🍒Capítulo 15🍒 [Editado]
Jazmín
- Inside Mind-
Todos corrieron con voluntad de hierro bajo el caluroso sol del mediodía, el sudor resbaló por sus rostros humedeciendo las camisetas de los chicos, manchandolas en su anterior pureza blanca.
Kageyama y Hinata iban adelante de todo, parecían nunca agotarse, ¡Qué envidia!, yo me sentía como si fuera a desfallecer.
Estaba cansada, no había dormido muy bien por qué Hinata se obstinó en dormir junto a mi y me empujó toda la noche, por lo que la falta de buen sueño estaba mermando mis fuerzas rápidamente, junto con el calor del sol incandescente que brillaba sobre mi cabeza, matándome lentamente.
- ¡Estoy exhausta! - Me rendí, cayendo rendida a un lado de la carretera.
- Esto seguro es inhumano - Tadashi se inclinó junto a mi en un intento de recuperar el aire, fallido por los dos.
- Dejen de perder el aire quejándose - Tsukishima parecía no abandonar su personalidad ni cuando estaba semi muerto en el suelo, en mismas condiciones que nosotros dos.
- Me quejaré todo lo que quiera - Exclamé sin mirarlo, lo único que faltaba.
- ¡Oigan, se alejan! - Tadashi pareció entrar en pánico por el miedo a perderse y se incorporó rápidamente dando tumbos.
- Que se alejen, yo ya no puedo - Suspiré restándole importancia y el me tomó de la mano, levantándome de prepo- ¡Oye, que aún no me recupero!
- ¡Pero nos perderemos! - Tomó de igual manera la mano de Tsukki y comenzó a trotar prácticamente arrastrándonos a ambos.
Sin más remedio, ambos comenzamos a trotar lentamente intentando no caernos en el intento, y este soltó nuestras muñecas.
Sentía las gotas de sudor correr por mi abdomen y mi espalda, el sol no daba tregua y aún así los chicos parecían tener toda la energía del mundo.
Todos excepto yo y Tsukishima, por lo visto, que íbamos abandonando el ritmo de los demás de momentos. Suponía que él no hacía mucho ejercicio por su contextura delgada, y yo bueno..
Digamos que no soy amante de las pesas o de correr, así que esto para mi es una muerte lenta y calurosa.
- ¡Se acabó, me rindo! - Dejando mí último vestigio de oxígeno, me detuve abandonando el paso de los demás e inclinándome sobre mis rodillas en busca de recuperar el aliento.
Las gotas resbalaron por mí frente y cayeron al suelo, ya no podía con semejante martirio, quería bañarme, beber agua y poder descansar.
- Vaya, ¿Ya te rendiste?
Tenía que ser..
Su voz sobre mi cabeza indicaba que él también se había detenido, pude ver como se quitaba los lentes y se inclinaba con su respiración entrecortada.
Estaba en mis mismas condiciones, o peor, y aún así se burlaba de mi, ¡Quién lo entiende!
- ¿De qué te burlas? - pregunté arqueando una ceja - ¡Tú también acabas de detenerte! ¡Así que cierra la boca!
Mi mirada fue hasta la multitud que ahora se alejaba como un bulto en la lejanía, Yamaguchi junto a ellos ni se había percatado de que nos habíamos quedado atrás, tenía tanto miedo a perderse que estaba sumido en su propia desesperación, sin notar la falta de nuestra presencia.
Para variar, el grupo tampoco lo notó.
¡Pero serán malos compañeros!
- ¡Oigan! - grité con mis últimas fuerzas, pero nadie alcanzó a escucharme, sentí una risita a mi costado y solté un gruñido- ¿Puedo saber de qué te ríes?
- ¿Ves a alguien más aquí a parte de ti?- preguntó incorporándose y sonriéndome con malicia.
- No, por qué tu propio amigo te ha dejado aquí atrás también - Sonreí de igual manera y este pareció molestarse - Oye eres un jugador del equipo, ¿no sueles correr habitualmente?
- No, odio sudar de esta manera, y también el sol del mediodía - Explicó secamente para luego guiar su mirada hasta mi - ¿Y tú?, te mueves mucho bailando, ¿no haces ejercicio?
Un leve rubor asomó por mis mejillas y desvié la mirada. Por primera vez, él tenía razón.
- Odio el gimnasio, y también salir a correr bajo el sol, y de noche no es muy seguro, donde vivo hay jabalíes - Expliqué y este rió sin disimulo alguno, cubriéndose con su mano.
- ¡Vaya! ¡Pero de qué te asustas, si son de la misma familia de bestias salvajes! - Exclamó entre risas y sentí la sangre de mi cuerpo comenzar a hervir, exterminando mí paciencia. Había sido suficientemente paciente, pero mí estado de agotamiento y mí falta de sueño no lo ayudaban.
¡¿Quién se creía para reírse así de mí?!
Mis nudillos se estrellaron contra su estómago y este pareció perder el aire, doblándose con las manos en la zona del golpe.
- ¡Ahora si quieres llámame bestia salvaje, eres totalmente hartante!
Este soltó un quejido intentando recuperar el aire y visualizé sus lentes que volaron no muy lejos, di varios pasos inclinándome para recogerlos del suelo y él, ya recuperado pero aún adolorido, me observó como si quisiera arrojarme al fuego y ver cómo me deshacía lentamente.
- Devuélveme eso - dijo secamente y negué, causando una expresión de confusión y molestia en su rostro pálido- ¿Eres sorda?, devuélveme eso.
- Jamás conseguirás nada con esa actitud - Repliqué cruzándome de brazos con gesto decidido - Pídeme una disculpa y me lo pensaré.
- ¿Y disculpa por qué? - preguntó como si le estuviera diciendo una estupidez.
¡Y todavía..!
- ¡Y encima lo preguntas! - Llevé mis dedos al puente de mi nariz con molestia- Disculpate por lo que dijiste, o no te los devolveré.
Con el ceño fruncido, este pareció pensarlo por unos segundos, para luego desviar la mirada de forma altanera y decidida a no ceder.
¡Pero que cabeza dura!, ¿Acaso no se daba cuenta cuando le faltaba el respeto a otra persona, o simplemente no le importaba?
- Olvídalo, mocosa - Dijo finalmente- No me voy a disculpar, piérdete.
Sintiendo una vena comenzar a sobresalir en mi frente, tomé un pesado respiro y, sin más remedio, sonreí.
¿Quería hacer las cosas así?, perfecto.
- Como digas, majestad.
Llevando una mano a mi frente en gesto de soldado, tomé impulso y sin pensarlo dos veces,salí corriendo de allí a toda velocidad.
Sin disculpa no había trato, y yo ya me había hartado de intentar hablar civilizadamente con él.
- ¡Oye vuelve aquí! - Sentí su voz gritándome mientras me alejaba - ¡Devuelveme mis lentes, maldita fastidiosa!
- ¡Vete a la mierda, Tsukki !
Reí sin mirarlo, pero sabiendo la cara que pondría.
Sabía que odiaba que lo llamen de ese modo, por alguna razón solo a Yamaguchi se lo permitía, y estaba segura de que, ser yo quién se lo dijera, le daba justo en el hígado.
Troté sin cesar por las calles que veía hasta doblar por unas con casas muy bonitas, donde me detuve por unos segundos para recuperar el aire y, para mi sorpresa, el rubio venía trotando acercándose a mi posición.
¡Mierda, aún cansado, corría igual de rápido que yo!
Cansada y molesta, reanudé la carrera a toda velocidad aún con el aire siendo escaso en mis pulmones.
Crucé al menos diez calles sintiendo que me desvanecía, sin percatarme de donde estaba, entré en una zona con muchos árboles que me protegieron de la fuerte luz solar.
Sentí el alivio embargarme por varios segundos para luego desaparecer de sopetón, una de las ramas que sobresalían de la tierra rozó la punta de mi pie haciéndome perder el equilibrio y caí de rodillas al suelo atajándome el rostro con una de mis manos mientras sostenía los lentes en la otra.
- Auch..- solté un quejido, me dolían mucho las rodillas, pues solo había alcanzado a detenerme con mí mano libre, no quería que nada le sucediera a los lentes de Tsukishima. Al yo usarlos también, se lo importantes que son, y que no son nada baratos.
Tomé unos segundos para recuperar el aire, y pronto sentí pasos acercándose a mi posición.
- ¡A-al fin te detuviste..! - Exclamó el rubio, apoyándose en un árbol con el rostro cansado y los ojos achinados, parecía hacer mucho esfuerzo para ver sin esos cristales, al verme en el suelo, este soltó una risita malévola señalándome con su dedo índice- ¡E-eso se llama karma!
Su risa se detuvo al ver que no podía levantarme, lo intentaba, pero creo que había caído sobre algo, por qué sentía un dolor punzante invadirme con fervor en las rodillas y la mano que tenía en el suelo.
- C-creo que caí sobre algo..- Exclamé y solté un quejido de dolor al intentar moverme, al ver que Tsukishima me miraba, extendí mi mano hacia él - Toma, gracias a dios no les pasó nada.
N.
-Omnisciente-
Con un gesto indescifrable, este tomó los lentes con duda, efectivamente, nada les había sucedido, al caer sobre una sola de sus manos, usó la otra para sostener los cristales con mucho cuidado.
El tragó en seco, no podía evitar sentirse mal por ella al ver qué no conseguía levantarse correctamente del suelo, aunque eso lo molestara mucho.
- A ver, deja te ayudo - Murmuró sin mirarla y, en contra de si mismo, la ayudó a levantarse con mucho cuidado.
Al sentarse a los pies de un árbol, de espaldas a la madera, este puso una expresión de sorpresa al ver que la piel de sus rodillas sangraba, dibujando líneas rojas que se deslizaban por sus piernas.
No le costaba levantarse solo por el golpe, también se había lastimado.
- Ay maldición.. - Gruñó ella, observando la herida de sus rodillas, el rubio observó el suelo donde esta había caído, había restos de pequeños vidrios y no muy lejos de ellos, la botella rota que les daba origen.
- Parece que te clavaste esto en las rodillas - Dijo mostrándole un pedazo de vidrio entre sus dedos, para luego dejarlo en el suelo- ¿Cómo te caíste ahí?
- Iba corriendo y mi pie chocó contra las raíces que sobresalían del piso.. - suspiró y acercó sus manos a la piel de sus rodillas, para luego poner un gesto de dolor- Duele..creo que se enterró.
- Eres una torpe - Dijo colocándose de cuclillas frente a ella y examinando las heridas con atención - Si tuviste la mala suerte de clavarte esto en la rodilla, necesitaras una pinza, por qué es difícil notar algo de esta manera.
En silencio, ella lo observó con atención mientras este le examinaba como podía, sus ojos color amielados brillaban a la luz del tenue sol, aún a través del cristal de sus lentes, siendo invadidos por su fino cabello rubio, que caía desordenado sobre su frente de manera natural.
Era algo muy agradable a la vista, y ella lo sabía, sintiendo un agradable y cosquilludo calor subir a su rostro al verlo de aquella manera tan pacífica y cercana.
Un dolor punzante dentro de sus piernas la hizo volver a la realidad de un tirón y ahogó un quejido de dolor. El levantó la vista apresuradamente, alertado por el ruido para luego alejar sus dedos de la herida.
- Definitivamente tienes un vidrio - Concluyó - Es mejor que te revisen.
- Si, tienes razón - suspiró pesadamente e intentó ponerse de pie con voluntad, para tambalearse casi inmediatamente por las punzadas que le calaban por dentro, sosteniéndose con el árbol para no caer- ¡Mierda!, ¡Esto duele!
- Pues claro, mientras más camines más se enterrará en tu piel - Explicó cruzándose de brazos y guiando su mirada hacia arriba, donde las copas de los árboles tapaban la entrada del sol - ¿Ya te diste cuenta donde estamos?
Guiando su mirada hacia los lados, por fin se percató de que en la furiosa carrera que habían emprendido, se habían desviado quien sabe cuanto de la ruta original.
- La verdad, ni idea, supongo que tendremos que caminar hasta ubicarnos - Concluyó para volver a intentar caminar, más cada paso era como si le empujaran un clavo en las piernas. Con una mueca inevitable, se decidió a caminar dando tumbos, de todas formas debía volver - E-es mejor que caminemos rápido, los demás deben estar buscándonos.
- ¿Y vas a ir así? - preguntó con una sonrisa socarrona, viéndola dar tumbos - No vas a aguantar.
- ¡Claro que si! - Frunciendo el ceño y alzando la voz, sentía como la furia comenzaba a entrar a ella suavemente, opacando el dolor de sus pasos- de todas maneras, hay que volver, de una u otra forma, no hay otra opción.
Caminando a su lado, el rubio la observaba con ese típico aire despectivo que siempre presentaba cerca de ella, y una sonrisa cínica que la irritaba cada vez más con el pasar de los segundos.
»¿Que diablos le sucede? ¿Se alegra de verme sufrir? «
Una punzada de dolor hizo que se retorciera y tambaleara perdiendo el equilibrio. Ella cerró los ojos esperando el inevitable impacto del suelo, pero extrañamente, este nunca llegó.
Abriendo los ojos derrepente en busca de explicaciones, su ser completo comenzó a hervir sin medida de límite.
Sus ojos miel la observaban con agudo detenimiento a unos escasos centímetros de ella, y sus labios rosados se habían curvado en una orgullosa sonrisa, como solo él sabía darlas.
Sin poder emitir un solo sonido, ella tembló al sentir sus amplias manos rodear su cintura, sosteniéndola con fuerza para evitar que cayera al suelo.
- ¿Ya terminó su berrinche la señorita terquedad? - preguntó entonces, con su suave y profundo tono calándole hasta los huesos.
Pronto sintió que el aire le era insuficiente en los pulmones y un cosquilleo subió por su vientre, la sensación le era familiar.
La forma en la que la miraba, cómo si atravesara cada rincón de su ser, la escasa cercanía, que la hacía contemplar cada detalle de él a profundidad, ese aire indescriptible; tan cómodamente invadida, tan absorta.
Sus mejillas hervían, tal y como la primera vez que había sucedido.
No podía evitarlo, un solo vistazo de esos ojos dorados sobre ella, bastaba para que todo su cuerpo se congelara, ignorando completamente sus peticiones.
El dolor volvió a hacerla reaccionar y desvió la mirada hacia sus piernas, sintiéndose avergonzada mientras tomaba distancia del cuerpo del más alto sin ser brusca, incorporándose a duras penas.
El calor teñía su piel de rojo sin que hubiera algo que hacer para evitarlo, tenía suerte que el observador muchacho no lo notara.
- Gracias..- Murmuró en un suspiro sin mirarlo y pudo oír como este reía por lo bajo. Buscando unos segundos de reposo antes de emprender nuevamente su dolorosa caminata, se dejó reposar de espaldas contra un tronco, llevando su vista al cielo- Adelantate si quieres, Tsukishima, no tienes que esperarme, tardaré un rato en volver.
Unos segundos de silencio inundaron el lugar y, al escuchar pasos, supiste que este te tomaría la palabra y se alejaría para regresar con su grupo.
De sus labios, resbaló un un suspiro que la trajo devuelta a la realidad, aunque sabía como era Tsukishima, y lo que le había dicho había sido una sugerencia de lo más honesta, algo en el fondo de ella creía que se quedaría.
Recuperándose lo suficiente del dolor, buscó voluntad de dónde no tenía, dispuesta a aguantarlo hasta regresar con su equipo.
Bajando la vista de las bonitas nubes, el corazón le dió un brinco al encontrarlo todavía allí, justo frente a ella de espaldas, un poco agachado y con las manos a sus costados.
- ¿Qué haces? - preguntó sin comprender y este chasqueó la lengua con enfado.
- No voy a dejarte aquí sola, y tampoco puedes caminar así - explicó sin mirarla, su expresión se mantuvo atónita y no hubo respuesta- Ya sube, antes de que me arrepienta.
Dudando varios segundos hasta aceptar que no tenía otro opción, dió un doloroso paso para luego tropezar de bruces sobre la espalda del muchacho, que al sentir su peso estiró sus manos tomando sus muslos con fuerza para que pudiera sostenerse.
Pendiente a como sus pies se despegaron del suelo, su corazón dió un vuelco y sus manos se aferraron firmemente a él en un temeroso reflejo, rodeándolo con sus brazos, aterrada de caerse.
Sus ojos se apretaron con fuerza cuando este le hizo dar un pequeño salto para acomodarse mejor sobre su espalda y, cuando se convenció de que estaba todo en orden, comenzó a caminar con lentitud.
- ¿Por qué cierras los ojos así? - preguntó entonces, había alcanzado a verla, y pensó que quizás podría estar llorando.
- Perdon..me dan de vértigo las alturas.. - explicó sin mirar, pegando su frente a la espalda del muchacho, escondiendo su vista del exterior - Si veo hacia abajo, comenzarán a dolerme los pies y hasta podrían darme náuseas, así que no quiero ver.
- Entiendo, bueno - soltó una risita para luego observarla de reojo por sobre su hombro - ¿Duele menos que caminar, no?
Sus ojos se entre abrieron sin querer, capturando el brillo de una intensa mirada amielada que la escrutaba a profundidad.
Aquella sonrisa que lucía honestamente dulce, no concordaba para nada con el usual Tsukishima que la hacía rabiar día tras dia, que se burlaba de ella, el Kei que era frío y agrio con todos por igual y sin motivo aparente.
Él, en ese mismo instante simplemente, parecía otra persona totalmente distinta, y sin darse cuenta, como quién contempla algo único y poco cotidiano, sonrió dulcemente.
- Si, gracias Kei - Murmuró volviendo a pegar su frente a su ancha espalda en la cual ahora reposaba. Esta se sentía cálida, familiar, el tacto y la persona que pensó que siempre sería frío y desagradable..
Ahora la hacía sentir protegida, a salvo.
El aroma de su procedencia invadió sus fosas nasales y ella dejó que se impregnara. Era tan agradable.
» Huele muy..dulce..« pensó entonces, sonriendo con una calma incomparable.
Luego de varios minutos de silencio, y aún si valor de mirar hacia abajo, ella se decidió a hablar, tenían un largo trayecto por delante y era mejor distraerse.
- Oye Kei, ¿qué prefieres, dulce o salado?
Este pareció sorprenderse por la repentina cuestión, y tardó varios segundos decidiendo si contestar o seguir disfrutando de su silencio.
- Dulce, ya sabes que no como mucho - Confesó sin mucho entusiasmo - Y no me llames por mi nombre directamente.
- ¿Huh?, pero detestas que te llamen Tsukki, y Tsukishima suena muy formal.. - Arrugando el puente de la nariz ante su frustración, intentó pensar en algo mejor - ¿Por qué no Kei? Es un bonito nombre.
- Que no me llames por mi nombre, terca - Insistió, frustrado.
- Kei será - Entre risas, logró sacarle un gruñido de molestia. Volviendo al tema, replicó - Si prefieres dulce, ¿Qué cosas te gustan?
- ¿Por qué derrepente estás tan parlanchina?
- Por qué el trayecto es largo y siempre se hace más corto cuando conversas con alguien - explicó apoyando su mejilla contra la espalda del más alto, la cual le resultaba de lo más cómoda - me asusta bastante el silencio.
- ¿Y por qué? - inquirió derrepente- El silencio es tranquilo, pacífico, es bueno para pensar.
- No lo sé, siempre que estoy en un silencio tan..sepulcral siento que estoy la habitación de un manicomio - Explicó con desagrado- Es extraño, me pone nerviosa, es como si sintiera que hasta las paredes se va alejando de mi, volviéndome cada vez más pequeña.
El escuchó todo atentamente, aún sin entender con claridad. Era un miedo bastante oculto, pero no sintió que fuera malo contarlo.
Al contrario, y aunque jamás pensó que podría decir ello en compañía de Tsukishima, se sentía en confianza.
- Quizás le tengas fobia al silencio además de a las alturas, aunque eso solo hace más fastidioso el estar contigo tanto tiempo - Concluyó entre risas y, a modo de regaño, estiró su mano para pellizcar suavemente su mejilla, sacándole un quejido.
- Deja de ser tan agrio al menos por cinco minutos - Pidió, soltándolo para volver a su posición y, luego de unos segundos, retomar la conversación - Oye, aún no me has contestado que cosas te gustan.
- ¿Por qué te interesa?
- Considero que la mejor forma de acercarte a una persona es conociéndola en las pequeñas cosas - Explicó alegremente - Por qué en aquellos detalles que uno se esfuerza por recordar, se nota si hay interés.
El rubio pareció pensarlo por varios segundos, no sonaba mal.
- Tarta de fresa - confesó al final.
- Oh, que delicioso~ - Sonrió con cierta sorpresa y se llevó un dedo a la boca, un tanto ansiosa- Ahora se me antoja una..
- No se como puedes pensar en comida luego de tanto ejercicio, yo estoy asqueado.
- Siempre es agradable algo dulce, y en lo personal adoro las fresas, además, siempre es bueno ingerir azúcar, por si te baja la presión.
El sol fue haciéndose más débil conforme el día pasaba junto a sus pasos, no mucho después de lo que aproximaron como media hora, llegaron a la ciudad, retrocediendo sobre los pasos que recordaban de la carrera.
- ¿Gatos o perros?
- Ninguno en especial.
- Yo adoro a ambos, los animales son maravillosos.
Kei ya se había acostumbrado al sonido de su voz sobre su cuello, parecía que jamás se le acababan las preguntas o las ganas de charlar, y aunque la había ignorado en varios intentos de que hiciera silencio, acababa cediendo a sus infinitas preguntas.
- Detengámonos - Avisó el rubio derrepente y ella asintió, bajando con cuidado de su espalda e incorporándose despacio sobre la acera, por suerte le dolía menos, más no quería tentar a la suerte.
Tomando un gran respiro, estiró sus brazos hacia arriba, descontracturandose. Su mirada fue hasta la tienda en la que se habían detenido, aún estaba abierta.
Jazmín
-
Inside Mind-
Podía sentir aún el punzante dolor en mis rodillas, aunque por suerte, había dejado de sangrar y los vestigios que aún quedaban en mí pierna ya estaban secos. Aún así, debía de sacarme ese cristal con urgencia, o se seguiría enterrando a medida que me esforzaba y podría hacerse una infección.
- Voy a entrar , ¿te quedas aquí? - preguntó derrepente y asentí, dejándome sentar en la orilla de la calle, él me observó por unos segundos para luego entrar a la dichosa tienda y perderse de mí vista.
Aquello era tan confuso para mí.
Kei siempre demostraba una frialdad tan abrupta que incluso pensé que me odiaba. Pero hoy, desde que llegamos a ese bosque, parece otro sujeto desconocido.
Estos momentos en los que parece que no fuera él mismo me confunden, incluso me marean. Son escasos momentos en los que me siento tan aliviada, tan en calma junto a él y no puedo evitar sonreír al ver sus ojos deslumbrantes junto a sus labios curvados en una dulce sonrisa, que jamás pensé que pudiera ver en él.
Momentos en los que me sentía realmente feliz y tranquila a su lado, instantes en los que siento que nuestra relación es tan distinta a nuestra cotidianeidad, donde su calidez me invadía de una manera que me hacía sentir completa y absolutamente feliz y a resguardo.
¡Condenado bipolar, como me confunde!
- Oye - su voz me hizo dar un sobresalto y vi como se sentaba junto a mi en la acera, con una bolsa plástica entre sus manos - Compré esto, ten.
Desviando la mirada como si el orgullo le estuviera golpeando la nuca por cada buen gesto que tenía conmigo, me extendió la bolsa plástica. Dudosa, la tomé para examinarla; dentro tenía agua oxigenada, vendas y algodón.
Un nudo se formó en mí estómago y sentí que me contraía sin poder digerirlo.
¿Realmente se estaba preocupando así por mi?
Sin saber que decirle, noté que me miraba de reojo y le dediqué una sonrisa sincera, a lo que este volvió a desviar la mirada apresuradamente.
Vaya, realmente era tímido, o muy orgulloso, no pude dilucidarlo con claridad.
No pude evitar reír al vislumbrar como un tímido rubor rosado asomaba por sus cachetes, estaba segura que todo ello lo hacía en contra de su implacable orgullo, y por eso lo avergonzaba tanto.
Tomé el agua oxigenada y le quité la tapa, sintiendo como el corazón se me achicaba al asomarla a mi herida.
Sabía que dolería menos que el alcohol, pero no por eso me asustaba menos.
- ¿Puedo preguntar qué te sucede? - Inquirió, observándome - No me digas que no soportas eso.
Y...ahí estaba el Kei de todos los días. No se le podía pedir más.
- ¡Callate! , siempre odié esto, arde demasiado, y ya me duele mucho de por sí por el vidrio.
Tomando un profundo respiro que me diera valor, dejé caer un poco sobre mi rodilla y sentí que el ardor me quemaba hasta la cadera.
¡Mierda, como dolía!
Dejando que el líquido limpieza mí herida, cubrí mi boca para evitar quejarme del dolor, pero era espantoso.
Contrario a mí situación, la risa de Tsukishima retumbó por mis oídos con fuerza.
El maldito nisiquiera disimulaba lo mucho que se divertía viéndome sufrir.
¡Hay que ser cruel!
- ¡¿De qué demonios te ríes?! - reproché alzando la voz- ¡Esto duele mucho!
- Exageras, es agua oxigenada, no alcohol - Sostuvo entre risas y ladeó la cabeza en desaprobación, levantándose de su lugar para ponerse en cuclillas frente a mi - Dame eso, aunque sea divertido verte así, no quiero que llames la atención de los vecinos si gritas.
¡Será hijo de..!
Titubeante, le entregué el agua oxigenada, temiendo lo que podría hacer con ella, junto con las otras cosas de la bolsa. Sus manos se posaron con suma delicadeza en mis piernas y sentí un escalofrío recorrer mis extremidades.
Su cálido tacto, sus manos delgadas y grandes, aquello se sintió extrañamente..lindo.
- Yo no seré compasivo, así que cúbrete la boca si quieres - Advirtió sin mirarme, tomando un poco de algodón del paquete.
Tragué en seco desviando la mirada, sabía que si no lo miraba quizás sufriría menos.
Llevando una de mis manos a mis labios con miedo a despertar al vecindario, cerré los ojos esperando lo peor. Más allá de ello, sentí su punzante risita cerca.
¡Lo estaba disfrutando!, ¡Es que yo tengo que matarlo!
- Miedosa - Murmuró burlón, e iba a decir algo cuando fui interrumpida por el fuerte ardor en mi piel nuevamente, aumentado por el líquido que me había rociado.
Mordí mis dedos para evitar hacer algún sonido y apreté mis ojos para no ver.
¡Qué horrible que era esto! , sentía incluso como una pequeña lagrimita asomaba por mis pestañas, queriendo escapar.
- ¿Tanto duele? - preguntó entonces, mientras secaba el líquido sobrante con el algodón y, conteniendo mis ganas de soltar barbaridades, me limité a mirarlo como pude y asentir.
Una sonrisa dulce asomó por su expresión y sus dedos acariciaron mi pierna con suma ternura. Un extraño alivio me embargó y exhalé un suspiro de alivio.
- Ya pasó..ya pasó..- murmuró en voz suave, como quién busca calmar el alma más atormentada, mientras sus manos vendaban una de mis rodillas con mucho cuidado de no lastimarme.
Sentí un cosquilleo en mi interior y no pude evitar sonreír, la manera en la que me trataba, la delicadeza de sus movimientos, el cuidado en cada una de sus acciones, la calidez con la que me acariciaba como si intentara transmitirme la serenidad de su sonrisa, todo aquello era tan familiar, tan dulce, que incluso el dolor parecía desaparecer lentamente.
- Bien, ahora iré con tu rodilla izquierda, vas a tener que aguantar - Avisó, dejando mi rodilla derecha curada y vendada.
Sus dedos tomaron la pequeña botella, rociando unas cuantas gotas del líquido en mi piel y mordí mi labio inferior, sintiendo el escozor quemarme con el fervor del infierno.
Juraba no volver a caerme nunca, ¡Cómo me dolía!
Mis ojos volvieron a cerrarse por el ardor, sin embargo, poco después los abrí. El dolor fue apaciguándose nuevamente con el tacto de sus manos en mi piel.
Cada una de sus caricias era más dulce y atenta que la anterior, nada parecía ser tan malo al lado de esa sensación de confort que me inspiraba.
Jamás hubiera pensado que podría ser así, tan cuidadoso y atento, tan dulce y amable, era simplemente increíble, ese lado que siempre ocultaba de todos con su arrogancia y su agria personalidad, parecía desnudarse ante mí sin ningún tipo de temor, y realmente..
Era encantador.
- Bueno, ya todo está bien - Finalizó colocando la última venda. Su vista se alzó hasta la mía por un segundo y sentí el calor subir por mi cuello hasta mi rostro.
Su sonrisa me hacía sentir tranquila y en calma, era como si la paz que él siempre mantenía sin importar la situación, se transmitiera hacia mí, que nunca tenía paz, cada vez que sus ojos dorados se posaban en los míos, atravesándome sin escrúpulos y provocándome miles de sensaciones que subían y bajaban por mi columna, cual fila de mariposas.
Sus dedos bajaron suavemente por mi muslo hasta mi rodilla y temblé, aquello era algo maravilloso, su ternura me conmovía y sonreí.
- Muchas gracias, Kei, eres muy dulce..- murmuré sintiendo como mis mejillas se enrojecían más a cada segundo que sus gemas doradas me observaban con atención, como si me leyeran.
El pareció titubear para luego levantarse de allí y extender sus manos hacia mí para que me pusiera de pie.
Acepté y me levanté con cuidado, aún dolía cuando estaba de pie, sus manos apretaron las mías cuidadosamente como si temieran que fuera a caerme.
- ¿Mejor? - preguntó con gesto serio.
- Duele mucho menos, pero aún es como si sintiera un clavo en cada rodilla - Suspiré y me solté con cuidado de sus manos dando varios pasos por mi cuenta.
- Con un poco de suerte, el agua oxigenada hará que cualquier infección supure y se vaya, así que cuando quieras quitar el vidrio, saldrá sólo - Explicó y asentí sin mirarlo, mis ojos estaban fijos en mis pies, sentía que el primer descuido me haría caer y realmente me asustaba.
La sensación de no poder sostenerme erguida sobre el suelo era similar a la sensación horrible que sentía en las plantas de los pies cuando me atacaba el vértigo a las alturas.
Con un nudo en el estómago, cerré los ojos para evitar mirar y di varios pasos, la punzada de dolor volvió a invadirme y un quejido escapó de mis labios, sentía como me aferraba a algo cálido; abrí mis ojos y sentí mi corazón detenerse, aún sin poder mirarlo a la cara, sabía que Tsukishima había vuelto a atraparme.
En una mezcla de temor y dolor, mis dedos se aferraron a su camiseta y apoyé mi frente contra su pecho, cerrando los ojos sintiendo como mis pestañas se humedecían, su aroma dulce recorrió mis fosas nasales haciéndome suspirar, el tacto de sus manos en mis hombros, sosteniéndome con fuerza, me hacía desear que jamás me soltara, su calor derretía mis miedos sin que yo pudiera entender el por qué.
- ¿Aún te duele mucho, no es así ? - preguntó con su voz ronca y suave cerca de mi rostro y asentí escondiéndome en su pecho como si aquello me protegiera del mundo exterior, escuché como este suspiró, sus manos soltaron mis hombros deslizándose por mi espalda en un cálido e inesperado abrazo.
No podía creerlo. En todos los futuros que visualizé alguna vez, en ninguno de ellos cabía siquiera por asomo la idea que de en algún momento de mí vida me encontraría aquí; herida y atemorizada por mis más profundas fobias, recibiendo un abrazo del chico más abstracto que jamás había conocido.
Mi respiración se hizo más débil sintiendo como me rodeaba y estrechaba con ternura, cerré mis ojos dejándome llevar por su calidez, mis dedos se relajaron soltando su camiseta extendiéndose para acariciar su pecho suavemente.
Me sentía tan protegida, tan segura, el dolor en mis rodillas parecía tan pequeño al lado de la sensación de paz que él me brindaba, que deseaba que jamás me soltara.
Con mís oídos descansando sobre su pecho, podía ser testigo de cómo su corazón se aceleraba a la par del mío, latiendo fuera de su ritmo normal, como si al fin existiera algo con la capacidad de perturbar la inmaculada paz eterna de Kei.
Aún sin ver su rostro, estaba segura de que la paleta de tonalidades otoñales también había sido capaz de apoderarse de él.
Cómo una fría vuelta a la realidad, sus brazos me soltaron con lentitud y, aún sin desear hacerlo, retrocedí varios centímetros sin mirarlo.
No tenía el valor para mirarlo a la cara después de eso, estaba segura que si me encontraba con esa expresión de burla y arrogancia que siempre aparecía en los momentos en los que me encontraba vulnerable, me desharía como un papel mojado.
Mis dedos tiraron levemente de su camiseta y mordí mi labio con frustración, todo me resultaba tan involuntario.
- Oye, mírame.
Su estridente voz me congeló por completo y mi cuerpo dejó de responderme, no podía mirarlo aunque quisiera, estaba segura que, conociéndolo como lo hacía, se burlaría de mí deprimente estado debilidad, del cual había declarado varias veces su felicidad al ser testigo.
Una de sus manos tomó mi mentón alzandolo hacia arriba, mis ojos se abrieron por la sorpresa, encontrándome con su penetrante mirada amielada, mirándome tan directamente que un escalofrío recorrió mí espina.
Pero al contrario de lo que creía, este no parecía tener intención alguna de burlarse.
Su expresión era tan indescifrable como él, tanto que me perturbaba, el significado oculto en su mirada era algo que estaba lejos de mi comprensión.
Contrario a mí situación, estaba segura que él me leía como un libro abierto en cuestión de segundos, su escrutante contemplar me volvía vulnerable al brillo de sus dorados orbes, aún en contra de mí voluntad.
Sus labios se curvaron en una sonrisa serena y mi respiración se cortó mientras sentía burbujear el calor por mí piel.
- Miedosita.. - murmuró con su grave voz haciendo eco por mis tímpanos y temblé, su presencia se imponía sobre la mía, haciéndome olvidar todo lo que sucedía a nuestro alrededor, no sentía dolor, ni miedo, no podía dejar de observarlo tampoco, todo parecía desaparecer a nuestro alrededor resumiendo todo a aquel dulce y tranquilo momento.
Su mano viajó desde mi mentón hasta mi mejilla y su dedo pulgar acarició mi ruborizada piel quitando una pequeña lágrima que se había asomado producto del dolor que constantemente me azotaba.
- Es extraño saber que alguien como tú llora, pero no quiero verte así.
Sus palabras sonaban tan sinceras que no pude evitar sonreír, a su manera, sabía que eso significaba que se preocupaba por mí, aunque fuera un poco.
O mejor dicho, lo suficiente como para apartarse de su cotidianeidad tan amarga y transformarse en una maravillosa persona, la cual era capaz de calmar al más aterrado espécimen sobre la tierra.
Eso, valía mucho más de lo podía pensar, cuando ahondaba en ello.
Una de mis manos soltó su camiseta y siguió el trayecto de la suya hacia mí rostro, acariciando su mano que reposaba sobre mi mejilla.
La calidez que sentía y me relajaba, no quería que se fuera, y sostuve su mano contra mi rostro en esperanza de mantener aquel único sentimiento que me hacía sentir tan tranquila.
Su mano era notoriamente más grande que la mía, y no pude evitar sentir ternura al notarlo. Más temprano que tarde, el titubeó, con el rojizo brillante apoderándose de sus pálidas mejillas.
Su mirada se desvió de la mía producto de su timidez y reí, causando que frunciera un poco el ceño.
- ¿S-se puede saber de qué te ríes? - preguntó en voz baja, cómo si su voz se escondiera en el fondo de su garganta.
- Te ves muy tierno sonrojado, Kei - Murmuré pero este me escuchó claramente, sus labios se entreabrieron para decir algo pero sus palabras parecieron quedarse atoradas en su trayecto. Su mano libre cubrió su rostro avergonzado y gruñó fastidiado.
- Tonta...- murmuró y mi mano bajó de mi rostro aún sin soltar la suya, mientras reía, este me observó de reojo con el ceño fruncido, se veía tan tierno, como un pequeño niño avergonzado.
Sus ojos y los míos parecieron dirigirse a nuestras manos juntas al mismo tiempo, mis dedos se entrelazaron con los suyos y este respiró pesadamente, sin embargo, no lo rechazó, y se dejó aferrar.
- Anda, los demás deben estar preocupados por nosotros - Propuso aún sin mirarme y con una de sus manos cubriendo la mitad de su rostro.
- Si, tienes razón.
Aún si decía eso, nuestras manos parecían negarse a separarse. Al intentar dar un paso, sus dedos me apretaron suavemente, temiendo que me cayera.
Al cabo de unos segundos, este me soltó dudoso y se puso de espaldas a mi inclinándose para que subiera nuevamente.
Algo torpe, subí y este me sostuvo por los muslos nuevamente, comenzando a caminar.
Mis brazos rodeaban su cuello y observé su lindo cabello rubio caer por su nuca, este era tan bonito y del nítido color del sol, deseaba poder tocarlo pero no quería soltarme.
Mi rostro descansó en su cálida espalda mientras el sol se escondía sobre nosotros, ninguno decía una sola palabra, el silencio era más que aceptado por ambos, ninguno necesitaba decir nada, la paz de la mutua compañía era suficiente.
Su calor me hacía sentir tan segura que no necesitaba nada más, tanto que sentí que mis ojos comenzaban a pesar y pestañeé varias veces, negándome al sueño que me tentaba, no quería dormirme, pero quizás era el hecho de no haber dormido bien el día anterior, sumado a que me sentía tan cómoda allí, que no podía evitar que me pesara el sueño.
- Es extraño que no estés parloteando como una cotorra - Cuestionó derrepente y reí por lo bajo, ese comentario me lo esperaba de sobra - ¿Acaso te estas durmiendo?
- Puede ser..- admití dando un bostezo y este chasqueó la lengua con molestia.
- Si te duermes te abandonaré - Aseguró entre risas.
- Pues...correré el riesgo - un bostezo tras otro, sentía el cansancio ganarme la batalla con lentitud - Es extraño..te quejas de que soy ruidosa, pero cuando estoy en silencio me extrañas.
Este guardó silencio por varios segundos para luego suspirar pesadamente.
- Cállate.
Reí mientras cerraba mis ojos y removía mi mejilla contra su espalda, encontrando el lugar justo donde me daba por rendida ante la tentación del descanso.
- ¿Sabes kei? - susurré sintiendo que me desvanecía- No eres tan malvado como aparentas...en realidad...eres muy lindo.
N.
-Omnisciente-
Mientras hablaba, sus existencia se rindió en intentar mantenerse despierta y, claudicó aferrada a la espalda del más alto, quien observó sobre su hombro, admirando a la pelirroja dormida con una sonrisa tierna.
- Tonta..al final si te dormiste..- murmuró ladeando la cabeza para luego reanudar la caminata.
Sintiéndose algo idiota por hablar solo, se limitó a observar al cielo con nostalgia mientras caminaba, no podía enfadarse con ella.
Luego de varios minutos, sintió un leve sonido provenir de su espalda y rió por lo bajo.
- ¿Y además roncas..?, que descarada - Murmuró al observarla por sobre su hombro, la expresión de la joven era tan tranquila que no pudo evitar sentir ternura por ella.
Sus rizos rojizos caían desordenados por su rostro, dándole un aspecto descuidado pero naturalmente lindo, sus labios entre abiertos dejaban salir leves ronquidos que le causaron una incontenible risa al joven.
- Eres muy linda, idiota - Confesó sin quererlo y fijó su mirada en el cielo con serenidad, la soledad de las calles bajo las luces del tímido anochecer guardarían su secreto.
El silencio ahora parecía algo abrumador sin la voz de la jovencita retumbando por sus oídos, llena de preguntas y de alegría, que, aunque no quisiera admitirlo, ahora le hacían algo de falta.
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