🍒Capítulo 13🍒 [Editado]

Jazmín
-Inside mind-

- Vaya lugar - comenté, caminando con tranquilidad por los pasillos - luce acogedor.

Hinata iba chillando de emoción como un niño pequeño en cada habitacion que veía del lugar, y yo no podía evitar sonreír al verlo tan emocionado.

- Ya cálmate Hinata - Kageyama comenzaba a hartarse y eso era motivo de alerta para todos, que lo observábamos con atención para evitar más pleitos.

- Lo lamento, es que jamás estuve en una concentración - se excusó avergonzado, colocando una mano tras su nuca.

- Tendré que pasar todo el día junto a estos chicos ruidosos, no se que tiene de divertido - Tsukishima parecía fallecer lentamente de solo escucharlos.

Pobre muchacho, estaba rodeado de lo que más le fastidiaba. Hasta le daría mí pésame.

- No seas tan negativo - sonreí, dando unas suaves palmaditas en su espalda intentando animarlo - Al menos te acostumbrarás más a ellos, así cada vez  que debas estar a su lado, sufrirás menos.

Esto no parecía animarlo para nada, al contrario, parecía más angustiado.

Rendida en mí causa, me alejé del grupo de muchachos y caminé hacia la cocina, viendo a Kiyoko ordenar los víveres cuidadosamente.

- ¿Todo esto tenemos para cocinar? - pregunté viendo la pila de alimentos sobre la mesada mientras me colocaba un delantal.

- Si es mucho para ti lo haré yo, no te preocupes - Alertó Kiyoko un tanto afligida,  acercándose con varios platos en la mano.

- ¿Bromeas? - reí tomando varios vegetales y una tabla para cortar - Crecí en una casa con hermanos pequeños y mi mamá trabajando casi todo el día, si hay algo de lo que sé es cocinar y limpiar, déjamelo a mí.

Sin perder el tiempo, me puse manos a la obra cortando la verdura con una habilidad destacable y rápida, a lo que Kiyoko me observaba algo encandilada.

Honestamente, lo hacía rápido por costumbre, pero no es lo recomendable cuando se usa un artefacto con filo, había que tener mucho cuidado.

- Jazmín, ¿cuidabas de ellos tú sola?, ¿No había nadie que te ayudara?  - preguntó con curiosidad,  mientras el ruido seco del cuchillo rebotaba en la tabla plástica.

- Si, verás...- suspiré, sin perder la concentración- La economía de donde vengo es muy difícil, somos tres niños menores contándome a mi y dos mayores que me anteceden, pero los mayores tuvieron mucha confusión...y se alejaron muchas veces..así que, supongo que fui una figura mayor para mis dos hermanos menores mientras mi mamá no estaba.

Kiyoko arqueó una ceja, guardando un silencio demasiado obvio, adivinar la pregunta que se acercaba hizo que la garganta se me cerrara cuando, luego de unos segundos, se atrevió a preguntar lo que ya sabía que era inevitable.

- ¿Y tú padre?

Esa sola palabra hizo que me diera un escalofrío por la espina dorsal.

Me reservé mi silencio para mi.


Había hablado sin pensar, y esos tiempos habían sido muy difíciles, cosas que mí cabeza decidió que era mejor bloquear, y no tenía intención alguna  de contradecir a mí cerebro, después de años de silencio voluntario.


La verdad es que no tenía ninguna intención de contestar esa pregunta, y me sentía terrible por haber mencionado algo que desencadenara esa cuestión.

Debió comprender, por qué su gesto se desarmó en arrepentimiento, lo cual me hizo sentir mucho peor.

Perdóname cariño, pero no te puedo responder.

- Lamento el atrevimiento.. - Murmuró poco después y solo pude forzar una seca risa por lo bajo.

- No, está bien, no tienes por qué disculparte, cielo. Solo..acepta mi silencio, ¿sí? - mi mirada fue hasta ella a modo de súplica y, con una sonrisa sincera, ella asintió, estirando su mano suavemente sobre la mía en una dulce y cálida caricia que reconfortó mí alma cual abrigo invernal.

Agradeciéndole en silencio que aceptara no hablar de ello, le dediqué una sonrisa. Pero más que eso, agradecía tener a alguien tan dulce cerca.

- ¿Necesitan ayuda? - La puerta de la derecha se abrió y el maestro Takeda entró con una sonrisa y un bonito delantal que nos sacó a ambas una risita.

Se veía tan tierno.

- Gracias, pero creo que la llevamos bien con la comida, profesor - Respondió Shimizu, tan cordial y respetuosa como siempre - ¿Puede encargarse de la limpieza del comedor?, le mostraré donde está lo necesario.

- Claro, prepararé todo para cenar - Dijo en tono servicial caminando hasta la puerta seguido de Kiyoko, la cual antes de salir, me guiñó un ojo con complicidad y ternura, mientras leía sus labios decir;

"-No te preocupes"

° ° °

- ¡Vaya! ¡Todo esto está delicioso!- Chilló Nishinoya con los ojos brillosos, mientras engullía fervientemente la cena.

- ¡Comida hecha por Jazmín y Kiyoko! - agregó Tanaka de igual manera, casi lagrimeando.

Sonreí mientras comía junto a ellos, siempre era halagador recibir cumplidos, y hacer comida que les causara una sonrisa a los demás, creo que era lo que más me importaba cuando debía meterme en la cocina.

- Me alegra que les guste - Sonreí, complacida- Creo que me defiendo bien en la cocina.

Mientras los dos atolondrados iban corriendo a buscar más comida, aún con las bocas llenas, no pude evitar reír y Tsukishima me miró con gesto de asco.

- No se como no te da náuseas ver como comen tanto - Exclamó con un escalofrío que lo dejaba pálido, mientras se metía un tímido bocado a la boca.

- Yo también como bastante, así que no me perturba - me encogí de hombros, restándole importancia-  además yo cociné, así que para mi un placer.

Sin más respuesta que una expresión de completo desagrado, levanté a la mirada hacia otra de las mesas, y por una bonita coincidencia, me topé con Kageyama, que para mí alegría, parecía disfrutar mucho la cena, sin atorarse como lo hacían Nishinoya y Tanaka.


Tomándome por sorpresa, este se percató de que lo observaba, deteniendo su ritmo y fijando su mirada sobre mi.

Atrapada, sentí un escozor por la vergüenza y como un reflejo nervioso, mis dedos temblaron y perdieron fuerza, soltando rápidamente el palillo y dejándolo caer sobre el plato.

Que vergüenza, si mí madre estuviera aquí, me diría que eso me sucedía por metiche.

Él pareció avergonzarse y rápidamente desvió la mirada, siguiendo en su cena un tanto cohibido, que incómodo.

- Torpe - Soltó Tsukishima y ahora más molesta que nerviosa, le lancé el palillo a la cara, dando un gruñido de molestia.

- Sigue comiendo y cállate - Recargué mi rostro en mi mano derecha observando de reojo al pelinegro. Todo era tan confuso.

No se por que me perturbaba tanto el hecho de que me mirara, o peor, que me atrapara viéndolo como hace un momento, normalmente solo levantaría la mano y saludaría sin problemas.

Pero con él simplemente no podía, a ciencia cierta no sabía por qué, pero así era.

Quizás no me había recuperado del todo del momento incómodo de hoy.

Una vez todos terminaron de cenar, Kiyoko y Takeda limpiaron el comedor hasta dejarlo impecable y se retiraron, a mi tarea quedaron los platos por lavar y guardar.

Jaz, yo ya me iré a mi casa antes de que se haga más tarde - Dijo acercándose a mi lado mientras se limpiaba las manos - ¿Estás segura que quieres quedarte aquí?, eres bienvenida en mi hogar, podemos compartir la cama, si te quedas aquí tendrás que dormir con los chicos.

- Tranquila, como te dije antes, no es la primera vez que convivo con un montón de muchachos problemáticos, me manejaré bien, no quiero causar problemas y que duermas incómoda.

Aún sin estar del todo convencida, dejó un papel sobre la mesada, el cual tenía su número escrito.

- Como quieras, pero cualquier cosa que suceda me llamas - se dió la vuelta dispuesta a irse, más se detuvo por un momento al recordar algo - Por cierto, es mejor que vayas a bañarte antes que vayan los de primero, o puede que se acabe el agua caliente.

Asentí y ella se retiró saludando con su mano, dejándome la cocina para mí. Sin los muchachos, la misma quedó sumida en  una total y profunda soledad y pronto sentí un escalofrío en mi espalda.

Odiaba el silencio con toda mi alma, me ponía los pelos de punta, sobre todo en lugares tan amplios.

Observé la pila de platos por lavar con cansancio y respiré pesadamente, era mejor empezar pronto para acabar temprano y poder bañarme antes que se acabe el agua caliente.

Arremangandome la camiseta y ajustándome bien el delantal, tomé mi celular abriendo la lista de reproducción y colocándolo en un lugar seguro lejos del agua, seleccioné una lista que ya tenía armada y le puse play disfrutando del comienzo del ritmo, dejándola que siga en un orden desconocido.


Una rítmica bachata comenzó a sonar y sonreí, no había nada que me pusiera de mejor humor que una canción que me recordara mi hogar, donde era inmensamente feliz.

Moví mis caderas sin poder resistirme y tarareé la canción mientras lavaba los platos y los colocaba en el plástico para que escurran correctamente.

Aquello me causó un suspiro de nostalgia, la situación me recordaba mucho a mi mamá, la verdad es que me causaba gracia notar como aveces me parecía demasiado a ella en estas pequeñas cosas de las cuales me reía e incluso hubo ocasiones que me causaron alguna vergüenza.

Uno siempre se convierte en lo que ve y vive, aún en contra de nuestra voluntad.

Por suerte en mí caso, eran cosas buenas.

  N.
-Omnisciente-


Sus hombros se movieron de manera rítmica junto con sus caderas y una sonrisa asomó por sus labios rojizos mientras oía la canción y tarareaba alegremente.

Estaba tan inmiscuida en aquello que no notó la presencia de alguien que entró sigilosamente en la cocina y la observaba algo confundido pero muy encandilado.

Sus ojos azules brillaron con ilusión al verla bailar de manera tan natural, moviendo sus caderas y dando pasos cortos meneando su cabello sobre sus hombros en una coleta algo desarmada por las sacudidas, con su camiseta anudada a un costado de su abdomen y sus shorts negros abrazando sus caderas con una posesión casi egoísta.

Sintiéndose totalmente enganchado a esa visión que no dejaba de sorprenderlo, nisiquiera le importaba para que había venido inicialmente.

Lo que sea que fuera, había perdido todo su sentido e importancia junto a ella.

Volteándose para apoyar una olla en la mesa opuesta a dónde lavaba, fue tomada por sorpresa por la casi invisible presencia del muchacho parado en la puerta.

Sintiéndose totalmente congelada al ser testigo de como este la observaba completamente perdido por algo que ella desconocía, se tomó unos segundos de gracia mientras su rostro era tomado en gran manera por un inoportuno calor vergonzoso para poder reaccionar.

Dejando la olla sobre la mesada y secándose las manos con un trapo nerviosamente, pronto su rostro fue un poema de reacciones.

- ¡K-kageyama!, ¿No tendrías que estar en tu habitación? - preguntó poniéndole pausa a la música con rapidez.

Su voz logró reventar su burbuja personal y este pareció reaccionar conectando mente y cuerpo nuevamente. Siendo igualmente tomado por ese abrasador calor en sus mejillas, ladeó la cabeza varias veces para volver a su realidad.

Recordando el por qué había venido en realidad, dio varios pasos hasta ella rascando su mejilla con su dedo índice.

- T-tenía sed y quería beber algo - Explicó, escapando rápidamente para abrir la nevera sin mirarla y tomando una botella de agua.

- Claro..- Murmuró por lo bajo, aún avergonzada. Refugiándose en continuar con su tarea, regresó a lavar los platos dándole la espalda al joven - Oye, ¿ya se bañaron los de primero?

- Aún no, estamos esperando que los sempais terminen.

- Que alivio..- sonrió, más tranquila- ¿Les molestaría dejarme bañar primera?, no tardaré mucho, solo temo que se acabe el agua caliente.

- Claro, no hay problema..- Respondió bebiendo de la dichosa botella y luego de varios segundos de profundo silencio, se atrevió a preguntar, aprovechando que no era observado - ¿Q-qué estabas bailando..?

Sintiendo el calor volver a  acariciar sus mejillas, colocó el último plato a escurrir, secándose las manos con el repasador.

Era inevitable, era demasiado obvio que la había visto. 

- Es un ritmo clásico de donde yo vengo - explicó brevemente, con cierta risa nerviosa - Se llama Bachata.

- ¿Ba..chata? - repitió débilmente y, al escuchar su mala pronunciación, no pudo evitar reír, sonrojándolo- ¿En qué idioma está?

- En español - Cobrando valor, volteó hacia él, sosteniéndole por fin la mirada mientras  apoyaba sus manos a sus costados en la mesada - ¿Jamás habías oído de esa música?

Este negó rotundamente, para él, era como si esta estuviera hablándole en griego.

- Allá suele bailarse mucho, es bastante sencillo, aunque se baila en pareja - rió entonces cruzándose de brazos - es una música para disfrutarla con otra persona, por eso es sencillo.

- Ya veo..- llevó una mano a su mentón en gesto pensativo- la verdad es que no sonaba mal, aunque es confuso para mí entenderla.

Una idea llegó a su cabeza con la velocidad de un rayo y el peligro de una tormenta y, con cierto sonrojo cálido trepando a sus mejillas, volvió a poner play a la lista, dejando sonar la música justo donde había quedado.

Kageyama la observó con gesto inquisidor mientras ella se quitaba el delantal, colocándolo sobre la mesa y a paso tranquilo se acercaba a él.

- ¿Te gustaría aprender? - preguntó con sus manos descansando en su cadera y una sonrisa alegre decorada con bellos tonos rojizos sobre su piel.  Este sintió hervir su rostro como una olla a presión a punto de reventar. Incrédulo, se preguntó a si mismo si había entendido bien.

¿Él y ella bailando juntos?

- R-realmente no creo poder hacer eso, jamás he sido bueno para bailar - se excusó rápidamente, agitando sus manos  frente a ella y alzando la voz nerviosamente.

Si pudiera bajarte un estrella del cielo, lo haría sin pensarlo dos veces, por qué te quiero.


Al verlo tan alterado y rojo como una rosa, no pudo evitar que se le escapara una risita.

Negando con la cabeza, se acercó a él tomando sus manos con una iniciativa que no le dió oportunidad de negarse.

Atónito, se detuvo en seco al sentir el contacto de ambas palmas en el aire, atontado por la calidez de sus manos sobre las suyas, que resultaban tan pequeñas al compararlas con las propias.

Tragando en seco, fue guiado por ella suavemente al medio de la cocina y, oyendo la canción, esta comenzó a moverse despacio.

Y si tuviera el naufragio de un sentimiento, sería un velero en la isla de tus deseos.

- Escucha la musica, y mueve tus caderas de esta manera - Explicó pacientemente,  mostrándole el ejemplo con su propio cuerpo y este tembló de nervios - Tranquilo, confía en mí, ¿sí?

Sus ojos brillaron mirándolo fijamente y, endulzado con la tranquilidad y felicidad que le brindaban esos ojos castaños, él simplemente no pudo decir que no.

Él intentó moverse siguiéndola despacio, poco a poco, ella puso sus manos en las caderas del más alto guiándolo con paciencia en los primeros pasos.

Pero por dentro, entiende que no puedo y aveces me pierdo.

Este intento seguirla, pero se sentía demasiado avergonzado y terminó por claudicar chasqueando la lengua con su usual tono de molestia que ella ya conocía perfectamente.

Comenzaba a conocerlo tanto que nisiquiera se percataba de ello.

- Soy malo para esto, demonios - Se quejó, perdiendo los estribos y, reaccionando a los pocos segundos, tomó sus caderas pegándolo suavemente a su propio cuerpo, escondiendo su rostro en su hombro.

Este sintió que su corazón se detenía al sentir la calidez de su cuerpo unido contra el suyo, su boca se entre abrió para decir algo más su voz se detuvo rotundamente mientras un escalofrío le congelaba su espina dorsal.

Podía sentir sus latidos, el calor de su cuerpo, todas sus formas y sus movimientos. Estaba totalmente atónito.

Luego de unos segundos en los que logró reaccionar, bajó la mirada, dejándose descansar como ella lo hacía, con el calor inundando su rostro sin la capacidad de emitir un solo sonido.

- Tranquilo, Tobio - Exclamó ella en voz tranquila, cerca de su oído y este ahogó su aliento y todas sus palabras en su garganta - Solo sigue mis movimientos.

Esta comenzó a moverse con su cuerpo pegado al suyo, siguiendo el ritmo de la música y él, sintió que flotaba.

La sensación era indescriptible, los latidos de ambos aumentaban drásticamente dentro de ellos, y dejándose descansar el uno en el otro con más confianza a medida que transcurría el tiempo, fueron sintiéndose mutuamente.

Escondiendo su rostro que permanecía totalmente coloreado por tonalidades bordos en su hombro lejos de la vista del muchacho, ella se permitió sentir su dulce  aroma y dejar que este la inundara por completo, relajando su cuerpo junto al de él.

Cuando me enamoro, aveces desespero cuando me enamoro.

Y cuando menos me lo espero, me enamoro.

El cuerpo del más alto siguió sus movimientos adaptándose a ellos sin darse cuenta, el dulce perfume de su cabello inundó todo ser de igual manera que ella lo hacía y este cerró los ojos por unos segundos, abandonando toda furia y nerviosismo que lo solía embargar por una sensación de tranquilidad mientras bailaban.

Tan juntos, tan absortos en la mezcla de sus existencias.

Se detiene el tiempo, me viene el Alma al cuerpo.

Ella se separó suavemente sin soltar sus manos y ninguno pudo mirarse a la cara inmediatamente, ambos sentían su corazón querer escapar de su pecho a toda velocidad.

Kageyama la observó de reojo, pronto aquella calidez de su cuerpo tan cerca de él le hizo falta, sintiéndose frío.

Esta levantó la vista hacia él y sonrió alegremente.

- No era tan difícil, ¿No? - Bromeó con una risita y este le sonrió de igual manera - Ahora, solo queda aplicar lo que aprendiste, ¿listo?

Y sonrío, cuando me enamoro.

Este se tardó unos segundos para luego asentir con confianza y ella tomó sus manos colocándolas con cuidado en su cintura, haciéndolo temblar, tanta cercanía lo ponía tan nervioso que temblaba como una hoja, ella lo notó y soltó una risita apoyando sus manos en sus hombros.

Si la luna sería tu premio, yo juraría hacer cualquier cosa por ser su dueño.

Ella comenzó a moverse dando pasos hacia adelante y hacia atrás moviendo sus caderas con gracia y este la siguió con sus ojos fijos en sus pies tratando de no confundir los pasos.

Realmente lo intentaba con fervor, sus ojos cafés pasearon por el rostro totalmente concentrado del azabache mientras disfrutaba de la canción, y de él.

Y si en tus sueños escuchas el llanto de mis lamentos, en tus sueños no sigas dormida, que es verdadero.

Pronto la torpeza inicial del joven se fue apaciguando y ella tomó sus manos entre las suyas con más confianza, comenzando a mover sus hombros y enseñándole al más alto a girar como nuevo paso.

No es un sueño, amor.

Ambos sonrieron mientras bailaban tranquilamente, él no podía evitar sentirse eufórico cuando ella estaba allí, solo sonriendo para él de esa manera tan sincera, tan natural que lo cautivaba por completo sin que él fuera consciente de ello.

Y me alegro, que aveces al final no encuentres un momento

Ella rió mientras bailaban, viendo que este iba dominando la técnica hábilmente, fue bailando con más y más intensidad y soltura, dejándose llevar por el ritmo, girando de espaldas a él y moviendo sus caderas para luego volver a girar quedando cara a cara.

Ella fue feliz al ver como este sonreía de igual manera mientras bailaba, en un momento único que ambos compartían con mucha alegría, sumidos en su propio mundo con la música como único acompañante.

Cuando me enamoro, aveces desespero cuando me enamoro, y cuando menos me lo espero, me enamoro.

Ella tarareó la canción con una alegría inmensa que provocaba mariposas en el estómago del ojiazul, que la observaba simplemente admirado por cada detalle que lograba cruzar por sus ojos en aquel momento; cada curva de sus labios rojizos que tarareaban la música alegremente, cada rizo desprevenido que caía sobre su piel suave y tersa, cada parpadeo en el cual revoloteaban sus largas pestañas sobre sus bellos ojos cafés que brillaban de manera indescriptible aún tras el delgado cristal de sus anteojos, cada movimiento que hacía, como si estuviera en su momento más feliz, y decidiera compartirlo con él.

Todo, era observado con una admiración fugaz por Tobio, que sin saberlo, guardaba cada uno de las detalles que la integraban en lo más profundo de su cabeza, para que ese recuerdo tan especial nunca se fuera.

Se detiene el tiempo, me viene el alma al cuerpo, y sonrío, cuando me enamoro.

En ella la situación se repetía casi como un espejo, sentía un cosquilleo subir por su abdomen cuando veía al chico que siempre mostraba rudeza y brutalidad, sonreír de manera tan alegre y natural mientras seguía sus movimientos con soltura y precisión, esforzándose por dar lo mejor de sí.

Era tan distinto, y dentro suyo, algo le decía que estaba viendo la parte más honesta de él.

Aquello la llenaba de felicidad, su mirada subía y bajaba por su rostro pálido, el cual lucía tan maravilloso con sus desordenados cabellos azabache que caían sobre su frente, decorando su alegre expresión.

Perdida en sus hermosos ojos azules que brillaban observando cada centímetro de ti sin pena ni vergüenza, aquel inmenso océano azul escondido tras sus orbes te tragaba por completo ahogándote en sus profundidades cada vez que lo mirabas.

Sus manos sostenían las tuyas con seguridad, entrelazando los dedos de sus manos juntas, que ahora te dabas cuenta lo pequeña que era junto a la de él, tan amplia y lastimada por el entrenamiento, y a la vez tan suave y cálida, tan agradable.

Y sonrío, cuando me enamoro.

Dando un último giro, la canción terminó y sus manos quedaron juntas a los costados de ambos, a la altura de sus hombros. Sus rostros se encontraron derrepente a centímetros y ambos sintieron que el momento se congelaba en aquellos segundos que parecían eternos, tal y como decía la canción, el tiempo se detenía.

Sus miradas se mezclaban entre sí, deseando perderse en sus profundidades, y sus alientos sobresaltados se cruzaban uno con otro, rozándose hasta ser un solo aire, cargado de deseos sin mencionar.

Ambos sonrieron sin estar conscientes de ello, con sus mejillas brillando de un color salmón brillante. Sus dedos apretaron los de ella levemente, como si no quisieran soltarse de aquel momento único que había nacido sin quererlo ni esperarlo, pero que ahora se sentía tan corto y necesario de una continuación.

Sus manos se deslizaron a sus costados bajando sin soltarse, y este tragó en seco al tenerla tan cerca, podía sentir su corazón latir como si estuviera a punto de explotar y salir de su cuerpo para escapar corriendo de allí, sus orbes azules recorrieron su rostro una vez más y su mirada subía y bajaba regresando una y otra vez a esos labios rojizos que lucían tan suaves y brillantes en aquel momento.

- Tobio..- susurró su nombre en un delgado y pendiente hilo de voz, sintiendo que su respiración se cortaba mientras que su mirada viajaba una y otra vez por sus labios.

Podía sentir como él apretaba sus manos suavemente pero con firmeza, tan posesivo, negándose a soltarte, e inhalaba su envolvente perfume, cerrando los ojos por unos segundos, disfrutando del momento, como si no hubiera nada más importante en aquel segundo, ni el hecho de que otra canción sonaba tras de ellos, ni que estuvieran en la cocina, ni el resto del universo.

Nada.

Solo ellos dos.

Tobio se dejó envolver por aquel encantador momento y sin darse cuenta, su rostro fue acercándose, cómo si fuera empujado por la nuca, deshaciendose de la distancia entre ellos con suma lentitud, saboreando la distancia como parte del deseo que ahora invadía su vida en ese momento, convirtiéndose en parte de él ahora.

Esos hermosos labios rojos actuaban como imán a los suyos, nada importaba más en aquel momento, nisiquiera pensó en lo que hacía con claridad, solo acataba las órdenes de su agitado corazón, el cual rogaba suplicante dentro de su pecho, que se dejara empujar por la corriente hasta el destino que le esperaba, mientras ella, con sus largas pestañas cerrando sus ojos cafés, parecía esperarlo, igualmente empujada por los deseos de su órgano latiente dentro de su pecho, mientras el tiempo se pausaba de manera brutal y las estrellas parecían brillar muy poco al lado de los corazones de ambos jóvenes.

Nada más parecía existir además de ellos.

La puerta sonó derrepente haciéndolos sobresaltarse, alguien estaba intentando pasar pero para su suerte, esta parecía haberse atascado.

Tomándose unos segundos para recuperar el aliento y devolverse a la realidad,  sintió como su rostro y el de Kageyama se coloreaban de un profundo bordó al percatarse de ello.

Aún sin soltarse las manos, ambos sintieron que el aire abandonaba sus pulmones ahogandolos y, el azabache fue el primero en mirar al suelo mientras sus mejillas ardían fervientemente.

Cuando sus pies parecieron percatarse de donde estaban, ella soltó un suspiro y observó por sobre su hombro el forcejear de la puerta entre murmullos de fracaso. Reconociendo esa voz perfectamente, no pudo evitar frustrarse, era nada menos que Shoyo el que había interrumpido el bonito momento.

- Deja de forcejear, si la atascaste solo lo empeoraras, deja que yo la abro desde adentro - Advirtió en voz alta para que esté la escuchara.

- ¡De acuerdo, Aunque parece estar clavada al suelo! - respondió desde afuera y ella respiró con pesar.

El momento bello había acabado antes de lo esperado, y también de lo deseado, y su vista se encontró nuevamente con la del joven, quien tenía sus mejillas levemente infladas en una expresión de frustración que le causó mucha ternura.

Kageyama, era definitivamente especial.

- Para ser la primera vez que lo haces, realmente lo hiciste muy bien - murmuró con suavidad y este dudó unos segundos para luego ofrecerle una sonrisa, ambos notaron que sus manos aún permanecían juntas a la par, sosteniéndose como si fueran al desarmarse al despegarse. Sin más remedio, se dedicaron una mirada llena de brillo y negación antes de soltarse con lentitud, aunque ninguno parecía querer hacerlo.

Acercándose a la puerta, ella levantó el acero con fuerza para que esta resbalara hacia afuera y Shoyo pudiera entrar.

- ¡Al fin! - dijo con una sonrisa- Que puerta más molesta.

Limitándose a sonreír en silencio, sus ojos buscaron a Kageyama pero este se encontraba bebiendo su botella de agua cómo si nada hubiera sucedido. Dejando salir una bocanada de aire de sus labios, aceptó que todo volvía a su habitual realidad.

Shoyo pasó a buscar al azabache, parecía que ya era hora de irse a bañar para los de primero y por eso lo estaba buscando.

- Jazmín quería bañarse primero - Dijo sin mirarla y Shoyo asintió, hablando de cosas que a ninguno parecían interesarle.

Sin llegar a entender bien que había sucedido, ambos parecían no salir de la burbuja que habían creado juntos, y aunque lo intentaron, nisiquiera terminaron de escuchar a Hinata.

Ella tomó su teléfono y se alejó de allí caminando por el pasillo. Sin llegar a su habitación, sus pasos temblaron y recargandose de espaldas a la pared, subió una mano a su pecho, sintiendo el latido de su corazón ir a mil por hora en una taquicardia de origen compartido.

Su mano libre cubrió su boca mientras su rostro brillaba en toda una paleta de tonalidades rojas, la imagen se repetía una y otra vez en su cabeza cual bucle, aumentando el color poblante en sus cálidas mejillas.

No podía creer lo que allí había sucedido, o peor, lo que por poco sucedía.

Un suspiro con sus últimos vestigios de claridad se escaparon de sus labios,  deslizandose lentamente por la pared hasta llegar al suelo, las yemas de sus dedos acariciaron sus labios y sintió un profundo escalofrío subir por su columna y estómago, aún podía sentir su cálido aliento sobre la comisura de sus labios.

Nisiquiera el agua había podido deslizar ese recuerdo, y aún mientras ella se bañaba, el recuerdo del casi beso y del momento maravilloso que los habían acontecido momentos antes, no se iba, ni de su cabeza, ni de la de Tobio.

Él se dejó caer en su cama, reviviendo el momento una y otra vez llevando una aún temblorosa mano a su rostro, sentía como este no dejaba de arder, la imagen lo estremecía, sus labios rojizos y brillantes lo retorcían por dentro, sus mejillas sonrojadas, su respiración acariciando su rostro y sus labios, causando una dulce sensación de cercanía que ahora sentía tan faltante.

Todo había sido tan mágico.

Este soltó un chasquido de molestia maldiciéndose internamente y cubriendo su rostro avergonzado con una almohada, era la primera vez que todas y cada una de estas cosas le sucedían, y estaba siendo mucho más confuso para él digerirlo, y lo que era peor, entenderlo.

Nunca había estado tan cerca de alguien, y mucho menos de alguien que le revolviera así el estómago, quebrando su cabeza como una sandía.

Intentando distraerse de aquello, trataba de centrarse en el partido que tendrían, más por primera vez en su vida, no lograba hacerlo.

Cada una de aquellas sensaciones se sentía tan vívida para ambos cada vez que la recordaban, como si volviera a suceder una y otra vez, justo frente a ellos.

Era seguro que ninguno de los dos dormiría aquella noche.

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