16. Efímero cuál rocío matutino
━━━⊱ Efímero cuál rocío ⊰━━━
matutino
¿Puedes recordar quién eras antes de que
el mundo te dijera quien deberías ser?
☭
El cielo estrellado la saludó en cuanto salió de aquella cueva.
Alyssa lanzó sus ganchos al primer árbol que encontró y se detuvo a investigar, ya que le había perdido la pista al semidiós. Gianna se acercó a ella con los caballos listos. Su tarea principal era mantener a las monturas preparadas para cuando el escuadrón saliera a la superficie.
— ¿Qué sucede? ¿Dónde están los demás? ¿Quién más ha salido contigo? —interrogó Gianna de manera apresurada. Era demasiado obvio que estaba preocupada y nadie podía culparla, se había quedo afuera por lo que no sabía nada de lo que estaba sucediendo.
Había esperado con ansias a que alguien saliera y le diera noticias. Cada minuto se había vuelto una eternidad para ella. Sin embargo, Alyssa no tomó importancia del asunto dándole prioridad al hombre que venía siguiendo.
— ¿A dónde se fue, Gianna? —preguntó Alyssa con rapidez—. Tenemos malas noticias. El semidiós hizo acto de presencia. Pero esta vez no lo pienso dejar escapar.
— Esto puede ser muy peligroso —advirtió la hija de Apolo—. Pero se ha ido al sur. No tiene mucho que lo escuche salir así que date prisa.
— Gracias y, Gianna... no permitas que nadie me siga.
Gianna asintió, dispuesta a acatar la orden de su compañera. Comprendiendo la importancia y urgencia del asunto, no detuvo por más tiempo a la hechicera, aunque se moría de ganas por preguntar el estado en el que se encontraban los demás. Se tragó la incertidumbre y volvió a su puesto, lista para cuando el resto del equipo saliera.
Alyssa emprendió marcha y balanceándose de un árbol a otro trato de seguirle el paso al semidiós.
Se adentró en lo profundo de aquel extenso bosque. Las grandes ramas de los árboles se entretejían, dejando pasar apenas la escasa luz que la luna proporcionaba esa noche. Sin embargo, el sol saldría en unas horas, y aun así, Alyssa intuia que la iluminación seguiría siendo escasa. Como si hubieran presentido problemas, las aves de la zona alzaron vuelo, quedando solo el eco de sus alas batiendo frenéticamente en un intento desesperado por abandonar ese lugar.
Alyssa supo que iba por buen camino cuando percibió las típicas marcas que el equipo tridimensional dejaba en los troncos. No pasó demasiado tiempo antes de que, a lo lejos, pudiera distinguir a alguien parado. El lugar donde la persona se encontraba estaba despejado, un círculo vacío rodeado de árboles enormes. Era un buen lugar para una pelea, casi parecía una trampa.
Sin duda lo era.
Y si no fuera porque reconoció al semidiós en cuanto sus ojos se posaron sobre su figura, Alyssa seguramente habría meditado con más detenimiento la situación, dándose cuenta de lo obvio que se veía.
Se trataba de su hermano.
Tan igual y diferente al mismo tiempo.
— A-Alabaster —masculló mientras sus pies tocaban el suelo.
Se quedo estática por unos segundos. Temía que se tratara de una alucinación y que, de acercarse demasiado, la imagen de su hermano se desvaneciera.
— ¿Q-Qué te paso? —preguntó aun tartamudeando.
Y es que su hermano no era el mismo. Al menos no físicamente, parecía haber crecido pues sus facciones eran más duras y rígidas. Era casi como si los años hubiera pasado sobre él y ahora tuvieran la misma edad. Se llevaban por once años así que eso era prácticamente imposible por lo que Alyssa quiso ver tras la ilusión de la Niebla y se sorprendió al darse cuenta de que no se trataba de un espejismo.
Y antes de que pudiera soltar siquiera una palabra, un tronco gigante apareció de su lado derecho y la golpeó con fuerza. Si no hubiera sido por sus reflejos innatos, quizás su brazo derecho habría quedado destrozado. La suerte parecía burlarse de ella; justo cuando había dado su dije de protección a otra persona, era cuando más lo necesitaba.
Su cuerpo solo se detuvo cuando chocó contra un gran árbol. Todo había sucedido en un segundo. Encontrar a su pequeño hermano le había hecho bajar la guardia, y lo sabía. En el fondo, ella era consciente de que sus defensas estaban expuestas, pero ni siquiera se había molestado en volverse a poner en alerta. Después de todo, era su hermano. ¿Por qué tendría que tener cuidado con una de las personas con las que más se sentía a salvo?
La fuerza del impacto fue suficiente para dejarla inconsciente al instante. Y quizás el reciente encuentro con su hermano fue la causa de que soñara con el pasado. Las imágenes aparecían tan vívidas que parecía haber viajado en el tiempo, sentía que podía tocar todo a su alrededor.
Fue hace varios años atrás cuando Alyssa regresó con una bolsa de comida en la mano. Se adentró en un callejón oscuro, volteando de vez en cuando para asegurarse de que nadie la seguía. Antes de llegar al final del pasillo, unos ojos esmeralda se asomaron detrás de unas cajas de cartón que ella misma había colocado.
Alabaster salió de su escondite en cuanto vio a su media hermana, corriendo hacia ella para abrazarla con fuerza y enterrar su cabeza en su abdomen. Alyssa suspiró y negó con la cabeza, preocupada pero también un poco molesta.
— ¿Cuántas veces te he dicho que debes esperar a que te llame para que salgas? —le recordó con severidad—. ¿Qué tal si no hubiera sido yo? Sabes que mi habilidad para usar la Niebla es terrible. Cualquier movimiento y el hechizo de ocultamiento se desmorona.
— Creí... creí que no volverías —sollozó el niño como excusa, mojando la camisa de su hermana con las lágrimas que comenzaba a derramar—. Te fuiste desde ayer por la noche.
— Sabes que lo máximo que debes esperar son dos días. Si no vuelvo en ese tiempo, tienes que irte. Además, ya ha pasado más de un mes, pequeño revoltoso. No voy a abandonarte, ¿me oíste? El destino nos ha unido y no pienso contradecirlo.
Alyssa acarició suavemente el cabello de Alabaster y sonrió involuntariamente. Solo había bastado una semana para encariñarse con él. Tal vez se debía a que nunca logró acostumbrarse a la soledad, aquella que fue su única compañera durante años, o simplemente porque el niño era fácil de querer. Lo cierto era que ya lo veía como su familia, después de todo, solo se tenían el uno al otro.
Además, la llegada de Alabaster le hizo darse cuenta de que no era una persona egoísta y sin sentimientos, como había creído, sino que simplemente ya no tenía a nadie por quien valiera la pena luchar. Ahora todo había cambiado, porque Alyssa sabía que haría cualquier cosa con tal de protegerlo, incluso si eso le costaba la vida. ¿Cómo podía querer tanto a alguien? No recordaba esa sensación desde lo sucedido con su hermana Elena. La aparición de su pequeño hermano no solo le salvó la vida, sino que también le dio un motivo para seguir adelante. Después del trágico desenlace que sufrió su familia hace unos años, ella solo había estado sobreviviendo por puro instinto, sin un propósito real para continuar en este mundo.
— ¿Me prometes que nunca te irás? —balbuceó Alabaster entre sollozos.
— Te lo prometo, pequeño —respondió ella, acuclillándose mientras limpiaba las lágrimas de su hermano. Le regaló una sonrisa cálida y luego le mostró la bolsa que traía en la otra mano—. Es una hamburguesa, sé que te encantan.
Los ojos de Alabaster brillaron emocionados. Tomó la bolsa y la abrió enseguida; tenía mucho apetito, ya que el trozo de pan que desayunó por la mañana apenas le había calmado el hambre.
— ¿Cómo la conseguiste?
— Los mortales son demasiado despistados. Además, mi magia es muy buena.
— Creí que habías dicho que eras horrible usándola.
Alyssa abrió los ojos sorprendida y se llevó una mano al brazo izquierdo, mirando avergonzada. La verdad era que tuvo que robar esa comida, y no había terminado bien. Las constantes peleas con monstruos y la falta de alimento la mantenían débil.
— Mejor agradece que tienes algo para comer.
— ¿Tú no comerás? —preguntó Alabaster, ofreciéndole la hamburguesa.
Alyssa aceptó la oferta y le dio un pequeño mordisco. Sabía que necesitaba comer después de estar dos días sin haber probado bocado. Comenzaba a creer que ser una semidiosa la ayudaba a mantener la cordura.
— Ya comí antes de llegar —mintió—. Mañana nos vamos. Continuaremos nuestro camino, así que guarda una ración para que tengas algo temprano.
Había visto a un minotauro merodeando cerca, lo era mejor alejarse de su territorio. Aunque sabía que eso no sería un gran cambio, pues moverse solo haría que se encontraran con un nuevo monstruo. Sentía que algún día perdería la cordura, nunca podía descansar tranquilamente y como es debido, ya que siempre tenía que estar alerta ante cualquier movimiento.
Se recostó sobre una cama provisional que había hecho días atrás. Por suerte, esa noche no era fría. Estiró su mano y entrelazó los dedos con los de su hermano, como siempre hacía para sentirse más tranquila, más confiada de que nada le pasaría an Alabaster sin que ella lo supiera.
Pasaron tres años con la misma rutina hasta que la vida de ambos cambió drásticamente. Honestamente, aquel día no parecía nada fuera de lo común. Se movían de un lugar a otro, escapando de un monstruo como era habitual en sus vidas. Lograron perderlo sin problemas, pero al doblar una esquina de la ciudad, se encontraron con un cíclope que intentaba devorar a dos semidiosas.
Alyssa tomó con fuerza el brazo de su hermano y le tapó la boca para que no hiciera ruido y delatara su presencia, mientras retrocedían lentamente. El cíclope era enorme y, por sus movimientos, parecía tener bastante experiencia. Lo mejor era escapar y evitar un enfrentamiento directo.
Alabaster, sin embargo, tuvo una idea contraria y se detuvo tras unos pasos.
— ¿Qué haces? Tenemos que irnos enseguida —gruñó en voz baja Alyssa, mirando de reojo al monstruo para asegurarse de que aún estaban a salvo.
— ¿De verdad piensas dejarlas a su suerte? —inquirió Alabaster, mirándola fijamente a los ojos.
— Alabaster, es su vida o la nuestra. No podremos contra ese cíclope, y lo sabes perfectamente.
— Pero no puedo simplemente mirar hacia otro lado y hacer como si nada hubiera pasado. Tú no huiste cuando la dracaena estaba a punto de devorarme —le recordó con firmeza.
Alyssa jamás le contaría la verdadera razón de por qué lo salvó ese día: fue por puro egoísmo, pensando que pronto moriría. Y queriendo evitar ir a los Campos de Castigo vio a su hermanastro como un boleto de escape hacia el paraíso. En ese entonces no se imaginaba que las cosas cambiarían drásticamente, ahora daría su vida por Alabaster, aún cuando eso no le garantizara una muerte gloriosa que le ayudara en el Inframundo.
— No soy una heroína, Alabaster. ¡Dioses, no me veas como un modelo a seguir porque no lo soy!
— ¿Por qué siempre te subestimas, Lyssa? —le preguntó con ternura y admiración. Él la veía como su salvadora, alguien que le había enseñado a no acobardarse. Sabía que a Alyssa tampoco le indiferente lo que estaba ocurriendo—. Podemos ganar si peleamos los cuatro. Podemos ayudarlas.
Alyssa se mordió la mejilla y cerró los ojos por un instante. ¿Cuándo sería el día en que dejaría de huir? Sus pies, sus brazos... en general todo su cuerpo estaba cansado. Había días en los que incluso sentía que sus párpados pesaban tanto que temía no poder volver a abrirlos. ¿Cuándo llegaría el día en que se enfrentaría a los monstruos en lugar de correr?
Alabaster, por otro lado, era valiente a ratos, alguien que pensaba que podía enfrentarse al mundo entero con tan solo desearlo. Aunque era un hechicero excepcional para su edad, seguía siendo un niño, con más imaginación que músculos, con más berrinches que cordura. A pesar de su valentía, todavía dependía de su hermana mayor cuando las cosas se ponían realmente difíciles.
— Odio cuando me convences para hacer tus planes suicidas —suspiró Alyssa con cansancio.
Alabaster sonrió. Sabía que su hermana se subestimaba demasiado, pero él creía fervientemente en ella. Después de todo, era su adoración, su modelo a seguir. Y, aunque Alyssa insistiera en que no era una heroína, para él lo era.
— Aprovechamos el factor sorpresa. Espero que esto realmente sea una buena idea. Alabaster, flanquea por el lado derecho. Yo me ocuparé de distraerlo.
Alyssa desenfundó su espada y la lanzó con fuerza hacia el ojo del cíclope, que retrocedió adolorido. Alabaster aprovechó el momento y lo golpeó con un enorme orbe de magia, dejándolo aturdido.
— ¡No se queden ahí paradas, tenemos que acabar con él cuanto antes! —les ordenó Alyssa a las semidiosas desconocidas.
Aquel grito fue suficiente para que ellas se unieran al ataque. Los cuatro se abalanzaron sobre el cíclope, decididos a luchar hasta conseguir la victoria. Sin embargo, el monstruo se recuperó rápidamente y los apartó con un manotazo.
Alabaster, usando su magia, atrajo la espada de su hermana y se la entregó en cuanto estuvo en su mano.
— Eh, feo, ¡por aquí! —gritó una de las semidiosas para llamar la atención del cíclope.
El monstruo se dirigió furioso hacia ella.
— Creí que nos matarías primero —lo provocó Alabaster desde el otro lado, haciendo que el cíclope se diera la vuelta.
— Demasiado lento —añadió Alyssa, burlándose.
El cíclope gruñó, enfurecido. Nadie se burlaba de él y vivía para contarlo.
— ¡Vanya, ahora!
Al escuchar su nombre, la pequeña asintió y lanzó una bola de hierro que llevaba en las manos. El artefacto rodó por el suelo hasta los pies del cíclope, donde se abrió y se enroscó en su piel, impidiéndole moverse.
Como si estuvieran sincronizados, los otros tres se abalanzaron sobre el monstruo. El cíclope intentó golpear a Alyssa, pero su brazo derecho fue desprendido de su cuerpo por la hoja afilada de la segunda semidiosa. Quiso usar su otro brazo, pero un aura verde lo envolvió, haciéndolo demasiado pesado para moverlo. Fue entonces cuando Alyssa aprovechó el momento y, con el camino despejado, le cortó la cabeza sin dudarlo. En segundos, el monstruo se disolvió en polvo dorado.
La mayor de las dos chicas se acercó cuando la batalla terminó. Estaba exhausta, respiraba con dificultad y trataba de aspirar grandes bocanadas de aire. Una vez recuperada, juntó ambas manos y, golpeando su puño izquierdo contra la palma derecha, hizo una reverencia.
— Gracias —dijo suavemente—. Si no fuera por ustedes, estaríamos muertas. Soy Lizzie, hija de Atenea. Y ella es Vanya, hija de Hefesto.
— Un placer. Soy Alyssa, y él es mi hermano Alabaster, ambos hijos de Hécate.
— Me lo imaginé —sonrió Lizzie—. La magia los delata.
Pasaron meses luego de que Lizzie y Vanya decidieran unirse a los hermanos, formando un equipo de cuatro. La hija de Atenea les había platicado sobre un campamento, un lugar donde al parecer vivían más semidioses y que era seguro para vivir, aunque desgraciadamente no tenía conocimiento de la ubicación. Solo sabían que quedaba al norte y que estaba cerca del mar.
Escucharon acerca de ese campamento debido a que un sátiro había dado con ellas, diciendo que era su deber llevarlas al Campamento Mestizo. No obstante, pereció en batalla tratando de protegerlas.
—¡Eso suena increíble! —exclamó Alyssa con una sonrisa en el rostro. Creer en un lugar así la hacía sentir feliz—. Un lugar donde no tenga que preocuparme por los monstruos suena como el paraíso.
Fueron ocho meses en los que se la pasaron buscando y explorando el extenso bosque donde se suponía que se encontraba aquel campamento, pero jamás pudieron dar con este. Incluso, ya para ese punto comenzaban a creer que no existía, pero la idea era demasiado buena como para tirar esa esperanza por la borda. De todos modos, no era como si tuvieran otra alternativa; no tenían hogar, y si ese lugar no existía, nunca lo tendrían. Seguirían escapando por siempre de los monstruos.
—Sé que hemos buscado por mucho tiempo ese lugar. Pero este bosque es increíble —sonrió Alabaster, dando una gran bocanada de aire—. La ciudad es muy ruidosa. Aquí puedo practicar mi magia con tranquilidad. Además, el mar es asombroso. ¡Nunca lo había visto! Es tan grande e imponente —se acercó al acantilado y se sentó, mirando hacia abajo cómo las olas golpeaban con fuerza contra la roca sólida.
—Y este viaje también nos dio la oportunidad de conocernos —añadió Vanya sonriente, mientras sus dos trenzas volaban hacia atrás por el viento—. Gracias por haberse quedado.
—Sí. Ahora tenemos a dos niños traviesos a quienes cuidar —bromeó Lizzie, mirando a Vanya y Alabaster.
Alyssa soltó una carcajada al escuchar a los dos pequeños quejarse.
—Bueno, será mejor encontrar algo de leña —anunció Alyssa. Se acercó a su hermano y le puso una mano sobre el hombro—. Sé que te encanta la vista, pero es nuestro turno de hacer la fogata. Vamos.
—Es un alivio que la trampa que Vanya hizo diera resultado. Tenemos comida para los próximos días, ¿quién hubiera dicho que los conejos sabrían tan deliciosos? —dijo Lizzie mientras se quitaba la mochila de los hombros y buscaba en su interior el alimento.
Las dos semidiosas mayores habían decidido mantenerse cerca del acantilado, justo a las afueras del bosque. De ese modo solo tendrían que preocuparse por vigilar un lado, ya que el risco era demasiado alto como para que los monstruos pudieran treparlo, exceptuando los voladores. Sin embargo, nunca se habían topado con uno.
De repente, el ambiente cambió. Un viento inusualmente frío cruzó el lugar, agitando las hojas de los árboles con más fuerza y por un momento un completo silencio envolvió el bosque.
Vanya, ajena a esto, se tumbó sobre el pasto, recargando su espalda sobre un árbol.
—Me duelen los pies —se quejó la pequeña, quitándose el cabello de la cara debido al viento que movía los rulos de su frente.
—Sé que caminamos mucho hoy, pero queríamos cubrir más terreno —Lizzie se acercó y la miró desde arriba, sonriéndole y enmarcando los hoyuelos que se formaban en su rostro—. Estoy segura de que estamos cerca. Tengo un presentimiento y...
El ruido seco de algo rompiéndose interrumpió sus palabras, seguido por un grito desgarrador que salió de los labios de Vanya, haciendo que varios pájaros salieran volando de los árboles. Lizzie no pudo reaccionar. La mitad de su cuerpo cayó varios metros adelante, mientras que la otra mitad la masticaba la mantícora que acababa de emerger de entre los árboles.
Alyssa abrió los ojos con terror.
Jamás en todos sus años había visto a un animal como ese. Tenía la cabeza de un humano, el cuerpo de un león y una cola de escorpión cuyo aguijón, enorme y reluciente, prometía una muerte dolorosa. El aire se llenó de un hedor a sangre y carne.
—¡Vanya, corre! —le ordenó Alabaster, quien ya estaba de pie y lanzaba orbes de magia hacia la criatura, apenas haciéndole cosquillas.
Vanya no lo pensó dos veces y se levantó enseguida, siguiendo la orden de su compañero. Los dos hermanos intentaron seguirla, pero la mantícora les bloqueó el camino. Levantó su larga cola de escorpión y la incrustó en la piel de la pequeña. Vanya cayó al suelo, incapaz de moverse.
—¡Vanya! —gritó Alabaster asustado al ver a su amiga inmóvil.
La criatura lanzó su cola hacia ellos, obligándolos a lanzarse a los lados para esquivarla. El monstruo aprovechó su posición y, en un segundo, tenía a su nueva presa atrapada entre su afilada mandíbula. El cuerpo de Vanya colgaba, su pierna derecha y su brazo estaban atrapados en la boca del monstruo.
—¡Ayúdenme! —chilló, aterrada y adolorida, mientras lágrimas recorrían su rostro. Su sangre manchaba los dientes de la mantícora, así como también teñía de rojo carmesí la tierra.
Alyssa, en estado de shock, sintió cómo sus manos temblaban mientras sostenía el arco. Su mente trabajaba por inercia. Sabía que Vanya estaba condenada. Quería ayudar, pero su prioridad siempre era su hermano.
—¡Criatura infernal! ¡Suéltala! —gritó con rabia Alabaster, levantándose dispuesto a salvar a su amiga.
Antes de que pudiera avanzar, una flecha cruzó el aire, pasando a centímetros de su rostro, y se incrustó en el pecho de Vanya, directamente en su corazón. Ella abrió los ojos con sorpresa y miedo para luego caer muerta.
Alyssa soltó el arco y las flechas. Tomó a su hermano del brazo y lo jaló hacia ella. Lo abrazó y, sin pensarlo, ambos se lanzaron al acantilado, viendo el mar como su única escapatoria. Cayeron al agua helada en cuestión de segundos. Las olas los sumergían, haciéndoles difícil subir a tomar aire. Alabaster, con las pocas fuerzas que le quedaban, formó una burbuja protectora, mientras Alyssa lo ayudaba a llegar a la orilla, ya que él no sabía nadar.
—¡¿Qué demonios te ha pasado?! —le gritó Alabaster con furia cuando salieron del agua.
Alyssa apenas pudo tomar aire cuando su hermano la empujó con tanta fuerza que la hizo caer al suelo, quedando él encima de ella con los ojos llenos de rabia.
—Alabaster, estaba muerta incluso antes de que su corazón dejara de latir —respondió Alyssa, aguantándose las lágrimas—. Esa herida profunda no íbamos a poder curarla. Solo... solo quise que dejara de sufrir. Sabes que los monstruos solo nos matan por que sí.
—¡Pudimos haberla salvado, Lyssa! ¡Pudimos...! ¡Debimos...! —su voz se rompió, y rompió a llorar. Sus lágrimas cayeron sobre el rostro de su hermana, mientras mordía su labio, tratando de contener los sollozos.
Alyssa tragó con dificultad, apenas consciente de lo que había hecho. Sabía que alguien tenía que mantenerse fuerte, y ese alguien debía ser ella. Era la mayor y por lo tanto era su deber. Dejaría que su hermano llorara las lágrimas que ella no podía, que soltara las maldiciones que ella tenía atoradas en la garganta, que se desmoronara sobre su pecho como ella hubiera querido hacerlo con alguien mientras este le decía que todo estaría bien.
En lo más profundo de su ser, intuía que algo así pasaría. Desde que su grupo había aumentado, los monstruos los encontraban con más frecuencia. Tal vez el aroma de los semidioses era más intenso debido a sus nuevas compañeras.
—¡Los mataré! ¡Te juro que pagarán por lo que nos hacen! —gritó Alabaster con los ojos llenos de odio.
Alyssa lo atrajo hacia ella, abrazándolo con fuerza. Sabía que había cosas de las que nunca podría protegerlo: el dolor, la ira, la pérdida. Pero se había prometido a estar siempre para él y no dejarlo solo.
¿Pero qué podía hacer una simple semidiosa contra los deseos de las Moiras?
Hola! Yo sé que llevo desaparecida mucho tiempo, pero eso no me impidió regresar a continuar con esta historia jajaja
De verdad, que espero (y al menos esa es la idea) que esta vez sí pueda terminarla porque le tengo amor y cariño a este proyecto. Y también porque ya vi que algunas personitas aún siguen aquí ❤️.
En fin , ¿que les pareció el cap? Finalmente Alyssa se ha encontrado con su tan preciado y querido hermano y aunque no salió como ella quería, algo es algo, ¿no?
Se que es un poquito fuera de escena, peeeero les prometo que es muy necesario para que vayan entendiendo la historia.
Con cariño
-B.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top