38.
Wanda.
—¿Entonces qué vas a querer desayunar? — pregunté mientras acomodaba las servilletas de la cafetería que encontramos en carretera.
—Tienen un desayuno de niños. — dijo ella e hice una mueca.
—Por lo general es la cosa mas grasienta y chiclosa que encontrarás.
Ella sonrió.
—Sabroso. — murmuró. Sonreí mientras levantaba la mano.
—Buen día, ¿qué se les ofrece? — preguntó una mujer de avanzada edad con un tono de voz monótono.
—Nos gustaría ordenar un menú de niño y un desayuno.
—¿El menú de niños con juguete?
—N...
—Sí. — contestó Natasha. — y que tenga mucha salsa barbecue el tocino. — comentó rápidamente.
—¿Algo más? — preguntó la mujer mientras masticaba de manera exagerada la goma de mascar rosa que aparecía en entre sus dientes.
—Un latte y waffles.
—¿Miel?
—Por favor.
—El de niño que sea con doble miel. — pidió Natasha y yo reí al ver la forma en que veía de reojo la libreta de la mujer, esperando que anotara sus exigencias.
Ella se alejó. Natasha se quedó viendola.
—Deja que aquella pobre mujer haga su trabajo, Natasha. — murmuré. La pelirroja me observó y luego nuevamente a la mujer. Sonreí. — te ves linda siendo tan exigente.
—Siempre me veo linda, Wanda. No molestes.
Reí y pasé bajo la mesa desde mi asiento hasta quedar junto a ella. Mi brazo cubrió sus hombros, ella sonrió.
Compartimos un beso corto y luego apoyó su rostro en mi cuello. No quise decir absolutamente nada, simplemente me quedé disfrutando aquél momento. No quería preguntar qué ocurría, porque yo tampoco quería ponerle un nombre a eso, ¿cuál era la necesidad? Por ahora funcionaba, no quiero que aquella magia pasional que nos envuelve acabe en cuanto haga aquella pregunta que suele poner los pelos de punta a todos los que huyen del compromiso como Natasha.
¿Qué somos? No lo sé, pero felices seguro que sí. Yo lo soy, y noto en su sonrisa después de hacer el amor, que lo disfruta tanto como yo...
—¿Sabes? He llamado al hotel de Piolín... — comenzó ella. — él y Sherlock se encuentran bastante felices en la habitación presidencial.
—¿Qué? Nat, yo pedí una grupal para que puedan interactuar con... — ella hizo un puchero. Está intentando manipularme. — Nat, ellos ya son bastante mimados, además allí...
—Tienen spa y pueden ver caricaturas mientras comen bistec. — festejó la pelirroja.
—¡Nat, son mascotas!
—¡Hijos, Wanda, son hijos!
Traté de no sonreír al oírla involucrar a mi cachorro en la oración.
—Ajá. Sherlock es tu hijo, pero...
—Falsa o no, soy tu novia... — susurró. — técnicamente lo adopté, duerme conmigo cuando estás en mi casa...
Touché.
—Debiste consultarme...
—Déjame ser la madre que los consciente. — murmuró volviendo a poner aquél puchero tentador. Rocé nuestras narices un segundo y cerré los ojos.
—¿Y eso en qué me convierte?
—En la sexy madre mandona. — murmuró y luego sentí sus labios contra los míos.
Me rendí. No quise quejarme más en cuanto su mano acarició mi nuca unos segundos antes de que unos flashes llamaran nuestra atención, pero decidimos ignorarlo por paz mental.
[•••]
—¿Te gustaría hacer algo hoy en la noche? — pregunté y ella asintió. — ¿Qué te gustaría?
La vi tomar el objeto que compró en una de las tiendas antes de llegar a casa y apoyarse sobre mi escritorio con unos destornilladores.
—Tal vez el cine o... No lo sé, ¿una obra de teatro?
—¿Karaoke otra vez? — pregunté y negó. — Oh, vamos, tienes linda voz.
—No tengo tiempo para cantar. Decliné mi carrera musical al meterme de lleno en el fútbol y juré que no volvería a meterme en eso.
—¿Y el motivo? — pregunté extrañada.
Ella realmente tiene una voz dulce y no debería desperdiciarla.
—Porque me gusta el fútbol y estoy bien así, cielo. ¿Por qué más? — no contesté. — no hay una historia trágica detrás de todo lo que explica mis traumas, Wanda. No soy una víctima del mundo.
Rápidamente levanté las manos para señalar que me rendía. Ella acabó de acomodar el absurdo pato con casco sobre un skate que compró en la tienda de aparatos para sostener el móvil.
—Que ruda. — murmuré. Ella sonrió.
—¿Entonces, iremos a cenar? — preguntó dejando aquello sobre el escritorio. Asentí. — bien, me daré un baño entonces.
—¿No estoy invitada a pasar? — pregunté contra sus labios y pegué mi pelvis a su trasero. Ella giró el rostro y unió nuestros labios.
—Deja de fingir que tienes el control... — tragó saliva de forma sonora y se giró lentamente.
—Deja tu de fingir que no lo tengo...
Sonrió.
—Te equivocas. — me empujó contra la silla de cuero. — claro que tengo el control.
Tomó mi mentón para acercar su rostro al mío besándome con delicadeza, haciéndome desear un poco más de ella.
Claro que me gustaba la versatilidad, no tengo problema alguno con ello, creo que los más afectados eran Natasha y su ego, definitivamente hoy la dejaré ganar.
Mis manos tomaron sus muslos y ella las quitó. Se alejó para ir hasta el sofá de mi oficina, sonreí abriendo los botones de mi camisa un poco.
—Ven aquí, hoy te toca pedirlo.
Me puse de rodillas sin problema alguno, avancé a rastras hasta ella y subí mis manos desde sus tobillos hasta sus muslos, aquello la descolocó.
—¿Crees que me molesta pedirtelo? — susurré mientras mis manos recorrían sus muslos con delicadeza. — ¿Puedo acariciarte, no?
Ella asintió y tomó una de mis manos para besarla. Sonreí.
—¿Y qué más sigue? — pregunté.
—Pídeme lo que quieres, Wanda. Quiero oírte.
Sonreí, me acerqué hasta su oído apoyando mis manos en el sofá, dejando una de ellas muy cerca de su entrepierna.
—Fóllame, por favor.
—¿Eso deseas?
—Sabes que lo hago... No tengo que mentir.
—Ven aquí.
Palmeó su regazo y subí sobre ella. Aquello definitivamente le había levantado el ego pisoteado por las últimas veces...
Pasé mis manos por su cuello y sentí las suyas descender por mi espalda hasta llegar a mi trasero y quedarse allí unos minutos antes de levantarme con fuerza y avanzar hasta el baño.
Me gusta la manera en la que sus brazos se marcan al tomarme.
[•••]
Natasha.
—Okay, entonces, la cena estaba...
—Estaba bien si eliges una comida para niños. — se burló Wanda.
—Eres aburrida. ¿Por qué pedir langosta? Vas a cenas todo el tiempo y pides cosas así.
—Soy más de carnes ligeras.
—La langosta es ligera. Mi padre tenía una disecada. Con Denzel la llamamos señor cangrejo por Bob Esponja.
Ella rió.
—Señor cangrejo. Buen nombre. Pero me refiero a comer diferentes platillos que no...
—¡Oh, vamos, Wanda! Son papitas, puedes poner ketchup en ellas y disfrutarlas. ¡Incluso lamer tus dedos! Sé que eso te gusta. — sonreí. Ella se sonrojó mientras cubría su rostro y yo avanzaba para subirme en su espalda.
Tomó mis muslos y seguimos avanzando mientras salíamos del restaurante y su gran entrada floreada.
—Eres demasiado para este mundo, Natasha Romanoff. — dijo ella y yo besé su mejilla mientras me aferraba a su cuello. — te quiero.
—Yo te quiero, Wanda. En serio, no sé que he hecho para merecerte, pero aquí estamos y estoy... Feliz de tenerte.
Dicho esto, ella sólo sonrió observando como el cielo estrellado nos cobijaba en una noche tan fresca como la de hoy.
—¿Hacía dónde quieres ir luego? — preguntó mientras llegábamos al auto.
No quería que notara que le di dinero al hombre que estacionó el auto para pegar al pato en el auto de Wanda.
Era un regalo para cuando me fuese.
—No lo sé. A dónde sea.
Ella sonrió y yo sabía lo que aquello significaba. El karaoke se encontraba en la esquina a dos calles, siguió su camino.
—¿Quieres que cante algo para ti? — pregunté. Ella asintió.
—Es exactamente por lo que decido llevarte al bar.
—Oh, vamos. No debes estar hablando en serio. — me quejé, ella no contestó. Claro que habla en serio. Joder.
Al llegar al bar, ambas entramos entre algunos aplausos de algunas personas emocionadas por vernos. Conseguimos mesa y no bebimos, simplemente un par de coca colas acompañaron nuestras charlas.
—Disfruto mucho de tu compañía, Natasha. En serio lo hago... No recordaba haberme sentido así en años.
Sonreí.
—Supongo que lo mínimo que te debo es hacerte pasar un buen rato...
—Ya te he dicho que no me debes nada... — comenzó y la detuve con un beso.
—Lo hago con gusto... Me gusta estar contigo...
Ambas sonreímos mientras nos veíamos a los ojos, deseaba decirle que venga conmigo una semana... Ella estará libre dos semanas... Y puede estar conmigo en la segunda... en casa...
—Wanda, estaba pensando en que...
—¿Sí? — murmuró mientras acariciaba mi mejilla.
La nube de alegría en la que estábamos era perfecta, hasta que vimos a Alex aparecer en el escenario.
Ella iba algo pasada de copas por la forma en que se tambaleaba agarrando el micrófono y su atril. El ruido se hizo presente, ella sonrió.
—Buenas noches... Esta canción que elegí, porque elegí una canción, y cantaré... Una canción... Que elegí. — dijo risueña. En el público rieron por su borrachera. — es para alguien en el público... Para el amor de mi vida... — noté que Wanda soltó su agarre en mi cintura.
Se acomodó mejor en el asiento y vi la mirada de Alex clavada en ambas.
[Play: tu misterioso alguien — Miranda!]
—Hay alguien en tu vida que está transformándote. — comenzó ella. —Hay alguien que ha cambiado en ti la forma en que te ves. Hay alguien nuevo que se apareció y que tu corazón robó... Ya lo sé, solo dime quién es… — desafinó en las últimas líneas pero los aplausos del público la animaron a seguir mientras bajaba del escenario. — ¿Quién es tu nuevo amor, tu nueva ocupación, tu misterioso alguien?
Wanda había construido una muralla entre ella y yo sin siquiera notarlo. Alex siguió cantando mientras me sentía pequeña...
Ni siquiera sé por qué me importaba, al final de cuentas no quería darle un nombre a esto, pero claro que en el fondo entendía que mi temor al compromiso era una estupidez cuando se trataba de Wanda. Ella me quitaba cualquier tipo de miedo, porque no se trataba de que no pudiese superarlo, se trataba de quién me ayudaba a sentir que quería una relación.
—Ahora te despiertas y preparas su café. — dijo molesta. Abucheos por parte del público. — Desde que me he enterado yo no puedo ni comer. Cariño, no soporto estar sin ti, pero parece que tu sí... — suspiré.
Wanda se puso de pie.
—Iré al baño, ya regreso.
Noté que algunas lágrimas se habían alojado en sus ojos, asentí ignorando el hecho de que un nudo se atoraba en mi garganta dejándome muda.
Ni siquiera noté que la canción había acabado, me centré en ver la entrada hasta que de pronto noté la cabellera rubia de Rachel acompañada de los rulos dispersos de Peter.
Me puse de pie bastante nerviosa, retrocedí unos pasos chocando con una mesera. Me disculpé buscando a Wanda con la mirada, seguí mi camino por el pasillo al baño y la encontré allí.
—¡Alex, estás completamente demente! — se quejó. — ¡Mírate! ¿Crees que yo disfruto verte así? ¡No! ¡no me gusta verte así!
—Es que ya no me quieres y yo no puedo seguir sin ti, Wanda... Eres todo para mi, y yo...
—Alex, sólo me haces daño y te haces daño. — susurró ella.
Tragué saliva.
—W–Wanda. — llamé su atención. — tenemos problemas.
Ella se giró y Alex bufó.
—Lo que me flataba... Falataba... Fal...— insistió pero Wanda la detuvo.
—¿Qué ocurre, Natasha?
—Rachel.
Ella acarició su sien y me sentí una absoluta y total carga para Wanda en ese momento. Su ex ebria, y yo con mis... Traumas.
—Me iré a casa. Puedes quedarte arreglando esto con Alex. — dije dándome media vuelta.
—¡No, Nat!
Ignoré sus llamados. Pasé cerca de Peter quién iba a saludarme, pero lo ignoré al ver la mirada de Rachel clavada en mí.
Sentí los flashes fotografiarme. Me sentí indefensa. Un par de fotografías cerca de mi rostro mientras algunas lágrimas me recorrían las mejillas.
—Por favor, no estoy de humor... — supliqué, pero las selfies iban y venían sin importar nada.
Nota de autor:
Buenas noches, ratones d granja. Nos leemos mañana.
—Codito.
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