Capítulo 11

Había un programa de televisión del que las chicas estuvieron hablando todo el día, algo así como vampiros y lobos: Enemigos y amantes. Me dio vergüenza decir que la trama me llamó la atención, pero así fue, así que escuché con atención y logré averiguar que a las nueve de la noche iba a estar al aire un capítulo estreno, así que llegué a casa y vi toda una temporada en la laptop. Es muy mala y al mismo tiempo estoy totalmente enganchada.

Hoy es el estreno de la segunda temporada, se que Mara no está porque escuche como le dijo a Ashton que iba a quedarse con unas amigas en la noche y Ashton nunca está en la sala, así que cuando fueron las 8:50 marche directo hacia la sala, preparada para saber que ocurrio despues de que le dispararon con una bala de plata al vampiro.

Para mi sorpresa, Ashton estaba en el medio del salón con papeles arriba de la isla de la cocina, fotos y un tablero de corcho vacío detrás de él. Luce como si acabara de llegar.

Él me ve y asiente en modo de saludo.

—¿Trajiste el trabajo a casa, eh? —Le dije dirigiéndome al sillón que está en frente de la pantalla.

—Algo así. No podía dejar de pensar en este caso, está volviéndome loco —contestó sin siquiera mirarme. Comenzó a tomar lo que parecían ser fotos de una escena del crimen y vi como no sabía cómo colocarlas en el tablero. Era difícil ignorarlo, a pesar de que lo intenté.

Dejé el control remoto y me giré hacia él, sentándome en el respaldo del sofá.

—¿Es esto lo que haces todas las noches? ¿Revisar fotos de puertas rotas y vitrinas vacías?

—Es un caso de un ladro en serie —dijo sin levantar la cabeza. Sus dedos pasaban rápido por las imágenes, como si buscara algo que se le escapaba—. Tres casas en dos semanas. El ladrón entra, toma objetos de alto valor y desaparece sin dejar rastro.

—¿Y tu trabajo es adivinar cómo lo hizo? ¿O estás aquí para decorar el tablero con chinchetas? —Me crucé de brazos, observando cómo clavaba las fotos en el corcho con más fuerza de la necesaria.

—Mi trabajo es resolverlo, y no necesito tus comentarios sarcásticos. ¿Por qué no vuelves a...? —Se detuvo un segundo, levantando la vista hacia mí—. ¿Qué haces aquí, de todos modos? Siempre estas en tu habitación.

—Podría preguntarte lo mismo. Pero parece que tu emocionante vida de detective consiste en mirar fotos de alfombras sucias.

Rodó los ojos, volviendo a su tablero. Pero yo ya estaba intrigada. Me levanté del sofá y caminé hacia él, echando un vistazo más de cerca. Las fotos mostraban interiores de casas, una con un jarrón roto en el suelo, otra con una ventana destrozada y una más con una cerradura forzada.

—El tipo usa guantes, ¿verdad? —pregunté, señalando la ventana rota—. No hay huellas visibles en el marco.

Ashton se tensó. Me miró como si acabara de interrumpir una ceremonia sagrada.

—Por supuesto que usa guantes. No es su primer robo.

—Obvio —respondí, inclinándome sobre las fotos. Había algo que no encajaba, lo cual era muy notorio y esperaba que Ashton lo hubiera notado antes. Tomé una de las imágenes y la estudié más de cerca—. ¿Sabes que él no entra por la ventana, verdad?

—¿Qué? Claro que sí. La ventana está rota.

—Sí, pero mira ésto —señalé el borde inferior del marco—. No hay vidrios dentro de la casa, todos están afuera. Si hubiera roto la ventana para entrar, habría trozos de vidrio dentro.

Ashton frunció el ceño, tomando la foto de mis manos. Estaba claro que no lo había notado antes.

—Entonces, ¿cómo entra?

—Por la puerta principal, probablemente —respondí—. Mira esta otra foto. La cerradura parece intacta, pero la madera tiene marcas. El tipo sabe cómo forzar una cerradura sin hacer ruido. Rompe la ventana después para despistar.

Por un momento, Ashton no dijo nada. Simplemente me miró, y luego su cejo se pronuncio aun mas y puso su mano en su frente, maldiciendo en voz baja. —¿Como no he notado eso? Soy un...

—No eres un idiota, al menos no en esto, solo subestimaste al ladron, es comun. Muchos son muy inteligentes. Yo lo era, menos esa noche, no conté con que podía traicionarme.

—¿Quien te traicionó?

—Mi ex. No se por que, pero por algun motivo, queria que me descubrieran y me delato.

Vi que quería seguir indagando, pero mi expresión le hizo saber que no quería hablar de eso

—Tienes mucha experiencia en esto, ¿verdad? —dijo con un tono que no supe si era sarcasmo o admiración.

—Digamos que tengo un ojo para los detalles. Y que también solía evitar ventanas; siempre hacen demasiado ruido.

Ashton soltó una carcajada baja, pero rápida.

—Está bien, Sherlock. Si eres tan lista, ¿también sabes qué se llevó y por qué?

Me encogí de hombros.

—Depende. ¿Qué tienen en común las víctimas?

Él hizo una pausa, como si sopesara si debería responderme. Luego suspiró.

—Son coleccionistas. Joyas, relojes antiguos, arte.

—Entonces no es un ladrón cualquiera. Tiene que saber cómo vender lo que roba sin levantar sospechas. Probablemente tenga un comprador fijo, alguien que pague bien. Hay un hombre en...

Empecé a decir, pero cerré la boca enseguida. ¿Debería delatar a uno de mis ex compradores?

—¿Tienes una idea de quién puede ser el comprador entonces?

—No.

—Luna, no debes protegerlos, ellos no te protegerían a ti si estuvieran en la misma situación.

—¿Qué cargos tendría?

—Me encargaré que no esté mucho tiempo en la cárcel, tal vez dos años.

—¿Bajo qué cargos? —repetí, cruzándome de brazos y mirándolo con la ceja levantada.

Ashton dejó de reorganizar las fotos y me miró con algo de frustración. —Receptación de bienes robados, asociación ilícita... tal vez encubrimiento, dependiendo de cuánto sepamos sobre su papel en todo esto. Si él colabora, podemos llegar a un trato y el tiempo en la cárcel será mucho menor.

—Si te doy un nombre y resulta ser el comprador, ¿cómo sabes que no va a echarte mentiras? Ese tipo de gente no habla, Ashton. Ni por miedo ni por lealtad, simplemente no lo hacen.

—Siempre hablan. La cuestión es cómo los haces hablar. —Me lanzó una mirada de reojo que intentaba ser tranquilizadora, aunque fracasó.

Decidí cambiar de enfoque. Me acerqué al tablero y señalé una de las fotos. Era una de las casas robadas, con un aparador vacío en el centro del encuadre.

—Mira esta casa. ¿Qué había aquí?

—Un juego de relojes antiguos. El dueño los compró en una subasta privada hace unos años.

—¿Qué más compró en esa subasta? —pregunté, sin apartar la mirada de la imagen.

Ashton frunció el ceño, como si mi pregunta no tuviera sentido. Pero después de un momento, lo vi detenerse a pensar.

—No lo sé. Supongo que habría más artículos en la lista de compra.

—Exacto. Si el ladrón sabía exactamente qué robar, puede que no haya sido por el comprador, sino por alguien que conocía las adquisiciones. Podría ser alguien que trabaja en las subastas o tiene acceso a los catálogos.

Lo vi sacar su cuaderno y empezar a anotar rápidamente.

—Entonces, estás diciendo que este tipo podría no ser el comprador, sino el intermediario. ¿O tal vez alguien completamente ajeno al ladrón? —murmuró más para sí mismo que para mí.

—Podría ser cualquiera, pero ese catálogo es una buena pista para empezar. A menos que quieras sentarte aquí toda la noche mirando fotos.

Ashton me miró, sorprendido.

—Eres buena en esto —Su tono fue cuidadosamente neutral, pero sus palabras tenían peso.

—Lo soy —contesté, sonriendo. No era solo arrogancia, era verdad—. Dame papel y boligrafo, voy a darte los nombres que conozco.

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