17. Mitad agonía, mitad esperanza
━━━⊱ Mitad agonía, ⊰━━━
Mitad Esperanza
«En cierto modo... es fácil hablar de esperanza. Pero hay que recordar que esa esperanza y esos ideales elevados a veces tienen un precio. A veces traen sufrimiento en lugar de felicidad»
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Habían logrado salir ilesos de aquella explosión.
El estruendo retumbaba en sus oídos mientras emergían de las profundidades. La cristalización efectiva que Eren había logrado dominar en ese mismo instante los había salvado de ser aplastados. Aunque el polvo y el humo danzaban en el aire, la sensación de alivio era palpable.
Sin embargo, aún tenían que lidiar con un problema mucho más grande. Al salir a la superficie, la luz de la luna y las llamas que emergían del suelo les permitieron ver cómo se encontraba el lugar. Sin duda, la explosión se había llevado parte del terreno y de la vegetación. Y no solo eso, el titán en el que se había convertido el padre de Historia comenzaba a abrirse paso hacia la ciudad. No era el titán más veloz, pero su altura y longitud le permitían avanzar a pasos gigantescos.
—¡Gianna!
El grito de Jean bastó para que la mencionada corriera a su encuentro, con la preocupación marcada en su rostro. Por un momento, Gianna había temido lo peor cuando sintió cómo el suelo se agrietaba bajo sus pies. Tuvo que alejarse por su propio bien, pero cuando estuvo fuera de peligro, regresó nuevamente a buscarlos junto con Hange y los hermanos Zenik, ya que fueron los primeros en salir debido a que la capitana había recibido un disparo. La semidiosa no tuvo que intervenir en su cuidado, Kaz hizo un excelente trabajo atendiéndola.
—¡Dioses, por un momento sí que me preocupé! —exclamó mientras se acercaba a Jean—. ¿Están bien? ¿Estás bien? ¿Qué demonios fue lo de hace un momento?
Sin pensarlo, sus manos recorrieron el rostro de Jean, buscando alguna herida de gravedad. Él no se movió, pero todo su rostro se tiñó de rojo, mostrando lo nervioso que estaba. Su intención también había sido cerciorarse que Gianna estuviera a salvo. Sin embargo, en el instante en el ella se acercó a inspeccionarlo, hizo que a él se le olvidará por completo el asunto. ¿Por qué era que siquiera estaban ahí? Pensó por un momento. A su percepción, las manos de Gianna eran suaves pero firmes, con unas cuantas cicatrices que esperaba algún día preguntarle cómo fue que las obtuvo.
—No hay mucho que compartir —intervino Levi con su habitual tono serio, ganándose la atención de Gianna. Los demás decidieron ignorar la escena entre Jean y Gianna, excepto Sasha y Connie, este último le dio un codazo juguetón a su amigo—. El padre de Historia se ha convertido en un titán, y va hacia la ciudad. Tenemos que detenerlo antes de que llegue.
Mientras explicaba la situación, Levi no pudo evitar buscar con la mirada a cierta pelinegra. El miedo que trataba de suprimir lo invadía, y aunque apretó con fuerza las espadas que traía a los costados para evitar que le temblaran las manos, aún sentía los nervios a flor de piel.
—¿Dónde está Alyssa? —preguntó de repente, una vez hubo confirmado su ausencia—. ¿No la han visto salir? Hange, ¿no la han buscado?
La líder del escuadrón se contuvo las ganas de hacer algún comentario sarcástico. Era evidente que algunos de sus compañeros comenzaban a sentir algo más que una simple amistad. Sin embargo, sabía que este no era el momento adecuado para molestar a Levi. También estaba preocupada por Alyssa, pues no había dado señales de vida en todo este tiempo.
—Lo siento, pero no ha regresado —respondió Hange, negando con la cabeza.
Levi se pasó una mano por el cabello, sintiéndose atrapado entre la responsabilidad y la preocupación.
—Muy bien. Ustedes adelántense. Yo iré a buscarla —ordenó mientras se acercaba a su caballo.
Gianna actuó enseguida, recordando las palabras de Alyssa antes de que se separaran.
—No creo que sea necesario, capitán. Alyssa es muy capaz. Dudo que esté en problemas —le explicó, manteniendo la calma—. Además, ni siquiera sabe dónde buscarla. Antes de irse, me dijo que no nos preocupáramos, y tiene razón. Ahora mismo hay un problema enorme que necesita su atención.
Levi la observó con seriedad, evaluando la situación. Sabía que Gianna tenía razón. No podía darse el lujo de desviarse para buscar a Alyssa, pero la presión en su pecho persistía, como si algo en su interior le suplicara que la buscara.
—No creo que podamos ser de mucha ayuda para ella —añadió Gianna, con un tono práctico—. ¿Recuerdan la última vez que intentamos intervenir? Más que ayudarla, fuimos un estorbo. Estoy segura de que Alyssa va a regresar. Le dejaremos su caballo junto con una nota para que sepa que hemos regresado. Así que, andando, no tenemos mucho tiempo.
Las palabras de Gianna resonaron entre los presentes. Aunque dolía admitirlo, tenía razón. Lo mejor era centrar su energía en la amenaza que avanzaba hacia las murallas.
Con esa amarga comprensión, todos subieron a sus monturas, mientras otros se acomodaban en la carreta que llevaban consigo. Emprendieron marcha rápidamente, ideando un plan para detener al titán en su avance.
Gianna podía sentir la tensión en el aire mientras cabalgaban. Todos estaban muy preocupados por el gigante problema que iba directo a la ciudad y en parte ella también compartía el mismo sentimiento. Sin embargo, el que se haya centrado en ese problema no fue un impedimento para que se diera cuenta que alguien la estaba mirando fijamente. O tal vez la intensa mirada del capitán Levi era demasiado como para que ella pudiera ignorarlo.
— ¿Qué? —soltó Gianna al no poder soportar más aquella mirada. Aunque era ciega, podía percibir claramente cómo Levi intentaba desentrañar sus secretos más profundos. Quizá el hecho de negarse repetidamente a seguir a Alyssa comenzaba a parecer sospechoso para su superior.
Levi no se inmutó, ni siquiera pestañeó. De hecho, parecía haber estado esperando esa reacción.
— Nada, es solo que... —se detuvo un segundo—. ¿Te suena el apellido Ackerman?
— No —respondió Gianna con firmeza, prestándole especial atención a su superior—. ¿A qué se debe la pregunta?
— Eres fuerte. Demasiado fuerte para ser alguien normal.
Ese comentario la alertó de inmediato. ¿Ese mortal había descubierto su secreto? Sin querer, apretó la mandíbula y clavó las uñas en las palmas de sus manos. El nerviosismo comenzaba a crecer, pero no dijo nada. Primero debía calmarse y elegir cuidadosamente sus palabras.
— Lo que me hace pensar que tal vez seas una Ackerman —prosiguió Levi—. Algo parece despertar cuando uno se encuentra en situaciones de vida o muerte. Algo estalla y entonces... te vuelves diferente. Mikasa y Kenny tienen ese apellido. Y a mí me ha pasado algo parecido. Por eso creo que tú...
— No soy una de ustedes, capitán —respondió Gianna al instante, más tranquila al comprender la verdadera razón detrás de la pregunta. Aun así, no necesitaba que todas las miradas se posaran en ella. Quería pasar desapercibida, pero cada día se volvía más difícil mantenerse al margen.
— Reen también parece pertenecer a esa categoría —añadió Kazuto.
— No quiero menospreciar el apellido, pero nunca escuché que alguien de mi familia fuera Ackerman. Siempre ha sido Argyros —comentó el pelirrojo, sonriendo como solía hacerlo.
— Tal vez los Ackerman no sean la única familia con habilidades especiales —reflexionó Armin, demasiado pensativo para el gusto de Gianna—. Alyssa también es increíblemente fuerte. Y, con todo respeto, capitán... Gianna es la única que, a mi parecer, podría tener alguna conexión con ella. Pero aún así...
— Ya basta. Sabemos que Alyssa es mejor que todos nosotros, pero no nos humilles más, ¿quieres? —intervino Gianna con evidente molestia. Había captado perfectamente el mensaje de Armin. Para él, nadie se comparaba con Alyssa.
Gianna era una semidiosa orgullosa, y claro que le molestaba sentirse en segundo lugar. Y considerando que su padre Apolo era uno de los dioses más egocéntricos, la humildad no era una virtud que ella cultivara.
— Lo siento —se disculpó Armin. No había querido ofender, solo expresaba en voz alta sus pensamientos.
— No te ofendas, Gianna. Es solo que Armin no te vio pelear la otra noche. Estaba demasiado ocupado para notar cómo derrotabas a esos mercenarios —Jean trató de suavizar el ambiente mientras le colocaba su capa sobre los hombros—. Armin no puede decir que no estás a la altura de Alyssa. No tienes visión y aún así eres increíble. Para mí, ustedes dos pertenecen a otro mundo.
— Vaya, Jean lo expresó perfectamente. Estoy de acuerdo —apoyó Reen, acomodándose el cabello.
— Es cierto —añadió Blyana, quien había estado atenta a la conversación. Ella también creía que tanto Alyssa como Gianna desprendían un aura distinta. Lo percibía más con Alyssa que con Gianna, pero siempre lo atribuyo al hecho de que era porque la chica estaba ciega. Pero entonces se quedó pensando sobre cómo sería si Gianna no careciera de visión, ¿también le transmitiría esa sensación de superioridad que Alyssa le hacía sentir?
Gianna abrió la boca para decir algo, pero se quedó callada al notar que todos se unían a la conversación para confirmar lo diferentes que eran ella y Alyssa. Tragó saliva y se acurrucó en la capa que Jean le había ofrecido.
— Ese hombre que salió con Alyssa parecía conocerla. ¿Podrían ser del mismo clan? Me parecen tan iguales y diferentes al mismo tiempo —Vin habló en voz alta, pensativa—. Hay algo en él... Y Alyssa parece comportarse de manera distinta cuando está cerca. Siempre ha sido reacia a matar, pero con él parecía dispuesta a hacerlo sin dudar.
Todos miraron a Vin con sorpresa. Era raro que hablara tanto, y más aún que compartiera información relevante. Solo Armin parecía estar reflexionando sobre lo que había dicho. La verdad es que tanto Alyssa como ese hombre misterioso irradiaban cierta familiaridad.
— Sí, tal vez los Ackerman no sean los únicos con habilidades especiales. Y sobre lo que comentas Vin, estoy segura de que Alyssa lo hizo para protegernos, si no fuera por ella seguramente todos estaríamos muertos —intervino rápidamente Gianna, cortando los pensamientos de los demás. No quería que comenzaran a dudar de Alyssa. Las palabras de Vin eran peligrosamente acertadas, y eso la preocupaba—. Pero no creo que investigar sobre eso deba ser nuestra prioridad. Tenemos cosas más urgentes que atender, por si lo han olvidado —les recordó, intentando calmar los nervios del grupo.
Vin parpadeó varias veces, nerviosa al darse cuenta de que había hablado en voz alta. No estaba acostumbrada a ser el centro de atención, y menos a compartir sus teorías frente a todo el grupo. Aunque Gianna tenía razón de que Alyssa los había protegido en varias ocasiones, no podía dejar de pensar que algo en esa relación entre Alyssa y el hombre misterioso estaba fuera de lo común. Había sido testigo de cómo la determinación de Alyssa por eliminarlo iba mucho más allá de la simple defensa propia; había algo personal en ello, algo que no lograba comprender del todo y que por supuesto deseaba saberlo. Aun así, dudaba en seguir hablando, pero su mente no dejaba de cuestionarse si quizás había descubierto algo importante, algo que por supuesto el resto no estaba listo de escuchar.
— Gianna tiene razón —intervino Hange, quien, a pesar de tener mucho que decir, se contuvo—. Tenemos que planear bien nuestro próximo movimiento para detener al titán.
•
Alyssa abrió los ojos, solo para ver el mundo girar a su alrededor. Un pitido agudo resonaba en sus oídos, provocándole un dolor de cabeza intenso. Se incorporó como pudo, sosteniéndose de un árbol cercano. Seguía siendo de noche, ¿tan pronto había recuperado la conciencia? Entonces, recordó todo de nuevo.
Alabaster.
Giró la cabeza con tanta brusquedad que el mareo la sacudió de nuevo. Cerró los ojos para calmar la náusea y, al abrirlos con más lentitud, lo vio. Sentado frente an ella, comiendo una manzana con absoluta tranquilidad, como si no acabara de lanzarle un tronco gigante.
Alabaster la observó con el mismo semblante relajado, aunque internamente le costaba contener el impulso de correr hacia ella, de abrazarla como hacía tanto tiempo. La había extrañado más de lo que se atrevía a admitir, pero sabía bien por qué Alyssa estaba allí, y aunque su corazón le suplicaba actuar de otro modo, la misión que había asumido ya estaba en marcha. Era demasiado tarde para echarse atrás... y la verdad, no quería hacerlo.
—Lamento haberte preocupado, y haberte lastimado, Lyssa —dijo con suavidad, mientras sus ojos verdes brillaban a la luz tenue—. Pero han pasado muchas cosas. No deberías estar aquí.
—No. Tú no deberías estar aquí —lo interrumpió con firmeza, recuperando el control sobre sí misma—. Y definitivamente no deberías estar jugando con estas personas —agregó, su ceño fruncido reflejó la creciente frustración que sentía—. Alabaster, te quiero, lo sabes, pero más te vale tener una buena explicación para todo esto.
—Quiero un mundo sin dioses. Un mundo sin las criaturas que nos cazaron como animales desde que éramos niños —declaró con simpleza.
Alyssa cruzó los brazos, sus ojos ardían con indignación.
—¿Por eso creaste este mundo? Pues déjame decirte que lo único que has logrado es sumirlos en un infierno. No tienes idea de lo que les has hecho pasar.
—No me des tanto crédito, Lyssa —sonrió casi con burla—. Te diré algo: los mortales siempre están en busca de una guerra. Matarse entre sí sin razón parece ser su pasatiempo favorito. ¿Acaso no lo has notado? Nosotros también somos humanos, al fin y al cabo.
Alyssa aflojó un poco la postura, aún confusa, pero comenzando a captar el punto de su hermano.
—Siempre me protegiste —continuó Alabaster, con su voz teñida de nostalgia—. Ahora quiero devolverte el favor. Por favor regresa al campamento. Prometo que te alcanzaré en unos meses.
—Alabaster, no sé qué estás tramando, pero esto tiene que acabar —replicó Alyssa con firmeza—. Deja que estos mortales regresen a su mundo y tú regresa conmigo...
—¿Para qué? —la interrumpió con brusquedad, su semblante endureció de repente—. ¿Para que los dioses me ejecuten en cuanto cruce a sus tierras?
Alyssa lo miró en silencio, notando el cambio repentino en él. Nunca lo había visto tan... implacable. Siempre había sido impulsivo, pero esa arrogancia y frialdad eran nuevas, especialmente con ella.
—Eso no va a pasar —dijo suavemente, intentando calmarlo—. No permitiré que te hagan daño.
—Claro, porque te sacrificarías por mí, ¿no? —bramó con una mezcla de furia y dolor—. Siempre te sacrificas, ¡y lo odio! Ya no soy un niño, Lyssa. No necesito que me salves.
El tono de su voz resonó en su mente, haciéndola recordar todos los momentos en los que se había interpuesto entre él y el peligro. Alabaster siempre había sido su prioridad, desde el principio. Pero ahora él ya no era el niño indefenso que ella recordaba.
—No te entiendo, Lyssa —continuó y su voz se quebró ligeramente—. Después de todo lo que hemos pasado, deberías estar dispuesta a seguirme. ¡Tú sabes lo que hicieron! Sabes que pagaste las consecuencias por mí. Te culpaste ante los dioses cuando fui yo quien llevó a nuestros hermanos a la guerra. Tú... te llevaste mi castigo.
La ira lo invadió en el momento en que los dioses se convirtieron en el tema principal de su conversación. Los aborrecía con ganas, pues le habían arrebatado a su hermana y trataban a sus hijos como si fueran sus esclavos. Recuerdos de su infancia lo asaltaron; el día que se llevaron a Alyssa fue el día en el que decidió hacer justicia por su propia mano.
Pequeñas arrugas se acentuaron alrededor de sus ojos; sin duda, estaba furioso. A diferencia de los de su hermana, sus iris no parecían tener cierta bruma. Simplemente eran de color verde jade. Aunque sí se diferenciaban del resto; si mirabas sus ojos durante demasiado tiempo, parecía como si sus pupilas se dilataran y te sumergieran en un vacío sin fin, algo casi hipnotizante.
Alyssa abrió los ojos con sorpresa al descubrir que su hermano sabía sobre el castigo que recibió hace unos meses. Quiso responderle, pero él no se lo permitió.
— Y no te atrevas a mentirme. Sé perfectamente que te mandaron al Tártaro a cumplir una condena que no era tuya y que te salvaste por suerte, por unos semidioses que te llevaron con ellos para abrir las puertas de la Muerte. Quiero pedirte perdón por todo lo que pasó, pero sé que los dioses y los monstruos deben pagar por lo que te hicieron a ti y a los demás semidioses.
— Entiendo tu frustración, Blaas, de verdad lo hago. Pero no puedo dejar que el odio nuble nuestro juicio. ¿Qué podemos hacer nosotros? Nuestra fuerza no se iguala a la de un ser completamente divino. Pero ese no es el punto al que quiero llegar... Alabaster, te lo preguntaré otra vez, ¿por qué están aquí los mortales?
— No sé por qué de pronto te preocupas tanto por ellos. Sí, yo los traje a este lugar, pero en ningún momento fue para que se pelearan entre ellos —exclamó Alabaster—. No les di odio; de hecho, nunca me metí en sus asuntos. La guerra que han creado es cosa de ellos.
— Pero estoy segura de que los titanes son cosa tuya —lo contradijo—. Ya son una pesadilla en nuestro mundo, ¿por qué recrearlos aquí? ¿Sabes que se están comiendo a las personas? Dioses, si no fuera por lo perseverantes que son, probablemente ya se habrían extinguido.
— Eso dices ahora —la interrumpió Alabaster. Definitivamente su hermana no sabía de lo que eran capaces. Aunque tampoco es que él tuviera ese conocimiento, nunca convivió con los mortales más allá de lo necesario para sus planes—. Verás, hermana, los mortales no son tan estúpidos como creíamos.
Alyssa quiso reprimirlo una vez más; en el pasado, habría ignorado su comentario, pero ahora cada insulto le parecía algo personal. Se sumió en sus pensamientos, tratando de procesar las palabras de su hermano, cuando, de repente, una punzada de preocupación la sacudió. Había estado tan concentrada en su discusión con Alabaster que había olvidado por completo a su escuadrón. ¡Dioses! ¿Cómo había podido ser tan despistada? La angustia la invadió al recordar a los mortales que residían en este mundo, aquellos que estaban en peligro por las decisiones de su hermano. Necesitaba regresar y asegurarse de que todos estuvieran a salvo.
— Simplemente no puedo seguirte en todo esto, hermano. Por favor, Blaas, detén esto. Necesito regresar y asegurarme...
— Bueno, bueno, bueno —repitió con evidente sarcasmo y asombro—. Veo que les has llegado a tener cariño. No quiero parecer el villano, Lyssa, pero no puedes esperar a que cambien las cosas sin sacrificar algo en el proceso. Te amo, hermana, y lo sabes. Pero si tengo que alejarte por la fuerza, ten por seguro que lo haré. Estoy convencido de que, en unos años, verás que todo habrá valido la pena.
Alyssa reaccionó justo a tiempo.
Logro esquivar el orbe de magia que su hermano le había lanzado. Los ojos le Alabaster brillaron de un verde intenso y de sus manos brotó su tan distinguida magia. Alyssa creo una barrera frente a ella para contrarrestar cada uno de los golpes que venían hacia ella.
Su prioridad era apartar a su hermano del camino y regresar para verificar cómo estaban los demás.
Formó un orbe de magia con suficiente poder como para noquear a su hermano, pero siempre con cuidado para no causarle un daño mayor. Alyssa lanzó su poder estratégicamente y la barrera protectora que envolvía an Alabaster se rompió en cuanto el orbe de magia impactó contra ella, haciéndolo retroceder.
En ese instante, ambos comprendieron que ninguno estaba dispuesto a perder.
— Comienzo a creer que estos mortales te han hecho cambiar. Quizás el deshacerme de ellos haga más fácil las cosas para ti —sentenció e hizo un ademán con las manos.
— Ni se te ocurra.
La semidiosa lanzó un rayo de magia, haciendo que Alabaster saliera volando hasta golpear el árbol más cercano. Su espalda crujió, y le fue imposible soltar un gemido de dolor. Aunque no era un ataque grave, lo dejó desorientado por unos minutos. Tiempo que su hermana aprovechó para dar media vuelta y balancearse entre los árboles.
Alabaster soltó una maldición en griego antiguo. ¿Realmente Alyssa lo golpeó solo para ir al rescate de aquellos mortales insignificantes? ¿Tan poca relevancia tenía ahora en su vida? ¿En qué momento ellos se convirtieron en su prioridad y no su querido hermano?
Ella tiene razón... pero me niego a aceptarlo. Pensó.
Se ahorró decir las palabras en voz alta. Prefirió ponerse de pie y cumplir con sus palabras anteriormente dichas. Era mejor quitar del camino a lo que le estorbaba; seguramente así su hermana se uniría a su plan, y ya no tendrían que estar en peleas sin sentido.
Levantó los brazos; sus ojos brillaron con intensidad, y de sus manos cayó magia como si se tratase de una cascada. Una bruma verdosa recorrió el bosque como un río abriéndose camino, y las ramas de los árboles crecieron, moviéndose como brazos gigantes buscando a un solo objetivo.
Alyssa esquivó la primera rama que venía hacia ella, y con la segunda hizo lo mismo. La tercera, la cuarta... Con la quinta no tuvo tanta suerte; la sacó volando haciéndola retroceder unos doscientos metros antes de que se enganchara en un árbol. Volteó a ver a su hermano; su mirada furiosa no pasó desapercibida por el otro hijo de Hécate, pero eso no fue suficiente para que él bajara los brazos.
La hechicera volvió a intentarlo, esta vez utilizando sus habilidades mágicas. No estaba muy satisfecha de emplear esa parte de su repertorio, pero era necesario si quería salir de ese lugar. Después de un largo rato de esfuerzo, logró abrirse paso y dejar atrás a su hermano, quién al parecer no decidió seguirla. Aquello no le daba mucha confianza, pero tenía otras cosas por las que preocuparse.
Siguió su camino, tratando de salir de aquel bosque. Sin embargo, el paisaje que se reveló cuando por fin salió no era nada alentador; el lugar donde había dejado a su escuadrón, ahora era agujero enorme.
¿Realmente había tardado tanto en salir?
Un último vistazo al lugar aseguró que no había nadie, al menos nadie de su equipo. Entonces, silbó con fuerza.
Pudo respirar con tranquilidad cuando escuchó a su caballo venir a su encuentro. Acarició el lomo del animal y le esbozó una sonrisa involuntaria.
— ¿Traes algo para mí? —inquirió como si el animal fuera a responder. Rebuscó en la bolsa que traía en su montura y encontró una pequeña nota.
Date prisa. Regresamos a la ciudad.
Había actuado de manera apresurada, ya que desde un principio debería haber llamado a su caballo. Aunque ahora se sentía un poco más tranquila después de leer el mensaje, subió de un salto a su montura y estimuló ligeramente sus costados para que el animal se pusiera en marcha. Con suerte, los alcanzaría y se daría cuenta que todos estaban a salvo.
Dio un último vistazo hacia atrás, no había señales de que Alabaster la estuviera siguiendo, seguramente él también se había marchado. Una presión se incrustó en su pecho, por un momento dudó en buscar a su escuadrón. Quería regresar con su hermano, pero la angustia porque sus amigos estuvieran en peligro la alentó a seguir su camino.
Regresaría más tarde para buscar a Alabaster y ponerle fin a su plan descabellado. Ahora sabía el área por donde se encontraba, sería fácil rastrearlo por la magia que dejó en el lugar.
Pronto todo esto terminaría.
Holaaa!
Por fin, se me ha hecho juntar a los dos hermanos. Alabaster tiene una personalidad muy diferente a la de Alyssa y aunque pudiera parecer que es muy imprudente, la realidad es que es bastante estratega. Siempre piensa antes de actuar. Esto es importante de saber, pero igual lo seguiré explicando con forme pase los capítulos.
¿Que les ha parecido el capítulo? La verdad es que trato de ir dejando pequeñas pistas pero me es difícil jaja
Así que si tienen alguna teoría me encantaría escucharla
Nos vemos!
Con cariño
—B.
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