Capítulo II; Derrumbe
Abrí mis ojos de manera perezosa, recordando a la par el desastre de diálogo que ocurrió ayer. Levanté mi cuerpo dispuesto a verle la cara, pero ella no se encontraba allí, sino atrás, muy atrás.
Casi inexistente diría yo.
No le di importancia, tal vez debí, pero no lo hice, solo me vestí y salí de ese solitario y condenado lugar. Caminé por las conocidas calles esperando cruzarme con Calíope, pero al parecer esta vez si llegó temprano al colegio por lo que no la vi corriendo por donde siempre.
Sin duda eso causó una molestia en mi cerebro, la cual pasando los segundos se fue acrecentando hasta hacerse insoportable, dándome una vez más un episodio de dolor.
Caí al piso tratando de conseguir estabilidad en mis ojos, los cuales temblaban de manera escalofriante. Traté de respirar hondo para calmarme, pero solo conseguí iniciar una tos profunda y rasposa que no me permitió el paso del aire puro.
Fijé mi mirada al frente en busca de algo de ayuda, salvo que lo único que vi fue al aire mismo hacerse negro, sucio e irrespirable.
Cada vez todo era menos visible, como si una manta de polvo y humo hubiera descendido en el lugar luego de un gran incendio. Segundos después, mi panorama comenzó a cambiar una y otra vez entre mi realidad y un sitio totalmente destruido.
Cuando el dolor pasó, todo volvió a la normalidad; las calles estuvieron intactas, los autos normales y aquella ofuscación entre el aire y el humo se desvaneció completamente.
Siete y treinta y cuatro, voy a llegar tarde.
Cuando entré al edificio me mandaron al patio para una reunión de clases a las afueras, pero al llegar solo estaba aquella extraña piba vestida con un traje amarillo especializado, con un celular entre su oreja y hombro, y una libreta en sus manos en la que anotaba sin parar mientras miraba cada tanto al rededor.
Aparentemente, no había nadie así que procedí a irme con sigilo evitando que me viera, no fue hasta que me tropecé con un bulto y caí al suelo que me agarró pánico de que me haya escuchado, quise mirar con qué me caí, pero no vi absolutamente nada...
no había nada raro.
Simplemente, me fui corriendo de allí antes de que me viera, esquive a todo alumno que pasaba, y hasta salté a uno que andaba tirado en el piso, por alguna razón. Solamente por querer salir de aquel colegio cuanto antes.
Al llegar a mi hogar y pasar por el marco de mi puerta sentí mi cuerpo retorcerse de dolor, mi abdomen de repente comenzó a sangrar, la pierna izquierda me ardía y mi cabeza no dejaba de reproducir unas punzadas espantosas.
La fui a buscar como pude, arrastrándome por los suelos hasta llegar a aquella clase de espejo mal acomodado.
Un espejo.
¿Ese soy yo?
¿Esa soy yo?
- Ayúdame... p-por favor. -supliqué.
Se acercó despacio, desapareciendo mi reflejo paulatinamente.
"Mírate, solo mírate."
Relajé mis párpados mientras las ganas de llorar picaban mis ojos.
- No lo entiendo, juro que no lo entiendo, y aun así duele. -
"Préstate atención."
- Pero todo va a estar bien, no fue nada, sé que no fue nada... solo estoy cansado. -me reconforté.
"No niegues tu alrededor."
- Ya va a pasar. -
"Ayuda, Briseida..."
Volví a escucharle y le miré por instinto.
Como si me hubiera llamado a mí.
Nuevamente, me sentí en estado de alerta, tenía que alejarme, no era bueno estar ahí, ella... deliraba, estaba delirando sin duda.
- Será mejor que te deje sola. Ya no... ya no te entiendo. -me alejé de manera pausada, como si estuviera en una burbuja que alargase el tiempo.
Caminé rumbo a la escuela alrededor de un olor putrefacto y, cuando estuve en la entrada, simplemente decidí irme de ahí y vagar a los alrededores, obligado a esquivar a cualquier persona que pasara por mi lado.
Aún me dolía el cuerpo, pero aquello terminó pasando a segundo plano cuando por fin encontré un lindo árbol con un poco de sombra y pequeños ápices de luz solar que atravesaban sus hojas.
Me eché allí a descansar y terminé por dormirme.
Dedicado a Santi, para que no me tire por la ventana :)
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