51.

Wanda.

Mientras sostenía la mano en mi pecho y nuestro himno sonaba de fondo, intentaba no pensar en lo muy extraño que me resulta que Natasha me evitara fuera del camerino.

—Sé que podremos con ellas, estoy segura. — murmuró Sersi a Gwen. Gwen me veía de reojo.— ¿Darás todo de ti, Maximoff? Contamos contigo.

—Intentaré hacer lo que mejor pueda. No se preocupen por ello. — murmuré. Gwen y Sersi se observaron. — ¿Qué?

—Es que sabemos que tu novia lo necesita, no queremos que eso empañe...

—Chicas. Silencio. — pidió Mariah. Se lo agradecí con la mirada. Era necesario para mí, realmente necesario.

Pasé horas meditando sobre lo que ocurriría en este partido, oía a los fanáticos alentar a sus respectivos equipos, había más ruido del lado de Estados Unidos.

Muchos gritan el nombre de Natasha como si se les fuese la vida en ello, y aquello no deja de sorprenderme una y otra vez. Realmente la aprecian.

Los aplausos comenzaron mientras el equipo pasaba delante nuestro para saludarnos. Natasha se detuvo delante mío y estrechó mi mano. Todas las miradas estaban clavadas en esa interacción, podía notarlo, sus compañeras, las mías, los fanáticos. Todas llegamos a nuestras posiciones, era realmente conmovedora la forma en que los colores vestían el estado en ambos lados...

Pietro amaría estar aquí.

El silbato sonó. Comenzamos el encuentro con ventaja, el balón había acabado en mis pies y debía hacer algo.

Me concentraba en llegar a la portería de Natasha, porque le dije que daría lo máximo de mi potencial. Pateé el balón cuando se cumplían los cinco minutos y pude ver a Natasha atrapar el balón con sus manos.

Los gritos volvieron, cada vez más fuertes.

Retomé mi lugar, le di un pase a Gwen, Gwen a Sersi, nos acercamos. La pelinegra pasó a dos jugadoras del otro equipo, parecían realmente desorientadas.

—¡Corre, Wanda! — Stephen gritaba. Gwen me lanzó el balón, nuevamente cerca del área de portería.

Pasé a Yelena, luego a Darcy. Pateé el balón, Natasha volvió a atraparlo. Veía la angustia en su mirada, parecía algo perdida, como si estuviese sólo concentrada en ganar.

El partido continuó. Primer tiempo acabado y en el segundo comenzaron con dos goles a su favor. Realmente debíamos emparejar la situación, veía como mis compañeras ponía la presión en mí.

—Wanda, intenta concentrarte. No es tu novia aquí. —se quejó Sersi.

—Déjala en paz. — Gwen hizo callar a la pelinegra. — ¿Cuál es tu maldito problema?

—Perderemos porque está enamorada.

—Estoy haciendo lo mejor que puedo. — murmuré algo cansada.

Realmente estaba dando más de lo que tenía.

—No parece.

—Natasha es buena. Lleva muchos más años que yo jugando, claro que sabe lo que hace, no es porque seamos pareja, Sersi.

Seguí corriendo y le quité el balón a Darcy. Ella sonrió.

Seguí mi camino hasta la portería otra vez, Darcy me empujó. Los arbitros cobraron un penal a nuestro favor.

Sacaron a Darcy, pero yo sentía que mi rodilla quemaba. Realmente me pateó fuerte.

—Mierda... —me quejé.

—¡Bien! — gritó Stephen.

Natasha se quitó los guantes y se acercó hasta mí mientras un paramédico era llamado.

—¿Te encuentras bien, princesa? — preguntó ayudándome a sentarme. — Déjame ver.

Apartó mis manos de mi pierna, pasé mi mano por su nuca y atraje sus labios a los míos.

No me importaba realmente si todas estaban pendientes de esto, extrañaba sus labios, la necesitaba.

Ella parecía algo rígida, pero no tardó demasiado en corresponderme.

—Deja eso, no puedo... — susurró y la sentí sonreír. — Ay, Wanda...

Dejó ir un suspiro. El arbitro le levantó una tarjeta amarilla por quitarse los guantes y acercarse.

Empezó a gritar que si no regresaba al arco, sería sacada del juego.

La empujé un poco y le sonreí. Natasha volvió a su posición. Mariah me ayudó a levantarme.

—¿Te encuentras bien?

—Debe patear ella. Nadie más podría. — se quejó Sersi. Moví mi pierna y aunque me dolía un poco, supuse que tenían razón.

—Lo haré, estoy bien.

—Wanda...

—En serio, Mariah. Lo haré. Estaré bien.

Marcaron la línea, el arbitro acomodó el balón por mí, observé a Natasha, nuevamente su mirada parecía perdida. ¿Qué cambió en estos segundos? Sólo nos alejamos por dos minutos...

Observé hacía donde llevaría el balón, fingí dudar. Sus ojos se cruzaron con los míos...

Pateé el balón y ella ni siquiera se movió de su sitio. Parecía perturbada por algo.

Oía a su director técnico gritarle.

—¿Nat? — pregunté.

Le dieron un balón. Me pidieron que me aleje, volví a mi posición.

El grito de los fanáticos de mi país continuaba haciendo eco, todos festejaban nuestro primer gol a inicios del segundo tiempo. Los minutos avanzaron, nuevamente nos encontrábamos cerca del arco, pero una vez tras otra, ella evitaba mi mirada, me evitaba...

Eso lograba que se concentrara mejor, no lo sé, simplemente estaba atrapando el balón sin problemas.

El final del partido llegó y el equipo de Natasha se abrazó mientras que Mariah se acercó a felicitar a quiénes conocía.

Intenté ir tras Natasha, pero ella ya no estaba, fui donde Stephen. Toda esta maldita presión tenía a mi chica siendo infeliz, y no podía no sentirme enfadada con todo el mundo, de alguna manera todos eran responsables.

—Wanda... — dijo estirando sus brazos, pero algo severo.

—Te equivocas, ella no es débil. — me quité la camiseta y la dejé en sus manos.

Seguí mi camino hasta el camerino. Todavía nadie más que Nat se había alejado de la cancha, tenía tiempo para hallarla y abrazarla.

Realmente quería decirle que todo estaba bien, que es increíble y que estoy profundamente enamorada de ella.

Hoy es el día. No pienso esperar más.

—¿Nat? — comencé a buscarla entre los pasillos. Su camerino se encontraba al final. Avancé hasta allí y ella venía saliendo del baño. — Amor...

Sus ojos se cruzaron con los míos y puedo jurar por mi familia entera que jamás había experimentado calidez con sólo ver un par de ojos.

—Princesa...

Me acerqué a abrazarla.

—Felicidades, amor. Te dije que lo lograrías. Tu equipo está dentro aún, puedes...

Ella sonrió de forma leve.

—Sí, yo... Supongo, gracias. — se sonrojó. Bajó la mirada y yo también.

—Oh, eso... Se irá, ya sabes... Darcy y yo teníamos conflictos antes, me envió al hospital, ya sabes...

Su rostro parecía deformarse.

—Oh... Darcy Lewis...

—Sí, pero... Lo importante aquí es que tu equipo... Dios, incluso Mariah dijo que podíamos dejarlas ganar, pero yo le dije que podrían solas. Estoy...

Ella negó.

—¿Hablas en serio? ¿Las convenciste?

—No, Nat...

—Wanda, acabas de decir que...

—No, jamás dije eso. Te comentaba algo diferente...

—No puedo creer que pienses que es divertido verme creer como una estúpida que...

—¡Te digo la verdad! — dije exasperada. — ¿Puedes dejar de discutir conmigo por un minuto?

—¿Por qué te creería? Todo lo que dices es lo mucho que todos mencionaban que podrían dejarnos ganar.

—¡Porque no te estoy mintiendo! — dije molesta.

—¡Pues no te creo! ¡Todos mienten, Wanda! — insistió dándose media vuelta.

La detuve tomando su mano.

—Yo no le mentiría a la mujer que amo, Natasha.

[•••]

Natasha.

Observé el rostro de Wanda unos segundos luego de darme la vuelta. ¿Ella acaba de decir que me ama mientras yo buscaba una excusa para discutir con ella y alejarla de toda esta mierda?

Suspiré.

No es lo que merece.

Debo madurar.

—Me acosté con alguien, Wanda. — susurré con un nudo en la garganta.

Sus ojos se cristalizaron rápidamente, su mentón temblaba y un puchero que parecía lastimarme el pecho se formaba en sus labios delgados.

—Oh... Yo...

—Lo lamento. No quería decírtelo, estaba estresada y... No pretendo que lo entiendas y me perdones, sólo creo que mereces la verdad.

Ella asintió lentamente, el agarre de su mano se soltó de la mía. Aún podía sentir su calor...

—Wanda, yo...

—No digas nada... Mucha suerte, Nat. Deseo que sanes todo lo que debas... Te... — se detuvo y observó hacía atrás.

Dreykov venía riendo con Darcy. Wanda volvió su mirada a la mía.

—Espero que en serio seas feliz.

—Gracias...

Wanda se alejó. Dreykov la vio pasar y Darcy le habló de manera burlesca.

Wanda no se merecía nada de esto...

Y yo tampoco.

Me quité la camiseta y envolví mis guantes en ella.

—¡Aquí estás! La chica prodigio. Eres útil, Romanoff... Mi hija...

Dreykov hablaba, la sombra de Wanda acababa de desaparecer al final del pasillo.

¿Es estúpido el amor... o realmente el estúpido es quien creó las reglas para amar?

—Renuncio, Dreykov. — murmuré.

—¿Disculpa?

Levanta la cabeza una última vez, Natasha... No volverás a bajarla.

La levanté y lo miré directamente a los ojos. Un hombre poderoso, absurdamente poderoso... Junto a una mujer plagada de malos sentimientos.

—Que renuncio. Ya no quiero ser parte de este equipo, di lo que quieras, pero ya no lo soporto.

—No estoy entendiendo...

—Dije que no. Que no quiero ser parte de esto, que me dejen en paz, no voy a volver... Y lo que sea que ocurra, lo verán con mi abogado. — miré a Darcy directamente a los ojos.

—Cavaste tu tumba, Romanoff. Te van a crucificar. — dijo ella sonriente.

—Pues espero resucitar al tercer día.

Pasé por su lado y dejé en el suelo la estúpida nueva camiseta del equipo.

Salí de allí, vi al equipo festejando. Al salir de aquí después del triunfo sentía todas esas voces gritando, sentía el peligro en el que ponía a Wanda... Ella no se merece eso, y yo no merezco no poder elegirla...

Debo hacer bien las cosas.

Vi a mis compañeras festejando, me tomaron por los muslos y me levantaron. Los fanáticos gritaban mi nombre, mis compañeras también... Los flashes me agotaban tanto, pero dejé mi rostro contra el viento, sentí algunas lágrimas mojar mis mejillas y sollocé sabiendo que sería la última vez que podría sentir esto y ni siquiera pude disfrutarlo.

Besé mis manos y las levanté para ellos. Los que realmente alguna vez estuvieron allí siendo increíbles conmigo, pero también para quienes se sentían solos, abrumados... Para quienes se sentían víctimas y para quienes se negaban a serlo. Mi amor iba para todos aquellos que fuimos maltratados y con dolor aceptabamos lo que ocurrió, entendíamos que no fue nuestra culpa y que podemos ser felices... Sólo necesitamos un impulso más... Uno extra, uno de esos que creemos que no podemos tomar, pero que están bajo nuestra carne y huesos... Que duele sacarlos fuera, pero cuando lo logras entiendes que si podías...

—¡Romanoff, Romanoff!

Sonreí.

Esta era la última vez que alguien me lastimaba, y ese alguien acababa de ser yo, porque sólo yo podía tener permitido esto... Dañarme en favor de mejorar, pero mejorar en serio...

Nadie volverá a ponerme una sola mano encima sin mi consentimiento, nadie volverá a hacerlo jamás.

Agatha corría conmigo en sus hombros mientras las demás nos perseguían con agua en baldes enormes.

Todo parecía ir en cámara lenta.

Mi último triunfo, mi último dolor profundo sería perder a Wanda... y tenía que enfrentarme al gozo de estar con mis chicas...

Dos emociones que parecían no desligarse, me dolía el pecho porque quería correr y decirle a Wanda que estaba profundamente enamorada de ella y que no quería estar con alguien más, porque ella era... Ella parecía hecha para mí, pero antes debía mejorar... Debía sanar, debía poner todo en orden... Ella lo entendería.

Wanda siempre entiende.

—¡Romanoff! — gritó otra de mis compañeras y sentí el agua caerme en el cuerpo.

Más vítores de júbilo entre mis compañeras y los fanáticos. Algunos estaban en la cancha festejando con música en lo más alto de todo.

Me bajé de los hombros de Agatha y vi a Yelena bailar emocionada de nuestra nueva oportunidad... De su nueva oportunidad.

Me acerqué a ella y toqué su hombro.

—¿Qué ocurre? ¡Iremos de fiesta! — dijo tomando mi cintura y girándome.

La abracé con fuerza y mientras reía, aquellas risas se transformaron en llanto contra su cuello.

Yelena se detuvo lentamente, pero no me apartó.

—Hey... Nat... ¿Qué ocurre? ¿Sucedió algo? ¿Dónde está Wanda?

—Necesitamos hablar sobre algo, Yels...

Nota de autor:

¡Hey!

¿Cómo están hoy?

—Codito.

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