05. ¿Serás mi perdición?
━━━⊱ ¿Serás mi perdición? ⊰━━━
«Cuando se conoce la historia,
comprendes el porqué de las cosas»
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Las moiras tejen el destino de todos en el mundo divino. Por lo que la vida de Alyssa, así como la del resto de los semidioses, está representada en un fino hilo que en un momento dado está destinado a ser cortado. Las parcas crean caminos para que los hijos de los dioses tomen sus propias decisiones, sin embargo, al final son ellas quienes deciden cuándo es el último respiro de cada uno de ellos.
El hilo de la vida de Alyssa comenzó a tejerse desde hace ya varios años. Siendo la hija de una diosa y un mortal, su destino como semidiosa ya estaba escrito. No obstante, aún tenía un camino que recorrer. Y sus decisiones serían las responsables de elegir el sendero por el cuál ella tendría que caminar.
Y una de las decisiones que sin duda cambió el rumbo de su vida fue justamente la que tomó una noche cuando estaba escapando de un monstruo, cuando decidió que no daría marcha atrás y se quedaría a luchar.
Las moiras recordaban a la perfección ese día, los semidioses aún seguían sorprendiéndolas después de todos estos años, pues habían estado casi seguras de que la decisión tomada por la semidiosa iba a ser la de huir del lugar, pues ya la conocían por ser demasiado reservada, siempre cuidando solo de si misma.
Ocurrió hace nueve años, cuando la joven de ojos verdes corría con desesperación por las calles de la ciudad, su respiración agitada pronto se mezcló con el aire frío de la noche. Giro adentrándose al primer callejón que encontró, casi resbalándose por la velocidad a la que iba. Se recargó en el fría y sucia pared, el costado izquierdo le dolía cada vez que inhalaba. Cerrando los ojos trató de estabilizar su acelerada respiración.
Alyssa había estado escapando de un monstruo, como de costumbre. Esta vez una estúpida dracaena no se daba por vencida. A pesar de que la chica hacia todo lo posible por perderla, la mujer con cuerpo de reptil siempre la encontraba, era una criatura demasiada astuta.
El sonido proveniente de los botes de basura de acero que se encontraban al final del pasillo hizo que Alyssa abriera los ojos de golpe. Desenvaino su espada en un segundo y con cuidado decidió acercarse al lugar. La oscuridad que brindaba la noche no la dejaba ver con claridad, pero la azabache confió en sus reflejos. Con un movimiento de manos los botes, cubiertos por su distinguida aura verde, se desplazaron hacia los lados.
Cuando descubrió al niño que estaba escondido tras esos botes, la semidiosa se relajó y bajo su espada. El pequeño estaba acurrucado entre las paredes, su cuerpo temblaba y debido a que estaba entre la basura se encontraba completamente sucio. Él se giró para observarla, sus ojos esmeralda brillaron en la noche y reflejaron pánico. Alyssa quiso acuclillarse, pero una flecha pasó a centímetros de su nariz. Nuevamente levantó su espada y fijó su vista en la mujer.
El monstruo se deslizó sobre el piso con rapidez dispuesta a comerse a su presa. Alyssa logro esquivarla y quedar detrás de ella.
— Parece que es mi día de suerte. He encontrado más comida —sonrió la dracaena hacia el niño, quien aún no se movía debido a lo terriblemente asustado que se encontraba.
Alyssa quiso dar media vuelta y huir. Esta era su oportunidad para escapar. Lamentablemente, en este mundo lo único que podías hacer era cuidar de ti mismo, o al menos eso pensaba al principio. Después de todo nadie había cuidado de ella en los últimos seis años. Sin embargo, sus pies se negaron a retroceder. La voz decepcionada de su padre retumbó en sus pensamientos.
«¿De qué te sirve tener tanto poder, si no puedes salvar a los que quieres?»
Tragó con fuerza, enterrando esos pensamientos en el fondo de su cabeza, no necesitaba recordar ese horrible suceso ahora. Soltó un suspiró cansado, ese niño no merecía morir y menos por un descuido ocasionado por ella, porque justamente fue ella la que llevó a la dracaena al escondite del pequeño. Era su culpa que lo hubiera descubierto. Pero ¿qué podía hacer? Alyssa sabía que era débil, apenas y se las arreglaba para escapar. Y, todas las veces que había logrado liberarse de un monstruo, lo consideraba meramente suerte. Pelear contra esa mujer reptil seguramente sería su perdición.
Si vas a morir al menos que sea de forma honorable. Además, ya has vivido más que cualquier semidiós promedio, se dijo mentalmente. No querrás irte a los Campos de Castigo, será mejor que hagas algo que valga la pena para entrar a los Campos Elíseos. Un pensamiento egoísta, Alyssa, solo estás haciendo esto para tener un descanso en el paraíso... al menos con eso en mente, si tengo las agallas para proteger a ese niño.
Sabía que era algo ambicioso tener ese tipo de pensamientos, pero al menos eso le ayudó a convencerla a quedarse y a luchar.
— ¡Corre! —le gritó al niño al momento que lanzaba una bolsa de basura contra el monstruo para llamar su atención.
La mujer gruñó en respuesta.
— Está bien. Voy a matarte primero —escupió con cólera, quitando los restos de comida que habían caído en su cara.
Alyssa se llenó de valor y corrió hacia el monstruo logrando, sorprendentemente, cortar uno de sus brazos. La dracaena chilló de dolor y alzando su larga cola de serpiente golpeó con fuerza a la semidiosa. Alyssa cayó varios metros atrás, se levantó mareada y su ojos desenfocaron a su enemigo. Pronto sintió como la tomaban por la blusa y la levantaban del suelo.
La dracaena sonrió mostrando sus afilados dientes.
— Estas muerta, semidiosa inútil —dijo con burla.
Ignorando el mareo la azabache blandió nuevamente su espada, haciéndole un ligero corte en la mejilla, pues en un movimiento la criatura la había soltado para poder alejarse de ella y así esquivar la afilada hoja. Sus uñas crecieron en respuesta hasta convertirse en filosas garras que rasgaron la piel de la chica una vez volvió a acercarse.
— ¡Estúpida, lagartija! ¡Por aquí!
Cuando el monstruo volteó a ver al niño, un orbe de magia impactó contra su rostro, cegándola temporalmente. Alyssa aprovechó la situación y tomando con fuerza el mango de su espada, blandió su arma para cortarle el cuello a la mujer. Tan pronto como su cabeza cayó al piso, su cuerpo se deshizo en polvo dorado.
Alyssa cayó de rodillas, estaba exhausta y sorprendida de seguir con vida. Busco con la mirada al niño, este la veía con desconfianza, inseguro sobre su siguiente movimiento. Sin duda ese pequeño era un hijo de Hécate y, por lo que Alyssa había presenciado, era muy talentoso, pues a pesar de ser aún muy chico ya podía realizar orbes de magia. Cosa que ella nunca pudo hacer hasta que cumplió doce. No obstante, tampoco es que sus habilidades hubieran mejorado mucho ahora que tenía dieciséis.
— Gracias —fue lo primero que le dijo. Si no hubiera sido por él, muy probablemente ella estaría muerta—. Soy Alyssa y también soy como tú—le sonrió con amabilidad, tratando de transmitirle confianza. Movió ligeramente sus dedos, los cuales se envolvieron en un aura verde para demostrarle que no mentía.
— ¿Tú mamá también es la Dama oscura?
Asintió, Hécate también era conocida por ese nombre.
Seguramente él ya la había visto, Hécate tenía la mala costumbre de visitar a sus hijos una sola vez y solo para inspeccionar cual era el más poderoso de todos ellos. Quizás lo único que buscaba era a alguien fuerte al que pronto pudiera mandarlo a realizar una misión. Lo cierto era que en ese tiempo la diosa de la magia apenas y se preocupaba por sus hijos, tal y como los otros dioses lo hacían. No era como si hubiera sido la única con ese comportamiento. Después de todo, eran seres inmortales, los años pasaban sin reparo para ellos. ¿Qué podría interesarles menos que unos simples mortales semidivinos destinados a morir luego de un tiempo?
Sin embargo, la cosa cambió cuando la guerra contra Cronos terminó, al parecer el haber perdido a casi todos sus descendientes terminó por ablandarle el corazón a Hécate. Al menos ahora, estaba más al pendiente de sus hijos.
Alyssa se levantó con pesar y camino hacia el niño para inspeccionarlo, poniéndose de cuclillas para estar a su altura.
— ¿Cómo te llamas, pequeño?
— Soy Alabaster y tengo cinco años —le contestó sonriente mientras levantaba la mano derecha y le mostraba cinco dedos.
Ese chiquillo tiene cinco años y me ha dejado en completo ridículo, pensó Alyssa avergonzada.
— Ya veo —contestó rascándose la nuca, se sentía humillada—. Bueno, hay que irse antes de que otro monstruo aparezca.
Alabaster tomo la mano de Alyssa en cuanto ella se irguió. La azabache lo miro confundida, no obstante, no soltó su mano.
— ¿Dónde está tu casa, Alabaster?
Él negó en respuesta.
— No me gusta. No quiero ir.
— Tus papás deben estar muy preocupados por ti —le dijo ella.
Alabaster volvió a negar con cabeza, su ceño fruncido daba a entender a la perfección que no quería regresar a su hogar. Quizás se había escapado de un orfanato, o quizás de su casa, Alyssa no podía asegurarlo, pero le extraño verse reflejada en ese niño. Después de todo, no serían los primeros ni los últimos semidioses a los que sus padres aborrecían por ser anormal.
— Está bien, Alabaster, puedes quedarte conmigo por un tiempo. Pero ni creas que voy a cargarte. Además, primero tendremos que encontrar un lugar donde puedas darte un baño. Apestas a basura —el niño sonrió satisfecho y tomó con más fuerza la mano de su nueva compañera.
Si alguien le hubiera dicho a Alyssa que ese pequeño se volvería la persona más importante de su vida, seguramente se hubiera reído en su cara. Definitivamente, en ese entonces no tenía ni la menor idea de que ese niño sería él responsable de darle los momentos más felices de su vida. Ni tampoco lo más desgarradores.
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— ¿Por qué? ¿Por qué Eren siempre se aleja de nosotros?
Alyssa pronto retomo la consciencia, aún tenía los ojos cerrados pues los sentía demasiado pesados. Sin embargo, logró interpretar las palabras de Mikasa, las cuales estaban llenas de preocupación y tristeza.
— Desde que éramos niños, Eren siempre va al peligro y nos deja atrás —esta vez escuchó la voz de Armin—. Tal vez Eren está predestinado a marchar al frente. Como siempre.
Cuando por fin hubo reunido la fuerza suficiente, Alyssa se irguió con pesadez soltando un gemido de dolor. Armin, al escucharla, fue con ella enseguida.
— ¡Alyssa! ¡Dios, que bueno que estas bien! —expresó el rubio—. Creímos... bueno creímos lo peor. Fue un alivio cuando te encontramos todavía respirando.
— ¿De verdad? Creí que estarían felices por mi muerte —Armin la miró avergonzado y Alyssa soltó una carcajada, llevando enseguida una mano a su costado derecho—. ¡Auch! Estoy bromeando, chico listo.
— ¿Cómo fue? ¿Cómo pudiste cortar la piel del titán acorazado?
— Son mis armas, Armin. Al parecer son muy filosas.
— Ojalá la capitana Hange encuentre de que estén hechas. Nos ayudaría muchísimo fabricar armas de ese tipo —dijo Armin—. Lamento si desconfíe de ti, Alyssa. Pero si te soy sincero, me alegra mucho que te encuentres bien.
— Gracias por tratar de ayudar a Eren —le dijo Mikasa aun viendo al horizonte.
— Lo encontraremos, Mikasa —respondió Alyssa, poniendo una mano en su hombro para tratar de darle algo de apoyo.
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La líder del escuadrón Hange Zoë se encontraba acostada en el piso. Y con las pocas fuerzas que tenía describía el mapa que tenía enfrente. A su alrededor, un grupo de soldados la escuchaban con atención.
— El bosque no es muy extenso —lo señaló en el mapa—, pero tiene árboles muy grandes. Creo que se fueron por aquí. Bueno, las pisadas del titán acorazado no son fáciles de ocultar, pero dudo que puedan tomar otro camino.
— ¿Por qué lo crees? —cuestionó Erwin.
El comandante de la legión había llegado junto con otro escuadrón más. Esto debido a que varios del escuadrón de Hange habían resultado heridos.
— Me estoy arriesgando. A pesar de tener esos poderes, estoy segura de que estarán vulnerables a los otros titanes fuera de las murallas. Especialmente después de esta pelea. Quizás no estén tan mal como Eren, pero de seguro estarán exhaustos. Annie se desmayó después de luchar —explicó Hange— Supongamos que su objetivo es llegar hasta la muralla María para huir cruzándola, pero si no se han recuperado no tendrán la fuerza para llegar directamente hasta allá. Apuesto que querrán descansar donde los titanes no los alcancen. Permanecerán ahí hasta que anochezca. Si llegan al bosque antes de que caiga la noche tal vez aún puedan llegar a tiempo.
La tropa siguió el consejo de Hange y se dirigieron al bosque de árboles enormes. El mismo lugar en el que Alyssa había aparecido hace unos días atrás cuando cruzó la bruma verde que su hermano había levantado con su magia.
— Alyssa, conmigo. ¡Los demás dispérsense! ¡Formen equipos para localizar al enemigo! —ordenó el comandante Erwin.
La azabache tomó con firmeza las riendas de su caballo y se posiciono a un lado de su superior, tal y como él lo había ordenado. Todos los demás se dividieron en pequeños grupos para comenzar con la búsqueda. Debían de actuar con rapidez y cubrir todos los puntos posibles para evitar que el enemigo pudiera escapar.
Estuvieron cabalgando por horas, pero en ningún momento bajaron el ritmo. Cuando por fin divisaron el bosque el comandante dio la orden a varios soldados de adentrarse a la arboleada mientras que otros se encargarían de inspeccionar los alrededores. Erwin giro hacia la derecha para rodear sitio, Alyssa lo siguió de cerca.
La semidiosa comenzó a desesperarse luego de un rato. Estaba ansiosa por encontrar a Eren y a los otros dos chicos. El día se les estaba acabando, el sol se escondía por el horizonte. Cuando creyó que todo estaba perdido, el titán acorazado salió por uno de los extremos del bosque a varios metros detrás de ellos. En su espalda llevaba a otro titán más pequeño, el cual se agarraba con fuerza para no caer y sobre su hombro su compañero llevaba a Eren a quien lo tenían como prisionero.
Alyssa y Erwin giraron de inmediato sus caballos, dispuestos a seguirlos.
— No importa que nos persigan los titanes. ¡Síganme!
— Erwin, eres un demonio. ¿Nos utilizarás como carnada otra vez? —masculló un soldado perteneciente a la policía militar y es que ellos estaban ahí como apoyo. Estaban muertos de miedo, normalmente a su compañía nunca les tocaba salir de las murallas, pero esto era de suma importancia.
— ¡No es mi intención! ¡La policía militar está combatiendo muy bien! —contestó Erwin sin mirar atrás—. ¡Cumplan con su deber como soldados!
Alyssa miró sobre su hombro, detrás de todos ellos varios titanes venían a su encuentro, ansiosos por comérselos. Chasqueo la lengua, se sentía una inútil. No quería que nadie muriera, pero a menos que Eren fuera rescatado no había nada que pudiera hacer para que todos regresaran de vuelta a la seguridad de las murallas. Pronto, sus dedos se cubrieron por una ligera aura verde.
Enterró las uñas en las palmas de sus manos, aun apretando con fuerza las riendas de su caballo, recordándose que no podía utilizar su magia, eso solo lo dejaría como su último recurso. No quería hacer más daño del que ya habían hecho ella y su hermano a este mundo.
— ¡El titán acorazado pretende huir con Eren! —continuó el comandante, gritando y sin bajar la velocidad—. ¡Lo evitaremos a toda costa!
La estrategia Erwin era atraer a varios titanes para que estos pudieran pelear contra el titán acorazado y de esta manera frenar su avance. Cuando reunieron a una cantidad suficiente de estas criaturas cabalgaron de frente hacia su enemigo.
— ¡Dispérsense y aléjense de los titanes! —ordenó Erwin una vez se hubo cumplido el cometido. Todos obedecieron y se apresuraron a salir del lugar, alejándose lo más posible para luego mirar con horror lo que estaba sucediendo.
Pronto, toda la manada de titanes se abalanzó contra Reiner y compañía.
— ¿Es el infierno? —preguntó Jean, sus manos temblaban y sus ojos mostraban lo asustado que se encontraba.
— No, acabamos de empezar —le respondió Erwin, poniéndose frente a la formación—. ¡Al ataque! —levantando su espada dio la siguiente orden—. ¡El destino de la humanidad se decidirá en este instante! Sin Eren todos nosotros jamás podremos sobrevivir en este mundo. ¡Recuperaremos a Eren y nos marcharemos! ¡Entreguen sus corazones!
Alyssa lo miró con asombro, vaya que ese hombre sabía dar discursos para levantar la moral de sus hombres. Seguramente, de haber sido un semidiós sería hijo de la diosa Atenea, como lo era Annabeth. Los hijos de la diosa de la sabiduría se destacaba por su gran inteligencia y estrategia en los combates, habilidades que sin duda la azabache envidiaba.
El caballo blanco del comandante relinchó, levantándose sobre sus patas traseras.
Alyssa fue la primera en seguirlo, luego se le unió Mikasa y en seguida los demás. Durante la marcha aparecieron varios titanes los cuales causaron numerosas bajas entre la legión, pero nadie se detuvo a pesar de ello.
— ¡A la carga! —gritó Erwin con euforia, levantando su brazo derecho para dar la siguiente orden.
En ese momento, de los árboles salió un titán y abriendo su enorme boca se aproximó al comandante dispuesto a devorarle el brazo. Alyssa reaccionó al segundo, lanzando los ganchos hacia la criatura y blandiendo sus dagas logro darle en la nuca justo antes de que pudiera hacerle daño a Erwin. Sin embargo, cuando cayó el titán se llevó consigo al caballo del comandante haciendo que este mismo saliera volando, rodando sobre el suelo se llenó de polvo. Alyssa sufrió el mismo destino, pues el titán había sido su único soporte.
— ¡Comandante, Erwin! —gritaron varios de sus soldados con terror.
— ¡Continúen! ¡Eren esta ahí mismo! ¡Adelante! —ordenó apenas encontrando voz y levantándose con pesadez del suelo.
Erwin se llevó la mano izquierda a su brazo derecho, le dolía como el infierno muy seguramente se había dislocado el hombro. Sin siquiera percibir la presencia de la chica, Alyssa tomo su brazo y sin ningún aviso le acomodo hueso. Erwin se tragó el grito de dolor. Luego escuchó el silbido de ella para llamar a su caballo.
Erwin la observó mientras ésta volvía a subirse a su montura, ella lo había salvado. Su vida aún no había terminado, aún podía cumplir ese sueño que estaba muy bien escondido dentro de su pecho. Su padre merecía respuestas y él sería quién se las daría, aun cuando su progenitor ya no estuviera. Ambos merecían cumplir su sueño. Quizás la vida estaba siendo justa con él... esta misma ya había arrebatado varios sueños de muchos de sus colegas, al menos a alguien el destino le tenía que permitir cumplir con sus metas.
— ¡Hay que irnos! —le gritó Alyssa mientras le tendía la mano, sacándolo de su ensoñación. Erwin tomó su mano, no era el lugar adecuado para bajar la guardia y perderse en lo que se anhelaba—. ¿Está usted bien?
— Si. Gracias, Alyssa.
La semidiosa lo miro de reojo y asintió, dando marcha nuevamente hacia el frente. Aún quedaban muchas cosas por hacer. Se dirigieron hacia el titán acorazado para darle apoyo el grupo que estaba tratando de rescatar a Eren. A lo lejos pudo ver a Armin hablar con Bertholdt, distrayéndolo por un breve momento. Alyssa aprovechó la situación y dejándole la montura al comandante se balanceo nuevamente por los aires.
Logró cortar las cuerdas que mantenían acorralado a Eren a la espalda Bertholdt y en seguida Mikasa tomó a su compañero para llevárselo lejos, Armin la siguió de cerca cuando vio que ya no había nada más que hacer.
— ¡Retirada! —demandó Erwin.
Alyssa, por el contrario, tomó por la camisa al portador del titán colosal.
— ¿Dónde está? ¿Dónde está Alabaster? —exigió.
A Bertholdt no le dio tiempo de responder porque alguien paso a traer a la mujer que lo estaba amenazando hace unos segundos. Miró en su dirección, Jean la cargaba sobre su hombro mientras se alejaban lo más posible de ellos y de los demás titanes que les estaban causando problemas.
— ¡¿Pero qué demonios te pasa?! —le cuestionó Jean a la semidiosa—. Hemos rescatado a Eren, la orden era regresar en cuanto él estuviera a salvo.
Alyssa se llevó una mano a la cara, tratando de calmarse. Debió suponer que no iba a conseguir información tan fácilmente, menos en una situación de tal magnitud.
— Lo siento —fue todo lo que respondió mientras lo miraba de reojo.
Cabalgaron de regreso, dispuestos a volver a la seguridad de los muros, sin embargo, no habían pasado ni cinco minutos cuando un titán cayó con estruendo frente a toda la legión. Su cuerpo pesado y largo impactó contra la tierra, agrietándola y haciendo que varios pedazos de roca fueran expulsados a los alrededores. Los soldados que estaban en la vanguardia fueron los desafortunados que recibieron el impacto de los misiles, las piedras los golpearon con tanta fuerza que cayeron muertos al instante, al igual que sus caballos. El suelo se bañó de sangre.
Luego comenzaron a caer más titanes del cielo. Reiner lanzaba a las criaturas como si se tratasen de misiles con la intención de evitar que la legión escapara y por consecuente se llevaran a Eren. El impacto de los titanes contra el suelo pronto ocasionó que una nube de polvo se levantara, impidiendo la vista y rezagando a las tropas.
Jean siguió cabalgando, a pesar de no saber muy bien hacia donde iba. Este lugar era en serio el infierno, su corazón latió desembocado, deseaba tanto poder cerrar los ojos y al abrirlos encontrarse dentro de las murallas, a salvo y lejos de este cementerio.
— ¡Cuidado!
Alyssa tomó, sobre sus manos, las riendas e hizo que el caballo esquivara al titán que había aparecido frente a ellos. No obstante, el movimiento brusco hizo que el animal se tropezara con uno de los cuerpos que se encontraba en el suelo, los dos cayeron de bruces contra la tierra, manchándose de sangre y polvo en el proceso.
Alyssa se levantó al segundo, importándole poco los raspones que le había ocasionado la caída e ignorando el dolor que le recorrió en la espalda debido a la pelea de hace unas horas contra el titán acorazado. Corrió hacia el chico con el que venía, lo tomó por el brazo y lo obligó a levantarse.
— Hay que irnos —le ordenó.
Ambos comenzaron a correr hacia los dos árboles que estaban cerca. Lo que menos querían era ser aplastados por algún caballo u otro titán. Encontraron al pie de un árbol a Armin, quien tenía la mirada en el horizonte tratando de ver, ahora que la nube de polvo comenzaba a quitarse, donde se encontraban Mikasa y Eren.
Alyssa silbó, llamando a su caballo y esperando a que no se demorara mucho en llegar, así como también rezando por que estuviera vivo. Jean y Armin imitaron su acción.
— Si seguimos aquí vamos a morir —dijo Jean.
El viento corrió ligeramente llevándose consigo el polvo que limitaba su campo de visión. Los tres se quedaron pasmados, no sabían si el hecho de que ahora pudieran ver era algo bueno, pues el panorama que se les mostraba no era para nada favorable. Había demasiados titanes. Todos comiéndose o aplastado a sus compañeros de la legión. Los soldados restantes eran muy pocos como para que pudieran hacer algo, si Alyssa no actuaba pronto ella terminaría siendo el aperitivo de una de esas criaturas gigantes.
Para su mala suerte un titán dirigió su vista hacia ellos, con una expresión horrible en el rostro se acercó haciendo temblar ligeramente la tierra. Armin retrocedió alarmado mientras que Jean se quedó recostado en el árbol que había elegido para descansar un poco, apenas consciente luego del gran golpe que se había dado cuando cayó del caballo.
Alyssa apretó la mandíbula furiosa, los titanes comenzaban a molestarla en serio. Eran ellos los responsables de tantas muertes, así como también evitaban que ella pudiera conseguir su objetivo de manera sencilla, pues se interponían cada que la semidiosa estaba en busca de una pista. Alyssa esquivo el manotazo que venía en su dirección. Escuchó a Armin gritando su nombre, claramente asustado.
La semidiosa aprovechó que el brazo del titán estaba en el suelo, dio un brinco y subió por su extremidad, esquivando eficazmente la otra mano que venía hacia ella con el objetivo de agarrarla. Siguió escalando hasta llegar al cuello y luego se lanzó cortando la nuca del titán. Con sus dagas clavadas en la piel de la criatura descendió hasta suelo antes de que este cayera muerto. Armin se quedó boquiabierto ante tal espectáculo, seguramente él y Jean, que en este minuto ya había caído inconsciente, habrían muerto de no ser por Alyssa.
Sin embargo, el ruido que hizo el titán al caer solo ocasionó atraer la atención de los demás. Los titanes cercanos se dirigieron hacia ellos. Alyssa soltó en voz baja una maldición en griego antiguo, definitivamente necesitaba usar sus poderes. Esta situación lo ameritaba.
No obstante, cuando estaba a punto de utilizar su magia, el grito desgarrador de Eren llegó hasta sus oídos haciendo que instintivamente volteara a verlo. El chico tenía enfrente a él a una titán enorme y había extendido su brazo, tocando con su puño la palma de la mano de la titán que estaba por agarrarlo. En ese mismo momento, Alyssa percibió con total claridad la magia de su hermano proviniendo del cuerpo de Eren, abrió los ojos claramente sorprendida y más cuando todos los titanes, sin excepción, se dieron la vuelta y corrieron en dirección a la titán que estaba frente a Eren. Se abalanzaron contra la criatura y comenzaron a devorarla, despedazándola con sus fuertes mandíbulas.
Eren cargó sobre su espalda a Mikasa y comenzó a correr. A lo lejos, el titán acorazado venía a su encuentro, reacio a dejarlo marchar.
— ¡No se acerquen! —gritó Eren con rabia—. ¡Los mataré!
Y, como había sucedido en la primera ocasión, Alyssa volvió a sentir la familiaridad de la magia de Alabaster. Tan poderosa, salvaje e indomable como lo era el espíritu de su hermano. Y aunque solo lo pudo percibir por un momento, era fuerte e indistinguible.
No había nada que pudiera discutir, la magia de Alabaster emanaba del cuerpo de Eren, aunque en una porción demasiado pequeña ¿Pero por qué un mortal desprendía esa clase de magia?
Y lo más importante, ¿por qué Eren Jaeger desprendía la magia de Alabaster?
Uff! Las cosas comienzan a tensarse. Alyssa sin duda se encuentra igual o más perdida que todos los de la isla. Quiere respuestas, pero no puede conseguirlas a menos que encuentre a su hermano.
Se que en esta parte Erwin pierde el brazo, peeeeero cómo les dije haré muchos cambios. Algunos necesarios, algunos otros porque simplemente me apetece hacerlo jaja
Espero les haya gustado.
¡Nos leemos luego!
—B.
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