Capítulo 3
Mi apetito desapareció.
¿Cuántos días estaré aquí hasta que Ashton por fin decida echarme?
¿Cuántas peleas con Mara serán necesarias?
Pero eso no va a ser suficiente para que él me eche de aquí, no. Debo hacer más.
¿Qué plan que roce la moralidad podría llevar a cabo? ¿Soy capaz de hacer cualquier cosa por irme o tengo limites? Porque las cosas que se me ocurren para salir de aqui, no me parecen medidas.
Caí rendida en la cama. Me quedé dormida con la ropa que tenía puesta y me desperté alrededor de las tres de la mañana, lo se por el reloj grande que había en la mesita de noche, marcaba las 03:22.
Teniendo en cuenta que no era la hora del demonio, encendí la luz de mi cuarto y salí a inspeccionar el pasillo. Estaba todo el apartamento oscuro, no habían moros en la costa y yo necesitaba con urgencia ir al baño.
¿Hace tanto calor aquí o soy yo? Entiendo que es invierno, pero, ¿de verdad necesitan la calefacción al máximo toda la noche? Ni siquiera encendí la luz al entrar al baño. Cerré la puerta tras de mí y me quité el buzo, lanzándolo al suelo. El sudor en mi piel daba la impresión de que acababa de terminar una sesión de gimnasio.
Después de lavar mis manos y mojarme el rostro, me incliné para recoger el buzo del piso. Fue entonces cuando la puerta se abrió de golpe y la luz se encendió.
El susto fue inmediato.
Ahí estaba Ashton, en bermudas y camiseta. Bueno, llamarla "camiseta" es generoso, porque marcaba cada músculo de su torso. La bermuda, por otro lado, colgaba peligrosamente de su cadera, como si estuviera a un salto de caerse.
Ambos nos sorprendimos al vernos a estas horas de la noche. Por mi parte, intenté no mirar demasiado, pero la verdad es que era difícil ignorar lo obvio: Él sí que era merecedor de más de un vistazo. Esta fornido, podía divisarse algo con el traje de esta mañana, pero esto es una vista a otro nivel. Hasta podía observar como el resto de su cuerpo y músculos se tensaron. Volví a su rostro y se notaba que recién se había despertado, como yo.
Él tampoco parecía saber qué decir, aunque sus ojos no buscaban mi rostro. Me di cuenta enseguida de dónde estaba mirando y, al bajar la vista, entendí el problema: mi escote era demasiado pronunciado, y mis pezones no ayudaban en absoluto, como si el calor no existiera, uno pensaría que estoy muriéndome de frio.
Mas avergonzada de lo que me gustaría admitir, tape mis pechos cruzando mis brazos sobre ellos. Ashton no me miraba con lujuria, si no que parecía aterrado. Me aclaré la garganta y me atreví a hablar: —¿No golpeas la puerta?
En mi cabeza fue una pregunta totalmente a lugar, pero mi voz inestable la hacía sonar tonta. Cuando lo vi entrar al baño, sentí palpitar hasta mis pies, así que, no era extraño que mis pezones también se despertaran del susto.
—¿No enciendes la luz cuando vienes al baño a las tres de la mañana? —preguntó de vuelta, refregándose los ojos y cacheteándose así mismo levemente.
—¿No escuchaste que encendí el agua? No estaba siendo especialmente silenciosa —Mi enojo natural se hizo resplandeciente hasta que volví a bajar la mirada para ver su torso casi desnudo y me sentí totalmente vulnerable otra vez.
Era una obra digna de ver.
Me parecía extremadamente atractivo, lo cual es un problema, porque lo odio, por tanto, no debería ser guapo. Eso es un error por defecto.
Él no dijo nada y se rasco la cabeza, igual de incomodo que yo. Utilizando la otra mano, se subió un poco la bermuda. Entonces no cometía un error al suponer que esa prenda estaba en riesgo de no cumplir su propósito. —Necesito ir al baño, si puedes...
No entendí lo que me estaba pidiendo hasta que noté que estaba cortándole el paso al inodoro. Pegue un pequeño salto para impulsarme a caminar y tuvimos que chocar rozar nuestros cuerpos para habilitarnos el paso mutuamente sin que él saliera del cuarto. Cuando quedamos frente a frente, nos miramos fortuitamente y él alejó la vista enseguida. Debo reconocer que estoy actuando de forma poco cuidadosa.
Nos cruzamos apenas, pero fue suficiente para que la tensión en el ambiente aumentara.
Estoy a punto de cerrar la puerta detrás de mí, cuando él vuelve a hablar: —Tu comida está en el horno.
Cerré la puerta y me quedé ahí parada, esperando que mi corazón y mis piernas actuarán normalmente, pero no colaboraban conmigo ni para dar un par de pasos seguros a la cocina.
Al escuchar el sonido del lavamanos, supe que él estaba cerca de salir del baño y encontrarme en el mismo lugar en el que estaba cuando cerré la puerta.
Corrí como pude hasta la cocina, busqué tanteando las paredes el interruptor de la luz, y lo encontré. «Busca las cosas y cálmate». Carne con ensalada en el horno, estaba fría, pero no me importaba a estas alturas, moría de hambre y recién caí en cuenta de ello.
Cubiertos había en el primer cajón de los utensilios, lo supuse porque todas las personas lo ponen en el mismo maldito lugar.
—Te inscribí en una universidad comunitaria. Deberías empezar el lunes. ¿Te viene bien? —No escuche que se estaba dirigiendo hacia mi. O estaba sorda o él es muy sigiloso.
***
Coloque el primer bocado de carne en mí boca y disfrute en demasía el sabor. —¿De qué tipo de animal es está carne? Porque de vaca no es, ni de ningún animal de este planeta. Dios...
Sentí como se acercó a la mesa en la que estaba sentada y recién en ese momento, me animé a verlo. ¿Podía ponerse un abrigo por el amor de Dios? — Veo que eres fan de la carne.
Suelto de golpe los cubiertos y puse mis manos en mí cabeza, rascándome el cuero cabelludo, molesta. Ya de por si me ponía nerviosa verlo con ropa, no puedo verlo sin ella. —¿No tienes frío?
Él se movió rápidamente, escuché como abrió la puerta de su cuarto y la cerró. Luego, escuché otra puerta abrirse y cerrarse, todo esto en menos de 15 segundos de tardanza.
Volvió conmigo con una camiseta blanca puesta, que, aunque no se le veía la piel, seguía marcando sus pectorales. ¿Le gusta usar la ropa apretada?
En su mano lleva un abrigo de mujer, me lo tiende y lo mire extrañada. Levante el abrigo amarillo que había dejado en la silla a mi lado cuando me senté a comer y se lo mostré. Ashton abre la boca en señal de entender y asiente. Mueve la silla para sentarse en frente de mí con las manos juntas, las acomoda sobre la mesa y me observa un largo rato, su visión hace zigzag entre el abrigo y yo.
—¿Qué quieres? —Pregunté hastiada con comida en la boca.
—Deberías ponerte algo más además de eso. Te resfriarás —dijo, acomodándose en su asiento y presionando los labios cada tanto, como si estuviera conteniéndose.
Rodé los ojos. —Hace un calor infernal aquí. No tengo frío, para nada.
Tragué lo que tenía en la boca y me levanté para buscar un vaso de agua. Llené el vaso con agua del grifo, tratando de ignorar la presencia de Ashton, que seguía sentado en la mesa. Cuando regresé, lo vi concentrado en su teléfono, con el ceño fruncido.
—Ella es muy friolenta —murmuró, sin mirarme.
Creo que el que no me haya ido corriendo de la cocina cuando él se sentó en frente de mí, lo hizo malinterpretar las cosas. No tenía interés de mantener una conversación con él.
—Si, bueno, no le vendría mal ponerse un poco más de ropa para no tener tanto frío. Aquí es un horno —Respondo agarrando el plato y levantándome para llevar la comida a la habitación.
Ashton noto mis planes y se paro conmigo. Suspiré y cerré los ojos un momento, intentando reunir paciencia. Cuando los abrí, me quedé observándolo. Algunos mechones rebeldes de su cabello caían sobre su frente. Intentó apartarlos con la mano, pero no tuvo éxito. Sus músculos, tensos incluso en los gestos más simples, se movían como una coreografía hipnótica, cada vez que se mueven son demasiado para mi, mucho mas a las tres de la mañana sin las ideas claras.
Sentí un calor incómodo entre las piernas. Un claro indicador de que necesitaba marcharme de inmediato.
—No respondiste a mí pregunta —dice levantándose e imitando mi mismo recorrido por el agua.
— ¿Para qué? No voy a estar por aquí mucho tiempo, ya te lo he dicho más veces de las que me gustaría, además, no me interesa seguir una carrera.
Camina hasta el pasillo, con el vaso en su mano—. Te doy dos opciones, o vas este lunes o irás el martes. Tú decides. Mañana me informas.
Y con eso, desapareció, dejándome con la garganta cerrada de frustración. Nadie, nunca, me había arrebatado la última palabra.
Pero en realidad, siempre quise ir a una universidad, pero dados mis antecedentes, no creí que nadie me aceptara.
Ahora eso no tiene sentido, me ire de aqui, no importaba. No iba a permitir que algo así me atara a Ashton. No podía.
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