Capítulo 4

— ¡No! ¡Déjame!

Empecé a golpear a Ashton muy fuerte con mis pies, creo que le dejare varios moretones en sus brazos y en sus piernas.

—Iras, aunque tenga que llevarte todos los días de la semana cargándote —grita intentando sacarme del coche, arrastrándome con él.

El imbécil me engañó. Me dijo que iríamos a buscar mis cosas al centro de detención. ¡Pero estamos en frente de una puñetera universidad!

Su noviecita esta detrás de Ashton, haciendo muecas y explicando a todas las personas que nos ven forcejear que somos familia.

¡Familia mis cojones!

No me importo que la gente delante de mí me viera haciendo una escena, esto no era una simple rabieta, esto se trata de integridad psicológica.

Ashton trató de que me zafara utilizando la fuerza, pero al no lograrlo, dejó libre uno de sus brazos y estiró su mano para alcanzar mi costilla izquierda y hacerme cosquillas.

Lo logró.

Sus brazos se aferran a mí cintura y mis pies no llegan a tocar el suelo mientras me lleva hacia la puerta del edificio.

—Que humillante —dice Mara tapándose la cara.

— ¿Por qué me obligas a esto? ¿No es suficiente que me obligas a vivir contigo?

—Solamente, tú solo... —empieza a decir y se calla rápidamente, mirando de reojo a su novia, cómo si tuviera miedo de la reacción de ella a lo que estaba a punto de decir— Tenías muy buenas notas en el centro de detención, y me pareció apropiado que pudieses tener un futuro profesional.

—Y también podrías aprender a socializar —añadió Mara con una sonrisa irritante.

—No son enemigas. ¿Pueden llevarse bien, por favor? —suplicó Ashton, claramente harto.

—Hoy ni siquiera le hablé —respondí, girando los ojos.

La actitud de Mara no mejoró, y Ashton, visiblemente frustrado, nos guió hacia el interior de la universidad.

Durante el recorrido, no podía dejar de pensar en cómo todo estaba calculado. Ashton había preparado mi mochila con libros necesarios para las clases. Tenía todo planeado, y yo había caído como una idiota.

El decano nos mostró las instalaciones mientras Ashton escuchaba con atención. Yo solo seguía a regañadientes, pensando en formas de huir. Cuando llegamos a mi salón, él se inclinó hacia mi oído y susurró:

—¿Te parece interesante?

Prefería que se largara y me dejara sola. Su presencia perfecta y la forma en que las chicas lo miraban con curiosidad solo hacían que lo detestara más.

Sin decir una palabra más, me dirigí al primer asiento vacío.

—Bien, tenemos una nueva estudiante uniéndosenos —Se introduce el profesor de Contabilidad presentándome—. Ella es Luna, nos acompañará el resto del cuatrimestre, me encantaría que le dieran el material que vimos la semana pasada. Un gusto conocerte Luna, soy Matthew Pombers.

Intenté, de verdad intenté, al menos fingir una sonrisa tímida. Pero mi cara no me ayudó. Estaba envenenada por la mañana que había tenido.

No me sentía a gusto con Ashton, apenas si podía mirarlo, me incomoda hasta su perfecto aspecto físico y su voz de sabelotodo. La fuerza que tiene para sostenerme sin siquiera trastabillar y su estúpida sonrisa condescendiente que me daba ganas de...

Lo odio. Lo odio en serio.

—Hoy vamos a hablar de algo básico pero esencial en contabilidad: el principio de la partida doble. ¿Alguien ha oído hablar de esto antes?

Algunos estudiantes asienten tímidamente, otros se ven confundidos

—Está bien si no lo han escuchado antes. Vamos a desmenuzarlo juntos. Primero, déjenme hacerles una pregunta: ¿alguna vez han usado una balanza? Una balanza tiene dos lados, ¿cierto? Si ponemos peso en un lado, debemos poner algo equivalente en el otro para mantener el equilibrio. Bueno, la contabilidad funciona de forma parecida. En contabilidad, cada vez que registramos una transacción, debemos asegurarnos de que las dos partes estén equilibradas. Esto se llama el principio de la partida doble. Por cada acción en los libros, hay una reacción igual.

La clase sonaba muy interesante, pero lo único que podía pensar era en irme.

El profesor comenzó a dar su clase mientras yo pensaba en mí plan maestro para huir de aquí. A la mierda la ropa nueva. Me iría de aquí sin nada, donde no podrían encontrarme. Dinero no tengo, pero podría dormir en la calle un par de días hasta encontrar un trabajo mal pagado que me ayude a irme de la ciudad. Vivir en un pueblo sería más sencillo, un lugar donde todos se conocen con todos y sería más fácil conseguir ayuda.

Esperé a que la clase terminara y prácticamente corrí fuera del aula, primero fui al baño de damas dónde había un montón de chicas cuchicheando y pintándose los labios. Pensé brevemente que me encantaría aprender a maquillarme.

Salí del baño y fui hacia el patio, estaba repleto de alumnos con sus respectivos grupos, algunos comiendo, otros en ronda con lo suyo y muy pocos leyendo libros en solitario.

Corrí hacia la entrada principal, no había mucha gente en los pasillos, pero los pocos que estaban por aquí, estaban en su rollo. Había alguien de seguridad metido en su oficina al lado de la puerta.

Salí como si nada del edificio y cada paso que daba era un saltito de felicidad lejos de Ashton. No sabía hacia donde ir, por la izquierda o la derecha. Podría preguntar dónde está la agencia de viajes más cercana y empezar a buscar trabajo cerca de ahí...

He dormido en las calles muchas veces y casi todas terminaba huyendo de situaciones peligrosas, pero en aquel entonces era una niña. ¿Ahora podría defenderme? ¿Cuántas probabilidades había de que saliera ilesa de esa situación?

Caminé sin rumbo pensando de repente en todas las cosas malas que podían ocurrir y que tal vez, esto no era tan buena idea como pensé hace un rato cuando estaba mí cerebro lleno de ira e impulsividad.

— ¿A dónde piensas ir? —Ashton aparece caminando cerca de mí hecho una furia. Mi sorpresa fue tanta que me quedé tiesa en mí lugar. Él se puso en frente de mí y se veía bien, con su traje del trabajo y su pelo llevado para atrás, siendo sostenido por un gel que cumplía muy bien su función. ¿Por qué estoy pensando en cómo se ve en un momento tan tenso como este?—. Respóndeme.

***

No sabía que decirle. Todo mí plan parecía estúpido ahora que lo pensaba en frío. Yo era estúpida. —Yo... Quería irme.

— ¿A dónde? —inquiere con sus fosas nasales muy abiertas y su respiración agitada.

—Lejos, te lo he dicho una y otra vez y te niegas a escucharme. No quiero esto —Intenté replicar su furia, pero su intensidad me superaba. Me sentía pequeña, como si mis palabras no fueran suficientes para enfrentarlo.— ¿Qué haces aquí de todos modos? ¿Tú no trabajas?

Ashton sonrió de una forma irascible, como si mi pregunta lo hubiera puesto aún más a la defensiva. De repente, levantó la mano, y mi cuerpo reaccionó antes de que pudiera pensar: retrocedí un par de pasos, esperando un golpe que nunca llegó.

En lugar de eso, se pasó la mano por la cabeza, rascándola con frustración. Cuando vio mi reflejo instintivo, su expresión cambió.

—Nunca te lastimaría —dijo en un tono serio, acercándose.

—Lo sé, lo sé. No fue tu culpa —respondí con un tono borde. Pero el recuerdo de los golpes en el centro de detención me hizo arrugar la nariz.

—¿Quieres decirme quién te lastimó? —preguntó con voz temblorosa. Negué con la cabeza, bajando la mirada. No podía hablarle de eso. No quería que viera lo vulnerable que realmente era, aunque desde que salí de ahí, todo se había vuelto más difícil. Los abusos se sentían más presentes en mi mente, como si los estuviera esperando a cada momento—. Nunca nadie volverá a ponerte un dedo encima. ¿Lo entiendes? —Su voz era firme, pero temblaba ligeramente—. Yo... siento que hayas pasado por eso, y si pudiera quitarte el dolor de todos estos años, te juro que lo haría.

—Lamento no creerte ahora, pero no lo hago —Me abrace a mí misma, convenciéndome que solo era por el frio y no por lo desamparada que me siento en este momento—. No puedes quedarte con mis vivencias, por supuesto que no, pero pudiste hacer más, pudiste llamarme, buscarme, hablar conmigo y no me hubiera sentido tan... Sola ahí dentro. ¿Pero lo entendí, sabes? No te juzgo por no aparecer, no soy tu familia de sangre y no tienes ningún tipo de responsabilidad conmigo. Pero esto... Volver así, como si nada, como si los años no hubieran pasado y querer hacerte el bueno de la película, no me cierra por ningún lado.

—Era un niño Luna, no sabía cómo hacerlo, no sabía cómo volver a presentarme, tampoco como estabas tú... —Su mirada, llena de súplica, busca desesperadamente algún indicio de comprensión, pero no podía proveersela.

— ¡Ese es el punto Ashton! ¡No te intereso ni siquiera saber si me habían adoptado! Seguro ni siquiera te enteraste cuando me escape del orfanato.

— ¡No es así! —Empieza a gritar olvidándose que estamos en un espacio público, con varias personas volteando a vernos. Desde esta mañana estamos llamando la atención de todo el mundo, como ahora, pero, aun así, estaba más atenta a su espontánea reacción violenta y frustrada, estaba verdaderamente interesada— ¡Desde los dieciséis he llamado sin parar! ¡Mes a mes para preguntar si había noticias sobre ti!

— ¿Y no te dijeron que me detuvieron? Me es difícil creerte porque tu credibilidad conmigo está perdida.

—Siento que me juzgas más a mí que a tu madre. Ella te puso en esa posición, no yo —espetó, con un veneno apenas contenido.

— ¡Es que yo no quería a mi madre, yo te quería a ti! ¡Tú me has dolido más que ella! ¡Eras mi mejor amigo y prometiste volver y no lo hiciste! —Sentí las lágrimas de rabia asomarse, pero no iba a dejar que él las viera brotar de mis ojos ni, aunque me pagaran un millón de dólares.

—Te juro que mi intención siempre fue ir a verte, pero... ¿Qué podía decirte? "Hola, vengo de visita, a mí me han adoptado, lamento que tu estes presa. Te extrañe, adiós". ¿Eso querías? Porque hubiera sido mucho más fácil que esto.

— ¡Yo no te pedí esto! —Mi grito desgarrador pareció derrumbarlo.

— ¡Moví cielo y tierra para tenerte aquí conmigo! —El suyo fue aún más fuerte, más profundo. Se pasó las manos por la cara, como si intentara sacudirse una pesadilla. Su rostro estaba rojo de furia y frustración— ¡No es habitual que le den a un hombre de veintiséis años la tutela de una joven que esta cumpliendo una pena! Pero por nuestra historia, nuestro parentesco y favores que debian pagarme, lo hicieron. También, por esa razón, para hacer más fiable mi compromiso como cuidador, traje a Mara a vivir conmigo hace un par de meses. Si estaba comprometido, mostraba mayor fiabilidad ante el Estado.

Estoy atravesando una tormenta emocional en la que me debato entre dos fuerzas opuestas: el deseo de creer en la sinceridad de Ashton y el peso del resentimiento arraigado en mi corazón.

Es como si una parte de mi armadura emocional comenzara a resquebrajarse, mostrando la vulnerabilidad que se esconde detrás de mi fachada de indiferencia y odio.

Y esto viene asi desde que él volvió a mi vida. Desde el momento que cruzo esas puertas en el tribunal, algo se viene rompiendo dentro de mi y no se si estoy lista para que todo salga a la luz.

Y como si él supiera que esta cerca de cambiar algo, sigue hablando: —Creí que lo mejor que podía hacer por ti era sacarte de ahí y darte la mejor vida que pudiera pagar. ¿Sabes que termine en el cuadro de honor en la universidad? Y fue solo para tener las mejores notas que validaran mi futuro laboral para poder mantenerte. Siempre has estado presente en cada paso que he dado desde que me adoptaron y trabaje el triple de duro que los demás, solo por ti, por tu futuro.

Llevo tantos años odiándolo, es un sentimiento tan cómodo, tan familiar, tan real... Estoy en terreno desconocido, sin saber cómo sentirme, sin saber que más reprocharle.

Porque si lo que me dice es verdad, no había nada que reprocharle.

Nada.

Muerde fuerte su labio inferior y se acerca más a mí de lo que me hubiera gustado y se agacho levemente para estar a la altura de mis ojos. — ¿No lo entiendes? Ahora puedo darte el mundo, si quieres puedo comprarte un auto, un departamento, lo que tu desees, lo tendrás.

—Nunca quise dinero Ashton, solo no quería estar sola —Me apresure a responder, ofendida por su declaración.

Ashton asiente y vuelve a su postura erguida normal. —No volverás a estar sola, te lo prometo.

Quisiera elegir otras palabras, pero instantáneamente respondo lo primero que se me viene a la cabeza. —No hagas promesas, no eres bueno con ellas.

—Mierda Luna. ¿Qué quieres de mí?

Dijo mierda.


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