Capítulo 2
Pasaron veinte minutos y por fin bajamos de la autopista, hace años no estaba en la ciudad y es más ruidosa de lo que recordaba. El tránsito y la cantidad de gente que circulaba por la calle era lo que uno esperaría de Houston, pero todavía no me había mentalizado. De solo ver hacia el exterior por la ventanilla, me dio dolor de cabeza. Las bocinas, el conglomerado de personas, las luces, Ashton, todo en conjunto está destrozando mis sentidos, me siento mareada y con reacción nula.
Diez minutos después, el viaje fue silencioso y se sintio una tortura. Nos detuvimos y por fin abrí los ojos. Ashton salió del coche y escuche como un hombre le pregunta cómo estuvo el viaje. Ashton sonaba cálido con él, como si fueran amigos.
—¿Cómo está Lidia? —pregunta Ashton abriendo la cajuela.
—El bebe la mantiene ocupada, pero está feliz. Quería comentarte sobre tu oferta... —responde apresurado, pero Ashton lo corta.
—Hablaremos en otro momento, ahora tengo compañía, pero la oferta sigue en pie.
Me quité los tacones, no había forma de que pudiera caminar con ellos sin correr el riesgo de romperme el cuello.
Tome un par de respiraciones, y antes que de Ashton abriera la puerta por mi, yo lo hice y sali del coche. Por el uniforme, el hombre con quien hablaba Ashton es el portero del edificio. Asentí con la cabeza en señal de saludo.
—Buenos días señorita. ¿Cómo es su nombre?
—Luna. ¿El tuyo?
—Bellman, estoy a su disposición —dice con una alegría contagiosa. Le sonreí y volví a asentir.
No me moleste en voltearme, pero sabía que Ashton estaba detrás de mí y eso fue suficiente para volver a mi cómodo lugar de incomodidad a su alrededor.
Una mujer sale corriendo del edificio a nuestra dirección con una sonrisa dolorosa de ver, era muy... Exagerada.
— ¡Mi amor, ya llegaste! —Su voz chillona casi me hace sangrar los oídos. Ya no se siente necesario arrancarme los oídos para no volver a escuchar a Ashton, ya que ella me dejó media sorda.
La chica tiene un vestido lila que le llega hasta los muslos, unos pechos hermosos que eran imposibles de omitir. Su cabello es plateado y corto, le llega a los hombros. La mujer es una verdadera modelo, imposible no verla al pasar.
Ella le dio un beso en los labios y yo aparté la vista al instante, no quiero ver eso.
—Te extrañé —susurra la mujer una vez que el beso fue finalizado. Volteo a verlos otra vez y ella rodea su brazo en la cintura de Ashton, luciendo pequeña a su lado, aunque fuera más alta que yo. Esperé una actitud falsamente amable por su parte, pero en cambio me dio una mirada de rotundo rechazo y asco.
—¿Esto es, Luna? —pregunta ácidamente mientras pone una mano en su boca, actuando sorprendida por lo que acaba de decir—. No, lo siento, ¿ella es Luna?
Así es como va a ser entonces.
Me reí mirando mis pies descalzos en la acera, pensando en que será muy divertido para mí vivir con ella, al mismo tiempo, hará más fácil para mí hacer que a Ashton le de igual que huya lejos de aquí. Sencillamente la llevare al limite. —Wow, es una dulzura Ashton. ¿Dónde conseguiste a una zorra que sepa hablar? De seguro es un espécimen único.
Ella soltó un grito dramático y jaló la camiseta de su novio varias veces sin dejar de observarme estupefacta, esperando una reacción de él, la cual no consiguió.
—Ella es Luna —responde fulminando con la mirada a su chica—. Me complaceria mucho que ambas se llevaran bien. Luna, Mara. Mara, Luna.
Solte un bufido y entrecerre los ojos en su direccion. —Mi misión en la vida es tratar de complacerte Ashton —Le sonrei a Mara y le guiñe un ojo en señal de complicidad—. Tranquila, de todos modos no nos tendremos que ver mucho tiempo, dentro de poco no nos volveremos a ver de hecho.
—Eso no va a suceder —me responde Ashton viéndome directamente, incluso hay una leve amenaza en sus ojos.
—No hablaba contigo —replique fulminandolo con la mirada.
—¿Vas a dejar que te hable asi? —Murmura entre dientes a Ashton. ¿Que puede hacer para evitarlo? ¿Echarme?
Ashton no escupió ninguna respuesta, así que Mara volvió al complejo dando pisoteadas al suelo. Hasta me estremecí un poco por el porcelanato que pisaba con tanta rabia.
Él rueda los ojos y pasa la mano por su frente fruncida. —No vas a conseguirlo, Luna...
—¿Ah no?
Le concedi una sonrisa de oreja a oreja y segui los rastros de su novia enojada.
Recibí miradas curiosas todo el trayecto al ascensor y el pasillo del piso nueve, supongo que no es comun ver gente descalza en este edificio. Deberian preocuparme no tener mis cosas, pero la realidad es que no tenia mucha ropa, siempre usaba lo mismo, el closet era el menor de mis problemas.
Cuando crucé el umbral de la puerta lo primero que vi fue el salón. Los muebles eran todos demasiado modernos. Un sofá blanco y negro, en frente una televisión que estaba sostenida por algo parecido a una mesa, pero al mismo tiempo, parecía un florero gigante. ¿Qué es eso?
Estaba lleno de flores en cada rincón del cuarto, también en las paredes colgaban muchos cuadros tenebrosos. No trataría escapar de noche, anotado.
El piso era completamente blanco, y las paredes eran de un color de gris. Había una alfombra marron gigante debajo del sofá que era lo único que brindaba un poco de color en este lugar tan apagado.
—¿Cómo pagas este lugar con un sueldo de detective? Sé que no ganan mal, pero no lo suficiente para costear esto.
Ashton, que acababa de entrar detrás de mí, cerró la puerta con calma y apoyó la espalda contra ella, como si estuviera preparado para mi reacción.
—Este edificio es mío —dijo con total naturalidad.
Me giré hacia él, parpadeando incrédula.
—¿Eh?
—Mi padre me lo regaló. Él tiene catorce más.
Tuve que sentarme para procesar eso.
—¿Te adoptó un millonario?
—Sí —respondió, como si fuera lo más común del mundo.
Por supuesto. Porque Ashton Williams no podía ser simplemente un detective destacado. También tenía que ser un hijo de la élite.
—¿Quieres que te muestre la cas...?
—O... —Lo interrumpí a Ashton—. ¿Podrías traer mis cosas del centro de detención? Y luego, si te sientes un poco rebelde, podrías dejarme ir.
Resopla y ya me está sacando de quicio, pero no voy a dejar de intentar: —Vamos, a Barbie no le caí bien. Piensa que ya no seran libres conmigo aqui, en cambio si me voy, pueden follar todos los días en cualquier lugar de la casa. Yo gano, tu ganas, a los dos nos cierran las cuentas.
Él empieza a reír genuinamente. Me estremecí y dejé de verlo. Sentí un calor consumiéndome en mi estómago, subiendo hasta mis mejillas, si bien su voz y su cuerpo cambiaron radicalmente, su sonrisa seguía intacta.
Esta sensación nostálgica era abrumadora. Nunca me había pasado.
Se quita el saco que tenía puesto para ubicarlo gentilmente en el perchero que estaba colocado en la pared, al lado de la puerta. —No va a pasar, Luna. Dije estrictamente a seguridad que no te dejarán salir nunca de aquí sin mí. No intentes escapar porque te encontrare y...
Algo dentro mio impedía que siguiera actuando de forma engreída con Ashton en este momento, es como si se hubieran apagado mis ganas de discutir, solo quería dejar de hablar con él.
—¿Dónde voy a dormir hoy? —Nos miramos fijamente, retándonos uno al otro, unos segundos que fueron eternos.
Pasamos por el salón, la cocina y nos encaminamos hacia un pasillo, donde había cuatro puertas. Él me mostró que la última puerta del pasillo es el baño, los otros dos dormitorios y la siguiente es el lugar donde lavan la ropa y guardan las cosas de limpieza, además de cajas viejas.
Cuando termina de darme el innecesario tour, me lleva hacia la habitación donde dormiré al menos esta noche. Era... Gigante.
Es muy grande, aquí caben diez reclusas más y tendrían lugar para estirarse todos al mismo tiempo si quisieran. La cama de dos plazas estaba cubierta por hermosas sabanas de seda blancas y muchos almohadones. Había un ventanal bello que daba hacia la ciudad. La noche estaba espectacular. Di unos pasitos adentrándome en el lugar, anonada por todo lo que mis ojos veían y Ashton aprovecho mi reciente estado de sorpresa, entrando a la habitación conmigo y tomando un control que estaba en el escritorio al lado de la puerta, para que el ventanal sea cerrado por unas cortinas tipo roller de forma automática. El piso era literalmente una alfombra blanca, se veía suave.
—Iba a decirte que entres sin zapatos al apartamento, pero ya te los quitaste antes de entrar al edificio. ¿Quieres lavarte antes de pisar la alfombra? —Empece a negar con la cabeza cuando lo mire, su cuerpo parecía estar muy firme, incomodo y su voz suave contrasta con todo eso, discrepando con su comportamiento corporal.
Levanté mi pie y pude ver una pisada de tierra contaminando la pulcra habitación. Él tenía razón y descubrí que odio tener que dársela.
Alce la vista y quiero borrar de un golpe su mirada de suficiencia. —Déjame pasar al baño.
***
—Te tomaste tu tiempo, por un momento creí que intentabas salir por la ventana, pero no estaba seguro de que pudieras sobrevivir a nueve pisos de altura —Dice con un tono humorístico que no me hace reir en lo más mínimo.
—Gracioso. ¿Puedo instalarme? ¿O te quedarás viendo cómo me habituó a tu ecosistema? Porque desde ahora te digo, que voy a desnudarme y quiero evitarnos eso a los dos.
Sin mediar palabra, empieza a caminar apresurado fuera de la habitación. —En el armario hay ropa y toallas, tú puedes ir a ducharte cuando...
Antes de que terminara de hablar, le cerré la puerta en la cara. Me tiré en la cama y traté de volver a respirar con tranquilidad mientras miraba el techo.
Si esta mañana me hubieran dicho que hoy sería el día que vería a Ashton, me reiría en su cara. El universo es una perra. ¿Por qué ahora?
Me quedé solo contemplando la habitación. Nunca tuve una habitación para mi sola, mucho menos de esta magnitud.
Caminé hacia el armario, abrí sus puertas y no había un rincón sin ropa. Ropa de todo tipo, holgada, cernida, juvenil, formal. Es el stock que tendría una tienda en el centro.
La ropa que tengo puesta es nueva, pero aun así, entre las idas y venidas, los nervios, su aroma... Mi aroma era todo menos agradable.
En el Centro permitían que laváramos nuestra ropa una vez por mes y el baño dos veces por semana. Nunca me pareció higiénico el asunto, pero te acostumbras.
Me moría por un baño.
Tome una musculosa negra, un buzo amarillo y un pantalón cargo talle cuarenta y dos, siempre quise tener uno. Me sorprende encontrar que hay varias prendas de distinto talla, oscilando desde talla S a XXL.
Abrí el cajón donde está la ropa interior y todos los conjuntos son diminutos, literalmente, las pantis podía caberme apretando fuerte mi cadera, pero los sostenes no son de mi talla y aunque intentara, no habría forma de que me cerraran.
Una vez que tenía toda la ropa preparada, abrí lentamente la puerta de mi habitación. Escuché al final del pasillo el ruido que estaban haciendo en la cocina y justo enfrente de mí, a Mara hablando por teléfono. En puntillas voy al baño más elegante que vi en mi vida. Hasta tienen jabones con forma de flores y un espejo gigante. Dos lavamanos y lo que mas me llamó la atención: Un retrete limpio.
Bañarme fue como volver a renacer. Tomé todos los productos que vi en la bañera, y cuando digo todos, digo los treinta y cuatro productos para el cabello y exfoliantes para cuerpo que encontré.
***
Sentía mi cabello suave, como nunca antes lo había sentido. Apague el agua, salí de la ducha, me planté frente al espejo y limpié el empañamiento que había en el. Si no contáramos el golpe que aún tenía en la cara, me veía extrañamente bonita. El pelo está mojado, pero rectifico, el rojo me sienta verdaderamente bien.
Me sequé y vi un cepillo de dientes sin abrir apoyado en la cerámica que sostiene el lavamanos. Dude brevemente si abrirlo o no, no era mío, nada de esto era mio, pero aun así, tenía tantas ganas de usarlo...
Lo hice, lo abrí. No puedo recordar cuándo fue la última vez que utilicé un cepillo de dientes nuevo.
Completamente nueva, salí del cuarto de baño tan relajada, que ni me molesté en levantar mis pies al caminar, arrastrarlos me parecía correcto. Iba a entrar directo a la habitación de nuevo, pero olí la comida. Carne. Era carne.
Lo único que podía hacer que me moviera hacia estas personas, era la comida. Y la carne me vuelve loca. Ashton estaba cocinando mientras escuchaba los susurros quejumbrosos de su novia.
Yo también podía oírlos.
—¿Qué haremos con esta chica? No sale de un colegio, sino de detención Ashton. Es peligrosa. ¿Como la dejaremos estar aquí sola sin miedo a que nos desvalije la casa? Yo te dije que no sería buena idea. Yo no quiero dormir con un ojo abierto. ¿Acaso no te das cuenta? Esto arruinará nuestras vidas. Entiendo que creas que se lo debes, pero te traigo noticias, ¡No le debes nada! ¡No es tu sangre! ¡No es tu culpa que tu padre te dejara con su madre y que ella dejara a su hija a su suerte!
Vi de refilón como ella se movía de un lado a otro, agitando sus brazos como si estuviera pidiendo auxilio. Puse mis manos en un puño, para apretar fuerte y contenerme de llorar.
Voy a aparecer en la escena, gritándole todo lo que pienso de su culito y su gran bocota. Eso voy a hacer. La voy a humillar tanto que...
—¡Mara! —grita Ashton asustándome mas a mi que a ella, hasta me detuvo en seco—. Te he dicho que, si querías, podías irte. Cuando empezamos a salir, te advertí cuáles eran mis planes, los aceptaste y hasta te parecían honrados. ¿Y ahora qué? Hablas mal de ella, incluso le faltas el respeto apenas la conoces. ¿Cuál es tu problema?
Ella suelta un bufido y se queda parada en el lugar, sin moverse como una maniática, como hacía hace unos segundos. —Ella también lo hizo.
Él apoya la sartén de una forma violenta, pero no eleva la voz para decirle: —No, estás equivocada, ella se defendió de lo que tu le dijiste. Ella vivió toda su vida sola, aprendió a defenderse Mara de cualquier situación, sola. Ya bastante difícil fue su vida para que tu creas que puedes juzgarla.
Era una sensación reconfortante que él me defendiera tan fervientemente, pero solo duro un instante, al siguiente, entendí que lo que movía a Ashton era la lástima que tenía hacia mí. No necesitaba que nadie se apiade de mí, ni siquiera yo me compadezco de mí misma.
Lloriquea golpeando la heladera que estaba al lado de Ashton, para darle énfasis a sus palabras: —¡Yo también tuve una vida difícil!
—¡Ashton! —Llame su atención, él se volteo y me miró desde las puntas de los pies hasta la cabeza, por primera vez me miraba como una persona normal, y no como un perrito herido que rescato de un refugio— No necesito que me defiendas, pero esto es a lo que me refería cuando te dije no quiero nada contigo. No necesito nada de... —La señala a la chica que estaba llorando en una esquina del cuarto— Esto.
Ella sonríe y lo abraza a él por la cintura, claramente satisfecha por mis palabras. Acurrucándose y moviendo su cabeza en su pecho, como un gatito, le susurra: —¿Lo ves? No la estás ayudando amor...
—¡Basta las dos! —Ashton se quita el delantal que estaba usando para no ensuciarse la ropa al cocinar y lo tira lejos— Mara, me estás volviendo loco, en serio, tienes que parar porque mi cabeza ya no tolera tus gritos y tus quejas, ¿puedes parar, por favor? Y con respecto a ti —Me señala y se acerca—. Yo soy tu protector legal ahora, no puedes irte y si lo haces, voy a encontrarte. No vas a volver a esa cárcel ni tampoco vas a vivir en la calle, eso no va a pasar mientras yo viva.
Me rio en su cara, el olor a crema de afeitar y su perfume inunda cada parte de mis sentidos. Ya no era ni por asomo el niño que conocí. Era otra persona, adulta y autosuficiente y con una personalidad fuerte, casi tanto como la mía. Me atreví a tocar con la punta de mi dedo índice, su pecho, apuntando y respondiendo a cada uno de sus puntos con palabras dueñas del resentimiento que aún tengo incrustado en mi ser: —No te necesito, no te pedí ayuda, no me sirves.
Él hace una mueca. Niega mirando el suelo y de nuevo a mí, tratando de leer mi rostro totalmente teñido de enojo, lo tengo así desde que tengo memoria. Veo que su postura se relaja un poco una vez que me observa con detenimiento y se separa unos centímetros para rodearme e irse para el pasillo, no sin antes decir: —Ponte cómoda y relájate porque tú de aquí no te vas. Si sigues con esa idea y si lo intentas, te prometo que te encadenare en tu habitación. ¿Soy claro ahora?
Aprieto mis dientes, rogando que se rompan así podía pensar en cualquier otro dolor al que Ashton provocaba en mi cabeza. De lo único que estaba segura esta noche, es que no iba a dejar que la suya sea la última palabra: —Entonces no te importa lo que yo quiero, ¡Lo único que tú quieres es hacer desaparecer tu culpa! ¡Déjame que te dé la mala noticia Ashton! ¡No se irá jamás!
Justo en el momento que termine de gritarle, él cierra de un portazo la puerta de su cuarto. Me quedé sola con pechugas bellas y le sonreí.
—Sigue trabajándole la cabeza a ese hombre y de seguro me dejara irme, no te rindas —Le dije sabiendo que ambas queríamos lo mismo, no me convenía tenerla de enemiga, al contrario, podía ser mi aliada.
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