerta descendiendo al mismo paso por la escalera intentando hacer a un lado el mal estar físico que no había dejado de molestarlo. 

Intentó acercarse hacia una calle más transcurrida intentando visualizar un taxi, además agudizó el oído por si sentía la sirena de la ambulancia, pero en ese momento nada parecía estar a su favor.

Nervioso, pero sin desconcentrarse, se dio la vuelta por la otra calle para probar suerte y al ser lo único que se le estaba ofreciendo en ese momento no desaprovechó la oportunidad. Agradeció al cielo al encontrar la auto patrulla de la oficial Miyamoto, así que se acercó corriendo a ella.

Ella lo divisó en seguida.

-Kudō-kun ¿Qué haces por aquí? - lo saludó y se interesó en saber.

-Necesito ayuda -exhaló exhausto apoyando la mano en el vehículo notando que su compañera Miike estaba dentro –Necesito trasladar a una chica urgente al hospital.

Ellas no le pidieron más explicaciones y acercaron el auto hacia el edificio. Al bajar siguieron a Kudō por las escaleras hasta volver a entrar al apartamento, se agruparon afuera del umbral de la puerta de la habitación y ellas intentaron socorrer de inmediato a la chica que no dejaba de quejarse de dolor.

-Traigan agua y toallas limpias –les dijo a ambos. Ellos demostraron su incompetencia chocando entre sí y ante esto los mandó a no estorbar -¡Fuera! ¡Los dos!

Los correteó hasta sacarlos de la habitación, esperó a que Naeko volviera con las cosas y cerró la puerta de un portazo.

Sabían que no debían interrumpir, se escuchaban los gritos desde afuera impacientándolos todavía más, ya que tampoco sabían cuánto duraría todo eso. Para mal de males, Shinichi se desplomó en el suelo sintiendo escalofríos, dolor muscular y mareo.

-Detective –Kaito se agachó e intentó sentarlo –Ahora no -pidió creyendo que se iba a transformar en niño una vez más. Le dio unos golpecitos en la cara para intentar que no cerrara los ojos –Te necesito aquí conmigo, estoy muy nervioso -admitió.

Y tenía sus razones para estarlo, Isabelle no se encontraba nada bien y también temía por la vida del bebé, después de todo lo que había pasado la posibilidad de que no sobreviviera era alta. Y escuchar esos espantosos alaridos no hacía más que preocuparlo el doble. Pensó en lo realmente difícil que era traer un hijo al mundo y sintió ganas de agradecer a su madre aumentando aún más su admiración hacia ella.

En medio de ese caos el sentimiento de amor no quiso quedarse atrás e hizo su aparición por medio de palabras puras.

-Vuelve a casa –soltó Shinichi como un murmullo de repente en la misma posición en la que estaban antes –Te extraño...

-Estás delirando –Kaito le tocó la frente creyendo que tenía fiebre.

-Por favor -pidió con voz susurrante –Me cuesta abrirme de esta manera y si te lo estoy pidiendo es porque realmente quiero que así sea –la expresión de asombro del otro lo hizo conmoverse -No nos volvamos a alejar de esta manera.

Kaito no sabía ni cómo reaccionar, al no poder importunar el momento con una de sus transformaciones corporales tuvo que hacerlo de otra manera. Toda la emoción del momento lo hacía querer aceptar su propuesta y refugiarse para siempre en ese espacio que ellos creaban únicamente para los dos.

-¿No te parece que estás pidiendo demasiado? -soltó una risita sin dejar de abrazar su cuerpo.

-Bueno -aceptó con una sonrisa sintiéndose un poco mejor –Tal vez si es pedir demasiado, pero también lo decía porque voy a necesitar ayuda.

-¿Ayuda?

-Si, con tu amiga y su bebé -agregó y al verle las cejas preguntándose a qué se refería, explicó -No voy a dejarlos solos, quiero que se queden conmigo el tiempo que sea necesario.

-¿De verdad harías eso? -Kuroba se conmovió sintiendo que volvía a enamorarse de él una vez más.

Shinichi asintió tranquilamente y para Kaito fue inevitable esbozar una linda sonrisa. Se quedaron mirando como bobos tirados en el suelo con el mago aun sujetando a Shinichi de un brazo por si se le ocurría desmayarse y con el detective acercando despacio sus dedos para intentar peinar una parte del cabello del otro.

Desearon dejar todos los malos momentos atrás, sintiendo como la atmosfera se transformaba envolviéndolos en un suave algodón, buscaron reconciliarse acortando la distancia de a poco al punto que sus narices se rozaron. Cerraron los ojos siendo atraídos a la boca ajena como dos imanes y cuando sus labios sintieron cosquilla al sentirse tan cerca, un llanto agudo los devolvió al mundo real.

Se miraron con la boca parcialmente abierta y se ayudaron a ponerse de pie para ir hacia el cuarto. No tocaron la puerta, simplemente se vieron con el derecho de abrir como si fueran dueños de eso y al entrar contemplaron el milagro de la vida.

La pelinegra lucía exhausta encima de la cama y la cara le brillaba de sudor, con un pequeño bulto en su pecho que fue apaciguando el llanto a medida que ella posaba la mano en su diminuta cabeza susurrándole algo al oído y liberando lágrimas de emoción.

Oyeron el sonido de la ambulancia acercándose y les fue imposible no reír.

-Muchas gracias -logró murmurar Isabelle a las oficiales y luego miró a los chicos con una cálida mirada para lo agotada que se veía –Gracias.

Yumi ayudó a dejar al bebé a un lado y se acercó para secarle la frente y terminar de atenderla, mientras tanto Miike salió del lugar para guiar a los paramédicos.

-¿Cómo está? -le preguntó Shinichi con inquietud a Yumi y ella negó con la cabeza sin decir nada.

Miró a la chica quien pestañeaba en dirección a su bebé y luego miró a Shinichi, este le dedicó una sonrisa tranquilizadora y le hizo gestos a Kaito para que se acercara ya que se había quedado inmóvil en una esquina.

Kaito se acercó a mirar al bebé que se retorcía entre la manta soltando pequeños quejidos.

-Shhh, tranquilo -pasó su mano con extremo cuidado por encima de su cuerpo y lo meció con desconfianza -¿Quieres a tu mamá? -le preguntó y miró a la nombrada con gesto coqueto, ella solo los miró intentando no quedarse dormida.

La curiosidad le ganó, deslizó hacia abajo la manta que cubría a la criatura y sonrió triunfante cuando confirmó lo que había sospechado todo ese tiempo

-¡Vaya! ¡Pero que niña más linda tenemos!

Isabelle logró soltar una risita y habló con voz seca.

-Tenías razón...

-Intenta no hablar –le sugirió Shinichi

Ella asintió entendiendo que algo no iba bien e intentando cristalizar ese momento memorizando el rostro de su hija para que la acompañara para siempre. Ante eso prefirió estirar ambas manos, una para entrelazarla con el mago y otra con el detective. Yumi optó por volver a colocarle la bebé encima del pecho y esperó fuera del cuarto para darles un espacio a los cuatro.

Finalmente, la atención médica llegó y lograron bajar a la chica hacia la calle. Los chicos la vieron esbozar una débil sonrisa una última vez antes de cerrar las puertas y que la ambulancia se fuera directo hacia un centro asistencial.

-Súbanse, chicos –les ofreció Yumi con una sonrisa de compasión -Los llevaré hasta allá.

Se subieron a la patrulla en completo silencio y siguieron a la ambulancia, Kaito miró a los tres e intentó adivinar por qué el ambiente estaba tan apagado. Un bebé acababa de llegar al mundo ¿No era eso motivo de felicidad?

La mano de Shinichi se apoyó fuerte en su rodilla una vez que avanzaron y no sintieron la sirena de la ambulancia, Naeko los miraba de vez en cuando por el espejo retrovisor con el mismo semblante que su compañera. Al llegar al lugar fueron conducidos por una entrada diferente, los hicieron esperar menos de una hora hasta que un hombre con bata blanca salió a darles noticias.

-¿Ustedes son los dos jóvenes que vinieron con la policía?

-Sí -Kuroba se apresuró en hablar -Sé que por protocolos de seguridad no permiten las visitas, pero necesito decirle algo ¿me permitiría hablar con ella solo un momento?

Shinichi lo miró preocupado al darse cuenta de que Kaito no estaba entendiendo la situación. El profesional miró a Kaito y luego a Shinichi, perplejo al entender que el chico creía que todo estaba bien.

-Lo lamento, chico –el hombre suspiró por la nariz y utilizó el tono de voz más compresivo que pudo –Ella falleció en el camino.

Kaito se sintió mareado y no entendía de quién le estaba hablando.

-¿Cómo que falleció en el camino? -preguntó buscando consuelo en Shinichi, que le devolvía la mirada afligida apiadándose de él -¡Ella estaba bien! ¡¿Qué fue lo que le hicieron?!

-Kaito, tranquilo –lo sujetó por detrás ya que se había alterado tanto que temía que le hiciera algo al hombre -¿Y la niña?

-Ella está estable, pero su condición es delicada -explicó -Nació antes de tiempo, así que la tendremos en incubadora hasta que tenga la fuerza suficiente.

Él y Shinichi intercambiaron un par de palabras más, pero cuando quiso irse el ladrón lo detuvo.

-¡Oiga! ¡Espere! -lo siguió -No ha respondido a mi pregunta ¿Dónde está mi amiga?

-Ven –Shinichi lo jaló de un brazo y aunque el otro seguía pataleando y gritándole cosas al doctor, utilizó toda su fuerza y lo arrastró hasta el baño más cercano -Escúchame, hubo un accidente de tránsito. Un hombre provocó un choque por conducir en estado de ebriedad -le repitió las palabras que la policía utilizado -Las calles se vieron colapsadas, por eso la ambulancia se tardó tanto en llegar.

-Shin-chan -comenzó a quebrarse buscando una explicación -¿Por qué... Ni siquiera pude despedirme de ella –sus piernas temblaron y esta vez fue Kudō quien lo tuvo que sujetar para evitar que cayera al suelo. Sintió los brazos del detective abrazarlo con fuerza y no pudo evitar ponerse a llorar.  

★·.·'¯'·.·★★·.·'¯'·.·

Sintiéndose sin fuerzas, pero algo más calmado caminó hacia el área de maternidad sabiendo que tenía que hacer aquello por mucho que le doliera. Miró a través del vidrio intentando identificar a la bebé, pero era como buscar una aguja en un pajar.

-Disculpe –le preguntó Kaito a una de las enfermeras que pasó a su lado –Vengo a ver a la bebé que trajo la policía.

-¿Eres el padre? -le preguntó mirándolo de arriba abajo.

-Si – tuvo que decir para que le permitieran la entrada.

-Es ella –lo dejó pasar, le indicó donde estaba la bebé y con amabilidad agregó -Felicidades, es realmente muy linda.

-Gracias –le respondió con una sonrisa sabiendo que solo lo decía por cortesía ya que todos los bebés son igual de feos al nacer.

Caminó tembloroso y se acercó a mirar por encima, la enfermera le acercó una silla para que se sentara. Le pidió si por favor podía cargarla y para su fortuna se lo permitieron, eso sí tuvo que pedir ayuda, ya que se veía incapaz de tomar algo tan pequeño por sí solo.

Con mucho miedo sujetó el frágil y diminuto cuerpo con sus brazos, sosteniendo su cabeza tal como le explicaron. El primer reflejo de la pequeña fue ponerse a llorar, pero se calmó cuando Kaito comenzó a arrullarla. Verla tan indefensa, estirando sus manos como si estuviese buscando algo a lo que aferrarse le hizo darse cuenta otra vez de lo injusta que podía ser la vida a veces.

Shinichi entró en ese instante con otros dos miembros de la policía.

-Kaito –se acercó a él y susurró para no meter ruido –Es tu turno de dar declaraciones. No te preocupes, aquí se encargarán bien de ella.

Pero Kaito no quería dejarla.

-Dame cinco minutos, por favor –le pidió suplicante mirándolo a los ojos.

Y Shinichi no pudo negarse, les pidió a los otros dos un momento y ellos se retiraron. Se devolvió despacio acercándose a ambos dándose cuenta de que jamás lo había visto tan transparente, su mirada estaba colmada de angustia e impotencia y la forma protectora en que cargaba a la bebé intentando calmarla, despertó un nuevo sentimiento en él.

-No es justo que le tocara esto siendo tan pequeña -se soltó -Su padre es un delincuente, su madre una chica secuestrada y que ahora ni siquiera podrá criarla. Shinichi...no tiene a nadie –sus ojos le ardían de tanto aguantarse las lágrimas.

-Ella va a estar bien -intentó animarlo. Acercó su mano temblorosa para sentir a la recién nacida y ella no dudó en aferrarse a su dedo índice reconociéndolo, con una fuerza que no creía posible para algo tan pequeño.

Se quedaron admirándola hasta que los cinco minutos transcurrieron y la policía se asomó nuevamente por la puerta generando presión. Kaito los maldijo internamente por ser tan poco empáticos.

-Eres una valiente –le dijo el mago a la bebé que comenzó a llorar cuando la dejó en brazos de la enfermera. Le acarició las manos por última vez y su pequeña palma se aferró a sus dedos con la misma fuerza que como lo hizo con el detective.

Al alejarse, la niña comenzó a llorar aún más fuerte y Kaito tuvo que controlar las ganas de devolverse cuando salieron por la puerta.  

Aún con lo mal que se sentía Kaito logró responder las preguntas más simples, pero a medida que las dudas de la policía comenzaron a importunarlo se guardó de a poco las palabras. Y para evitar más problemas, Shinichi les pidió algo de espacio.

-¿Podría contar el resto otro día? -solicitó de manera cortés y con voz igual de apagada a causa del mal estar físico -Acaba de perder a alguien muy importante para él y necesita procesar las cosas.

-Claro -accedió el hombre.

El detective lo acompañó hasta su casa, bajo ningún motivo lo dejaría solo en un momento como ese. Caminaron tan pegados que Kudō podía sentir como su cuerpo solo emanaba angustia, tenía conocimiento de lo mucho que a Kaito le afectaba aquella perdida ya que le recordaba a como había perdido a su padre cuando era pequeño.

Hakuba les abrió la puerta con cara de que estaba ansioso por escuchar noticias, pero al ver el estado en el que ambos llegaron se calló muchas de las interrogantes que tenía.

-¿Necesitan que les lleve algo? -les ofreció siguiéndolos hacia las escaleras.

-¿Quieres algo? -le preguntó Shinichi con cariño. El chico negó con la cabeza y siguió la marcha hacia el piso de arriba –Si necesito algo te lo pido –le agradeció a su amigo y terminó de subir los escalones.

Kaito se desplomó en la cama con la espalda mirando hacia el otro lado y se hizo un ovillo para enterrar su rostro en la almohada. Deshizo el nudo que llevaba en la garganta expulsando el aire en un desgarrador sonido de lamento. Sintió como la cama se hundía levemente a su lado y la cálida mano de Shinichi se apoyó en su espalda mostrando que una vez más estaba para él.

Se mantuvieron un rato en esa posición hasta que Kuroba se fue reincorporando de a poco en la cama, dejó de sentir la garganta tan apretada, pero el dolor del vacío que sentía tardaría mucho tiempo en sanarse. Miró a Shinichi, que le devolvió una sonrisa ladeada e intentó secarle la cara con la mano y al sentir la palma mojada se secó en el pantalón.

-Gracias -soltó con gratitud intentando devolverle una sonrisa.

-No te esfuerces –le pidió apoyando una mano en su hombro -Sé que esto toma tiempo, pero quiero ayudarte ¿Qué necesitas que yo haga para poder apoyarte? -se refirió a la parte emocional.

-¿Puedes quedarte conmigo esta noche? -agachó la vista a sus manos como si le estuviese pidiendo algo que realmente significaba un esfuerzo.

El detective se alivió de escuchar eso, lo que menos quería era dejarlo solo. Se intentó hacer un hueco en la cama y con precaución de no invadir demasiado su espacio se quedó sentado con la espalda pegada a la pared de modo que si Kaito quería usarlo para recargar su cuerpo en él fuera más fácil.

Se mantuvieron en un silencio para nada incómodo que reinó por un largo rato, cambiaron de vez en cuando la posición para no acalambrarse tanto, acortando gradualmente la distancia, rozando sus hombros hasta que el ladrón se sintió lo suficientemente seguro de poder apoyar la cabeza en el hombro del detective.

Con algo de torpeza buscaron sus manos para entrelazarlas para volver a sentir esa sensación de unión confusa en la que no lograban diferenciar cuál de todos esos dedos les pertenecía. Miraron sus manos juntas experimentando un torbellino de emociones que se fueron intercalando con buenos y malos recuerdos, pero que ese instante solo servían para querer extender sus alas rotas y reforzar las ganas que ambos tenían de querer intentar una vez más superar las adversidades que se les presentarían a lo largo de la vida.

-Descuida, ella estará bien –le recordó ahora que lo notaba más centrado -Sé que te hubiese gustado quedarte con ella, pero no siempre las cosas son tan sencillas.

-Lo sé -suspiró entendiendo completamente la situación -Mucho menos con el estilo de vida que llevo, a duras penas puedo cuidar de mí mismo y ahora con esto se me haría aún más difícil poder brindarle lo que realmente necesita -movió la cabeza señalando el ahora.

-Tú... -preguntó Shinichi nervioso -¿Crees que algún día puedas vivir algo así?

-¿A qué te refieres? -hizo una mueca meditándolo un poco hasta alzó un poco las cejas cuando entendió la pregunta -¿Con hijos?

-Sí -El detective asintió con timidez imaginándolo y vio a Kaito meditarlo un segundo.

-Puede ser, pero no por el momento –se atrevió a preguntarle lo mismo -¿Y tú? -le fue inevitable imaginarlo como padre.

-Tampoco está en mis planes por ahora, pero ¿Quién sabe? -admitió pensativo -Aunque no te imagino cambiando pañales y despertando en la madrugada a calentar biberones -se encogió de hombros intentando mirar hacia abajo ya que sus pómulos se tiñeron levemente.

-Ahora que lo dices así -soltó una risita al contagiarse con los mismos nervios –Suena algo aterrador, pero lo haría por cualquier criatura que lo necesitara.

Volvieron a retomar la posición anterior, en la que Kaito apoyó su cabeza en el hombro contrario dejándose cuidar y esta vez Shinichi le rodeo despacio la cintura con un brazo para apegarlo más a su cuerpo, para que ambos sintieran la presencia del otro y se llenaran de paz al sentir su olor, sabiendo una vez más donde querían estar. Terminaron por quedarse dormidos en esa postura meciéndose por el amor mutuo que existía entre ellos. 

★·.·'¯'·.·★★·.·'¯'·.·

A mitad de la noche el detective se despertó buscando el calor del mago, pero su lado se encontraba vacío. Se sentó con cuidado para no marearse y caminó hacia el pasillo creyendo que había ido al baño, se preocupó al no encontrarlo, así que se apresuró en buscar en el resto de las habitaciones de ambas plantas, pero no había rastro de su presencia.

Regresó al cuarto y recordó que la gran pintura en la pared era una puerta secreta. 

Teniendo en cuenta la experiencia anterior cuando cayó de manera brusca hacia dentro, la empujó de a poco hasta poder pasar al otro lado y avanzó despacio acercándose hacia donde provenía la luz.

-Kaito –lo llamó aproximándose hacia él, que estaba sentado de espaldas en la mesa recortando unas hojas de un periódico con unas tijeras –Kaito –lo nombró una vez más llegando a su lado -¿Qué haces aquí tan tarde?

-Shin-chan –lo nombró con una voz tan calmada que era preocupante -¿Te desperté? Lo lamento, intenté no hacer tanto ruido, pero las tijeras no quieren cooperar.

Lo vio dibujar una ancha sonrisa perturbada y enseñó las tijeras simulando el efecto de cortar. Lucía realmente fatal, estaba despeinado, sus ojeras estaban muy moradas y los labios los tenía agrietados. Shinichi miró lo que estaba haciendo; encima de la mesa tenía un periódico y a su alrededor todo tipo de mapas, noticias impresas de internet y fotografías de gente a la que nunca había visto, excepto por una que reconoció de inmediato.

-¿Qué es todo esto? -intentó hablar calmado para no alterarlo y tomó la fotografía entre sus manos.

-He estado investigando una cosa –con las manos buscó algo en el desorden de la mesa tirando un par de cosas al suelo –Tengo pruebas de que mi padre sigue vivo.

Shinichi sabía que eso era algo muy difícil, apretó los labios y ladeó la cabeza para mirarlo.

-¿Lo dices en serio?

Kaito levantó la vista de golpe con expresión ofendida y apuntó hacia la pizarra llena de evidencia que tenía pegada a la pared.

-¡Claro que lo digo en serio! -le respondió -Todo este tiempo he estado reuniendo pruebas y no puedo estar equivocado –le arrebató la fotografía de las manos para enseñársela -¿Lo recuerdas? Es el policía que estuvo con nosotros en la fiesta de año nuevo –no siguió hasta que Kudō asintió -Ya me parecía extraña esa confianza que tenía con mi madre.

-¿Estás diciendo que es él disfrazado? -le preguntó una vez más sabiendo que no era así.

-¡Así es! -pestañeó con la mirada perdida.

El detective miró a su alrededor buscando droga, pero al no encontrar nada tuvo que preguntar con suavidad para que no creyera que lo estaba regañando.

-¿Consumiste algo en este rato?

-¿Crees que estoy drogado? -se llevó la mano al pecho y tosió un poco ya que sentía la garganta seca –No, el niñito británico me tiró lo poco que tenía hace un tiempo. El idiota ese me ponía todos los días contra la pared y me cacheaba como si fuese un prisionero de la cárcel. El muy hijo de puta daba vueltas mi casa buscando cocaína -escupió con rabia y se fue hacia la pizarra a trazar una flecha en el mapa desde Japón a Estados Unidos y justo allí, pegó la fotografía del policía -¡Te acabo de decir que mi padre está vivo! ¿Y sólo me preguntas si me metí alguna droga? -volvió a reír sin poder controlarse -¿Me acompañarías a buscarlo?

Confiaba en que Kaito no le haría nada y dadas las circunstancias tuvo que utilizar la psicología inversa arriesgándose de todas maneras a cualquier tipo de reacción por parte de él.

-Claro, cariño -se le salió al decir y le extendió la mano para guiarlo a la cama –Vamos.

-¡Pero ahora es muy tarde! -negó con el ceño fruncido y leyó las intenciones del detective –No me crees... ¿Es eso?

-N-no -titubeó -¡Claro que te creo!

-¡Me estás mintiendo! -con brusquedad lanzó un objeto al suelo para demostrar su enojo -¡Habíamos dicho que seríamos honestos! ¡Y ustedes no confían en mí!

Lo apuntó con el dedo sintiendo su brazo temblar y una fuerte puntada en el pecho que lo obligó a sentarse en el suelo, Shinichi se acercó corriendo a su lado y lo abrazó.

-Ya está -como pudo intentó tranquilizarlo apegándole bien la cabeza a su pecho –Estoy aquí contigo.

-¡¿Por qué?! -comenzó a temblar y a llorar sintiendo un miedo como si algo horrible lo estuviese persiguiendo mientras recordaba a su padre y a su amiga -¡¿Por qué no pude hacer nada?! -intentó zafarse, pero Shinichi no lo soltó -¡¿Por qué mi padre se tuvo que ir?! -siguió llorando en el pecho del contrario, mordiéndose la punta de los dedos sintiendo un gran miedo de perder a Shinichi también. 



HALLO! 

¿Qué tal? Hasta yo me siento rara actualizando tan seguido

Creo que es el capítulo más largo que he escrito, así que perdón (?) ¡Aclaraciones! :

-No, esta última parte no es un sueño.

-Kaito está comenzando a tocar fondo por la mezcla de situaciones y las drogas que estaba consumiendo. Y aviso desde ya que el drama acaba de empezar. 

-Por si no quedó claro, Isabelle falleció por cosas de guion xD ¡Na mentira! Es que estaba débil al estar mal alimenta y bueno, pasar por todo lo otro estaba lejos de ser algo favorable en su estado.

-Shinichi también se estaba sintiendo mal por los efectos secundarios del prototipo

-Y sí, todos sabemos que Toichi está vivo en el canon xdxd pero aquí no, para que no se hagan ilusiones.


Creo que no tengo nada más que agregar 😊

Abrazos 

;DD

💙 💚 💖💛 💜


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