5. Brooklyn: Una historia de amor
N° de palabras: 5325 palabras.
Sinopsis: Una película dirigida por Steve ha sido nominada en diferentes categorías de los premios Oscar. Steve y Bucky asisten a la ceremonia, dándose apoyo mutuo al ver cómo la prensa tiene muchas preguntas que hacer.
Nota: ¡Último capítulo de esta historia! ¡Disfruten la lectura!
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—Pero hice una promesa al elenco, al equipo y a Darcy de que si la película estaba nominada para cualquier Oscar, acudiría a la ceremonia. También te lo prometí, Buck.
Los dedos de Bucky eran ligeros cuando levantó su mano libre para cepillar algunas hebras del cabello de Steve de su frente.
—Solo estaba buscando una excusa para volver a verte en un traje, bebé.
Steve se rio, y un poco del nerviosismo desapareció. Bucky siempre sabía qué decirle para que se relajara antes de que los ataques de pánico pudieran comenzar en serio.
—Jura que no me dejarás solo.
—Ni por un segundo —prometió Bucky, y se inclinó para darle un breve y dulce beso.
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A la directora Grace Lindsey le gustaba pensar que era muy buena en su trabajo. Que aún conservaba parte de su entusiasmo optimista para ayudar a los niños, creando oportunidades para que los estudiantes aprendan y prosperen. Y tal vez no había ejercido su labor como maestra en mucho tiempo, pero aún se consideraba como tal cuando se trataba de crear un ambiente educativo ideal.
Creía firmemente en la política de puertas abiertas para todos: desde la facultad hasta los padres y los estudiantes; ninguna solicitud, queja o idea era demasiado grandiosa o demasiado pequeña. Y tal vez sus métodos eran un poco ortodoxos, y tal vez, algunas de sus tácticas volvían locos a los de la junta escolar, pero tenía una gran tasa de aceptación en su escuela, y sus niños estaban bien preparados para las demandas de la escuela media y secundaria, que era todo lo que importaba.
Trató de aprender los nombres de todos los niños bajo su cuidado y no era poca cosa, considerando que había más de 500 estudiantes, pero algunos se destacaron más que otros. Es por eso que Grace se dio cuenta cuando el pequeño Steven Grant estaba sentado solo en la cafetería durante el almuerzo.
Porque, desde su primer día de jardín de niños, si se veía a Steven Grant en algún lugar, era una apuesta segura que James Barnes estaría a su lado.
Hoy, sin embargo, Steven estaba solo en una mesa, sus pies pataleaban incansablemente debajo de su silla, mientras él sacaba su sándwich con indiferencia.
Grace intentó recordar la lista de ausentes del día, pero no recordaba que el nombre de Barnes estuviera en ella. Normalmente, era al revés, ya que el pobre Steven tenía que quedarse en casa con una dolencia u otra, y James iba de clase en clase recogiendo las tareas del día para Steven.
Se detuvo en la mesa de Steven, puso su mejor y más acogedora sonrisa en su rostro.
—Hola, Steven.
Grandes ojos azules, enmarcados por gruesas gafas de montura negra, la miraron con sorpresa.
—Buenos días, señorita Lindsey. ¿Estoy...? ¿Estoy en problemas por algo?
—No lo creo. No, a menos que hayas interrumpido la clase otra vez. —Steven era un defensor de la justicia muy abierto, lo cual era admirable, excepto cuando afectaba la capacidad de los maestros para controlar el aula. Algo con lo que ciertamente podía simpatizar, a pesar de que sus propios días de enseñanza habían sido en la escuela secundaria, no en la escuela primaria.
—No, señora —Steven sacudió la cabeza y su cabello rubio y desordenado cayó sobre su frente—. Lo prometo.
—Te creo —Ella hizo un gesto hacia la silla junto a él—. ¿Te importa si me siento un minuto?
Él negó con la cabeza, pero siguió mirándola con ojos cautelosos, y continuó agarrando la corteza de su emparedado.
—¿Está...? ¿Está todo bien con mi mamá, Sra. Lindsey? —preguntó, con su aliento saliendo en una serie de jadeos cortos.
—Oh, cariño, no, todo está bien. Tu mamá está bien, lo prometo —Ella puso una mano calmante sobre la suya, suavizando también el tono de su voz—. ¿Dónde está tu inhalador? ¿Lo necesitas?
Steve señaló su mochila con su mano libre, pero negó con la cabeza.
—Estoy... estoy bien.
—De acuerdo —Pero ella siguió observándolo de cerca. Ya había perdido una buena cantidad de clases este semestre debido a sus problemas respiratorios—. Solo me senté para preguntarte en dónde está James. No vi su nombre en la lista de ausentes.
—Oh —La mirada de Steven bajó a su sándwich. Sus delgados hombros cayeron como una flor marchita—. Está sentado en la mesa de Timmy y Gil.
—Ya veo —Grace miró alrededor de la cafetería y, efectivamente, estaba James, flanqueado por Timothy Dugan, Gil Hodges y sus amigos. No era en absoluto el ambiente habitual de James—. ¿Hay alguna razón por la que no estés sentado con ellos?
Steven se encogió de hombros, su mirada parpadeaba hacia la otra mesa, herida y con anhelo irradiando de su pequeño cuerpo.
—No fui invitado —murmuró, y empujó su sándwich lejos de sí mismo.
—Es una pena —Más que una pena, era muy desafortunado. Steven no parecía tener muchos amigos aparte de James, y si había una pelea entre ellos, tal vez ella podría hacer algo para ayudar. Ella era excelente en la mediación, después de todo—. Bueno, te diré una cosa. ¿Por qué no te invito a ti, a James, a Timothy, a Gil, a mi oficina y todos almorzamos juntos?
Los ojos de Steve se abrieron a niveles casi cómicos.
—¿Quiere que comamos con usted?
—Absolutamente —Ella le dio unas palmaditas en la mano y se puso de pie—. Reúne tus cosas y hazles saber que traigan sus almuerzos con ellos. Nos reuniremos, digamos, ¿en cinco minutos?
Apartó su mirada de ella a la mesa, luego de vuelta, con el rostro aún más pálido que de costumbre.
—¿Quiere que yo les diga?
—Por supuesto. James sigue siendo tu amigo, ¿no? Estoy seguro de que estará encantado de hablar contigo —Tal vez todo lo que realmente necesitaban era un suave empujón en la dirección correcta—. Cinco minutos.
Ella salió de la cafetería y caminó por el pasillo, confiada en que podría solucionar cualquier ruptura que hubiera surgido entre los dos amigos. Después de todo, ella había argumentado con éxito un aumento salarial en todos los ámbitos para sus maestros el pasado otoño. Resolver un desacuerdo entre sus alumnos debía ser un juego de niños.
Exactamente cinco minutos después, alguien llamó a la puerta de su oficina y su asistente asomó la cabeza.
—Sra. Lindsey, el chico Grant está aquí con Barnes, Tim Dugan y Gil Hodges. ¿Dicen que están aquí para almorzar con usted?
—Perfecto, hazlos pasar. —Puso sus manos sobre su escritorio con una sonrisa cuando los cuatro chicos entraron, todos ellos agarrando sus mochilas y loncheras, y con sus cabezas colgando casi sobre sus pechos. Tenían el aura de prisioneros condenados a una sentencia. Grace notó que Steven y James tomaron cada uno el asiento más alejado del otro, colocando a Timothy y Gil entre ellos.
Curioso, curioso.
—Chicos —saludó ella—, gracias por acompañarme.
—Sí, señora —respondieron todos, más o menos al unísono. Steven ya había inclinado ligeramente su silla para que hubiera más distancia entre él y los demás. Estaba agarrando tanto su mochila como su lonchera contra su delgado pecho como un salvavidas.
La mirada de James se desvió brevemente hacia Steven, luego sacudió la cabeza en dirección a Grace.
—¿Estamos en problemas, Sra. Lindsey?
—En absoluto —Recogió el tenedor de su ensalada y les dio a cada uno otra sonrisa—. Simplemente pensé en reunirlos aquí para ver si tal vez pudiésemos llegar al fondo de lo que está pasando con ustedes, muchachos.
—¿Señora? —preguntó Timothy, arrugando la nariz en confusión.
—Bueno, Steven aquí dijo que no lo invitaron a sentarse a su mesa para el almuerzo de hoy —Steven se acurrucó aún más en sí mismo—, y, dado lo cerca que ha estado contigo, James, desde que ambos empezaron el jardín de niños, yo estaba preguntándome si algo había sucedido, y cómo podría ayudar.
Gil soltó un resoplido poco elegante.
—Finalmente se dio cuenta de lo que pasó. Señora —agregó apresuradamente, cuando la adulta arqueó una ceja.
—Por favor —dijo ella, agitando una mano en su dirección—. Explícame.
—Bueno, um, la cosa es que... —Gil miró a Timothy, luego se enderezó en su asiento—. Verá, Bucky está con nosotros, porque... Bueno, él es normal.
—Un chico normal, ya sabe —Timothy agregó—. Es del tipo que uno quiere en el equipo de kickball, dodgeball o en los juegos del vecindario.
Grace notó que el mismo James estaba frunciendo el ceño ante estos cumplidos, pero hasta el momento, estaba callado. Steven, por su parte, se había desenrollado y estaba sentado firmemente en su silla, con la columna vertebral tan rígida que parecía tallada en mármol. Pero incluso detrás del grosor de sus gafas, Grace pudo ver el brillo revelador de las lágrimas no derramadas.
—Pero no se está haciendo ningún favor —continuó Gil, ahora animado, tal vez por el hecho de que nadie lo había detenido todavía—. Siempre está poniendo todas estas excusas para no pasar el rato con nosotros, diciendo que no puede jugar a la pelota después de la escuela o ir al parque porque no sería justo para el Piel y huesos de Steve...
Steven se estremeció, pero mantuvo su rostro estoico e inmóvil.
—Lo siento, Sr. Hodges —interrumpió Grace—. ¿Cómo fue que llamó a Steven?
—Lo siento, señora —dijo Gil, regañado, a pesar de que estaba claro que sabía exactamente lo que estaba haciendo—. ¿Pero qué hay de lo que es justo para Bucky, eh? ¿Es justo que no se le permita estar afuera y divertirse y practicar deportes porque su mejor amigo —usó citas de aire como énfasis—, es un desastre con su salud?
—Él no es un desastre.
Cuatro pares de ojos giraron en dirección a James Barnes. Los de Steven, en particular, eran redondos con shock detrás de sus gafas.
James levantó la barbilla, pero Grace notó que ambas manos estaban apretadas en puños en su regazo.
—Stevie es la mejor persona que conozco. Él es mejor que tú, Gil.
Gil soltó otro resoplido.
—¿Estás bromeando? Él ni siquiera puede respirar bien, Buck...
—No me llames así —Salvajes y furiosos ojos azules azotaron la mirada de Gil—. Solo mis amigos me llaman así. Tú no eres mi amigo.
—Buck... —La boca de Steven se arrugó y frunció el ceño—. No tienes que defenderme, está bien. Lo sé... está bien si quieres estar cerca... de niños normales.
—No, eso es... —James tragó, y se mordió nerviosamente el labio inferior—. No quiero salir con estos matones.
—¡Oye! —Timothy y Gil exclamaron.
James los ignoró.
—Todo el tiempo durante el almuerzo de hoy estaba aburrido, Stevie, lo juro. No sé por qué incluso dije que sí.
—Pero lo hiciste —dijo Steven, muy suavemente, pero para su crédito, se encontró con la mirada de James de frente.
James sostuvo la mirada durante unos segundos, luego sus propios hombros cayeron.
—Sí —murmuró—, lo hice. Pero sabes que no quise decir... fue estúpido, está bien. No sé lo que estaba pensando.
Steven se encogió de hombros, ya que de lo que estaban hablando no era nada del otro mundo (cuando Grace tuvo la clara impresión de que lo que había ocurrido era algo realmente importante), pero un poco del color parecía volver a sus mejillas.
—Está bien, Buck.
—No, no lo está —James insistió—. Eres mi mejor amigo, Stevie. Siempre has sido mi mejor amigo. Y si no eres lo suficientemente «bueno» para salir con algunas personas, entonces yo tampoco lo soy.
Era difícil ver la esperanza cautelosa que se arrastraba en la cara de Steven.
—Tú... ¿hablas en serio?
James asintió, luego se puso de pie y se echó la mochila al hombro antes de acercarse a Steven.
—Vamos —dijo, extendiendo la mano—. Vamos a pasar el rato en nuestro lugar habitual, tú y yo. No necesitamos a nadie más.
Steven miró alrededor de James para darle a Grace una mirada suplicante. Ella se apresuró a asentir con la cabeza. Satisfecho, Steven agarró la mano de James y dejó que el otro chico lo ayudara a levantarse. James, por su parte, inmediatamente agarró la mochila de Steven y la colgó junto a la suya. Grace también notó que ambos seguían tomados de la mano.
James se volvió hacia Grace.
—Gracias, señorita Lindsey —dijo solemnemente.
—De nada, James —le dijo ella, y observó, junto con un aturdido Timothy y Gil, cómo James y Steven salían de su oficina, con las manos unidas.
Satisfecha de que su plan hubiera funcionado perfectamente, Grace volvió a levantar el tenedor y miró a los dos niños que aún estaban sentados frente a ella.
—Bueno, a menos que los dos realmente quieran correr la voz de que fueron obligados a almorzar con la directora, pueden irse.
Ellos salieron de la oficina lo más rápido que pudieron.
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La loca, atestada y muy ruidosa alfombra roja frente al Teatro Dolby en Hollywood se extendía como un guante, infinitamente largo y más intimidante que cualquier cosa que Steve pudiera recordar en su vida adulta.
No podía recordar la última vez que había tenido esta mezcla de emociones revolviéndose a través de él, en parte náuseas, en parte terror, todos los nervios haciendo que su piel se sintiera húmeda y sus músculos demasiado tensos. No fue su primera audición profesional, ni la primera vez que estuvo en el escenario frente a una audiencia, ni siquiera la noche en que le pidió a Bucky que se casara con él. De hecho, el único momento que más se acercó fue esa vez en el Ten Pound, justo antes de entrar al bar para encontrarse con Bucky por primera vez en diecisiete años.
A su lado, en la parte trasero del ridículo Lincoln Town Car, Bucky golpeó su hombro contra el de Steve.
—No tenemos que hacer esto, ya lo sabes.
Steve agarró la mano de Bucky con la suya. Apretó el anillo de platino en el dedo de Bucky, en el que se había deslizado hacía tres años, cuando Bucky lo había convertido en el maldito más feliz del planeta al decir que sí. La única vez que Bucky se lo quitó fue durante la ceremonia de su boda hace dos años, y eso fue lo suficiente como para intercambiar votos.
—Lo sé —dijo Steve, mirando sus manos, acurrucadas cómodamente juntas, encajando aún a la perfección de siempre.
Algunos días, todavía parecía como un sueño que Steve estaba teniendo, y se despertaba por las mañanas, a la deriva, solo y ansioso por algo que ni siquiera podía nombrar, como lo había hecho todos los días durante los años que estuvieron separados.
Pero no era un sueño, era real.
Lo que él y Bucky tenían juntos era tan real como era posible.
Cuando levantó la vista, fue para ver a Bucky sonriéndole. Esa sonrisa familiar y con hoyuelos, los hermosos ojos azul grisáceo que suavizaban las afiladas líneas de una mandíbula igualmente hermosa. Al igual que Steve, Bucky estaba impecablemente vestido con un esmoquin Armani, su cabello oscuro con un estilo ingenioso y su corbatín perfectamente planchado.
Pero esa sonrisa torcida, juguetona y decididamente imperfecta, esa sonrisa era solo de Bucky y de Steve.
—Oye —le dijo Bucky— Tú solo di la palabra y haré que Raúl dé la vuelta a este bebé y nos lleve al aeropuerto. Podemos estar en un vuelo de regreso a Nueva York dentro de dos horas.
—Lo sé. —Él lo sabía, vaya que sí. Sabía que no tenía ninguna obligación, que no conocía a nadie del estudio o de las películas, ni que los otros productores lo culparían si no aparecía. Después de todo, nunca había asistido a una ceremonia de los Oscar ni a ninguna otra entrega de premios. Los únicos estrenos a los que asistió fueron los de sus propias películas, y nunca caminó por la alfombra. Hasta la fecha, la única entrevista que había dado alguna vez había sido a la compañera de trabajo de Bucky, Darcy Lewis, y había sido una entrevista conjunta con el mismo Bucky.
Entonces, él sabía que podía cambiar de opinión, y Bucky estaría allí con él. Bucky apoyaría su decisión y estaría a su lado, como lo había hecho desde que tenían cinco años juntos. Y fue ese conocimiento, esa certeza, lo que detuvo su mano.
—Pero hice una promesa al elenco, al equipo y a Darcy de que si la película estaba nominada para cualquier Oscar, acudiría a la ceremonia. —Se dio media vuelta para darle a Bucky una pequeña y trémula sonrisa—. También te lo prometí, Buck.
Los dedos de Bucky eran ligeros cuando levantó su mano libre para cepillar algunas hebras del cabello de Steve de su frente.
—Solo estaba buscando una excusa para volver a verte en un traje, bebé.
Steve se rio, y un poco del nerviosismo desapareció. Bucky siempre sabía qué decirle para que se relajara antes de que los ataques de pánico pudieran comenzar en serio.
—Jura que no me dejarás solo.
—Ni por un segundo —prometió Bucky, y se inclinó para darle un breve y dulce beso—. Y recuerda, no tienes que hablar con ninguno de los reporteros ni con nadie de prensa.
—Eso es parte del punto de hacer esto...
—No, el punto es celebrar el trabajo duro que todos los demás y tú hicieron en la película y todas las nominaciones que recibió.
—Deja de ser lógico, Buck, estás arruinando mi momento dramático —respondió Steve, con su mejor suspiro de actor.
Bucky soltó una carcajada.
—Tal vez deberías pausar tu trabajo como director y volver a tus roles de actuación.
—Tal vez, si aparece el papel correcto. —No estaba del todo listo para retirarse formalmente de la actuación, pero ahora que su contrato con el Capitán América estaba terminado, no tenía ninguna prisa por volver a estar frente a la cámara. Estar detrás de ella le convenía mucho más en estos días.
Él pasó otro beso a través de los labios exuberantes, luego lo profundizó cuando Bucky se derritió contra él como siempre lo hacía. Cinco años desde esa fatídica reunión en Ten Pound, y todavía era un milagro cada vez que se besaban.
—¿Estás listo para hacer esto? —Bucky preguntó, una vez que se separaron. Su boca estaba ligeramente magullada y enrojecida, y había un delicado rubor en sus mejillas. Steve no podía esperar a que terminara la noche, no podía esperar hasta que pudiera sacar a Bucky de su traje y adorar cada centímetro de su cuerpo con las manos y la boca.
Pero él asintió de todos modos. Porque lo había prometido, y estaba tremendamente orgulloso de todos los que habían trabajado tan duro en la película, que habían ido más allá para llevar su historia y la de Bucky a la gran pantalla.
—Listo como siempre lo estaré —dijo, y permitió que Bucky lo sacara de la limusina, a los gritos de miles de fanáticos y a la vista de todos los que los rodeaban. Steve sabía que la noticia de que él estaba aquí se propagaría como un incendio forestal, y se preparó para ello.
Fueron recibidos en los detectores de metales por María, que les dio tanto sus invitaciones como sus asignaciones de asientos para el interior del Dolby. Mientras ella no estaría en la ceremonia misma, sí estaría en la Focus Features Party y luego en el Chateau Marmont, junto con todos los miembros del elenco y el equipo que no habían sido nominados en sus respectivas categorías. Pero al menos estaba disponible para escoltarlos por la alfombra y ejecutar interferencias, normalmente era el trabajo de un publicista, pero Steve no tenía uno, así que le rogó que lo hiciera. Steve estaba bastante seguro de que le debía un aumento de sueldo solo por eso.
Había tanto ruido que era difícil pensar. Steve no era gran fan de los shows de rock —era un verdadero introvertido de corazón—, pero se imaginaba que el ruido era como algo que uno escucharía en un concierto de U2. Apretó fuertemente la mano de Bucky después de ser saludados varias veces, y esperaron a que María se uniera a ellos.
—Te ves hermosa —le dijo Bucky, dándole un beso en la mejilla, cuidando de no manchar su maquillaje perfectamente aplicado.
—Gracias —respondió ella, con una sonrisa coqueta. Llevaba un vestido brillante de color azul marino que se extendía hasta el piso, en la parte delantera, pero con una V en la espalda que caía terriblemente baja. Su cabello estaba torcido en un nudo de aspecto simple que Steve estaba seguro que probablemente había tardado horas en armar, y el destello de diamantes en su garganta y orejas brillaban aún más que su vestido. Si Steve estuviera dirigiendo este momento, se aseguraría de que la cámara permaneciera en ella por un tiempo adicional para que todos pudieran apreciar lo excepcional que se veía.
—Me sorprende que Sharon te haya dejado salir de casa —comentó Steve, después de darle su propio beso.
María sonrió.
—Deberías ver lo que está usando para la fiesta.
—No puedo esperar. —Realmente no podía.
—Está bien —dijo ella, liderando el asunto mientras los llevaba ligeramente fuera de la multitud que los rodeaban—. Si crees que estás dispuesto a hacerlo, y solo si crees que estás dispuesto a hacerlo, a Robin Roberts de ABC y Nancy O'Dell de ET les encantaría hablar contigo. Mi teléfono ya está explotando con solicitudes de más de dos docenas...
—No puedo —interrumpió Steve, envolviendo su brazo libre alrededor de su cintura para tratar de calmar un poco el mareo—. María, yo...
—Hablaremos con Robin, solo con ella —dijo Bucky, y apretó la mano de Steve—. La vi unas cuantas veces, cuando estaba haciendo la gira de prensa de mi libro de Spetsnaz y en algunos eventos de caridad en Nueva York. Te gustará, Stevie, te lo prometo.
—Estoy seguro de que lo haría si nos reuniéramos a tomar algo —respondió Steve, después de tomar una serie de respiraciones lentas y deliberadas.
Bucky negó con la cabeza, sonriendo.
—Estaré a tu lado todo el tiempo.
—Está... Está bien.
—Quiero hacer un comentario sarcástico tan malo ahora, pero ustedes dos son tan lindos que ni siquiera puedo hacerlo —comentó María, con un suspiro indulgente—. Está bien, vamos a entrar, manténganse cerca y si quieren detener todo esto...
—Te avisaremos —le aseguró Bucky, con una mirada rápida a Steve.
El ruido y la presión de la gente empeoraron a medida que avanzaban lentamente por la alfombra. Estaban asediados por todos lados por otras celebridades y nominados: Steve había trabajado con algunos de ellos, pero había muchos más que solo conocía por su reputación, y por la interminable línea de prensa y fotógrafos que gritaban y suplicaban por una entrevista —solo una pregunta, Sr. Rogers, por favor— y los fanáticos, que se estaban volviendo completamente locos. Era mucho para asimilar.
Steve solo saludó con la mano a los fanáticos y mantuvo la cabeza gacha, su agarre con los nudillos blancos en la mano de Bucky se hizo aún más fuerte con cada paso. Su respiración era tan poco profunda y corta como lo había sido en los días en que había sido un niño asmático, y su corazón latía rápidamente, un eco de cuando tenía una válvula defectuosa. Se mantuvo concentrado en la forma en que el anillo de platino en el dedo anular de Bucky brillaba a la luz del sol. En el camino, su propia alianza de boda se veía contra su dedo. Recordatorios tangibles de lo que realmente importaba.
Después de unos minutos interminables, María y Bucky se detuvieron, y Steve se detuvo junto con ellos. Cuando se asomó, pudo ver a Robin Roberts a un lado en un estrado, entrevistando a una luminosa Daisy Ridley.
—¿Estás bien? —murmuró María, mirándolo.
Steve asintió, a pesar de que no creía que pudiera hacer un sonido si su vida dependiera de ello. A su lado, Bucky le dio un beso en la mandíbula, la caricia fue ligera, pero potente.
—Te amo tanto, joder —susurró Bucky—. Y no importa qué, estoy orgulloso de ti. Esta noche y todas las noches.
Steve agachó la cabeza y capturó los labios de Bucky para un duro y largo beso. Vertió cada gramo de su propio amor y devoción, esperando que Bucky supiera, sin palabras, lo agradecido y asombrado que estaba Steve por estar juntos. Que Bucky había elegido construir una vida con él, cuando tenía todas las opciones disponibles en el mundo. Ambos estaban ligeramente sin aliento cuando se separaron.
—Te gritaría por la muestra pública de afecto, pero ¿cuál es el punto? —se lamentó María, aunque Steve podía decir que no estaba realmente molesta—. Robin está esperando.
Tiempo de la función.
Steve tragó saliva, se aferró a la mano de Bucky y caminó con él por el estrado. Al menos Steve estaba acostumbrado a las luces brillantes del escenario y las cámaras rodantes. Tal vez si solo fingía que este era el papel que estaba jugando, podría superar esto.
—Debo decir que este es el más alto e inesperado de los honores —dijo Robin, saludándolos con una amplia y deslumbrante sonrisa—. Me enorgullece tener al ex candidato y ganador del Oscar, Steve Rogers, y su esposo ganador del Premio Pulitzer, James Barnes, acompañándonos. Caballeros, ¿cómo están?
La respiración de Steve quedó atrapada en su garganta, atrapada como alas de mariposa contra una red. Él no podía hacer esto, no podía...
Bucky le dio un apretón discreto en los dedos y le devolvió la sonrisa a Robin.
—Lo estamos haciendo muy bien, Robin, gracias por preguntar. Es difícil no hacerlo, en una noche tan hermosa.
—De hecho lo es —respondió Robin, y miró a Steve con curiosidad—. Steve, tu película, Brooklyn: Una historia de amor, una que coescribiste y escribiste, y se basa en tu propia historia personal con el hombre que está a tu lado, está nominada para ocho Premios de la Academia esta noche, incluyendo Mejor Director, Mejor Película y Mejor Guion Adaptado, sin mencionar que sus dos brillantes actores principales compiten entre sí por el de Mejor Actor. Su debut como director, Código Rojo, también fue nominado para varios Oscar hace dos años. ¿Cuál es su secreto?
Afortunadamente, la laringe de Steve se aflojó lo suficiente para que él pudiera hablar.
—Bueno, yo... yo realmente no... Quiero decir, yo...
Bucky una vez más vino a rescatar a Steve. Le dio una palmadita a Steve justo en el pecho, justo sobre la cicatriz de su esternón, dejando que el toque perdurara. Haciéndole saber a Steve que estaba con él.
—Ese es mi Stevie —dijo Bucky, con una mirada cariñosa en los ojos de Steve—. Modesto durante días, pero afortunadamente para él, sé lo mucho que trabajó durante el proceso de escritura, la preproducción, el rodaje y la postproducción en ambas películas. Tuvo un gran equipo a su alrededor y fue una verdadera alegría poder ver el aspecto interno del proceso y la colaboración que se requiere para hacer una película. Fue un honor echar un vistazo detrás de la cortina y ver a un verdadero maestro en el trabajo.
—Steve, tu marido es bastante encantador.
—Sí, lo es. —Steve estaba seguro de que tenía que estar usando la expresión más ridículamente triste de su cara, pero no le importaba. Bucky era lo mejor del planeta, y él luchaba contra cualquiera que intentara decir algo diferente.
—Robin, déjame preguntarte algo, si me lo permites. —Bucky se inclinó un poco en su dirección, con el lenguaje corporal relajado y relajado, como si Robin y él estuvieran charlando sobre las bebidas en una fiesta, en lugar de transmitir en vivo a una audiencia de millones de personas.
—Por supuesto.
—¿Cómo lo haces? —Bucky hizo un movimiento que parecía abarcar a la multitud, la locura y el ruido—. Tiene que ser agotador pararse aquí con esos tacones, que se ven increíbles, no me mal entiendas, el hacer las mismas preguntas a todos los candidatos... ¿Cómo mantienes las cosas frescas e interesantes? ¿Cómo evitas que te aburras?
Steve observó fascinado cómo Robin soltó una risita gutural y cómo golpeó el brazo de Bucky.
—Bueno, no es fácil, pero imagino que tienes las mismas preocupaciones cuando te envían a entrevistar a uno de tus sujetos. ¿Cómo cavas debajo de la superficie para encontrar esos pequeños núcleos de verdad y conexión?
—Exactamente. Es una lucha cada vez, pero lo haces lucir sin esfuerzo. No, lo digo en serio, sí, y no creo que los reporteros como tú obtengan suficiente crédito por el trabajo que haces, así que déjame ser el primero para darte las gracias —dijo Bucky, con una mirada de sinceridad abierta en su rostro—. Gracias por recordar que las celebridades que entrevistan, que las personas como mi esposo, son personas reales con sentimientos, que son seres humanos dignos de respeto.
—Gracias, Bucky, eso es... es algo muy amable de tu parte —respondió Robin, visiblemente conmovida—. Les deseo a los dos la mejor de las suertes esta noche.
—Gracias —Steve se las arregló para murmurar, luego Bucky lo instó a salir de la tarima, y tan rápido como eso, todo terminó.
—¿Ves? Eso no fue tan malo —le dijo Bucky, con una pequeña sonrisa complacida. Solo con verlo resolvió la última de las preocupaciones de Steve.
—Sí, pero solo porque decidiste entrevistarla —comentó Steve, con una risa triste—. Te llamaría El Gran Troll para acabar con todos los trolls, pero no estoy seguro de que lo veas como un insulto.
Bucky lo acunó para darle un breve y acalorado beso.
—Una adulación como esa definitivamente te dejará acostado más tarde esta noche.
Steve dejó escapar un pequeño y dolorido gemido.
—Vamos, no te burles así de mí. Tenemos una larga noche por delante.
—Lo sé —Bucky deslizó sus brazos alrededor de la cintura de Steve, lo atrajo hacia sí hasta que estuvieron al muy juntos—. Pero lo peor ya pasó. Ahora podemos relajarnos, disfrutar y celebrar tu película.
—Nuestra película —corrigió Steve, envolviendo sus brazos alrededor de Bucky—. Es tan tuya como mía.
—Bien, nuestra película —respondió Bucky, y sus hermosos ojos azules grisáceos se iluminaron—. Y si alguien más trata de acercarse demasiado, solo déjame encargarme de eso.
—Siempre supiste defenderme mejor que yo —comentó Steve. Podía ver a María esperándolos pacientemente a unos pocos pasos, pero no tenía prisa por abandonar el círculo de los brazos de Bucky.
—Eso es porque estabas demasiado ocupado defendiendo al mundo entero para recordar que también lo necesitabas —Bucky le dio otro beso rápido—. Siempre voy a proteger tu espalda, amor. No importa qué.
—Pase lo que pase —repitió Steve, con el corazón lleno de emoción.
Bucky le dio otra pequeña sonrisa íntima.
—Vamos. Entremos y encontremos nuestros asientos.
—Está bien —dijo Steve felizmente. Lo que sea que sucedió durante la ceremonia, Steve ya sabía que había ganado el premio más grande de todos. Caminaron mano a mano dentro del teatro, con los dedos entrelazados, los hombros rozando con cada paso. Unidos, como siempre, mejores amigos para siempre. Siendo un equipo.
Y cuando Steve ganó el Oscar como Mejor Director, Bucky y esa gran sonrisa con hoyuelos que lo era todo para Steve, fue lo único que vio cuando estaba en el escenario dando su discurso:
—Hacer «Brooklyn: Una historia de amor» fue realmente un esfuerzo de equipo. Quiero agradecer a Darcy Lewis por coescribir un guión increíble, y a James Schamus y a todos en Focus Features por respaldar el proyecto, y a mi fenomenal reparto y equipo: me siento honrado de compartir este premio con ustedes. Pero, no podría haber hecho nada de eso sin el apoyo, la guía y el amor de mi esposo, James Barnes. Todos ustedes conocen la historia, está en la pantalla para que todos la vean, pero lo que ninguno de ustedes sabe es que Buck ha sido mi roca toda mi vida. Incluso durante los años que estuvimos separados, fue esa luz brillante que guiaba mis pasos. Entonces, me gustaría dedicar este premio a mi verdadera mejor mitad en todos los sentidos, la persona que me defendió cuando nadie más lo haría, la que me apoyó cuando nadie más me vio, el hombre que me hace querer ser mejor cada día. Bucky, gracias por volver a mí y por decirme que sí. Te amo.
✪✪✪
Brooklyn: Una historia de amor
Mejor película — Ganó
Mejor director — Ganó
Mejor actor — Nominado
Mejor actor — Nominado
Mejor guion adaptado — Nominado
Mejor edición — Ganó
Mejor fotografía — Nominada
Mejor canción original — Ganó
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Nota final: ¡Muchas gracias por haberle dado una oportunidad a esta historia! Espero que te haya gustado la traducción. Si tienes algo que decir, no dudes hacerlo en los comentarios ♡
El proyecto de traducción continúa, así que te invito a leer la tercera historia de Steve y Bucky, cuyo nombre es «Gee y Buchanan». ¡Besos!
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