Capítulo 1
—¡Arriba! ¡Vamos, no tengo todo el día! —Grito Olga, poniendo su aliento mortífero cerca de mi rostro mientras le pegaba con un palo a una olla. Estoy agradecida de que me haya despertado de ese recuerdo, hace tanto no veía su rostro en mis sueños.
—Luna, eres la única que sigue en la cama ¡Arriba, ya! —Grito en mi oído.
Me senté bruscamente y la fulminé con la mirada, hace muchos años no dejo que me maltraten aquí, hoy no va a ser la excepción. —¡Al menos lávate los malditos dientes antes de gritarme en la cara! ¡Guarra!
Rápidamente, su mano se mueve hacia mi mejilla. Creo que el bofetón se escuchó hasta en Canadá, es el cuarto que me da esta semana y recién estamos en miércoles. Tengo que mover mi mandíbula un par de veces para intentar volver a sentir la piel entumecida, pero no hay caso.
—¡Te dije que nunca me vuelvas a hablar así! ¿Quieres ser aislada otra vez?
Su amenaza provocaba escalofríos en mi cuerpo, pero no podía dejar que ella vea el miedo en mis ojos, no, eso la dejaría en ventaja. —La verdad, ahora que lo dices, preferiría dormir en cualquier lugar menos en este cuarto. Escuchando los gemidos de Jamie mientras se masturba se me es imposible dormir
Quinta bofetada.
Jamie es la chica que me hizo la vida imposible desde que llegué aquí, tiene veinte años como yo. Ojos azules y pelo rubio, es hermosa y la verdad no entiendo como termino aquí, nunca lo dijo, pero no me sorprendería con lo loca que está que matara a alguien. Con un par de internas tenemos la teoría que mato a sus padres, ya que nunca han venido a verla, pero nunca se sabe, a mí tampoco vinieron a verme y no están muertos... Creo.
—¡¿Qué hace él aquí?! ¡Lo denuncié por abuso! ¡¿Qué clase de enfermos cínicos son?! —Gritaron fuera de la habitación, no se quien es la interna, pero no me sorprende para nada el contenido de su reclamo.
Han existido varias denuncias de abusos por parte de las chicas hacia los oficiales de supervisión juvenil, pero todos han quedado en el olvido, nadie nunca las escucho, porque claramente, a nadie le importaba. Por el momento, a mí no me ha pasado, pero todas las noches duermo con un ojo abierto, así he dormido desde que tengo memoria.
—Si no te levantas en este mismo instante y te disculpas conmigo y Jamie te vas a quedar sin almorzar ni cenar —Olga volvió a enseñarme los dientes, lo cual me hizo hacer unas muecas de asco.
—Está bien... —Me levanté de la cama y miré a Jamie riendo mientras se sentaba en su cama para esperar una disculpa, el resto de las chicas estaba expectante—. Jamie... Lamento que tu novio y tú no puedan follar todo lo que quisieras, van a tener tiempo cuando salgan, pero masturbarte todas las noches no me deja dormir y Olga... lamento que no te hayan enseñado a usar pasta dental, ni tampoco jabón, sé que no es tu culpa.
Esta vez no me golpeo, me agarro de los pelos y me arrastró por el pasillo hasta llegar al final de este, cogió las llaves con su mano libre y como pudo, abrió la puerta del cuarto de aislamiento. Me tiro en el piso y me dio una última bofetada.
Hoy tendré la cara completamente hinchada.
—Te quedarás aquí tres días para que puedas pensar bien las cosas —Y cerró de un portazo.
—¡Deberían poner un cartel con mi nombre en la puerta! ¡Me siento en mi puto hogar! —Le grité. No sé si me escucho, pero era cierto, es tortuoso estar aquí, pero lo estoy la mayoría de los días del mes.
Antes intentaba comportarme, pero no cambiaba nada, porque una simple mueca y sonido me traían aquí, así que decidí darles motivos reales para encerrarme.
Este centro de detencion juvenil es una mierda. Una pocilga. Se que no deberia ser un palacio, pero al menos podria verse... limpio. Es gigante, eso sí, pero las paredes que tendrían que ser blancas son negras, en muchas habitaciones no hay piso, sino cemento. Está lleno de ratas y cucarachas, siempre cortan la luz y los baños... Creo que jamás fueron limpiados. No es mucho mejor de donde vivía antes con mi madre, aunque lo positivo es que siempre había alcohol en esa casa, ahora me vendría muy bien.
No pasaron ni diez minutos que la puerta volvió a abrirse. ¿Segundo round, quizás?
—Pedazo de mierda, ven aquí —Me di la vuelta para ver a Olga parada fuera de la habitación. Aún seguía en el piso donde ella me había dejado, aunque con la variante de que mi mano estaba acariciando mi lastimado cuero cabelludo.
—Ni pienses que me voy a disculpar —La vieja arpía me volvió a tomar del pelo sin sanar y me llevó hasta la cafetería. Creo que me arrancó un mechón.
—Espera aquí sentada —Se dio la vuelta y mientras se iba susurro: —Ni el mejor abogado del mundo te sacara de aquí.
La quedo mirando atónita ¿Abogado? ¿Sacarme? Faltan tan solo un año para que se cumpla el plazo que me dieron. ¿Quién querría sacarme? ¿Por qué?
Se están equivocando de persona, quien sea que haya venido, no vino por mí. Bueno, al menos salí de aislamiento.
Me acerqué al espejo que estaba al lado de la puerta. Estoy hecha un desastre. Tengo unas bolsas terribles abajo de mis ojos. Estoy muy pálida y tengo un par de moretones —hechos por Jamie— en los brazos y la mejilla colorada por las bofetadas. Cuando las personas que quieran adoptarme me vean se van a ir corriendo seguro, y deberían, para llamar a la policía e informales que está pasando aquí porque nadie del exterior parece tener idea. O tal vez no les interesa, mucha gente debe creer que nos merecemos estos tratos.
Mi pelo rojo está todo despeinado y mis ojos marrones no muestran ningún brillo. Me cuesta ver mi reflejo, no sé si la gente alrededor puede notar cada rasgo perdido, pero yo lo noto cada vez que me veo, todas las características, expresiones, movimientos que están perdidos en algún lugar de mi pasado.
Siento que perdí algo de mí misma.
Y ya ni siquiera me importa.
La puerta vuelve a abrirse con su característico sonido metálico. Esta vez no es Olga, es un hombre bien vestido con traje oscuro. En una mano lleva su maleta y en la otra, una funda oscura, lo único qué logro ver, es la percha que sale del mismo. ¿Trajo ropa?
—Buenos días, mi nombre es William Harper y soy tu abogado
—No tengo abogado...
—¿Eres Luna Cooper, verdad?
—¿Cómo lo sabes?
—Porque soy la persona que te va a sacar de aquí. Necesito que se ponga esto. —Su tono fue firme y confiado, pero aun así, no podía creer lo que me estaba diciendo. ¿Era un chiste orquestado por Jamie? No se me ocurre otra cosa—. Necesito que se ponga esto.
Me tiende la funda y me tomo unos instantes, pero se la acepto. Desconcertada, levanto la funda y veo un vestido cernido y formal, color celeste pastel. A continuación, él me da una liga para mi cabello y asiente la cabeza. Yo sigo sin decir una palabra
—Cámbiese y salga, la estaré esperando detrás de esa puerta, sé que no es lo mejor, pero le pido que se quite el calzado también, afuera le espera uno distinto.
—Dudo que me quepan.
—¿Treinta y seis, verdad?
Asentí a regañadientes y él se retira, dejándome sola para cambiarme.
Ate mi cabello aunque aún seguía todo enmarañado, un rodete es lo único que puede disimularlo un poco. El vestido me queda perfecto.
Tomo la ropa que acabo de sacarme y mis zapatillas y camino descalza dirigiéndome hacia donde está el supuesto abogado porque aún no me creo nada de lo que está ocurriendo en este momento.
Abro la puerta y lo encuentro con unos tacones blancos hermosos en su mano. Él asiente al verme como aprobando mi aspecto y deja los tacones para que me los ponga. —Jamás usé tacones, me voy a romper el cuello si camino con eso.
—Tranquila, vas a estar agarrada de mi brazo, la impresión es lo más importante en este tipo de casos.
Un oficial toma mi ropa y me sostengo del Señor Harper para colocarme los zapatos. Me calzaban perfecto. Intente dar un paso adelante y casi me caigo, pero ambos hombres fueron más rápidos y me tomaron antes de que mi cara se estampara contra el piso. —Te dije que me tomaras del brazo.
Eso hice al instante. —¿Vamos?
El abogado empezó a caminar conmigo de su brazo bastante rápido, teniendo en cuenta que mis pies se doblan cada dos por tres. —Lamento que tenga que caminar rápido, pero llegaremos tarde al tribunal y eso no nos ayudará. Tenemos una reunión con el juez que supervisa los casos como el de usted Señorita Cooper. Es importante que mantenga la calma, no puedo dar más detalle aún, pero necesito que confíe en mí.
Si hubiera sido físicamente posible, mi mandíbula hubiera quedado en el piso. ¿Podría salir antes? ¿Eso es posible? ¿Pero...? ¿Cómo? ¿Quién contrato a este hombre?
Cuando llegamos al patio de entrada y los guardias me dejan salir sin decir una palabra, termino de caer en cuenta. Esto es real. Estoy saliendo de aquí sin que se me tiren encima. Esto es increíble.
Hay un automóvil esperándonos afuera. El Señor Harper abre la puerta trasera y me invita a entrar. Lo obedezco. Él se sube a mi lado y el guardia que debe acompañarnos para procurar que no escape, se sube en el asiento de adelante.
Llegamos al edificio y se ve exactamente igual que hace cinco años. Un edificio imponente, con puertas de madera pesada que se abren a un vestíbulo lleno de gente caminando de aquí para allá.
Nos dirigimos a la sala de audiencias y una vez allí, esperamos afuera.
—Un guardia nos llamará cuando sea nuestro turno, tienes que dejarme hablar a mí. ¿Está bien? Y si el juez pide que tú hables, le dirás que acataras todo lo que se te ordene. ¿Entiendes?
Asentí dubitativa, no se me ocurre alguna condición que no aceptara con tal de ser libre.
—Luna Cooper, la están esperando —Dijo un señor con traje y suelto un gran suspiro. Inhale, exhale y me obligue a estar preparada mentalmente para lo que sea que ocurra ahí dentro.
Dentro de la sala el ambiente es solemne, con bancas de madera organizadas en filas y un estrado elevado donde el juez preside. El espacio está iluminado por luz natural que entra a través de las ventanas.
En las bancas, detrás de las mesas legales, hay gente sentada, cuchicheando entre ellos, apenas me prestan atención, se nota la expresión de preocupación en sus rostros. Están aquí por sus hijos, amigos, familiares.
Sigo al abogado hacia una de las mesas frente al estrado. El Señor Harper me indica donde sentarme y apoyándome en la mesa para no perder el equilibrio, obedezco. Una vez posicionados, veo al juez leyendo algo, parece ser mi expediente, pero tal vez tenga una revista oculta allí.
Me acerco lo suficientemente cerca de mi abogado para que solo él escuche lo que le digo. —¿Ellos son familiares?
Él asiente. Ante su basta respuesta, me remuevo incómoda en mi asiento. Miro a mi alrededor una última vez y al instante mis ojos se encuentran con una figura familiar sentado justo detrás de nosotros. Él ya está mirándome, fijamente. Es un hombre de pelo y ojos negros, parecía ser alto y sus hombros son anchos. Tenía un traje muy elegante. Es realmente bello. ¿Qué hace un hombre así aquí? ¿Y por qué me mira como si me conociera?
Lo evalué un rato y me di cuenta.
¿Es él? No, no puede ser.
—¿Ashton? —suelto de forma inconsciente, no fue mi intención decirlo en voz alta, aunque el sonido fue inaudible.
Tuve un mar de emociones. Deje algunos de esos sentimientos atrás y solo quedo enojo, ira, y rencor.
Quería hacer muchas cosas. Correr lejos, gritarle, cometer algunas acciones violentas. Pero no hice nada, me quedé allí viendo cómo él me miraba fijamente.
—Orden en la sala, damos por empezado el pedido de libertad de Luna Cooper.
Me obligo a voltearme para mirar al juez, trago saliva y el anciano con rostro severo, revisa con más detenimiento mi expediente.
—Luna Cooper, condenada a los quince años por multiples delitos de hurto menor, actualmente bajo custodia en un centro de detención juvenil. Su condena estaba programada para finalizar el próximo año, cuando cumpliría veintiún años. Entiendo que su abogado ha solicitado esta audiencia con una moción para modificar la sentencia. Abogado, tiene la palabra.
El Señor Harper se pone de pie mientras alisa su corbata. —Gracias su señoría. Me presento ante usted en representación de Luna Cooper. Una joven que, si bien ha cometido errores en el pasado, ha demostrado en estos últimos años un esfuerzo genuino por reformarse. Mi defensor da un paso al frente, sosteniendo un archivo con varios papeles.
—Mi cliente tiene excelentes notas, es ayudante en la cocina, hace trabajo comunitario y si bien tuvo altercados con guardias del centro de detención, esos mismos guardias tienen múltiples denuncias de uso de fuerza mayor por parte de otros internos. Sin mencionar que los antecedentes de mi cliente reflejan delitos menores, principalmente robos de bajo impacto económico, como comida. No estamos hablando de actos violentos ni de crímenes graves. Eran errores impulsados por circunstancias difíciles en su vida en el orfanato, orfanato que debo mencionar, fue clausurado por comprobarse que los niños del establecimiento estaban desnutridos y mal cuidados. Luna no tiene intención criminal arraigada.
—Señor Harper, entiendo su argumento, pero si tengo que liberar a todos los criminales que cometen delitos por su circunstancia de vida, liberaría a más del cincuenta porciento de las personas que pasan por este tribunal. La señorita Cooper ha estado bajo custodia durante cinco años, y la responsabilidad de esta corte es garantizar que no represente un riesgo para la comunidad. ¿Qué me asegura que no volverá a cometer los mismos delitos o peores incluso?
Me muevo aún más inquieta en mi asiento, miro a mi abogado que aún tiene una expresión segura y firme en su rostro.
—Entiendo su preocupación, Señoría, pero también presento pruebas de su rehabilitación. Como he mencionado anteriormente, Luna ha completado con éxito programas educativos, incluso talleres de reintegración. Ha demostrado una conducta ejemplar, reconocida incluso por personal del centro —Hace una pausa, mi mira y noto algo en sus ojos. El abogado cierra los parpados en mi dirección como diciéndome que esté tranquila. No entiendo—. Además, su señoría, no pedimos simplemente que se le otorgue la libertad sin más. Hemos tomado medidas para garantizar que Luna no enfrente este nuevo comienzo sola.
El abogado mira detrás de mí y ya sabia lo que iba a decir. —Su hermanastro, el detective Ashton Williams, ha aceptado asumir la responsabilidad legal de Luna Cooper. El detective Williams es un ciudadano respetable, con una destacada trayectoria en el cuerpo policial, empleo estable y antecedentes impecables. Además, cuenta con los suficientes recursos económicos para mantenerlos. Ha demostrado un compromiso genuino con su bienestar y rehabilitación. Está aquí presente, dispuesto a responder a cualquier pregunta que el tribunal pueda tener.
No, no y no.
No me voy con él ni muerta.
Como acto reflejo me levanto para negarme a toda esta situación y terminar con esta audiencia, pero no pude decir ni una palabra, aunque sí llame la atención del juez y de varias personas en el tribunal. Antes de que pudiera hablar, mi abogado se acerca rápidamente a mí y está lo suficientemente cerca para que escuche solo yo lo que está a punto de decirme. —Si quieres ser libre, tendrás que aceptar esto, si no lo quieres, dile al juez lo que quieras.
Lo pensé. Lo pensé una y otra vez. En segundos hice muchas conjeturas, predicciones y posibilidades. Ninguna era buena. En ninguna circunstancia esto terminaba bien para mí.
No quiero estar con él. No quiero hablar con él. No quiero verlo nunca más.
Pero tampoco quiero volver a esa cárcel.
Después de varios segundos eternos, volví a sentarme. Primero, lo primero, ser libre y después, veré como librarme de Ashton.
El juez se quedó pensando unos largos segundos, para más tarde soltar un suspiro y responder. —Conozco al Señor Williams... Necesito pensarlo. Nos tomaremos un receso de media hora mientras veo de forma detenida el expediente de la Señorita Cooper.
Golpea su mazo y los murmullos comienzan otra vez.
No iba a voltearme a verlo, ni iba a intentar entablar una conversación, ni siquiera quiero hablar con mi abogado, lo cual el mismo nota, porque ni siquiera atina a dirigirme la palabra. Estaba molesta, si, por supuesto, hay una posibilidad de que salga libre, pero terminaré encerrada con la última persona con la que me gustaría compartir espacio.
Pasa lo que parecen ser diez horas y un guardia grita: —Por favor, todos de pie. La corte vuelve a estar en sesión.
Nos ponemos de pie y no nos sentamos hasta que el juez nos permite hacerlo. —Procederemos con el caso. ¿Y qué sucede si ella no cumple las condiciones?
El abogado no tarda en responder: —Ella estará bajo supervisión regular y deberá cumplir con ciertas condiciones específicas: Asistencia a terapia, empleo y reportes periódicos al tribunal. El Señor Williams se encargara de supervisar personalmente estas obligaciones y reportara cualquier incumplimiento.
El juez se inclina ligeramente hacia adelante, entrelazando sus manos mientras evalúa la situación. ¿En serio está considerándolo?
—No suelo ser benevolente con delincuentes, ninguno, no me importa su edad, pero, teniendo en cuenta que usted, Señorita Cooper, nunca ha apelado a la decisión de este juzgado y ha aceptado su penitencia hasta casi la culminación de esta, me hace creer que realmente usted ha aprendido la lección.
Mala conjetura Juez, muy mala conjetura.
Él suelta un suspiro y hace una mueca. —Señorita Cooper, es su momento para demostrar que puede cambiar. Si reincide o falla en cumplir con estas condiciones, no habrá segundas oportunidades. ¿Entendido? La veré aquí el año que viene y veremos si estos crímenes quedaran para siempre en su expediente o si serán eliminados.
Me siento conmocionada, no podía creer lo que estaba escuchando. Asentí rápidamente y con la voz quebrada, respondí. —Sí, su señoría.
—Después de revisar la evidencia presentada, el historial de la señorita Cooper y las declaraciones de su representante legal, he tomado la decisión de que se modifique su condena. A partir de hoy, queda en libertad condicional bajo la custodia legal del Señor Ashton Williams. Esta libertad no está exenta de condiciones. Deberá asistir a terapia regularmente, va a tener que conseguir trabajo y reportarse cada mes con un guardia que le asignará el juzgado, cualquier incumplimiento resultará en su reincorporación al sistema. ¿Está claro?
—Si su señoría.
El juez golpea el martillo una última vez y se levanta, mientras los murmullos vuelven a llenar la sala, pero mi cabeza queda en blanco. ¿Esto es un sueño? No puedo terminar de creer lo que acaba de ocurrir. Mi día comenzó con golpes y gritos, mientras estaba encerrada en un lugar propio de la pesadilla de cualquiera y ahora... ¿No debo volver allí jamás?
El abogado coloca una mano sobre mi hombro y veo una sonrisa orgullosa en su rostro. A esta persona nunca la vi en mi vida, lo conozco hace poco más de tres horas y lo único que se me ocurre hacer es levantarme y abrazarlo.
Él me devuelve el abrazo y me dice en el oído. —Es hora de que empiece de nuevo.
—Gracias, no sé cómo agradecerte —Digo alejándome de él y Harper niega con la cabeza.
—No es a mí a quien tienes que agradecer, Williams me contrato y ahora, tienes que irte con él.
Sus palabras fueron como un balde de agua helada cayendo en mi cuerpo. Me volteo a buscar a Ashton y ya no está. —Él te está esperando afuera.
El abogado me guía hacia la salida y lo sigo. El aire es fresco, pero aun así, siento una opresión por la cantidad de emociones que están rondando en mi mente.
Ashton está esperándome, con lentes de sol y sus manos detrás de su espalda. Su postura es erguida y segura, lo que me hace enojar aún más al tener su presencia en frente. ¿No siente vergüenza? Porque yo sí.
Estábamos a tan solo dos pasos de distancia y los rayos del sol hacen que su piel se vea aún más perfecta que cuando lo vi dentro de la corte. Su versión adolescente era muy distinta a la que tengo en frente. —Hola Luna, me alegra mucho volver a verte —Dijo con un tono de voz áspero, profundo.
—No es mutuo —Le dije y bajé la vista de su rostro. Simplemente, no podía verlo y no entendía como para él era tan fácil verme a mí.
—¿Qué le paso a tu cabello? —Esta vez sonaba intrigado, ignoro completamente mi incomodidad.
Lo volví a mirar, más ofendida de la cuenta. —Es rojo. No hay mucho más. ¿Qué le paso al tuyo?
Se encoge de hombros. No deja de dejarme boquiabierta cada reacción relajada que viene de su parte. —Sigue igual que siempre, al menos en color.
Un silencio incómodo se acrecienta entre nosotros, el ruido del tráfico me revienta la cabeza y quiero aminorar los daños que provocaría intentar tener una relación cordial con él cuanto antes. —Esto no es necesario, Ashton. ¿Lo sabes, verdad? Podemos armar un plan para no tener que vivir juntos y que parezca que así es.
Ashton chasquea la lengua y hace una mueca desaprobatoria. —Yo no seguiría con esa narrativa si fuera tú.
Mis dientes están apretados, llegando al punto de rechinar. Odio su cara en general, pero esa expresión, está poniendo a prueba el control de mi paciencia. —¿Por qué?
Se acerca a mi cara y susurra: —Está acercándose tu oficial de libertad condicional.
Me separo instintivamente y confundida, miro hacia atrás. Un hombre vestido de forma casual está parado justo detrás de mí, con una media sonrisa en su rostro y un cigarrillo a medio fumar en su mano izquierda. Me mira de arriba a abajo y da una última calada al cigarrillo antes de tirarlo y apagarlo en el suelo con su zapato.
—La felicito Señorita Cooper, mi nombre es Luis Mantiel y soy su oficial de libertad condicional designado por el sistema judicial juvenil. Espero no volver a verla por aquí por algún acto delictivo y para que eso no pase, deberemos ser precavidos. ¿No es cierto? Estaré visitándola sin previo aviso una vez por semana. ¿Quedo todo claro?
Asentí dos veces y el oficial vuelve a hablar: —Es de buena educación responder con palabras.
«¿Está educándome?»
—¿Si señor? ¿Así está bien? —respondí irónica con una sonrisa de oreja a oreja.
Él sonríe y asiente. —Mucho mejor. Buena suerte Ashton, nos vemos la semana que viene.
Se va sin saludar y volteo a verlo sorprendida a mi ex hermanastro. —¿Ashton? ¿Se conocen?
—Sí. ¿Nos vamos? —dice mientras rodea al coche en frente de él y abre la puerta del copiloto.
Niego con la cabeza y abro sola la puerta de pasajero, sin verlo dos veces, entro en el coche y me reacomodo en el asiento, el cual era comodísimo, lo que no era cómoda era la situación. Espere que Ashton se sentara en el asiento del conductor para preguntar: —¿Eres alguna especie de mafioso o contrabandista?
Ashton se voltea con el ceño ligeramente fruncido mientras sonríe, quiere ver si voy en serio.
—Es que eres amigo de un guardia, me sacas del centro de detección en un día, tienes este auto que debe valer cuatro propiedades... Me suena fabricación de cocaína
Él indiferente se aclaró la garganta y volvió la vista al frente. Puso el auto en marcha y nos dirigimos a quién sabe donde. Empiezo a pellizcarme la mano para corroborar que no es un sueño—. ¿Considerarás lo que te dije?
—¿Que cosa? —inquiere
Sabe perfectamente a que me refiero, pero no digo lo obvio, solo le sigo la corriente. —¿Dejarme ir?
—¿Ir a donde? ¿Vivir sola? ¿Cómo se supone que podre supervisarte como dictamino el juez? El oficial vendrá sin avisar Luna, ya lo escuchaste, no hay forma de que eso termine bien para ti —contesta con un tono sombrío.
—¿Por qué me sacaste? ¿No podías simplemente dejarme en paz y olvidarte de que alguna vez existí? —Murmure con la voz más rota de lo que me gustaría admitir.
La falta de aire se hacía cada vez más insoportable. El centro era un cuento de terror, una pesadilla constante, una mierda, pero no sé si no lo prefiero antes de convivir con Ashton.
—No, no pude —responde cortante, como si esa respuesta me bastara para dejar de insistir—. Esperaba un poco de gratitud por sacarte de allí, la verdad...
Lo que dijo ya fue suficiente para hacerme enervar del enojo. No pienso escuchar otra palabra.
—¿Así? ¿No pudiste? Ni una llamada Ashton, ni una sola. ¿Y ahora quieres que te agradezca como si fueras mi héroe? ¿Qué esperabas? ¿Que me abalanzara en tus brazos como mi gran salvador? Antes muerta.
—Luna...
Su voz era más madura de lo que recuerdo, Ashton claramente es todo un hombre, pero de todos modos, tenía esa pizca dulce que reconocería en cualquier lugar, un atisbo fino que era solo suyo. Ese rasgo suyo, tan distintivo, que me hace no soportarlo.
Mi nombre saliendo de su boca provoca dolor en la parte incorrecta de mi pecho. Me ponía enferma. —Cierra la boca, solo cierra la puta boca.
—Cuida tu lenguaje —Ordena livianamente.
Lo miré estupefacta. ¿Con qué autoridad cree que puede hablarme así?
—No voy a cuidar una mierda, mi lenguaje, hablaré como se me dé la puta gana —Ashton suelta un gran suspiro.
Puse mis pies arriba de su asiento y cerré los ojos, espere molestarlo de alguna forma y di en el blanco.
—Baja tus pies —Ordena con voz severa.
—No —Digo sin abrir los ojos.
Suelta un suspiro aún más largo que el anterior. —Tenemos que hablar de muchas cosas cuando lleguemos.
—Trata de ahorrarme ese paso, omitamos todo lo que tenga que ver con hablar mutuamente, no quiero saber de tu vida y tú tampoco de la mía, dejémoslo así.
Ashton, se estacionó y apago el coche. Me toma desprevenida cuando se dio la vuelta en su asiento como una fiera y me mira. Se queda inspeccionándome unos segundos y el enojo muto paso a una sensación melancólica que no estaba dispuesta a atravesar.
Acercó una mano a mi mejilla e intento tocarme, yo lo golpeé instintivamente. ¿Qué hace?
—¿Qué te paso allí? —pregunta extrañado. De verdad cambio absolutamente todas las facciones de su rostro. Si lo hubiera visto pasar por la calle, no lo hubiera reconocido—. Te golpearon, ¿cierto?
—¿Qué crees que pasa en los centros? ¿Piensas que cantamos en coro mientras bailamos en ronda? —Sus ojos se abrieron de golpe—. No sé que esperabas encontrar —Escupo avergonzada por permitir que mi viera tan vulnerable—. No vale la pena pasar por esto, no nos debemos nada, no quiero nada de ti y tú no necesitas nada de mí, no pasemos por esto, por favor.
Se voltea y enciende el coche y sigue manejando. Tal vez él no era tan inteligente para saber lo que nos conviene a los dos.
Yo si lo sé, esto no saldrá bien.
—No te permitiré quedarte en otro lugar. Te quedarás conmigo, te guste o no —Aprieta el volante dejando sus nudillos blancos y su mandíbula se tensa.
—No sabes lo que te conviene —reafirme golpeando el asiento del acompañante, enojada porque no estaba escuchándome— ¡Préstame atención maldita sea! Esto no termina bien, ni para ti, ni para mí.
—¡No pienso seguir teniendo esta conversación! —Grita. La tensión en el ambiente iba en aumento hasta llegar a niveles estratosféricos
—¡A mí no me vas a gritar! ¡¿Me oyes?! ¿Quieres hacer esto? ¡Bien! ¡Hagámoslo! Pero que te quede algo muy claro Ashton, no me mandas. No voy a hacer lo que tu quieras que haga. No voy a obedecerte, jamás.
—Soy responsable de ti legalmente, lamentablemente si vas a tener que escucharme, quieras o no.
—Escucha atentamente mis palabras Ashton porque no voy a volver a decírtelo tan claro como en este momento —Mis manos tiemblan, pero mi voz es firme—. Jamás te respetaré, nunca tendrás por mi parte otra expresión que no sea desdén dirigido hacia ti, no te estimo, nunca te estimaré ni nunca tendremos una relación amigable. ¿Me has escuchado? ¿Me has entendido? Espero que sí, porque me ahorraras muchas interacciones innecesarias que no estoy dispuesta a tener contigo.
Él abrió la boca para responder varias veces, pero volvió a cerrarla todas y cada una de ellas, no volvió a hablarme.
Tal vez realmente lo he lastimado.
Y tal vez realmente creo que se lo merecía.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top