🍒Capítulo 32🍒
N.
-Omnisciente-
La luna cubrió el cielo y su rayo platinado atravesó la ventana entre las cortinas, iluminando un pálido y herido rostro, llovido por sus líneas doradas despeinadas y coloreado por sus más internas angustias.
Su cuerpo reposó inerte sobre la camilla, vestido aún con su uniforme negro y anaranjado cubierto por una ligera cobija blanca como las cuatro paredes que lo rodeaban.
Estaba consciente pero ¿Qué precio tenía estarlo?, solo él lo sabía.
En cuanto el efecto del analgésico que le había sido suministrado para aplacar el dolor que sentía de la punta de los pies a la cabeza había empezado a desvanecerse, había cobrado la consciencia suficiente para hablar con su superior y, para no variar en absolutamente nada según su juicio, volver a meter el pie en el barro.
No había sido del todo sincero, eso estaba claro, pero no para protegerse él, si no increíblemente, para proteger a otros.
¿Por qué?
Era algo que no conseguía saber por más que le daba vueltas y vueltas al asunto, le atribuía esa omisión de información que no era propia de él a una culpa irremediable dentro de su cabeza por las acciones que antecedian y a su vez daban origen al pleito que lo había llevado hasta allí.
Quizás, la culpa por haber intervenido en una relación ajena a él, o más específicamente, por haber arrojado al cesto sin pensar los que, muy a su pesar, eran los sentimientos honestos de una persona - Aunque esta fuera Kageyama - había sido la autora intelectual de su mentira.
Siguiendo esa teoría, concluyó que como manera de retribuirle por su acción de maldad tan propia de él pero a su vez tan incorrecta, está vez cargaría él con el saco lleno de piedras.
Por única vez en su vida, había elegido apropiarse de las acusaciones, y ponerse en frente de su compañero para recibir lo que le tocara recibir en su lugar, por muy malo que fuera.
» Vida por vida, Kageyama...he pagado mí deuda contigo « Pensó, cansado de todos los pleitos y de los problemas que había afrontado.
Fuera lo que fuera, se repetía en su cabeza que ya estaba hecho, y no tenía vuelta atrás. Lo más sabio que podía hacer ahora, era descansar y disfrutar del silencio y de la soledad que le daba la solitaria aura de una abandonada y nocturna habitación de hospital.
Con ese objetivo en mente, se removió suavemente en su camilla buscando comodidad, con los ojos cerrados por el dolor y la cobija resbalandose por sus piernas, más no consiguió mucho, estaba incómodo y adolorido.
» Mierda, me duele todo..«
Resignándose a la rectitud de una camilla, se mantuvo de espaldas y brazos cruzados sobre su abdomen. Sus manos estaban cubiertas por generosos vendajes hasta la muñeca.
Aún le sorprendía todo lo que había sucedido, se sentía casi como haber despertado de una pesadilla vívida y contundente, de esas que te hacen despertar sudando y murmurando por ayuda.
» Quién iba a decir que tendría que verme así, que espanto..«
Su mirada rotó hacía la luz que entraba por las cortinas y, muy tenuemente, pudo divisar la luna brillando en el cielo nocturno. Era una noche hermosa, para estar solo y encerrado en cuatro paredes blancas como las de un manicomio, solo acompañado por esa tenue luz y los débiles sonidos del colchón bajo su cuerpo cada vez que se removía.
Un estrujón desconocido pululó por su pecho, acongojando su corazón como algo que no pudo dislumbrar con claridad; ¿Temor, dolor o preocupación?, Quizás era todo aquello junto, hecho una mescolanza que agitaba sus emociones y le daba pie a una angustia que desconocía y que ahora que la experimentaba; le hacía sentir un nudo en la garganta.
Estaba solo.
Completa y llanamente, solo. Y por mucho que le sorprendiera aceptarlo, esa completa y profunda soledad; no era del tipo que le agradaba.
» Nunca pensé que el silencio podía ser tan...abrumador «
Cual Deja vú, esas palabras rebotaron en su cabeza con otra propietaria, la cual y para su pesar, volvía a se atosigar su mente con una sonrisa de oreja a oreja.
Una sonrisa melancólica pintó sus labios y ese recuerdo se paladeó agridulce.
» Supongo que una vez más, deberé admitir que esa tonta tenía razón...«
Con un suspiro como cierre a su catarsis, éste se dejó hundir en la camilla con pesar, resignándose a lo que lo rodeaba.
Más pronto de lo que pudo discernir, sus ojos volvieron a sentirse pesados por el analgésico que aún tenía sus vestigios en su sistema.
Justo cuando creía estar al borde de retornar a su letargo somnoliento, un muy suave y casi imperceptible ruido lo alertó, haciéndolo entreabrir los ojos.
» ¿Hum?, debe ser una enfermera..«
La puerta se abrió con disimulo y lentitud, quién fuera, no quería perturbar su sueño, por lo que esté no se movió.
Su presencia asomó tímida y sigilosa por la rendija, cerrando suavemente la puerta tras ella. Desprovisto de sus lentes, sus ojos tardaron unos segundos en poder enfocar efectivamente la figura que había entrado a la habitación.
Pronta fue su sorpresa cuando la visión se tornó más clara a medida que intentaba despertar del todo, no tardó en reconocerla; su cabellera rojiza brillaba cayendo a los lados de su rostro, el cual lo observaba con una mirada llena de tristezas, de preocupación.
Su cuerpo se removió lentamente y éste frotó sus ojos en busca de confirmar que no estaba soñando.
- ¿Jazmín..? - Murmuró con una voz ronca que delataba su estado somnoliento. Viéndolo despertar, ella pronto bajó su mochila en la única silla que había en la habitación para luego acercarse hacía él con prisa.
- ¡Perdón!, no quise despertarte Kei.
- Tranquila, sólo estaba intentando dormir, pero no tuve suerte..- Respondió, incorporándose con cuidado en la camilla con expresión confundida - ¿Qué estás haciendo aquí?, es tarde..deberías estar en tu casa.
- No podía irme sabiendo que tú estabas aquí - Colocándose a un lado de la camilla, su mirada lo examinó con preocupación - ¿Cómo te sientes?, ¿Te duele algo?
Incapaz de regañarla al ver su estado de interés tan honesto, y teniendo la certeza de que ella no aceptaría una contraria de su parte, el muchacho se resignó dando un suspiro.
- No, estoy bien, no te preocupes..- Sus ojos la recorrieron y este notó que aún traía el uniforme de animadora - Enserio, no era necesario que te quedarás, Jazmín. Yo estaré bien.
- Lo sé..pero, sabes yo..- Su voz se fue desvaneciendo a media frase, pues su mirada bajó hasta las manos masculinas que reposaba en la camilla y pronto él notó como sus bonitos ojos café se oscurecían contemplando los vendajes que la cubrían.
Con suma delicadeza, como si temiera que este se rompiera, ella dejó una caricia en sus manos heridas, dándole un escalofrío.
Estaba seguro que ella tenía muchísimas preguntas e incertidumbres, pues podía engañar a muchas personas sin problemas, incluído todo su plantel e incluso su entrenador.
Pero a Jazmín simplemente no podía engañarla.
- Diablos, Kei..¿Cómo pudiste hacerte esto? - Murmuró con angustia, pasando sus dedos con cuidado por sus manos, sintiendo la textura de los vendajes - No entiendo que pasó, estas cosas no son propias de ti.
Cuánta razón tenía, pero ¿Cómo decírselo?
Nisiquiera él sabía con certeza como explicarse a sí mismo el comportamiento tan irracional que lo había caracterizado estos últimos días.
Y la frustración que lo tenía absorto, se le escapaba por los poros.
- Da igual, ya está hecho..- Concluyó de mala gana, escondiendo sus manos bajo la sábana y desviando la mirada hacia otro sitio- y te agradecería que lo dejes así.
Si era honesto, le dolía en el alma ser tan distante y frío con ella, pero aunque quisiera, no estaba en condiciones de dar explicaciones, y no quería verse en la obligación de hacerlo, así que escaparía cuánto pudiera.
Comprendiendo la distancia puesta por su compañero, ella se apresuró a esconder sus propias manos tras su espalda y se mantuvo en silencio por unos momentos, sintiéndose avergonzada por incomodarlo.
- Como digas, lamento incomodarte..- Murmuró, alejándose unos centímetros de la camilla con la mirada por los suelos - ¿H-has comido algo?
- No, no tengo mucha hambre a decir verdad - Confesó sin interés, descansando su cabeza sobre la almohada- ¿Y tú?
Ella negó y pronto un ruido delator proveniente del estómago ajeno asomó por la habitación, provocando una sonrisa en el herido joven.
- Mentirosa.
- C-cállate, sólo es..dolor de estómago - Mintió, sintiéndose avergonzada de sus interiores - Tú si que deberías haber comido, estás delicado.
- No hará la diferencia si lo hago o no - Cruzando sus brazos sobre su pecho, este observó una abandonada bandeja en una mesilla - Además, la comida de hospital apesta.
Rodando los ojos, ella caminó rumbo a su mochila, tomando de su interior una pequeña caja rosada envuelta con una bonita tela de colores.
- De igual manera, debes comer para recuperarte..- Regresó junto a él, trayendo una silla consigo a rastras. Una vez tuvo la caja sobre su regazo, la desenvolvió y le quitó la tapa haciéndola a un lado - Así que, te guste o no, vas a cenar conmigo.
Pronto surgió a la vista un bonito y cuidadoso arreglo de comida. Ante su propuesta, el mayor no pudo si no arrugar la nariz en descontento.
- ¿Has oído cuando te dije que no tengo hambre o acaso estás sorda?
Dotándose de paciencia, ella frunció el ceño mientras ordenaba todo cuidadosamente y buscaba unas servilletas dentro de su mochila.
- Por desgracia te oí, y te digo que vas a cenar.
- ¿Desde cuándo tú me das órdenes? - Inquirió observando sin ánimos lo que reposaba sobre su regazo - Y para empezar, ¿De dónde sacaste eso?
- Mí mamá preparó este almuerzo para mí, pero con tantas cosas..no he tenido tiempo ni de comer - Murmuró, tomando uno de los sándwich con una servilleta y tendiéndoselo con cuidado - Ten.
Examinádolo por unos cuantos segundos, este negó desviando la mirada hacia otro lado, haciéndola suspirar.
- Vamos, no seas terco y tómalo - Insistió, más este se mantuvo impasible. Dejando el sándwich sobre la caja, ésta se cruzó de brazos - De acuerdo, entonces no comeré hasta que tú lo hagas.
- Jazmín, no seas infantil..- Renegó observándola con reproche, más los segundos se convirtieron en minutos y éste comenzó a preocuparse - ¿Y el terco era yo?..dios mío, dame eso antes que te mate.
Satisfecha con su resultado, ella le entregó el bocadillo felizmente y él lo tomó con resignación.
- Si puedo hacer que cenes al menos por hoy, me importa poco si te enojas conmigo o no - Concluyó, llevando de igual manera un bocadillo a su boca y dando inicio a la cena - Buen provecho.
Rodando los ojos con cansancio, este observó el bonito bocadillo con atención antes de atreverse a darle un mordisco. Para su sorpresa, este sabía de lo más delicioso, por lo que en compañía de la morena, ambos comieron tranquilos y en silencio.
Luego de su insistencia, había logrado hacer que el terco muchacho cenara, por muy poco que fuera. Una vez terminaron, ella guardó todo con cuidado dentro de su mochila y se limpió con una servilleta.
- Me siento mucho mejor - Confesó estirando sus brazos hacia arriba mientras se acomodaba en la silla y descansaba su rostro sobre su mano - ¿Y qué tal tú?, ¿Te gustó?
Asintiendo con tranquilidad, este se acomodó sobre su camilla con expresión serena.
- Realmente estaba bueno, te lo agradezco.
Ella le sonrió y pronto su teléfono vibró dentro de su bolsillo. Era su mamá, quería saber si estaba bien, pues ya eran pasadas las diez.
- ¿Problemas? - Inquirió él y ella negó con una risita.
- Sólo es mí mamá, quiere constatar que sigo viva - Bromeó y se colocó de espaldas a Kei, sosteniendo el teléfono sobre ellos en la tan conocida selfie - Sonríe, le enviaré ésto para que se quede tranquila de que estamos bien.
Sin tiempo a protestar, este se apresuró a cubrirse el rostro con la mano antes de que ella tomara la fotografía y, entre risas, volviera a acomodarse sobre la silla mientras tecleaba.
- Más vale borres eso, o tendré que deshacerme de esa cosa - Advirtió, pasándose una mano por el rostro con frustración, a lo que ella solo le sonrió.
- ¿Por qué?, ¡Si saliste bien! - Ella le enseñó la foto y este arrugó la nariz con descontento- Es raro verte sin lentes, pero no te sienta mal, quizás debería colocarla de fondo de pantalla.
Con una mano cubriendo la mitad de su rostro de la nariz hacia abajo, este chasqueó la lengua, ocultando un bonito y honesto rubor que quería asomar por sus mejillas.
- Cierra la boca, estoy seguro que soy un jodido desastre ahora.
Arqueando una ceja mientras guardaba el teléfono, ella lo examinó con cierto desconcierto.
- Pues, aunque no lo creas, a pesar de estar tan..herido y delicado - Su tono de voz bajó considerablemente y su mirada buscó otro sitio lejos de él, con cierto color salmón pululando por la piel de su rostro moreno - Te ves muy bien.
Unas ahogadas palabras detuvieron su carrera en su garganta, quedándose atoradas en un fallido murmullo bajo los calores del corazón y su vergüenza tomando asiento en sus mejillas.
Ahogado en su timidez, éste se limitó a un simple chasqueo con su lengua, y se dejó deslizar suavemente por su camilla para descansar de lado, dándole la espalda a la muchacha.
- Tonta.
El que calla, otorga. Y ella sonrió.
Él muchacho enterró todas sus palabras y latidos bajo la sábana, resguardandose en el protector silencio de una noche de secretos.
Ella lo entendió, y sin insistir, puesto que solo estaba ahí para cuidarlo, se mantuvo en silencio junto a él, mirando por la ventana la hermosa y brillante noche que los acompañaba.
Las doce dieron su punto culmine poco después, y por la puerta la enfermera sonriente que había cuidado de Kei y de otros chicos todo el día asomó con un pequeño carrito.
- Joven Tsukishima, es hora de su dosis - Advirtió y éste se incorporó con lentitud, pues el dolor de su cuerpo aún permanecía, y más aún cuando el efecto de las drogas que le suministran comenzaba a perder efecto.
Sin rechistar y ya conociendo la rutina, éste liberó su brazo extendiéndolo sobre la sábana para recibir la última inyección hasta mañana. Pronto se percató de que su acompañante no estaba mirando, y mucho peor, se había alejado de la escena con cierta palidez anormal en ella.
Una vez ella le colocó un algodón sobre el pinchazo y, en consecuencia, una pequeña bandita blanca. Éste la observó, pues ella se encontraba de espaldas a la escena, con una expresión de temor no muy agradable.
- Hey, ¿Estás bien?
Aún sin atreverse a voltear, ella agitó su mano suavemente, restandole importancia.
- Si, perdóname..- Inhaló y exhaló pesadamente, intentando regular su respiración con calma - Es sólo que..no me gustan para nada las agujas y los pinchazos..me..me marean.
Dejando salir una risita incrédula mientras la enfermera descartaba la aguja y ordenaba todas sus cosas para retirarse, éste la admiró aún sorprendido.
- Cobarde..- Murmuró para luego regresar su brazo a su costado - Ya acabó, ya puedes voltear.
Con cierta duda, ella observó de reojo, para luego atreverse a acercarse con cierto temor aún vislumbrando por su rostro.
- ¿Te duele? - Inquirió con preocupación y él negó serenamente. Ella levantó la vista hacia la enfermera - Disculpe, ¿Ésta ya es la última?
- Así es, ya puede descansar tranquilo - Juntando sus manos delante de sí con suma prolijidad, ella asintió, sonriente y brillante, dándole tranquilidad a la alterada joven- La próxima dosis del joven Tsukishima es a las diez de la mañana, por lo que puede descansar tranquilo, el efecto del analgésico tardará una o dos horas en hacer efecto por completo, hasta entonces, le recomiendo que lo hidrate muy bien, eso es todo.
Asintiendo dispuesta a seguir las instrucciones al pie de la letra, ella se inclinó respetuosamente en una corta pero respetuosa reverencia.
- Se lo agradezco mucho, enfermera.
Dedicándole una sonrisa cortés, ella tomó sus cosas encaminándose a la puerta.
- Cualquier emergencia que tenga, puede tocar el botón de emergencia junto a la camilla, y acudiré enseguida - Avisó y ambos asintieron - Descansen.
Y sin más, se retiró cerrando la puerta tras de sí con cuidado. Ella soltó un suspiro, encaminándose hacia el muchacho y tomando la botella de agua mineral que habían dejado sobre la mesilla, sirviéndola en un vaso.
- Bueno, ya oíste, debes hidratarte y descansar.
Aceptando a regañadientes, éste bebió del vaso que se le ofrecía para luego devolverlo y acomodarse con incomodidad en la camilla.
Ella lo ayudó, acomodando la almohada tras su espalda con cuidado.
- Estoy cansado de estar aquí, ya quiero irme a casa..- Renegó y ella soltó un suspiro, colocando una mano en su hombro con una sonrisa comprensiva.
- Tranquilo, para mañana ya estarás mejor, ¿Si? - Aseguró y él la observó, buscando confiar en ese bonito gesto que sentía tan sincero.
Su mirada fue hasta la televisión apagada colgando de la pared en una esquina de la habitación, hasta entonces no se había percatado de ella.
- ¿Por qué no vemos algo? - Propuso y él la observó con duda, enarcando una ceja- Así te distraes hasta que te duermas.
- No lo sé, no miro demasiada televisión - Aceptó sin mucho entusiasmo y ella rodeó los ojos, tomando el control remoto de encima de la estantería y regresando a sentarse a su lado.
Para su fortuna, la televisión funcionaba perfectamente, y haciendo zapping, buscaron alguna opción que fuera buena, aunque no tenían mucho que esperar, la televisión no era muy agradable por la madrugada.
Al final, encontraron una película al azar por la que se decidieron únicamente por qué habían conseguido dar con ella cuando apenas comenzaba.
Cada uno en su lugar, se mantuvieron observando la pantalla con poco interés.
Había algo en común que los tenía centrados en sus propios pensamientos, y el sonido ajeno a ellos, era solo su búsqueda por justificar su silencio, y no tener que decir las cosas que en realidad querían.
Sin que ninguno se percatara, se buscaron mutuamente, observándose de reojo cada tanto, como atisbos llenos de necesidad, de deseos de sincerarse que no llegaban a nada, pues ambos se mordían la lengua y, como cobardes llenos de secretos, decidieron callar.
Y es que había tantas preguntas, tantas cuestiones sin resolver. La duda los mantenía nerviosos, había algo raro en el aire.
Y fruto de esa duda que no querían resolver, de esas confusiones, un silencio se había plantado entre medio de ambos, pesando en esa distancia que habían decidido dejar florecer.
La misma que, si no se decidían a hablar, esa distancia podría seguir dispersando sus raíces bajo ellos, hasta que fuera demasiado difícil de talar.
El analgésico comenzó a cosquillear bajo su piel con el transcurrir de una hora, haciéndolo sentir más relajado. Movió sus dedos con dificultad, intentando mantenerse despierto.
» Mierda, estoy empezando a sentirme somnoliento..«
Sus ojos pestañearon varias veces, amagando con caer ante el peso del relajante muscular que se le había inyectado.
La habitación se tornó un tanto borrosa y más oscura, y más pronto de lo que pudo percatarse, sus ojos se habían cerrado por varios minutos.
Estaba seguro de que había sido antes de dormirse, pero entre nubosas confusiones visuales, frente a sus ojos se movió la silueta femenina que reposaba con él.
» Jaz..«
No pudo moverse ni hablar, pues estaba atrapado en ese limbo en el cuál estás casi completamente dormido, pero aún puedes oír y ver ciertas cosas a tu alrededor, pero estaba seguro de que ella se había acercado a él, probablemente para constatar si éste se había dormido.
Sus rizos rojizos cayeron a los lados de su rostro y éste se sintió acongojado al contemplar esas pupilas cafés titilar frente a su rostro, casi cristalizadas, observándolo por varios segundos mientras acariciaba su rostro con una suavidad que deseaba poder sentir.
» Eres tan jodidamente hermosa..pero, ¿Por qué tienes esa expresión tan triste, Jazmín? «
Sus pestañas revolotearon y unas cautas e injustas lágrimas que ella se apresuró a secar, resbalaron por sus mejillas rosadas. Su corazón se achicó dentro de su pecho y deseó poder entenderla, poder calmar su llanto.
Le causaba tanto dolor verla llorar, y la carga era más pesada al saber que, aunque estuviera consciente, no podía responderle.
Una herida muy grande pintó líneas en su pecho sabiendo que probablemente, esos secretos que guardaba con tanta frialdad bajo una llave lanzada a las profundidades del océano, eran lo que lastimaba el corazón ajeno.
» Desearía ser capaz de secar tus lágrimas..«
Sus labios se acercaron a él y dejó un tierno beso sobre su frente, murmurando algo que no pudo escuchar pero se imaginó que era mejor así.
Su cuerpo dejó de responderle por completo y perdió la noción de todo a su alrededor cayendo inconciente por un tiempo que no llegó determinar, pues la noche tomó su rumbo y siguió por su cuenta sin esperarlo.
• • •
| Quiero ser tu aspiradora,
respirando tu polvo |
Un cosquilleo sobre su rostro producto de la vestisca que entraba por la ventana logró interrumpir su ensoñación, y sin poder moverse como desearía, éste abrió los ojos lentamente, siendo recibido por la ahora insoportable luz de la televisión molestando su primera visión del mundo.
» Auch..me duele la cabeza..«
Buscando cubrirse, éste movió su mano con lentitud hasta su rostro, frotándose apenas los ojos para adaptarse a su realidad.
Pronto un tenue sonido de sollozo llamó su atención, este era apenas perceptible, pero en el silencio nocturno había logrado ser captado por su oído.
Descubriéndose la vista con lentitud, éste visualizó una silueta femenina sentada e inmóvil en una de las sillas de la habitación, con la cabeza gacha y sus manos cubriendo su rostro.
Tan triste, tan lejana.
No podía ver su expresión, pero estaba seguro de que estaba llorando.
- Ey, Jaz..- Murmuró, apenas en un hilo de lo que alguna vez fue una voz y ésta se sobresaltó, levantando la cabeza del susto- ¿Estás bien?
Fue solo por unos escasos momentos, pero con el corazón en un puño, él pudo observar como sus mejillas brillaban bajo la luz de la luna, por los vestigios de lágrimas que habían surcado sus mejillas y se habían secado.
- No quise despertarte, perdóname..- Se disculpó rápidamente, ocultando su expresión y sorbiendo por la nariz mientras se pasaba ambas manos por el rostro quitando toda evidencia de tristeza de la vista.
Sin duda, había estado llorando mientras él dormía.
- No lo hiciste.. - Aclaró, tomando un profundo respiro antes de intentar incorporarse con lentitud, sintiendo el dolor marchitar su cuerpo y obligarlo a cerrar los ojos con fuerza- Mierda.
- ¡N-no te levantes! - Veloz como un rayo, ella se apresuró a alcanzarlo, colocando una mano en su espalda para ayudarlo a acomodarse- Aún necesitas descansar.
Él levantó la vista hacia ella, sintiendo el frío tacto de su mano sostener la propia, y pronto notó que un suave tono rojizo decoraba sus ojos tras sus lentes, en señal de irritación por el llanto.
Ella pareció notarlo, pues se apresuró a desviar la mirada mientras lo ayudaba.
» ¿Cuántas heridas me ocultas? «
Su cuerpo se mantuvo sentado en la camilla y ella acomodó la almohada tras de sí con dedicación. Sintiéndose corroído por la tristeza que no comprendía, éste mantuvo su mirada en sus manos unidas, sosteniéndola con cierta firmeza que llamó la atención femenina.
- No te preocupes por mí.. - Murmuró entonces, observándola con seriedad - Dime, ¿Por qué lloras?
Extrañada por la repentina actitud ajena, ella se mantuvo de pie junto a la camilla, sin soltar su mano pero incapaz de sostenerle la mirada.
Ella mentía.
- No es importante.. - Murmuró y sus labios temblaron - perdona si te despertó eso, no fue mí intención.
- No es por eso, tonta - Aclaró, soltando un suspiro de cansancio y ella lo observó con cierta sorpresa - Me preocupa verte llorar, ¿Quieres contarme qué pasa?
Ella pareció darle vueltas al asunto por unos segundos, mordiéndose el labio en duda.
| Quiero ser tu Ford cortina
y nunca me oxidaré |
En busca de darle ánimos, éste acarició el dorso de la mano que sostenía con su pulgar y la mirada femenina subió hasta la ajena, perdiéndose en la honestidad de esos ojos dorados que la observaban llenos de preguntas, de secretos y de algo que no alcanzaba a comprender.
No podía engañarlo.
- Supongo que estoy saturada.. - Confesó en un suspiro que escondía mucha tristeza- Han pasado muchas cosas que no he podido digerir hasta sentarme y tener unos segundos de silencio para escuchar mis propios pensamientos...y aveces, pesan mucho más de lo que creo.
Asintiendo como única respuesta, éste contempló como sus manos temblaban por esa ansiedad tan aguda que la caracterizaba, siempre preocupándose en exceso por las cosas, por los demás, pero jamás por ella.
Cuando nos ocupamos tanto de lo que nos rodea, y dejamos que nuestro corazón se rebalse de las emociones y problemas ajenos, olvidándonos de nuestra propia existencia.
Es cuando solemos explotar.
Su corazón se encogió y sus labios temblaron junto a su mirada; esos ojos tan cargados de preocupaciones, de tristeza, de angustia.
Necesitaba paz, pues estaba rebalsando y hundiéndose en su propia marea.
- Mierda..estoy muy cansada de tantos problemas - Sollozó y su voz se quebró, llevando una mano temblorosa a sus ojos para cubrir esa lluvia cristalina que volvía a caer por su rostro cansado.
Su tristeza fue más fuerte que ella y sin poder evitarlo, sus lágrimas tomaron posesión de su existencia sin que pudiera seguir conteniéndolas.
Un suave tirón atrajo su cuerpo hacía la camilla y sus brazos la rodearon con dedicación, intentando apañar ese frío que pululaba alrededor de su alma rota y gastada por los conflictos.
Así fuera por unos momentos, deseaba poder ser su calma, apaciguar el ardor de su pecho, y contener el dolor de su corazón.
Aferrándose a ella con solemne serenidad, sus brazos se cruzaron por su espalda, mientras su rostro húmedo descansaba en su pecho, atónita ante todo lo que recibía, pues no era usual en la persona que la sostenía.
- Tonta..no tienes por qué aguantarte todo, yo estaré para ti siempre que me necesites o sientas que necesitas desahogarte.
Su garganta se atascó, ahogada en palabras que no podía decir y sus labios temblaron mientras sus ojos nubosos no podían ver nada a su alrededor más que llanto y angustia.
Prisionera de su dolor, buscó algo de calma en la calidez que le brindaba la existencia tan maravillosa de Kei.
» Siempre te conviertes en mí alivio..«
Sus manos sin pulso se aferraron él con desesperación y su rostro buscó refugio en su aroma, en la esencia cauta y tranquila de su alma, y en el cariño genuino que sentía cada vez que estaba cerca de él.
Poco importaron todas aquellas cosas que callaban, pues aveces el dolor resuena más fuerte que todo a tu alrededor, incluso tus pensamientos.
| Si te gusta tu café caliente
déjame ser tu cafetera |
Sintiendo como su ropa se humedecía por las lágrimas ajenas, éste acarició su espalda con suavidad mientras ella se acomodaba como un pequeño minino, removiéndose mientras buscaba refugio en él, como su única fuente de tranquilidad, su estabilizador, su cable a tierra.
Él era su aire cuando tenía la soga al cuello.
- Llora si lo necesitas..estoy contigo y no me iré a ninguna parte, no tienes de que preocuparte.
Su suave voz caló profundo en su corazón, dándole escalofríos y llenando sus corazón de un sentimiento que no podía dilucidar muy bien, pero que le causaba un alivio indescriptible que necesitaba con urgencia.
Por lo que, hundida en ese maravilloso rincón donde se sentía a salvo, protegida de todo lo que pudiera herirla, dejó que todos los pesares que había aguantando, volviéndose una pesada piedra sobre sus hombros, se fueran por la cascada plateada que resbalaba por sus mejillas, desvaneciendose bajo el cálido abrazo de la persona que llevaba profundamente en su corazón.
Él se dejó envolver por sus sentidos, resignándose al impulso de querer protegerla como lo había hecho desde que la conoció, quería mantenerse frío para evitar todo ese revoltijo de emociones que le daban vueltas revolviendo sus tripas de todo lo relacionado a ella que había dejado pendiente de respuesta.
Quería escapar de sus problemas, pero cada distancia que plantaba, se le hacía dura como una puñalada en el pecho, descontrolando su poder de decisión que una vez más, lo había hecho sucumbir ante ese deseo irremediable que por más que intentaba esquivar, regresaba una y otra vez a él hasta el hartazgo.
¿Qué caso tenía intentar negar que quería estar cerca de ella?
¿Qué podía hacer si todo lo que deseaba era verla feliz?
¿Qué sentido tenía aparentar que no deseaba abrazarla, sentir su aroma, su tacto, disfrutar de su esencia y de cada parte de ella como si esta pudiera desaparecer entre sus brazos?
No encontraba el sentido a fingir, a disfrazar su corazón y todos sus deseos, a negarse a si mismo algo que lo golpeaba como una fuerte bofetada para recordarle que no podía escapar de lo que le era involuntario, y de lo que muy internamente, había aprendido a disfrutar.
Simplemente, no le encontraba el sentido a seguir negando que se había enamorado de Jazmín.
| Tú mandas, cariño.
Yo solo quiero ser tuyo |
El tiempo no dió tregua y pasó sin que ninguno tuviera noción de ello, y aún cuando las lágrimas se habían secado y el llanto calmado, no tenían prisa por detener aquel momento que compartían y que tanto refugio les daba a ambos, con sus individuales universos mentales y sus duelos por ganar.
Acunada por sus gentiles brazos, ella inhaló su dulce aroma masculino, con sus dedos aferrados a su camiseta.
Había olvidado esa sensación tan bella que significaba la compañía de Tsukishima. En ese lugar no sentía prisa, ni temor, mucho menos tristeza, pues todo de él, aunque superficialmente frío y tosco, era profundamente cálido y solemne, calmo como el agua, sin un solo atisbo de algo que pudiera perturbarlo.
Era el lugar ideal que, sin saberlo, siempre había necesitado.
- ¿Estás..mejor? - enredando sus largos dedos en sus suaves rizos colorados, su tenue voz asomó por sobre su cabeza y ella afirmó en un murmullo- Me habías preocupado.
- Gracias, Kei..y lamento haberte..asustado - Confesó ella, con cierta vergüenza pululando por su rostro en forma de sonrojo.
- Tranquila, me importa que estés bien, el resto..se puede convertir en un recuerdo olvidado - Bromeó con una sonrisa socarrona, intentando animarla. Él levantó una de sus manos, alejándola de su cuerpo y pronto notó como sus dedos tiraron suavemente de su camisa, aferrándose a él casi Instintivamente- ¿Huh?, ¿Qué sucede?
Negándose a responder, pero también a alejarse, sus manos buscaron aferrarse a él casi inconscientemente. Su rostro se escondió contra su pecho y su voz dejo salir una mentira apenas en un murmullo.
- Es vergonzoso.
- ¿Qué cosa?
- ..Yo
Atónito, este dejó escapar una risita, acariciando su cabeza con suavidad.
- No seas tonta - Murmuró, intentando verla a la cara, sin embargo ella escondía su rostro contra su pecho, negándose a mostrarse - Vamos Jaz, ¿Qué te avergüenza?
Tomando un suave respiro, ella logró tomar un poco de distancia de él, apoyando las manos sobre la camilla, y volviendo a encontrar sus rostros frente a frente. Su mirada rápidamente se cohibió de timidez por su estado vulnerable y sus manos se apresuraron a cubrir su rostro irritado por el llanto.
- Carajo, que vergüenza..- Se quejó y este rió al observarla quitarse los lentes y frotarse los ojos con su mano libre. Tan tierna - Perdoname, debo ser un maldito desastre ahora mismo.
Revoleando los ojos, este la observó por varios segundos, sintiendo que un calor nacía de su pecho y acurrucaba su voz ahogada dentro de su garganta.
» Te ves tan malditamente hermosa aún cuando lloras..«
Un espasmo azotó su pecho con ese pensamiento y éste ladeó la cabeza, llevando sus manos hasta las de ella, tomándolas con sumo cuidado.
- No tienes remedio..- Bajando sus manos con cierta resistencia femenina que luego desapareció, éste se tomó unos segundos para admirar su rostro descubierto, desprovisto de lentes y de cualquier tapujo que quisiera impedirle la vista de esos maravillosos ojos amarronados, tan llenos de sentimientos y de alegrías guardadas.
Tan hermosa y egoístamente dulce para ese corazón aterrado que comenzaba a meter la punta de sus dedos en el agua helada de ese mar emocional.
Con el calor subiendo a sus mejillas ante la atenta mirada dorada sobre ella, su voz titubeó, perdiendo toda palabra que pudiera decirle ante esos ojos tan intensos, tan directos y carentes de dudas. Cobarde, su mirar rápidamente huyó al suelo, escondiéndose de los acusadores orbes ajenos.
Había pocas cosas más duras que enfrentarse a esa maravillosa pero pesada mirada con la capacidad de sumir a cualquiera de rodillas a su merced.
Incluída ella.
| Déjame ser tu medidor de energía,
y nunca me agotaré |
Con un movimiento seguro, una de sus manos tomó su mentón con suavidad, alzando su rostro frente a él, encontrando su mirada a la fuerza y sacándole un atorado suspiro por la sorpresa.
- ¿Desde cuándo te avergüenzas de esta forma tan tonta? - Murmuró entonces, arqueando una ceja con la mayor altivez, y ella estuvo a punto de decir algo, sin embargo, fue sorprendida por una caricia cálida en su mejilla que le impidió actuar con claridad - Te ves hermosa, aún si eres un jodido desastre.
Sus ojos se iluminaron y el calor abundó por todo su rostro, enrojeciéndola de los pies a la cabeza y adormeciendo todos sus sentidos bajo la suavidad de sus caricias.
Ella se perdía con su simple tacto, y aunque quisiera escapar, todo su cuerpo se inmovilizaba, sintiéndose derretir bajo sus dedos.
Él la observó por unos momentos, hundiéndose en el color de sus labios, deseando que todo a su alrededor se detuviera, su realidad, sus angustias, sus problemas.
Quería que todo desapareciera, menos ella.
Todo su cuerpo cosquilleaba con cierta euforia, y quiso creer que se trataba del analgésico que lo atontaba parcialmente, pero solo era una más de sus excusas.
Una más en un millón de excusas para rodear el eje de su realidad, en el cual reposaba esa bella sonrisa que lo consternaba y dejaba sin aliento.
¿Para qué?
¿Para qué se negaba, por qué se excusaba, por qué lo rodeaba como si ésta fuera un campo de fuerza, cuando el poder y el deseo de llegar hasta ella estaba en sus manos?
Estaba harto de negarse, de hacerse sordo y mudo ante los constantes latidos de su corazón, con ese bello nombre tatuado de principio a fin, como la firma de un artista al finalizar su obra.
Él la deseaba. La deseaba tanto que eso le quemaba por debajo de su piel.
La quería tanto que su pecho dolía, como un millón de golpes directo a su cavidad torácica.
La anhelaba con tanto esmero que su lengua ardía por no poder decírselo.
Quizás, en ese mar de confusiones, la claridad parecía más cerca de lo que parecía.
En toda su nube de dudas, de miedos y de angustias, su único rayo de luz daba respuesta a sus plegarias cuando ella estaba cerca de él.
Cuando miraba esos labios sonreírle, esos ojos titilar como luminosas estrellas, y esas manos posarse en él, absorbiendo todo de si mismo hasta volverlo un esclavo de sus deseos, cancelando su razón y deshilachando su frialdad..
Allí era cuando lograba pensar y concluir, adormecido en un mar de drogas emocionales, de pasiones irremediables a las que se negó como si se tratara de su inyección letal.
Allí era cuando sabía, que quizás, todos sus problemas se solucionaban si sucumbía a su deseo de mantenerse allí, con ella; ahora, después, quién sabe, hasta donde pudiera estarlo con las mañas excéntricas de el universo.
Pero con ella.
| Déjame ser tu calentador portátil
sin el que tendrás frío |
- Que cosas dices, Kei..- Murmuró con su voz en un pequeño susurro, sin poder contener una avergonzada sonrisa- El analgésico te tiene mal.
Su pulgar acarició su mentón y asomó una sonrisa atontada por ella, su droga que lo adormecía mucho más que el líquido que circulaba por sus venas.
Había cosas que la medicina no podía resolver ni apaciguar, pero la mujer que tenía en frente y se adueñaba de todo su ser, si podía.
- ¿Eso crees? - Una sonrisa atontada asomó por sus labios y la observó con una profundidad y devoción que no daba lugar a falsedad en sus palabras - Quizás yo te oculte muchas cosas, pero te aseguro que estoy perfectamente consciente en este preciso momento.
Su corazón se acongojó y su aliento se atoró en su garganta, acariciando sus labios con cierta amargura de angustia.
Su tristeza afloró en forma de pregunta y sus labios temblaron, oscureciendo su mirada.
Había cosas de las que por mucho que intentara, no podía escapar.
- ¿Por qué lo haces..? - Murmuró, y éste pudo contemplar como su expresión se cohibía de tristeza, aterrando su corazón - ¿Por qué te comportas de ésta manera?..haces cosas raras desde hace un tiempo y me confudes.
Atrapado, su pulso tembló y sus labios se abrieron en busca de responder, más ninguna palabra podía salir y explicar lo que en ese momento, su corazón si podía.
Pues lo tenía claro, pero ¿Cómo hacerlo?, ¿Cómo decírselo?
Aveces para lo que el corazón siente, no alcanzan las palabras, e inevitablemente, las dudas frustran el camino de los sentimientos.
- No te entiendo Kei - Confesó, y en su mirada pudo percibirse su pesar, el cual se atoró en su corazón- Éstas cosas..no me das una explicación, y me asus-
Sin embargo, cuando las palabras se quedan atoradas, y la labia se hace escasa, las acciones ilustran el dolor y el amor mejor que cualquier expresión humana.
| Déjame ser tu fijador,
para sostener tu cabello con
profunda devoción
Tan profunda como el océano pacífico,
Yo solo quiero ser tuyo|
Guiado por un irremediable deseo que no podía seguir conteniendo, su pecho se acongojó de presión y su corazón por primera vez, fue capaz de callar a su mente.
La hilera de sentimientos que danzaban sobre su pecho tomó carrera y su mano se aferró a su nuca, jalándola junto a la cuerda invisible atada a su cuello y fundiendo sus labios con una pasión irreversible, inmediata, y poderosa como el infierno.
Y es que, ¿Qué otra cosa podía hacer?
¿Qué remedio había cuando lo único en lo que piensas te derrite y te resigna a la esclavitud del alma y el corazón a la existencia de una mujer?
Estaba cansado de fingir que no quería rendirse a sus pies, aplacar todas sus dudas y entregarse a esa furia tan fuerte y aveces oscura que es el amor, como un devoto esclavo de sus sentimientos.
Estaba profundamente enamorado, y había perdido todo sentido de la cordura cuando se trataba de ella.
Nada importaba junto a esa existencia tan maravillosa que adormecía sus sentidos hasta la ignorancia y la estupidez.
La quería, la quería tanto que sus labios tomaron posesión de los ajenos sin remora alguna, hundiéndose en ese océano de problemas que podría ser su perdición.
Sus caricias pulularon por su rostro como mariposas tecnicolor, dejando su calidez impregnada en su piel como una marca invisible e imborrable que jamás podría irse de sus recuerdos.
Sus dedos temblaron y unas pequeñas lagrimas resbalaron por sus cálidas mejillas mientras era arrebatada por un sentimiento ajeno que solo había alcanzado a imaginar en una remota suposición, pero que ahora tomaba claridad, despojándola de duda alguna.
Su estómago dió un vuelco y las alas de pequeñas mariposas cosquillearon su pecho, empujándola por el precipicio de ese sentimiento que la abrumaba por completo, llenándola de euforia y haciéndola esclava del sabor de esos cálidos labios que la aprisionaban con una delicadeza casi mágica, y la alejaban de todo pensamiento oscuro que pudiera hacerla ignorante de los fuertes latidos del órgano que la mantenía con vida.
Mentía si se negaba, y su cuerpo ignoraba olímpicamente a su mente, entregándose por completo y sin dudar a la dulce y confortable sensación que volvía endebles a los seres humanos y que ahora la tenía atrapada, una vez más.
Con el corazón hecho un lío, ella se hundió junto a él, eligiendo su cárcel y derritiéndose en amor.
| Los secretos que trato de guardar,
son más difíciles de ocultar de lo que
pensé |
Negada a su razón tanto como él, se dió por perdida para siempre por ese revoltijo de sensaciones de las que por más que había intentado no había podido escapar, pues el amor aveces es un laberinto sin salida, en el cuál vives y mueres según tu suerte.
Pero no les importaba, con el unir de sus labios en esa eterna danza de calidez y disfrute, ellos habían elegido la ruleta rusa como quién elije poder ganar como poder perder ante la vida y sus imperfecciones emocionales.
Estaba tan condenada como él, y él tan condenado como ella.
Sin embargo, dispuestos a disolver sus preguntas en la ácida respuesta de la pasión, sus labios se desearon y se buscaron hasta encontrarse, disfrutando de ese tacto como si fuera el último vaso de agua en el desierto que los rodeaba.
No podían huir de si mismos por más tiempo.
Sus pensamientos se conectaron al unísono, coreando en una misma voz.
» Tal vez..
solo quiero ser tuyo..«
Las manos femeninas se asentaron nuevamente en su pecho, aferrándose con una necesidad que no podía explicar a su duda, su confusión y su gran problema de ojos dorados.
El dueño de sus pesares y de su deseo, jalando de la correa del martirio que pendía de su cuello y se ajustaba más con cada roce, cada tacto suyo sobre su piel, condenándola al deseo de su corazón descansado sobre ese refugio de calma y sentimientos que significaba para ella.
Perdiéndose en la danza de sus labios sobre los del otro, sus alientos se mezclaron acariciando su piel, luchando contra sus pensamientos y desgrándose por sentir, por desear, por amar.
| Solo quiero ser tuyo,
quiero ser tuyo |
Él la sostuvo con devoción, hundiendo sus largos dedos en su cabello que caía cual cascada rojiza, profundizando aquella condición que los conectaba con desespero.
Sus besos con sabor a peligro, fueron el cauce de salida de ambos como respuesta a todas las preguntas que habían estado guardándose por noches y días enteros.
Sus dedos treparon por su pecho hasta su rostro, acariciando sus pálidas mejillas con un cariño y deseo mezclados en el rozar contra su piel, haciéndolo temblar.
Perdido por cada tacto sobre él, sus ojos se abrieron por unos segundos, admirando aquella maravillosa escena como un recuerdo que podría ser su más hermosa vivencia o su más tortuosa lección.
Anhelándola tanto para temer perderla al alejarse, pero con un atisbo de honestidad en su corazón tan compasivo como para contener sus deseos por unos segundos más con tal de darle calma a ese corazón confundido, éste tomó la suficiente firmeza para separar sus labios así fuera lenta y tortuosamente.
El agite mantuvo sus alientos rozando las comisuras ajenas, y sus miradas se encontraron una vez más, agónicas de la necesidad, como si temieran cortar aquel hermoso momento.
Sus delicadas manos se aferraron temblorosas a su camiseta y éste tuvo que apretar su pecho en una frialdad de la que ya carecía para no perder la firmeza por esos segundos tan dolorosamente lejanos, pero necesarios para ambos.
Le debía tantas cosas, pero lo menos que podía darle, era su sinceridad.
Observándola con una devoción irremediable, ella buscó respuestas a la pregunta que había hecho y quedado flotando en el aire del silencio.
Sus labios sonrosados por el beso se abrieron para terminar de ponerle el candado al ataúd de lo que alguna vez, en su soledad, fue su tranquilidad, y ahora se reducía completamente a ella.
- Lo hago por qué estoy jodidamente enamorado de ti, Jazmín.
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BUENOOOO
¿Qué tremendo, no?
Les juro que me llegó mucho éste capítulo, me dejé el alma haciéndolo. Espero que a ustedes también les haya podido llegar💜
Creo que es muy importante ser sinceros con quienes amamos, nunca sabemos la angustia que la otra persona puede padecer por el silencio luego de nuestros actos.
En fin, dejen su estrellita y comenten que les pareció porfis, me ayudan muchísimo comentando así sea una tontera, por qué me esfuerzo mucho en cada detalle para darles lo mejor, capaz sea algo simple para ustedes pero significa mucho para mí a la hora de continuar la historia💜
Bueno, hasta acá llegamos por ahora, cuídense mucho y nos vemos en el próximo capítulo!
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