Victoria
VICTORIA – EL RETORNO DEL REY
Llegó el día del ataque y Hermione vio con horror que el número de orcos empequeñecía al ejército de Saruman.
―Mejor ataco de inmediato, Gandalf.
―Doy gracias a los valar por tus hechizos de larga.
La bruja subió al segundo nivel de la ciudad y empezó a bombardear al ejército con el hechizo Bombarda Máxima, ni siquiera se preocupó en apuntar, eran tantos orcos, que a la distancia se asemejaban a una marea negra.
Apenas aparecieron las torres de asalto y las catapultas, Hermione dio cuenta de ellas, sin embargo, los orcos apresuraron la marcha y ya llegaban al muro defensivo erigido por orden de ella.
A diferencia del ejército de Saruman que era comandado por crueles capataces, el multitudinario ejército de Sauron era comandado por el líder de los nazgul y otros experimentados capitanes. Detuvieron el avance de las torres de asalto y catapultas, y ordenaron a los orcos el derribar primero el débil muro de madera y rocas.
―Gandalf, se volvieron listos, ya no mandan más máquinas de asedio ―le informó Hermione al mago.
―Eso me temo, de seguro retirarán hasta la última roca para que pasen después.
Hermione siguió atacando, pero eso no detuvo la labor orca de despejar todo el camino.
Una vez los orcos pudieron pasar, trataron de exterminar a los guardias del muro exterior, pero gracias a la magia de Hermione, pocos arqueros resultaron heridos.
Las máquinas de asedio avanzaron y Hermione comenzó a atacarlas, pero los comandantes enemigos mandaron a los orcos a ir dónde el muro exterior de la ciudad y subir las murallas usando escaleras las cuales, una vez llegadas a su destino, eran amarradas unas con otras para alargar su tamaño y así poder tomar la primera línea defensiva.
Los orcos sufrieron muchas bajas debido a los calderos con plomo fundido o aceite hirviendo, pero poseídos por una furia insana, seguían intentando subir. Hermione quien iba con Gandalf en Sombra Gris apenas se daba abasto para incrementar la cantidad de líquido letal en cada caldero.
―¡No está funcionando, Gandalf! No necesitan de torres de asalto para subir al muro y no puedo estar detrás de cada caldero al mismo tiempo.
―¡Istari castaña, las torres de asalto y las catapultas avanzan de nuevo! ―le informaba uno de los capitanes. El mago miró de forma preocupada a la chica.
―Dejemos a los guardias la protección del muro y concentrémonos en las máquinas de asedio ―sugirió Gandalf.
Hermione se dirigía con Gandalf de uno a otro extremo del muro y empezaba a destruir las máquinas de asedio.
―¡Las catapultas nos disparan! ― gritaban los hombres y Hermione tuvo que ir a otra sección del muro para destruirlas, pero apenas destruía estas, le informaban que otras catapultas disparaban al otro extremo del muro.
―¡Hermione no puede hacerlo todo sola! ―gritaba Gandalf―, disparen las catapultas de la ciudad ―ordenó, y masivas catapultas arrojaron enormes pedazos de muros sobre los orcos. No obstante, las catapultas y su dotación de hombres eran inmóviles y fueron destruidas por los nazgul en sus monturas aladas.
Uno de los nazgul paso cerca y ella se tapó los oídos con fuerza, mientras gritaba.
―¡Trata de calmarte! ―le decía Gandalf.
―Gandalf, ¿que fue eso? ―gimió la chica.
―Los nazgul impregnan de miedo el corazón de los hombres con sus ataques ―le decía el mago, Hermione no recordaba que antes tuviesen ese poder.
«¿Aura de miedo? ¡Eso es hacer trampa!», pensó Hermione.
Todas las catapultas fueron destruidas, pero las torres de asalto avanzaban cada vez más, y todos los escombros que juntaron los hombres al borde de los muros para evitar que las torres se acercasen, fueron despejados por los orcos.
―No lo lograremos ―le decía la bruja.
―Valor, debemos resistir ―le decía el mago cuando Hermione acababa de destruir la torre de asalto que amenazaba ese sector.
―¡Istari castaña, una torre de asaltó llegó al otro lado del muro y los orcos empiezan a atacarnos!
Hermione y Gandalf se apresuraron a repeler a los orcos, y en eso vieron como un orco brutal se acercaba dónde Pipin.
―Avada Kedavra ―gritó Hermione y el orco cayó abatido.
Gandalf mandó a Pipin a ir a un lugar a salvo y ambos magos continuaron el ataque.
―¡Cubran a Hermione, para que pueda destruir está torre! ―gritaba Gandalf. Hermione destruyó la torre de asalto, no pudo ni dar un respiro de descanso ya que tuvo que ir a otro lado del muro para destruir las otras torres que se acercaban.
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La batalla continuaba caída la noche, por fortuna, todas las torres de asalto fueron destruidas, pero vio cómo un ariete gigante con la forma de una cabeza de lobo se acercaba.
―Es la última máquina de asedio, podemos lograrlo ―le dijo una exhausta Hermione. Y procedió junto con los arqueros del muro a destruir la máquina infernal.
Los orcos al ver todas sus máquinas de asedio destruidas, no se detuvieron en su ataque y decidieron continuar con el plan de usar escaleras pequeñas para subir el muro. El ataque fue tan masivo, que Hermione no pudo contenerlo con sus hechizos ni con los calderos, y los orcos atacaron el primer nivel sin necesidad de derribar la puerta principal.
―¡Este lugar está perdido! ¡Retrocedamos al segundo nivel! ―ordenaba Gandalf.
―¡Hermione, Faramir fue herido por un orco y ahora lo llevan a las casas de curación! ―le informaba Pipin.
―Entiendo Pipin, no te apartes del lado de Faramir y Boromir ―le indicó y el hobbit corrió de vuelta dónde las casas de curación.
Los calderos del segundo muro causaron muchas bajas, pero Hermione no podía rellenarlos con la rapidez necesaria y los orcos habían reunido mucha madera junto a las puertas y comenzaron a prenderle fuego.
―Aqua Eructo ―, conjuró la bruja y apagó el fuego, pero los orcos ya subían por el otro extremo del segundo muro.
Los orcos hubiesen entrado cómo una marejada de no ser por Hermione, pero tuvo que regresar a las puertas ya que los orcos renovaron su ataque contra está.
Así iba la batalla para Hermione, yendo y viniendo de un lado para el otro, menos mal que iba en Sombra Gris y Gandalf sujetaba las riendas.
―¡Hermione, Gandalf! ―gritaba Pipin―, Denethor llevó a Boromir y a Faramir a la casa de los reyes e intenta inmolarse junto con sus hijos, deben hacer algo.
―Yo iré, Hermione, tú quédate y protege la segunda puerta ―ordenó Gandalf.
Hermione obedeció y se encargó de la defensa de las puertas.
―En caso de que caiga este lugar, derribare los edificios adyacentes ―les informó a los hombres para que no quedasen desprevenidos.
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En efecto, las puertas cedieron al amanecer, trols y ogros de aspecto brutal vestidos con armaduras, portando enormes y brutales mazos se abrieron paso por la puerta. La presencia de los monstruos era tan intimidante, que los soldados dieron varios pasos hacia atrás.
Hermione decidió en milisegundos que usar el Bombarda Máxima, sería un desperdicio de esfuerzo y decidió utilizar el Avada Kedavra, ya que los monstruos eran enormes. Los tres primeros monstruos cayeron en un santiamén y les siguieron otros seis trols, pero después toda una marejada de orcos ingresó al lugar.
Creyó que no la contaría, pero el sonido de varios cuernos de guerra sonó y los orcos huyeron de prisa.
―¡El rey Théoden, viene en nuestra ayuda! ―gritaba Gandalf.
―¡No podemos quedarnos aquí, debemos ayudarlos! ―gritó Hermione.
―Tienes razón, entre el yunque y el martillo acabaremos con esas bestias ―dijo el mago y todos fueron a combatir a los orcos a campo abierto.
Los orcos, viendo que eran atacados por dos frentes, huyeron por todas partes, Hermione creyó que todo había terminado, cuando escuchó el sonido de otros cuernos de guerra, eran los Harad con sus olifantes.
Hermione abrió la boca de la impresión, jamás había visto animales tan grandes en su vida.
«No son elefantes, tampoco mamuts, ¿qué demonios son?», pensó al ver a las colosales bestias, sobre cada una de ellas, una dotación de arqueros.
Todos los hombres miraban asustados a las bestias y Hermione tomó una decisión.
―Gandalf, tú ve por la derecha y yo por la izquierda.
―¿Qué pretendes?
―Les cegaré con el Conjuntivitis, tú atúrdelos cómo lo hiciste con los nazgul.
―No puedo cegar a los olifantes.
―No necesito que los ciegues, solo necesito que los aturdas hasta que yo les eche la maldición.
Gandalf asintió y se fue en Sombra Gris, mientras que el propio rey Théoden llevó a Hermione.
―Señor, siento todos los problemas que causé ―le decía Hermione al rey.
―No te preocupes, ahora ataquemos a esas bestias.
Los olifantes formaban una fila uniforme que facilitó la labor de los dos magos y Hermione cegó al restante grupo de olifantes, mientras los inmovilizaba con el Incarcerous apuntándoles a las patas.
Los hombres empezaban a gritar de júbilo cuando el señor de los nazgul atacó a Hermione, por fortuna, la bruja se dio cuenta a tiempo.
―¡Crucio! ―gritó Hermione apuntando a la cabeza del monstruo y este tumbó al nazgul, alejándose del lugar.
El nazgul se incorporó y levantó una brutal y enorme arma, el caballo del rey se encabritó y tiró al rey y a Hermione al piso.
―Te has entrometido ya varias veces en el camino del señor oscuro, prepárate a conocer la muerte ―le dijo el nazgul con una voz de ultratumba.
Hermione, sacando su valor Gryffindor, pudo superar el miedo y se enfrentó al horror.
―¡Expelliarmus! ―gritó, pero el arma estaba hechizada para repeler la magia, al parecer el nazgul había aprendido la lección.
El nazgul atacó a Hermione en un costado, por fortuna la chica hechizó su ropa con el Protego, pero aun así pudo sentir cómo se le rompían los huesos del brazo.
Hermione estaba en el piso y apuntó con su varita a su brazo.
―Braquiam Emendo ―dijo y sus huesos se curaron.
«Menos mal que yo sí sé el movimiento de varita adecuado», pensó Hermione al recordar a Lockhart. El nazgul no podía creer lo que estabaviendo.
Hermione aprovechó la distracción de su enemigo y empuñando la daga que le regaló Galadriel, apuñaló en lo que sería el estómago al nazgul.
―No... Ningún hombre o mujer puede matarme, decía el nazgul al sentir por primera vez el dolor del acero.
―Tal vez no de este planeta, pero yo vengo de las estrellas ―le dijo Hermione y hundió más la daga en su adversario.
»¡Esto es lo que se siente morir! ―le gritó Hermione y el nazgul lanzó un grito descomunal que se oyó por todo el campo de batalla.
El nazgul aún no estaba vencido y se dio media vuelta para huir, pese a que ya estaba implosionando. Hermione saltó y se subió a su espalda, apuñalando al espectro una y otra vez.
―¡Maldito! ¡Tienes que morir! ―gritó sacándose toda la frustración que cargaba desde que llegó a la Tierra Media, y el nazgul dando otros estruendosos gritos, implosionó por completo.
Los orcos y demás pieles verdes huyeron del lugar presas de la desmoralización al ver a su líder abatido, solo los humanos al lado de Sauron siguieron la lucha, pero fueron abatidos por las fuerzas combinadas de los hombres de Rohan, Gondor, y el ejército espectral que llegaba ese momento junto con Aragorn, Legolas y Gimli.
Los hombres soltaron gritos de victoria y los compañeros de la comunidad abrazaron a Hermione al verla de nuevo. Hermione se alegró mucho de verlos y se dirigió de vuelta a Minas Tirith.
CONTINUARÁ...
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