11.
Natasha.
—¿Qué? — pregunté al espejo mientras arreglaba mi camiseta. — No nos vamos a poner formales. Es una cena cualquiera. Además, esta camiseta es increíble.
—¿Qué haces hablando sola?
Kate hizo que diera un brinco en mi lugar. Cerré los ojos y llevé mi mano hasta mi pecho sintiendo que mi corazón se calmaba poco a poco.
—¿Qué haces entrando en mi casa como si fuese la tuya?
—Oh, he dormido aquí ayer. Entré por el balcón. Yelena y yo hemos discutido.
Enarqué una ceja.
—¿Qué le hiciste a mi hermana, cara de rata?
—¡Nada, nada! Es sólo que... He planteado la idea de que una chica se me hace linda, y se ha sentido molesta, pero no haré nada. Estoy con ella.
—¿No era abierta su relación?
—Sí, sí, pero eso no me va. Yo amo a Yelena, prefiero no tenerla de forma romántica a tener a alguien que no me hace sentir nada. Yelena es mi compañera, soy feliz con ella, pero creo que malinterpretó mi comentario. — se encogió de hombros. — ¿Tienes ropa interior nueva?
—¿Qué?
—Debo darme una ducha, mis pantalones van a rozarme la cosita. ¡No quiero hacerme daño!
Rasqué mi frente mientras la veía en silencio.
—¿Qué edad tienes?
—Tú veintinueve, yo veintisiete. La misma edad de Yelena.
—No parece. — murmuré molesta. — Tengo ropa interior sellada en mi armario, saca lo que te guste. Aunque no sé si nuestros traseros sean similares.
—Me adaptaré.
—Bien.
—¿A dónde vas? ¿Me llevas contigo? — giré los ojos. — ¿Me compras algo?
—Kate tienes dinero suficiente para...
—Tu tienes más. ¿Me llevas contigo? ¿A dónde vamos?
—Voy, Kate. Vamos me suena a manada.
—Por eso. Vamos, tú y yo. Una manada. Una familia. Un equipo. Dos contra el mundo.
Cerré la puerta en su cara. Me di media vuelta y tomé el móvil para grabar una nota de voz.
—Princesa, ponte linda. Te llevaré a un restaurante increíble esta noche... ¿Paso por ti a las ocho?
Observé su fotografía, es linda. En sí, Wanda es muy linda. Tiene lindas facciones, y además un color de ojos mucho más potente que el mío.
Su respuesta no tardó en llegar, y no fue la más amable, pero al menos respondió.
WM. Ok.
—¿Con esa frialdad tratas a tu novia? — dije en un nuevo audio. Ella lo escuchó y se desconectó. Sonreí.
Me gusta molestarla. Siento que podríamos llevarnos bien, pero a la vez me molesta saber que todo el mundo crea que es una gran futbolista cuando ha ingresado por Charles.
—Bien, Nat. Ponte más linda de lo que ya eres. Aunque lo veo difícil. — me estiré frente al espejo y noté lo atractivo que se veía mi cuello. — Tal vez podría tatuarme aquí...
Decidí poner mi playlist en el baño para acabar de arreglarme. ¿Está mal decir que tengo una obsesión con bad bunny? Dice Yelena que aquello me pudre el cerebro, pero... Soy bastante lista. Acabé la escuela, e hice un año de cursos que no acabé ni usaré.
Tonta no soy...
[•••]
Wanda.
La hora pasaba, son ocho y veinte. La estúpida de Romanoff aseguró que vendría a las ocho al hotel.
¡Tuve que comprar ropa para esta cena! No es que eligiera algo formal del todo, pero... ¡Si me veo elegante! Esperaba que al menos respetara la puta hora de llegada, joder. ¿Es tan difícil ser una mujer de palabra?
Por lo que veo, Natasha Romanoff no es capaz de cumplir con las cosas que ella misma impone.
Le enviaré un mensaje para decirle que al ver que no llegó a la hora, iré a otro lado y que lo dejemos para...
—¡Princesa, deja caer tu cabello para que pueda escalar la torre!
Cerré los ojos y acaricié mi sien. Ya me dio jaqueca sólo de oírla. Abrí la puerta algo molesta y la vi... ¡Con ropa casi deportiva!
—¿No iremos a un restaurante? — pregunté. La mirada de Natasha parecía perdida. — Te estoy hablando.
—Tienes dos grandes razones por las que prefiero ignorar tu voz odiosa. — dijo observando mi escote. Giré los ojos. — te ves preciosa. ¿Esto es por mí? Aún tengo encanto con casi treinta años.
—Tienes encanto y un contrato que me obliga a fingir que no quiero vomitarte cada vez que te veo. — dije tomando mi bolso. — Voy a cambiarme.
—Ya vamos tarde. Necesitamos irnos ahora.
—Me tomará cinco minutos.
—Ya vamos. Te ves increíble.
—Natasha, parecemos la dama y el vagabundo. No iré de esta manera.
Ella sonrió. Caminó hasta mí a paso lento y levantó la mirada levemente.
—Justo como tiene que ser, princesa.
Acarició mi mentón y golpeé su mano para apartarla.
—No me toques.
—Ya, eso dices ahora, pero...
—¿Puedes dejar de decir cosas de playboy insoportable? No me importa a cuantas mujeres te has tirado, Natasha. Llévame a cenar y ya. Joder. Puta loca. — dije molesta.
Me arrepentí de inmediato. Me he pasado.
Ella abrió los ojos sorprendida.
—¿Me has llamado puta loca?
—¡Ha sido un accidente!
—No estoy loca. Además, ¿qué tiene de malo estar loco?
No quise sonreír, pero sus respuestas me dan gracia la mayor parte del tiempo.
—¿Por qué siempre permites que te traten de promiscua? — pregunté y ella sonrió.
—Es decir, tengo una vida sexual activa. Soy feliz con eso, no es que me moleste, es la forma en que la gente ve a las mujeres por ser activas en el sexo.
—Yo... Es decir, sí, te veo de aquella forma, pero no porque seas mujer. Quiero aclararlo, es por tu actitud de todas mías.
—Te equivocas... Yo soy de todas. Es diferente.
Giré los ojos.
—Y ahí vas echando a perder todo otra vez con esa actitud de mierda.
—Jamás creí que una británica sería tan irrespetuosa. Y luego nos llaman inadaptados.
—Yo... Tú me pones así. No suelo contestar de esta forma.
—Ya, claro. Culpemos a la chica de lindo cabello. Envidiosa.
—¿Nos vamos ya? — dije pasando por su lado.
Ella asintió. Llegamos al ascensor y volvió a hablarme.
—No me molesta que me digan promiscua, porque tengo un beneficio. Al dedicarme al fútbol, no me señalan con el dedo como a todas las demás mujeres del mundo. Yo puedo follar con quién quiera y mientras siga llevándole copas a casa, sigo siendo la reina que soy.
Sonrió con suficiencia y suspiré. Es parte del problema entonces.
—Y aún así, no eres capaz de atrapar cuatro goles de una principiante. — murmuré. Ella tragó saliva, no dijo nada, pero apartó la mirada.
Justo en su ego.
—¿Cuál es tu auto, Romanoff? — pregunté saliendo al estacionamiento.
Vi unas luces encenderse y me giré para verla con las llaves en su mano. Sigue molesta.
[•••]
—
¿Te ha gustado el vino? — preguntó Natasha quién ya iba en su tercera copa. — pediré otro, ¿quieres de este o...?
—Deja para después. Aún no has acabado tu cena.
—Estoy bien. No importa. — levantó su mano y le señaló la botella al camarero quién rápidamente asintió. — he bebido mucho más que hoy, no soy principiante. — dijo con burla respecto a mi trabajo.
—Pues no parece que aguantes demasiado... — dije molesta. Ella sonrió. — ¿Por qué me has traído aquí?
—Dijiste que debíamos tener una cita.
—Conduciré yo al regresar.
—Vamos a mi casa.
—¿Qué? No. Esto no es para lo que firmamos. — la detuve.
—No dejaré que te lleves mi auto, Maximoff. Te quedarás en mi casa, te llevaré mañana, porque viendo lo terca que eres, no me dejarás conducir, ¿o me equivoco? — preguntó burlona. Me sonrojé. —¿Pensaste que te haría mía? Tengo límites.
—Por debajo del límite del mar, pero los tienes. ¿Cuál es tu límite? ¿El rechazo?
—No, tú no me has rechazado, porque no te he propuesto nada, guapa.
—Pero ya tienes la respuesta, Romanoff.
—Ajá, Maximoff. Un rotundo "hazme tuya, Natasha" se escapa de tu mirada... Estás lloriqueando por mí, como muchas más.
Le dio el último trago a su copa. El camarero trajo otro vino y retiro las botellas vacías.
—Yo no soy esas muchas más, Romanoff. Yo no necesito que tu me hagas nada, no te quiero cerca y me parece vergonzoso que esta sea nuestra primera cita. Te verán oliendo a alcohol y caminando como un zombie. — dije molesta. — no he venido a hacer el ridículo, hablaré con Stephen y llamaré a tu abogado.
Ella se encogió de hombros y sirvió más vino en su copa.
—Estrecha.
Suspiré y tomé mi móvil.
WM. No soporto a esta mujer. Necesito otro acuerdo, es una imbecil.
SS. Oh, vamos. Dale una oportunidad. No ha de ser tan terrible, la gente la adora.
WM. Tiene un problema con el alcohol. Eso es seguro, y no quiero que me relacionen con ella.
SS. ¿Estás segura de eso?
WM. Cuarta botella de vino. Sólo una hora. La llevaré a su casa. Dime qué hacer.
SS. Podríamos aprovechar esto y sacarnos de encima al equipo de Stark. Veré que hacer, te hablaré mañana.
Sonreí. Al fin una buena noticia.
La pelirroja se levantó bastante mareada y avanzó hasta una pared para recargarse. La gente comenzó a verla extraño.
Aunque sabía que aprovecharnos de su problema no me haría sentir mejor, al menos me la quitaría de encima... Tal vez debería dejar que la fotografíen y ya... Ella habla pestes sobre mí y yo no le debo nada, porque...
Oh, que mierda.
Me levanté y tomé su cintura para que los flashes no la captaran así.
—Hey... ¿Qué haces?
—Nos vamos a casa. — tomé mi tarjeta y se la entregué al camarero. — Saldremos por atrás, gracias. Volveré por la tarjeta luego.
—¿A casa? ¿Cuál casa? — dijo ella risueña. — Mi casa... Está vacía...
—Ya, ya sé. Métete allí.
La dejé caer en la parte trasera del auto. Ella suspiró y vi como algunas lágrimas caían por sus mejillas mientras se hacía bolita en el asiento.
—Perdón... — susurró. — Perdón...
No entendí de qué hablaba, pero me quité la chamarra para ponerla sobre su cuerpo y cerrar la puerta antes de irme en busca de mi tarjeta.
Le he pagado el vicio. Joder. Que se quede con eso y con que he protegido su imagen al no permitir que la fotografíen de esa manera tan vulnerable.
He sido decente, algo que le falta a muchos en esta profesión.
[•••]
[Play: softcore — the neighbourhood]
—¿Te sientes mejor? — pregunté mientras acariciaba la espalda de la pelirroja.
Hemos llegado y no ha podido dejar de vomitar. Creo que se ha sufrido una intoxicación.
—No.... Nunca me siento mejor. — dijo aún risueña. — No es... No lo sé, no sé que ocurre. — susurró.
En el fondo sentí mucha lástima, pero no sabía si era en serio o es que realmente sólo era otro de sus momentos Natasha Romanoff.
Decidí que llamaré así a cada momento en el que sienta que debo intentar ser más paciente.
—Tal vez dormir te haría mejor, Romanoff. Ponte de pie.
Ella negó nuevamente y se mantuvo aferrada al váter. Suspiré. Su camiseta está sucia.
—Quítate eso. Irás a la ducha.
—No, me niego. — dijo haciendo un berrinche mientras abrazaba el váter y cerraba los ojos.
—No sabes tratar a una princesa... — susurré y la levanté de un solo tirón. Ella se quejó, le quité la camiseta entre forcejeos débiles ya que está bastante ebria.
La metí a la ducha para que se le pasara, se recostó en el suelo de su ducha y yo encendí el agua. Helada.
—¡Mierda! ¡No, me ahogo! ¡Me ahogo, joder! ¡Maximoff, hija de puta!
—Iré a dormir al sofá. Avísame cuando pueda irme temprano.
Salí del baño dejándola allí, con sus quejas ridículas por lo helada del agua y lo "malvada" que era al hacerle eso.
Si fuese malvada, sería agua hirviendo, yo sólo quiero que despavile, no acabar con el sufrimiento en el mundo...
Okay, eso fue cruel. Natasha no es tan mala, sólo conmigo.
Me recosté en su sofá y al levantar la mirada noté que el techo de su casa, además de ser lujoso, tenía un enorme cuadro con tres niños jugando en un patio. Un pelirrojo, una pelirroja y una rubia.
Lindo.
Tiene corazón después de todo.
Nota de autor:
¡Hey! Pilas, pilas. Habrá especial de navidad, se los había comentado? los fanfics serán gmhm, Teacher's pet y probablemente dos más, sigo decidiendo.
—Codito.
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