Capítulo II
EL ARTE SECRETO DE EXTRAÑAR
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Era alucinante la manera en que las personas que uno conoció por toda su vida podían convertirse en completos extraños. Elayne lo pudo percibir por la manera en que Rhaenyra se dirigió a ella una vez cruzaron caminos en el salón. En todo ese mar de gente, la gemela de la esposa del rey Viserys casi lamentó haber correspondido la mirada de la princesa y toparse frente a frente, la traición reflejada en los iris lila. Haber sido espectadora en primera fila de la frialdad de la heredera, fue casi tan doloroso como haber escuchado a Alicent decirle que no la necesitaba.
Había confiado tanto en el hecho de que siempre tendría a su hermana y a la princesa con ella, sin importar los diferentes temporales a los que tuvieran que enfrentarse que... saber que lo único que quedó de aquel tesoro fue ella misma; sin amiga, sin hermana, sin nadie. Absolutamente sola.
Ahora se encontraba apoyada contra una columna de mármol, observando la celebración desde la periferia. Entre sus manos sostenía una copa de vino a medio acabar. Hasta ese momento, había logrado escapar de cualquier noble que quisiera acercarse con intenciones de sacarla a bailar. No se encontraba de humor y carecía de ánimos. En realidad sentía un nudo en el estómago que le había obligado a alejar la comida de su plato y en su lugar tomar vino como si se le fuera la vida en ello.
Tal vez así era. Jamás habría tenido forma de saber que los juegos de gemelas dejarían de ser solo juegos, que fingir ser Alicent y que ella a su vez fingiera ser Elayne dejaría de ser un entretenimiento y pasaría a ser... ¿un deber? ¿un sacrificio? ¿un favor? ¿una condena?
Un empujón la tomó desprevenida y la sacó de sus pensamientos, provocando que volcara el resto del vino sobre el suelo, muy cerca a la falda de su vestido. Se giró hacia la persona culpable de ello con enojo evidente en sus labios torcidos.
—¡Cómo lo siento, alteza! —exclamó el joven copero con el rostro torcido en preocupación, acercando la jarra hacia él para evitar regar el contenido. Una vez notó la vestimenta de la joven, su semblante se tranquilizó de manera notable.
»Oh, lo siento, por un momento creí que era la reina... no le va a decir nada, ¿verdad? Ha sido solo un error, en verdad lo siento, ¡lo siento mucho!
—¿Qué hay en la jarra? —le interrumpió, ya exasperada por escucharle repetir las disculpas una y otra vez.
El joven ladeó la cabeza y observó la bebida que transportaba como si hubiera olvidado de repente qué era.
—Uh... cerveza mi lady.
Soltó un pesado suspiro y estiró su copa vacía hacia el muchacho en una orden silenciosa. Él se apresuró a cumplir los deseos de Ela, algo que a ella le agradó, sobre todo porque se quedó callado. Una vez volvió a tener el vaso lleno, no dudó en tomárselo todo con rapidez. Ya casi ni sentía el sabor amargo de la bebida ni la acidez del alcohol. Cuando terminó y miró a sus alrededores inmediatos, se dio cuenta que volvía a estar sola.
De seguro el sirviente habrá pensado que le estaba haciendo un favor al escabullirse y no esperar a volver a llenar su copa, dado que en cuanto ella emprendió camino hacia la mesa de aperitivos más cercana, su andar fue de lejos preciso y recto. Algo en ella le aseguraba que sus pasos disparejos eran debidos a la ebriedad, sino por cómo se sentía. Por lo general solo le era permitido beber dos vasos de licor como máximo, empero Ela comenzó a compadecerse tanto a sí misma que esa noche decidió ahogar sus miedos en vino y al parecer también en un poco de cerveza.
Quizás si estuviera lo suficientemente ebria, no recordaría nada de lo que haría esa noche. Ni las siguientes. Ese pensamiento fue el único bálsamo e impulso que necesitó para continuar. Así que dejó la copa en la mesa y se acercó a agarrar la vasija, pero antes de que sus dedos temblorosos pudieran siquiera rozar el agarradero del recipiente, una mano más grande y masculina se le adelantó. Pegó un respingo ante la sorpresa y se alejó un paso, alzando la cabeza para ver al hombre que se acercó a la mesa como ella.
—¿Disfrutando de la celebración, mi lady?
Elayne solo pudo parpadear de manera lenta, luciendo más como un temeroso ciervo que la hija de la Mano del Rey. Tal parecía que solo ser Harwin Strong tenía la desgracia de encontrarla a ella en estados poco dignos de una dama de la corte. Se enderezó y pidió a los dioses que no se viera tan desaliñada como se sentía.
El joven hombre todavía era enorme sin su armadura. Tal vez por eso se había paseado en la parte trasera del salón, detrás de la mayoría de los invitados, a diferencia de Elayne, cuya presencia en los alrededores era para tener momentos de paz antes de que se la arrebataran. Y fijarse de reojo en el caballero más fuerte de los Siete Reinos de vez en cuando, pero no mucho. Al menos no lo suficiente como para saber que todavía no invitaba a ninguna dama a bailar con él.
—Creo que podría estar más animada —contestó encogiéndose de hombros—. Gracias —dijo una vez que su copa volvió a estar llena gracias a él. Observó su vaso, sopesando si seguir bebiendo o no hasta que al final simplemente lo dejó a un lado y dejó que sus ojos siguieran al heredero de Harrenhal.
Strong se giró para observar a las personas que se apoderaron del centro del salón, bailando al son de la música. La túnica oscura de tono verde musgo no hacía nada para ocultar los músculos trabajados y los hombros anchos. De hecho, alentó su apariencia externa a la de un individuo potencialmente imperioso. La forma en que se peinó el cabello, lejos de la cara gracias a la cola de caballo baja y masculina, era casi reconfortante entre el resto de su admirable físico y postura. Los rumores que había oído acerca de que él podía tirar de un carruaje completamente ocupado sobre ruedas por sí mismo, o que podía cerrar las puertas exteriores de la Fortaleza Roja sin ayuda parecían más posibles cada vez que lo miraba.
Alzó una ceja antes de dirigirle una mirada de reojo a Ela. Se veía entretenido, solo que la joven no pudo saber si sería fiesta en sí o sus palabras.
—¿Más animado que eso? —preguntó haciendo un gesto con su cabeza hacia los asistentes de la boda.
Elayne entonces miró a los bailarines, dándose cuenta que no solo las conversaciones fluían, sino también la risa y la bebida. Tuvo que aguantar una risilla al caer en cuenta de que había respondido sin pensar. Desde que el Septón Supremo, llegado de Antigua con los Hightower, unió su casa con la Targaryen, ella estuvo la mayoría del tiempo ensimismada, temiendo que el festejo concluyera demasiado pronto. Sabía lo que significaba para ella que las personas se retiraran a sus aposentos.
La media sonrisa que quedó como residuo de la corta conversación se borró de sus labios.
Él frunció el ceño al notarlo.
—Mi lady...
—Ser Harwin...
Ambos guardaron silencio a la espera de que el otro completara su frase, luego de haber hablado al mismo tiempo. Se quedaron quietos ahí, de pie con sus cuerpos girados para enfrentarse. Al ver que ninguno de los dos se arriesgaba a continuar, esta vez la risa del uno y la otra fue genuina y despreocupada, cortando los tensos instantes anteriores y mandándolos al olvido. Ela se prometió entonces ser una jovencita, antes de tener que dar su inocencia a un hombre casado con su gemela y que rondaba la edad de su padre.
No le cabían dudas de que todos estos momentos antes serían lo que le iba a hacer falta una vez cruzara las puertas de la habitación del rey.
—Por favor —cedió el castaño inclinando la cabeza hacia ella.
—¿Quisiera acompañarme en la siguiente pieza de baile? —preguntó alzando el rostro hacia el caballero. El corazón le pegó un vuelco al notar la manera en que la observaba con atención.
No lo tomó desprevenido y pudo notarlo en el segundo en que él le dedicó una atractiva sonrisa y asintió, ofreciendo su brazo para así guiarla al montón. Elayne no sintió los traicioneros nervios atacarla como era habitual, la ansiedad parecía dormitar bajo las copas de alcohol que había tomado previamente. Ahora lo que tenía en la superficie era una joven que apenas comenzaría a celebrar su juventud y libertad, sin temer a los resultados que serían solo recuerdos en cuanto las festividades finalizaran .
Harwin notó cómo las facciones de la joven se relajaron y dieron paso a una encantadora sonrisa. Casi sin darse cuenta la comparó con la reina, notando una vez más el parecido tan grande que había entre ellas, desde el color del cabello a la suave mandíbula, los ojos cafés y brillantes. No obstante, descubrió una gran diferencia en los rostros, pues en el instante en que miró hacia la mesa principal, Alicent Hightower no portaba la soñadora sonrisa que su gemela sí. Al volver la vista hacia su pareja de baile, comenzó a notar más desemejanzas entre las hermanas.
Elayne arrugaba la nariz en medio de los giros. Sus movimientos eran fluidos y compaginaban demasiado bien con los suyos, pues él no era ajeno al encanto de la danza y guiarla a través del conjunto de pasos le resultó sencillo y ameno. El cabello de la joven que encajaba sin problema alguno entre sus brazos poseía ondulaciones suaves, casi lisas, y desprendía un aroma que no lograba identificar, pero que, de igual manera, lo atraía cada vez más a ella.
La música acabó demasiado pronto para el gusto de ambos, y no trataron de ocultar su decepción ante tener que partir por caminos distintos. Ser Harwin se inclinó ante ella a modo de despedida y Elayne le correspondió de igual forma. Cuando otra vez volvieron a estar enderezados, se miraron por más tiempo del que resultaría normal o adecuado, y fueron muy conscientes de ello cuando los músicos dieron paso a otra canción. Unos cuántos empujones dieron muestra de que sus presencias estáticas molestaban, pero tampoco fue de importancia para ellos dos; habían encontrado otra música con la cual danzar.
La hija de la Mano del Rey se relamió los labios, el caballero siguió el gesto con su mirada, entrecerrando los ojos con intención. El interés por bailar otra otra pieza se esfumó y fue reemplazado por una sensación caótica, un peso sólido que amenazaba con tironearlos a los brazos del otro. La fuerza de atracción hacia alguien. No tenía sentido alguno intentar negarlo.
—Me parece que necesito tomar un poco de aire —comentó Elayne con suavidad.
No hubo necesidad de que repitiera sus palabras a pesar de haber hablado con poco volumen. Strong volvió a ofrecerle su brazo para sacarla del centro del salón, participando de manera activa como escudo para que la joven pudiera salir sin mayores complicaciones por los cuerpos danzantes más cercanos a ellos. Su mirada azul grisácea no se despegó del perfil de la Hightower y ella lo supo, por la manera en que no pudo evitar sonrojarse más. Su corazón latía desbocado con incontenible emoción.
Poco antes de que ambos cruzaran las puertas abiertas del salón, Ela giró el rostro para mirar hacia atrás. Al otro lado, delante del Trono de Hierro en la larga mesa que era ocupada por los Targaryen y su hermana, pudo distinguir la mirada de esta última sobre ella. No alcanzó a descifrar bien lo que la expresión de Alicent quería comunicarle. Tal vez en realidad no quiso hacer el esfuerzo de entenderla, por temor a tener que volver a ver las desperdigadas piezas de esa parte de ella que tuvo que rendir cuando dejó Desembarco del Rey semanas atrás.
Corrió la mirada sin ninguna sensación de culpa y la dirigió a su acompañante. Así fue como dejó que la encaminara hacia los pasillos más tranquilos, que eran menos concurridos en esos momentos.
¿Era consciente de lo que hacía? Sin duda alguna. El valor que por lo general carecía, esa noche habitaba en ella gracias a las tres copas bebidas, al impulso del momento, al calor que brindaba la anatomía masculina. No se había imaginado que estar en la presencia de un integrante de la Guardia de la Ciudad sería tan cómodo, tan fresco. Harwin Strong tenía una forma y camino únicos con las palabras y los modales, demostrando así que su talento iba más allá de mantener el orden en las calles de Desembarco del Rey o demostrar su valía en torneos.
—Debo admitir que estaba equivocada antes —dijo Elayne una vez se detuvieron ante un arco que daba hacia las afueras de la fortaleza, lejos de miradas curiosas que podrían arruinar ese espacio, su espacio. La luz de luna era apenas suficiente, con ayuda de las antorchas encendidas, para detallarle el rostro y notar la permanente sonrisa suave que portaba el caballero.
—¿A qué se refiere, mi lady?
—Elayne —murmuró ella para luego mordisquearse el labio inferior. Comenzó a juguetear con los dedos de sus manos por costumbre más que nervios.
—Elayne —repitió él, dando un paso más cerca a ella—. ¿A qué... te refieres, Elayne?
Quizás fuera un efecto de la luz, pero la joven en verdad quería creer que ser Harwin la estaba viendo en verdad. Sin apellido ni casa, sin padre o gemela.
Sabía que ese momento robado sería solo eso, un momento, un privilegio que nunca más volvería a estar a su alcance. Cuánto deseaba que nunca terminara y que se extendiera el tiempo que ella quisiera, donde se permitiera ser vista y sentirse real. Donde podía ser Elayne sin Alicent.
—¿Acaso no conoce todos los rumores que corren alrededor de un caballero apodado Quebrantahuesos?
La risa de él fue baja y ronca. La fémina se acercó más de forma casi instintiva, como si aquel nuevo sonido hubiera sido el canto de una sirena, atrayéndola hacia el acantilado para lanzarse al Aguasnegras. Quería oírlo de nuevo.
—Me temo que las habladurías solo serán eso —contestó negando con la cabeza, aunque no apartó la mirada de la de Ela.
—Tienes razón —susurró ella dando otro paso para acercarse más, sus cuerpos casi tocándose, percibiendo la calidez del otro—. Alguien con ese apodo me hizo pensar que tal vez no sabría bailar.
—¿Así que pensaste en mí? —inquirió con una sonrisa ladina.
Aquello sí que la tomó desprevenida. Como acto de reflejo hizo el amague de alejarse, empero la mano de ser Harwin colándose entre sus mechones chocolate borró cualquier línea coherente de pensamiento. Se quedó quieta, con la respiración atrancada en su garganta. Inclinó el rostro todavía más hacia el del caballero.
Fue ahí que distinguió un característico brillo juguetón que bailó en la mirada de él.
Ambos sabían que todo ese desliz era un divertimento, una distracción. No obstante, Elayne se negó a dejarlo ir y más cuando Strong dio indicación de querer comenzar a tomar distancia. Sus manos se aferraron con rapidez a los anchos hombros masculinos. Aún no, todavía tenía tiempo. Aún le quedaban unas pocas decisiones libres.
—Elayne. —Tragó saliva, su cuerpo rígido ante la expectativa.
No quería cruzar esa línea invisible que dividía lo incorrecto del deber, no quería manchar el honor de la joven. Sin embargo, la suave respiración ajena sobre su mentón, combinada con aquel aroma que parecía existir solo para que ella lo portara, hizo que su resolución flaqueara a medida que pasaron los segundos. Cuánto deseaba ceder, rendirse ante el repentino y ardiente deseo de cerrar el espacio entre sus labios hambrientos.
—Si no me besa, ser Harwin, me temo que tendré que ser yo quien tome la decisión por los dos.
Ahí estuvo otra vez la risa del hombre, aunque más que escucharla sintió las vibraciones a través de su pecho, conectado con el de él. Lo siguiente que se llevó su atención fue el gentil peso en su cintura.
No había razón de resistencia.
Entonces la besó.
NOTA DE AUTORA
Primero que todo: yo sé que están viendo lo mismo que yo, UN MARAVILLOSO GIF BLEND HECHO POR LA MARAVILLOSA voguecastle
No me canso de verlo y nunca serán suficientes mis palabras para agradecértelo. Elayne y Harwin se ven espectaculares. A mí no me gusta, a mí me encantaaaaa
Ahora sí al capítulo: antes de que me salten a quejarse que por qué se besaron en el capítulo DOS (tbh yo tampoco lo había planeado tan así), que la relación pegó un salto abismal más que los fanfics de self-insert... gente, están en una fiesta, alcohol corre por sus venas y se gustaron. Solo fue un besito, nada más. Que eso comience a desatar otras cosas para alimentar el futuro angst no es mi culpa ahre
Yo soy amante del slow burn, y para las personas que han leído mis otras historias saben que es así. En este fanfic decidí explorarlo de manera distinta empezando por el final, así que todavía no canten victoria, que de todas formas ni siquiera sabemos si la podrán cantar después jijiji
Espero que les haya gustado el capítulo y muchas gracias por el apoyo y los regalitos. Mientras tanto, dejo que esta parejita termine bien el 2022. Ya veremos qué les depara el 2023 jajajaja
¡Feliz lectura!
a-andromeda
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