💜~22~❤️
~Hanahaki Disease~
Con el título ya saben qué esperar.
No actualizaba esta madre hace siglos xd
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¿Por qué? ¿Por qué estaba pasando esto? Es lo único que quería saber.
¿Por qué en un momento así? ¿Por qué a él? ¿Por qué?
Siempre había creído que el amor lo maldijo en más de una forma, pero esto ya era el colmo de lo intolerable.
Y pensar que hasta hace meses todo iba perfecto. Hace meses, Satanick se había rendido de molestarlo por un largo tiempo, y había tenido tiempo de disfrutar con su familia en Flame World.
Todo era hermoso, todo estaba bien, todo era perfecto pasando el rato de manera amena.
Todo era maravilloso, en las noches de insomnio, sentado en los tejados del castillo, observando la luna junto a su hijo menor.
Sí, las cosas iban bien... Iban tan bien que era demasiado bueno para ser verdad. Pero entonces... Entonces tuvo que empezar a sentirse de esa manera ¿No es así?
Lo recordaba perfectamente, todo empezó con ese bello momento juntos bajo la luna. Él no había podido dormir, y su hijo estaba en las mismas. Cómicamente se habían encontrado sin quererlo en el mismo tejado dónde se sentaban a veces y rieron por el susto que se habían dado.
Licorice no dijo mucho sobre su falta de sueño y alegó que tenía mucho en qué pensar. Ivlis no objetó, él tampoco tenía un motivo válido para estar ahí a las 3 de la mañana, pero no es como si al manda-más del infierno se le puedan dar órdenes así que no se hizo mucho problema por justificarse.
Hablaron de todo lo que les vino a la mente. De las estrellas, de su día, de los humanos y sus extrañas costumbres o dioses variados, de lo que harían mañana, de lo que pensaban por más absurdo que fuera.
Aquello se repitió noche tras noche, volviendo sus mañanas momentos difíciles para despertar y encuentros cómplices en el desayuno con chistes que solo ellos entendían, mientras que los demás se preguntaban de qué se habían perdido ahora.
Todo se ha la vuelto... Diferente, incluso durante el día.
Siempre había sido cercano a su hijo, pero aquello era algo que se sostenía más con un amor inocente y maternal que le despertaba su pequeño, quién... Bueno, ya no era tan pequeño. Licorice había crecido y con ello había cambiado un poco, cambiando entonces esa relación por algo nuevo lleno de risas traviesas, chistes adultos, charlas interminables, un sentimiento de desilución cuando llegaba el fin de la noche y uno de emoción cuando subían al tejado a encontrarse.
Ivlis pensó que parecían dos jóvenes retando a sus padres para verse a pesar de una prohibición, al menos así se sentía, como si estuvieran haciendo algo malo que se sentía bien.
Y es que muy tarde se dió cuenta. Licorice no dejaba de ser él, pero algo había cambiado.
Reconocía un nuevo brillo más travieso y vivaz en sus ojos, como el de un zorro astuto y tramposo de cuentos para niños engañando a una presa. Su forma de expresarse al hablar aunque siempre había sido adelantada para su edad ahora era más elocuente y elegante, atributos que no solo se limitaban a ello. Por el contrario, se veían en cosas más superficiales como sus movimientos.
¿Lo estaba analizando demasiado, tal vez? Ivlis no estaba seguro de nada excepto de una cosa, ya nada era igual.
No estaba diciendo que su hijo cambiase de personalidad de un día al otro, mas no evitaba pensar que durante la caída de la noche sobre el techo este se volvía más tranquilo. Era como si se sintiese libre de ser como quisiera esas cortas horas bajo las estrellas y la luna roja, con ninguna compañía que no fuese la suya.
Las cosas se vinieron a pique la primera noche que Licorice no vino a verlo en el tejado. Él le explicó que se había quedado dormido e Ivlis le creyó, después de todo su hijo nunca le mentiría, sin embargo un extraño dolor despertó en su pecho y le impidió respirar por un rato.
Luego cuando fue a buscarlo de la escuela lo vio riéndose a carcajadas con la hija de Kcalb y Etihw. El pecho volvió a dolerle, pero esta vez más intensamente, incluso creyó que se ahogaría ahí mismo.
Y ahora... Resulta que esa chica no era solo una amiga más. Y no, Licorice no fue quien se lo dijo, ni a él ni a nadie, lo descubrió por sí mismo gracias a la diosa blanca.
Esa noche el pecho volvió a dolerle como nunca antes había sentido. Era un dolor agudo y molesto atravesando su corazón, realentizando su respiración, haciéndolo arquearse sobre el suelo convulsionando como si sus pulmones se hubiesen llenado de agua.
Entonces tosió, tosió decenas de veces sintiendo que algo pastoso se derrapaba de su boca y hacía un sonido sordo y húmedo contra el suelo. Sintió cómo su garganta se rasgaba, escupiendo sangre, tallos espinosos, e infinidades de pétalos amarillos y rojos.
No se detuvo hasta que su cuerpo suplicó un descanso, tratando de recuperar el aire perdido mientras las lágrimas caían sobre los restos de girasoles y rosas rojas.
No era alguien que creyese en leyendas o supersticiones además de las brujas, pero era evidente qué estaba provocando ese inesperado escupidero de flores y sangre.
Lo había leído una vez en un libro cuando era joven, sin embargo nunca creyó que era cierto. Es decir... Su amor por Siralos dolió, pero no recordaba haber escupido flores por ello. Sin embargo ahí estaban las condenadas flores ahora, haciéndole ver una verdad que no quiso aceptar o considerar ni en esta ni en otra vida.
Yo lo amo... ¿Verdad?
Era imposible negarlo cuando ahí estaba la dichosa prueba de cómo su corazón se había enfermado este tiempo, y cómo la presencia de alguien más traspasó ese dolor emocional a uno físico y real.
N-No quiero... No quiero morir... No así...
Se arrastró en el piso, llorando por clemencia a una deidad que no existía, sollozando al comprobar que al único que quería ver en este lamentable momento era a su hijo menor.
L-Licorice...
No alcanzó la puerta a tiempo, volvió a retorcerse adolorido y sofocado al sentir que su respiración era obstruida y algo forzaba para salir, así tuviera que desgarrarlo desde adentro.
Cada quejido, lamento y sollozo llamando al mismo nombre acababa interrumpido por manojos de pétalos, hojas y tallos. Parecía casi una puta broma de mal gusto que se vieran en tan buen estado y con los mismos colores vibrantes y luminosos que les atribuiría el sol y buenos cuidados.
¿Las flores se alimentaban de su dolor? ¿De su amor tal vez? Reflexionarlo era estúpido cuando estaba muy ocupado esforzándose por no asfixiarse, tanto así que ni siquiera se detuvo a intentar ver quién había abierto la puerta.
Creyó escuchar su nombre en un tono aterrado, pensó que al terminar ese martirio podría atenderlo, pero en vez de eso se le nubló la vista y su audición se limitó a un pitido extenso y a la misma voz llamando a su nombre.
¿Licorice...?
Eso supuso al reconocer sus ojos dorados antes de la inconsciencia temporal que necesitaba, aunque... Si la visión no le falló...
¿Eso que vió desperdigado en su ropa eran pétalos de rosa Borgoña?
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Me fumé tremendo Faso para escribir esto, de nada(?
Por cierto, tendría que re hacer el dibujo del multimedia, como que está horrible mi estilo viejo, ew
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