3. Una entrevista exclusiva

N° de palabras: 2443 palabras.

Sinopsis: Bucky trata de redactar el reportaje sobre Steve, pero no puede concentrarse adecuadamente.


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—Steve, vamos, tiene que haber una manera de contar esta historia sin hacerme parte de ella. Sin hablar de esto. De nosotros —enfatizó Bucky, agitando la mano entre ellos.

—¿No se puede hablar de ese punto?

—Un buen periodista nunca se convierte en el foco de la historia.

—Excepto, que en este caso, sí lo eres.


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El hombre detrás del escudo: una entrevista con Steve Rogers, la estrella más esquiva de Hollywood

Por: James Barnes.

Steve Rogers puede ser el nombre más grande en el mundo del espectáculo, con sus películas que recaudan más de tres mil millones de dólares en taquilla mundial, pero cuando aparece para reunirse conmigo para nuestra entrevista, en un bar exclusivo en Los Ángeles, está solo. No hay ninguna comitiva sentada para dirigir la conversación, ningún asistente escribiendo por el teléfono, ningún agente lo espera para llevarlo a su próxima cita. En la vida real es incluso más imponente físicamente que en la pantalla, y tiene el tipo de presencia que no parece fuera de lugar con la Edad de Oro de Hollywood. Hay un aire de Cary Grant mezclado con Jimmy Stewart sobre él, una especie de sofisticación sin arte y una humildad y un encanto aún más ingenuos que es imposible resistir. Sin duda, son esas cualidades las que lo han llevado a ganar un premio tras premio, además de tener millones de seguidores y fanáticos devotos. Esos rasgos también son la razón por la cual el legendario productor Tony Stark estaba tan ansioso por elegir a Steve como Capitán América en la adaptación cinematográfica de la popular serie de cómics. («Tiene un aura de él», me dijo Tony, cuando hablé con él por teléfono unos días después de esta entrevista. «Crees en todo lo que dice. Es una cualidad bastante rara, especialmente en esta ciudad»).

Esa aura era muy evidente cuando nos reunimos para tomar algo. Pero no fue hasta más tarde que descubrí la verdadera razón por la que me dado el honor de darle a Steve Rogers su primera entrevista. Lo que sigue es la extraordinaria historia del valor y el compromiso de un hombre, y una amistad con un vínculo tan fuerte que ha sobrevivido a probabilidades casi imposibles. Una amistad con un final tan increíble que, incluso una ciudad tan cínica como Hollywood podría apreciarla.

JB: Entonces, supongo que lo aclararemos de inmediato, ya que creo que es la pregunta más importante que tendrán las personas. ¿Por qué hacer esto ahora? ¿Y por qué preguntar por mí en particular?

SR: ¿En serio? ¿No podrías haberme dicho algo sobre softbol como primera pregunta?

JB: Oye, sabías en lo que te estabas metiendo. Esta fue tu idea.

SR: Supongo que sí. En cuanto a por qué ahora, bueno, ya era tiempo. Solo estaba... listo. Para contarle a la gente mi historia, para difundirla, para hablar sobre... bueno, nosotros.

JB: ¿Y por nosotros, quieres decir...?

SR: Dios mío, Buck, ¿así es como va a ser esto?

JB: Tú me llamaste, te lo recuerdo. Sabías que no iba a ser fácil contigo.

SR: Sí, lo hice, y me alegro de ello. Pero sí, nosotros. Tú y yo. Una reunión de diecisiete años en marcha.

JB: Hablaremos de eso en un minuto. Tú no naciste como Steve Rogers.

SR: No. Uh, como sabes, nací como Steven Grant. En Brooklyn, Nueva York. Rogers es el apellido de soltera de mi madre. Lo tomé como un nombre artístico para honrar su memoria.

JB: Ella estaría orgullosa de ti.

SR: Me gusta pensar que sí. Pero ella estaría más orgullosa de ti.

JB: Lo dudo. Pero ya que hemos estado dándole vueltas sobre el asunto el tiempo suficiente, ¿quieres explicar un poco sobre nuestra historia? En tus propias palabras.

SR: Sabes que soy terrible en este tipo de cosas. Pero sí, quiero decir, esto es parte de la razón por la que quería hacer esto. Y por qué quería que solo tú hicieras la entrevista. Tú y yo crecimos juntos. Fuimos los mejores amigos desde el jardín de niños hasta justo después de mi decimocuarto cumpleaños, cuando mi madre murió y me fui a vivir con mi tía en D.C., y luego a Londres.

JB: El mejor amigo que he tenido y, que aun así, no te reconocí en la pantalla, ni cuando nos encontramos.

SR: Bueno, he cambiado mucho con los años. Diecisiete años es mucho tiempo.

(Confesión: el hombre que el mundo conoce ahora como Steve Rogers, solía ser mi mejor amigo. Nos conocimos el primer día de jardín de niños cuando llegué tarde a clase y el único asiento que quedaba era a su lado. De alguna manera, siempre he considerado ese momento como el giro más fortuito del destino en mi vida, el único momento determinante que influyó en todo lo que vino después. Quién sabe si Steve —o Stevie, como lo conocía en aquel entonces— y yo nos habríamos acercado tanto si me hubiera sentado en otro lugar, o lo que habría sucedido en mi vida si no nos hubiéramos hecho amigos. Pero es seguro decir que ninguno de nosotros estaría donde estamos hoy sin el otro. Le debo mi carrera de una manera muy real).


Bucky se apartó de la computadora portátil y suspiró. Segundo intento en la última hora, y este era tan malo como el primero.

—Esto es una mierda —declaró.

Steve agarró una de las otras sillas y se sentó a horcajadas, estando tan cerca de Bucky como le fue posible. Ambos seguían usando solo sus bóxers, y Bucky pensó que tal vez la mitad de la razón por la que no podía concentrarse en escribir se debía a toda la piel desnuda que Steve mostraba. Podía ver pequeñas marcas de rasguños a lo largo de los hombros de Steve, así como leves moretones en el cuello y su clavícula, marcas que había puesto allí la noche anterior y otra vez esta mañana. La tentación de ignorar su fecha límite y arrastrar a Steve de vuelta a la cama era muy fuerte. (Y no solo porque también sería una gran distracción del trabajo).

—No puedo hacer esto —suspiró—. No he escrito nada tan... trillado... desde la universidad.

—Claro que puedes —dijo Steve, con una sonrisa alentadora—. Eres un periodista brillante. Esto debería ser un pedazo de pastel para ti.

Bucky se sonrojó ante los elogios —creía que nunca se cansaría de que Steve lo mirara con esa mezcla de orgullo y afecto en su rostro—, pero negó con la cabeza.

—Steve, vamos, tiene que haber una manera de contar esta historia sin hacerme parte de ella. Sin hablar de esto. De nosotros —enfatizó Bucky, agitando la mano entre ellos.

—¿No se puede hablar de ese punto?

—Un buen periodista nunca se convierte en el foco de la historia.

—Excepto, que en este caso, sí lo eres.

—Excepto que el punto de la historia eres tú —argumentó Bucky—. El que evita a la prensa, el tímido Steve Rogers, la estrella de cine más grande del mundo, finalmente se dignó a sentarse con un periodista. Finalmente contando su historia con sus propias palabras. Eso es lo que la gente quiere leer. No a mí. Yo solo soy quien conduce aquí.

—Excepto que ni siquiera sería un actor o hubiera tomado el papel de Capitán América o hubiera hecho algo en realidad, si no fuera por ti —respondió Steve, y Dios, era jodidamente hermoso. Hermoso y sincero, solo irradiando calidez y sinceridad. Bucky nunca se cansaría de mirarlo.

—Steve —comenzó, encogiéndose de hombros, indefenso, pero Steve solo sonrió con esa sonrisa encantadora y modestamente tímida, que hizo que las rodillas de Bucky se debilitaran.

Bucky —respondió Steve, y agachó la cabeza para llegar a los labios de Bucky. El beso fue dulce y tierno, borrando cualquier pensamiento que Bucky pudiera haber tenido. A pesar de todo el tiempo perdido que habían estado recuperando frenéticamente durante los últimos días, todavía no parecía real. No podía creer que pudiera tener esto ahora. Él podía tener esto cuando quisiera. Steve, su Stevie, a su lado, de vuelta en sus brazos, en su cama, en su vida...

Dejó escapar un triste suspiro cuando Steve levantó la cabeza. Esos hermosos ojos azules brillaban con una emoción que Bucky no quería examinar demasiado cerca, todavía no. No hasta que ambos hayan tenido la oportunidad de dar un paso atrás, respirar y pensar todo.

—Eso es hacer trampa —dijo finalmente.

—Eso es lo que obtienes por ser tan irresistible —le dijo Steve, con otro beso lento y suave—. Tengo fe en ti, Buck. De cualquier forma que quieras hacer esto, sea lo que sea lo que decidas, estoy contigo. Puedes concentrarte en mi trabajo si quieres y en los roles que he elegido. O bien puedo hablar sobre lo que quiero hacer más adelante en mi carrera, tal vez de mi trabajo en la caridad. O bien, puedo hablar sobre mis equipos deportivos favoritos o lo que hago en mis tiempos libres, no tengo idea. Nunca he dado una entrevista, ¿recuerdas? No sé cómo funcionan estas cosas.

—Yo tampoco —admitió Bucky. Esto sería mucho más fácil si Steve fuera un dictador de una pequeña nación o un señor de la guerra con una agenda política—. Tal vez deberíamos traer a Darcy hasta aquí y que ella te entreviste en mi lugar.

—O la traemos hasta aquí y podría entrevistarnos juntos —dijo Steve y llevó la mano de Bucky a su boca para un rápido beso.

El corazón de Bucky casi se derritió incluso cuando su estómago cayó a los dedos de los pies.

—Tú... Mierda, estás realmente serio en este momento.

—Si hay una cosa que sé mejor que tú, es de lo que trata la industria del entretenimiento —dijo Steve, con una amplia sonrisa—. Se trata de crear una historia que la gente quiera ver. ¿Y esto? ¿Nos reunimos los dos después de diecisiete años y seguimos tan enamorados como siempre? Vamos, incluso debes admitir que esa es una tremenda historia.

—Sí, pero es nuestra historia, no pertenece al mundo... —Bucky se detuvo, su cerebro finalmente se puso al día con lo que Steve acababa de decir—. ¿Enamorado? —preguntó con voz débil—. ¿Tú estás...? Dios mío, Steve...

Un rubor muy encantador —y muy sexy— apareció en las mejillas de Steve.

—Sí, lo siento, es demasiado pronto para hablar de la palabra que empieza con A, lo sé...

Bucky tiró de la nuca de Steve, sus dientes chocaron cuando lo atrajo hacia él para darle un beso fuerte y ardiente. Todos los argumentos acerca de la historia, de traer a Darcy o cualquier otra cosa quedaron olvidados cuando la alegría pura y salvaje lo atravesó. Steve dejó escapar un pequeño gemido y luego apretó sus manos en el cabello de Bucky, moviendo sus cabezas para suavizar el beso y frotando sus lenguas con suavidad, hasta que ambos estuvieron sin aliento.

—No es demasiado pronto —murmuró Bucky, cuando ambos se alejaron para tomar aire. Quería embotellar este sentimiento y compartirlo con el mundo. En lo que respecta a sus sentimientos por Steve, si se trataba de elegir entre ir con cautela y apresurarlo todo, no había siquiera duda de tomar ambos caminos—. De la manera en que lo veo, estamos hablando diecisiete años demasiado tarde sobre ello.

Steve soltó una carcajada, pero casi irradiaba felicidad, así que Bucky pensó que todo estaba bien.

—Las cosas han cambiado desde que teníamos catorce años, Buck.

—Esto no ha cambiado —Bucky deslizó su mano sobre el pecho de Steve para descansar sobre su corazón, con el pulgar acariciando la pequeña cicatriz—. Lo que siento por ti no ha cambiado desde que teníamos cinco años.

—Ahora sólo me estás tomando el pelo —se burló Steve, con un giro de ojos cariñoso—. Desde que teníamos cinco años, ¿en serio?

—Ese primer día en el almuerzo cuando compartiste tu sándwich de mantequilla de maní y mermelada conmigo, porque mi madre me había mandado salami —dijo Bucky, besando la punta de la nariz de Steve—. Me enamoré de ti en ese momento y nunca arrepentí de ello.

—Buck... —Steve parpadeó, con una mirada de asombro que pasó por su rostro—. Yo tampoco dejé de amarte —dijo y las palabras iban dejándolo sin aliento—. Te he echado mucho de menos.

—Lo sé, Stevie. También te he echado de menos. —Y ahora que Bucky tenía a Steve de nuevo, estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para asegurarse de que Steve supiera que las cosas serían diferentes esta vez. Ahora eran adultos, ya no a merced de las circunstancias. Podrían tomar sus propias decisiones y decidir su propio futuro.

—Está bien, entonces... —Steve miró la computadora portátil y luego a Bucky—. ¿Cómo quieres hacer esto?

Al final, la respuesta fue mucho más fácil de lo que Bucky había pensado que sería.

—Confío en ti —dijo y dio unos golpecitos en el corazón de Steve, antes de volver a sentarse—. Si tu instinto dice que nos enfoquemos en nuestra reunión, entonces lo haremos.

—Lo hace, pero también creo que tienes razón en que no deberías tener que decirlo —dijo Steve, y atrapó la mano de Bucky para unir sus dedos—. ¿Por qué mejor no recibimos la ayuda de tu compañera de trabajo para elaborar la historia que queremos que el mundo conozca? Ella es buena en su trabajo, ¿verdad?

—Sí, ella es genial. —Darcy era una de las mejores, de hecho. Tenía la habilidad de conseguir que incluso las celebridades más obstinadas se abrieran y se revelaran de formas interesantes, mucho más allá de los bytes de sonido embutidos que eran tan frecuentes en su campo de trabajo.

—Entonces, la traeré hasta aquí.

«Tan simple como eso», pensó Bucky. Todavía era una locura pensarlo. El pequeño Stevie Grant ahora tenía más dinero e influencia de la que Bucky había soñado en su vida. Pero seguía siendo el mismo tímido, dulce, ferozmente inteligente y asombroso con el que Bucky había crecido, todavía era el mismo Steve bajo el cuerpo musculoso y el personaje de estrella de cine. Y esa era la persona que Bucky estaba interesada en conocer de nuevo, esa era la persona que Bucky nunca había dejado de amar, sin importar la distancia o los años que los había separado.

—Buenoooo... —extendió la palabra con pereza y luego dejó que su mirada vagara por todo el cuerpo de Steve—. Ya que vamos a esperar a que ella venga a hacer esto, supongo que hoy tengo un poco más de tiempo libre de lo que pensaba.

Los ojos de Steve se oscurecieron cuando le devolvió la mirada de Bucky. Se detuvo en la garganta de Bucky, las manos y la entrepierna.

—¿Alguna idea sobre cómo gastarlo? —preguntó con su voz ronca, llena de lujuria.

—Unos pocas —Luego Bucky se levantó y llevó a Steve con él, juntando completamente sus cuerpos—. ¿Por qué no me dejas mostrarte?

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