16.

Wanda.

—Hey. — moví el cuerpo de la pelirroja. Ella levantó su cabeza de la almohada otra vez. — Ayer te quedaste dormida viendo una película. — murmuré apagando el televisor. — Por cierto, como sé que no tienes ropa, te he dejado algo de la mía en el armario, cosas que pueden quedarte, como pueden que no, ya que eres pequeña y eso, conseguí ropa interior nueva que tenía guardada por allí... Están sellados. Espero que te sirva, date una ducha, tengo que envolver regalos.

—No he comprado nada para tu familia... — susurró agobiada.

Enarqué una ceja.

—No nos importan esas cosas, Natasha.

—Pero de igual manera debería llegar con...

—Prepara un pastel. — dije rápidamente recordando que mamá adora los pasteles navideños.

—¡¿Qué?! Jamás en mi vida he hecho algo así.

—Nunca es un mal momento para comenzar a hacerlo, además, mi madre adora los postres navideños.

—¡Pero no he tocado una cocina en mi vida! ¡Una vez exploté una cafetera!

—Pues no haremos café, sólo pastel. Tengo los ingredientes, ayer fui al supermercado. Levántate, date un baño y comenzaremos a cocinar. No tenemos todo el día, debe estar listo para la noche, Natalia.

—¡Wanda...!

Antes de oírla quejarse otra vez, salí de su habitación dejándola con la palabra en la boca. Mamá adoraba aquello de Alex, era muy buena cocinera, siempre llevaba algo delicioso, supongo que eso bastará para que todos crean que es una buena chica. Tiene a Pietro y Clint asegurados, faltan cuatro más.

El más difícil será Peter uno.

Pasaron varios minutos sin oír de Natasha, ni siquiera oí la puerta del baño o algo por el estilo. Me puse de pie y volví a subir hasta su habitación, al abrir la puerta me la encontré durmiendo aún,

Joder.

—Anda, Romanoff, es hora de levantarte. — dije abriendo las persianas.

—No, Wanda. Déjame en paz.

—¿Vas a llegar sin regalos entonces?

—Dijiste que no les importaba.

—Pero sé que un pastel te haría ganar puntos, mi ex te dejó la vara muy alta. — mencioné. Ella levantó la cabeza de la almohada y me observó ofendida.

—¿Qué has dicho? — gruñó. — nadie es demasiado rival para mí, Wanda. ¿Dónde haremos el pastel? Me daré una ducha.

Y es que sólo eso hacía falta, picar un poco en su ego y ya. Era suficiente para obligarla a trabajar y demostrar que ella es "superior", psicología inversa supongo, o eso creo. Funciona, eso es importante.

—Te espero abajo.— dije golpeando la puerta del baño.

[•••]

—¿Y bien? ¿Con qué comenzaremos?

—La receta dice que necesitamos tener cinco huevos, azucar, esencia de vainilla, leche, mantequilla... Aceite...

—Lo común para la pastelería.

—¿Sabes de pastelería? — pregunté sorprendida. Ella soltó una risotada burlona.

—¡No! Mi madre era pastelera. — mencionó restándole importancia.

—¿No era maestra?

—Antes fue pastelera, ahora trabaja en la dirección de una escuela, pero muchos años estuvo sin trabajo, hubieron varias crisis y debió buscar otro trabajo rápido.

—Wow... No imaginaba eso. — la sorpresa no me abandonaba. Ella me observó sonriente.

—¿No quedó claro con el bombón que ha hecho?

—¿Yelana?

—Yelena. — insistió.

—Ella.

—Hablaba de mí.

Busqué la receta para leerla una vez más decidiendo ignorarla y comencé a mezclar los ingredientes, ella me quitó el móvil.

—¿Por qué necesitas esto? No le veo el sentido, sé que debemos hacer una masa. ¿Tienes un molde para honear?

—¿Realmente sabes cómo hacer esto? No quiero incendiar mi casa, Natasha. Es el único sitio en donde Piolín podría dormir, mis padres no lo dejarían quedarse dentro de casa.

—Por favor. No soy una inútil, Wanda. Recuerdo las cosas que mamá hacía...

—Okay, okay, sólo decía. ¿Y qué sigue, Romanoff?

—Engrasa el molde, me encargaré de la masa.

—De acuerdo. ¿Aceite?

—O la mantequilla, y luego le echarás harina, pero debemos esperar la masa, luego simplemente lo hornearemos, no es difícil. ¿Con qué lo decoraremos?

—Tengo chispas de chocolate, de colores, y...

—Okay, todo esto será útil. Gracias.

Ella me apartó de la mesa de trabajo. Sinceramente no me esperaba que Natasha Romanoff supiese hacer algo además de quejarse, es una sorpresa agradable, ahora sé que realmente no es únicamente una estresante y egocéntrica chica de veintinueve años que se comporta como una adolescente calenturienta todo el tiempo.

[•••]

—No puedo creer lo mal que te he juzgado, realmente has hecho un gran trabajo con este pastel, Natasha.

—Me retaste a ser la mejor. Siempre lo soy. — murmuró ella. — ¿Ahora crees que tu ex me ha dejado la vara muy alta?

—Sabía que morías por hacer aquella pregunta, eres muy predecible. — me burlé. Ella me observó en silencio. —¿Qué?

—Responde.

—No lo sé, mis padres amaban a Alex, depende de como te vean supongo, además aún debo presentarte como una amiga que amablemente hizo un pastel para mañana. — murmuré viendo a Piolín cuidar la caja desde el asiento trasero.

—Y ya verás. Estarán encantados conmigo, y con mi pastel, en el cual no ayudaste, quiero aclararlo.

—¿Esperabas que ayudara en algo? Parecías un perro rabioso cada que me acercaba para poder tomar una cuchara siquiera. Un chihuahua.

Entrecerró los ojos y no dijo nada hasta después de varios segundos en silencio.

—En primer lugar, si te refieres a chihuahua por mi tamaño, vete a la mierda. — comencé a reírme de forma ruidosa. No lo había pensado, pero tiene muchísimo sentido. — en segundo lugar, ¿qué planeabas hacer con una cuchara cerca de mi pastel?

—Ayudarte, pero ya veo que es difícil intentar dejarte contenta. —murmuré. — me recuerdas a mi madre con la cocina. Es exigente, la cena la prepara solamente ella y hay de ti si te intentas acercar a su cocina, es complicado siquiera ayudarla con el postre.

—Creo que nos llevaremos bien. Tal vez eres demasiado inútil para acercarte a la cocina, probablemente Irina lo sabe, pero eres su hija, no debería hacerte sentir culpable, y decide guardárselo.

Sonreí.

—Pues habrá que preguntarle. Ya llegamos.

Ella abrió los ojos bastante sorprendida al ver la casa de mis padres. Es un barrio privado, una casa bastante amplia y con un espacioso jardín. Supongo que es normal que no se crea que viven aquí luego de ver mi casa.

—¿Esta casa es la de tus padres o viven detrás de esta y trabajan aquí? — preguntó sorprendida.

—¿Y ese comentario clasista? Obra del tío Sam seguramente.

—No, que va. Es que ya me acostumbré a tu humildad monumental, por eso no me lo creo. ¿No es demasiado consumismo?

—Son bastante sencillos, pero merecen una casa de estas, además papá planea volverla un orfanato. — mencioné orgullosa.

La pelirroja no salía de su asombro. Ha de ser chocante ver a gente que nota la vida más allá de su ombligo.

Al bajar del auto, Natasha llevaba su pastel, tomó mi brazo para evitar caerse y yo tomé la correa de mi cachorro. No hizo falta que tocaramos la puerta, mamá salió corriendo a abrazarme y tuve que soltarla.

Ella ni siquiera se movió de su sitio.

[•••]

Natasha.

Mientras veía a la castaña abrazar a su madre, notaba que me había dejado la correa y en el momento que el cachorro decidiera salir corriendo, estaría acabada, sería un momento para comenzar a pensar en que debo ser más humilde.

—¡Piolín! — la voz de un castaño que llevaba una musculosa navideña lo hizo comenzar a correr, traté de soltar su correa, pero no podía hacerlo sin probablemente caer la caja del pastel.

Entre el hielo y lo demás, comencé a patinar mientras le exigía un socorro inmediato a Maximoff.

Podía oírla reír, sin embargo, aunque no quise levantar la mirada al momento de caer a la nieve, la vi a mi lado festejar con un "¡El pastel está bien!"

—¡Wanda, levanta a tu amiga! — la voz de su madre me hizo recobrar la cordura.

Bien, Natasha. Tú puedes. Trágate la vergüenza, por favor.

—Oh, Dios, cariño, ¿estás bien?

—Sí, yo estoy bien, no te preocupes. Soy...

—¡Natasha Romanoff! — chilló aquél mismo chico que había sido el causante de mi desgracia. —¡Es... es... es...!

—Mierda. Se ha desmayado.

—Llama a tu padre. — murmuró la madre de Wanda ayudando a ponerme de pie. — ¿Eres la portera de la selección estadounidense?

—La misma... — murmuré limpiando la nieve de mi ropa estropeada. — Maldición, no he traído nada más.

—Tranquila, le he comprado un suéter a Wanda hace años, de seguro lo encuentro y te lo entregaré, tal vez unos vaqueros de Pietro sean de ayuda. — sonrió y yo le correspondí.

Es muy amable.

—¿Se ha desmayado? ¡Natasha Romanoff! ¡Por eso se ha desmayado! — gritó el padre de Wanda comenzando a reír.

¡¿Acaso en esta familia son todos una copia de los teletubbies?! 

—¡Natasha Romanoff! — dijo el mismo castaño levantándose del suelo. — ¡Pietro!

Entró a la casa corriendo. Un muchacho de cabello ondulado, mucho más bajo que Wanda, salió de la casa, me dedicó una sonrisa y avanzó hasta mí.

—Soy Peter Maximoff. Un placer.

—El placer es mío. — sonreí. — encantada.

—Pasa, por favor. Estamos decorando alrededor del árbol con algunas fotografías. ¿A qué se debe el honor de tu visita?

—Oh, soy amiga de... — me giré para buscar a Wanda, pero la castaña se encontraba aferrada a su padre cual koala. — tu hermana.

—Ya veo. ¿Uniendo rivalidades pasadas?

—¿Eh?

—Bueno, mi hermana me había comentado que no se llevaban bien.

—Charlamos las cosas, salimos a cenar y de pronto nos encontramos llevándonos bien, no lo sé. Sólo se dio, es bastante agradable ser amiga de ella. — mentí.

No es desagradable, pero estamos lejos de llegar a ser amigas alguna vez, Wanda es como... Aceite, yo soy el agua, no podríamos juntarnos ni siquiera porque el mundo se acabara o algo.

—Eso suena genial. No se lleva demasiado bien con su equipo, tal vez tú eres más agradable que ellas.

Enarqué una ceja.

—¿No?

Peter negó.

—Cielo... ¿dónde...? — la rubia y yo cruzamos miradas. Me sonrojé. Oh, no.

—Natasha Romanoff...

—¿Se conocen? — preguntó Peter.

—No, yo... — comencé y ella me interrumpió con un "claro que sí".

Tragué saliva.

—¿Si?

—¿Quién no conoce a Natasha Romanoff, amor? Es una celebridad. Todos sabemos quién es y a qué se dedica.

Jamás debí subirme a ese yate, no debía hacerlo, no era... No, no era algo que debía hacer.

"Te gustará, ya verás..."

Cerré los ojos levemente. Me siento mareada.

—¿El baño? — pregunté sintiéndome asqueada.

—Al final del pasillo. Sube la primera escalera y...

No quise seguir escuchando las indicaciones y en riesgo de parecer grosera, subí las escaleras corriendo, llegué al baño y al encerrarme, dejé ir todo lo que había en mi estómago.

Las náuseas eran horribles.

"No, cariño. Quédate quieta"

Mojé mi rostro, volví a vomitar sin descanso hasta que me quedé apoyada en el váter sin hacer absolutamente nada más que tratar de acallar mis pensamientos intrusivos sobre abrir una botella de ron y beberla de golpe.

—¿Nat, te sientes bien? — oí la voz de Wanda detrás de la puerta.

Tragué saliva.

No quería hacerme ideas, no quería hacerme ideas estúpidas. Olvídate de eso, Natasha.

—Sí, creo que algo me ha caído mal...

—Mierda... ¿Crees que necesitas dormir? Hoy nos quedaremos aquí, te he traído un pijama... Podrías descansar.

—Lo agradecería...

Mientras menos vea a Rachel, mejor para mí.

—Bien, le he dicho a mamá que estás algo descompuesta y dormirás, ya ha visto tu pastel, estaba emocionada por agradecerte, dice que se ve delicioso... Y ahora ha dicho que preparará algo liviano para ti, creo que le agradas... — murmuró ella con su tono amable de siempre. — ¿Estás en el suelo?

—Si... no tengo fuerzas para levantarme... — admití. — pero lo haré, dame unos minutos para reponerme.

—Dame un segundo. Espero tengas los pantalones arriba.

—¿Qué?

Oí el ruido de una llave, la puerta fue abierta. Oh, claro. Seguramente todas las puertas tienen la llave desde fuera.

Británica.

—¿Qué ocurre?

Wanda me tomó en brazos, sinceramente me habría quejado, pero me siento bastante débil.

—¿A dónde me llevas, princesa? — murmuré.

—No estás en condiciones de llamarme princesa si eres a quién llevo en brazos, ¿no crees, princesa? — susurró.

—A ti no te sale. Déjame bajar.

Ella negó y siguió avanzando. No me quejaré, porque estoy agotada.

Nota de autor:

¿Qué les parece este fanfic?

—Codito.

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