🍒Capítulo 22🍒 [Editado]
Tsukishima
- Inside mind -
Maldito cansancio, estoy harto de tanta responsabilidad, tener que esforzarme tanto me provoca desear desparecer.
Una vez dejé los libros que habíamos utilizado en la biblioteca, regresé a paso sereno hacia el salón de clases que ya se encontraba vacío, todos se habían ido a sus respectivas actividades de club, lo cual había dejado un silencio que me consoló entre tanto agotamiento.
Realmente no deseaba ver a nadie, mi propio club me ponía los pelos de punta de solo recordar en todo lo que venía entrenando últimamente por esas insípidas preeliminares, comienzo a tomarles odio de tanto que me hacen sudar, me duele cada maldito músculo de mi cuerpo por su culpa.
En fin, recogí mis cosas en el silencio rápidamente y me dispuse a retirarme cuando un suave sonido me hizo dar un salto al irrumpir derrepente en el silencio, ¿qué diablos era eso?
Siguiendo el origen del sonido, visualicé un pequeño objeto que brillaba bajo uno de los bancos cercanos al mío, dudoso me acerqué, se trataba de nada menos que el teléfono de alguien.
Quien sea que lo dejó allí, sin duda se trataba de alguien muy despistado.
Una vez el sonido se detuvo, la pantalla brilló mostrando la notificación de una llamada perdida de un contacto marcado como "mamá", que problema.
¿Qué diablos hago con esto yo ahora?, me da mucha flojera llevarlo a la dirección, además de que podría meterme en un problema si el dueño del teléfono acusa que alguien se lo robó, lo cual es bastante usual.
El teléfono volvió a vibrar y en la pantalla, un mensaje de texto se iluminó bajo el contacto de la tan preocupada madre que escribía.
" Jazmín, no llegues tarde, tengo mucho que llevar a casa de tu abuela y necesito que te apresures"
¿Así que este teléfono es de Jazmín?, que atolondrada, mira que dejarlo aquí, seguro ni se percató de que lo perdió.
Viendo que este no vibraba denuevo, metí el pequeño aparato en mi bolsillo, si no me equivocaba, Jaz estaba terminando de entrenar.
Que pereza.. supongo que tendré que llevárselo antes que su mamá la castigue.
• • •
Una vez crucé el umbral del gimnasio, noté que este ya estaba vacío, los chicos deberían de haberse retirado ya para estas horas, me alegraba no encontrarmelos, pues de otro modo tendría que soportar su catarata de regaños por ausentarme del entrenamiento.
¿Pero qué querían que hiciera?, me tienen entrenando sin descanso desde hace días , necesito descansar de este tonto club y concentrarme en adelantar mis estudios para no perder el hilo, aunque debo admitir que la verdad si me dabas a elegir prefería hundir mi cabeza en los libros antes que seguir sudando con los atolondrados de mis compañeros.
Pero bueno, el alivio sería momentáneo hasta mañana.
Una vez entré al lugar, mis ojos la buscaron rápidamente pero no logré encontrarla, ¿dónde demonios estaba?
Mis oídos captaron el sonido de la puerta del pequeño cuarto del almacén abriéndose y rápidamente la encontré, aunque esta no parecía encontrarse bien, su expresión preocupada observaba sus manos con desagrado, ¿acaso se había lastimado?
Ella no tardó en percatarse de mi presencia y su sorpresa fue palpable, supongo que no esperaba a nadie.
- Vaya, limón agrio, ¿venías a disculparte por ausentarte el entrenamiento? - comentó con una sonrisa que intentaba ser divertida - lamento informarte que los chicos ya se fueron.
Vaya...aún en ese estado que admiré hace un segundo, se las arregla para ser irritante la desgraciada.
Tomando un respiro pesado, caminé hacia ella con las manos en los bolsillos - Eso quisieran, no pienso disculparme por ello, ahora dime, ¿sé puede saber que haces?
Sus labios dejaron escapar una risita y colocó sus manos en sus caderas mientras se acercaba donde yo me encontraba.
- Pues, si tus lentes aún te sirven para algo, notarás que estoy preparándome para irme - comentó alegremente - ¿Y tú qué hacías por aquí a esta hora?
- Buscaba a una idiota que deja sus cosas en cualquier sitio - Repliqué tomando el dichoso aparato de mi bolsillo y extendiendoselo sin miramientos, su expresión de sorpresa no tardó en presentarse y extendió una de sus manos tímidamente para tomarlo.
Todo mi cuerpo se congeló.
Fue por unos cuantos segundos, pero pude ver claramente mientras ella tomaba el aparato, cómo su mano derecha se encontraba completamente herida.
La piel de sus nudillos era una lúgubre mezcla de tintes rojizos y morados que denotaba unos dolorosos hematomas, los cuales si bien no eran de hoy, estaba seguro que eran recientes.
Era perturbador.
- ¡Dios santo!, nisiquiera me había percatado de que lo olvidé, ¿dónde lo encontraste? - preguntó y se que lo oí, pero mi atención estaba centrada en seguir el trayecto de su mano que bajó hasta quedar a la altura de su cadera.
No podía dejar de ver aquellas heridas, eran simplemente horripilantes, suponía que eso era lo que le causaba esa expresión de dolor cuando salía del almacén, lo cual era razonable, puesto que con esas heridas en los nudillos, las articulaciones de su mano debían estar tan tensas que apenas debería poder escribir correctamente.
- ¡Kei! - Su voz me sacó de mi trance y temblé dando un paso atrás - ¿te encuentras bien?
Estaba tan ensimismado con el asunto que había perdido el hilo de la situación, mierda.
- Si, no te preocupes - Murmuré restándole importancia y tragué en seco intentando formular las palabras correctas para preguntarle por lo acontecido - Oye, ¿qué te sucedió en la mano, Jazmín? no se ve bien.
Su expresión se tornó pálida y levantó sus manos tímidamente hasta su pecho, ambas estaban en igualdad de condiciones, lo cual era peor de lo que parecía.
- Mierda..lo notaste..- gruñó mirando hacia un costado mientras exponía la desagradable pintura abstracta que llevaba en sus manos hacia mí- Son solo heridas de deporte, no le des mucha importancia.
¿Heridas de deporte?, ¿qué clase de deporte neandertal conlleva lastimarte de esa manera?
Acongojado, me acerqué hacia ella tomando una de sus muñecas con cuidado y acercando más su mano hacia mi para poder observar con más detenimiento esas peculiares heridas, llevándome un pequeño quejido de su parte, levanté la vista hacia ella y no me sorprendió la expresión de disgusto que presentaban sus facciones, estaba claro que le dolían todos y cada uno de los tendones de sus manos.
- ¿Qué clase de deporte haces para lastimarte así? - pregunté soltando su mano con cuidado- Esas heridas se ven brutales, necesitas tratarlas.
- ¡No exageres!, solo son un par de golpes, no es la gran cosa - Rió restándole importancia pero pronto su risa despreocupada fue cortada de lleno por un quejido de notorio dolor proveniente de ambas manos.
Que idiota, mantener esa imagen suya de alegría a cambio de soportar el dolor evidente que sentía, era algo que simplemente no podía entender , me parecía de lo más irresponsable y hasta estúpido, pero supongo que es solo algo más que sumar a la lista de cosas que no entiendo de la gente.
- Tonta, ¿qué caso tiene hacerte la dura cuando es evidente que estás herida? - mascullé soltando un suspiro y tomé su antebrazo cuidadosamente de no causarle dolor - Camina y no rechistes.
Sin darle tiempo a quejarse, comencé a caminar con ella a cuestas dando algunos tumbos por la diferencia de alturas que marcaba el difuso ritmo de nuestros pasos.
• • •
- Toma, ponte esto para empezar.
Dejé caer una pequeña bolsa de hielo junto a ella y proseguí a sentarme en la banca de modo que pudiera quedar frente a ella, aunque para entrar en detalles, la mencionada no parecía estar para nada conforme con la situación.
Su mirada no parecía querer registrarme y se limitaba a perderse en algún lugar insólito del que no me percataba, quizás era asunto de su orgullo, pero su ceño fruncido me indicaba que estaba molesta, aunque realmente me importa muy poco si se enoja conmigo, debería enojarse con ella misma por haberse causado tales heridas.
- No tenías que hacer esto - murmuró sin mirarme - estoy bien por mi cuenta.
- Cierra la boca y no seas ingrata, estoy molestándome en ayudarte soportando tu mal carácter, lo menos que puedes hacer es quedarte en silencio antes de que me arrepienta - sentencié tomando el botiquín del gimnasio y abriéndolo en busca de ungüentos y otros instrumentos de primeros auxilios.
- No me malinterpretes, limón agrio, agradezco mucho lo que haces, pero si hay algo que odio es molestar a los demás con mis propios problemas.. - confesó en un tono bastante triste y suspiré , no iba a negar que la comprendía bastante bien, yo no era el indicado para dar cátedra sobre aceptar algo de los demás, soy el primero en alejarse de todos, es casi un chiste.
- A nadie le gusta mostrar debilidad, pero aveces simplemente no queda de otra, es bastante simple..- ajustándome los lentes, examiné su mano con cuidado, sus heridas parecían jamás terminar de cerrarse lo suficiente para que le saliera una costra, es algo esperable de señorita violencia - ¿Qué diablos estuviste haciendo para dejar tus manos en este estado tan patético..?
- Actividades que aprendí en Karate, en pocas palabras..¡ay! - chilló y alejé mis dedos de su mano, había zonas donde la piel estaba más sensible que otras, curándose en tiempos distintos.
- Que bruta eres..- murmuré mientras dejaba las mencionadas sobre la banca y dirigía mi atención hacia el botiquín - ¿Sé puede saber que clase de "actividades" te dejan así ?
- Entrenamos la fuerza del golpe y la manera correcta de ejecutarlo para ponerlo en pocas palabras, aunque en en el Dojo se suele practicar con una madera especial colocada en la pared, yo practico por mi cuenta con el árbol de mi jardín - Explicó con gesto serio, escuchaba atentamente cada una de sus palabras mientras desenrrollaba las vendas sobre mi regazo y un escalofrío me envolvió cuando finalizó su relato.
Jamás había sido fanático de los deportes de fuerza como las artes marciales o el boxeo, pero esas practicas sonaban tan brutales que me aterraban, ¿cómo es que a la gente le gusta ese tipo de dolor?, simplemente no lo entiendo.
- El solo pensarlo me pone de los nervios..- confesé - no se como puede gustarte romperte las manos contra algo sólido, es la práctica más burda de la que he oído.
- ¡Oye!, a todos nos gustan cosas diferentes - Se atajó notoriamente molesta y con el ceño fruncido - A ti te parece algo muy ridículo pero para mí, es incluso terapéutico.
- No veo como la violencia puede ser terapéutica, pero allá tú..- sentencié restándole importancia, no tenía caso discutir con ella sobre el tema.
Una vez tuve las vendas listas, tomé una pequeña toalla desinfectante dispuesto a limpiar sus manos, al tomarlas noté algo bastante peculiar y es que sus dedos hasta algo más de la mitad, también se encontraban algo heridos e hinchados.
Que extraño.. por lo poco que se, se golpea con los nudillos.
- Sé que no es asunto mío, pero puedo preguntar, ¿por qué estuviste practicando? - pregunté y ella me observó un tanto confundida- quiero decir, dices que es terapéutico para ti, pero es la primera vez que veo tus manos en este estado, ¿Por qué lo hiciste?
Mi pregunta la tomó por sorpresa y sus pestañas se abrieron de par en par mientras el silencio se asentaba entre nosotros, quizás había sido demasiado impertinente al preguntar eso, pero ya era tarde para retractarme.
- Supongo que cargo con demasiados sentimientos negativos para medir mi descargue..- confesó con ojos tristes- normalmente se poner límites, pero..bueno, creo que es acertado decir que cuando hay sentimientos de por medio tu visión se nubla.
Sin poder creer su sinceridad para conmigo, la observé anonadado, ¿qué situación tan mala le haría destrozarse una extremidad de esta forma..?
Algo en mi me advertía que avanzar más de lo que ya lo hacía sería peligroso, estaría metiéndome donde no me llaman y eso no es común en mi.
Pero..la curiosidad es un enemigo potente para los principios básicos.
- ¿Quieres contarme qué sucede? - propuse tímidamente mientras tomaba su muñeca y comenzaba a vendar una de sus manos con suma cautela, no quería lastimarla.
Sus labios dejaron escapar un suspiro pesado y su expresión agotada me observó fijamente - Hay tantos problemas en mi vida que no sabría por donde empezar sin aburrirte en el proceso, Kei.
- Es un sentimiento compartido..- murmuré soltando una risita- supongo que podrías hablarme del que te ha causado esta destrucción.
Sus respuesta brilló por su ausencia por unos minutos y comencé a preocuparme, ¿tan malo era eso que no podía decir?
- Bueno..si insistes..hay algo que ha estado rondando por mi cabeza últimamente y que no me deja tranquila - Exclamó para luego tomar un respiro y observarme como si le apenaran sus palabras- Se trata de Kageyama.
Mi cuerpo se detuvo en seco y sentí como mi ánimo se despedazó, de todos los nombres que podría traer a la conversación, ese era el que menos quería escuchar - Vaya nombres te traes..¿qué sucede con él?
Su expresión me decía que era consciente de mis sentimientos respecto al idiota mencionado, lo cual me dejaba tranquilo de que no esperaba gran cosa de mi parte.
- Lamento estarte contando esto, sé que lo detestas.. y por eso no quería contártelo, pero no tengo nadie con quien hablar de ello. No puedo confiar en Hinata para esto, su relación es demasiado importante para el equipo como para que lo que suceda entre él y yo cause discordia.
Era una decisión bastante acertada según yo, ambos son unos estúpidos del tipo de calaña que más asco me da, pero el equipo los necesita por ahora, y un derrumbe de su ataque en conjunto desarmaría la estrategia planeada y aniquilaría la estabilidad del equipo.
- Te admiro por poner al equipo antes que a ti, aunque sea contraproducente, es bastante empático de tu parte..- intenté suavizar mis palabras cuanto podía, pero el solo pensar en ese maniático me causaba repulsión.
- Es la única conclusión a la que pude llegar, se que no es sano pero me creía capaz de aguantar la frustración por todos, siempre lo hago hasta que encuentro la solución...- explicó notoriamente cansada y soltó un suspiro - pero supongo que aveces me supera.
- Es lo normal, no siempre puedes solucionar todo por tu cuenta, aveces solo se trata de admitir que necesitas apoyo..- solté sin pensar y eso pareció llegarle, lo sé, era hipócrita de mi parte reprocharle por algo que yo también hago, pero siento que era algo que necesitaba oír para no ser..lo mismo que era yo- Bueno, ya lo trajiste a la conversación, ahora habla.
Jazmín era una persona inquieta, de esas que te producen ansiedad solo de ver como se mueve constantemente al igual que un niño pequeño y revoltoso, siempre estaba moviéndose y cambiando de lugar de alguna forma, pero esta vez, su cuerpo se removía más de lo normal, lo cual me hacía pensar que el tema realmente la abrumaba siendo la fuente de su actual frustración que había desembocado en estas heridas.
Ese estúpido..me pregunto que diablos habrá hecho ahora.
Sin siquiera una pizca de entusiasmo, me relató lo que había ocurrido en el gimnasio la otra noche mientras vendaba su mano desde su muñeca hasta la mitad de sus dedos con cuidado llevándome un pequeño insulto de vez en cuando producto del dolor del rozar de las vendas contra su herida y sensible piel.
No hacía falta ser un genio para notar la mezcla de emociones que manejó estos últimos días, decepción, tristeza, enfado..eran algunas de las que noté a medida que las palabras salían de sus labios, estaba notoriamente molesta con él por su falta de coraje y empatía, la cual no me sorprende para nada.
Es un imbécil después de todo, tiene agallas para infundir miedo a todos, pero no para asumir a otra persona en su vida, es patético y tan digno de él que me es hasta cómico.
¿Qué se puede esperar de un egocéntrico? Jamás flaquearía frente a nadie aún si eso le hace daño a quien quiere, pedir disculpas jamás estuvo en su ADN y creí que todos lo asumían, pero supongo que Jazmín se dejó engatusar por ese falso yo que quiso hacer pasar por real.
Por otro lado, me sorprendía a la par que me causaba lástima su pesar, gran parte de esa frustración que la acongojaba, era producto de la culpa insistente que le golpeaba la nuca desde que cerró la puerta en las narices de Kageyama y junto a ellas, las de su contemplación para con él.
¿Por qué se sentía culpable?, él había sido cruel con ella, la había hecho sentir menospreciada al darle a entender que se avergonzaba de que la vieran con él una y otra vez, ni se molestó en responsabilizarse por sus actos y preocuparse un poco por ella, y para colmo de la mierda, se había atrevido a levantarle la voz.
Ese tipo era simplemente un desconsiderado con ella, lo cual no me dejaba entender el por qué de esa culpa que sentía, le había devuelto lo mismo que el le dió, era lo justo, era el karma, ¿por qué entonces le escocía tanto?
Simplemente no lo entendía y me molestaba profundamente que todo fuera por culpa de un imbécil como él.
Sin que me percatara de ello, una desagradable sensación de origen desconocido recorrió mi cuerpo de la cabeza a los pies, no lograba explicarme que significaba o de donde venía, pero si tuviera que ponerlo en palabras.. este es similar al caliente ardor que te sube por la tráquea cuando vas a vomitar.
Era asqueroso, me mareaba y de alguna manera..
Lograba hacerme enfadar más de la cuenta.
- Ya veo..- concluí sin más entusiasmo que ella mientras cerraba la venda de su mano derecha - bueno, si quieres un consejo de mi parte, es simple; que te valga mierda lo que él sienta.
Sus ojos se abrieron de par en par para luego desviar su mirada de mi - Es más fácil decirlo que hacerlo.. ¿no crees?
- Quizás para ti, pero para mí, ese idiota se merecía ese trato - sentencié con gesto firme - Piénsalo con cuidado, todo lo que ha hecho te ha lastimado a tal punto que tu frustración te causó esto que ves aquí.
Sosteniendo sus palmas sobre las mías, las levanté exponiendolas a la par de su visión, una de sus manos ya se encontraba vendada pero en la otra las heridas aún se apreciaban con toda claridad- Quizás creas que es por que lo detesto, pero más allá de mi propio juicio sobre él, creo que actuaste correctamente y que la culpa que sientes es irracional, no tiene caso preocuparte por alguien a quien no le preocupaste en lo más mínimo todo este tiempo, Jazmín.
Sus ojos cafés me observaron fijamente y un preocupante brillo de melancolía asomó por sus orbes, su labio inferior tembló y su mirada cayó al suelo como si se hubiera partido en pedazos.
Sé que la sutileza brillaba por su ausencia en mis palabras, pero una creciente molestia venía atormentandome desde el primer momento en que la vi con él, casi como un mal augurio lo sentí claramente, ese chico solo podía traer cosas malas a su vida.
Y para variar y aunque le duela, no me equivoqué.
- Debes de creer que soy una idiota por sentir pena por él incluso después de todo lo que hizo..- murmuró secamente esbozando una sonrisa forzada que flaqueaba más de lo que quería aparentar- Lamento hacerte enfadar con mis malas decisiones, creo que tienes razón, soy una tonta, Kei.
Un escalofrío de tristeza recorrió mi columna vertebral al percatarme de la pena que la envolvía de forma creciente a cada segundo que pasaba, presentía que mis palabras rebotaban en su cabeza como un recordatorio degradante de algo patético en su vida.
Su cabello cayó a los lados de su rostro de forma descuidada acompañando su melancólica expresión que repensaba lo dicho una y otra vez, dándole un aspecto tan preocupado que deprimía.
Otra sensación que no era bienvenida me cosquilleó el pecho y mordí mi labio con frustración, una ola de sentimientos negativos me invadieron como una bofetada al verla en ese estado tan deprimente.
Su alegría y energía innatos siempre me molestaban y me causaban tanta ansiedad que quería que desapareciera, me picaba la curiosidad de saber si alguna vez personas como ella se deprimían o siquiera sentían frustración, pero jamás imaginé que aquello que me provocaba tanto rechazo me rompería en mil pedazos al brillar por su ausencia.
Maldita ironía, te detesto.
Juntando coraje de donde no tenía, alcé mi brazo posando mi mano suavemente en su mejilla en una cálida caricia, causándole un sobresalto que hizo que se sonrojara.
- No estoy enfadado, cabeza hueca..- murmuré sin mirarla, las muestras de afecto nunca habían sido lo mío, nisiquiera con las personas que se encontraban tristes, jamás fui de esas personas que te abrazan o te consuelan, me produce mucho rechazo el consolar a alguien por qué siento que arruinaré más de lo que arreglaré.
Sin embargo..ahora era como si todo aquello que creía conocía de mí, hiciera una excepción con ella.
- No te culpo por sentirte de ese modo, aunque se trate de ese neandertal - Hablé dejando mis sentimientos de furia escapar en mis palabras, no podía evitar sentirme reacio a esa bestia que ella llama amigo y era casi como si escupiera cada sílaba que pronunciaba aún si intentaba modularme - No puedo evitar estar enfadado por ver todo lo que te ha causado, por qué aquí tu no eres culpable de nada, él es quien la ha cagado, no puedo entender por qué le tienes compasión aún a pesar de todo..
Mis ojos observaron con detenimiento sus relucientes orbes cafés titilar como un par de estrellas en el cielo más oscuro y un persistente calor comenzó a atacar mi rostro aumentando mi nerviosismo e incomodidad para con la situación.
Soltando un suspiro pesado, quité un revoltoso rizo de su rostro colocándolo tras su oreja - pero..eso solo me hace ver el gran y bondadoso corazón que tienes, yo jamás podría presumir de algo así, pero tú..aunque algo ingenua, eres una gran persona Jazmín, te lo aseguro..no tienes por qué castigarte a ti misma por los errores de los demás.
Mi respiración se tornó irregular y cubrí mi rostro con mi mano al voltearme en la dirección opuesta a ella completamente avergonzado, no me puedo contestar a mi mismo de donde me brotó la sinceridad, pero realmente creía lo que había dicho, y por esa misma razón no podía mirarla después de haber sido tan jodidamente honesto.
Agh~ me siento un tonto.
Derrepente, un tacto conocido y cálido asomó por encima de la mano que tenía sobre la banca, interrumpiendo cada uno de mis pensamientos y me sobresalté girándome hacia ella involuntariamente.
Todo mi ser se paralizó con sus ojos centelleantes puestos sobre mi al compás de una dulce y sincera sonrisa presente en la curva de sus bonitos labios rosados, verla sonreír de ese modo me producía un agradable cosquilleo que me intrigaba a la par que me agradaba.
Jamás se lo diría, pero estaba aliviado de verla sonreír denuevo luego de ver ese sombrío rincón suyo que me había preocupado por unos instantes en los que creí que ese brillo que siempre incomodaba mis aburridos días había desaparecido.
- Yo..no puedo explicar lo feliz que me siento de saber que crees eso de mi, Kei - confesó con una voz tan suave como la brisa que me acariciaba las mejillas - seguramente vas a ignorar lo que digo..pero espero que algún día logres ver que el corazón que crees tan sombrío, en realidad es más brillante y amable que muchos que conozco, incluyendo el mío.
Mis labios se entreabrieron dispuestos a decir algo, pero toda palabra que podría decir parecía vana y vulgar frente a lo que mis oídos acababan de escuchar.
Jamás había oído algo así sobre mi persona y para ser sinceros, no terminaba de creérmelo, siempre he destacado por ser el amargado y cruel chico sin amigos por su excéntrica y acongojante personalidad, y eso que ella cree y menciona.
Parecía totalmente surrealista si se refería a mi persona.
- Vaya..es la primera vez que alguien dice algo así sobre mi, ¿sabes? - confesé en un pequeño murmullo - y realmente..no entiendo que te hace creer eso de alguien como.. yo.
Aquellas palabras.. era como si no hablara de mí, de alguna manera no podía creerle, ¿quién diría algo tan bonito de un introvertido cruel como yo? , era simplemente ridículo, todos en el club me describen como amargado, egoísta, envidioso, malvado..
¿Cómo alguien a quien sus propios compañeros describen con esos adjetivos podía merecer algo como eso?
En completa crisis, mis dedos se movieron con nerviosismo sobre la madera de la banca en la que nos encontrábamos y mi mirada se estancó en algún lugar aleatorio mientras era ahogado en el mar por mis propias inseguridades.
Sus manos subieron repentinamente de la fría banca hasta mi rostro tomando mis mejillas con una ternura indescriptible y temblé bajo sus dedos, aún con las vendas, su tacto se sentía tan cálido como el sol, era algo muy agradable que me hacía desear dormir bajo esa misma calidez tan peculiar que emanaba cada rincón de su piel.
Sus ojos me observaron como si intentaran descifrarme y una pequeña risita que escapó de sus labios cosquilleó mi pecho como una pequeña pluma.
- Quizás otras personas te hayan convencido de una idea errónea sobre ti, pero..¿sabes una cosa?, bajo toda esa capa de agresiones, yo creo que eres un gran chico, Tsukishima Kei.
No había palabras para describir como me sentía en aquel momento.
Todo parecía demasiado surrealista y no podía convencerme a mí mismo de lo que ella me confesaba con tanta certeza.
Una de mis manos subió hasta mi rostro tomando la suya con cuidado y dejando una suave caricia circular en el reverso de su mano con mi pulgar, mis ojos buscaron los suyos y sentí mi propio latido rebotar por mi caja torácica como un martillo contra un muro, no sabía que decir, estaba completamente anonadado por la situación.
Por primera vez en mi vida, sentía que era querido por alguien.
- Gracias por decir eso.. Jazmín - murmuré esbozando una pequeña sonrisa, la embriagante sensación que creía era felicidad me cosquilleaba el abdomen en una catarata de euforia.
Jamás me había sentido de esta manera, era algo inexplicable para mi.
N.
-Omnisciente-
Ambos se observaron con una dulce sonrisa siendo bañados por la luz semi nocturna que anunciaba el final de la tarde tras sus espaldas, sus delgados dedos se aferraron a la pálida mejilla del más alto y este cerró levemente los ojos bajo su tacto, dejándose envolver por la suavidad y calor que le brindaba ella y el acaramelado momento que compartían.
Lentamente, él tomo una de sus delgadas manos que se encontraba postrada en su rostro, exhibiendola dulcemente frente a sus ojos y con la suavidad del posar de una mariposa, sus labios dejaron un tierno beso sobre el reverso de su mano.
- Es la segunda vez que tengo que curarte y llevarme tus insultos, intenta ser menos torpe la próxima vez, aunque eso sea mucho pedir - bromeó en tono suave y ella rió ofreciéndole una dulce sonrisa que embriagó el corazón del más alto, sacudiéndolo y acelerando su pulso con el curvar de sus labios.
- Tendré más cuidado, te lo prometo - Prometió colocando uno de los mechones que se desplazaban con rebeldía por su rostro tras su oreja, el frágil marco de sus lentes resbaló por el puente de su nariz aprisionando suavemente su respiración y ella soltó un suspiro de fastidio - Estoy harta de estos lentes.. siempre se me caen.
- Deja te ayudo.. - murmuró entre risitas, su rostro se acercó peligrosamente al suyo y subió sus lentes con cuidado de no tocar el cristal- Ya está, aunque quizás deberías cambiar el marco si se caen de esa maner-
Sus palabras fueron interrumpidas al percatarse del calor proveniente del rostro femenino que en aquellos momentos solo era digno de comprar con un volcán. Sus ojos brillaron clavándose en sus aperlados orbes miel y, más temprano que tarde, este también comenzó a acalorarse.
Sin el valor para mover un solo músculo y con su mano aún sosteniendo la suya sobre su regazo, este tragó en seco, sus labios se entreabrieron nerviosamente dispuestos a hablar pero la ausencia de cualquier palabra se hizo notar aumentando la incomodidad del más alto.
Atraídos por un imperceptible imán, sus rostros se acercaron con lentitud en el sepulcral silencio que se había plantado allí sin intenciones de moverse, exponiendo el sonoro latido acelerado de ambos que se mezclaba en el aire en una sonata maravillosa.
Sus dedos la apretaron con algo más de fuerza dando a notar su nerviosismo y, acompañándolo, ella imitó su acción sosteniendo sus delgados dedos con calidez en un esfuerzo por hacerle sentir esa seguridad que creía el buscaba mientras se aferraba a ella.
No había palabra que describiera lo que ambos deseaban decir, cualquier pronunciación era tan vana y carente de sentido que se quedaba atorada en sus gargantas, siendo reemplazada por el sonido de sus corazones latiendo a la par como suficiente explicación para dar.
Sus dulces respiraciones se acercaron la una a la otra, mezclándose sin miramientos hasta rebotar sobre sus labios con una tensión palpable y sus ojos se entre cerraron con lentitud, guardando aquella última visión el uno del otro como una atesorada postal.
Un revoltoso e intrusivo sentimiento asomaba en ambos chicos como una particular y bella flor en medio de una desértica llanura azotada por los vientos, un dulce y adictivo calor que perpetró sus corazones como un enredado sentimiento desconocido que llegaba para quedarse asentado en el agitado ser de ambos chicos que parecían olvidarse de todos los problemas que podían atormentarlos en el exterior bajo el caluroso chocar de sus respiraciones, sumiendose en un profundo sueño de tonalidades rosadas que los atrapaba sin intenciones de dejarlos escapar, sin resistencia alguna de parte de ambos que en un estado casi somnoliento, deseaban quedarse refugiados en ese pequeño mundo que se había formado entre ellos bajo la luz de sus brillantes miradas apasionadas que, sin ser conscientes de ello, emanaban un creciente deseo en el rozar de sus labios como una pequeña probada de algo mágico y adictivo.
Sus labios rosados clamaron su nombre en un casi inaudible susurro que tocó el inexistente límite de aquella distancia y sus labios se encontraron en un tímido roce que mantenía la suavidad de la seda y la ternura de una caricia.
Sus alientos mezclados rebotaron por sus rostros y, como si aquello no pudiese ser interrumpido por nadie, sus labios se juntaron cortando de lleno el indistinto espacio que los separaba en un cálido y reconfortante beso, ese que era tan codiciado, tan inconcebiblemente deseado.
Ese que solo sucedió y que ahora hacía girar sus corazones como un carrusel, floreciendo de manera abrupta y envolviendo a ambos chicos en un ambiente acaramelado y pacífico del que ninguno deseaba salir bajo ninguna circunstancia.
El deseo, el dolor, el amor, sentimientos tan confusos habian desembocado en algo tan maravilloso y fugaz, a la par que irónicamente tímido y cuidadoso.
Nada tenía importancia en aquellos momentos que habían endulzado su día de manera inesperada, reemplazando el dolor y la angustia en sus corazones con un dulce y reconfortante sentimiento que enmudecía cualquier preocupación haciéndola minúscula y pasajera.
Ese momento solo les pertenecía a los dos, algo tan maravilloso era indigno de compartirse con nadie que pudiera estar observando el tierno momento que asomó en la soledad de las afueras del gimnasio de Karasuno, bajo la luz casi nocturna y la acompasada brisa fría que acariciaba sus rostros.
Acatando el dicho que afirma que todo lo bueno siempre resulta ser efímero, un tétrico sonido irrumpió en el aire de manera estremecedora causando un sobresalto mínimo en ambos que, azotados por el sonido desconocido, abrieron los ojos lentamente encontrándose el uno al otro.
Con las mejillas teñidas de un carmesí apasionado, sus labios se separaron lentamente como si el hecho de dejar de estar unidos les resultara inconcebible.
Un sobresalto y nerviosismo los azotó, pero incapaces de actuar correctamente, sus corazones resultaban estar tan embobados latiendo al unísono que sus miradas se mantenían observándose con el explícito deseo del tierno beso que había finalizado hace apenas unos segundos.
El sonido se detuvo para volver a sonar de manera insistente e, inesperadamente, el rió por lo bajo mientras cerraba los ojos despreocupadamente tomando una ligera distancia de su rostro.
- Creo que alguien está en problemas...- bromeó en una voz tan ronca y suave que todo su cuerpo sufrió de escalofríos - Anda, atiende, antes de que empeore la situación.
Como si despertara de un agradable sueño, tomó el aparato que reposaba en su bolsillo y su cuerpo pareció recaer en la realidad al notar la luz brillante en el teléfono bajo el seudónimo de "mamá "
Temblando como una ridícula hoja, atendió intentando espabilar lo más que podía para evitar sonar rara con su progenitora - ¿Diga?
Aturdida, alejó levemente el teléfono de su oído producto de la catarata de regaños que azotaban su tímpano amenazando con dejarla sorda, estaba claro que estaba en problemas.
Replicando con débiles "si" y "perdón", asumió hasta el último de los regaños provenientes de su madre mientras el rubio la observaba con expresión divertida a la par que juntaba sus cosas dispuesto a retirarse de allí.
Una vez la reprimenda finalizó, colgó notoriamente agotada y entre suspiros desganados, recuperó el aliento, pero no podía ignorar el sonoro latir de su corazón dentro de su pecho junto al arder de sus mejillas.
La llamada había pasado casi desapercibida por aquel estado de somnolencia que aún la adormecía junto a las mariposas que revoloteaban en su estómago del recuerdo de lo sucedido hacia apenas unos instantes.
Sin palabras que decir ni valor para levantar la mirada hacia el más alto, sintió sus manos temblar aún sobre la banca y los recuerdos comenzaron a girar por su mente como una severa reprimenda.
Todo de lo cual no había tenido tiempo de preocuparse ahora le caía encima como un balde de agua helada, ¿qué diablos había sucedido..?
Antes de que pudiera formular siquiera un pensamiento más, una de sus manos levantó su mentón, obligándola a observarlo; tenía las mejillas aún ardientes y unos ojos adormilados que brillaban junto a los rayos del sol.
Sin tiempo a preguntar ni objetar nada, un sorpresivo acercamiento la tomó por sorpresa y sus labios se posaron en su mejilla en un cálido beso sincero que parecía querer calmar sus angustias y preguntas por lo sucedido.
Paralizada, aceptó aquel cálido tacto contra su mejilla intentando relajarse junto a él, ignorando el nerviosismo y desastre que estallaría en cualquier momento en los confundidos corazones de ambos.
Una vez tomó distancia de su rostro, sus ojos la observaron por unos cuantos segundos como si intentaran buscar las palabras correctas, pero estas brillaron por su ausencia.
Y es que, ¿había acaso algo que pudiera decir que fuera adecuado para la situación?, lo dudaba, puesto que nisiquiera él sabía que era lo que había sucedido.
Sin embargo y contra todo pronóstico, sus labios se curvaron en una dulce y compasiva sonrisa que parecía acatar solo lo que su corazón dictaba.
- Nos vemos mañana, Jazmín - murmuró en un suave susurro para luego apartarse lentamente, dejándola con una anonadada expresión que, sin darse cuenta, se transformó en una sonrisa conforme su mano acariciaba su mejilla en un intento por no olvidar el tacto que había azotado su corazón hacía solo unos pocos segundos.
Con el órgano latiente que le daba vida casi saliendo de su pecho, una confusa sonrisa y todas las emociones revueltas, lo observó retirarse con los audífonos puestos para luego girar sobre sus talones y retomar su propio camino con la triste certeza de que..
Todo podía derrumbarse en cualquier momento a partir de ahora.
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