🍒Capítulo 25🍒 [Editado]


N.
- Omnisciente -

Abrumado por su soledad elegida, este revolvió en sus pensamientos y preocupaciones contemplando el cielo azul por la ventana.

Había muchas cosas que no comprendía de él mismo últimamente y esas cosas lo estaban atosigando al punto de estresarlo rotundamente.

Estaba cambiando, eso estaba claro, pero el por qué y cuando le eran indiferentes.

¿En qué momento se había empezado a comportar y sentirse tan extraño como se sentía ahora?, no podía explicarse a sí mismo de donde le nacían estos revoltosos sentimientos que estaban modificando su vida dirigiendola a punta de batuta.

- ¡Tsukki! - llamó su amigo y el levantó la cabeza - ¿Almorzamos juntos?

Esa propuesta ya no era tan seguida gracias a Jazmín, quien le hacía el favor silencioso de convencer a Yamaguchi de que su compañero iría con ellos cuando quisiera sin que se lo exigieran, y que hacerlo solo provocaría que se aleje. Cosa que Tsukki respaldaba totalmente.

- Vayan, yo me quedaré aquí - sentenció apenas mirándolos.

Dicho y hecho, ambos se marcharon al sonar el timbre sin molestarlo más. Ya era costumbre para ellos que el muchacho rubio eligiera la soledad, y antes que verlo enfurruñado, preferían darle su espacio.

Tsukki solía dormir siestas en los pequeños recesos solo acompañado por la música en sus audífonos, pero esta vez, el sueño no le llegaba y por alguna razón, se encontraba muy inquieto.

Y eso que observaba de ratos, era el punto de inicio de esa inquietud.

Su cuerpo se revolvía en su lugar y este admiraba la carta bajo la mesa con el ceño fruncido.

Algo estaba irrumpiendo en su mente desde que sus dos amigos partieron, algo que negaba para si mismo como una idea inconcebible, pero que en el fondo de su ser, se moría de ganas de hacer.

» Tsukishima Kei, compórtate, estás actuando como un completo irresponsable «  se repitió a sí mismo, una y otra vez como un mantra. Pero en menos de lo que pudo notar, sus manos ya se encontraban obrando para el mal, haciéndolo sentir un imbécil por milésima vez en la semana.

Y es que quizás era el temor a que el contenido de la carta pudiera dañar a quien él apreciaba, mezclada con una curiosidad y preocupación que no podia contener más.

Pero fuera la razón que fuera, ya había actuado, era tarde para detenerse, pues su instinto había tomado posesión de él una vez más, y el disparo de inicio para esa acción fue un » A la mierda con todo « dicho por él mismo.

En sus manos ya se encontraba la carta que tanta controversia le generaba. Maldiciéndose por dentro por haber actuado por impulso otra vez, sus pensamientos comenzaron a navegar de un lado a otro, haciéndolo divagar sobre lo que haría a continuación.

Fuera lo que fuera que haría, debía ser cauteloso y rápido, el receso no duraría lo suficiente como para que pudiera llevar a cabo su investigación con la tranquilidad con la que él solía analizar las cosas y situaciones usualmente.

»Solo hago esto para asegurarme de que no le hará daño..«  pensó mordiéndose el labio, algo contrariado » Si es alguna broma, no vale la pena que la lea y se amargue... si, es lo mejor«

Tragando en seco, este observó muy por encima el empaque maltratado, la etiqueta de unicornio que unía la punta del sobre con el resto de el ya se encontraba despegada para su fácil acceso.

» Si no es eso, solo la dejaré allí y haré de cuenta que no vi nada..«  Y con eso en mente, tomó la carta del interior con el pulso de un cirujano; en el hipotético caso que tuviera que devolverla a su punto de origen, no quería dejar ninguna evidencia de que estuvo allí.

El blanco papel tenía el nombre de su destinataria escrito en una esquina con una caligrafía que le resultó bastante precaria y desprolija. Lo cual y para su propia tranquilidad; lo hizo asumir que se trataba de los idiotas cabezas huecas que solían meterse con ella con más seguridad, pues no se le ocurría otras personas que poseyeran una letra tan precaria a estas alturas del curso escolar.

» Estos brutos..van demasiado lejos con sus bromas sin gracia, ¿qué diablos pasa por su cabeza para hacer maldades de este nivel? « pensó con una creciente molestia cosquilleándole la nuca, ya llevaba un tiempo "ocupándose" de algún modo de las actitudes que algunas personas tenían para con la morena, y cada vez le resultaban más desagradables.

El acoso para con ella comenzó apenas llegó al establecimiento estudiantil, él mismo fue testigo de cómo le habían pintado todo el banco con insultos, que para colmo, luego ella tuvo que ocuparse de limpiar con la mirada desaprobatoria de los docentes sobre ella, como si tuviera la culpa de lo que le sucedía.

También corrió la misma suerte cuando tuvo que ocuparse de tirar sin siquiera un par de guantes de ayuda todo lo que los muy bestias metían en el espacio entre el banco; papeles, envoltorios, botellas aplastadas, era algo desagradable y que muchas veces era pegajoso o incluso húmedo.

Aún así, él jamás la vio refunfuñar debido al estrés que le provocaban esas insistentes situaciones o ir de cara a los idiotas responsables; que estaba seguro que ella sabía quienes eran. Solo se limitaba a suspirar y proseguir, sin darse un momento para deprimirse siquiera por los insultos y burlas que los xenófobos soltaban en pos de herirla.

Él imaginaba con tan solo unos días de conocerla, que apenas encontrara a los culpables los dejaría de cama hospitalaria como mínimo, o que al menos les soltaría una gran cantidad de palabras en busca de herir el orgullo de los maltratadores, tal y como él lo hizo para librarse de los suyos en su debido momento.

Pues aunque jamás le había dicho a nadie, Kei también había sido víctima de acosadores en el pasado, aunque poco duró su fortaleza bully frente a la afilada lengua de Kei que, sin intenciones de ser moderado, había herido su orgullo en repetidas ocasiones a base de palabras, hasta que estos simplemente lo dejaron en paz.

Pero eso que imaginaba y casi asumía, sorprendentemente no ocurrió.

Lo que él asumió al principio sobre ella, pronto se vió difuso frente a lo que descubrió viendo de cerca la situación en carne propia.

Una tarde cualquiera pasaba por los pasillos del establecimiento estudiantil con auriculares puestos, completamente sumido en su mundo cuando la vio, acorralada por un grupo de tipos con malas pintas en una esquina del pasillo.

Él se acercó muy lentamente para poder espiar la situación con cuidado, estaba seguro que lo que pasaría a continuación, sería algo digno del ring de boxeo de campeonato, o en su defecto, de Kárate. Pues la Jazmín que creía conocía no se dejaría amedrentar ni por un segundo y se abriría camino de una forma u otra rápidamente, aunque esto tuviera que ser a base de fuerza bruta.

Al menos, eso creía. Pero para su sorpresa, la forma de ser que vio en su amiga pelirroja lo dejó dudando de si verdaderamente era la chica que había conocido hace poco más de una semana.

Pues aún con tipos que le doblaban la estatura, la superaban en número y que; para colocar la cereza sobre el pastel, venían con claras intenciones de hacerle daño de alguna manera, ella intentó por todos los modos evitar el conflicto y salir de allí pacíficamente sin siquiera insultarlos, limitándose a decirles que la dejaran de la manera más amable y tranquila que jamás había esperado escuchar de alguien como ella, que según experiencia propia, como mínimo podia fracturarles la mandíbula de un puñetazo si eso quería.

Pero no ocurrió, nisiquiera una bofetada limpia a modo de advertencia.

Ella resultó ser más pacífica de lo que jamás hubiera creído si no lo hubiera visto con sus ojos en vivo y en directo.

»Es como ver un león hambriento comiendo hojas junto a un cadáver fresco..« pensó en esa ocasión.

Claro que los brutos, como Kei solía decirles, no entienden palabras ni modos civilizados para arreglar las cosas, y luego de varios intentos fallidos de dialogar de parte de la muchacha, un movimiento en falso de parte de uno de ellos desató el cataclismo y el final de la paciencia de los pacíficos, que ante una amenaza tan directa como el amague de un objeto contundente cerca de su rostro, no dudó en defenderse.

Kei cerró los ojos al sentir el chillido del bravucón que segundos antes había alzado un bat contra la cara de Jazmín en busca de asustarla.

Ella se había ocupado de inmovilizar al muchacho rápidamente, tirándolo al suelo con su propio peso en una toma limpia donde ella tenía la ventaja sosteniendo el brazo del más alto en amenaza de romperlo.

Este no tenía escapatoria, tenía el peso de la chica sobre su espalda y aunque intentara quitársela de encima, la presión que está ya ejercía sobre su brazo lo tenía contra las cuerdas, un movimiento en falso y ella aumentaría la presión sobre su brazo rompiendolo en un santiamén.

- ¡A ver muchachos!, no quiero lastimarlos, pero no toleraré que se atrevan a siquiera intentar ponerme un dedo encima - exclamó con total tranquilidad sin aflojar ni por un segundo su toma - Ahora, intentémoslo denuevo, ¿quieren?, hablemos como las personas civilizadas que somos.

El apaleado muchacho la observaba con una mezcla de odio y sorpresa, sin duda jamás se le pasó por la cabeza que la aparentemente delicada chica de 1.70 tuviera tal fuerza bruta y conocimiento sobre artes marciales, aunque tanto Kei como los otros chicos sabían muy bien que estaba siendo gentil, puesto que obviando el golpe de su cuerpo contra el suelo, el cuerpo de su amigo no había recibido ningún tipo de daño que dejara cicatrices o que no se le pasara en un rato, y una persona con tal conocimiento en artes de combate y defensa personal, podría haberlo noqueado fácilmente, fracturando tanto su rostro como cualquier otra parte de su cuerpo para librarse rápidamente del asunto.

Sin embargo, ella no tuvo intenciones de hacerlo.

- Las expresiones en sus rostros me dicen que son conscientes de que no estoy lastimando a su amigo, ¡Muy bien!, me ahorran la explicación, ahora, se los pondré de la siguiente manera - Afirmó con una amable sonrisa mientras apretaba ligeramente el agarre del brazo del chico, haciéndolo chillar - regresen por donde vinieron, y yo haré de cuenta que esto nunca pasó. Cada uno de nosotros tomará su camino, soltaré a su amigo y todos contentos.

- ¡Una mujer no va a darnos órdenes! - chilló uno de ellos y ella rió por lo bajo.

- ¿Ah sí? - sus dedos tiraron levemente de su brazo aumentando la tracción de sus huesos y este gritó - Entonces lo diré de otro modo que incluso ustedes puedan entender - sus dedos se alzaron hacia arriba - les daré cinco segundos para quitar sus caras de niño mimado de mi vista, pasados esos segundos, no me responsabilizaré de lesión alguna para con todos ustedes..¡a la cuenta de ya!

Uno de sus dedos bajó iniciando la cuenta regresiva y los chicos se miraron entre ellos entrando en un pánico feroz.

Cuatro. Aterrados, algunos salieron corriendo completamente ajenos al resto de su grupo, haciendo dudar a los que quedaban.

Tres. Finalmente y para sorpresa de nadie, todos salieron corriendo despavoridos, ignorando incluso el hecho de que su amigo seguía allí .

Llegando el Dos, todos los que conformaban el grupito que antes estuvo lleno de valor frente a ella, ya habían desaparecido de la vista de sus anteojos rosados.

- Y..uno - finalizó entre risitas culposas, soltando al mayor suavemente y levantándose - Parece que tus amigos son seres razonables después de todo.

- ¡Maldita mujer..!, ¡Te aseguro que volveré y me las pagarás! - masculló mientras se levantaba de su lugar, ella por otro lado se acomodó la ropa ignorando las maldiciones que ahora este soltaba para con su persona  antes de salir corriendo también y desaparecer en la misma dirección que su grupo.

Kei la observó impresionado, no deseaba estar en el lugar del otro chico, aunque seguía creyendo que la morena había sido muy blanda con ellos.

Estaba seguro de que ella los noquearía uno por uno sin dudarlo y seguiría su camino sin problemas.

Sin duda se había equivocado sobre ella.

A partir de allí, él comenzó a prestarle más atención, la verdadera naturaleza de la joven se había convertido en un misterio envolvente para él, uno que deseaba resolver por la intriga que le generaba.

Así, cada que podía, intentaba observarla, mientras entrenaba, o cuando paseaba por los pasillos donde algunos solían encararla, siempre tratando de mantener su ojo analítico sobre su persona, algo en ella lo incentivaba a descubrir más, aún insconcientemente.

Luego de un tiempo, notó que las burlas de algunos iban más lejos, lo suficiente como para llenar todo el pizarrón de esquina a esquina con insultos hacia la mencionada, que luego por supuesto, la acosada tuvo que limpiar.

A Kei le generaba un genuino interés el por qué nunca se quejaba ni oponía resistencia a lo que sucedía, jamás buscaba a sus agresores para propinarles una tunda que los espabile para que la dejen en paz, ni intentaba detener esa situación tan desesperante de alguna forma.

Esa situación le generaba tanto interés, como frustración al esperar una rebelión de su compañera para con su situación, que claramente, jamás llegó.

Pronto notó que a pesar de todas esas cosas que le decían y hacían, estas jamás parecían afectarle ni causarle sorpresa, lo único parecido a lo que buscaba que consiguió fue un suspiro, era como si ya estuviera acostumbrada a ello.

Cosa que luego de repensarla, no le pareció tan exagerada. Pues la cultura japonesa era bastante cerrada a los extranjeros que se instalaban en su hogar, al menos una parte de ella, aunque no estaba seguro de si era por su excentricidad tan distinta a la simpleza japonesa, o por simples prejuicios de unos cuantos. La verdad es que tampoco quería indagar mucho en ello.

Si le causaba mucha curiosidad el saber por qué, con el carácter tan... especial de su compañera, esta no intervenía ni estallaba de ira en ningún momento.

Así que con deseos de ir de frente a su incógnita, una tarde mientras ella se quedaba a limpiar todo lo que escribían en su mesa, él quiso descubrir por su propia cuenta más sobre ella, dispuesto a resolver ese misterio que le carcomía las neuronas.

Acercándose con el salón ya vacío, se recargó en el umbral de la puerta observándola con desdén.

- Vaya vaya..veo que la gente como tú también tiene enemigos - exclamó con su típica sonrisa maliciosa - y yo que pensé que les caías bien a todos menos a mí.

- Te equivocas como siempre, limón agrio - replicó entre risas sin abandonar su tarea de limpieza - yo no tengo enemigos.

La expresión de burla de Kei se transformó súbitamente en una de incredulidad y hasta fastidio.

¿Cómo podía decir eso con tan evidentes pruebas a favor?

- Pues yo no creo que los que hagan eso sean precisamente tus admiradores - opinó sarcásticamente y ella ladeó la cabeza con una sonrisa divertida, restándole importancia y confundiendo aún más al rubio que la observaba con mucha atención mientras ella se ocupaba de su mesa.

- Los enemigos son aquellos que se odian mutuamente - explicó vagamente - y yo no odio a nadie, nisiquiera a aquellos que me odian y se encargan de hacerme difícil la estadía aquí, no hay espacio para ese sentimiento en mi corazón.

Sin poder creer lo que oía, este soltó una carcajada sonora mientras la miraba completamente incrédulo, si era honesto, realmente creía que esa respuesta era fruto de los rincones poéticos que sabía existían en su compañera.

- ¿Qué eres?, ¿Una santa?, ¡Por favor! - exclamó burlonamente sosteniéndose el estómago - todos tenemos algo de odio en nuestros corazones, a algunos se les nota más que a otros con sus palabras o acciones, pero existe en todos nosotros.

Su actividad se detuvo bruscamente y Kei se congeló frente a la mirada tan seria de sus ojos cafés, se sentía invadido ante la compasión que expresaban sus orbes,

Como si sintiera pena por él.

- ¿Eso crees? - inquirió en tono amable, como si no hubiera una pizca de mentira o sarcasmo en sus palabras - bueno, es lo que tú crees, y no puedo objetar nada contra ello, pero personalmente creo..que odiar no tiene ningún sentido, es un sentimiento inútil que solo hace daño tanto a uno mismo como a los demás.

Kei se mantuvo en un súbito silencio, la situación había pasado de causarle gracia a molestia, pues aún escarbando como un hábil topo, no encontraba rastro de mentira o ironía en lo que ella decía.

Aún así, no quería creer que hablaba en serio, nisiquiera teniéndola frente a él.

- Por cómo me miras, se que no me crees una palabra - Afirmó derrepente cortando los pensamientos de Kei, quien desvió la mirada negándose a declarar- pero está bien, no necesito que me creas, Tsukishima, no tienes por qué hacerlo, solo ten en cuenta que el odio es un sentimiento contagioso que se alimenta de uno mismo, y..esto es algo personal que pienso cada vez que algo así quiere invadir mi corazón, pero..¿por qué transmitirle ese sentimiento tan desagradable a las personas cuando puedes enviarles algo mucho mejor como lo es la empatía o la alegría?

Anonadado, este se mantuvo en silencio unos cuantos momentos, pensando en cómo preguntar lo que deseaba preguntar desde hace tiempo.

- ¿No te importa lo que ellos piensan de ti? - preguntó y está levantó la cabeza - quiero decir, ellos te insultan, te escriben cosas, te dejan su basura en tu escritorio...ellos hacen muchas cosas malas, solo por..ya sabes..- divagó con su voz apagándose a medio camino, no quería usar las palabras equivocadas- En fin, ¿eso no te molesta?

Su respuesta no llegó de inmediato, pronto está se incorporó mirando al cielo por la ventana, como si nisiquiera ella supiera la respuesta a muchas de las incógnitas que imaginaba Kei tenía en su cabeza.

- No voy a mentirte, Tsukishima..- suspiró para luego poner una mano en su cadera - muchas veces mientras limpio los restos de sus agresiones, siento ganas de meterles el bolígrafo con el que rayan mi mesa en donde no les da la luz, pues yo también tengo un límite de paciencia como cualquier persona, y más aún cuando se toman el tiempo de agredirme personalmente viniendo en grupo a intentar meterse conmigo.

Kei la observó invitandola a proseguir, ya sabía que ella no podía ser de piedra.

- Pero..¿sabes algo?, realmente no me importa..- confesó - no tengo nada en contra de ellos, ni siquiera la intención de devolverles lo que me hacen, es su problema si me odian tanto solo por mi exterior, tendrán que arreglárselas con ellos mismos y sus consciencias cuando se percaten de el daño sin sentido que hacen.

Sin palabras que expresar ante lo dicho, Kei se quedó mudo por unos minutos digiriendo lo que acaba de escuchar.

- ¿Cómo lo haces? - preguntó en un murmullo y ella enarcó una ceja, confundida - ¿Cómo es que no te afecta nada de lo que sucede..?

Ella ya suponía que se lo preguntaría, por lo que soltó un suspiro de pesadez antes de proseguir esbozando una sonrisa cálida.

- Supongo que estoy acostumbrada - replicó sin mucho entusiasmo - esto no es de ahora, desde que vine a Japón ha sido igual. No te voy a negar que pasé por muchas emociones en esos momentos, impotencia, confusión, tristeza, incluso llegué a odiarme a mí misma más que a quienes me agredían tanto física como verbalmente, por qué tanta agresión hizo que empezara a creerme las cosas que decían de mi..

Su expresión se tornó algo melancólica y Kei tragó en seco, sintiendo que había tocado un rincón del ella que quizás no debía.

- Pero..en ese entonces yo era solo una chiquilla..años después fue que esas emociones desaparecieron, quizás en parte fue por que aprendí artes marciales para poder defenderme y eso me ayudó a dejar de temerles.. pero también comprendí que yo no era culpable de lo que me sucedía, y comencé a sentir pena por mis agresores, sabía que el karma les devolvería lo que me hacían tarde o temprano, y en cuanto a mi..bueno, aprendí que todo sucede por algo - explicó - los tiempos malos pasan dando paso a cosas nuevas, en mi caso, conocí a las primeras personas buenas de mi vida, Shoyo y Ukai no me juzgaron como los demás, y me abrieron las puertas de su vida sin dudarlo, pero en ese entonces también tuve que aprender, puesto que las consecuencias de tanto maltrato me habían afectado tanto que me volví una persona completamente cerrada y agresiva, que constantemente estaba en alerta a cualquier agresión.

Kei escuchaba cada palabra con mucha atención, aunque se sentía algo acongojado por traerle devuelta tales recuerdos.

- Ellos me ayudaron a corregir mi forma de ser que había sido formada con la sola intención de defenderme de los demás y no dejar a nadie acercarse, aprendí a no dejar que las secuelas del pasado definan quien soy, y que los demás pueden herirte solo si tú se los permites. Ellos me ayudaron a ser una mejor persona, y se los agradezco por que sin ellos no sería quién soy hoy, ni podría reaccionar de la forma en la que lo hago frente a este tipo de cosas - señaló algunas de las palabras que aún quedaban escritas en la mesa- se que puede sonar feo..pero lo que quiero decir es.. que ya he pasado por esto en el pasado lo suficiente como para entender muchas cosas, y todo lo que escriben o dicen sobre mi, no me afecta por que se que no es cierto, tampoco me asusta que vengan a golpearme, por qué se que me puedo defender, además..su problema es mi exterior..de donde vengo.. pero yo no le hago daño a nadie siendo quien soy, y por eso no siento remordimientos ni dolor, ¿entiendes?

Sus labios estaban enmudecidos, no había palabras para expresar lo que pensaba de ella, estaba impactado, asombrado por todo lo que oyó, no se imaginaba estando en sus zapatos ni antes ni ahora, probablemente él no hubiera podido crecer de esa manera, y moriría maldiciendo a sus agresores.

- La verdad..es que no se que decir..- admitió llevando una mano a su nuca - eres alguien muy admirable, jamás te deprimes aún a pesar de todo lo que haz pasado..que no es poco..eres alguien muy fuerte a quien nada le hace daño..

- Te equivocas.. - interrumpió llamando su atención - claro que me deprimo.. no soy de piedra, tengo sentimientos igual que todos, no sabes como he llorado y pataleado en el pasado por todo lo que sucedía.. la diferencia radica en cómo actúo respecto a ello en el presente.

Kei creía entender, pero se reservó en el silencio en busca de conseguir una explicación de la morena que ahora lo miraba un tanto avergonzada.

- Lo lamento, estoy divagando y no estoy explicándome bien.. - masculló chasqueando la lengua - Lo que quiero decir es que cosas como llorar o deprimirte, están bien siempre que de la misma manera que caigas, te levantes al día siguiente un poco más fuerte y valiente, las veces que sea hasta que esas cosas que te lastimaron en el pasado, ya no te afecten ni te hagan llorar en tu presente..- una sonrisa dulce asomó por sus labios en dirección a Kei junto con una sincera risita - Y con un poco de suerte, llega el día en que ya no lloras, ni te pones triste, ¡Solo te ríes y te alegras de que ya no te importe!

Quizás fue por el respeto y admiración que creció en el luego ser testigo de sus facetas frente a la adversidad que no le daba tregua desde hace años, pero al mes de haberla conocido y luego de ese momento en que ella le abrió su corazón de manera tan sincera, este se había convertido en una sombra para Jazmín.

Esa conversación que tuvieron le dejó mucho que pensar en el tiempo que siguió a ello, jamás había oído algo así, ni pensó que existiera una persona como ella, que a pesar de ser tan fuerte y dura como un muro de acero lleno de cicatrices, también resultaba ser dulce y comprensiva como una suave caricia en la mejilla.

Apenas la conoció, lo único que pensó fue que era una "bruta excéntrica y eufórica sin razón ni remedio" , cosa que le causó rechazo y molestia. Pero luego de aquella experiencia, donde secretamente se encargó de observarla, conocerla, ver el otro lado que jamás imaginó conocer en una persona, menos en ella, indagando en su ser como jamás lo había hecho con nadie, hasta desenmarañar los misterios de su persona que iba resolviendo mediante su observación, fue donde su corazón dió un vuelco rotundo y, de odiarla y rechazarla, pasó a admirarla e incluso, a sentir un genuino cariño por ella.

El sentimiento de admiración y respeto que floreció en él como una preciosa y colorida flor, fue lo que lo hizo desear lo mejor para ella desde el fondo de su corazón.

Sentía que merecía algo más que todo ese maltrato que había recibido durante toda su vida, y sin darse cuenta, comenzó a actuar a sus espaldas para de algún modo, protegerla buscando contribuir a la paz que deseaba para su vida de ahora en adelante.

Como primera instancia, se encargó de tirar todo lo que sus compañeros metían bajo su banco antes de que ella lo viera, siempre acompañado de un par de guantes.

Conforme el tiempo pasó, sus actitudes protectoras se presentaron cada vez con más frecuencia, escalando en profundidad; aunque el mismo no se dió cuenta.

Llegaba más temprano de lo normal para borrar las cosas escritas en la pizarra antes de que ella llegara, tenía en consideración que su compañera vivía algo lejos, y aprovechaba eso para deshacerse de las cosas que le amargaban el inicio del día antes de que esta tuviera tiempo de siquiera percatarse de ellas.

En repetidas ocasiones, se había ocupado de limpiar su escritorio de las cosas que escribían para que ella no lo leyera al llegar, aunque sabía que no le afectaría, deseaba en su interior evitarle un momento más como ese, que había soportado desde que llegó a este complicado país.

Al finalizar otro largo mes, donde sus actitudes protectoras habían nacido y se habían mantenido implacables, a la muchacha casi no se le presentaban situaciones de maltrato, por qué estas eran evitadas por su protector de las sombras, Tsukishima kei.

A todo esto, Jazmín ni se había percatado de ello. Exceptuando cuando en una ocasión, le comentó a Tadashi algo que no alcanzó a escuchar bien sobre la ausencia de actitudes malvadas de sus maltratadores en su salón, pero nada importante de lo que Kei tuviera que preocuparse.

Claro que Kei no podía hacerse cargo de todo, a pesar de su altura de 1.88 que sobrepasaba por mucho la de la joven, no era lo suficientemente fuerte y fornido como sus atolondrados compañeros de equipo, tampoco sabía mucho sobre pelea como para ir a ponerle los puntos a sus agresores como haría por ejemplo: Tanaka.

Pues a pesar de que Kei evitaba casi toda maldad planeada que le hacían, no podía hacer nada frente a los grupitos que se unían para acorralarla por los rincones de la escuela en busca de hacerle daño, solo estorbaría saliendo lastimado, o peor, quedaría en ridículo frente a la abrumadora combinación de fuerza y técnica de su protegida.

Considerarlo era una pésima y loca idea, en una batalla verbal, no había quien pudiera cerrarle la boca; exceptuando a Jazmín. Pero en una pelea a puño en alto como las que solía tener su protegida cuando las palabras no servían con sus acosadores, él tenía todas las de perder.

Como compensación, trataba de ocuparse de todos los demás aspectos que podía.

Las clases siguieron pasando y desde que Kei había empezado con sus pequeñas ayudas, ya había transcurrido mes y medio, y por lo visto a ella nisiquiera se le pasaba por la cabeza la idea de que quien la libraba de todo ello, era el mismo chico frío y confuso con el que compartía salón y equipo.

Aunque tampoco parecía preocuparle mucho el asunto, además de alegrarse junto a Yamaguchi de que ya no tenía que quedarse a limpiar después de clases, ni recoger basura ajena de su escritorio, no le dio demasiadas vueltas al cambio de acontecimientos tan repentino en su vida.

Kei se lo atribuía al hecho de que desde un principio, no le habían importado mucho las maldades de sus compañeros, y que al fin y al cabo, estas no se habían detenido por completo, pues los grupitos bullys la venían a amedrentar de vez en cuando en los pasillos, y él no podía hacer nada frente a ello excepto observar a la distancia.

Tampoco es que tenía necesidad de decirle nada, le gustaba esa relación cercana que mantenían aún a pesar de sus diferencias, de dos personas tan opuestas había nacido una bonita amistad llena de compresión y de sana competencia.

Él la apreciaba, pero jamás se lo diría, él no era ese tipo de persona que ventila lo que siente a diestra y siniestra como Nishinoya o la misma Jazmín.

Además, sentía que aún sin que ella supiera, le demostraba lo suficiente siendo su héroe en las sombras, obrando silenciosamente para deshacerse de las agresiones de sus compañeros y darle una vida más tranquila en lo que podía.

Jamás en su vida tendría las agallas para decirle lo mucho que la admiraba y respetaba, el solo imaginar la situación le resultaba tanto fastidioso como tremendamente ridículo e inconcebible, y se ocupaba de eliminar cuidadosamente todo detalle que pudiera delatarlo, no quería que ella se enterara bajo ningún concepto. Pues no sabría como excusarse sin ponerse en completo ridículo frente a ella.

Así transcurrieron dos meses enteros en los que él se la pasaba siendo su paraguas invisible sobre la lluvia.

De esa manera él estaba cómodo, y se sentía muy conforme con la vida que llevaba, no sentía que invadiera su privacidad, puesto que aquello que hacían sus compañeros estaba a la vista de todos incluso antes que él interviniera y no era sorpresa de nadie ver a Jazmín fregando para quitar las marcas de bolígrafo hasta muy tarde en el pasado, antes de que Kei comenzara a ayudarla con el sigilo de un ninja.

Estaba ayudándola, protegiéndola de lo malo y lo cruel, y jamás sintió que estuviera haciendo algo indebido o malo.

Pero ahora, definitivamente, si sentía que se estaba equivocando.

Está bien, no lo hacía con malas intenciones, solo quería asegurarse de que no fuera otra maldad de parte de los abusivos que; según el análisis mental de posibilidades de Kei, podrían haberse percatado de que sus intentos de acoso estaban siendo intervenidos y formularon un plan nuevo para concretar sus agresiones.

Visto de esa manera, no estaba mal sospechar, pero Kei era muy consciente internamente de que lo que estaba haciendo en esos momentos, era una pésima decisión que prontamente, le traería consecuencias graves.

Pero, ¿qué podía hacer?, jamás se sentiría en paz si no saciaba la curiosidad que le hacía presión en el pecho.

Además, si nadie lo veía, nada podría salir mal, ¿no?, sería un secreto que se llevaría a la tumba, al igual que todo lo que venía haciendo hace un largo tiempo.

Siendo consciente del peligro inminente que suponía irrumpir de esa manera en la privacidad ajena, sostuvo el papel entre sus dedos, sintiéndose seguro y respaldado tras la caligrafía espantosa que había visto en el reverso de la carta, muy similar a la que había visto en esos insultos en su escritorio.

» Estoy seguro de que esta carta no es lo que parece, estoy seguro «  se dijo a sí mismo, convenciendose de que sus sospechas eran ciertas y su actitud justificable.

Pellizcandose la muñeca para salir del congelamiento en el que se hallaba su cuerpo entero, este reaccionó tomando un profundo respiro antes de desdoblar el papel que tantos misterios envolvía.

Vaya sorpresa se llevó al encontrar que no era una sola hoja, si no dos, llenas a rebosar de palabrería con una caligrafía muy pobre y desordenada.

»  ¿Quién escribió esto..?, ¿un niño de primaria?« se preguntó observando como la letra aveces se salía del renglón.

Su corazón se aceleró ante la solemne idea de que en verdad se equivocaba, pues no creía que a personas tan débiles de cerebro como los abusivos de su compañera, les dieran las neuronas como para escribir semejante cantidad de palabrería solo de insultos tan básicos como los que solía ver en las cosas de las que deshacía.

Y esa carta, era extensa..muy extensa y desordenada.

Ladeando la cabeza en busca de relajarse a sí mismo para poder leer de una buena vez la carta y terminar con lo que había iniciado, se quitó los lentes para pasarse una mano por el rostro en actitud frustrada.

» Respira, Kei.. estás actuando como un completo imbécil..solo léela y ya, no pudiste haberte equivocado..«

Estaba angustiado, aún sin leer nada se comenzó a replantear que verdaderamente todo ese desastre de palabrería podía ser una carta de amor genuina y él la había abierto sin considerar lo dicho como posibilidad, solo dejándose llevar por sus impulsos protectores y, en esos momentos, descontrolados.

Una nueva incógnita asomó por su cabeza y el estómago se le hizo un puño de considerarlo.

Si era honesto con él mismo, una pequeña parte de él sabía que cabía la posibilidad de que eso que sostenía entre sus manos fuera una genuina carta de amor para ella, y antes de tomarla, él fue consciente de ello más de lo que podría admitir, lo supo y se lo repitió incluso mientras su brazo se extendía para tomarla.

Y lo supo cuando la abría, repitiéndose a sí mismo que era para protegerla de las bromas de sus acosadores y que era algo justificable.

Pero él quiso ignorarla, ignorar esa pequeña voz de la razón que era más honesta que el resto de él mismo. Y que le advertía a viva voz, que estaba equivocándose al leer algo que no le correspondía.

Entonces, solo le cabía preguntarse

¿Por que sabiendo que podía ser una carta de amor se atrevió a tomarla..?

El timbre del receso sonó interrumpiendo bruscamente su revoltijo de ideas y este tembló

» ¡¿En que momento pasaron quince minutos?ya no tenía tiempo de pensar más las cosas, pronto la gente entraría al salón nuevamente para continuar el horario de clases y él tenía la carta en la mano, expuesto como un criminal.

Sintiéndose presionado por el ruido de pasos y entrando en un silencioso pánico , su cabeza solo reculó lo suficiente en esos momentos como para que sin pensarlo dos veces, metiera carta y sobre adentro de su mochila en un intento de borrar la evidencia que lo exponía.

Para cuando el resto de las personas retornaron a su lugar de estudio, Kei ya estaba como si nada, con su típica expresión serena y algo sombría y sus mejores amigos los audífonos sonando música en su cabeza.

Incluso al regresar, sus dos amigos no notaron nada extraño, así era como estaba normalmente, y les pareció que estaba bien.

Pero claro, eso solo era una máscara para lo que verdaderamente sucedía en él.

Su estómago se revolvió y sintió náuseas, esa sensación desagradable apenas lo dejó concentrarse en la clase hasta el momento de irse.

Como un latir de corazón, el golpeteo resonaba en sus oídos y sus ojos iban y venían desde la mochila hasta el pizarrón. Estaba desconcentrado y eufórico.

Su mente no podía pensar en nada más que no fuera llegar a su casa ese día, pues tenia mucho que pensar.

Y leer.

• • •


Sus manos recorrieron su rostro desde su frente a su cabello en actitud frustrada, no podía concentrarse en su tarea, su mente lo golpeaba constantemente como un martillo asesino desorientándolo.

Sabia que tenía algo pendiente que estaba ignorando desde que volvió.

Sentado en su escritorio, con la carta frente a él y su rostro descansando en sus manos, pensó en si había hecho lo correcto al tomar esa carta, aunque en realidad ese revolver de pensamientos más que reflexionar si había hecho bien era una búsqueda por justificar su acción, Acabando en varias razones que según Kei; había al menos tres por las que había actuado bien.

Claro que aún en una situación tan estresante, Kei no dejaba de ser Kei, y su rostro expresaba una profunda serenidad en su meditación silenciosa. El completo silencio era lo más relajante que podía pedir, ayudaba a su mente para tomar las cosas con calma.

Y definitivamente lo necesitaba.

Hoy la calma que normalmente lo deja tan sereno y tranquilo como un Buda, pensando incluso antes de mover un dedo, había brillado por su ausencia, dando lugar a la impulsividad y al desenfreno de emociones que luego de calmarse a si mismo, prometió nunca volver a permitir vistos los resultados.

Sus ojos acaramelados recorrieron la carta frente a él con desdén, lo que había hecho ya no tenía vuelta atrás, y fuera por el motivo que fuera y que tuviera que resolver más adelante, debía terminar lo que empezó.

» Si es lo que yo creía y le evité malos momentos, me lo agradecerá algún día «
pensó sintiéndose bastante satisfecho. Estaba totalmente convencido de que tenía la razón en preocuparse, y prueba de ello era su propia sonrisa orgullosa.

Sin perder un segundo más, sus dedos tomaron la carta, seguros de que su instinto que jamás la había fallado, no podía comenzar a hacerlo ahora.

» Si la tomé para evitar que la leyera, debe de ser por algo, estoy seguro « sentenció y con una sonrisa de alguien que está orgulloso de sus acciones, abrió el dichoso papel.

En la habitación reinó el silencio por el tiempo en que este se mantuvo leyendo. Pronto esa sonrisa orgullosa se borró por completo a medida que sus ojos iban recorriendo el papel, ahora en una expresión de seriedad y, para sorpresa de nadie, fastidio.

Su corazón se retorció dentro de su pecho e inconscientemente sus dedos apretaron la hoja cada vez más fuerte a medida que avanzaba en la lectura, el nerviosismo junto con otras emociones nuevas que afloraban en su ser comenzaban a agobiarlo al punto de olvidar su estrés inicial por sus acciones.

Una vez la lectura terminó, y más aún cuando leyó el remitente de la carta que acababa de terminar de leer. Su sangre comenzó a hervir como a punto de ebullición y este cerró los ojos intentando relajar sus emociones que ahora actuaban como golpes en el estómago.

No solo se había equivocado respecto a las intenciones de la carta, si no que ahora le carcomía el interior saber de quien se trataba. Estaba enojado, sorprendido, nervioso, agobiado..

Todas las emociones en una embargaron su ser al tiempo que sin dudarlo, dejaba caer el papel a la basura hecho un bollo, sin importarle nada más.

Con su mano en su barbilla, este se mantuvo en silencio al menos media hora mientras su mente maquinaba todo lo recopilado hasta el momento, como una máquina a punto de soltar el ticket final con la cuenta.

Como una estatua y acompañado únicamente por el ruido de su reloj, su cuerpo se mantuvo estático mientras pensaba y la hora se iba sin importarle.

Como si regresara a la vida luego de un gran letargo, sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa insconciente mientras su cabeza maquinaba en un giro rotundo de lo que pensaba hasta hace unos momentos, reemplazando su agobiante culpa, en una amarga pero lamentablemente sincera felicidad.

Había descubierto algo de alguna manera mejor que cartas de acoso, algo que no esperaba pero en el fondo, se alegró enormemente de impedir.

Una risita alegre cortó el silencio y este observó con desprecio la carta en el bote de basura.

» Bien..no era obra de los brutos..al menos no de los que yo creía, pero igual me lo agradecerá « pensó cerrando los ojos en una complaciente conclusión.

Y es que ahora sus pensamientos, a diferencia de hace un rato, estaban completamente alineados.

Debía admitir que al principio, el abrumador sentimiento de haberse equivocado en algo le dio un feroz golpe que lo devolvió a la realidad perturbando su calma y posicionando el miedo a sus errores como una emoción Pilar. Pero luego de finalizar la lectura y tomarse el tiempo para digerir toda la situación, no pudo evitar sentirse inmensamente feliz por su accionar que antes le causaba pesar, se sentía inmensamente victorioso por que, aunque no de la manera que creyó , sabía que había hecho algo bueno por ella lanzando a la basura ese sobre.

Remontando a tiempos anteriores, desde un principio le revolvió las tripas esa, en su opinión; desagradable amistad entre el colocador y ella.

Su complicidad le resultaba en pocas palabras vomitiva, llegándose a preguntar en repetidas ocasiones como es que podía mantener una amistad tan cercana con alguien que él consideradaba tan repulsivo y cavernario.

Claro que pocas veces se lo había dicho, su amiga sabía de sobra lo que él pensaba sobre el colocador, y por eso evitaba mencionarle cualquier cosa que le hiciera recordar que siquiera existía.

Su opinión inamovible para con Kageyama Tobio era sentencia, lo despreciaba de manera fugaz, y todo eso empeoró de manera abrupta con todo lo que él notó que le sucedía justamente a quien deseaba proteger por culpa suya.

Su odio y rechazo solo crecía como una bola de nieve que cae en picada al ser testigo de los malos momentos que Jazmín había pasado con él, llegando a desear que se le quebraran las manos antes de que se atreviera a tocarla, entre otras cosas.

Aunque ella nunca lo notó, él siempre estuvo pendiente de la relación que ambos llevaban, a su distancia, pero siempre estaba al tanto de lo que sucedía.

Desde que comenzó a sospechar que eran más cercanos de lo que parecían, la preocupación logró ganarle por mayoría haciendo que fijara su ojo vigilante sobre el muchacho en cuestión, prestándole mucha atención a cada movimiento que hacía cerca de ella, dispuesto a intervenir cuando lo creyera correcto y oportuno.

Estaba convencido de que nada bueno saldría de alguien como él, y defendía su opinión a capa y espada, temía por la seguridad emocional de su compañera, aunque se frustraba al no podía hacer mucho para impedirlo, al fin y al cabo, era decisión de ella a quienes quería mantener en su círculo de cercanías, y mientras ella quisiera mantener esa cercanía con el colocador, él no iba a mover un dedo más de lo prudente, pues prefería tragarse su frustración a discutir con ella.

Era plenamente consciente de los dotes lingüísticos de su amiga, y su lengua afilada podría tener mucho que decirle, incluso mucho más de lo que él podría decir de Kageyama.

Pero el insconciente de Kei siempre actuaba a sus espaldas, evitando contenerse de hacer pequeñas maldades cuando él estaba cerca, como aquella vez en el gimnasio que se interpuso en su conversación, y abrazó a la morena frente a los ojos del aturdido chico quien, dándole a Kei el resultado que quería y esperaba de alguien como él, salió de allí a paso firme y echando humo por las orejas en estado de furia total.

Él trataba de estar lo más cerca que podía para no perder de vista a Kageyama, siempre evitando un enfrentamiento directo entre esos dos y él, tenía la certeza de que algo iba a salir muy pero muy mal, algo que conllevaría las lágrimas de su amiga de por medio, y aunque presentía que eso que temía sucedería pronto, no esperaba tener tanta razón.

Además de un claro malhumor provocado en parte por sus inmaduros compañeros, en parte por Tobio, cuando ella cruzó la esquina siendo arrastrada de manera tan brusca en manos del mencionado muchacho, este presintió lo peor, como un perro que siente avecinarse un sismo, y con la cautela de un ninja, los siguió con una distancia y lentitud prudencial las casi dos cuadras que se alejaron solo para hablar.

Si no fuera por que la muchacha se detuvo de sopetón y a la fuerza, para hablar de una vez por todas, probablemente su seguimiento ninja hubiera claudicado, pues llegó a pensar; por la distancia que habían recorrido, que más que alejarse para hablar, estaban partiendo en un mismo rumbo hacia un destino compartido a paso apresurado, y él no tenía intenciones de estar como un detective siguiéndolos tanta distancia, menos si estaban yendo juntos a quien sabe donde.

Tras la pared, escuchó la conversación a la par que la sangre de su cuerpo borboteaba al hervir de furia, sentía una gran impotencia frente a la presente situación que oía con detalle entre esos dos. Confirmando todas y cada una de las sospechas que tenía, tanto de la relación demasiado cercana entre ambos, como las actitudes descuidadas de Tobio, a quien en esos momentos, deseó con todas sus fuerzas ver muerto.

Llegó un punto en el que al escuchar como su amiga se rompía como un frágil cristal mientras hablaba, un dolor inexplicable en su pecho comenzó a nacer haciéndole insoportable el quedarse ahí sin hacer nada, y luchando contra su orgullo que le decía y casi le ordenaba que se mantenga al margen, salió de entre las sombras dispuesto a sacarla de allí.

No se arrepentía de haber intervenido en aquel entonces, su poco arrepentimiento producto únicamente de su orgullo se esfumó en el momento en el que se encontró de cara a una Jazmín de ojos a punto de estallar en lágrimas, de ahí ya no sintió miedo ni remordimiento, solo una impotencia contenida que desembocó en el escarmiento que quería infundirle a Kageyama.

Quizás se fue un poco de lengua al ser lo suficientemente honesto como para admitir que ella le importaba en la cara de Tobio, pero no había rastro de arrepentimientos en sus ojos cuando se puso firme frente a él, indicándole que estaba listo para plantarse de la manera que fuera necesaria en su contra, si no se alejaba de ella.

La seguridad de sus palabras junto con su expresión gélida y profundamente sombría solo tenían una intención dirigida hacia el azabache, era una clara y tajante amenaza de que la mujer que el dañaba, no estaba sola.

Desde entonces, su rechazo para con él siguió bajando por la colina hasta que la nieve era del tamaño de un colosal gigante.

No deseaba verlo rondando cerca de ella, ni que se atreviera a volver a hacerla llorar. Aún a él mismo le impactaba el haber visto llorar de esa manera a su amiga, quien siendo tan orgullosa y recta, no solía mostrarse tan blanda en casi ninguna ocasión, menos por otra persona, y ahora él la había roto, sin querer o a propósito, pero lo había hecho.

Él no era merecedor de sus lágrimas, y para Kei, una segunda oportunidad de la mano de la joven era simplemente inconcebible, y confiaba en que ella también lo pensara y se mantuviera distanciada de su gélido compañero.

Por un tiempo él pensó que ella estaba bien bajo el resguardo de su sombra, se había preocupado cuando faltó a la escuela, siendo que ella no se permitía ninguna falta por nimiedades, según le había contado en una ocasión, las guardaba para cuando debía cuidar a sus sobrinos o trabajar horas extra, por lo que, aunque titubeó todo el día, terminó enviándole un mensaje para confirmar que estaba bien.

Todo se iluminó para el cuando la vió tan deslumbrante como solo ella podía serlo, luciendo perfectamente su nuevo traje de animadora junto con sus amigas, y contra todo pronóstico, yendo de cara al acoso poniéndose a practicar en medio del campo de descanso.

Se alegraba íntimamente de los elogios que había recibido luego de esa presentación, estaba seguro de que había cautivado muchos corazones que de ahora en más, no la juzgarían tan duramente.

Verla sonreír denuevo le generó una inmensa paz, temía por su bienestar, pero ahora estaba tranquilo de verla bailar y reír junto con sus amigas y amigos.

Pero cuando parece que sale el sol, es cuando más puede nublarse y llover, y la tranquilidad que Kei creía que llegaba a sus vidas, cayó al suelo volviéndose añicos de mano de la misma Jazmín.

No podía describir con certeza lo que le generó verla con los puños destrozados, estaba horrorizado, y más aún, cuando supo la razón.

Mientras la curaba y oía el relato sobre su encuentro post entrenamiento su enojo e indignación fue en creciente hasta llegar a niveles catastróficos, si no fuera por que él era una persona pacífica que evitaba el conflicto físico a toda costa, probablemente ya le hubiera puesto la mano encima al desagradable chico que con su torpeza llenaba de penurias el corazón de quien él apreciaba, impidiendo su tranquilidad y generándole un desborde tan grande de emociones como el que se hacía presente en sus ojeras y heridas.

Para colmo, ella mostraba un remordimiendo preocupante solo por haberle puesto los puntos a Tobio, cuando en definitiva, era por el bien de ambos. Su rostro se ensombrecía a medida que la conversación avanzaba, se sentía increíblemente frustrado, él siempre había sabido que la morena era una persona muy compasiva, pero hasta él se percataba de lo que sucedía entre ambos.

Aún a pesar de lo mucho que había hecho para advertirle a su compañera, y de lo mucho que pidió al cielo para que el colocador tuviera una única iluminación que lo hiciera dejarla en paz, nada de ello había sido suficiente, y aunque dudaba de si ella era consciente o no de ello, frente a sus ojos la verdad estaba clara.

Ella se había enamorado de Kageyama.

Esa verdad lo sacudió inesperadamente, sentía como si hubiera fallado en algo, como si se hubiera descuidado y eso hubiera sido suficiente para una tragedia, tenía sus dudas de por qué se sentía tan mal al llegar a esa conclusión, pero el sentimiento de derrota lo noqueó dejándolo fuera de juego en un silencio profundo por varios minutos, ganándose una mirada triste de la muchacha al pensar que lo había hecho enfadar.

Su impotencia por la situación dejó una piedra en su garganta que no podía tragar mientras la conversación seguía un curso incierto con respuestas automáticas y silencios profundos. No fue hasta que sus ojos titilaron amagando a explotar que pudo reaccionar, estaba mal claro estaba, pero no podía quedarse de piedra mientras la culpa quebraba a la joven en pedazos, no lo permitiría.

Él deseaba decirle las cosas más bruscamente, en términos simples todas terminaban en mandar al demonio a Tobio. No obstante, intentó entender el sentir femenino, por qué a diferencia de él, ella no lo odiaba, y para peor, sentía remordimientos por ser cruel con la gente, cosa que Kei jamás recordaba haber sentido.

Y con eso en mente, aplacó sus pesares y malos deseos, no era buen momento para desembocar su catarata de odio sobre Kageyama, ahora su prioridad, era calmar a su amiga, quien a pesar de siempre parecer un muro de concreto, en esos momentos se parecía más a un castillo de arena a punto de ser destrozado por el mar.

En el fondo también deseaba preguntarle lo que ya sabía, solo para oírlo de sus labios, pero se contuvo y por el contrario, sus más honestos pensamientos escaparon de su boca, sonrojando las mejillas femeninas y ella mostró un shock bastante comprensible ante las reconfortantes palabras de su amigo en respuesta a sus preocupaciones.

Poco tardó en arrepentirse, jamás había sido tan honesto y quizás fue la desesperación de no saber que decir frente al dolor de alguien a quien apreciaba, pues él jamás había sido muy agraciado en cuanto a sutileza, pero ya era tarde para arrepentirse, lo dicho, dicho está.

Aún bajo el sonrojo que calentó toda la piel de su rostro y su avergonzado ser que ahora se retraía como un caracol, sus penumbras encontraron la luz en una caricia dulce de la mano ajena y una sonrisa que le indicó que todo estaba bien.

Su estrés se desvaneció en un pestañeo al contemplar su sonrisa y ser abrazado por su calidez, siendo reemplazado por una sensación acogedora y reconfortante. Por primera vez en muchísimo tiempo, sus labios se curvaron en una sonrisa sincera mientras sus dedos entrelazados unían sus corazones.

Quizás fue uno de los impulsos que tanto lo habían dominado desde que comenzó a protegerla, tambien cabía la posibilidad de que fuera una reacción producto de una oleada de agradables sensaciones nuevas que nunca había sentido hasta ese momento, pero su corazón se aceleró dando fuertes latidos que rebotaban en su cavidad torácica en un insistente golpe que lo empujaba a acatar lo que cruzaba por su mente mientras contemplaba esos delicados labios rosados, y siguiendo solo lo que su corazón decía, sin ninguna duda o remordimiento, sus labios descansaron contra los suyos en un dulce y cuidadoso beso que aunque no lo admitiera, había anhelado con anterioridad.

Lo recordaba y podía afirmar que nunca se sintió tan complacido y feliz como en aquel momento, ese tacto había sido único y maravilloso, pero todo lo bueno tiene un lado malo y en este caso, esta parte recaía en el desconcierto de Kei.

El peso sobre sus hombros había caído cuando regresaba a su casa y el silencio lo instó a pensar, allí fue cuando se percató de lo que había hecho, sintiéndose un imbécil.

No solo había besado a la persona que más apreciaba sin ninguna explicación más que el deseo de su corazón; cosa que él personalmente no consideraba una excusa suficiente para cuando, inevitablemente, esta lo incordiara sobre lo sucedido, si no que había besado a alguien cuyo corazón ya estaba ocupado, y para su desgracia, por la persona que más repudiaba en el mundo.

El fin de semana luego de lo sucedido lo había dedicado a sentirse patético por ello, sentía que se había equivocado enormemente al hacerle caso a sus impulsos, mientras más lo pensaba, más razones encontraba para no haber hecho lo que hizo y por consiguiente, para sentirse un idiota.

La verdad es que cuando tuvo que asistir a la escuela, aún no tenía sus pensamientos resueltos, estaba enfadado consigo mismo a la par que estaba confundido.

No podía evitar el preguntarse lo obvio, ¿por qué lo había hecho? Él no era una persona impulsiva para nada, solía pensar mucho antes de hacer hasta la más pequeña e insignificante cosa, pero esa situación parecía exenta a su hábito de pensar tanto antes de actuar, a lo cual por cierto, no le encontraba una razón lógica.

La única incógnita que pudo considerar, era en la que menos quería pensar, por eso estuvo ignorando esa idea durante todo el fin de semana con la esperanza de que esta se fuera con el viento igual que el beso que le dió a la muchacha, pero para su tortura, ninguna de las dos se fue.

Recordó ese beso a toda hora, sintiéndose desconcertado por la lejanía de ese tacto que rememoraba inconscientemente con tanto anhelo, y confundido por la razón de su estrés.

En medio de todo su agite emocional y con un café en mano, planteó lo que más temía.

¿Acaso se había enamorado de ella?

Pero esa idea duró en su cabeza lo mismo que un suspiro, se negaba rotundamente siquiera a considerarlo y como si de una persona se tratara, echó a la posibilidad de su cabeza a los empujones, no quería saber nada al respecto, el solo hecho de pensarlo le parecía la ridiculez más grande que se le había podido ocurrir, y no perdió más de unos escuetos segundos entre pensarlo y rechazar la posibilidad de lleno.

Pero ignorar tus preocupaciones no significa que estas vayan a desaparecer, y su remordimiento por haber actuado tan desastrosamente ahora era acompañado por el cosquilleo de esa posibilidad que juntaba coraje para asomar en su mente cada tanto como un molesto mosquito.

Ese estado de disconformidad lo había perseguido hasta el día en que volvió a la escuela; no se sentía bien pero anteponer sus emociones a sus responsabilidades estudiantiles no era su estilo, y no iba a empezar a serlo ahora.

El nudo en su garganta cuando vió a la dueña de sus penurias no tardó en presentarse y en un intento por ignorar su mosquito interior, intentó actuar como siempre frente a ella, comenzando a fastidiarla como siempre lo hacía, pero todos sus planes se vinieron abajo con el inicio de todos sus pensamientos y problemas hasta el momento.

Agotado, se llevó las manos a la cara luego de quitarse los lentes, perdía mucho tiempo divagando, pero es que era la única manera que tenía para intentar poner en fila sus pesados problemas y, en lo posible, buscar una solución; aunque en estos momentos, no parecía que eso fuera a pasar.

La idea que había rechazado y evitado como una acosadora adolescente todos estos días en los que intentó seguir con su rutinaria vida sin perder tiempo en resolver sus embrollos íntimos, volvía como un boomerang por quien sabe qué vez hacia él.

Su regocijo inicial por haberse deshecho de la carta de la persona que tantos problemas le causaba a su apreciada pronto se vió disperso por las cosas que había evitado todo este tiempo y que ahora le caían encima como lluvia ácida. Sabía bien que no podía huir de los problemas para siempre, pero al menos sentía que había ganado algo de tiempo en la carrera contra su subconsciente.

La carta iba a quedar en el basurero, claro estaba, ahora que sabía de quien era y que contenía, no tenia la más mínima intención de devolverla a su destinatario.

Todo este tiempo se había estado reservando de hacer cualquier cosa por confiar en el buen criterio de la fémina y su pesado carácter que si la agarrabas enfadada, podía mandarte a volar en segundos. Pero nada de ello fue suficiente y ahora tenía una Jazmín triste y con remordimientos por haber sido cortante y; en su opinión, justa con el colocador.

Ya no perdería más tiempo a la sombra, si quería hacerle un bien, esta era su oportunidad de evitarle un trago amargo.

» Al demonio con tu torpe carta de amor, ogro. Lo mejor que puedes hacer por ella es dejarla en paz..« pronunció en su mente deseando que él pudiera escucharlo.

Cerrando los ojos dejándose llevar por una momentánea relajación, este le agradeció al destino por haberle presentado la oportunidad y a su instinto impecable por advertirle que actuara. Pues ahora tenía la certeza de que ella se olvidaría prontamente del tema y aquel tonto romance, si es que se le podía decir así, quedaría zanjado de una vez por todas de modo que su protegida jamás volviera a sufrir por el colocador, que gracias al cielo, todo este tiempo había mantenido la distancia de ella así como ella de él, exceptuando las correspondientes y monótonas actitudes mínimas e indispensables de dos compañeros de equipo.

Todo este regocijo y victoria técnica habían hecho a Kei olvidarse por un rato de sus propias responsabilidades, pero apenas su cabeza se recostó en la almohada, estas volvieron a él inevitablemente, tal y como un boomerang; golpeándole la cara en una bofetada limpia.

Frustrado, chasqueó los labios luego de dar quien sabe cuantas vueltas en su cama en intentos de conciliar el sueño sin ningún resultado, no quería acatar a lo razonable y resolver lo que su mente le recordaba como un problema, quería conformarse con su victoria y saborearla un poco más. Pero su mente entrenada para empujarlo a pensar, no estaba de acuerdo con él y quería por todos los medios que resolviera lo que él mismo había empezado con ese beso.

El recuerdo de el roce de sus labios cruzó su mente como un relámpago y este se llevó la mano a los labios, jamás había necesitado de nadie, pero desde ese beso la sensación de que le faltaba algo no le daba tregua alguna.

» Vamos Kei, no puedes estar perdiendo la cabeza por algo tan insignificante como un beso..« se dijo a sí mismo, no quería darle mayor importancia a un contacto tan básico como ese, quería hacerle entender a su propia mente que ese beso había sido producto de un impulso solamente, algo sin mayor significado, pero ni él mismo parecía creerse esa excusa.

Su mente siguió maquinando ajena a los deseos de dormir de Kei, y en una de las miles de ramas por las que se desviaban sus divagantes pensamientos, este se preguntó qué era lo que ella pensaría de ese beso.

Suponía que tampoco le había importado mucho, pues hoy lo había tratado con la amabilidad de siempre en las pocas palabras que cruzaron en todo el día. Lo consoló un poco el pensar que ella tampoco le daba importancia a ese beso, y se sintió un pelín más calmado, aunque no lo suficiente como para conciliar el sueño.

Sus ojos fueron hasta el bolso que había dejado preparado en una esquina, con todo este revuelo emocional, casi se le había olvidado que mañana empezaban las preeliminares de la prefectura, aunque tampoco es que estuviera realmente emocionado por ello. Iba más por compromiso con su propio club que por una pasión profunda y dedicada como la de sus compañeros que francamente; le causaban repelús e irritación.

Entre pensamientos, la madrugada transcurrió sin pausa y para cuando se percató, el reloj ya marcaba las 3:30 AM.

Desesperado por conciliar el sueño, se colocó los audífonos pequeños; que había comprado de repuesto por si los que llevaba siempre se le rompían. Puso una canción al azar y cerró los ojos en busca de que el volúmen de la música fuera lo suficientemente fuerte como para tapar la voz de su consciencia.

Para su desgracia, la canción que comenzó a sonar era »Cry baby de The Neighbourhood« y apenas cerró los ojos los recuerdos que venían prácticamente de la mano con esa canción lo hicieron soltar un resoplido de frustración, parecía que todo estaba empeñado en recordarle a la dueña de sus problemas.

La imagen de su amiga dormitando sobre su hombro de forma pacífica le resultó imposible de ignorar y producto de ello, una sonrisa dulce asomó por su rostro mientras se mantenía boca arriba mirando al techo.

¿En qué momento todo se había vuelto tan complicado para él? , había llegado al punto de que no podía dormir por el ruido insistente de sus pensamientos.

Buscando distraerse con cualquier otra cosa que no fueran sus propios pensamientos, prestó atención a la letra mientras la tarareaba suavemente.

» "Creo que me preocupo demasiado, tengo que tomármelo con calma" «

Esa parte de la canción le resultaba tan precisa y oportuna que por un segundo sintió que el universo conspiraba en contra suya. Se sentía un poco idiota por hacer caso omiso a lo que su mente trataba de advertirle, pero es que no quería escuchar las posibilidades que ya había considerado una y otra vez, las cuales siempre se reducían a la remota posibilidad que más rechazo le generaba y menos quería considerar. Y esa era que quizás; en un gran y terrorífico descuido, se había comenzado a enamorar de ella.

Se sexto sentido le advertía que algo malo podía suceder si continuaba considerando esa opción, y él no tenía dudas de ello, por eso ponía todo su empeño en ignorar olímpicamente esa posibilidad que su subconsciente le ponía sobre la mesa una y otra vez. Pero jamás había ido en contra de su consciencia hasta ese momento, y por eso mismo era que empezó a creer que el equivocado era él con su terquedad y que su mente solo trataba de ayudarlo a resolver las cosas antes de que estas se volvieran un pesado yunque en sus hombros.

Llenandose de coraje, intentó asumir por fin ese resultado, ¿De verdad había sido tan descuidado como para enamorarse?, la sola posibilidad lo hacía sentirse desdichado, ¿En qué momento la situación había tomado un rumbo tan distinto al que él imaginaba?, debió de ser un mal cálculo, un descuido, pues no tenía la más remota idea en que momento podía haber quedado prendado de la muchacha.

Eran totalmente opuestos, no se imaginaba en su pálida vida enamorado de alguien tan ridículamente opuesto a él, probablemente si alguien más le insinuara algo parecido se reiría en su cara por lo ridícula que le resultaba esa idea.

Aún en esos momentos, negaba a capa y espada que eso en verdad sucediera.

¿Pero y si sucedía?, ¿y si en verdad su corazón se había quedado enlazado a ella sin que él se diera cuenta?

La frustración y el cansancio hicieron que se pasara ambas manos por el rostro, se sentía un completo perdedor.

La canción siguió avanzando, hasta dar con una parte que quedó grabada en la mente de Kei como una conclusión final de sus pensamientos, pues describía su situación muy bien, aunque se lamentara en mil maneras por ello.

» "Se que me enamoraré de ti cariño, y no es algo que quiera hacer..pero lo haré de todos modos" «

Con eso en mente y la dulce melodía acariciando sus oídos, sus ojos lograron cerrarse. Tanto pensar había conseguido agotarlo al punto que aún mientras la canción seguía sonando y finalizando dando camino a otra, él ya había caído en los brazos de morfeo, víctima de haber enfrentado al fin sus problemas para que lo dejaran en paz.

Al menos, momentáneamente.

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