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El empalagante olor a dulce en el ambiente, las rosadas decoraciones en el corredor que resplandecían con alegría y el remolino de emociones que se podía sentir en el lugar eran los indicativos suficientes para hacerle saber a Sawada Tsunayoshi el día en el que se encontraba: el día de San Valentín. Festividad que fue aborreciendo al notar como año tras año no recibía ni un miserable detalle, ni siquiera una insignificante carta que los obligaban a escribir en la clase de redacción; en serio, ¿qué tan mala suerte debía tener que ni siquiera le daban regalos por equivocación?

El castaño se dirigió sin tardar hacia su casillero, ignorando por completo a los pocos hombres que estaban cerca de él y se encontraban con la agradable sorpresa de que alguien les había dejado una carta de amor, sacó con rapidez un par de cuadernos que necesitaba para la primer clase del día y empezó a sentir una oleada de frustración recorrer su interior al darse cuenta una vez más que no había nada nuevo en su casillero, ni siquiera una pequeña nota; no sabía por qué se seguía esforzando si después de todo era lo mismo de siempre cada año.

Él odiaba el día del amor y la amistad con cada parte de su ser porque era la época en la que todo el mundo se empeñaba en recordarle su fatídica vida de soltero y lo lastimado que podía salir por esperar algo de las chicas que pensaba eran sus amigas. ¿Por qué demonios las personas tenían que celebrar algo tan absurdo un día en específico?

Tsuna empezó a caminar a pasos lentos a través del corredor, sintiendo como su sed de sangre crecía con cada paso que daba, y volvió a experimentar la agradable sensación de ser evitado por los alumnos para no cruzarse en su camino por miedo a que descargara su ira contra ellos, incluso los del comité disciplinario hacían un esfuerzo para ignorarlo ya que sentían en él un aura mucho más pesada que la de su temible líder.

«Ridículo» pensó el castaño tras ver a una joven sujetando nerviosamente una carta entre sus finas manos. «Absurdo» esta vez su mirada se encontraba en un grupo de hombres emocionados por haber recibido golosinas. «Estúpido» su ceño se frunció al ver varios pétalos de rosas sobre el corredor, deseando enormemente que Hibari mordiera hasta la muerte el dueño de esas tontas flores.

Simplemente, el único odioso día para el castaño estaba dando inicio.

                  

El comité disciplinario no solía hostigar tanto a los alumnos en aquel día, ya que entendían que se trataba de una festividad que emocionaba a un gran porcentaje de la población estudiantil; ellos se limitaban a patrullar por los corredores y asegurarse de que nadie estuviera cometiendo alguna falta al reglamento escolar, cosa que incluso algunos pasaban por alto debido a que los castigos de su líder solían intensificarse el triple.

Hibari Kyoya se encontraba en la sala de recepción de la escuela, lugar que él mismo había proclamado como la sala para él y sus fieles subordinados, tenía una mirada llena de desdén mientras observaba a través de la ventana a los inútiles herbívoros que se reunían con propósitos mediocres y una ligera sonrisa ladina apareció en sus labios tras ver a la persona que robó la atención de todos el año pasado; aunque le impresionaba el radical cambio de actitud que Tsunayoshi presentaba una vez cada año, debía de asegurarse que en esta ocasión él no desapareciera ni un solo segundo de su vista si quería evitar un desastre similar (o peor) que del año pasado.

— ¡Hibari-san, Hibari-san! —Un par de miembros del comité disciplinario entraron rápidamente a la sala ocasionando que el mencionado alzara ligeramente la barbilla en señal de que estaba escuchándolos—. Es... Es "quémalo-todo-Tsuna"...

El líder alzó una mano para evitar que sus reclutas continuaran hablando, sabía a la perfección que aquel par se encontraba precisamente en aquel lugar para informarle sobre la llegada de la única persona que consideraba como un omnívoro, y, usando un tono de voz que haría temblar a cualquiera, ordenó:

—Piérdanse.

Los dos intercambiaron miradas y asintieron en silencio casi al mismo tiempo para después retirarse del lugar y cerrar la puerta detrás de ellos, agradecidos de haber tenido suerte por haber encontrado a Hibari de buen humor.

«Vamos, omnívoro, muéstrame qué tienes para este día» rió para sus adentros mientras veía el reflejo de sus ojos grises en la ventana, esperaba con ansias presenciar a tiempo el espectáculo que el castaño ofrecería en aquella ocasión; sin embargo, muy en contra de su voluntad, tendría que detenerlo antes de que la verdadera diversión empezara para evitar posibles daños a su adorada escuela.

La puerta de la sala fue golpeada un par de veces antes de que el subordinado más fiel de Hibari hiciera acto de presencia, en sus manos llevaba el buzón de cartas que había conseguido hurtar de la sala del comité estudiantil como si de un trofeo se tratara, y lo dejó sobre el escritorio de su líder con la precaución de no hacer algún movimiento que pudiera molestar al contrario; Tetsuya sabía que había únicamente dos cosas con las que no quería lidiar un catorce de febrero. La primera era Sawada Tsunayoshi, aunque podía tratar con él fácilmente los demás días del año, y la segunda era la ira incontenible de Hibari ocasionada por las excesivas multitudes innecesarias que se dejaban manipular por estrategias de mercadotecnia.

Kyoya giró sobre sus talones, sintiéndose motivado cuando su mirada encontró al llamativo buzón sobre su escritorio, y asintió en silencio ante sus propios pensamientos mientras tomaba asiento, su mente trabajaba a mil por hora para pensar en una brillante idea con la que pudiera disfrutar de ese horrible día. Kusakabe podía intuir que debía de marcharse antes de que fuese demasiado tarde, con el tiempo consiguió desarrollar un sexto sentido que le avisaba cuándo su sádico líder tenía planes cuyos resultados no eran buenos para él como su mano derecha; se apresuró en dirigirse hacia la gran puerta de madera y, antes de que su mano llegara a la hendidura, escuchó su nombre siendo pronunciado lentamente, como si Hibari estuviera todavía pensando en lo que pretendía hacer.

Él se mantuvo quieto en la posición en la que fue tomado por sorpresa, esperando pacientemente a que el contrario continuara hablando; cada segundo en silencio que transcurría en ascuas ocasionaba que sus ansias fueran gradualmente en aumento, en ese momento sabía bien que la orden que Kyoya le lanzaría no sería algo precisamente sencillo, y muy en su interior intuía que lo siguiente que el contrario diría sería algo relacionado con...

—Sawada Tsunayoshi —para la mala suerte del segundo al mando del comité disciplinario, escuchó el nombre que menos deseaba que su líder pronunciara y lo único que pudo hacer fue prepararse mentalmente para tratar con el castaño—. Tráelo aquí.

Pasó saliva con dificultad y enfrente de sus ojos pasaron vívidas imágenes de la grandísima tragedia que había ocurrido exactamente hace un año, donde los protagonistas de dicho evento eran el "bueno-para-nada-Tsuna" y la "caja de amor". Incluso podía sentir las ardientes llamas alrededor de él; un escalofrío que recorrió su espina dorsal lo dejó helado, le desagradaba completamente la idea de que el castaño estuviera en el mismo lugar que el buzón que acababa de robar a petición de Hibari.

Sin embargo, sería estúpido pretender iniciar una discución con el demonio de Namimori porque lo único que conseguiría era que él se enojara mucho más sin que desistiera de la órden que acababa de darle. Dejó escapar un profundo suspiro y asintió sin necesidad de agregar algo más a la breve conversación, debía de hacer un recordatorio mental de que el próximo día de San Valentín no asistiera bajo ningún motivo a la escuela, incluso si aquello significaba arruinar su perfecta asistencia.

   

🖤 🖤 🖤

  

Antes de que la segunda aburrida clase del día se terminara, Tsunayoshi estaba increíblemente irritado de toda la melosidad que había en el ambiente; para su desgracia, había un par de parejas a sus lados que no dejaban de actuar como unos enfermos enamorados, derramando asquerosa miel cada vez que se miraban o abrían la boca para dedicarse repugnantes palabras de amor que le ocasionaban al castaño unas enormes ganas de regresar su desayuno.

—Pss, Tsuna, ¿te encuentras bien? —Yamamoto notó el aura oscura que rodeaba al joven desde hace varios minutos, sabía que era peligroso querer actuar amistoso con el mencionado en aquel día, pero se sentía algo culpable de lo que había sucedido el San Valentín pasado que ahora estaba al pendiente de todas las señales que Tsuna pudiera dar para disminuir las probabilidades de que un desastre similar volviera a ocurrir.

—No lo molestes, idiota del béisbol —habló Gokudera entre dientes, haciendo todo lo posible para que su voz no llegara a oídos del castaño para no irritarlo más de lo que ya estaba, le dio un pequeño golpe en el hombro al azabache y miró de reojo a Tsunayoshi; realmente no se sentía preocupado si él llegaba de nuevo al mismo extremo del año pasado, se atrevería decir que de cierta manera había sido divertido.

Sawada rodó los ojos, no pretendía gastar energías hablando con las personas que estaban en puestos presumibles en la inexistente tabla de popularidad de la escuela de Namimori, murmuró un par de maldiciones inaudible al ver las montañas de chocolates de sus amigos que lo único que hacían era crecer lentamente y abrió su libro de matemáticas sin ánimos; quería regresar a casa, ¿por qué su mamá lo había obligado a asistir en un día tan ridículo? ¿Por qué demonios era siempre él el que no recibía nada? ¡Maldita sea! Ni siquiera las tontas maestras que se preparaban con golosinas para sus respectivos alumnos le hacían entrega de alguna estupidez porque siempre se terminaban antes de que llegaran a él; debía ser una jodida broma del universo. Ante sus tormentosos pensamientos terminó arrancando una hoja de su libro, atrayendo la atención de la mitad del salón.

— ¡¿Qué demonios miran?! —Alzó la voz sin temor, provocando que sus compañeros regresaran su atención a lo que estaban haciendo, chasqueó la lengua con molestia y arrugó la hoja hasta formar una bolita de papel, la cual guardó en su bolsillo; maldito día de mierda.

El maestro dejó escapar un suspiro al notar la actitud agresiva del castaño, incluso alguien como él tenía miedo de enfrentarlo, desvió su mirada hacia uno de los miembros del comité disciplinario que divisó a través de las ventanas del salón y asintió con alegría al escuchar que estaban buscando a Sawada para llevarlo a hacer una revisión de pertenencias; al menos podría dar su clase con tranquilidad en lo que el castaño regresaba.

Tsunayoshi refunfuñaba maldiciones cada vez que una pareja se atravesaba por su camino y la sed de sangre que lo acompañaba desde que el día inició fue incrementando cada vez más, tanto así que Tetsuya tenía miedo de darle la espalda. Kusakabe aún se preguntaba cómo él podía dar una apariencia muchísimo más temible que la de Hibari si normalmente era un manojo de amabilidad y radiante sonrisa otros días del año, ¿quizás una segunda personalidad que hacía aparición una vez al año y coincidía con el día de San Valentín? Una teoría un tanto rebuscada, pero le servía para sentirse tranquilo.

—Escúpelo de una vez —el repentino comentario del castaño ocasionó que el azabache hiciera un sobresalto, no se esperaba que él fuera a decir algo durante el trayecto y mucho menos usando esa pesada voz que parecía no pertenecer a él—. ¿Realmente van a desperdiciar su tiempo en revisar mis pertenencias? —Frunció el ceño con evidente molestia, todas sus emociones que se considerarían "negativas" empezaban a brotar con lentitud, era cuestión de tiempo para que un arrebato de ira apareciera para causar un alboroto en la escuela—. Hay repugnantes parejas por toda la escuela, deberían confiscar toda la basura que llevan con ellos.

Tetsuya prefirió guardar silencio, realmente temía de decir algo que pudiera desencadenar todavía más la furia del castaño, deslizó la puerta de la sala para permitir que el contrario entrara y la cerró segundos después, asegurándose de que nadie más entrara al lugar; estando ahí afuera, observando la delgada puerta de madera, se preguntaba si debía de desaparecer o prepararse con un extinguidor.

                 

—Deja todas tus pertenencias aquí —Hibari presionó autoritariamente con la punta de su dedo índice su escritorio, justo a algunos cuantos centímetros lejos de donde se encontraba el buzón de cartas, y alzó su fría mirada para ver directamente a los ojos castaños que lo veían con impotencia, como si tuviera ganas de atacar pero no pudiera hacerlo.

Tsunayoshi se limitó a obedecer, dejando su mochila enfrente del contrario, vació cada uno de sus bolsillos e intentó ignorar el buzón que se encontraba prácticamente a su lado, era una terrible tentación de que algo así de ridículo estuviera tan fácilmente a su alcance; su irritación creciente provocaba que tuviera que morder su labio inferior en un intento de mantenerse calmado, él más que nadie recordaba el desastre del que había sido autor accidentalmente y era algo que no quería volver a repetir por el enorme riesgo de ser expulsado para siempre de la escuela Namimori. Aún se preguntaba cómo fue que se libró de todos esos problemas el año pasado.

Kyoya recorrió con su mirada los pocos artículos que habían salido directamente de los bolisllos del contrario, tomó con curiosidad la bolita de papel y la desdobló llevándose una decepción, esperaba encontrar algo más interesante; sus manos se dirigieron sin tardar hacia los cierres de la mochila y los abrió para explorar su interior, no necesitaba verter su contenido ya que podía reconocer fácilmente cualquier objeto que incumpliera con sus amadas y estrictas normas. Sin embargo, no encontró nada que cumpliera con sus expectativas. ¿En serio aquel chico era el mismo que se ganó el apodo de "quémalo-todo-Tsuna" hace un año?

Era imposible describir lo aburrido que el azabache encontraba la situación, alzó su desinteresada mirada para ver nuevamente los ojos castaños del contrario y se dio cuenta que él tenía la vista fija en el pequeño regalo que tenía preparado para él, al menos tenía la oportunidad de provocarlo un poco para que el día se volviera divertido; Hibari quería llevarlo a su límite y enfrentarlo en ese estado, estaba seguro que sería un extraordinario duelo lo que se encontraría, una pelea que pudiera satisfacer sus más deplorables deseos para ese día en particular. Imploraba de que quémalo-todo-Tsuna fuera quien lo enfrentara, quería sentir esa adrenalina que estaba seguro que solamente la sentiría si su contrincante era él.

—Un ardiente San Valentín, ¿hm? —Habló con un dejo de sarcasmo en su voz al darse cuenta que habían pasado varios segundos desde que el buzón tenía cautiva la atención del contrario, le dio un pequeño empujón a la mochila para acercarla a su dueño, provocando que la caja decorada a detalle se moviera también, y una leve sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro al notar como Tsuna parecía querer tomar el buzón—. Supongo que te lo tomaste muy a pecho el año pasado.

El castaño pasó una mano por su frente con cierto nerviosismo, no quería ceder ante la tentación que algo tan estúpido estaba provocando en él, se apresuró a recoger sus pertenencias y giró sobre sus talones abrazando fuertemente su mochila, preparado para abandonar el lugar tan rápido como le fuera posible; no quería involucrarse de ninguna manera otra vez con ese maldito buzón.

—No he dicho que te puedes retirar —Kyoya se inclinó hacia atrás hasta que su espalda tocara el respaldo acolchonado de su silla, esperó pacientemente a que el contrario volviera a dirigirle la mirada e hizo un pequeño suspiro, lo suficiente para indicar que sus planes no estaban saliendo como lo había imaginado—. La presidenta herbívora del comité estudiantil dejó por error esa abominación aquí —mintió con naturalidad, su historia se escuchaba completamente verídica ante los oídos de Tsuna, y señaló la caja para que quedara claro que se refería a eso con la palabra "abominación"—. Llévalo de vuelta.

— ¿Por qué tendría que hacer el trabajo que uno de tus subordinados podría hacer? —Interrogó despectivamente por primera vez a Hibari, persona quien respetaba enormemente a pesar de sus arrebatos de ira anuales, lo fulminó con la mirada queriendo reducirlo a cenizas como había ocurrido con el buzón de cartas del año pasado e intensificó el agarre en su mochila, como si esto lo mantuviera controlado.

—Porque te morderé hasta la muerte si no lo haces —declaró sin vacilar mientras se levantaba, sosteniendo la mirada del contrario, le dio un empujón a la caja ocasionando que el castaño soltara su mochila para atraparla con sus dos manos antes de que cayera al suelo y sintió una chispa encender su interior al notar el brillo en los ojos que lo miraban desde abajo; era exactamente la expresión que deseaba ver de él—. ¿Oh? ¿Me estás desafiando? —Dio un par de pasos para rodear su escritorio, acercándose peligrosamente al castaño que seguía de rodillas en el suelo con la estúpida caja en sus manos, dirigió instintivamente sus manos hacia el par de tonfas que mantenía junto a él todo el tiempo y relamió celosamente sus labios, deseando enormemente el duelo que estaba aproximándose a pasos agigantados—. Dime, omnívoro, ¿qué te molesta tanto de San Valentín?

Tsunayoshi sabía que lo único que estaba haciendo el contrario era provocarlo, era probablemente el único día en el año que cedería a sus impulsos agresivos que normalmente mantenía a raya, chasqueó la lengua un par de veces como si estuviera desaprobando la actitud del azabache y bajó la mirada en un intento de calmar el fuego en su interior; estaba justo en el punto que Hibari quería, si él seguía insistiendo probablemente acabaría haciendo un desastre digno de recordar.

— ¿Es acaso un patético caso de celos? —Inquirió con interés, asegurándose de usar el tono adecuado en su voz para convertir sus palabras en cuchillas afiladas que pudieran llegar hasta lo más profundo del contrario y desatar sus profundos deseos ocasionados por el mar de irritación en el que se estaba sumergiendo; aunque estaba preparado para abatirse arduamente en un duelo, también sentía una genuina curiosidad de indagar sobre las razones para que él odiara tanto el día de los enamorados—. ¿Quizás porque no recibes nada...?

Su último comentario incompleto cumplió con su cometido, se convirtieron en un detonante poderoso que haría estallar la irremediable ira de Tsunayoshi.

El castaño rió con sadismo, mandando la cabeza hacia atrás, y se despidió de la poca cordura que intentaba razonar con él; había llegado a su límite y alguien tenía que pagar las consecuencias de ello. Sus dedos se enterraron bruscamente en la caja de cartón que hace unos minutos atrás había rescatado, sujetó con fuerza cada lado del buzón y jaló hasta partirlo en dos, provocando que todas las cartas que había en su interior salieran disparadas hacia todas las direcciones posibles. Hibari fue tomado por sorpresa, estaba preparado para todo menos para lo que estaba presenciando, se quedó parlizado al ver lo fuerte que él era en realidad y esperó para ver su siguiente movimiento, manteniendo sus manos cerca de sus tonfas en caso de que necesitara defenderse.

El joven observó el desastre que acababa de provocar, pero no se sentía satisfecho todavía, lanzó por la ventana los restos del buzón y desesperadamente empezó a romper cada uno de los coloridos sobres junto con lo que había en su interior hasta reducirlo a trizas; cada carta que sus manos alcanzaban se convertía irremediablemente en tristes pedazos de papel. Antes de llegar al último sobre intacto se detuvo al sentir como su ira se había apagado casi por completo, observó los cientos de trozos coloridos que había dejado a su paso y sintió un bochorno apoderarse de su rostro al darse cuenta de lo que acababa de hacer; de alguna manera, romper cada carta había logrado que se sintiera mejor, pero ahora sentía culpabilidad de que todos los estudiantes no recibirían cartas por segundo año consecutivo.

— ¿Así que eso era suficiente para que estuvieras tranquilo? —Hibari arqueó una ceja con curiosidad y una sonrisa temblorosa se dibujó en su rostro al ver toda la basura que decoraba el suelo de la sala; aunque realmente ansiaba una pelea, no se quejaba del resultado obtenido—. Qué aburrido.

—Lo siento —Tsuna musitó con vergüenza; muy en el fondo, él se había divertido a lo grande rompiendo cada uno de los sobres durante su lunático arrebato de ira—. Estoy realmente arrepentido.

— ¿Hm? —Se inclinó ligeramente hacia él, mirándolo con aires de superioridad desde arriba, e hizo una inaudible y corta risa de victoria; había logrado salvar el día de San Valentín de la irremediable frustración del castaño. No de la manera que él quería, pero lo había conseguido—. Da igual, de todas maneras era basura.

El castaño entrecerró los ojos con curiosidad tras escuchar las palabras del azabache, observó cuidadosamente el sobre que tenía en manos y se percató de la ausencia de datos sobre el destinatario y el remitente; eso quería decir que... Giró con rapidez para ver su desastre, en los pequeños trozos de papel se alcanzaban a ver pedazos de exámenes viejos, y sintió una oleada de alivio llenar su interior. No debía de ser un genio para deducir que todo aquello había sido idea de Hibari, era probablemente el mejor regalo de San Valentín que alguien le pudo haber dado.

—Gracias, Hibari-san —le dedicó una amplia sonrisa, sintiéndose realmente agradecido de que el mencionado se hubiese tomado la molestia de montar un acto para hacerle creer que estaba acabando con una festividad para los estudiantes de la escuela, y dejó escapar un gran suspiro de alivio, era la primera vez que la irritación y amargura ocasionadas por la fecha se desvanecían tan rápido—. Es el mejor regalo que me han dado —por no mencionar único.

Kyoya sintió una nueva chispa en su interior; sin embargo, a diferencia de la primera, ésta no transmitía un deseo incontrolable de pelear hasta la muerte con alguien. Era total y completamente diferente, provocaba que su corazón se sintiera caliente y sus manos hormiguearan. Se quedó callado ante el descubrimiento de aquella nueva sensación, desvió la mirada para dejar de ver los ojos castaños qué reflejaban amabilidad una vez más y se aclaró la garganta para decir:

—De nada.

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MALDITA SEA... Quería hacer algo más lindo y tierno, pero actualmente soy una persona amargada xd

Espero les haya gustado! Nos vemos en la próxima:3

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