Capítulo 12

—¡Ya voy! —grité a la persona insistente que estaba golpeando la puerta del departamento una y otra vez. Ashton y Mara no estaban y yo había vuelto hace menos de una hora de la universidad.

Vi por la mirilla de la puerta que era el oficial Mantiel.

—¿Que quiere? —pregunte con una voz odiosa.

—¿Te olvidaste de los visitas? Dejame pasar.

Suspire y abrí la puerta, dejándolo pasar. Su mirada severa  me recorrió de pies a cabeza.

—Señorita Cooper —dijo a modo de saludo, su voz grave llenando el espacio entre nosotros—. ¿Como se encuentra?

—Nunca estuve mejor —respondí con sarcasmo.

Mantiel avanzó con pasos medidos y dejó la carpeta sobre la mesa del comedor. Observó el lugar con detenimiento, como si buscara algo fuera de lugar. Yo me crucé de brazos, apoyándome contra la pared. Luego, el camino hacia el pasillo y entro en el baño, indago en el, luego fue el turno de la habitación de Ashton y Mara y después, la mia. Me costo mucho, pero no dije nada, sabia que es parte de su trabajo inspeccionar la casa en busca de algo anormal.

—Bonito departamento —comentó, aunque su tono era neutral—. ¿Cómo ha ido todo desde la última vez que nos vimos?

—Igual que siempre, supongo, empece la universidad —respondí, encogiéndome de hombros.

—Sé que aun no te has comunicado con la terapeuta que se te asigno.

Sentí un nudo en el estómago al saber que estaba en falta. No me di cuenta hasta este momento del miedo que tengo de volver al centro.  Evité su mirada, enfocándome en una de las macetas llenas de flores que decoraban la sala.

—Bueno, sobre eso... no he tenido tiempo —dije, intentando sonar casual.

Mantiel suspiró, claramente irritado. Se quitó las gafas y las limpió con un pañuelo que sacó de su bolsillo.

—Luna, asistir a terapia no es opcional. Es parte de tu acuerdo. ¿Sabes lo que eso significa, verdad?

—Sí, lo sé —murmuré, jugando con el dobladillo de mi camiseta—. Es solo que... no soy muy buena hablando de mis sentimientos.

—Ese es exactamente el punto de la terapia —replicó, con una paciencia que parecía estar al límite—. No se trata de lo que te guste o no. Se trata de cumplir con lo estipulado para que puedas demostrar que estás comprometida con tu rehabilitación. Esto no es negociable.

Lo miré, intentando leer en su rostro si realmente esperaba que esa conversación cambiara algo. Él, por supuesto, permaneció imperturbable.

—Además —continuó—, tengo entendido que el Señor Williams está haciendo un gran esfuerzo por ayudarte. Él también tendrá que responder si decides ignorar tus responsabilidades. ¿Eso es lo que quieres?

Ese comentario me golpeó más de lo que esperaba. No quería que Ashton tuviera problemas por mi culpa.

—No, no quiero que él tenga problemas —admití, mirando mis pies.

Mantiel asintió, aparentemente satisfecho de que algo hubiera hecho mella.

—Bien. Entonces quiero que te comprometas a asistir a las próximas sesiones. Voy a verificarlo personalmente con el terapeuta. ¿Entendido?

—Entendido —murmuré, aunque no pude evitar rodar los ojos.

Él me lanzó una mirada de advertencia, como si supiera exactamente lo que estaba pensando.

—Recuerda, Luna, esta es tu oportunidad de empezar de nuevo. No la desperdicies.

Con esas palabras, tomó su carpeta y se dirigió a la puerta. Antes de salir, se giró para mirarme una vez más.

—Nos veremos pronto. Y espero escuchar mejores noticias la próxima vez.

Cuando finalmente se fue, me dejé caer en el sofá, dejando escapar un largo suspiro. Claro, como si cambiar toda una vida fuera tan fácil como cumplir un horario.


***

El viaje hasta el consultorio de la terapeuta fue un recordatorio de por qué odiaba esta parte de la ciudad. Las calles estaban llenas de transeúntes que parecían siempre apurados, las bocinas de los autos resonaban en cada esquina, y el transporte público era una prueba constante de paciencia.

La universidad comunitaria esta a tan solo quince cuadras del departamento, tranquilamente podia llegar caminando y las calles no están tan concurridas como aquí.

Cuando finalmente llegué a mi destino, estaba agotada y de mal humor, pero también sabía que no podía darme el lujo de volverme a casa. Mantiel se aseguraría de verificar que estuviera aquí.

El edificio donde estaba el consultorio era moderno, con una fachada de cristal que reflejaba el cielo gris. Subí al tercer piso en un ascensor silencioso, mis manos sudaban dentro de los bolsillos de mi chaqueta. Al salir, me encontré con una recepción pequeña y minimalista. La recepcionista, una mujer de cabello recogido en un moño impecable, me dio una sonrisa profesional que no llegó a sus ojos.

—Señorita Cooper, ¿tiene cita con la doctora Morgan? —preguntó, revisando una tablet.

Asentí, sintiendo que mi garganta se cerraba un poco.

—Tome asiento. La doctora la llamará en unos minutos.

Había revistas ordenadas en una mesa de centro, pero ninguna logró captar mi atención. Finalmente, una puerta se abrió y una mujer de mediana edad, con cabello castaño y lentes de montura delgada, apareció. Su sonrisa era cálida, aunque no excesiva.

—Luna, ¿verdad? Soy la doctora Morgan. Pasa, por favor.

Me senté en el sillón que ella indicó y traté de no mirar alrededor demasiado. Morgan se acomodó en un sillón frente a mí, cruzando las piernas y sosteniendo un cuaderno en el regazo.

—Antes de comenzar, quiero agradecerte por venir. Sé que dar este paso no siempre es fácil —dijo con voz tranquila.

—Bueno, no tenía muchas opciones —respondí, cruzando los brazos.

Ella asintió, como si esperara esa respuesta.

—Aun así, estás aquí. Eso ya es algo. Esta sesión es solo para conocernos y establecer una base. No necesitas contarme nada que no quieras, pero estoy aquí para escucharte.

Solté una risa nerviosa.

—No sé ni por dónde empezar.

—Por donde quieras. No hay una forma correcta o incorrecta de hacerlo. ¿Qué tal si me cuentas un poco sobre lo que te trajo hasta aquí?

Miré mis manos, jugando con el dobladillo de mi chaqueta. Era difícil poner en palabras todo lo que había pasado, pero algo en su mirada me hizo sentir que, tal vez, no sería tan terrible intentarlo.

—Está bien —dije finalmente, tomando aire—. Cuanto tenia diez años...

***

—¿Te molestaría que fuera a buscarte después de la universidad? —dice Ashton llamando mi atención. Creí que ya se había ido al trabajo.

Di tantas vueltas con la cuchara, el cereal y la leche que el maíz se hizo totalmente blando y poco apetecible. Lo dejé a un lado y dirigí la atención a Ashton. —¿Por qué?

Su traje le quedaba pintado, era absurdo negar que no te quedas embobada de solo verlo. Puedo notar como un cuarto entero se queda sin aire cuando él entra, a veces, solo en muy pocas ocasiones, he olvidado respirar... Es demasiado intenso.

Tengo la teoría que hizo un pacto con el diablo o algo así. Ya demasiado creer que es joven y exitoso, además de eso, también es guapo. ¿Qué nos queda a nosotros, simples mortales?

La temperatura corporal sube de repente y quiero quitarme el suéter enseguida.

Sonríe molesto y se acomoda su corbata, ajustándola aún más, ese chico iba a asfixiarse. —¿Por que quiero hacerlo?

—No creo que sea buena idea, no quiero que nos pongamos una situación incómoda donde debamos estar solos y tener que tener una conversación forzada —Evaluar sus expresiones y sacar una conjetura de que está pensando a medida que hablo, a veces es muy difícil, porque muy rara vez se inmuta—. Mira Ashton, yo no te agrado y tú...

Me detiene hablando con un tono más alto, mi voz queda oculta debajo de sus palabras. —No asumas cosas que yo jamás he dicho Luna. Yo te aprecio.

«Qué encantador»

Lo detuve y quise darle un pie para que se relaje mostrándole las dos palmas de mi mano en señal de tregua. —Cálmate, no te frustres, creí que solo estaba clarificando el hecho de que no nos llevamos bien.

—No sé por qué siquiera te consulto —Veo que quiere atinar a pesar su mano por su cabello, pero este estaba lleno de gel y arruinaría la manera uniforme en la que lo acomodo. Apretá su puño y se acerca a mi

Su aliento choca apenas con mi cara. —Iré a recogerte a la salida —Me avisa y se acerca a mi rostro mirándome fijamente la mejilla. Pude ver un pequeño titubeo en donde dirigía su vista, entre todas las facciones de mi rostro, centrándose unos pocos microsegundos en mis labios. Los fruncí como acto reflejo y él pareció darse cuenta de mi reacción, por lo que aproximo su mano rápidamente y limpio la comisura de mi labio y también mi mejilla, claramente, había manchado mi cara con el desayuno—. Se come con la boca, no con la cara Luna.

Sé que lo dijo para molestarme, vamos, él estaba bromeando, incluso esbozo una sonrisa, pero aun así, me agarro desprevenida y muy, demasiado, vulnerable. —Tú... tú... puedes irte a la mierd...

No me dejo tomarme el tiempo para pensar insultos magistrales hacia su estúpida persona porque ya habia cerrado la puerta, dejándome con la palabra en la boca.

Mi mente quedo divagando entre cientos de pensamientos desordenados pero con un denominador en común: Ashton.

Estaba inmóvil, apretando mis manos en un puño. Mi corazón estaba martillando errático contra mi pecho con solo su maldito toque.

Deje escapar un suspiro, no note que mi respiración era irregular hasta que él se fue de la casa. Aún tenía la sensación de su piel en los lugares de mi rostro que él tocó. Los vellos de mis brazos se erizan por la impresión... Y no es de una forma negativa. Mi estómago se revolvió, haciéndome cosquillas.

Con esta sensación de deseo en mi cuerpo, por fin, noto que algo anda mal.

Y ahora que ese pensamiento resuena en mi cabeza, el impulso habitual de correr lejos de todo esto, me invadió tal cual paso el día que intente escaparme. Definitivamente, cualquier lugar donde estuviera Ashton era el último lugar donde debería estar.

¿Que será de mí más adelante? ¿Es normal lo que me está ocurriendo? Porque por lo que pude observar, cualquier fémina que esté cerca de Ashton se vuelve loca a su alrededor, por lo que, tal vez, no soy tan inmune a él como creí que seria.


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