17. Poliandria
No existía crimen alguno, pero las miradas acusadoras decían lo contrario.
—¿Debería tomar esto como una traición? —preguntó Jack, derrochando sarcasmo en una mueca poco feliz.
Sara tapó su boca con temor, se sentía como una indecente pecadora al haber disfrutado de ese apasionado beso. "Obscena", eso era lo que siempre había sido, y ahora no existía nadie que le pusiera un alto a su apetito.
—Haciendo esas cosas a escondidas —añadió Jeff sin gracia—. Qué decepción.
—Es mi novia ahora —respondió Tony siendo desafiante con los gemelos—. Podemos hacer esto.
Los dos guardaron silencio, atragantándose en sus palabras. Sara pudo ver el momento en el que cruzaron sus absortas e interrogativas miradas, buscado una respuesta inmediata.
—¡¿Qué idioteces dices?! —exclamó Jack, alterándose por demás—. ¿Cómo podrías ponerte de novio con una ofrenda? Además, sigue siendo sábado, ¿cómo te atreves a traerla al Sabbat sin mi permiso?
—Nada me lo impedía. —Tony enderezó su postura y enfrentó a Jack— Tú la dejaste sola, preferiste venir a esta inmunda fiesta. Por otro lado no hay una regla que me impida relacionarme de forma más íntima con Sara. Está claro para nosotros que es algo temporal.
Jack rechinó sus dientes lleno de frustración. No podía contestarle a Tony sin sentir algo de pavor.
—Pero si hay una regla en la que ella nos debe el mismo trato a todos, así lo acordamos. —Jeff sorprendía su perspicacia a la hora de sacar ventajas—. Si Sara te trata como tu novia, así debe tratarnos si lo deseamos. Es la única mujer de la que nos alimentamos, de aquí a dos años. ¿Lo entiendes?
—Lo sé —respondió Sara, interponiéndose antes que Tony dijera algo de más—. Lo entiendo, y de eso se trata: evitar conflictos.
Debía admitirlo, Sara no tenía idea en el lío que se metía al decir esas cosas de manera tan despreocupada, pero lo único que quería era paz y poder llevarse bien con todos, para no sentirse como un mero objeto, como la comida. Quería que la trataran como a un igual por una vez en la vida, así como Tony se lo había prometido, y por eso accedía, porque no tenía la más mínima idea de los que significaba ser una novia, y menos de ser la novia de seis vampiros a la vez. Era muy probable, que ni los mismos vampiros se imaginaran lo que podría pasar. Para ellos no era más que un simple juego de egos y caprichos en el que no les importaba, en lo más mínimo, encender la mecha de una bomba.
—Saben que esta mujer ni siquiera es pura —dijo Adam, apareciéndose junto a Demian y a Joan.
Todos se voltearon a ver lo que el vampiro rubio tenía que decir de Sara, la cual de inmediato tomó una actitud a la defensiva ¿qué sabía él? ¿Por qué hablaba de eso?
Adam, carcajeó con malicia, las tripas de la ofrenda se agitaron al oír eso.
—No, yo la he tocado —añadió, viéndola con desprecio—. Pero han abusado de ella quien sabe cuántas veces, vi sus marcas, ¿no les da asco eso? Se disfraza de santa y es una zorra. No tiene caso compadecerse, cuando es probable que esté calculando sus ventajas. Azazel no ha hecho más que engañarnos dándonos sangre de segunda categoría. Además, es absurda su pelea, hay decenas de lujuriosas vampiresas esperando por nosotros como para que perdamos tiempo es esto. ¡No sean ridículos!
A pesar que hacía pocos segundos pensaba en tener un buen trato, Sara bajó su vista al suelo. Su rostro pesaba una tonelada luego de la humillación. Una cosa era que la insultara en privado, otra muy diferente era que expusiera lo que tanto le dolía frente a todos.
Sí, los abusos eran constantes en el Cordero de Dios. Sí, especulaba sobre cada paso que daba, ¿qué esperaban? Como fuera, todos estaban al tanto de lo contaminada que estaba, de que tenía más experiencia que todos los que se jactaban de tener la sangre del demonio de la lujuria. Sólo eran unos niños torpes a su lado. Eso no quitaba el deseo de llorar con recordar todas esas veces que había sido utilizada como un despojo humano, todas esas veces que había sido golpeada por querer escapar, por querer rebelarse. Quería llorar por sentirse, en parte, culpable, porque como le decía el padre: ella se lo había buscado.
Sara era la pecadora, el demonio, el cordero descarriado.
—¿Qué pretendes? —masculló Tony, repleto de odio—. ¿No será que nos intentas convencer como tratas de convencerte a ti mismo? Te conozco, Adam, eres un reprimido que encuentra en Sara una vía de escape a su ira. Estás siendo muy cobarde, estás cayendo muy bajo tratándola de ese modo.
—Eres él único que aprovecha cada minuto de su día con ella —irrumpió Joan, dejando a Adam sin habla—. Deja de negarlo, si tanta repugnancia te da no te acostarías en su cama, no morirías de ansiedad por su sangre. Eres un farsante, uno muy cobarde.
Adam se quedó sin palabras, como pocas veces, pero de inmediato trató de remendarlo, su orgullo le pesaba.
—Ella es la comida, así debería serlo para todos —afirmó Adam entre dientes—. Nunca hubo problemas de este tipo con otras ofrendas. Si se enteran sus familias no lo permitirán jamás. La ridiculez de esta situación no cabe en ningún lado.
—Eso ya no te concierne —lanzó Tony—. Si Sara es mi novia será mi problema, no el tuyo.
—¡¿A-aceptaste ser la novia de...?! —exclamó Demian, queriendo sonreír.
Sara no respondió, seguía con las pupilas impostadas en el suelo. Todos los oscuros recuerdos brotaban de ella como una maldición. Acaso ¿ellos le harían cosas horribles? Quería creer que no, pero también eran cosas que hacían los novios. No se equivocaba en pensar que ellos tendrían más derechos, que sacarían ventaja, y no podría quejarse porque ya había dado su consentimiento.
De repente sintió un torrente de calor, alguien la envolvía en su cuerpo. Tony la estaba abrazando, haciéndole hundir la cabeza en su pecho, demostrándole que la resguardaría, que cumpliría su palabra.
—¿En serio, Sara? —Adam rió con fuerza—. ¿Te haces la víctima cuando no tardaste ni dos minutos en aceptar esta degeneración? Admítelo, te gusta. Eres una perra en celo.
—¡Cállate, Adam! —gritó Demian, dejando a todo el mundo helado—. ¡¿Acaso buscas que te mate?! ¡Sabes bien que podría golpear tu cara y prenderte fuego y a nadie le importaría!
Los corazones de los presentes se detuvieron un segundo. Demian no hablaba en broma. La furia se acrecentaba en él. Adam iba perdiendo la compostura ante esa mirada asesina.
—Adam, no vuelvas a hablar mal de Sara. —Tony intentó apaciguar las aguas, sin perder la firmeza—. Ella no tiene nada de qué avergonzarse. Estoy consciente que va a tener que tratarlos de igual manera, y eso no significa que permitiré que hagan lo que quieran, que la maltraten. De eso se trata, nadie más va a pasarla por encima.
El cuerpo de la humana se aflojó con esas últimas palabras; como si una mochila de adoquines cayera de sus espaldas, esa mochila que había cargado por demasiado tiempo. Estaba segura en sus brazos, lo sabía, alguien le permitía vivir más tranquila, y aunque admitía no necesitarlo se sentía bien.
Las lágrimas comenzaron a brotar, a mojar su rostro, un lloriqueo se hacía cada vez más intenso. Ella se hundió más en Tony, presionando su cuerpo, no temiendo en abrazarlo. Tenía que llorar, porque todo el maldito tiempo había pretendido que estaba bien ser una ofrenda, había pretendido que estaba bien que tomaran su cuerpo como quisieran, porque así la habían tratado toda la vida, porque nunca le había importado a nadie y no le quedaba más que aceptar lo que le hacían creer como normal.
Lloró, dejando escapar chillidos ahogados de desconsuelo, aferrándose a ese cuerpo bestial y caritativo, clavando sus uñas en él, tratando de hacer fuerza para contenerse, pero ya era imposible. Ellos escuchaban en silencio, la angustia los atravesaba, podían entenderla.
—Algunos fueron unos idiotas con ella —dijo Tony, con una clara referencia a Adam y a Jack—. Las cosas van a cambiar de ahora en más.
—¡Yo nunca le haría daño! —exclamó Demian—. Deja de hablar de ese modo, pretendiendo ser mejor que los demás.
—Tengo una buena relación con ella —dijo Jeff—. Y lo que diga Adam no me importa. No tengo que disculparme por algo que no hice.
—Sara —habló Joan, tocándole su cabeza, acariciándola suave—. No tienes que llorar. No somos tan estúpidos como para no darnos cuenta que eres la víctima aquí, que has sufrido demasiado y que es nuestra responsabilidad asegurarnos tu bienestar, resguardar tu futuro.
—¡Dejen de hacerme ver como el que está mal! —bramó Adam—. ¡Ustedes lo están! ¡Soy el único cuerdo! ¿Pretenden compartirla? ¿Creen que todo estará bien? ¿Por cuánto tiempo llevarán a cabo esta farsa? Puede que se crean que les va a dar a todos el mismo trato, pero ¿creen que los querrá por igual? Ella acepta esto para no obtener ningún castigo, ¡para sacar provecho! Y si alguien se entera de este trato especial será un desastre.
Esta vez eran los chicos los que hacían silencio, no porque se quedaran sin palabras, sino porque ya no les interesaba darle trascendencia.
Sara destapó su rostro, alejándose de Tony para limpiar sus lágrimas por sí misma; y, así, mirar a Adam. Sus ojos color miel se cruzaron con los almendrados de ella, él parecía nervioso ante ese osado gesto.
—No voy a quererlos a todos por igual —murmuró Sara—. A ti te desprecio.
Adam le sostuvo la mirada con el mismo resentimiento.
—Da igual, estamos acostumbrados a compartir —interrumpió Jack, mirando a su hermano con una sonrisa cómplice.
—Además, no estamos buscando un romance —admitió Jeff.
—Nadie te obliga a ser parte —dijo Joan a Adam—. No vas a dejar de tener la sangre. La charla ya no tiene sentido, está decidido. Lo que pase con nuestras familias, será nuestro problema de ahora en más.
Adam, de un momento a otro, pasó a segundo plano.
Jack se acercó a Sara sosteniendo una divertida sonrisa, sin sentirse intimidado por la ferocidad de Tony, tal vez por la excitación del momento. El gemelo, de cabello desprolijo, la tomó del mentón. Ella aún gimoteaba, y no se veía nada bien.
—Así que ahora no tendré que contenerme.
—No la asustes, Jack —dijo Jeff, antes que los demás lo pusieran en su sitio.
Jeff fue más amable, con sus dedos secaba las pequeñas lagrimillas que aún caían sobre su rostro.
—¿Podemos besarte, cierto? —preguntó Jack con impaciencia, no le importaba nada, ni la tristeza de ella, ni las miradas de los demás—. Tony ya lo ha hecho.
De inmediato los murmullos de Demian y Joan no se hicieron esperar. Ahora sabían que ya había dado un beso a uno de ellos: a Tony.
Eso no les importaba mucho a los gemelos. Jack y Jeff se acercaron a los labios de Sara, antes de que respondiera. No esperaba que los dos lo hicieran, pero tenían el descaro, ellos la besaron. Sí, los dos a la vez. Era el primer beso triple de Sara.
Invasivo, picante, caliente, asfixiante. Claro que no supo cómo reaccionar, ninguno de los presentes sabía cómo hacerlo; era la situación más escandalosa y extraña del mundo. Sus lenguas entraban en su boca, sus manos agarraban su cuerpo, acariciaban su cabello. Jack tocaba el escote de su espalda y Jeff el borde de su falda. Sus labios sabían cómo moverse a dueto, era obvio que tenían práctica en eso.
Los chicos se separaron de sus labios. Sara trastabilló hacia atrás, con la boca semiabierta. Del mismo modo estaban los demás, que habían sido sorprendidos por ese espectáculo degenerado de manera repentina.
Tony y Joan tenían sus ojos tan abiertos como nunca.
Hablar de una relación compartida era muy diferente a presenciarla y ser parte de la misma. Demian no podía emular palabra alguna, y era por la expresión dulce de Sara, que había dejado sus ojos llorosos por unos brillantes y atontados.
—De verdad eres deliciosa —dijo Jeff sonriendo casi como su hermano.
—No vas a tener problemas de celos con nosotros, sabemos divertirnos —agregó Jack, relamiéndose los colmillos.
Antes de que volviera en sí, Demian tiró de la mano de Sara, atrayéndola hacia él. Estaba enojado, sus labios fruncidos querían maldecir a mil demonios, y sus ojos vidriosos a punto de estallar por la rabia. ¡Deseaba con locura matarlos a todos!
—¡Vamos, bésala! —vociferó Adam con su habitual sonrisa falsa—. Es lo que querías desde antes de conocerla, ¿no es así, tartamudo? Lamentablemente un par de degenerados te ganaron de mano, debe ser muy jodido. ¿Lo ves? ¿Cuánto tiempo soportarás?
—¡Cierra la puta boca, Adam! —berreó Demian, tomando a la ofrenda de los hombros.
La mirada de la ofrenda se posó sobre el vampiro pelirrojo.
—¿Cómo es posible que antes de conocerme querías besarme? —preguntó Sara, no pudiendo contener la duda.
—N-no i-importa. —El rostro de Demian se tornó rojo y su mirada llorosa se debió a un costado—. N-no me enojaré contigo, l-lo importante es que puedo hacerlo.
Demian acercó su rostro hacia la humana, pero esta vez, quizás por consideración, ella también se aproximó a sus labios amoratados y entreabiertos. Él era inexperto. Sara podía asegurar que era su primer beso, así que decidió guiarlo un poco con su experiencia. Decidió complacerlo, algo le decía que Demian sufría la situación. No lo merecía, no cuando siempre la había tratado con cariño y delicadeza, no cuando había sido el único en consolarla en su peor momento, no cuando había sido el primero en decir que no la dañaría, el primero en darle algo de paz.
Sus labios se juntaron de manera dócil, ella empezó a moverse, y él también lo hizo a medida que la abrazaba con miedo. Era un tierno y dulce beso, el cual no sabían parar, como si él quisiera besarla durante toda la noche, como si se hubiese olvidado de quienes los miraban.
Demian se apartó con la cara sonrosada, y una expresión poco feliz. No por el hecho de haberla besado, sino porque no había sido el primero, y la situación era una mierda, la menos soñada.
Era lo último que cualquiera hubiera imaginado. Sara de inmediato miró a Joan, se mantenía distante a pesar que todo era su culpa.
—No te besaré ahora —comentó Joan, sin mostrar emoción alguna—. Lo haremos cuando tú quieras.
Sara mordió sus labios, conteniendo una sonrisa. En ese instante estaba lista para besarlo, sin embargo Joan le demostraba algo más que compasión con esas palabras. Los demás chicos rodearon sus ojos con fastidio. Si se trataba de una competencia, algunos sabían sumar puntos. Para suerte del grupo, no era así. Todos serían tratados por igual, por eso, quien había tirado la primera ficha de dominó, se abstenía a participar de esa "orgía" de besos melosos.
—Qué asco —murmuró Adam de mala gana, para darse la media vuelta y retirarse sin más que decir.
Sara miró alrededor, algunos vampiros miraban la escena con curiosidad, incluyendo a Ámbar, quien paseaba a su ofrenda con una correa, acechándola con desdén. No obstante, a nadie podría ocurrírsele lo que acababa de acontecer. Podían relajarse, las grandes familias no lo sabrían.
—No te preocupes —dijo Jeff—. A los vampiros puros ni se les debería ocurrir estar con una humana, por eso nadie pensará eso de nosotros.
A Sara no le importaba, el problema lo tendrían ellos.
—Cambiando el tema, las miradas me molestan —dijo Jack, regalándole a Sara otra de sus maliciosas muecas—. Busquemos una habitación antes de que convirtamos el pasillo en un infierno.
Como un conejillo asustado, Sara se puso en alerta, ¿tan pronto iban a llevarla a una habitación? ¿Los cinco o cuatro? O mínimo, estaba segura que los gemelos tenían intenciones de hacerlo.
—Deberíamos esperar —indicó Tony mirándolos con dureza—. No querrán asustarla ahora.
—¡¿Qué dices Tony?! —exclamó Jack, enfadado, metiendo la mano dentro de su pantalón, manoseándose—. ¡Ya estoy caliente! ¡Tú no nos vas a dar órdenes!
—El trato era ser considerado —insistió con su grave tono de voz.
Jack miró a Sara, notando lo asustado de su rostro. Ella lo sabía, Jack aceptaba la idea de pareja porque sus hormonas eran incontrolables.
—¡Mierda! Es increíble que termine el Sabbat sin tener sexo. —El gemelo más atrevido se quejó revelando sus intenciones—. Primero esa vampiresa estúpida que se negaba a estar con los dos a la vez, y ahora esta payasada. Debí ir a mi casa.
Sara agradeció al cielo que Jack no continuara insistiendo, pero sus palabras le quedaban dando vueltas y vueltas. Cuánto más lo pensaba más absurdo se volvía todo; cuánto más lo pensaba, más se daba cuenta que tarde o temprano "eso" sucedería.
Por el momento, era tiempo de regresar.
—¿Qué ocurre, Sara? —indagó Tony de camino a la salida—. Llevas un rato muy callada.
—Esto no está bien —balbuceó alterada—. No puedo ser novia de todos. Sé que dije que sí, pero no. ¡No, no puedo!
El pecho de Sara se agitaba con pensarlo en frío ¿en qué cabeza cabía esa idea? ¿Buenos tratos, dignidad? La idea de ser tratada como un igual, ¿a cambio de qué? No, ¡era una trampa! Y ella había caído.
—¿Qué problema tienes? —preguntó Joan, incómodo con la actitud repentina de la ofrenda, más que nada porque al fin parecían estar de acuerdo—. La poliandria no es muy común, una mujer con varios novios, pero es un método de algunos lugares donde hay pocas mujeres y es necesario evitar conflictos; justo como ahora. Nadie te pide que nos ames, y nosotros supongo que no lo haremos. No es cariño, son estrategias de paz, de convivencia. La mejor opción por el momento.
<<¿Estrategia de paz? ¿Acaso estábamos en guerra?>> pensó Sara.
No tenía sentido ya que creía haber solucionado sus problemas con todos.
—Sí, bueno —farfulló ella, entendiendo que solo eran conveniencias—. Pero es un pecado ¿o no? El pecado de la lujuria. Los Corintios dicen que debería tener un solo...
—¿Citas a la Biblia? —preguntó Jeff, entre risas ofensivas—. Sara, palabras como "novia", "poliandria" son solo etiquetas para poder ordenarnos. Si no que se manifieste Dios y te salve de nosotros.
Aunque ella bajó la cabeza, Jeff tenía razón, era estúpido pensar en lo correcto y lo pecaminoso a esa altura de su vida.
Esa noche, cada uno de los chicos que habían aceptado el trato, la despidió con un pequeño beso en los labios. Sara los aceptaba con algo de pudor.
—Te llevaré al Báthory. —Tony la tomó de la mano en cuanto su automóvil llegó a recogerlos.
Al subirse al asiento trasero, Sara notó lo pequeño de ese espacio. Intentó no apegarse a Tony, aunque él tomó la iniciativa de rodearle el cuello con su brazo y atraerla a su cuerpo.
—Todo va a estar bien. —Tony besó su cabeza—. Los conozco bien, a cada uno de ellos. Solo necesitan organizarse, reglas autoimpuestas, no las de Azazel.
—¿No podían tratarme como a una igual sin este circo? —preguntó Sara.
—Esto servirá para que se comprometan en tu bienestar —respondió Tony—. Todos estarán al tanto que no la pases mal con ninguno.
—¿Lo habías complotado con Joan? —Sara se acurrucó más contra Tony.
El muchacho hizo un breve silencio. Su entrecejo encogido demostraba que pensaba en la respuesta.
—No —respondió—. Al parecer lo de Joan fue una idea del momento, solo coincidimos. Fue extraña su petición tan repentina, pero si lo pienso un poco más, él ha intentado cuidarte desde el inicio.
Sara sonrió recordando los momentos valiosos compartidos con Joan. En un principio él lo había indicado, serían sus actos lo que le darían tranquilidad más que las palabras.
El vehículo se detuvo, era el fin del viaje.
—Debo seguir hasta mi hogar. —Tony la miró al rostro, y le peinó los cabellos tras su ojera—. Los domingos son complicados, hago prácticas para mi futuro trabajo.
—Pensé que no te gustaba estudiar —Sara sonrió.
—No necesito hacerlo. —Tony tragó fuerte y pestañeó rápido—. Mi familia, la familia Leone, no realiza trabajos que requieran de gran intelecto. Para eso están los Báthory.
<<Tony Leone...>>, pensó Sara sin pretender indagar más.
—En fin —prosiguió el muchacho, retomando su sonrisa—. Nos veremos el lunes.
Él la tomó del rostro para besarla como todos los demás.
Sara descendió del vehículo, y de camino al castillo iba tocando sus labios, procurando no olvidar el sabor de los besos.
La ofrenda de sangre tendría mucho tiempo para pensar sobre lo sucedido. Con recordarlo, un burbujeo invadía la parte baja de su vientre. ¿Por qué querían estar con ella? ¿Por qué tenían deseos de besarla con esa dulzura abrasadora? ¿Por qué algunos la protegían? ¿Por qué pensaban en su bienestar? Todo era extraño; sentía demasiadas cosas y no podía ponerles un nombre, había tantas cosas que quería saber y no sabía por dónde empezar a buscar. Eso sí, estaba segura, nada sería igual. La monotonía era parte del pasado, el caos comenzaba.
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